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Tiempo, historia e identidad.

Narrativa visual de la Rueda Boban,


un documento tetzcocano calendárico del siglo XVI
ANA DÍAZ ÁLVAREZ

Este trabajo presenta reflexiones en torno a un documento tetzcocano colonial temprano: la Rueda Boban. El códice
contiene una secuencia de escenas históricas enmarcadas por una rueda de las veintenas indígenas, por lo que resulta
complicado definir su género. Es el análisis de las formas lo que nos permite reconstruir su genealogía e identificarlo como
una compleja explicación cosmográfica novohispana. Una visión reactualizada de su historia acorde con los principios de
organización indígenas.

Introducción des distintas a la nuestra piensan que el pasado


no queda atrás, sino adelante, o abajo, y esa con-
La historia de los pueblos mesoamericanos se en- cepción tiene diversas y profundas consecuencias
cuentra anclada al calendario, como se aprecia en culturales, históricas y hasta éticas”.2 Para Mijaíl
la tradición figurativa continuada desde el Preclá- Bajtín, el cronotopo es una categoría de la forma
sico. Los mitos de origen nahuas mencionan que y el contenido del discurso literario e histórico, re-
el primer invento del hombre fue el calendario; sultado de la unión de un todo inteligible y con-
esta cuenta, creada por la pareja primigenia, fue creto que funciona como una metáfora perceptible
un elemento cultural muy preciado por las co- desde el punto de vista artístico. El tiempo, así, se
munidades indígenas porque les permitía regirse, hace visible en el espacio, y este a su vez penetra
conocer su historia, curar, sembrar, interpretar los en el movimiento temporal, dando forma al argu-
sueños y conocer los eventos del futuro. El calen- mento y a la historia y afectando la imagen del
dario indígena era entonces, un sistema que per- hombre en el discurso, pues su imagen será siem-
mitía acceder a todo tipo de conocimiento y que pre, esencialmente, cronotópica.3
tenía influencia directa en todas las esferas de la El objetivo de este trabajo es mostrar la manera
vida. en que un documento indígena construido a par-
El sistema calendárico nahua implica necesa- tir de una rueda calendárica propia de la cultura
riamente un registro gráfico para poder seguir su visual europea —y eficazmente manipualada para
cuenta y su lectura, por lo que el concepto tem- integrar contenidos del calendario nahua— per-
poral se complementa en una relación de reci- mitió a los tlacuiloque (pintores) contar su historia,
procidad con su materialización en el espacio: la activando un nuevo discurso cronotópico a partir
imagen, pues el tiempo es movimiento y como tal de la asimilación de nuevos referentes gráficos. Lo
necesita un espacio sobre el cual desplazarse, gene- interesante es que esta incorporación no fracturó
rando así una manifestación visual.1 La fusión de el discurso tradicional, sino todo lo contrario; la
las nociones de espacio y tiempo se designa con construcción reforzó la identidad del grupo, ge-
el término cronotopo, el cual permite comprender nerando un discurso actualizado y coherente con
con mayor eficacia la función del calendario como su nueva situación. La selección del diseño cum-
un sistema que da cohesión al mundo al recrear su plió así, un doble objetivo, pues al mismo tiempo
forma y reproducir su devenir. Pero el cronotopo que los tetzcocanos se distinguieron del resto de
es una construcción cultural que nace en el seno los grupos indígenas, tomaron un lugar dentro del
de una sociedad, no es algo naturalmente dado; nuevo orden colonial, insertándose al sistema no-
como observa Federico Navarrete, “otras socieda- vohispano como agentes activos.

