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II.

El medio denominado poder

I. Antecedentes

Max Weber se había percatado ya que el concepto de poder, dada la


amplitud del término, corría el peligro de volverse sociológicamente
amorfo:1 su amplitud entra en franca contradicción con la puntua­
lidad que se exige de los conceptos científicos. La mayoría de las
investigaciones sociales sobre el poder sobrecarga el concepto con
atributos que en general pertenecen más bien al proceso social de la
influencia -con ral de que ésta quede definida con cierta amplitud—.
Por esta razón, las teorías que tienen aspiraciones de universalidad al
dar cuenta de su objeto se ven en la exigencia de tener que elaborar
su propio concepto de poder.
En sentido extremadamente amplio se define el poder como
capacidad (Kraft) de producir efectos. Si se siguiera al pie de la
letra esta definición, se tendría poder -y otros dirían que hasta
libertad— para cambiar a placer el estado del mundo incluyendo la
situación del propio cuerpo. El poder, en este sentido de potestas
in se ipsum> sería el marco de referencia de todo poder y aun de
toda libertad. No obstante, una versión tan amplia de poder no
habría llegado nunca a hacerse técnicamente manejable, es decir,
no habría podido adquirir contornos más o menos delimitados de

Max Weber* Economíay sociedad, México, Fondo de Cultura Económica, i 9*)8, p. 43.

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Níklas Luhmanrvla política como sistema

sistema social.-' Sería desproporcionado utilizar el concepto de poder


para referirse al hecho de lavarse los dientes, estacionar el automóvil,
tirar objetos a la basura o, simplemente, decir cualquier cosa.
El fenómeno del poder tal como será investigado aquí es una
solución emergente del proceso evolutivo de la sociedad. El poder
posibilita que se amplíe el rango de coordinación de las conductas
de los individuos -lo que de otra manera sería altamente improba­
ble: por ejemplo, pagar impuestos-. El logro evolutivo del poder
consiste en que aumenta los recursos socialmente disponibles ya
que logra combinaciones y selecciones de la conducta humana que
no surgirían de manera espontánea. La evolución conduce hasta el
punto en donde el poder adquiere una cualidad técnica por la que
se vuelve manejable y con la que compensa la limitación de la ex­
periencia de cada individuo obtenida a partir de su propio “mundo
de vida”.
Max Weber sentó las bases para que se comprendiera que el poder
que ha evolucionado en la sociedad —y no simplemente el factum del
empleo de la fuerza bruta- no reside I ) en ninguna cosa (posesión
o dinero) sino en el hecho de que un "Ego’ se ve inducido a com­
portarse según las representaciones de un "Alter ”: el poder social,
entonces, no como cosa sino más bien como una relación entre seres
humanos; 2) Que en el asunto del poder se establece un contexto
relaciona! entre poder y voluntad: por ejemplo, en el caso de la
teoría de Maquiavelo en que la voluntad del poder se atribuye a un
individuo; 3) Que el poder fundamentalmente es determinación de
la voluntad del otro, aunque éste oponga resistencia.3 Weber piensa
ya en la constelación del poder como fenómeno social diferenciado

: E! concepto de técnica que aquí se emplea se ajusta a los requerimientos exigidos por la
misma teoría. Vemos la esencia de la técnica -siguiendo a Husserl aunque aparrándonos de su
rechazo indiscriminado— en el hecho de que alivia los procesos de la experiencia e impide que
se tengan que explicar todas las referencias de sentido allí implicadas. En casos extremos,
!a técnica toma Sa forma de un hacer automático \ calculable del procesamiento de infor­
mación, operando con identidades idealizadas y sin tener al mismo tiempo que considerar
implicaciones más amplias. La cualidad técnica del poder compensa ciertas limitaciones de
las expectativas basadas en la vivencia del mundo natural. Véase Niklas Luhmann, Poder,
\mhropos/tiA, Barcelona, I995,pp. 101 y ss. También é\ Sociología del riesgo, Universidad
De Guadalajara/UIA, Guadalajara, México, 1992, especialmente el capítulo 5.
' Bernhard Niemann, “Machttheorie \ en Oscar W. Gabriel, (Comp,) Gruttdkurspolittscht
Theorigy Viena-Colonia, (Bóhau), 1978.

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El medio denominado poder

y concentra la atención en las relaciones de mando y obediencia -más


o menos continuas en el tiempo— que se ponen de manifiesto sobre
todo en la relación política legítimamente constituida.4 Es evidente
que en este entendimiento de poder —hasta llegar a la caracterización
de un poder político legítimo- ha transcurrido como rrasfondo un
proceso de civilización muy avanzado. Por lo menos son dos los pre­
supuestos ineludibles que lo hicieron posible hasta desembocar en el
poder político:
1) La centralización en el Estado de los procesos para decidir
cuándo habrá de ser aplicada la fuerza pública. El surgimiento,
pues, de un Estado que se caracteriza por asumir el monopolio
de la aplicación de la violencia -cosa que al individuo le otorga
la seguridad de disponer de su propio cuerpo de manera neutral
y distensionada en el trato ordinario. Sólo sobre este presupuesto
del monopolio en la utilización de la tuerza se vuelve probable que
los seres humanos se comporten entre sí de manera objetiva. En el
Estado ahora se pueden concentrar los esfuerzos y las seguridades
de la libertad.
2) El proceso de civilización de la conducta que logra que los
individuos desarrollen un ámbito externo de indiferencia gracias
a que sus posibles intereses (con sus respectivas sanciones) están
claramente acotados en la sociedad: por ejemplo, los derechos y
los deberes que se derivan al cerrar un contrato. De esa manera los
individuos se hacen capaces de establecer relaciones sin someterse a
una gran tensión y sin que sea necesaria la exacerbación de los sen­
timientos. El proceso de civilización del comportamiento reduce a
exigencias mínimas la necesidad de buscar expresamente el consenso
en el contacto humano. Para la mayoría 4de las relaciones humanas
se necesitara tan sólo un modus vi vendí de fácil acceso, a través del
cual se aprenderá a evitar los contactos en los que existe una gran
divergencia; se aprenderá a no exteriorizar opiniones y expectativas
que no tendrían ninguna posibilidad de llegar a un acuerdo.
Este sentido de contención social -que guarda un paralelismo
con el de la represión interna psíquica- facilita que los contactos se

* Véase también de Niklas Luhmann, “Klassische I heoric <Jer Machi: Kritik ihrer Oramissen',
en fiir Pvíitik 16 (1969), pp. 149- 1 70; también Has Rtsiko der Kauvalitat \ en
Zeitschrtfifiir Wttsmchafisfonchung 9/10(190S), pp. 1Q T ~119.

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lleven a cabo sin asperezas y sin que las diferencias de horizonte de


la vivencia personal conduzcan directamente a relaciones conflicti­
vas. La seguridad de la conducta social no se funda en la confianza
interna derivada de la vivencia común sobre el mundo, sino de la
confianza derivada de una red de garantías —entre ellas que el Esta­
do ha centralizado la decisión acerca de cuándo se ha de utilizar la
fuerza pública- que asegura que para todas las relaciones sociales
existe una correspondiente conducta ya disciplinada. Se trata, en
general, de la capacidad de orientarse por consideraciones indirectas:
en el trato normal, contener la expresión inmediata de las necesidades
primarias y de los sentimientos personales; planear la vida dentro de
un espectro relativamente amplio del tiempo.5 Por consiguiente, una
alta disponibilidad de comunicación y la correspondiente autodis­
ciplina son presupuestos fundamentales del proceso de civilización
en donde está incrustado el fenómeno actual del poder político.6
De esta teoría clásica se podrían resaltar los siguientes puntos:

5 Es también parte constitutiva de este proceso de civilización que el individuo tenga la


posibilidad de intensificar, en ciertos casos, sus relaciones personales, de comunicar a otros
algo de lo que es íntimamente propio, buscando así su confirmación. También esta posibili­
dad se da masivamente si consideramos que existe para todos y que es adoptada y realizada
por la mayoría. Entre los rasgos característicos de la sociedad moderna se cuenta la realidad
íáetica de que esa posibilidad señalada es fácilmente accesible y apenas se ve alterada por
consideraciones respecto de cualquier otro cipo de relaciones específicas. En consecuencia,
para Í3 siguiente exposición nos basamos en el principio de que, en comparación con
otras formaciones sociaJcs más antiguas, la sociedad moderna se caracteriza por una doble
acumulación: un mayor número de posibilidades de establecer relaciones impersonales y
una intensificación de las relaciones personales’'. Niklas Luhmann, El amor como pasión,
Península, Barcelona, 1985, p. 13.
6 Con todo, a un entendimiento como éste de Weber (como a todo impulso teórico que

se esfuerza por reflexionar sobre el poder) se le puede reprochar que el recurso teórico es
una suerte de preciosismo intelectual si se tiene en cuenta la brutalidad, e! egoísmo, la
manipulación de intereses con los que de hecho se ejerce el poder. A pesar de esta objeción,
la teoría tiene que dirigir la mirada al proceso de institucionalización del poder y valorar
este hecho como de mayor relevancia que los fenómenos de abuso, ya que la expectativa de
la vida cotidiana está determinada en mayor medida por dicha institucionalización que por
su ejercicio violento y brutal. Precisamente el abuso del poder que se observa en todo el
mundo - termina poniendo de manifiesto la necesidad del poder institucionalizado. El empleo
de ia violencia es un fenómeno compatible con muchas situaciones sociales vida ordinaria,
organizaciones criminales, mafias, antagonismos éticos (Trutz von Throtha[comp.], Sodotogic
der Grwalt, Wcstdcutscher, Opladen, 1997); sin embargo, socialmente se debe asegurar que
no se afecte el poder institucionalizado. Por supuesto que éste no es ningún argumento para
justificar el empico de la violencia en cualquier situación social...

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El medio denominado poder

1. La unidad última de atribución del poder es el ser humano


singular. Y aunque el poder esté referido a percepciones o
a expectativas "se puede hacer un mapa de los intereses
de los actores del sistema y buscar la individualización
por este camino de las conductas a las cuales se pueden
anclar las previsiones de las reacciones y las consecuentes
relaciones del poder’’.7
2. Aunque la teoría clásica reconoce que el poder es una
relación que actúa tanto en el superior como en el su­
bordinado, lo que ocurre en esa relación por lo general
es atribuido exclusivamente al superior.
3. Precisamente por este carácter asimétrico, la teoría clá­
sica mantiene una reserva frente al fenómeno del poder.
Para encauzarlo hay que someterlo a un continuum de
racionalización -proceso que ha de ser entendido como
potenciación del esquema fin/medios—.
4. Existe en la constitución ontológica del poder una pro­
pensión a adoptar formas imperfectas o patológicas que
sólo se pueden restaurar acotando el poder con los ins­
trumentos de la ética, la moral y, desde el procedimiento
político, con la democracia...

No obstante, el antecedente más inmediato de nuestra teoría sobre


el poder son las consideraciones de Parsons sobre el sistema político.
Aunque nosotros no argumentamos en el marco de su arquitectura
teórica, sin embargo se pueden aprovechar las posibilidades que
ofrece dicha teoría. El se sirve de un instrumental teórico de gran
resolución con el que ya no se analiza la totalidad (!) inalcanzable
del ser humano, sino únicamente los componentes analíticos de la
acción. El núcleo de esta teoría consiste en que la esencia del actuar
puede ser deducida analizando una acción determinada. El actor se
dirige hacia una situación específica (persigue un fin), en el marco
de exigencias articuladas en forma de sistema (dentro de estructu­
ras determinadas). Esto supone un sistema integrado internamente

7Consúltense d término "poder’ en Bobbio, Maneucci y Pasquino* Diccionario de potinca,


12a cd. Siglo xxi, México, 2000, p. 1196.

