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AGRADECIMIENTOS ............................................................................................................... 5
PROLOGO DEL DIRECTOR ...................................................................................................... 6
Carne de primera .......................................................................................................... 7
Patricia K. Olivera ................................................................................................... 7
Breve semblanza personal:............................................................................... 10
DIABOLICO DESEO ................................................................................................................ 11
Carlos María Federici ........................................................................................... 11
Breve semblanza personal:............................................................................... 19
Espíritus antiguos .......................................................................................................... 20
Eric D. Haym Fielitz ................................................................................................. 20
Breve semblanza personal:............................................................................... 25
Más allá de la carne ................................................................................................... 26
Israel Montalvo ...................................................................................................... 26
Breve semblanza personal:............................................................................... 29
Hechizo de muerte ....................................................................................................... 30
Cintia Sarahi ............................................................................................................. 30
Breve semblanza personal:............................................................................... 38
LA CANCIÓN ...................................................................................................................... 39
Dolo Espinosa ............................................................................................................ 39
Breve semblanza personal:............................................................................... 44
EL ESCAPARATE ............................................................................................................. 45
Elmer Ruddenskjrik ............................................................................................... 45
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QUINTA EDICION REVISTA LETRAS Y DEMONIOS
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QUINTA EDICION REVISTA LETRAS Y DEMONIOS
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QUINTA EDICION REVISTA LETRAS Y DEMONIOS
AGRADECIMIENTOS
A Carmen Rosa Signes, Rubén Mesías Cornejo y Leonardo García por sus
exquisitos relatos como escritores invitados
A ti lector porque gracias a ti, La Revista Letras y Demonios es por hoy una de
las mejores no solo de México, si no de habla hispana.
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QUINTA EDICION REVISTA LETRAS Y DEMONIOS
Atentamente:
Alfonso Padilla
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ESCRITORES INVITADOS
Carne de primera
Patricia K. Olivera
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QUINTA EDICION REVISTA LETRAS Y DEMONIOS
Patricia K. Olivera
Escritora Uruguaya de 47 años. Colabora en revistas literarias virtuales como
miNatura, Círculo de Lovecraft, Historias Pulp y Cruz Diablo. Participa en
varias antologías extranjeras. Es administrativa, técnica en Corrección de
Estilo y estudiante de Lingüística y Letras (Udelar).
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QUINTA EDICION REVISTA LETRAS Y DEMONIOS
DIABOLICO DESEO
No aguardé a una invocación formal. Esos melindres los dejé de lado cuatro
siglos atrás... Bastó un análisis global de valores, la estimación —a ojo de
buen cubero— en base a cocientes de integridad, justipreciación de nociones
de deber-antepuesto-a-gratificaciones, etcétera. En fin, lo de costumbre...,
desde que en todo ha terminado por imponerse el dichoso método científico.
— ¡Santo D...!
— Por favor —le atajé—, ¡cuidado con lo que dices! ¡No te imaginas
qué efecto me causa por regla general ese (¡ugh!) nombre que estuviste a
punto de...!
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Aún estaba pálido, pero ya aparentaba sentirse algo más dueño de sí.
Retrocedió hasta hundirse en un sillón, sin dejar de mirarme con ojos
desorbitados, y asintió repetidas veces con la cabeza.
— ¿Que por qué vine, Zoltan? ¡Vaya una pregunta! ¿No quisiste tú que
yo viniese, acaso? ¿No deseas algo de mí?
Me sonreí interiormente. Elevé mis hirsutas cejas y fruncí los labios por
debajo del fino bigote puntiagudo, en tanto paseaba la vista en torno.
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— ¿Qué dia...?
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filo de una experiencia jamás soñada, algún resorte oculto se libera en ellos, y
se toman elocuentes..., casi rebuscadamente líricos.
— ¡Sí! ¡Hasta eso lo daría con gusto..., por conseguir lo que anhelo!
Tú... ¿p-puedes proporcionármelo?
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— Si es tu deseo, ¡sea!
— ¡EEE-AARRGGGHHHHHH!
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Por entre los poros del cráneo de Zoltan Melatián, hebras doradas y
ardientes se abrieron paso, como finísimas lombrices de esplendoroso fulgor.
Retorcidos hilos escarlata brotaban en cada punto de irrupción, al violarse
penosamente la integridad de carne y piel.
— ¡UGGHHH-AYYYRRRRRGGGHHHHH!
— La boca de Gloria.
— ¡GNNN-NNAUUUGGGHHHRRRR! ¡AAUUHHHOHYYGHHHAAYYY!
— ¡NO-NO-NOOAAAARRRRGGHHHHHAUUUNNNGGHHH!
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con sordo rumor. En las órbitas de Zoltan, entre torrentes granate y bermellón,
dos esmeraldas vivas ocuparon su sitio.