Estudios Mesoamericanos Nueva época, 12, enero-junio 2012


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Así, la historia contada en la lámina de ama- como nombre una fecha del tonalpohualli —presu-
te y activada a través del cosmograma, se expone miblemente el nombre del primer día del año—,
aquí como una imagen vigente que explica el deve- pero al añadir los 105 días de desfase, las fechas se
nir histórico de sus protagonistas, y no como una recorrían ordenadamente sobre el año modificando
forma fosilizada de un pasado muerto.4 De este la lista de 20 signos. Es decir, el día inicial de cada
modo los pintores expresaron su realidad mante- año contenía un numeral que se seguía de manera
niendo la coherencia entre la tradición y su propia ascendente (del 1 al 13), y uno de los signos del
circunstancia histórica, a través de una composi- tonalpohualli, que correspondía a lo que se conoce
ción gráfica. como una familia de portadores de año. Estos por-
tadores son el resultado de dividir los veinte signos
del tonalpohualli en cuatro grupos. Los portadores
Los calendarios indígenas de año utilizados por los mexicas al momento del
contacto eran: calli (III), tochtli (VIII), acatl (XIII)
Las fuentes coloniales informan de la existencia de y tepcatl (XVIII). Así, al combinar estos elementos
tres cuentas calendáricas utilizadas en el centro de los años formaban una cuenta que combinaba 13
México a la llegada de los españoles. El calenda- numerales y solo 4 signos, dando un total de 52
rio de 260 unidades se compone de dos elementos años (13 [numerales] x 4 [signos portadores de año]
distintivos: un numeral (cuya cuenta va del 1 al = 52 [años]). A esta cuenta se le conocía también
13), y veinte signos. Por lo tanto, las fechas de este como atado de años.
sistema se expresan en binomios n-S (n = 1 al 13; Finalmente, el binomio n-S permitía que al se-
S = I al XX), de modo que a cada día le corres- guir la cuenta de los veinte signos del tonalpohualli
ponde una combinación como si tuviera un nom- se generara otro ciclo, conocido como el calendario
bre y un apellido. Por lo tanto deben pasar 260 de las veintenas, pues hemos dicho que el tonalpo-
días (20 x 13 = 260) arreglados en veinte trecenas hualli se continuaba sobre el año, sin interrumpir
para lograr todas las combinaciones posibles.5 Esta la secuencia de numerales ni la de signos —es
cuenta se sigue de manera ininterrumpida, aunque importante señalar que los días de las veintenas
esto implique que se vaya recorriendo sobre el año como tales, no recibían un nombre distinto al del
a razón de 105 días. A este sistema se le conoce tonalpohualli, como sí sucedía en la cuenta larga.
como tonalpohualli en náhuatl y se ha interpreta- Los grupos de veinte signos o días (veintenas) for-