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C opy ri g hl ed m aterí a I
Niklas Luhmann: la política como sistema

(integración) que se adapta a situaciones externas (adaptación). El


que actúa se encuentra pues entrelazado en un esquema de cuatro
variables: interno/externo; actuar en situación/actuar en sistema.
Estas cuatro variables se convierten en funciones que el sistema de
acción ha de realizar si es que se ha de hablar de acción. Este es­
quema de diagramas cruzados ofrece la posibilidad de situar en los
casilleros todos los aspectos analíticos relativos a la acción social,
como se puede observar en el siguiente cuadro:

interno externo

sistema integración adaptación

actor mantenimiento obtención


en situación de estructuras latentes de fines

Cuando a una acción (o complejo de acciones) se le puede con­


centrar con nitidez en alguno de los casilleros surge lo que Parsons
llama el primado de la función y la consecuencia que se sigue de
allí es la diferenciación de un sisrema: el sistema político surge, por
ejemplo, en el seno de la función que se encarga de la realización
de fines y repite dentro de sí mismo todas las combinaciones de las
funciones generales: adaptación, obtención de fines, mantenimiento
de estructuras latentes, integración.
Este esquema básico de cuatro entradas le permite a Parsons ir
resolviendo los problemas del sistema de la acción. La simplicidad
impactante del esquema se paga muy cara en cuanto aparece la
multiplicidad de las relaciones entre los sistemas. Sin embargo, esta
simplicidad tiene cuando menos una ventaja: mediante la abstrac­
ción - que se admite desde un principio- y mediante el razonamiento
deductivo, Parsons llega directamente a la diferenciación estructural

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El medio denominado poder

y en consecuencia, de manera extraordinariamente fructífera, a la


problemática de la sociedad moderna.
Parsons circunscribe el tratamiento del poder al caso del poder
político y considera que su función consiste en la capacidad generali­
zada de asegurai los cumplimientos de las obligaciones que vinculan
a la colectividad. 1 )e aquí que para asegurar dichas obligaciones
haya que aplicar sanciones negativas, incluyendo la posibilidad de
sancionar a los mismos agentes sociales que las aplican. El poder,
en esta perspectiva, aun conservando su fundamental connotación
relacional, se convierte, no obstante, en una propiedad del sistema.
El poder se vuelve precisamente el ‘medio circulante político -aná­
logo a la moneda en la economía—, incrustado por una parte en la
institucionalización y en la legitimación de la influencia social y,
por otra, en la posibilidad electiva de recurrir a la amenaza y, por lo
menos como ultima ratio de la política, en la posibilidad de aplicar
la fuerza pública.
Nuestra teoría parte de la idea de que la sociedad está consti­
tuida exclusivamente por elementos de comunicación. Por eso la
diferencia más importante con respecto a las teorías aquí expuestas
es que el poder es reflexionado como medio simbólico de comu­
nicación guiado por un código: la asignación de poder que se le
atribuye al “poderoso , los resultados de largo alcance que resultan
de la responsabilidad, de la institucionalización, de los refuerzos
motivación a les, serán consecuencias derivadas del hecho de que en
la sociedad se ha establecido un código de comunicación llamado
poder.

2. El poder como medio de comunicación

El pensamiento antiguo relaciona ya el poder con un sistema (o al


menos con un cargo), y no como en el caso del amor y la verdad con
una idea o con una virtud pública que sólo mucho después se conver­
tirán en dinámicas constitutivas de sistemas parciales de la sociedad.
A pesar de eso el poder político nunca lúe considerado como medio
simbólico especializado. La transmisión de decisiones vinculantes
era considerada como cuestión de moral que se designaba con el
término de potes tas, hasta que el concepto moderno de poder como
relación causal adquirió relevancia.

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Por un tiempo, estos dos conceptos se usaron juntos.' Después


el concepto depotestas desapareció sin dejar un sustituto adecuado
y dejando tras de sí una concepción puramente causal del poder
en el sentido de que la “conducta de A causa intencional mente la
conducta de B". Sin embargo, cada día surgen más dudas sobre esta
opinión generalizada.'1 La idea de Parsons de concebir el poder en
analogía con el dinero como un “medio simbólico generalizado”
parece indicar el camino de la solución: una interpretación, pues,
del poder como mecanismo regulador altamente especializado que
se usará únicamente en el sistema político.
El entendimiento del poder como “medio simbólico genera­
lizado’ es un requerimiento exigido por el mismo proceso de la
socialidad. La situación de partida en este caso es que los sistemas
psíquicos quedan puestos frente a frente bajo el signo de la doble
contingencia. Cada sistema psíquico experimenta que el otro opera
bajo principios de elección alternos: a cada sí de una propuesta se
puede responder con un no, a la verdad con la mentira, a la paz
con la guerra, al consenso con el disenso. Este hecho básico de la
binariedad de las elecciones conduciría directamente a la conside­
ración de la imposibilidad de la construcción social, dado que el
mundo de las posibilidades individuales se manifiesta de manera
contingente: lo que para uno (Ego) es así, para el otro (Alter) puede
ser de otra manera. Lo social se dispararía en la forma de un haz
infinito de posibilidades en las que no se podría coincidir.
Para resolver este problema de opacidad mutua, los sistemas
psíquicos encuentran un rodeo: sí no pueden ser translúcidos para
los otros, cuando menos se pueden influenciar y pueden aprender
a partir de la observación de este proceso. “Pueden tratar de influir
en lo que observan por medio de su propia acción y pueden de
nuevo aprender de la retroalimentación. De este modo se genera
un orden emergente condicionado por la misma complejidad^de los
sistemas que lo hacen posible. A este orden emergente lo llamaremos
* Cristian Wolff, Vemünftige Ge dank en von dan geseUschafiüchen Leben der Menseben und
¡nbesonderheit dem gemetn Wescn> 5J. Ed. (Frankfurt-Lepizig), 1”40, p. 456.
4 James G. March,M 1 he Power of Power5', David Easton (comp.), Varieties of Political Theory.

Prenticcd Hall, Englewood Cliffs, N. J., 1966, pp. 39-70; Niklas Luhmann, Klasstsche Theone
der Macht: Krtttk ihrer Prdmisscn, Zeitschrifi fiir Polittk, 16 (1969), pp. 149-170. Para el
punto de vista jurídico es importante, Jürgen Rodig, Die Drnkform der Alternative in der
Jurisprudent Springer, Berlin/Heildelberg/New York, 1969.

MO

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El medio denominado poder

sistema social. ” Y si uno se pregunta cómo es que se realiza este


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control mutuo, la respuesta es: por el proceso de la comunicación. De


esta manera existen dos modos interdependientes de hacer frente a
la contingencia tan alta que se hace presente en la vida ordinaria:
1) La restricción de las posibilidades de selección que se realiza a
través de los sistemas sociales, y 2) la participación de la elección
que se ha elegido por medio de la comunicación.
La comunicación presupone el lenguaje que, por estar codi­
ficado, permite mentir y engañar, negar y refutar las propuestas,
permanecer callado... El lenguaje por sí solo no es suficiente para
resolver el problema de la contingencia en la sociedad. Requiere
de la función adicional de un “medio simbólico” para asegurar
que las experiencias que hace Ego con sus propias selecciones se
conviertan para Alter en premisas de sus propias selecciones. Estos
medios simbólicos no son tan sólo códigos lingüísticos o lenguajes
especializados; son más bien constelaciones compactas de sentido
a las que se les puede además simbolizar y codificar.
En términos generales, cuando hablamos de “comunicación
simbólica” nos referimos a instituciones semánticas que hacen
posible que comunicaciones aparentemente improbables puedan
al fin realizarse con éxito, pese a su escaso índice de probabilidad.
“Realizarse con éxito” significa aumento en la predisposición hi­
potética de realización práctica de la comunicación; es decir, no
se debe renunciar a la comunicación como si se tratara de algo
absolutamente irrealizable. Traspasar ese umbral de improbabilidad
resulta decisivo.
Iodos los “medios simbólicos” pretenden resolver el rechazo
inherente de todo ofrecimiento que se hace a través del lenguaje.
La elección entre el sí y el no, no debe quedar guiada tan sólo por
el lenguaje porque es precisamente el lenguaje el que ofrece esas dos
posibilidades. El sí y el no de ninguna manera pueden ser dejados al
azar: necesitan mecanismos adicionales al lenguaje que garanticen
que la selección que se ha hecho resulte apropiada, dan sólo las
sociedades más avanzadas desarrollan la necesidad de diferenciar

0 Ni idas Luhmarm, Sistemas sociales: Untamientos para una teoría general 2a. Eli., Amhro-
pos/tWUniversidad Javeriana, Barcelona, 1998, p. 119.

IM a
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Niklas Luhmann: la política como sistema

entre código del lenguaje en general y medios simbólicos en particular,


como por ejemplo el poder y la verdad que condicionan y regulan la
motivación para que se acepten las selecciones que ellos ofrecen.
Históricamente la invención y propagación de la escritura
parece haber sido la causa del desarrollo de estos medios simbó­
licos generales. La escritura amplió enormemente el potencial de
comunicación en la sociedad al ir mucho más allá de la interacción
entre presentes: así, la comunicación queda fuera del control de los
sistemas de interacción. Sin la escritura es imposible crear cadenas
de complejidad de poder en las burocracias políticas y administra­
tivas, y sin la escritura no es posible lograr el control democrático
del poder político.
Por consiguiente, los medios simbólicos de comunicación son
un mecanismo adicional al lenguaje, un código de símbolos que
guían la comunicación de la selección que se ha llevado a efecto.
El medio simbólico no anula la contingencia, tan sólo la tecniíica.
Esto quiere decir que los medios simbólicos hacen más accesible la
aceptación de una comunicación, pero no eliminan finalmente su
rechazo. La perspectiva de la selectividad de "Ego” y la de "Alter” no
desaparece, queda conservada. De acuerdo con esto, un presupuesto
fundamental del poder es que la incertidumbre permanece en la base
de toda selección que realiza todo aquel que activa la comunicación
del poder. El poder es mayor si es capaz de mantener abiertas las
alternativas en cada una de las partes. Por tanto, el poder aumenta si
al mismo tiempo se aumenta la libertad del que ha de quedar sujeto al
poder. El poder pierde su función de mantener la doble contingencia
-es decir, la doble perspectiva de la selección— en la medida en que
se acerca a la coerción. La coerción significa renunciar a las ventajas
del uso simbólico de la comunicación-poder. Sólo sistemas de baja
complejidad pueden centralizar y hacer uso directo de la fuerza. En
los sistemas de más alta complejidad lo único que queda centra­
lizado es el proceso mediante el cual se toman decisiones sobre la
aplicación de la fuerza: esto significa que se deben desarrollar cargos
administrativos para tener la posibilidad de aplicar la coerción. ¡

Niklas Luhmann, Machí, Enkc, Stuttgart, 1988; en español; Poder, Anthropos/uiA,


Barcelona, 1995.