Gimiendo y sollozando, sin oírme, dio ciegas vueltas sobre sí; luego se
movió, dando tumbos, a través del cuarto. Comprendí que el último acto
estaba próximo.
— ¡¡N00000!!
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Espíritus antiguos
Eric D. Haym Fielitz
— Espíritus antiguos…
Había llegado bajo lluvia el día anterior a ese pueblito del mediodía
francés. El carruaje le había dejado en la plaza principal, justo frente a la
escalinata de la iglesia local. El cochero le indicó con malos modos cómo
llegar a la posada, donde el viajero encontró refugio y comida.
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La vieja casona estaba en ruinas. Construida a finales del siglo XVI, fue
levantada por una familia de la baja nobleza, emparentada con varios
cardenales y hombres prominentes, que había sobrevivido a las revoluciones
y restauraciones. Los últimos vástagos, sin embargo, habían perecido en la
guerra contra los Prusianos y desde entonces la mansión permanecía así, en
silencio, poblada por recuerdos, polvo y hojarascas, con los techos volados
por el viento y la hiedra reptando por las paredes. Solo el gran salón comedor
permanecía intacto. Un gran madero finamente labrado sobresalía de la
estufa, adornada con un bajo relieve del escudo familiar. Al costado, dos
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escuchaba el viento, que mecía los arboles cercanos y se filtraba por las
aberturas en las paredes cantando una lúgubre melodía.
De pronto, la pudo ver. Una luz, como una pequeña bola de fuego,
cruzó por el salón. Surgió de la nada y en ella se extinguió. Le siguió otra y
pronto fueron siete. Se apagaban y encendían, danzando en la oscuridad.
Surgieron voces, aullidos, palabras sacadas de una conversación entre
imposibles. El visitante se inquietó. Aquello debía tener una explicación.
“Quizás son insectos que emiten luz”, pensó.
Los espíritus antiguos, que el Dr. Dubois visitaba cada año, se hicieron
presentes esa noche. Y el mayor de los pánicos se adueñó del espíritu del
visitante.
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Una de las terribles figuras pareció darse cuenta de que los espectros
no estaban solos y que en la luz había alguien atestiguando su existencia. Se
apartó de los otros, que permanecieron quietos y expectantes. Flotando como
una neblina se acercó hasta la pálida luz de las velas. El viajero, paralizado
por el terror, apenas podía respirar y sentía que los latidos del corazón se
aceleraban y golpeaban su pecho cada vez con mayor fuerza.
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El Sol era una nuez anaranjada que se posaba por el horizonte, el viejo
alemán recorría el camino que conducía a la choza que compartía con su
amante, ubicada al extremo norte de la torre de Rudisbroek que se alzaba
hasta perderse por los cielos, en el lugar más lejano de la existencia. El viejo
siempre usaba un uniforme militar roído y carcomido por una eternidad, su
rostro era el reflejo del hastío, hacía un tiempo que se había quitado aquel
bigote chistoso como el que usaba Chaplin, aunque en él, perdía su gracia
para convertirse en algo amenazador. Su cabello era una cana enredada, un
estropajo usado hasta el cansancio, que le caía por los hombros, pero lo que
más resalta del viejo eran sus ojos, había con un brillo de maldad pura que
escapa desde el hoyo negro que era alma.
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Ese día según sus cálculos, sería su aniversario, algo que tuvo que
explicárselo sin lograr hacerlo entrar en razón, aun así, el viejo decidió hacerle
un regalo, algo para demostrarle su importancia, aunque, su amado no lo
comprendiera. Fue a la tienda de Mefisto y se hundió en ese foso de
antigüedades por los confines del sótano, entre las bizarrías más singulares
que Mefisto había acumulado, aquellas que databan de otra existencia, antes
de los tiempos y las eras, y ahí encontró la caja. Pesaba menos de un gramo
y en ella podrían caber un par de zapatos. Se perdía en una blancura
perpetua y estaba cubierta por algo que simulaba la piel de algo vivo. Mefisto
le contó lo que creía saber sobre la caja blanca, era en cierto modo, como la
caja negra de un avión, sólo que en su interior se escondía el registro de
universos perdidos, y humanidades extintas.
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Hechizo de muerte
Cintia Sarahi
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— ¡No! ¡Por favor no! ¡¿Cómo puedes hacerme esto?!-chillo la joven con
la voz quebrada.
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Bien dicen que todas las cosas tienen su opuesto, ya sea en este mundo
o en el espiritual. Ágata, una hermosa criatura de pelo cobrizo, podría ser la
bondad encarnada al lado de su gemela malvada.