do como un calendario ritual o adivinatorio. Al- maban un tercer ciclo, formado por 18 veintenas,
gunos cronistas lo mencionan como el calendario al que se agregaban 5 días extras (nemontemi) para
de las fiestas móviles, por su desfase sobre el año alcanzar los 365 días del año (18 x 20 = 360 + 5 =
solar. 365). Los nombres de las veintenas aparecen regis-
Así llegamos a la segunda cuenta, la de los años, trados en algunas fuentes coloniales, incluyendo
que funciona de la siguiente manera. Para nombrar la Rueda Boban, donde aparecen 18 compuestos
los años se usaba el mismo sistema de nomenclatu- glíficos —que corresponden a los nombres de las
ra descrito (n-S), pero con una dinámica diferente. veintenas— ubicados en el perímetro de la circun-
El tonalpohualli (260 unidades) necesita 105 días ferencia que conforma la estructura básica del do-
para llegar a los 365 —si bien esta cifra no coinci- cumento (figs. 1 y 2).
de exactamente con la duración del año trópico, es La Rueda Boban resulta por lo tanto un docu-
la cifra más cercana en unidades enteras. Como el meto calendárico en tanto integra las 18 veintenas
tonalpohualli se continúa de manera ininterrumpi- de la circunferencia con los cinco nemontemi que
da, los 105 días necesarios para alcanzar el primer permiten llegar al año solar, ordenados de manera
día del próximo año corresponden a 8 trecenas mas que en su recorrido van conformando a su vez, la
un día (105 / 13 = 8.0769).6 Así, cada año tomaba cuenta de los años:
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En el primer renglón (de abajo hacia arriba), glón, que corresponde a calli, así con la secuencia
los nemontemi son: (1) acatl [posición XIII]; (2) registrada en los renglones inferiores. Si considera-
ocelotl [XIV]; (3) cuauhtli [XV]; (4) cozcacuauhtli mos que la rueda registró cuatro renglones de ne-
[XVI]; (5) ollin [XVII]; el sexto día/signo corres- montemi (y los días iniciales de la cuenta anual), lo
ponde al primer día del siguiente año, cuyo porta- que tenemos son los cuatro años base de la cuenta
dor será el signo tecpatl [XVIII]. de los años representados por los cuatro portado-
En el siguiente renglón, los días registrados son: res. Finalmente, es preciso señalar que la inclusión
(1) tecpatl [XVIII]; (2) quiahuitl [XIX]; (3) xochitl de los días se hizo de manera incompleta, pues no
[XX]; (4) cipactli [I]; (5) ehecatl [II]; el sexto día/ aparecen los numerales de los nemontemi. Sin em-
signo corresponde al primer día del siguiente año, bargo, esta omisión, más que implicar un error
cuyo portador será el signo calli [III]. del tlacuilo, resulta una estrategia para generar
Los renglones superiores se han destruido, pero el cómputo de 52 días, pues los numerales de la
se alcanza a apreciar el primer signo del tercer ren- cuenta se irían recorriendo sobre los signos que