I 12

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El medio denominado pode"’

La estructura básica del poder -considerado como medio de


comunicación- conserva, pues, una combinación de pares de al­
ternativas (positivas y negativas) en cada uno de los que participan
del poder, y eso explica el hecho de que el poder aparezca como
posibilidad (potencia, oportunidad, disposición) y que como tal
funcione. El poder se convierte en juego entre actualidad y poten­
cialidad, y esta modalización12 —y no, por ejemplo, la habilidad o
la fuerza o una especie de potencial inherente al que posee el poder,
ni tampoco el que tenga medios a disposición— constituye la razón
de que el poder sea efectivo simplemente como mera posibilidad,
sin que haya necesidad de comprometer medios concretos.
Tal como se observa en la actualidad, el poder orientado hacia
el sistema de la política se ha ido desprendiendo de su base material
para operar más bien en el ámbito de la comunicación simbólica.
Como “medio simbólico” se le puede comparar con el mecanismo de
la efectividad proveniente de la retórica en la tradición europea anti­
gua. En ia actualidad la efectividad retórica se enriende tan sólo en
la dirección de la elegancia en la presentación de las opiniones. Pero
en el siglo xvu y xvri i la retórica de la efectividad era un argumento
muy serio por el que el oyente quedaba fascinado y subyugado por
la verdad y no sólo convencido racionalmente. La efectividad tenía
que ver con el hecho de que ¡os participantes quedaran vinculados
por la manera en que se exponían y fundamentaban los motivos de
una decisión (u ordenanza). Siguiendo esta tradición, Parsons hace
coincidir el poder con la efectividad en el sentido de que lo peculiar
dd poder es "to get things done ', y de ninguna manera, como en la
actual teoría del Rational Choice, un simple cálculo de utilidad.
Una vez que queda establecido que el poder que ha evolucionado
en dirección de la política— se desenvuelve en el campo de la comuni­
cación simbólica entonces es fácil captar que haya salido como per­
dedor en la evolución social -como han salido también perdedores
la violencia física y la moral—. El poder ya no es ahora lo que era y
existe una especie de evidencia intuitiva de que en la actualidad a
los titulares del poder les hace falta poder.

l:l fia lógica que no tiene que ver con hechos sino con posibilidades deseadas o exigidas y
co í ) cosa s .se n i c ja n tes, ta 11 a rn a mos 1 óg ¡ ca n i o dal , H el m u t Sd i h r t, tf n f i i h rung in di
senschafis-Thtorie, c. 1, C. H. Beck, Munich, 1985, p. 43,

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En la antigua teoría de la sociedad el concepto de poder político


(o de dominación), unido al concepto del derecho, servía de princi­
pio constitutivo de la sociedad. I.a sociedad quedaba establecida en
la medida en que, por razones jurídicas, unos seres humanos domi­
naban a otros. La pregunta sería si esa perspectiva es adecuada para
entender nuestra sociedad. A diferencia de las sociedades antiguas,
nuestra sociedad altamente diferenciada se caracteriza por mantener
el esbozo de un futuro abierto rico en alternativas, lodo puede ser
de otra manera y su fijación pasajera se sostiene gracias a decisiones
que no se sabe cuánto durarán. I^as configuraciones del pasado se
limitan por las posibilidades del futuro. El actuar social ya no se logra
determinando directamente la acción de los otros seres humanos,
sino cada vez más tomando decisiones sobre el futuro. Esta selecti­
vidad tan alta no se puede resolver con tas formas tradicionales de
la política. El dominio de unos seres humanos sobre otros adquiere
un significado secundario y limítrofe. Por esta razón las relaciones
de dominio ya no son legitimables.
Si se quisiera encontrar una fórmula sistémico-teórica para
estos hallazgos, cada día se impone más la evidencia de que la com­
plejidad del poder -entendido como dominio- es demasiado baja
como para desempeñar un papel destacado en la evolución. Esto
se debe a que el domino sobre otro procura determinar la acción
de ‘‘Alter” a través de la acción de "Ego" y con ello se coloca en un
nivel de demasiada concreción. La evolución de la sociedad no puede
forzarse anticipando las posibilidades de las acciones individuales:
para eso la sociedad es demasiado compleja y demasiado rápida.
No obstante, con lo que aquí hemos dicho no se niega que nuestra
sociedad disponga de más poder que cualquier otra formación social
anterior. En todo caso la dominación de seres humanos sobre otros
no es el nivel adecuado de la determinación del futuro y tampoco
el principio por el que la sociedad humana se guiará —consciente o
insconscientemente- hacia su desarrollo posterior...
Lma vez que hemos descrito la función -hacer que la comunica­
ción improbable se vuelva probable— de estos medios de comunicación
simbólicamente generalizados, podemos dejar señaladas aquí algunas
características estructurales de dichos medios simbólicos:

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1. Codificación-, los medios de comunicación simbólicamen­


te generalizados tienen necesidad de un código unitario
(código central) que sea válido para el ámbito completo
de su incumbencia. A diferencia de otras muchas codifi­
caciones (por ejemplo la del sí/no del lenguaje), aquí se
trata de códigos de preferencia: el valor positivo se expresa
como preferencia por este valor (y no por el opuesto).
Mientras más abstractamente se formule el código, el
valor de preferencia puede formularse de manera más
débil. Piénsese, por ejemplo, en el principio de falsación
en el sistema de la ciencia que admite sólo como verdad
aquello que permanece después de que han precedido las
suficientes falsaciones. El valor positivo simboliza siem­
pre la capacidad de enlace de la comunicación, mientras
que el valor negativo simboliza tan sólo la contingencia
de las condiciones en las que se ejercita esa capacidad de
enlace. Por eso, siguiendo a Gotthard Günther, podemos
decir que la codificación de estos medios simbólicos
consiste en un valor de designación y en un valor de
reflexión con exclusión de terceras posibilidades.
Estos códigos alcanzan un particular grado de tecniza-
ción a través de una estructura a la que queremos llamar
codificación secundaria: los casos más relevantes son
la codificación secundaria de la propiedad mediante el
dinero y la codificación secundaria del poder mediante
el derecho. En ambos casos, el valor positivo se duplica
una vez más en tanto se puede usar la propiedad del
dinero para efectuar pagos y para no efectuarlos, y en
tanto se puede utilizar el poder conforme al derecho y
de modo que viole el derecho; aunque ninguno de los
dos está disponible si no se tiene alguna propiedad y si
no se tiene algún poder.
Es importante tener presente esta codificación
secundaria como equivalente funcional de las tecniza-
ciones, porque éstas, aun si no pueden ser entendidas
como formas de aplicación de la lógica, sin embargo son
ineludibles para la racionalidad moderna y para poder
distinguir los correspondientes códigos de los medios.

ItS ■

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En cambio, otros medios respaldan su ambición en el


hecho de no ser tecnizables, sin que esto se entienda como
un déficit, sino como una particularidad suya. Esto es
válido para el amor y también para el arte.
2. Capacidad de formar sistemas', los medios de comuni­
cación se distinguen entre sí drásticamente en lo que,
de grosso modo, pudiera designarse como capacidad de
formar sistemas. Aquí se trata de la pregunta de en qué
medida las operaciones orientadas por estos medios tien­
den a diferenciar al correspondiente sistema funcional.
Existe un claro contexto relacional entre diferenciación
de los medios y diferenciación de los sistemas, pero de
allí no se desprende un equilibrio en la sociedad entre los
sistemas sociales. Más bien, medios como la política o la
economía le imprimen un carácter más fuerte al rostro
de nuestra sociedad que aquellos otros como los del arte
o el amor. Esto se debe a la complejidad estructurada con
el correspondiente potencial de cambio de cada sistema
y además a la capacidad de operar con memoria —o sin
ella-. Para esta memoria es necesaria la construcción de
procesos en cadena, esto es, capacidad asegurada de recu­
rrir a procesos posteriores: en el caso del poder, recurrir a
instancias jerarquizadas. En el orden feudal de la Edad
Media esto acontecía de manera muy precaria recurriendo
al poder local que habían establecido los poseedores de
latifundios. Con el surgimiento del Estado territorial
se dio el paso hacia un sistema de delegación del poder
sostenido sobre la base de una organización que desde
el centro podía alcanzar aun a los subordinados de los
subordinados. Unicamente este orden hizo posible
integrar de manera planificada la memoria (construc­
ción de reglas) y la capacidad de reorientación. Y más
allá de todo esto se deben pensar las posibilidades de
diferenciación dentro de los mismos sistemas (esto es,
la emergencia interna de la relación sistema/en torno)
y, no por último, se deben pensar las posibilidades que
los sistemas funcionales abren a la organización y a la
interacción. La fuerza de desarrollo de un sistema tiene

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que ver también con la probabilidad de que su lógica


funcional sea contrarrestada en los niveles de organiza­
ción o de interacción: la política fracasa por lo general
en el plano de la organización y el amor en el plano de
la interacción de los amantes.
3. Mecanismo simbiótico:13 el que un medio "medio simbó­
lico’" llegue a diferenciarse depende de que la referencia
a una disposición orgánica de la vida quede suficien­
temente especificada: para el complejo del poder, la fuerza
física; para la verdad, la precisión referida a la percepción
de los sentidos; para el dinero» la satisfacción de las
necesidades —primero las más elementales y luego cada
vez más diversificadas; para el amor, la sexualidad. A
los símbolos que realizan esa función de orientarse por
la referencia corporal los denominamos mecanismos
simbióticos -mecanismos en el sentido de que designan
expectativas por las que los procesos orgánicos se vuel­
ven relevantes para que el símbolo opere. Y aunque los
procesos orgánicos se influyen mutuamente es necesario
que el medio simbólico evite las interferencias. Esto se
consigue concentrando en el mecanismo simbiótico
sólo una referencia orgánica que, al mismo tiempo, sea
muy plástica y maleable: la percepción de los sentidos
(incluida la percepción de la percepción), la sexualidad,
la satisfacción de las necesidades, la fuerza física, cons­
tituyen procesos orgánicos de gran plasticidad que se
pueden limitar según las circunstancias.
4. Reflexividad-. ' los "medios simbólicos” tienen además la
peculiaridad de que en cuanto se aumenta la compleji­
dad de la comunicación -cosa a la que ellos mismos dan
pie— se conviertan en procesos reflexivos, ya que por el
aumento de complejidad se crea una incertidumbre que
deberá ser resuelta en el ámbito del propio medio: sólo el

Para la introduction de esta terminología \ para las posibilidades de comparación véase


Niklas 1 uhniann, “Synibiotisclic Moehanisnicn ”, en Soziologische AufhLirung 3, Opladcn.
1981, pp. 228-244.
4 Niklas I.unrnann, “Reflexive Mcchanismen”, en Soziolomche Aufliulrung 1. Opladen,
1970. pp. 72-112.

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Niklas Luhmann: la política como sistema

derecho puede resolver lo que es un asunto de derecho;


sólo el amor resuelve el asumo del amor; sólo el poder,
lo que es propio del poder. Por consiguiente, llamaremos
reflexividad a la autorrelerencia de toda comunicación
simbólica que por partida doble se regresa para ser aplica­
da a sí misma en los procesos de comunicación. Gracias
a esta aurorreHexividad el “medio simbólico” se vuelve
universal, ya que entonces permite que la semántica
resuelva el problema de la inclusión y de la igualdad de
oportunidades: en el amor se resuelve todo lo que tiene
que ver con el amor, y en el medio simbólico del poder -en
la cuestión democrática- se resuelve que el poder político
se ponga al alcance de cualquier persona que participe en
los sufragios electorales.
5. Inflación/deflación-. 15 la función de la codificación simbó­
licamente generalizada es la de condicionar las selecciones
de tal suerte que las comunicaciones sean aceptadas aun
si, como mero propósito, esto sea algo improbable. En
relación con el efectivo éxito de la motivación, un medio
puede ser usado o demasiado o demasiado poco. Llama­
mos inflación al primer caso y deflación al segundo. El
estímulo para la generalización de esta distinción, usada
originariamente en el ámbito del dinero, lo dio Parsons.
En el cuadro de su teoría general de la acción es sufi­
ciente con que los medios queden anclados en “activos
reales”, en analogía con las inflaciones y deflaciones del
dinero. Por el contrario, nosotros nos encontramos en
una situación teóricamente más difícil. ¿Qué significa
“demasiada” y “demasiada poca” motivación que tiene
éxito?

Véase el resumen de Talco it Parsons y Gerald M, Platt, The American University, Cam­
bridge Massachussets, 1973» pp. 304 y ss; También Rainer C. Baum, ‘On Societal Media
Dynamics’, en Jan J. Loubser et al. (comps J, Explorations in General Theory in Social Science:
Essays in Honor ofTalcon Parsons, Tomo 2, Nueva York 1976, pp. 579-608; Mark Gould,
Revolution in the Development of Capitalism, \ además The Coming of the English Revolution,
Bcrkt lev, Cal , 1987, pp. 54 y ss; y especialmente para comparar d dinero con el poder bajo
este punto de vista, David A. Baldwin, “Money and Power \ en The Journal of Politics 33
(1971), pp. 578-614.

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El medio denominado poder

No vemos el problema en el grado de cobertura del medio a través


de los real assets, sino en la confianza al utilizar posteriormente el
sentido condensado en la comunicación. Se llega a inflaciones cuando
la comunicación arrastra a descubierto su potencial de confianza, es
decir, cuando presupone más confianza de cuanta puede producir.
Se produce deflación en el caso contrario, es decir, cuando no se
usan las posibilidades de obtener confianza. En el caso del poder,
la inflación consiste en que se ofrece una política que no se puede
realizar. La técnica moderna de comunicación política que consiste en
difundir sólo buenas intenciones refleja ya una continua inflación,
mientras que la devaluación de los símbolos tiene lugar porque las
palabras de los políticos se pueden anticipar. De vez en cuando se
les debería recordar a los políticos que únicamente los dioses pueden
transformar las relaciones tan sólo con palabras.

