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LOS SOVIETS Y SU EJEMPLO PARA HOY

ARTÍCULO PARA TRIBUNA POPULAR


2018
ÓRGANO DE PRENSA DEL PARTIDO COMUNISTA DE VENEZUELA
MARIANO VIVANCOS. Especial para TP

Profesor de Historia

«Soviets» significa «Consejos» en ruso. Los primeros se constituyeron en 1905, al calor de


la fallida revolución de ese año. Reaparecieron en 1917, primero en Petrogrado y de
inmediato en Moscú. En sus inicios, fueron organizaciones de los trabajadores de una
fábrica, de un sector de la producción o los servicios, y tenían como función la defensa
directa de los intereses de los trabajadores. Más adelante se formaron los Soviets de
campesinos, para reclamar el derecho a la tierra, y los de soldados en el ejército zarista,
para defender sus derechos en el contexto de la guerra inter-imperialista iniciada en 1914.
Fueron herederos históricos de las luchas obreras y populares, sobre todo de la Comuna de
París.

Lenin, en su «Informe sobre la revolución de 1905», escribe: «La humanidad no conoció


hasta 1905 lo inmensa, lo grandiosa que puede ser y será la tensión de fuerzas del
proletariado cuando se trata de luchar por objetivos verdaderamente grandes, de luchar de
un modo verdaderamente revolucionario». La aparición y desarrollo de los Soviets, como
expresión de la creciente organización y combatividad del pueblo trabajador, es una
demostración de lo que esas inmensas fuerzas pueden lograr.

En la dinámica fomentada por la crisis generalizada de la sociedad rusa de la época, los


Soviets de obreros, campesinos y soldados trascendieron y se convirtieron en embrión del
poder popular, e impusieron en Rusia una nueva realidad social. Tomaron medidas
inmediatas para asegurar el abastecimiento de insumos a obreros y campesinos; ocuparon
los edificios públicos para asambleas populares. En la acción de resistencia, fueron
construyendo la necesaria unidad del pueblo trabajador.

Así, crecieron y alcanzaron un nuevo nivel que trascendía las reivindicaciones; ya no sólo
exigían conquistas sociales y económicas, además incorporaron las demandas políticas,
incluyendo la más elevada: la toma del poder y el ejercicio del Gobierno por los obreros y
campesinos. En los Soviets, las mujeres fueron centenas de miles de heroínas anónimas,
que marcharon bajo la bandera roja.

Desde febrero de 1917, los Soviets sirvieron como instrumento principal para el ejercicio
del contrapoder frente al Estado burgués, en la situación de dualidad de poderes que
persistió hasta el triunfo revolucionario de octubre. Los Soviets fueron, durante esos meses,
el germen de la dictadura del proletariado, la organización para la conquista y gestión
democrática del poder político por el pueblo trabajador, concienciadas a través de su
práctica revolucionaria directa. Tras la victoria de octubre, se convirtieron, en palabras de
Lenin, en «…un nuevo aparato de Estado […] que proporciona una ligazón tan estrecha e
indisoluble con las masas, con la mayoría del pueblo […] que en vano buscaremos nada
semejante en el aparato del Estado anterior».

La consigna leninista «¡Todo el poder para los soviets!» marca en la historia la primera vez
que la clase trabajadora conquistó el poder político. Su riqueza radicó en su carácter clasista
y en su vocación de poder; no se quedaron en la demanda del salario y la jornada de ocho
horas, fueron por más: por el poder político, por el gobierno, por la dirección del Estado y
la sociedad. ¡Y lo lograron!
La fábrica fue la base para la constitución de los Soviets de obreros; en la elección de
diputados participaban todos los obreros, sin excepción ni restricción. Igual ocurría con los
campesinos y los soldados en sus respectivos Soviets en los campos y cuarteles. Así, cada
Soviet aglutinaba el poder legítimo de los obreros, soldados o campesinos, y emergía como
órgano de gobierno con el respaldo y la confianza de todo el pueblo.

Paralelamente, se crearon más tarde Soviets de barriada, que formaban parte de los Soviets
locales junto a los diputados de la unión de profesionales, que comprendía doctores,
juristas, docentes y otros. Se excluía la representación de la alta y media burguesía. Cada
Soviet formaba comisiones de formación política e ideológica, ayuda a desempleados,
publicaciones y propaganda, hacienda, y designaba a los gerentes de las instituciones que
el Soviet tomaba bajo su control, como los servicios locales de correos, telégrafos o
ferrocarriles, entre otros.

Los diputados en los Soviets, a diferencia de los representantes en los parlamentos


burgueses, no percibían retribución alguna por el ejercicio de sus funciones, y podían ser
relevados en cualquier momento de sus cargos si sus electores estimaban que no habían
cumplido adecuadamente.

Comparado con el parlamentarismo burgués, el sistema de los Soviets es un avance de


trascendencia histórica en el desarrollo de la democracia, pues constituye la expresión viva
de una democracia inmediata y directa, en que todos los poderes del Estado quedan
reunidos en el colectivo de los diputados, sin la separación formal entre las funciones
legislativas, ejecutivas y judiciales que caracteriza a los regímenes burgueses.
Sus principales funciones inmediatamente después del triunfo revolucionario de octubre de
1917, fueron la defensa y consolidación de la revolución. Como organizaciones de
vanguardia del pueblo, los Soviets cumplían asimismo tareas de educación, instrucción y
guía de toda la clase que hasta entonces había sido apartada de la vida política real.

Una vez formalizada la nueva estructura del Estado, se estableció el mecanismo de elección
de abajo hacia arriba, según el cual los Soviets locales creaban los de los niveles superiores
hasta llegar al Gobierno central del país. Según la Constitución de la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS), esta cadena de elecciones hacia arriba concluía en el Soviet
Supremo, máximo órgano del Estado, que estaba compuesto por dos cámaras con poderes
iguales: el Soviet de la Unión, elegido sobre la base de la población en proporción de un
diputado por cada 300.000 habitantes, y el Soviet de las Nacionalidades, que daba igual
representación a cada una de las repúblicas agrupadas en la URSS independientemente de
su tamaño, a razón de 32 diputados por cada república.

La idea de los Soviets, legado imperecedero del proletariado ruso, es ahora patrimonio de
todo el proletariado internacional. Es evidente que cada revolución tendrá características
distintas en cada país, pero está fuera de duda que ninguna genuina revolución podrá
prescindir de organizaciones semejantes a los Soviets, que organicen y expresen el poder
de la dictadura del proletariado.

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