FIGURA 1. Rueda Boban (ca. 1530). Cortesía de la John Carter Brown Library, Brown University
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FIGURA 2. Facsimilar de la Rueda Boban. Año 1866.


Cortesía de la John Carter Brown Library, Brown University

conforman el nombre de los nemontemi, que cada Al centro de la rueda de los años (representada
cuatro años se repiten, dando paso a la secuencia principalmente por el ciclo de las veintenas orde-
de portadores de año. De este modo, lo que el tla- nadas en círculo), aparecen tres escenas que remi-
cuilo presenta en el documento es una abreviación ten a la historia de Tetzcoco. Como se argumenta
de las tres cuentas en un mismo registro y no solo en los siguientes apartados, esta composición es
un calendario de veintenas. entendida en este trabajo como la representación
Este tipo de arreglos no se han encontrado en có- de un complejo cosmograma-histórico, donde se
dices prehispánicos y tampoco aparecen registrados expone el funcionamiento espacio-temporal de sus
en las crónicas que describen los géneros de libros usuarios, y no es simplemente un formato sincré-
indígenas, por lo que es probable que nos encon- tico que combina los dos géneros de códices indí-
tremos ante un formato colonial que no correspon- genas mejor identificados en nuestros días: el de
de plenamente a la tradición de registro tetzcocana. tipo histórico y el calendárico.
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Cosmogramas indígenas novohispanos sentaciones de estas tres cuentas, pero por razones
prácticas en este trabajo se ha seleccionado la fi-
Varios autores se preocuparon por reconstruir el gura más representativa del repertorio novohispa-
calendario indígena para comprender su funcio- no que se utiliza para explicar el funcionamiento
namiento, principalmente miembros de órdenes a los lectores occidentales: la rueda calendárica,
religiosas que pretendían dar a conocer las prácti- un invento colonial. Estas ruedas contienen ge-
cas rituales para erradicarlas. Así, al mismo tiem- neralmente los mismos elementos: (a) los nu-
po que se estudiaba el calendario, los documentos merales del 1 al 13 y (b) la serie de cuatro signos
originarios de contenido calendárico eran destrui- del tonalpohualli que servían para designar a los
dos por las autoridades eclesiásticas, quienes reco- años del xiuhpohualli –calli, tochtli, acatl, tecpatl.
nocieron en este sistema un culto idolátrico peli- Es importante mencionar que no se han encon-
groso que había que perseguir. En este contexto, trado referentes prehispánicos para estas figuras,
se dieron los primeros intentos por reconstruir el aunque existe una mención en Francisco las Navas
calendario de los naturales y describirlo en libros que puede aclarar su origen: “y anís, dexando la
de formato europeo que estaban destinados a lec- forma y modo en que lo tenían tan dificultoso [el
tores educados en el contexto occidental. Como calendario], púseme en reducirle en forma de rue-
resultado de esta medida, el calendario prehispá- da y caracol..., porque de otra manera estaría muy
nico, que fungía como una parte estructural de dificultoso y casi era ynposible podello entender”.9
la narración histórica,7 se desarticuló
del sistema y se le asignó un mero pa-
pel temático.8 De este modo, a partir de
los informes del siglo , el calendario
indígena se entiende tomando como
referencia las categorías epistemológicas
europeas, ubicándolo como una ciencia
astronómica que tiene como función el
registro y cómputo del tiempo; un tiem-
po entendido como el devenir de los
astros (días, años, solsticios, lunaciones).
Los informes coloniales reportan la
presencia de tres calendarios indígenas:
(1) un ciclo de 260 días, el tonalpohuali,
formado por una secuencia de 13 nume-
rales y 20 signos, definido en las fuen-
tes como ritual o adivinatorio. (2) El
segundo sistema consiste en un ciclo de
dieciocho meses de veinte días, llamados
veintenas, que al incorporar un ciclo de
5 días alcanzaba los 365 días del año so-
lar, el xihitl. Ambos conformaban una FIGURA 3. Rueda calendárica. La figura contiene: un sol y una
tercera cuenta: el xiuhpohuali o cuenta luna al centro rodeados de los 20 signos del tonalpohualli,