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— Por supuesto que esa era la señal, y debo reconocer que, aunque
usted sea un timador disfrazado de pastor, logro identificar mi verdadera
naturaleza desde el momento en que llego al pueblo. Lástima que su agudo
sentido fallara esta noche. No voy a explicar cómo realicé el hechizo para
cambiar de lugar con Ágata y dado que éramos gemelas, solo cambie el color
de nuestros cabellos. Y en cuanto a nuestra querida puritana, realice otro
pequeño conjuro para evitar que ella revelara nuestras identidades y los pusiera
sobre aviso.
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LA CANCIÓN
Dolo Espinosa
Gilberto odia esa canción casi tanto como odia la voz chillona de
Macarena, ambas cosas le taladran el tímpano, llegan hasta el centro de su
cerebro y allí rebotan de un lado a otro como una pelota imposible de detener,
atacando sus nervios hasta enfermarlo.
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Para más inri y mayor tortura, Macarena parece no conocer más versos
de la maldita canción y repite los mismos versos machaconamente una y otra
vez.
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QUINTA EDICION REVISTA LETRAS Y DEMONIOS
Un velo granate de pura ira nubla los ojos de Gilberto que, a toda
velocidad, corre hasta la cocina, coge el cuchillo más grande que encuentra y
vuelve a recorrer la casa siguiendo las inarmónicas notas:
El paso del tiempo, en lugar de aplacarlo, lo enoja cada vez más. Gilberto
ya no piensa, ya no razona, Gilberto se ha convertido en rabia y odio, un odio
profundo y oscuro hacia esa canción y la garganta de la que sale.
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El odio feroz que, hasta hacía escasos minutos, anulaba su razón había
desaparecido borrado por el silencio y el miedo.
El susto hizo que perdiera el control del coche, la carretera mojada hizo
el resto.
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Dolo Espinosa
Escritora Española. Tiene relatos en diversas antologías y revistas.
Colaboradora en libros de lecturas infantiles de la Ed. Santillana, Editorial
Norma y Maya Educación, web Encuentos, revista digital miNatura, web
Ficción Científica. Relatos en la revista Nictofilia. Libros: Testamento de
miércoles, Ed. Atlantis; Pinocha y la Poción Mágica (Amazon), Queridos
zombis y De dioses y demonios (Lektu).
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EL ESCAPARATE
Elmer Ruddenskjrik
Lo veo todos los días, a la hora de volver a casa. Cerca de mi portal, apenas
tres calles antes, recorriendo la avenida Cansá, está esa pequeña tienda, que
no sé lo que sería antes, si una boutique de ropa, una sencilla panadería, una
ferretería… No lo sé, no lo sé. El caso es que cada vez que paso, él está ahí,
de pie, con su cálida sonrisa.
Todos los días, a las siete y cuarto, más o menos, vuelvo de mi trabajo
en la fábrica textil, a pie, a buen paso, hasta que llego a la altura de la tiendita.
Entonces siempre me freno, me aliso la falda con disimulo y, desde la acera
de enfrente (que es donde queda el portal de mi casa, y quedaría de ansiosa
si cruzara), me vuelvo a mirar al muchachillo, que siempre me está mirando a
mí, con esa larga y franca sonrisa. Y se la devuelvo. Todos los días. Su cara
pálida, resplandeciente como una luna, con los redondos ojos azules brillando
entre los lacios mechones de su cabello negro, siempre parece flotar entre la
bruma de penumbra que inunda el interior del diminuto local.
Los primeros días, supuse que aquella siempre era su hora de cerrar, y
que por eso las luces apagadas y el breve tiempo que se permitía para verme
pasar cada día, a la misma hora, mientras el sol crepuscular me cegaba con
una intensa luz roja desde el horizonte hacia el que se perdía la calle Cansá.
Con el pasar de más de una semana, llegué a la conclusión de que, en
realidad, el joven lo que estaría haciendo sería desalojar la pequeña tienda,
recoger los trastos, limpiarla, habilitarla para que quedara lista para su
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Pero esto no pasa. Día tras día, siempre a la misma hora, nos miramos
y nos sonreímos, pero no sale de la tienda. Pienso que, a pesar de sus
deseos, estará trabajando a sueldo, que será un mandado, y que por iniciativa
propia no puede permitirse salir de la tienda mientras dure su jornada. Quizá
incluso le tengan vigilado desde más adentro, y por eso no hace más que
mirarme con esa candidez, imposibilitado para hacer otra cosa que pueda
indicar que se distrae de sus cometidos. El tiempo que cruzamos nuestras
miradas difícilmente llega cada vez a tres segundos, hasta que pierdo de vista
el estrecho y oscuro escaparate al seguir sin pausa mi camino, así que me
convenzo de que eso mismo es lo que tiene que ocurrir.
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QUINTA EDICION REVISTA LETRAS Y DEMONIOS
— ¿Hola? ¿Disculpe? ¡Joven! ¿Está por ahí? —digo nada más poner
un pie dentro. Me doy cuenta de que acabo de cometer el error de preguntar
inmediatamente por el muchacho. Trato de arreglarlo—. ¿Hola? ¡Joven,
quisiera hablar con el dueño!