3. Esquema causal y poder

En el entendimiento usual del poder se establece siempre una rela­


ción entre el detentador del poder y aquello que pretende alcanzar.
El poder no es algo que se encuentre en la naturaleza, sino más
bien en la voluntad o en los procesos de decisión de quien tiene
los medios necesarios para obtener lo que quiere. Siguiendo a Max
Weber, se trata de la ‘probabilidad de imponer la propia voluntad,
dentro de una relación social, aun en contra de toda resistencia y
cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad ”.16
Es muy significativo que este esquema de atribución causal no
se utilice de manera tan acentuada en otros contextos de la vida
ordinaria. Por ejemplo, sería algo extremo recurrir al esquema
causal para expresar que “mi ironía es causa de tu malestar". 1.a
pregunta es entonces por qué en la relación de poder no se utilizan
otros esquemas de atribución (bueno/malo, grande/pequeño), sino
precisamente el de la atribución causal.
El esquema causal lleva implícito una connotación de jerar­
quía.1 En el entendimiento ontológico se habla de la causalidad

16 Max Weber, Economía y sociedad, h i., México, 1998. p. 43.


! Frit/ Heider, ^Social Perception and Phenomenal Causaiita ', en Phychologica! Review 31
(1944)> pp. 338-374, De él también I he Psychology of interpersonal Relations, Nueva York,
1938.

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como “algo que actuando pone otra cosa en el ser”1 8 y de esta manera
se deduce la necesidad de que el mundo tiene obligadamente que ser
creado: con el consiguiente resultado asimétrico entre creador y
criatura. De manera análoga, las teorías del poder piensan que el
poderes localizable en la figura del portentoso, en el cargo mismo,
en la organización.
No fue sino con la teoría de la organización que a este enten­
dimiento se le dio un vuelco. El libro de Chester Barnard, The
Functions of the Executive1' —al que Parsons prestó especial atención-,
introduce la perspectiva de que los efectos del poder y las condi­
ciones de su efectividad están situados en el campo de obediencia
que crean los miembros de una organización. En este terreno de
obediencia se sitúan las disponibilidades de aceptación que deben
estar presupuestas en el poder y en ese campo se hacen visibles los
límites que el "ejecutivo” tiene que calcular. Los miembros deci­
den permanecer dentro de la organización y crean un campo de
indiferencia en donde aceptan órdenes. De esta manera la fuente
del poder se sitúa también en la parte de “abajo” de la estructura.
En la teoría política existe algo correspondiente en el argumento
de que el poder está concebido desde abajo -desde el pueblo- sin
que el pueblo tenga capacidad de representar ese poder tomando
la posición de ejecutivo...
A partir de esta teoría lo que fue decisivo fue la idea de que el
poder se desarrolla en una relación circular: el superior tiene que
calcular las posibilidades para ser obedecido; los subordinados tie­
nen, a su vez, que calcular las posibilidades que tiene el detentador
del poder. Así, la interpretación del poder oscila entre dos polos:
a) o el poder es en realidad una especie de potencia interna —una
especie de fuerza (Krafi) que posee el titular del poder y que es
posible leer a través de los recursos que en él se hacen manifiestos,
b) o el poder es más bien producido por la disposición de obedecer
por parte de los subordinados.

IK Emerich Corerh, Metafísica: ('na fu rula men fació >i metódico sistemática, Ariel, Barcelona,
1964, p. 207.
' Chester 1. Barnard, The Functions oj the Executive, Cambridge Massachusetts. !■* td.,
1938,

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El medio denominado poder

En la teoría general de la comunicación se encuentra el mismo


problema: la comunicación no puede ser aclarada tan sólo por la
acción comunicativa que la participa, ni tampoco por el hecho de
simplemente haberla entendido. El resultado es que esta duplicación
de posibilidades de atribución conduce a una relación circular (o
cibernética) en donde siempre queda presupuesto un looping de
retroalimentación y en donde se vuelve relevante el tiempo.
El poder se basa en el hecho de que anticipa obediencia y po­
der de tacto. Dicho en íorma resumida: el poder se sustenta en la
autoanticipación, sobre la base de un sistema que en la recursividad
de sus operaciones se presupone a sí mismo. Debemos poner ante
los ojos el esquema de observación de la teoría clásica sobre el po­
der para ver a que es lo que uno se compromete cuando se toma la
causalidad como orientación guía para la construcción del concepto
de poder. La causalidad es un constructo de la comunicación y no
la evidencia de la necesidad de que el poder es producido por la
acción del ritular del poder. Por consiguiente, la perspectiva del
poder varía dependiendo del observador.

1. Para la teoría de sistemas, la causalidad es una selección


realizada por un observador. El engranaje entre causas y
electos que establece un observador depende de los in­
tereses con los que ordena el objeto, o de la importancia
que confiere a determinados electos. La causalidad, por
tanto es una técnica de selección que trata de fijar los
efectos, porque no existe la seguridad natural de obte­
nerlos o bien para lograr cierros efectos hay que utilizar
determinadas causas. En el esquema causal el mundo
esta definido como el marco infinito de 1 as relaciones
posibles entre causas y efectos -los cuales en sí mismos
son apológicamente neutrales pero que en virtud de la
preferencia de los valores pueden adquirir relevancia.
Con la categoría de causalidad no es posible obtener
más instrucción que la de que se cruce el límite que se­
para la causa de los efectos en busca de su complemento.
La causalidad entonces no es más que un esquema de
autoespecificación de una infinidad compuesta de dos
lados: la infinidad de las posibles causas/la infinidad de

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Niklas Luhmann: la política como sistema

los posibles efectos. Un observador que trabaja planes


causales, sirviéndose de este esquema causal y que lo
aplica a la vivencia -a la acción, a la relación consigo, a la
relación con otros-, no puede desprender de allí ningún
tipo de conocimiento adicional. La distinción entre causas
y efectos precisamente con ayuda de ese límite que separa
no es, en calidad de forma pura, ninguna regla de asigna­
ción, ninguna ley causal. Más bien este esquema causal
exige que inmediatamente se realice un acto de atribución,20
es decir, que necesariamente se seleccione aquel conjunto
de causas que en un momento determinado se considere
(por la razón o por la teoría que se quiera) que guardan una
relación estrecha con los efectos. El proceso de atribución
logra que el flujo comunicacional se simplifique y fluya,
dado que no es posible verificar la totalidad de las causas
que intervienen en la producción de un efecto. Por eso,
mientras la estructura dominante de la sociedad es jerár­
quica, hay una tendencia a atribuir una carácter también
de jerarquía al poder.’1
2. Otra perspectiva para ordenar la atribución de causas
es la intencionalidad. La intención sirve para señalar el
comportamiento en calidad de acción y sirve también
para localizar lo que como intención debe ser observado y
descrito dentro de contextos causales amplios. La identi­
ficación de las intenciones trae como consecuencia que se
introduzca la responsabilidad, ya que las causas se toman
como si hieran motivos y a los efectos se les hace entrar
al campo altamente pretencioso de las intensiones. Visto
desde esta perspectiva, la intensión se vuelve contingente:
no es ni necesaria, ni imposible, podría ser, pues, de otra
manera...

:<>En el contexto social hay que aprender cuándo una atribución ha de ser imputada a una
intención. Para ello véase una literatura muv amplia: Edward E. Jones y Kenneth E. Davis,
"ÍTom Acts to Disposition*: The Attribution Process in Person Perception\ en Leonard
Berko wit/ (comp.). Advances in Experimental Social Psychology, tomo 2, Nueva York, 1965,
pp, 219-266; Shlomo Breznitz y Sol Kugelmass, “Intentionality in Moral Judgment: Devel­
opmental Stages**, en Child Development 38 (1976), pp. 469-479; Mary D. Maselli y John
Akrocchi, “Attribution of Intent , en Psychologial Bulletin 71 (1969), pp. 445-454.
:| Véase Diccionario de política, op. cit.

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El medio denominado poder

Debe quedar claro que la intención no es sim­


plemente un acontecimiento psíquico. Los sistemas
psíquicos, precisamente por el modo de operación de la
conciencia, son opacos para los demás y para sí mismos.
Por tanto, las intenciones son siempre imputaciones,
ficciones que ayudan a puntualizar el amplio espectro
de asociaciones que producen efectos, y a estructurar
precisamente la causalidad. “Opacidad” no significa na­
turalmente que una conciencia no sabe que sabe. Tampoco
se puede negar el hecho de que la conciencia se atribuya a
sí misma una intención y que comunique sobre ella y sobre
los efectos que se le atribuyen. Lo que se quiere afirmar es
tan sólo que las causalidades -aunque presupongan inten­
ciones, motivos tipificados, adhesiones, culpabilidades- se
pierden en lo indeterminado: como roda causalidad. Por
el hecho de que la intención queda identificada como
factor causal es considerada precisamente como algo
inconmensurable en razón del contexto de su causalidad.
Quien se ha preguntado alguna vez el porqué de su pro­
pia intención (o de la ajena) podría quedar convencido
de esto. No obstante, también lo contrario se sigue de
allí: dentro de un contexto causal —abierto e infinito- se
puede encontrar una intención preformada."
La intencionalidad —igual que las tecnología- es por
consiguiente una construcción, el equivalente interno a
lo que un sistema encuentra externamente en la técnica.
Esto podría provocar un choque en los lectores acostum­
brados a contemplar el mundo conforme a la distinción
naturaleza/libertad, o conforme a la distinción mecanis­
mo/espíritu. Estas distinciones tradicionales tienen la sin­
gularidad -incluso se podría decir: la función- de ocultar
lo específicamente propio de la causalidad: la necesidad de
especificar toda atribución causal a través de un proceso
de atribución contingente.

::Véase la crítica de Pascal a eso de ‘ dirigir la intención por parte de los jesuítas en Latres
Provinciales, sobre todo la VII (i 'Oeuvrt de Pascal. Pléiade). París, 19S0, pp. 498 y ss.

123 ■

C opy ri g hl ed m aterí a I
Niklas luhmann: la política como sistema

3. Aun cuando cada uno de los observadores pueda ver la


causalidad de diversa manera v hacer
* atribuciones diver-
sas, hay una característica que se conserva por encima de
todo: el resultado causal (y en la mayoría de las veces, la
decisión) permite que causas y efectos se encuentren en un
punto determinado y que acontezcan simultáneamente —y
esto a pesar de que la cadena de causas remite al pasado
(aunque tan sólo produzcan electos en el presente) y que
la cadena de efectos remite al futuro (aunque sólo en el
momento presente pueden ser causados). Esta simulta­
neidad tan distintiva de la lejanía temporal -que en el
momento es inactual— entre las causas y los efectos es una
solución práctica de un gran significado para resolver la
paradoja del tiempo: también la distinción entre pasado
y futuro acontece siempre en el presente y tan sólo en el
presente puede ser actual. Lt consecuencia es que la praxis
vive típicamente subyugada por una ilusión de control,
como si pudiera en realidad disponer en el momento de
una gran cantidad de factores causales (causas y efectos).21
Aquí es donde se encuentra la raíz altamente ilusoria y, al
mismo tiempo, altamente efectiva, de esta representación
causal dado que motiva el actuar político: gracias a esta
ilusión que desemboca en el proceso de autoatribución
se puede hablar en absoluto de actuar político.24

¿Qué es lo que se gana con todo lo anterior en relación al con­


cepto usual de poder? Primero, cobrar distancia con respecto a un
concepto de poder que trabaja con referencia a la causalidad o a
la intencionalidad del titular del poder, como si de esta manera lo
que se designara fuera una realidad ontológica subyacente. Con
frecuencia un concepto de poder causal hace alarde de aplicabilidad
empírica”. No obstante, se puede mostrar que un análisis tan simple
se integra simplemente al modo de observación del titular del poder

Para el tema <Íc la ilusión del control véase |. 1). Demur y R. CL Lucas, The Illusion oí
Managerial Control", en Accounting, Organization, and Society I i (1986), pp. 4^1-486.
F.l argumento se puede hacer extensivo a! actuar económico: la disposición económica
opera bajo la condición de que costes y utilidad, ventajas y desventajas se pueden decidir
al mismo tiempo.