de los años, de 18,980 días (3) (fig. 3). los 13 numerales con que se designan los años y los cuatro
signos con los que se combinan para formar un xiuhpohualli
Al revisar las imágenes que acompa- (cuenta de 52 años). Rueda 7. Mariano Veytia, Historia
ñan a las descripciones calendáricas co- Antigua de México (obra inconclusa, 1779).
loniales, encontramos diferentes repre- En: Veytia, Calendarios Mexicanos
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Existen también testimonios de indígenas que námica del Mundo. Puede reconocerse al cosmo-
consideran estos instrumentos ajenos a su sistema grama como un referente visual que construye y
nativo.10 De hecho, en algunos casos es posible regula el tiempo-espacio comunitario, abarcando
identificar el formato europeo que pudo servir de tanto al centro regional (comunidad monástica,
modelo para la confección de estos instrumentos feudo, reino, ciudad) como al lejano espacio pe-
—aunque no hay modelos exactos porque los ref- riférico (esferas supralunares del cosmos) hacién-
erentes temporales expresados en estos documen- dolos inteligibles. El centro temporal está ocupado
tos son propios de otra cultura. por Cristo y materializado en el calendario anual
litúrgico, mientras el centro espacial corresponde a
la tierra, construyendo así el esquema geocéntrico-
El cronotopo europeo en el siglo XVI; homocéntrico aún vigente para la primera mitad
el momento del contacto del siglo .
Como se mencionó anteriormente, las ruedas
Para comprender las implicaciones del formato son unos formatos utilizados específicamente en
conocido como “ruedas calendáricas”, es necesario los libros novohispanos que describen el calen-
remitirnos al cronotopo europeo occidental —cris- dario de los pueblos nativos. En este contexto, la
tiano— vigente para el momento. El discurso cos- imagen resulta muy elocuente, pues más que re-
mográfico puede reconstruirse a través de una se- producir el funcionamiento del sistema indígena
rie de figuras cosmológicas denominadas rotae o (prehispánico) de manera directa e imparcial, res-
ruedas. La forma es esencial porque impli-
ca la noción de ciclicidad propia del ani-
llo, la raíz etimológica del año es Annus.
Existen básicamente dos programas
que muestran un centro rodeado por
una serie de esferas concéntricas: el pri-
mer ejemplar remite al ordenamiento
temporal, ubicando en su centro al año
(representado como Cristo-Cronos, tiem-
po litúrgico), y a su alrededor coloca una
serie de esferas que incluyen momentos:
como la serie de doce meses, los signos
del zodiaco, las cuatro estaciones (fig. 4).
La segunda figura implica la construcción
espacial, ubicando en su centro a la tie-
rra y a su alrededor los cuatro elementos
de la materia, los planetas, las estrellas y
los cielos más altos, ocupados por Dios,
los santos y los coros celestiales (fig. 5).
La importancia de los cosmogramas y su FIGURA 4. Cosmograma con el año al centro. La imagen
función como imágenes integradoras del muestra a Chronos, el tiempo, al centro de la composición,
discurso filosófico, teológico e histórico, rodeado por los doce signos del zodiaco, los doce meses
del año y las cuatro estaciones. Calendario Astrológico
se sustenta en su selección como la ilus- y Martirológico de Suabia (1118). Würteembergische
tración del génesis, pues una sola imagen Landesbibliothek, Stuttgart (Dibujo de la autora basado
basta para condensar y reproducir la crea- en un fragmento de la foto de Teresa Perez-Higuera, en
ción de Dios en una esquematización di- Calendarios medievales)
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FIGURA 5. Cosmograma con la tierra al centro y Dios en su trono dentro en la última esfera
(Cielo Empíreo). A diferencia del cosmograma anterior, este muestra una organización del espacio,
con la tierra al centro, ocupando el nivel más inferior, rodeada de los cuatro elementos, los siete
planetas, el firmamento y los cielos superiores. Ilustración del séptimo día del génesis.
Liber chronicarum (o crónica de Nuremberg), compuesta por H. Schedel (1493).
Cortesía de la John Carter Brown Library, Brown University
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ponde a un proceso selectivo de argumentación, El cronotopo tetzcocano de la Rueda


