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Área restringida

la construcción de la otredad

Últimas tendencias del arte,


curso 2018/2017
Alumno:
Fernando Pérez Barral
“En los últimos años, las fronteras exteriores de
Europa han visto un aumento sin precedentes del
número de refugiados y migrantes que desean en-
trar en la UE. Los países con fronteras exteriores
son responsables exclusivos de su control. Sin em-
bargo, Frontex puede proporcionar apoyo técnico
adicional a los países de la UE que sufren graves
presiones migratorias.”

- Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y


Costas (Frontex).

“Si los inmigrantes inquietan tanto (a menudo tan


abstractamente) a los residentes en un país, es en
primer lugar porque les demuestran a estos últi-
mos la relatividad de las certidumbres vinculadas
con el suelo: es el emigrado el que los inquieta y
los fascina a la vez en el personaje del inmigrante.”

- Los no-lugares, Marc Augé .

A Mateo Maté le preocupan lo cotidiano (La


vida secreta de las plantas, 1995 – 1998), las diná-
micas de poder (Delirios de grandeza, 2005 – 2008),
la identidad individual y colectiva (Nacionalismos
domésticos, 2000 – 2016) o los mecanismos de con-
trol, a los que señala esta imagen de la obra Área
restringida, 2007 – 2015.
Área Restringida forma parte de un cuerpo de tra-
bajo llamado Paisajes uniformados con el que Maté
pretende reflexionar sobre la guerra y de cómo ha ido
adueñándose de los espacios del ámbito público, pero
De arriba a abajo: Área restrigida (Europa), 2007; Área restringida (América), 2011; Área restringida
(Mediterráneo), 2012; Área restringida (Europa), 2015. también del doméstico. Maté lleva esta evidencia al

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espacio expositivo del museo, dibujando con catenarias de cinta retráctil las fronteras de unos países que
reconocemos al instante, permanentemente vigilados por cámaras conectadas a tres monitores, a su vez ob-
servados por unos ojos con uniforme.
¿Y de qué lado estamos nosotros? Esa es una de las primeras preguntas a las que nos remite esta obra
de Maté, sino directamente a la certeza del Nosotros en un lado, bien delimitado, conocido, familiar,
¿seguro?, y de un Ellos, diferentes, extraños, hostiles –por supesto–, al otro. ¿Qué o a quién están vigilando
esas cámaras? Ésta viene inmediatamente después, pero varios segundos después, porque no está tan claro:
vigilan el espacio fuera de las catenarias –¿es un sistema de protección frente a una amenaza externa?–, el
que hay dentro –como quien vigila los patios de una prisión, buscando motines– o todo al mismo tiempo.
El por qué están ahí tarda muchísimo más en aparecer.
Con todo, las fronteras que se dibujan no siempre son las mismas. La primera versión [Área restringida
(Europa)] –a la que corresponden las imágenes– fue expuesta en el Centro de Arte de Burgos en 2007,
mostraba buena parte los países europeos del Mediterráneo y el Atlántico. De 2011 es Área restringida
(América), instalada en la Sala de Arte Siqueiros de México D.F., y en la que se representaba el continente
americano. Área restringida (Mediterráneo) sería presentada en el Herzliya Museum of Contemporary Art
de Israel en 2012, mostrando ambas orillas, africana y europea, del Mediterráneo. Y en marzo de 2015 la
Fundación Miró de Barcelona recuperó Área restringida (Europa). Las dimensiones y los países cambian
para escarbar en las cicatrices que son sus particulares fronteras, pero a todos unen las catenarias, las cáma-
ras, los monitores y los ojos de un vigilante privado. Maté busca, según sus palabras, “evidenciar la total
militarización o estado de sitio general que vivimos en todos los ámbitos de la realidad cotidiana e incluso del
ámbito doméstico. [..] las catenarias que se usan cotidianamente para controlar y dirigir el movimiento de las
personas son ordenadas a modo de fronteras, y el guardia jurado, uniformado cual soldado, utilizando las cáma-
ras de vigilancia de la sala controla el consiguiente deambular del público. […] Con la militarización total de
todas nuestras fronteras, implantada con el pretexto de seguridad, todos nos preparamos para una movilización
general. No sabemos ni cuándo ni dónde surgirá el conflicto, pero tenemos que estar preparados.1”
Es una reflexion seis años después de los atentados de las Torres Gemelas, tres después de los atentados
del metro de Madrid, y Occidente, desde luego, no era el mismo. Para entonces vivíamos ya en el terror,
en el trauma2. Estábamos, aún lo estamos, más que dispuestos a ceder alguna libertad, como si fuese
fraccionable, a cambio de seguridad, de protegernos. ¿Pero cómo, frente a quién y durante cuánto tiempo?
¿Estaban fuera o dentro? La guerra contra el terrorismo se enarboló como bandera para pasar por encima del
derecho y, con el aplauso de las democracias occidentales, casi sin responder a ninguna de estas preguntas
o bien haciéndolo de forma apresurada, las fronteras empezaron a recuperar el carácter de división que en
las décadas anteriores habíamos querido quitarles.
Me ocurre con Área restringida lo mismo que con las camas-estado-nación de Desubicado3, no puedo
dejar de darle vueltas a la palabra otredad: al Otro que no hemos sido, no somos y no seremos, que de-
jamos morir en las mismas fronteras que se nos presentan trazadas en el espacio expositivo, y que sigue
siéndolo aún cuando las traspasa, el Otro que, en definitiva, no queremos ser. Es la otredad que señalamos,
frente a la que tenemos que protegernos, la que construímos a través de un discurso colonial que acaba