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Ef medio denominado poder

~o del subordinado-. Por tanto, ese concepto permanece en el nivel


de la observación de primer orden y en ello radica el alcance (y los
límites) de su potencial analítico.
Hemos redefinido los conceptos de causalidad y de intenciona­
lidad en términos de una distinción -de una forma que contiene dos
lados; por tanto, en términos de instrucciones para un observador que
puede llegar a ver que en toda señalización se coproduce un lado no
señalizado y que, sobre todo, queda excluido que ambos lados pue­
dan señalarse simultáneamente. Se puede concluir que aquel que se
orienta por relaciones de poder no puede ver, al mismo tiempo, que
pone en práctica de manera unilateral un esquema de atribución. A
pesar de la gran evidencia que subyace a ese estado de cosas, para él
no resulta iluminador que simplemente se le diga que eso no tendría
que ser así, de manera forzosa que él pudiera utilizar otro esquema
de atribución, que él podría ocuparse más bien del floiver power.
Cuando en el plano de observación de segundo orden se pregunta
por el unmarked space en donde se introducen diversos esquemas
de observación -lo excluido, la atribución, la intencionalidad-,
entonces se está, sin haber dicho todavía nada sobre el poder, ante
una construcción teórica muy compleja. ¿Se podrían utilizar estas
ventajas de un análisis tan diversificado en una teoría del sistema
político?
En este punto la teoría del poder remite al concepto de sistema
y a la teoría del sistema político. El análisis queda así liberado de un
tratamiento ontológico en donde una vez que existe algo así como
“poder entonces el sistema automáticamente cristaliza. El sistema
autopoiético de producción y de utilización de poder se produce a
sí mismo, y desde sí mismo adopta las tomas de posición sobre el
mundo, sobre las personas, sobre sus intenciones, sobre sus recursos.
Si con estas decisiones preliminares tuviera algún sentido todavía
preguntar por la relación entre política y metafísica, entonces esto
sería no en el sentido de una ontología fundamental (o mínima) a
la que uno, dado el caso, pudiera remitirse para entenderse política­
mente. La meta taphysikar' se encuentra tan sólo en las distinciones

En conexión con Joachim Ritter, Miiuphysik umí Voliiik; Studien zu Aristóteles uncí HegeL
Franc forr. I9í»9. I amblen Volker Cierhardt (comp,). Der Hegrtfjder Pófitih Hedigungen und
Griindepolitischen ffúndelos, Stuttgart, 199Ü-

125 m
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Niklas Luhmann: la política como sistema

que se utilizan y que se deben utilizar cuando se quiere llegar a de­


terminar cómo se experimenta y se actúa en las relaciones de poder.
Esto significa también que hay que tematizar simultáneamente lo
que se ha dejado en el olvido, lo que se ha dejado fuera, lo que se
ha excluido*6 -lo que en versión de Jacques Derrida significa una
critica de la metafísica como ontología de lo ausente-, pero también
significa tematizar, en el sentido puramente político, la permanente
posibilidad de que la oposición política resurja.

4. El poder y la teoría del médium y la forma

La distinción médium/forma la emplearemos aquí para ejemplificar ei


ámbito del poder político.2 Esta distinción está llamada a reemplazar
la distinción sustancia/accidente (o la de objeto/cualidades) de la
tradición ontológica cuyo trasfondo queda referido al concepto de
cosa. En la actualidad esta tradición ha sido muy criticada.
Con la teoría del médium/forma se propone una distinción
elemental que sustituya -y en este sentido que haga superfluo- el
concepto de medio que queda orientado por los objetos. Por tanto,
un concepto objetual de medio.
En las nociones tradicionales sobre el concepto de “materia”
se piensa en la metáfora de la cera en donde lo inscrito puede ser
borrado: no obstante, hay allí una sustancia que permanece. En la
perspectiva de la teoría de sistemas, por contraste, tanto el médium
como la forma son “construcciones” de un sistema y por consiguiente
presuponen siempre sistemas específicos de referencia. Médium y
forma no son algo en “sí”. La distinción médium/forma, igual que el
concepto de información, es estrictamente algo interno al sistema. En
el entorno no hay algo correspondiente. Ni el médium ni la forma
representan estados de naturaleza f ísica en el sistema. Por ejemplo, ei
médium en donde la “luz” se percibe no es un concepto físico, sino
una distinción que presupone la diferencia entre oscuridad y luz.
Correspondientemente, la distinción que se proyecta internamente

' Para “la presencia tic lo excluido" véase el aporte de Bernard Willms, “Politik ais Erstc
Philosophic —odor: Was hei(U radikaies politisches Philosophiercn? en Voiker Gerhardt,
op. cit.y en la nota anterior,
17 Véase Tal cotí Parsons, “On the Concept of Political Power*» en Proceedings of the American

Philosophical Society 107 (1963), pp. 232-262.

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El medio denominado poder

entre médium y formas de poder es relevante sólo para el sistema de


la política -así como médium y formas monetarias son relevantes
tan sólo para la economía-.
La distinción médium/forma es tan sólo una variante de una
aportación hecha por Fritz Heider en 1926. * Heider, desde la
perspectiva de la psicología de la percepción, pretende resolver el
problema de cómo se pueden identificar ruidos u objetos determi­
nados, de tal suerte que sea posible separar el médium de percepción
del objeto percibido (médium/cosa). Una distinción así está puesta
en la base de los procesos de percepción orgánica. Los organismos
cuentan como medios de percepción ya determinados como la luz,
el aire, los campos electromagnéticos los cuales aparecen unidos a
las formas percibidas-. Estas formas, además, en virtud de complejos
procesos neurofisiológicos, se manifiestan y pueden valorarse a su
vez como cosas: ruidos, señales. Puede ser que la estructura f ísica del
mundo haga posible todo eso, pero es indiscutible que la diferencia
médium/cosa es una prestación distintiva del organismo que percibe.
Para hacer posible que esta teoría incluya fenómenos como el lenguaje
o como la música, el esquema médium/cosa se puede formalizar
mediante la fórmula abstracta de médium/forma.
L^i distinción médium/forma entonces puede ser todavía perfi­
lada con una hipótesis que pertenece a otra dimensión de la teoría
de sistemas: la organización. Se trata de entender el médium como
elementos acopLidos de manera floja y las formas como elementos
acoplados de manera firme. Un médium presupone una cantidad
muy grande de elementos previamente acoplados de manera floja que
después -tanto selectivamente como temporalmente- pueden quedar
acoplados de manera firme/ * Se puede decir -utilizando el lenguaje de
Georg Spencer Brown sobre el cálculo operativo de la forma- que el

:v Fritz Heider, Ding und Medium, Syniposio, 1926. Gradas a una traducción resumida
hecha por Karl E, Weick, apareció en inglés en 1959, la rcacrualr/ación de ta propuesta de
Hit/ I ieider, v su reinterpretat ion mediante la distinción acoplamiento flojo/acoplamiento
firme se debe a Karl E, Weick, Der Proz<f> des Organ i si eren sy Francfort, 1985; The Social
Psychology of Organizing l\ >d. Reading, Massachusetts. 1969.
:v Ésta es una distinción que ha hecho carrera no sólo en la teoría de sistemas sino en la teoría

de la técnica. Véase Robert B. (Uassman, Persistence and Loose Coupling in Living Systems',
cn BehavioralSatncie 18 (1973). pp 83-98; James G. March y Johan P. Olsen, Ambiguity
and Choice in OrgitniZiiiionsy Bergen 19 *6; Karl E, Weick, 'Educational Organizations as
Loosely Coupled Systems", cn Administrative Science Quarterly 21 (1976), pp. 1-19,

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médium es una distinción (por tanto una forma) en cuyo lado interno
los elementos se encuentran acoplados de manera firme y en cuyo
lado externo los elementos se encuentran acoplados de manera Hoja.
El acoplamiento firme es por sí mismo una forma que en la forma del
médium se distingue de lo otro: de lo acoplado flojamente.
El médium puede llegar a ser aplicado tan sólo cuando es traído a
la forma de acoplamiento firme: por ejemplo, emitir órdenes bajo el
presupuesto de que se posee poder. El médium se puede enlazar tan
sólo desde uno de los lados de la forma: tan sólo desde el lado-forma
de su forma. Las operaciones del sistema pueden partir únicamente de
allí. Esto significa que simultáneamente está presupuesto el otro lado
-lado constituido por el acoplamiento flojo, pues de otra manera las
operaciones no tendrían ninguna libertad ni ninguna selectividad—,
dentro del cual se pueden hacer recortes para especificar nuevas com­
binaciones, para construir nuevos acoplamientos firmes. El médium
existe sólo como unidad, como forma que contiene dos lados, pero
sólo se puede aplicar operativamente en uno de los lados: en el “lado
interno” del lado de la forma.
Como lado sin marca {unmetrkierté), como lado inutilizable de
la diferencia entre médium y forma, el médium es inobservable.
Mucho de la tragedia de la política se aclara a partir de aquí. El
poder debe ser permanentemente traído a formas; el poder debe
hacerse visible: de otra manera no se encontraría a nadie que, sin
creer en el poder, se anticipara a obedecerlo. De esto se concluye
que no tiene prácticamente sentido distinguir entre tener poder
y utilizar el poder.,0 El hecho de hacer visible el poder puede
tomar por caminos más bien simbólicos o por caminos más bien
instrumentales. Por lo regular son necesarias las dos formas. La
pura simbolización del poder produce fácilmente la impresión de
que se trata de una mera apariencia y lleva a la tentación de poner a
prueba el poder, provocándolo. Una pura utilización instrumental
conduce a la pregunta por la legitimación del que tiene el poder.
La distinción simbólico/instrumental caracteriza el espectro posible
del barlovento político. La necesidad de que el poder se traduzca en
formas no proviene de la distinción simbólico/instrumental, sino
de la distinción médium/forma.
M Asi lo piensa Henry Minrzbcrg. Power Irt and Around Organizations, Englewood Cliffs,
N.J. 1983, p. 5.

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El medio denominado poder

Quien se incline más bien a la aplicabilidad empírica (o toda-


vía mejor: práctica) del concepto de poder, puede que tome esta
desviación -la de la teoría del médium y la forma y la paradoja allí
contenida de la reentry-?1 como algo innecesario y que más bien
produce confusión: un exceso exótico proveniente de la fantasía
del que se dedica a teorizar. Sin embargo, habría que recordar que
la teoría política— al menos la que se cultivaba en el pasado— estaba
plagada de problemas que contenían paradojas; sobre todo en lo
relativo a la paradoja de la soberanía en donde en la más alta cima
del sistema se hacía necesario un elemento que no era posible aclarar:
la arbitrariedad ineludible en el momento de la decisión. Sobre este
problema se desarrollaron estrategias de desparadojización: primero
en la forma de aceptación del derecho natural; más tarde, en la forma
de la doctrina del contrato estatal; después, en la forma de la teoría
constitucional con su propia bifurcación de la cúspide expresada en
la “separación de poderes”, y finalmente en la forma todavía actual
de h acer exhortos de “legitimación”.
Los rendimientos que deja esta forma de teoría -que obliga a
distinguir entre acoplamiento flojo/acopiamiento firme, por tanto,
entre sustrato medial v formas construidas dentro de ese médium—
van mucho más allá de las paradojas ultimas que se observan en la
política.
Esto confirma además que también en la teoría de los medios se
encuentra inserto un momento temporal. Acoplamientos rígidos
como serían Lis órdenes por parte del que tiene el poder o la dispo­
sición abiertamente comunicada de obedecerlas, tienen siempre un
carácter temporal; su vigencia es de menor duración que el médium
mismo, sus tiempos son diversos y diversa también su caducidad.
Se puede llegar a especular que el titular del poder ha olvidado con
prontitud sus ordenanzas y que no puede impedir que éstas se lleven
a cabo. Pero de allí no se puede deducir (a no ser bajo condiciones
cambiadas) que él ha perdido el poder. Los acoplamientos firmes son
entonces los momentos más poderosos, los más aplicables, ios más
tuertes, los más calculables del médium del poder, pero tienen que
pagar el precio de la inestabilidad. Exigir que el poder sea tuerte y

l a oferta de la rt-entry se hace desde las matemáticas, Véase, jumo a Spencer-Brown, a


Louis \ i. Kauffman, Sell Reference arid Recursive forms”, en Journal of Social and Biological
Structures 10 (1987), pp. 53-72.