ideado para un lector letrado capaz de reconocer de Boban; la vigencia de la historia
el discurso cosmográfico “universal” al que se in-
sertaba el cronotopo indígena a través de las nue- Hasta ahora se han presentado algunos ejemplos
vas imágenes. Desde esta perspectiva, el tiempo de cosmogramas generados en diferentes contex-
indígena se actualizaba desde sus orígenes, a las tos: (a) el producido por los cristianos para los li-
necesidades de una nueva época. bros novohispanos, (b) el vigente en el pensamien-
to europeo antes de la revolución coperniana y
(c) el prehispánico; por lo tanto falta referir el cos-
Cosmogramas indígenas tradicionales mograma ideado por indígenas después del con-
tacto. Para ello se seleccionó un documento con-
Pero no todas las ruedas coloniales incluyen los feccionado en la comunidad de Tetzcoco alrededor
mismos elementos. Como se observa en algunos de 1530, la Rueda Boban (figs. 1 y 2).
ejemplares, además de los referentes descritos en El códice se estructura en un formato circular
las fuentes como propiamente calendáricos (nú- que incluye en la circunferencia más externa los
meros y signos) aparecen otras secuencias: cuatro nombres de las veintenas, es decir, los “meses” in-
rumbos cardinales asociados a los cuatro signos del dígenas, ubicados en la periferia anual, como su-
año, cuatro colores asociados a los mismos cuatro cede en las rotae medievales. Sin embargo, la parte
signos, un formato cuadrangular en sustitución de superior de la rueda es interrumpida para colocar
la rueda (fig. 6). Los ejemplares mesoamericanos los 20 signos del tonalpohualli —los que designan
más ricos hasta ahora conocidos reproducen for- al tiempo. En la parte interna de la rueda “anual”
mas que no son necesariamente circulares, aun- aparecen tres escenas; siguiendo el orden de las
que sí radiales, simétricas y concéntricas, como genealogías mixtecas, en la parte inferior se repre-
el rombo, el cuadrado, la cruz, la flor de cuatro y senta el momento más antiguo, que corresponde
de ocho pétalos. Como puede apreciarse en estas al origen de la comunidad, representado por los
imágenes, otra de las cualidades del cosmograma grupos chichimecas que habitaban las cavernas. Al
indígena es que está poblado por una serie de cria- centro de la composición se observa el momen-
turas fantásticas, plantas, animales y objetos ritua- to de esplendor en la historia tetzcocana, cuando
les. Cada segmento de la tierra se asocia con un el reino era equiparable en poder y riqueza al te-
signo calendárico, de modo que el tiempo reco- nochca, y finalmente en la parte superior se repre-
rre el cuerpo terrestre de manera ordenada en un sentaron dos personajes, identificados con atavíos
esquema de sucesión de turnos. El cronotopo se y nombres novohispanos, que corresponden a dos
construye aquí, a través de la relación signo-rum- gobernantes que rigieron Tetzcoco durante el siglo
bo, tiempo-paisaje, que en términos culturales se  (gobernantes simultáneos, o se trata de padre
traduce como historia-territorio. Este ordenamien- e hijo).11 Por lo tanto, la imagen incluye tres mo-
to incide en el devenir histórico, mítico, astronó- mentos determinantes en la historia tetzcocana
mico, social, político, es decir, en todas las esferas enmarcados por el cronotopo vigente, conforman-
de la vida. A diferencia del esquema homocéntrico do así una unidad cosmográfica coherente con el
cristiano, el cosmograma indígena no le otorga un discurso histórico-calendárico o mejor dicho cro-
lugar específico al hombre, pues nada es perma- notópico indígena tradicional.
nente; el tiempo es movimiento, y en este esque- Sin embargo, el tiempo proyectado en el docu-
ma el hombre se mueve sobre el espacio antes de mento es un nuevo tiempo, reordenado en torno
conquistar su centro y comenzar su asentamiento, al año, pues ahora son las veintenas, equivalentes
pues todo tiene su turno. a los meses europeos, los componentes que mayor
jerarquía presentan en la composición, desplazan-
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FIGURA 6. Cosmograma indígena. Primera lámina del códice Fejérváry-Mayer.