1. MATÉ, Mateo: http://www.mateomate.com/area-restringida/

2. Rancière, Jacques, El viraje ético de la estética y la política, Ediciones Palidonia, Santiago de Chile, 2005, p. 25-31

3. “La única propiedad que uno tiene la certeza de poseer: la verdadera tierra que trasladan los refugiados en su huida. El lugar donde sentirse seguro
para soñar o para querer y el lugar desde el que desear otros territorios, imaginarios. Y al mismo tiempo un territorio que se convierte en inabarcable,
desconocido y deshabitado algunas noches: mi cama.
La cama es un espacio físico real, una geografía cuyas fronteras, desniveles y caminos se pueden trazar y, al mismo tiempo, una metáfora de otro
territorio imaginario: el de los sueños, las pesadillas y los deseos personales. Mirando desde lo alto intento trazar caminos y pasos entre las cimas inal-
canzables, y veo en el fondo que formo parte como todo lo demás de un paisaje confuso y cambiante.
El espacio real de la cama como territorio delimitado a través de fotografías cenitales de una cama deshecha que es tratada como un espacio geográ-
fico y convertida en un plano cartográfico que transforma las sábanas en la orografía de un inmenso territorio habitado por uno mismo.
Un vídeo, parodia de una superproducción cinematográfica realizada sin salir de una habitación, en el que un personaje despierta en un lugar extra-
ño con la certeza de haberse acostado la noche anterior en su cama.”
MATÉ, Mateo: https://www.mateomate.com/obra/desubicado/