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NJiklas Luhmann: ta política como sistema

al mismo tiempo estable obliga a que la paradoja tome forma de


utopia. La seguridad radica tan sólo en la posibilidad de ir más
allá de los acoplamientos firmes- cosa que vuelve necesario que se
le impongan controles al poder, que el poder quede sometido, que
lo pasajero se supla con la constante renovación-. La parte firme del
poder no puede ser algo que permanezca subyacente sino que sirva
únicamente (al estar situado en el otro lado del médium) a la perma­
nente condensación, confirmación y reproducción de las posibili­
dades; o dicho de nuevo en la conceptuación de Parsons: sirve para
que el medio circule. De cualquier manera, la fuerza del médium
es su debilidad; su capacidad de provocación, su riesgo. También es
válido, por otra parte, que poder que no se utiliza-por tanto poder
que no adquiere forma operativa- no es ningún poder. El médium
se desempeña únicamente como forma compuesta por dos lados
que se sirven mutuamente -aunque de manera asimétrica—.
Éste es el problema que estimula a que se simbolice la unidad del
médium del poder.3- A través del símbolo se expresa que el poder
-como unidad operativa— existe en actualidad y en potencialidad,
que él es una especie de “plusvalor” de sí mismo, que contiene guar­
dadas “reservas'' y posibilidades que no ha empleado. Pero también
significa que la resistencia puede provocarlo y que puede quedar
afectada su cualidad de símbolo. Pero ¿qué es lo que se simboliza?
1.a respuesta de la teoría de los medios anteriormente esbozada dice:
lo que se simboliza es la unidad del médium, la paradoja que se
oculta, la bilateralidad de la forma que únicamente entra en ope­
ración al enlazarse con uno de los lados -con el lado designado—.
De esta construcción de teoría se puede inferir también que en la
simbolización del poder no se trata tan sólo de banderas y de des­
files (paradas), de arreglos oficiales y de la visibilidad del titular del
poder, sino del negocio ordinario de elaborar planes causales y de
imponerlos en contra de la resistencia, ya que siempre el otro lado
-la oposición— está latente.

Digno todavía de ser leído, aunque no bajo la perspectiva de la teoría del poder sino bajo la
de las ‘ciencias del espíritu ’, Rudolf Smend, Verfassungund Verpzssutigsrecln (1928), reimpreso
en Staatsrechtliche Abhandíungen undanden Aufiiitze, Berlín, 1955, pp. 1 19-276.

130

C opy ri g hl ed m aterí a I
El medio denominado poder

5. El poder derivado de la influencia social

Únicamente a partir de la pregunta de cómo es que el poder se cons­


tituye en “medio simbólico generalizado" de tipo específico, se arriba
al problema fundamental de toda teoría política.
De manera inicial podemos considerar que la “simple imposi­
ción de la violencia física’ evolucionó sirviéndose de mecanismos
simbólicos que la hicieron más indirecta: el comportamiento del
otro puede ser obligado también por el mecanismo de amenazar
con sanción. De manera amplísima definiremos como influencia
social todas aquellas disposiciones comunicativas de la sociedad
que se especializan en obligar el comportamiento del otro tratando
de no utilizar en primer lugar la violencia física- lo cual significa
ganancia de poder-. Por ejemplo, en ese sentido se puede decir:
nobleza obliga...
La influencia social en este sentido general hace su aparición en
formas muy diversas pero tan sólo una de ellas se hará susceptible
de convertirse en poder político.
Es decisivo que toda influencia social mediada por una sanción
se lleve a efecto mediante comunicación; el proceso de la influencia
social debe tomar, pues, forma social y sobre todo debe ser entendida
como forma social. Esto es lo que hace que la influencia social (en el
lenguaje de Max Weber) pueda ser tipificada y al mismo tiempo eso
es lo que la delimita. Además, así es como la influencia social gana
cierta independencia con respecto al tiempo: participar aquello que
se desea que se haga no debe acontecer en el mismo instante en
que eso se efectúa. Incluso la amenaza de sanción se puede hacer
con independencia del tiempo: con frecuencia (sobre todo en las
sanciones negativas) basta con la pura amenaza. Esta situación
abierta de la temporalidad significa también desajuste, incertidum­
bre, necesidad de control. Entretanto algo puede acontecer: que se
pierda el interés por la acción pretendida, que aquel que ordenó
ha decidido de otra manera, que su disposición de llevar a efecto la
acción simplemente ha cambiado. Como resumen se puede decir
que todas estas condiciones especiales de aumento y de perturba­
ción hacen pensar que este tipo de formas de influencia social sólo
pueden ser utilizadas en sistemas que se reproducen con una cierta

131 •
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Niklas Luhmaroi: la política como sistema

duración; aunque evidentemente también pueden acontecer ad hoc


y por una sola vez, por ejemplo, en la forma de un atraco.
Influencia social, en este sentido amplio, acontece en la medida
en que los participantes se orientan por un sistema social: por eso
se teme causar disgusto o, todavía mejor, por eso se busca alcanzar
y conservar la posición positiva. Toda relación social se basa (y eso
presiona la elasticidad del tiempo) en un cálculo con un alto grado
de búsqueda de aumento de las ventajas individuales y racionales- y
naturalmente de disminución de las desventajas-. La solidaridad
se desarrolla sólo en segundo lugar y más bien en la forma de un
cálculo generalizado que el caso particular se puede ahorrar.3' No
es superficial esclarecer esto, porque el poder político nunca podrá
desprenderse de este presupuesto, ni nunca podrá eliminarlo: tan
sólo podrá utilizarlo y aumentarlo en una dirección específica. El
poder político es -y permanece siempre- siendo parte constitutiva
de la influencia social.
La influencia permanece articulada a la comunicación social.
Aquello que no se participa comunicativamente no puede ser ob­
jeto de que se le preste atención. Es verdad que existe el conocido
fenómeno de anticiparse al deseo no expresado en la forma de
obediencia, de regalo, de captación de la simpatía; no obstante, esto
únicamente es posible porque se comunica. Lo distintivo de la in­
fluencia social consiste en recurrir al uso simbólico de la acción y no
en la facticidad de su acontecimiento. El médium general por el que
quedamos referidos mutuamente hace que surjan formas en donde
se expresa y se reproduce lo simbólico. Por más que un particular
tuviera destreza de orientación en este médium (y las diferencias
evidentemente que cuentan), no es posible atribuir la influencia
social a la posición o al comportamiento exclusivo del particular. En
la realidad social esto sucede en una especie de localización fija del
símbolo de la influencia social, y su situación real-objetiva no puede
ser aprehendida desde la perspectiva de la teoría sociológica. La in­
fluencia social está constituida como un médium en el que acontece
la distinción entre sustrato-medial y forma-medial. Este médium se

I I argumento está dirigido en contra de Lis utopías involutivas del siglo xix en el sentido
de que desprecian este elemento racional del c.ilculo en los pueblos o en las comunidades
primitivas (no importa cuándo hayan surgido), por razón de que contraponen comunidad
a sol iedad.

132

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El medio denominado poder

basa en el hecho de que en este-estar-referidos-mucuamente se abre


la posibilidad de sanciones que premian y establecen sanciones
que castigan. Y únicamente porque esto se conoce- y porque se co­
noce que se conoce- cada particular puede, sobre esta base, calcular
y también decepcionar a los otros.
La influencia social, en este sentido tan general, hace su apa­
rición en formas muy diversas, pero tan sólo una de ellas se hará
susceptible de convertirse en poder político. La separación de estas
formas presupone que ya existe suficiente complejidad en el sistema
de la sociedad, es decir, presupone que existe diferenciación estruc­
tural. La influencia social se sustenta en un supuesto desarrollo de
la sociedad en el sentido de que ya están establecidos los sistemas
de organización. Podemos distinguir tres tipos de influencia social
dependiendo de si están referidas a la absorción de incertidumbre,
a la sanción positiva o a la sanción negativa. Estas formas especiales
hay que entenderlas como formas de incremento mutuo y aunque
no agotan todo el potencial de influencia social de la sociedad, en
las sociedades desarrolladas definen las formas más llamativas y
más fuertes en que la influencia social se practica. Con ello se re­
duce lo que se ha definido como influencia social en general a una
magnitud residual del mundo ordinario que, con todo, conserva
su significado de aglutinante social -tanto en la organización como
en la política-

1. Hablamos de absorción de incertidumbre en relación a


la teoría de March y Simon. En su contexto original,
este concepto esta referido a las organizaciones, pero sin
duda alguna admite que se le pueda generalizar —y aun
exige dicha generalización—. El concepto trata de una
comunicación que se sustenta en un procesamiento de
información y que en el transcurso de su proceso comuni­
cativo se toma como un resultado convalidado que ya no
se problematiza más (o que únicamente se problematiza
en casos excepcionales: "Uncertainty absorption takes
place when inferences are drawn from a body of eviden-
u Seguimos aquí un concepto referido al problema de la organización postulado por James
(i. March y Herbert A. Simon, Org¿¡niz<itions, Nueva York, E)S8 pp, 164 v ss. Volveremos
sobre ello en el capítulo relativo a la organización.

133 ■
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Níklas Luhmann: la política como sistema

ce and the inferences, instead of the evidence itself, are


then communicated'). Se puede hablar de autoridad55
en el sentido clásico cuando la comunicación de estas
inferencias sucede bajo el presupuesto de que el que ha
participado dicha comunicación puede dar cuenta de las
razones que lo llevaron a seleccionar la información.
Las razones de esta decisión pueden ser muy variadas:
mantener la posición privilegiada del pasado, o simple­
mente mostrar determinación, ante lo cual los demás
obedecen ya sea por desinterés o por falta de agallas para
cuestionarla. Luí autoridad vive de un estado de motiva­
ción difuso: no soporta ninguna explicación demasiado
puntillosa. En las organizaciones la autoridad se reduce
al puro estado factual de authority sustentado en el hecho
de que la absorción de incertidumbre se ge-nera mediante
la división del trabajo. De esta manera nadie tiene la
facultad de poner en duda la competencia del otro -a no
ser que se trate de posiciones jerárquicas subordinadas—,56

Autoridad como “capacity for reasoned elaboration según lo formula Carl Joachim Friedri­
ch, "Authority. Reason, and Discretion *» en (él mismo como compilador) Authority (Nomos
1'), Nueva York, 1958. Como se sabe, Habermas disringue en este ugar entre las intenciones
empíricas de un hablante y ’as pretensiones de valide/- implícitas o explícitas que acompañan
la comunicación. Las intenciones pueden ser Je! tipo “estratégico". Para las pretensiones de
valide/, por el contrario, se remire a una solución comunicativa {dialógica) —y en esto ve Ha-
bermas una implicación sobre todo para la comunicación hablada-, Es evidente que se puede
distinguir de esta manera, pero con ello se renuncia (como con toda decisión) a la pregunta
por la unidad de la distinción; en este caso, se renuncia a la pregunta de cuál sea la unidad
del actuar estratégico y del actuar comunicativo. El problema de la autoridad en el sentido
clásico y e! problema de la absorción de incertidumbre caen precisamente en el punto ciego
de la distinción estratégico/comunicativa. Para esto se propone el concepto problemático de
“mundo de vida" que en los casos normales se traga toda posibilidad de preguntar posterior­
mente por esa especie de desenlace comunicativo de las pretensiones de validez.
’ En estos casos los patrones tienen poder, los dirigentes autoridad. La autoridad de los
dirigentes se basa en una estructura piramidal de la jerarquía; esto significa que hay muy
pocos patrones y que éstos sufren permanentemente de escasez de tiempo. Esto contradice
la propia presentación oficial de la organización según la cual autoridad y poder culminan
en la cúspide. No obstante, esta autopresentación sirve tan solo para ocultar la bifurcación
típica de estos dos modos de autoridad, y para legitimar el poder a través de la autoridad.
Con todo, la jerarquía misma -esto es, la red de sus canales de comunicación- sirve para
coordinar el poder y la autoridad. Compárese» aunque con otra terminología, con Renato
Maynt/ y Fritz W. Scharpí, Policy-making in the German Federal Bureaucracy, Amsterdam,
1875, sobre todo p, 100 y ss.