En M. León-Portilla, El tonalámatl de los pochtecas

do a los signos y numerales del tonalpohualli. Las torio), en general desapareció de los documentos
veintenas rodean al pueblo, cuyo territorio está coloniales; sin embargo en este caso los signos del
representado no por referentes cartográficos, sino calendario antiguo se incluyeron porque represen-
por individuos, por la comunidad personificada en tan días dentro de la cuenta anual: los cinco ne-
los gobernantes y los ancestros.12 De este modo, la montemi, y los portadores que dan su nombre al
Rueda Boban es al mismo tiempo un calendario y año. Así, los signos han perdido su fuerza ritual,
un mapa, donde además se cuenta la historia de conservando únicamente su función designativa,
Tetzcoco. pero finalmente siguen estando presentes.
En este documento, los veinte signos del tonal- Aunque no se trata propiamente de un for-
pohualli fueron incluidos reproduciendo un doble mato europeo, el documento tampoco implica la
juego, pues como este repertorio se consideró un organización tradicional prehispánica; es un dis-
ciclo astrológico de carácter judiciario (adivina- curso completamente novedoso que los tetzcoca-
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nos aprovechan para sustentar su historia al cen- la Rueda Boban reconstruir un discurso cosmológi-
tro del cosmograma y así actualizar sus referentes co coherente, pero difícilmente perceptible a través
culturales, instaurándose en la era moderna pero de las descripciones textuales ofrecidas por los cro-
sin romper con su tradición, sin negar su pasado nistas en las fuentes del .
ni renunciar a su futuro. Es interesante observar Son estas formas primigenias, derivadas de la
que el pintor no tuvo necesidad de incluir escenas tradición, las que permiten expresar, reconocer
de exterminio, armas de fuego, crucifijos o caba- y actualizar el lugar que se ocupa en el mundo;
llos para referir la influencia española y cristiana, formas identitarias que nos distinguen como espe-
pues tal influencia está sugerida en la composición cie y como grupo. La Rueda de Boban es entonces
misma de la imagen. En este caso el contacto no más que un calendario, un mapa y una historia; es
es reportado como una ruptura violenta con su el cronotopo tetzcocano expuesto por sus prota-
mundo, sino como un evento que forma parte de gonistas. Es este el tiempo-espacio que posibilita
un proceso coherente que vincula la totalidad de la transmisión de los relatos nuevos y de los anti-
la historia y en la que siguen vigentes los tetzco- guos; pues como se observa en los documentos y
canos. De este modo, los pintores no manifiestan relatos tradicionales indígenas, este es el recipiente
una actitud de sometimiento que reproduce la vi- en el que caben todas las historias.
sión de los vencidos, sino una compleja negocia-
ción con el nuevo orden político-religioso al que
se han insertado. Agradecimientos
En este tipo de imágenes se observa cómo las
formas reproducen modelos de pensamiento y Agradezco a la John Carter Brown Library por
cómo pueden llegar a constituir complejos discur- permitirme consultar sus colecciones y utilizar sus
sos ontológicos. La Rueda de Boban presenta una imágenes para esta publicación. Especialmente
identidad tetzcocana que implica dos niveles de agradezco a Leslie Tobias-Olsen por su impecable
argumentación: por un lado la diferenciación del asistencia, y al staff de la bilbioteca.
otro —donde “el otro” abarca no solo al europeo
recién llegado, sino al resto de grupos indígenas, Notas
incluyendo a los nahuas, de quienes se distinguen
desde los orígenes míticos—; pero al mismo tiem- 1
Federico Navarrete, “¿Dónde queda el pasado? Re-
po al reactualizar su cronotopo, los tetzcocanos se flexiones sobre los cronotopos históricos”, pp. 29-52.
insertan al nuevo orden sociopolítico, asumiéndo- 2
Navarrete, “¿Dónde queda el pasado?..., p. 30.
se como un grupo novohispano; siendo fieles a la 3
Mijaíl Bajtín, Teoría y estética de la novela, pp. 237-
corona pero guardando su autonomía. 238.
4
Comentario de Marie Areti Hers, información per-
sonal, 2009.
Conclusiones
5
Existen varias versiones sobre el origen de este siste-
ma, tratando de ubicar el fenómeno natural que pudo ser-
vir como modelo a este ciclo. En este trabajo esta discusión
A pesar de las notables diferencias que separan a los
está fuera de lugar, por lo que nos limitamos a presentar
cosmogramas indígenas de los europeos, la com-
la principal característica de la cuenta, que consiste en ar-
plejidad del discurso plástico construido a partir ticular una combinación numérica, seleccionada de ma-
de la presencia de ciertos elementos (como los sig- nera arbitraria o por razones hoy difíciles de comprobar.
nos calendáricos) y su relación con ciertas formas 6
La fracción 0.0769… corresponde a un día exac-
(como el aro/anual), así como sus combinaciones, to, si se realiza la cuenta sobre las figuras calendáricas
transformaciones y sustituciones generan un juego indígenas, como por ejemplo, el frontispicio del códice
de equivalencias que permitieron a los autores de Fejérvary-Mayer, donde se observa que al contar 8 tre-
ANA DÍAZ ÁLVAREZ 35