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tranformando al sujeto colonial en un estereotipo4, repitiéndolo una y otra vez para fijar su significado,
una verdad incontestable para definirlo –para definirlos, porque, de alguna forma, la individualidad se re-
serva al sujeto libre, mientras al racializado, al otro, sólo se lo puede definir a través de la colectividad– como
una amenaza, y todo por medio de una señal de identidad inequívoca –el color de piel– y los símbolos de
una entidad cultural diferente –centrada principalmente en la religión–. Entonces, ¿a dónde apuntan las
cámaras finalmente? ¿Podemos saberlo?
Walter Benjamin reserva una nota a pie de página en el epílogo de sus “Discursos Interrumpidos” en la
obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica para decirnos que “los movimientos de masas se expo-
nen más claramente ante los aparatos que ante el ojo humano. Sólo a vista de pájaro se captan bien esos cuadros
de centenares de millares. [..] Esto es, que los movimientos de masas y también la guerra representan una forma
de comportamiento humano especialmente adecuada a los aparatos técnicos.” Las imágenes de los refugiados
huyendo de la guerra de Siria existen, como también existen las imágenes de los policías húngaros aterro-
rizándolos a gritos y risotadas, montados en sus coches patrulla, a lo largo de la frontera. ¿Y nosotros, los
espectadores, quiénes somos en la instalación de Maté? ¿Nos convertimos en un Otro a través de la mirada
del vigilante? ¿Nos definimos de alguna forma a través de sus ojos5, como los refugidos sirios ante los de
los policías fronterizos húngaros? Caminamos, al fin y al cabo, fuera de las fronteras que propone, muy
conscientes de las cámaras, ¿qué pasaría si intentásemos cruzar las catenarias? Miles de personas tratan de
llegar a Europa cada día, de cruzar la frontera a EEUU, y ellos, como nosotros, son muy conscientes de
las cámaras, de los ojos que los convierten en Otros.
Así las cosas, las catenarias son algo tan endeble como las líneas en un mapa, imbuidas exactamente del
mismo significado, aquel que le damos, en tanto fronteras, como un obstáculo, un muro a franquear o a
reforzar. Y no deja de ser relevante que las catenarias, diseñadas para controlar el paso de las personas, para
ordenarnos en filas, pastorearnos, estén tan presentes en esos lugares de tránsito que Marc Augé bautizó
como los no-lugares6, especialmente en aquellos que, como aeropuertos, estaciones de bus o tren, nos
permiten viajar, espacios en los que el billete, junto con el pasaporte –el documento que nos identifica
en cuanto a unas Leyes que articulan los diferentes Estados– , nos permiten ser anónimos. Todo esto se
niega en las catenarias de Maté: el movimiento, el viaje, el anonimato del Otro, la inocencia y, con ella, la
individualidad.
Y en todo esto, ¿cuál es el papel de la sociedad salvaguardad? Michel Foucault empezaba afirmando que
“las luchas sociales contra la dominación étnica, social y religiosaa, contra las formas de explotación o contra
lo que ataca al individuo mismo, estÁn asociadas a que desde el siglo XVI, se ha desarrollado continuamente
una nueva forma de poder político. Esta nueva estructura política, como todo el mundo sabe, es el Estado.”. Sin
embargo, después de estudiar las relaciones de poder y de éstas con el conocimiento, concluía que el poder
no era inherente a una estructura, sino que el poder se ejerce. Focault deja así la responsabilidad de llevar
a cabo cambios en el sistema al sujeto, al sujeto colonizador en este caso, quien, siguiendo el principio de
consenso de Racière, deja de oponer el derecho al hecho7.
El arte político, para Walter Benjamin y Theodor Adorno, tiene como peligro la estetización de la
política: una representación de los acontecimientos percibida como arte y no como documento. De estos
peligros de la unión del arte y lo político, que no la política, según sus definiciones, Mieke Bal rechaza
las representaciones que convierten la violencia en una experiencia artística8; es la irrepresentabilidad de
Racière: “la supresión de toda frontera que se limita a los sujetos y a los medios de representación. [...] Se trata
de representar el exterminio (el Holocausto Judío) sin mostrar cámaras de gas, escenas de exterminio, verdugos o

4. BHABHA, Homi K, El lugar de la cultura, Ediciones Manantial, Buenos Aires, 2002, p. 91 y siguientes.

5. SARTRE, Jean Paul, El ser y la nada, Editorial Losada, Oviedo, 2016, p. 162 y siguientes.

6. AUGÉ, Marc, Los no-lugares, Editorial Gedisa, Barcelona, 2002, p. 43-62.

7. Y en ese destierro del disenso, la comunidad llega a admitir verdades por conseso que contradicen verdades por correspondencia, por ejemplo
y citando a un presidente de Gobierno, que una concertina, una pieza de metal filosa, no corta a quienes intentan atravesar la valla que protege la
frontera.

8. BAL, Mieke, Arte para lo Político, Estudios Visuales, vol. 7, Murcia, 2010, p. 53

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víctimas.” Y es en este eje que se mueve esta instalación de Mateo Maté: juega a representar una realidad
que salta a los medios de comunicación con virulencia para luego desaparecer, convirtiéndose en un ruido
de fondo, a marcar la violencia, el miedo y la falta de libertad sin llegar a mostrarla.
En palabras de María Viamonte, comisaria de la exposición en la Sala de Arte Siquieros, México, Maté
nos hace reflexionar sobre “La inseguridad, entendida como una consecuencia del desorden social, político,
ético, moral y económico, es el monstruo que aterroriza a la sociedad actual y su principal producto es la vio-
lencia. La militarización, encarnada en la vigilancia, el control y la restricción de movimientos, es una medida
habitual en el intento de poner fin a los desordenes, pero cabe preguntarse si es verdaderamente eficaz en la
producción de resultados que mejoren las condiciones de vida del conjunto de la sociedad. Cuando esa vigilancia
se organiza a partir de criterios que satisfacen más a los intereses de las élites gubernamentales y de los grupos
económicos de poder, corremos el riesgo de reproducir condiciones de dominación, lo que en algunos casos podría
incrementar los escenarios de violencia.”

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BIBLIOGRAFÍA

>> BENJAMIN, Walter, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica.


>> BAL, Mieke, Arte para lo político.
>> RANCIÈRE, Jacques, El viaje ético de la estética y la política.
>> Foucault, Michael El sujeto y el poder.
>> BHABHA, Homi K., El lugar de la cultura.
>> SARTRE, Jean Paul, El ser y la nada.
>> AUGé, Marc, Los no-lugares.

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