13 A

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El medto denominado poder

Modernamente a esto se añade que las computadoras, al


estar funcionando, no dejan ver con claridad dónde se
localiza la absorción de incertidumbre: si dentro o fuera
del sistema.
La absorción de incertidumbre guarda relación con
la responsabilidad: puede verse, incluso, como la quinta­
esencia de la responsabilidad. Pero entonces habrá que
distinguir entre responsabilidad en concreto (Verantiuor-
tung)y responsabilidad en abstracto (Vemntwortlichkeit), y
contar entonces con que no es frecuente que alguien lance
por delante la responsabilidad cuando se esta cultivando
la influencia social: la aparición o anticipación demasiado
aguda de la responsabilidad puede hacer fracasar la función
necesaria de absorber incertidumbre.
Finalmente hay que hacer notar la factualidad pura y
el efecto cognitivo que produce esta forma de influencia
social. Esta forma no se sustenta en que exija algo deter­
minado. Lo más común es encontrársela simplemente en
las elecciones que definen una situación, en el paso que
va de un problema mal definido a uno mejor definido,
en la elección de un esquema de clasificación: por con­
siguiente, en el uso extendido del lenguaje. No reduce
-al menos no de manera explícita- los grados de libertad
con los que la comunicación funciona como reductor
de complejidad. Más bien se basa en que los grados de
libertad del sistema son por lo general demasiado altos
y pueden aumentar con todos los análisis, con todas las
decisiones y con todas las racionalizaciones -por eso la
infl uencia social (como absorción de incertidumbre) es
bienvenida para reducir la carga de información y traerla
a un formato más manejable—. Se podría decir también
que la absorción de incertidumbre es una manera de
generar hechos.
2. Si se pregunta por la influencia social que se logra a través
de la sanción positiva se llega, entonces, a un terreno muy
distinto. Aquí una acción que se lleva a cabo deberá ser
compensada de forma positiva (aunque sea sólo con la
esperanza de ser remunerada o compensada con agra-

135 ■

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Niklas Ljhmannrfa política como sistema

decimiento). La forma que toma este médium es la del


intercambio. Su problema consiste —v esto la distingue
de las otras formas de influencia social- en que las san­
ciones positivas efectivamente deben llevarse a efecto. Las
ilusiones se pueden mantener, por consiguiente, tan sólo
en un lapso de tiempo muy reducido. Las organizaciones
tienen que remunerar si quieren llegar a incentivar la
actividad de sus trabajadores y empleados.
Mientras este médium de influencia social funciona
empotrado”17 en redes de reciprocidad, entran en juego
muchas esperanzas y expectativas: por ejemplo, que la
ayuda o los favores en algún momento se pagan; que el
roce con personas influyentes merece la pena, ya que en
el momento oportuno se puede recurrir a ellas, la sola
posibilidad de entrar en contacto telefónico con ellas o
entrar directamente en interacción se ve como la posesión
de una especie de capital que se reproduce a través de la
presión ejercida en la interacción y que se puede utilizar
para provecho propio. En este sentido aún hoy existen
redes de reciprocidad altamente efectivas y hay campos en
los que el quedar excluidos de los beneficios de estas “re­
laciones” -ya sea por falta de iniciativa o porque se carece
de espíritu emprendedor- puede llevar a una exclusión
mayor de los recursos sociales. Esto es válido, sobre todo,
en regiones de la sociedad mundial en las que ni la fami­
lia ni la economía son suficientes para que se le abran al
individuo perspectivas ventajosas de vida.38 En la sociedad

r Empotrado" en el sentido dado a conocer por Karl Polanyi, The Great Transformation:
Politische and bkonomische Ursprunge von Gesellschafien und Wirtschafissystemen, 1944, tra­
ducción alemana, Francfort, 1978.
De una bibliografía muy amplia, véase por ejemplo a Jeremy Boisscvain, Triends oj Friends:
Manipulators and Coalitions, Oxford, 1974; Shmuel N. Eisenstadt y Luis Roniger, Patrons,
Clients and Friends; Interpersonal Relations and the structure of Trust in Society; Cambridge
University Press, 1984. En lo que respecta a la política es sobre todo la bibliografía italiana
la que subraya cómo los partidos se involucran fuertemente en este intercambio de favores.
Compárese, por ejemplo, con Cabriella Grihaudi. Medí a tori: Antropología del potere riel
mezzogiomo, Turin, 1980; Luigi Oraziano, Clientclismo e sistema politico: 11 caso d Italia,
Milan, 1984. Compárese también con Ni Lías Luhmann, Kuusalitiit im Suden, en: Soziale
Systeme 1 (1995), pp 7 -28. Suponer que esto es únicamente una pura sobrevivencia del
antiguo modelo de las relaciones patrón/dientc cada vez es menos adecuado, ya que no está

136

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El medio denominado poder

moderna el caso típico de sanción positiva es el pago de


dinero: una operación, pues, específicamente económica.
El dinero es el médium específico de la sanción positiva
y los pagos con dinero son las formas que se seleccionan
en el contexto de transacciones específicas o de deberes
genéricos fijados —como los pagos de salarios o el pago
de impuestos-. En la actualidad nadie puede vivir sin
recurrir al dinero, a no ser en la íorma muy reducida de
los casos de asistencia social- y aun allí en algunos casos
hay que pagar-. Desde el punto de vista del medio de la
influencia social se puede decir para aprovechar y hacer
que se incremente el aprovechamiento de las sanciones
positivas el sistema económico con todo lo parasitario
que lo rodea es el indicado. Y esto es vá lido también para
el sistema político mientras sea oportuno políticamente
emplear sanciones positivas en lugar de sanciones nega­
tivas, lo cual se deduce del tamaño de los presupuestos y
de los endeudamientos estatales.
3. Unicamente cuando se llega a las formas de influencia
social que se sustentan en sanciones negativas> se arriba
al médium del poder específicamente político (o todavía
mejor: poÜtizable, o necesitado de política).™ La dis­
tinción clara -que además es común- entre sanciones
positivas y negativas es el presupuesto necesario para
diferenciar la economía de la política, aun cuando en los
sistemas conformados a partir de esa distinción puedan
aparecer ambas formas de influencia social.
Las sanciones negativas se comunican recurriendo a la
amenaza, o simplemente se anticipan haciendo innecesaria

dada (o se ha descompuesto) la estructura social con la que se identifican los participantes:


mis bien es el entramado mismo el que se procura los recursos propios y esto significa que
necesariamente vi entramado lleva a distanciarse de lo que los favores han previsto. Para
la política esto significa que obtiene apoyo para todas las tareas posibles, pero no obtiene
legitimidad Luigi tiraciano, op at., p. b2). La legitimidad es necesaria v se gana tan sólo
con la administración de las sanciones negativas.
' hn este punto coincidimos con Parsons. On the Concept oí’roli(ica) Power”, op. at. lot
representación acerca de la influencia social a través de la absorción de incertidumbre y de las
sanciones positivas no tiene ningún correlato con el esquema de los medios de Parsons dado
que él tiene una disposición conceptual distinta sobre la influencia social y el dinero.

137 ■
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Niklas Luhmann: la política como sistema

ia amenaza explícita. La distinción decisiva con respecto


a las sanciones positivas es que las sanciones negativas no
tienen necesariamente que llevarse a efecto: su realización
láctica contradice el sentido del médium y pone de mani­
fiesto, en cada caso, el término de su electividad. Cuando
se encarcela a un ciudadano o se despide a un empleado
no se logra lo que con la amenaza se quería lograr. Las
sanciones negativas son, por tanto, también, negativas en
la medida en que el médium que se sustenta en ellas está
conformado precisamente para su no utilización.
En el médium del poder está integrada una especie de
nulidad metódica (cero): sólo de esta manera el médium
alcanza universalidad. Así también como la aritmética
necesita el cero para poder tratar lo que no tiene cantidad
como si fuera una cantidad; así como el medio del dinero
necesita del mecanismo del crédito del banco central para
que el dinero sea creado de la nada y vuelva a desaparecer
en la nada, así el poder necesita estar permanentemente
referido a aquello que no quiere hacer ni lograr. De la
misma manera como los pagos representan tan sólo for­
mas de observación de la escasez precisamente cuando
hay dinero; de tal suerte que la escasez regula y adapta
cada uno de los estados del sistema sin que sea necesaria
una referencia externa, por ejemplo, al oro como “patrón
monetario”, así también el poder necesita mostrar los
medios que puede utilizar, pero al mismo tiempo tiene
que evitar la posibilidad de emplearlos.
Tales paradojas se resuelven únicamente mediante
comunicación, que en caso dado (y casi siempre) se co­
rrige mediante comunicación. Para la política monetaria
del banco central no existe ningún automatismo, sino
tan sólo la preservación de puntos de vista que permiten
observar el estado momentáneo del sistema. En el caso
del poder es necesaria una destreza peculiar comunica­
tiva que se acople a la situación, de tal forma que salga
a relucir el potencial de amenaza sin que se llegue a la
amenaza. Se remite por ejemplo en lugar de ello a es­
tructuras y se construye con el paso del tiempo una red

■ 138

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El medto denominado poder

increíblemente fina de regulaciones, con el peligro de


que el poder quede atrapado en ellas.
La representación de que ambos bandos no quieren
llegar a la activación de las sanciones negativas {o dicho
con otras palabras: que no quieren llegar a un conflicto
abierto) se sostiene sobre una estructura sumamente
complicada de preferencias mutuas. En primer lugar,
el poder antepone una estructura que corre en sentido
contrario a las preferencias normales, a saber: el que tiene
el poder quiere que alguien realice lo que por sí mismo
no hubiera querido realizar. Para eso el que tiene el poder
propone paralelamente una segunda (y muy artificial)
estructura de preferencias que aparece exactamente como
lo contrario. De esta manera se llega a la construcción de
una alternativa que el titular de! poder no desea realizar
pero cuya realización es menos desagradable para él que
para el subordinado: por ejemplo, el empleo de la violencia
o dar a conocer una información desagradable: el despido.
El médium del poder funciona tan sólo cuando ambos
bandos conocen y tratan de evitar dicha alternativa de
soslayo. El médium funciona por consiguiente sólo sobre
la base de una fice ion, sobre la base de una segunda reali­
dad que no es realizable. En palabras de Bernard Willms
-quien refiere este contexto expresamente a la estructura
política-, se puede decir que el médium funciona tan
sólo gracias a la “presencia de lo excluido’.40 O todavía
mejor, el médium es la presencia de lo excluido. Sobre
esta presencia de lo excluido (o en lenguaje de Derrida,
sobre la huella que ha dejado el ausente) se sostiene toda
la especificidad del médium del poder: su capacidad de
mistificación, su aureola de inaclarabilidad -como fue
el caso del “ s o b e r a n o y hoy en día, sobre todo, la
permanente necesidad de legitimación.
De aquí se sigue una serie de consecuencias que
hacen que el poder se caracterice como algo diverso

1' Véase Je nuevo a \V illms. op. ¿ir., ñora 26, pp 260, 26*> y ss.

139 ■
0 opy r i g hi ed m aterí a I
Níklas Luhmann: la política como sistema

con respecto a otras formas de influencia social. La


preterición de la presencia de lo excluido exige un con­
tinuo esfuerzo de simbolización: la policía debe hacerse
presente pero no es necesario que apalee. Incremento
de simbolización (Gesteigerte Symbolizitat), sit venia
verbo, significa también incremento de susceptibilidad
simbólica. El poder no puede permitirse ninguna derrota
abierta porque esto tendría consecuencias que podrían
ir más allá del caso concreto. El que tiene el poder debe
tener capacidad de antemano de ceder cuando no pueda
-o no quiera- imponer la sanción. En gran medida, el
poder depende de su reproducción simbólica, pero en su
sustancia sólo puede circular bajo la forma de obediencia.
El poder se renueva cuando aquello que se exige se alcanza
sin resistencia, sin que importen los motivos por los que
esto se logre -por suerte para el poder, pues no podría
controlar la motivación-. Pertenece a la política del poder
no alejarse demasiado de lo que se acostumbra y presentar
aquello que de cualquier manera acontecería como una
confirmación simbólica del poder. Esto aclara por qué
el detentador del poder hace como si se moviera en el
campo de lo previamente consensuado y que se presente
como un demócrata. Este incremento en la simbolización
del poder explica también por qué se pueden producir
rompimientos en un poder que en apariencia es fuerte
cuando se pone de manifiesto que el titular del poder no
puede —o no quiere- reaccionar ante una exigencia: son
típicamente acontecimientos mínimos los que desatan
revoluciones.

