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principios
Artículo
31.10.2014
Ya que la Biblia no es un libro cualquiera, sino la Palabra de Dios escrita, aunque hay
que usar la mente, la inteligencia, para interpretarla bien, no se trata de un ejercicio
meramente intelectual, sino también de una tarea espiritual. Conviene una actitud de
reverencia, humildad y fe. Y conviene orar antes, durante y después del trabajo de
interpretar la Biblia.
Normalmente, ¡la Biblia significa lo que parece significar! No hay que buscar otro
significado distinto del significado más natural, a no ser que exista alguna razón de peso
para hacerlo. Algunas de las excepciones a esta regla son: (1) Cuando lo que parece
significar contradice el resto de la Biblia; (2) Cuando lo que parece significar no tiene
ningún sentido; y: (3) Cuando el lenguaje no es literal, sino metafórico (etc.). Pero hay
que empezar buscando el sentido más natural de cada texto o pasaje.
Cada libro de la Biblia fue escrito por un autor humano en particular (o por más de uno,
como en el caso de Salmos y Proverbios), en un lugar en particular, en un momento de
la historia en particular y con un propósito en particular. Por lo tanto, sería irresponsable
pretender interpretar un pasaje bíblico sin tener en cuenta estos factores. Por eso
tenemos que hacernos preguntas como: (1) ¿Quién escribió esto?; (2) ¿Cuándo lo
escribió?; (3) ¿Para quién(es) lo escribió; (4) ¿En qué circunstancias lo escribió?; (5)
¿Con qué intención o propósito lo escribió?; y: (6) ¿Cómo lo entenderían aquellos
primeros oyentes o lectores?
En la Biblia hay diferentes tipos de lenguaje. Por ejemplo, hay lenguaje narrativo,
metafórico, poético, profético y apocalíptico. Y hay todo tipo de figuras del lenguaje:
(1) Símiles (comparaciones explícitas): “¿No es mi palabra como fuego –declara el
Señor– y como martillo que despedaza la roca?” (Jer. 23:29); (2)
Metáforas (comparaciones implícitas): “Lámpara es a mis pies tu palabra” (Sal.
119:105); (3) Parábolas (metáforas más extensas): El buen samaritano; (4) Alegorías
(metáforas más extensas y más complejas): El Sembrador y las cuatro tierras; etc. Son
algunos ejemplos de los diferentes tipos de lenguaje que se encuentran en la Biblia, y
hay que reconocerlos para interpretarlos correctamente.
8. Hay que interpretar los textos menos claros a la luz de otros más claros
Las Biblias que usamos son traducciones de las lenguas originales, ¡y a veces son
traducciones de otras traducciones! Hay muchas versiones de la Biblia que son muy
fiables, pero creemos en la inspiración de los documentos originales. Y hay bastantes
ocasiones cuando el original nos puede ayudar a interpretar la Biblia correctamente.
Pero hay dos problemas: (1) No tenemos acceso a los originales; y: (2) Hay pocos
expertos en las lenguas originales. Pero, por parte positiva: (1) Existen versiones de la
Biblia muy fieles a los originales; (2) Existen tantos manuscritos de la Biblia (¡miles!)
que podemos tener mucha confianza en las (buenas) Biblias que usamos; y: (3) Existen
cada vez más ayudas –comentarios bíblicos, diccionarios bíblicos, Biblias interlineales,
etc.– que nos pueden acercar más al texto original.
A pesar de las características concretas de cada libro, hay un solo mensaje principal a lo
largo de toda la Biblia: ¡Cristo, el evangelio, la salvación! El Antiguo Testamento
apunta hacia el Cristo que va a venir y el Nuevo Testamento apunta hacia el Cristo que
ya vino. Y hay que tener en cuenta esta dimensión cristológica a la hora de interpretar
cualquier parte de la Biblia. Hay que evitar dos peligros: (1) El peligro de no ver a
Cristo donde está; y: (2) El peligro de creer ver a Cristo donde quizás no esté. ¿Cómo
podemos evitar estos dos peligros? (1) Aplicar los demás principios de interpretación;
(2) Ver cómo los escritores del Nuevo Testamento interpretan el Antiguo Testamento;
(3) Evitar la alegorización gratuita, la que no tenga ninguna base sólida; (4) Buscar
paralelos verbales claros entre textos bíblicos y el Señor Jesucristo; (5) Distinguir entre
la intención del autor, el significado para los lectores originales y una posible dimensión
cristológica; etc. Hay muchos paralelismos entre José y Cristo para que sea pura
coincidencia. Pablo da una interpretación cristológica a una serie de acontecimientos de
tiempos de Moisés y los israelitas (1 Co. 10). Pero no hay pruebas claras de que el
cordón de grana de Rahab (Jos. 2:17-22) se refiera a la sangre de Cristo. Y el libro de
Cantar de los Cantares parece referirse –en primer lugar– al amor entre un hombre y una
mujer.
Conclusión
Esto no es más que una breve introducción al tema. Pero creo que estos principios nos
ayudarán a “[usar] bien la palabra de verdad” (2 Ti. 2:15).