cenas más un día, se alcanza el primer día del siguiente Bibliografía


año: 2-acatl, 3-tecpatl, 4-calli...
7
Una historia que incluye tanto a los eventos histó- Bajtín, Mijaíl, Teoría y estética de la novela. Trabajos de
ricos como a los sucesos míticos. investigación, Madrid, Taurus, 1989.
8
Eduardo Natalino Dos Santos, “Los ciclos calen- Baudot, Georges, Utopia e Historia en México. Los pri-
dáricos mesoamericanos en los escritos nahuas y caste- meros cronistas de la civilización mexicana (1520-
llanos del siglo : de la función estructural al papel 1569), Madrid, Espasa-Calpe, 1983.
temático”, pp. 225-262. Boone, Elizabeth Hill, Stories in Red and Black, Austin,
9
“Cuenta Antigua de los Indios Naturales desta University of Texas Press, 2000.
Nueva España la qual guardaron y observaron hasta Dibble, Charles, “The Boban Calendar Wheel”, Es-
agora en nuestros tiempos”, p. 114. Georges Baudot lo tudios de Cultura Náhuatl, vol. 20, 1990, pp. 173-
menciona como códice Chapultepec. Cita de: Georges 182.
Baudot, Utopia e Historia en México. Los primeros cro- Dos Santos, Eduardo Natalino, “Los ciclos calendáricos
nistas de la civilización mexicana (1520-1569), p. 464. mesoamericanos en los escritos nahuas y castellanos
10
Antonio de Guevara, un autor tlaxcalteca anóni- del siglo XVI: de la función estructural al papel temá-
mo, afirma: “la quenta de nuestros años está herrada tico”, en Danna Levin y Federico Navarrete (coor-
en esta forma [...] los Religiosos y frailes [...] depren- dinadores), Indios, mestizos y españoles; interculturali-
dieron esta nuestra dicha cuenta [...] y luego con esto dad e historiografía en la Nueva España, México, UAM
conformaron la una quenta con la otra según nuestra Azcapotzalco-UNAM-IIH, 2007, pp. 225-262.
quenta se puso con el Calendario Castellano...” Manus- Heninger, The Cosmographical Glass. Reniassance Dia-
crito Chapultepec…, p. 126. Susan Spitler tiene uno de grams of the Universe, California, The Huntington
los escasos trabajos elaborados para identificar el origen Library, 2004.
de estas ruedas. Spilter, “Colonial Mexican Calendar León Portilla, Miguel, “El tonalámatl de los pochtecas
Wheels: Cultural Translation and the Problem of ‘au- (códice Fejérváry-Mayer)”, Arqueología Mexicana,
thenticity’ ”, pp. 271-288. Edición Especial Códices, núm. 18, 2005.
11
Charles Dibble, “The Boban Calendar Wheel”, Navarrete, Federico, “¿Dónde queda el pasado? Re-
pp. 173-182. flexiones sobre los cronotopos históricos”, en Virgi-
12
Esta práctica, que implica la asimilación del terri- nia Guedea, coordinadora, El historiador frente a la
torio con los representantes de la comunidad, las cabezas historia, México, UNAM-IIH, 2004, pp. 29-52.
de linaje o los gobernantes, se reproduce en varios docu- Perez-Higuera, Teresa, Calendarios medievales: la repre-
mentos coloniales. La acción se registra en códices genea- sentación del tiempo en otros tiempos, Madrid, En-
lógicos donde, en un momento posterior a su elabora- cuentro, 1997.
ción, los pintores fueron añadiendo glosas (delimitando Spilter, Susan, “Colonial Mexican Calendar Wheels:
los linderos) en torno a los personajes de la genealogía, Cultural Translation and the Problem of ‘authen-
que representaban a la comunidad. Muchos de estos ticity’ ”, en Elizabeth Hill Booone (editor), Painted
ejemplares se conocen porque fueron incluidas en expe- Books and Indigenous Knowledge in Mesoamerica,
dientes judiciales para reclamar sus derechos y resolver New Orleans, Middle America Research Institute,
conflictos de índole territorial. Elizabeth Boone reconoce 2005, pp. 271-288.
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