Sin embargo, la pregunta más decisiva es otra: ¿cuáles son los medios
de sanción adecuados para construir estructuras complejas de poder
sobre campos temáticos tan amplios y heterogéneos? El requerimiento
imprescindible para ello se llama desacoplamiento: los medios de san­
ción no tienen que estar demasiado atados a las ocasiones concretas.
No es necesario que al subordinado se le señale machaconamente
las consecuencias que se seguirían de no acatar las instrucciones
preestablecidas, o que la sanción esté referida a casos concretos: no

140
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El medio denominado poder

te daré más las llaves del auto dado que siempre dejas el tanque de
gasolina vacío. Con otras palabras: las sanciones deben ser aplicables
de manera general, lo que incluye que puedan ser aplicadas para
fines diversos. Además, las sanciones deben tener la capacidad de que
se impongan y que no queden neutralizadas por un contrapoder. O,
todavía mejor, que en caso de conflicto las sanciones tengan buenas
posibilidades de que el problema no se enrede más. Bajo todos estos
puntos de vista el empleo calculado de la violencia física es el medio
del poder por excelencia. El que se hub iera desarmado a la nobleza, o
más bien, el que hubiera surgido una nueva tecnología armamentista
fue el presupuesto más importante para lograr la diferenciación de un
sistema político en la forma histórica del Estado territorial.4'
Volveremos sobre estas preguntas en diversos momentos de la
investigación. Por el momento se trata tan sólo de caracterizar la es­
pecificidad del médium del poder comparándolo con otras formas
de influencia social. El sustrato medial de este médium se producirá
a través de la alternativa de evitación. Esro se comprueba en la
poca cantidad de posibles órdenes que se imponen. Por sí mismo
se entiende que la forma característica de estas órdenes tiene que
transcurrir cié manera altamente selectiva. Nunca se puede exigir
e imponer al mismo tiempo todo lo que es posible -distinto, no
obstante, a lo que sucede con el dinero, ya que en el médium del
poder no existe ningún principio de suma constante, de tal mane­
ra que a cada empleo del médium se renga que excluir cualquier
otra posibilidad-.42 La aplicación del poder exige, en caso que se
desee que sea algo exitoso, un contexto político con sentido, un
plan causal en el que una determinación apoye a la otra y la haga

41 Sobre las condicionen previas de una situación rica en conflictos en el medioevo en terri­
torios donde dominaban señores, y tas consecuencias de endurecimiento que se siguen tamo
en el ejército como en la cuestión financiera, véase a Charles Tilly. Coercion, CapifdL and
European States AD ¡990-1990. Oxford. 1990.
4:Esta distinción entre poder y dinero corresponde directamente a la distinción entre
sanciones positivas y negativas. Hado que las sanciones positivas se deben ¡levar a efecto de
manera permanente, alcanzan su propia racionalidad únicamente mediante cuantihcación
v escasez, y mediante la regla de que determinados cuantos sólo se pueden emplear una sota
vez. l a presencia de lo excluido aparece en el cálculo económico como algo positivo, puesto
que se presupone que los pagos (las transacciones) pueden dejar de hacerse. Muy distinto a
ia cuestión del poder en donde la elección de las formas concretas debe ser dirigida y regu­
lada a través del sentido político, ya que sólo se alcanza racionalidad en la medida en que la
aplicación de la sanción permanece como algo latente.

Mi m _

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Niklas luhmann: la política como sistema

plausible. Aunque aquí también es válido que el médium reproduzca


tan sólo formas firmemente acopladas: el poder se reproduce y se
hace presente en la obediencia. Por consiguiente, si no circula, no
existe.
Hasta aquí hemos presupuesto una clara diferencia entre san­
ciones positivas y sanciones negativas. Seguiremos sosteniendo la
diferencia, aunque rengamos que modificar la posición respecto de
ella. Para eso vendrá en ayuda una observación de segundo orden.
El que alguien experimente la sanción como positiva o negativa
dependerá de la expectativa con que entre en la situación. Por lo
general las sanciones cuya expectativa es positiva (como el pago de
salario) pueden estar tan íntimamente ligadas a los planes de vida
que se puede amenazar con su terminación, con el despido. El poder
de la economía organizada se sostiene sobre ese vuelco de sanción
positiva en negativa. Pero dado que estas organizaciones económicas
están orientadas hacia la sanción positiva -en la que queda presu­
puesta la voluntad y la capacidad de pagar- no es posible politizar
este tipo de poder en su raíz misma, a no ser que se produzca un
acto de poder por medio del cual se estaticen las organizaciones y
se tengan bajo control político. Al sistema político le queda todavía
el recurso de no aceptar el uso privado del poder y utilizar el de­
recho para regularlo. Pero esto no debe acontecer ‘sustrayéndole'’
los fundamentos mismos del poder; donde eso sucede, los electos
resultan más bien negativos.
Se puede también pensar el caso contrario: cuando la sanción ne­
gativa es eludida (o temporalmente caduca), su posible omisión puede
ser empleada como base de negociación para motivar una conducta
que no podría ser obligada. No utilizar la posibilidad de sancionar
negativamente sirve, pues, como sanción positiva. En este sentido se
habla en la sociología de las organizaciones de permissive leadership,4'
También la administración pública a la hora de entrar en contacto con
el entorno se encuentra en una situación semejante: cuando renuncia
a aplicar el derecho, puede pedir algo a cambio; puede encontrar solu­
ciones mezcladas de legalidad/ilegalidad para, por ejemplo, establecer
parques industriales o para mejorar los valores ecológicos.

4 Compárese con Bernard M. Bass, Leadership, Psichology> and Organizational Behavior,


Nueva York, I960, pp. 236 y

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El medio denominado poder

Estas formas invertidas no suprimen la distinción entre san­


ciones positivas y sanciones negativas. Por el contrario, se sostienen
precisamente sobre esa distinción y lo que hacen es actualizar una
re-entry, distinción que vuelve a entrar en lo ya distinguido por ella.
Cuando existe sensibilidad sobre la situación, cuando se tiene fan­
tasía política o, más en general, cuando hay suficiente imaginación,
entonces tanto las sanciones positivas como las negativas se pueden
aplicar positiva o negativamente.

6.La violencia física como medio de amenaza

La utilización de la violencia física es aquel medio de amenaza que


mejor se acomoda para la producción del medio simbólico gene­
ralizado del poder; al mismo tiempo -y en ese al mismo tiempo
interviene la evolución- es el medio que mejor se acomoda a la
diferenciación de una función específica del sistema político que
posteriormente tomará el nombre de Estado". La fuerza física es
más fácil de organizar que, por ejemplo, la información que pudiera
servir para dañar a otro. El que tiene el poder no tiene que aplicar la
fuerza física él mismo; tan sólo tiene que hacer plausible que otros
la puedan aplicar por él: servidores, policías, militares. El titular
del poder puede así quedar libre para otros quehaceres. No necesita
personalmente andar armado para hacer notorias sus decisiones. Es
suficiente con que él pueda decidir sobre la aplicación de la fuerza y
que no quede ninguna duda sobre la aplicabilidad de esas órdenes;
no es necesario, pues, que para confirmar cada decisión tenga que
haber precedido una lucha. Lo que esto supone es ante todo un alto
grado de formalización y un alto grado de textualización para que,
en ausencia del titular del poder y sin necesidad de que exista una
comunicación ad hoc, sea reconocible lo que él ha dispuesto y que
pueda llegar a imponerse. Estas órdenes deben de ser entendidas al
pie de la letra. El poder diferenciado está ineludiblemente asociado
al sistema del derecho —con rodas las consecuencias que se siguen
de allí con respecto a la forma en que el derecho se presenta ante
los tribunales—.44

44Véase a Volkmar Gcssner, Retht and Konfiikt: Etncsoztologische (hitersuchung privatrechtli-


cher KonfUktr i ti Aiexíko, I’ubinga, 1976.

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Nlklas Luhmann: la política como sistema

En los siglos xvi y xvn se desarmará a la nobleza, y el empleo


de la violencia física en formato ampliado se definirá como guerra.
Hacer la guerra será derecho fundamental de los Estados, y si surgen
revueltas —movimientos de resistencia, inquietudes de otro tipo- se
las desclasará tanto jurídica como moralmente. Más de cien años
de experiencia con rebeliones religiosas acabarán legitimando que
se le quite el poder a la nobleza además de que dejará ver que ella
y los estamentos habían "usurpado’ ilegalmente, en tiempos de
gobiernos débiles, el monopolio que le correspondía al rev de usar
la fuerza.
Si se delimita el tema de la investigación al sistema político, enton­
ces queda a la mano observar el poder, igual que el dinero, como un
medio para conseguir fines indeterminados. La amenaza de empleo
de la violencia puede producir efectos tan diversos que se puede
construir a partir de allí un aparato coercitivo sin que de antemano
se afirme que la política lo aplicará en cada caso concreto. El poder,
tomado en esta dirección, es un potencial generalizado, un medio
extendido, y este aumento de posibilidades junto con la necesidad
de delimitar su aplicación acabarán afectando también al sistema
político. El poder es, en este sentido, ante todo, un concepto po­
lítico, y la pregunta es tan sólo en qué medida la política está en
situación de controlar el uso del poder político.
Además se observa que desde el sistema de la sociedad aparecen
a la vista otros aspectos diferenciados de este poder con capacidad
de amenaza. El otro lado de este poder que dispone de la aplicación de
la violencia está configurado por otros sistemas que trabajan relati­
vamente libres de su aplicación. Esto tiene validez sobre todo para
las organizaciones que no se pueden dirigir con pistola en mano,
sino anteponiendo la exigencia de hacer carrera y eventualmente
recurriendo a la amenaza del despido. En donde el empleo de la fuerza
física no está disponible se puede acudir a las regulaciones jurídicas
—las cuales a su vez están protegidas por disposiciones estatales sobre
el empleo de la violencia-, O se puede acudir también a otros medios
de amenaza más sutiles que frecuentemente hacen más tirantes las de-
pcndenvias en los sistemas de interacción o de organización y que, por
estar más atadas al contexto, es difícil que lleguen a diferenciarse.
Mientras que en las sociedades antiguas el empleo de la fuerza
estaba circunscrito a la familia y el problema del poder interesaba sólo

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El medio denominado poder

como empleo público de la fuerza para preservar la paz, en la sociedad


moderna el empleo de la fuerza está excluido de la familia. Esto libera
la relación de la intimidad para que en ella se utilice el médium del
amor como presupuesto para construir v sacar adelante una familia
(matrimonio).
De igual manera, la economía debe funcionar libre del empleo
de violencia tísica. Un cliente que no ha terminado de pagar su
refrigerador (o que lo está pagando en abonos) no tiene que contar
con que el distribuidor le envíe hombres fuertes y armados para
quitárselo. El competidor no tiene que estar pensando que le dina­
mitarán la entrada de su negocio para atracarlo y así desmejorar (o
mejorar) sus oportunidades de mercado. Gran parte de! poder toma
la forma de un acceso diferenciado a los tribunales -los cuales se
desempeñan, de manera indirecta, como aplicación relativamente
sin riesgos de la violencia física.
No por último, esta nueva semántica que se impone en los
siglos xvii y xvm se sustenta sobre el hecho de que los medios de
coacción están claramente diferenciados. Esto es válido canto para
la definición de libertad exenta de coacción como para la distin­
ción entre derecho y moral —cuando se recurre a la distinción entre
coacción interna o externa—. Estas distinciones, como se percibe con
facilidad, son distinciones totalmente artificiales que contradicen
la experiencia y que se vuelven útiles tan sólo por el hecho de que
el Estado acapara en la administración pública tocio el poder de la
fuerza pública y además porque todo empleo de la fuerza pública
que no se legitime podrá ser juzgado como violación.

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