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— ¿¡Joven?!
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En este viejo barrio casi todos son ancianos. ¿Cuánto tiempo puede
pasar hasta que alguien se fije en mí?
Elmer Ruddenskjrik
Escritor español de 35 años. Ha autopublicado algunas de sus novelas y
varios de sus cuentos, además de colaborar con María Larralde en la
recopilación de relatos de terror El Tomo Oscuro. Es miembro de la página
web Historias Pulp, y orgulloso candidato a ser seleccionado en los
recopilatorios de Letras y Demonios y de la Editorial Cthulhu siempre que
puede tomarse tiempo para ello.
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Mupsicomio
O.H. Rojas
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El cadáver del melómano se trasladó a las oficinas forenses para los protocolos
establecidos¨
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¨Temporada de Sangre.
Caminé sin rumbo fijo pasadas ya las 10:30 p.m. A lo lejos escuchaba
una triste y persuasiva melodía; ¨con cientos de flores blancas te esperé… el
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A primera hora del día decidí realizar mi propia investigación por razones
morales, o más bien leales. Estoy al tanto de que los suicidas guardan cierta
relación. Mario Frías cortejaba a Madame L´Espanach pero se veía
secretamente con Beatriz Etchepareborda. No poseo más información al
respecto que ésta. Ahora bien, la oficina forense ha emitido su edicto respecto
a las defunciones. El músico y compositor ha muerto de un paro cardiaco,
presumiblemente por tocar el piano durante un periodo indeterminado de
tiempo sin parar. Madame L´Espanach murió mientras tomaba un baño caliente
sufriendo quemaduras en el 90% de su cuerpo, pareciera que ella misma tiró
de su piel hasta arrancarla. Por último, Beatriz Etchepareborda bebió un galón
completo de ácido muriático y continuó fregando el piso hasta su muerte. Algo
llamado intuición –a falta de una mejor palabra- me hace dudar acerca de los
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lluvia cae. Desconcertado, sigo mi sendero por los puentes y los viales de esta
apesadumbrada civilización. Los muros góticos de la Iglesia y su abandonado
y polvoriento mausoleo me brindan la nostalgia necesaria para no encontrar
sentido ni a mi propia existencia. Las fachadas de las casas y los edificios
muestran su lado más lúgubre, engrandeciendo la ya de por sí funesta soledad.
Los cielos se alborotan formando arreboles y un viento helado recorre de norte
a sur el boulevard. Al principio me negaba a creer pero ahora no sé qué pensar,
es que acaso hay algo en este aire que respiramos…
Estuve esperando hasta las 9 a.m. que abriera el café Ravens y ordené
una taza de cortado y un pedazo de tarta. El aspecto pestilente de la ciudad
contagia cualquier atmósfera insignificantemente benévola que se pudiera
encontrar. Pedí el matutino especial y me dispuse a leer mientras mi bebida se
templaba. Deportes, finanzas, cultura, policial, nada nuevo y eso estaba bien.
En las últimas páginas, donde se ofrecen servicios variados y dudosos,
encontré la siguiente publicación:
-OBITUARIO-
Q.E.P.D
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Son las 10:00 a.m. la librería está por abrir. Busco en la sección
Diccionarios uno muy particular que traduzca del húngaro –idioma natal de mi
amigo Frías- al español. La traducción se lee: Szomorú (Adj. Masc. Triste);
Vasárnap (Sust. Domingo); El domingo triste. El Domingo Triste es la partitura
que permanecía en el piano de Frías. Tres sobres vacíos, tres discos vinilos
han sido entregados; uno a Beatriz Etchepareborda (B.E), otro a Laura
L´Espanach (L.E.) y uno más Amplitud Modulada (A.M.)
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Tristemente un domingo
Esperé y esperé,
El latido de mi corazón
Me trajeron a la iglesia
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O. H. Rojas
Escritor mexicano de 28 años. Amante asiduo de la literatura de terror.
Paramédico de profesión y escritor amateur. Ha participado en números
anteriores de La Revista Letras y Demonios.
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— ¿Qué quieres de mí? -le pregunté un día- por fin te estoy liberando.
¡Lárgate!
¡Mentira! Esa cosa ni rostro tiene, no le puedo llamar rostro a eso que no
alberga pizca de vida. El hombre que amé tenía la piel canela y dos grandes
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Cuando por fin lo tuve entre mis brazos no me nació sentimiento alguno
hacia la criatura. Al contrario, le tenía celos, ¿qué es lo que un hombre ve en
un niño? Fabio se fue en busca de un hijo sin saber que yo había quedado
embarazada en nuestro último intento.
¿Cómo lo logré? Pues es una historia muy oscura, bastará decir que lo
hizo una bruja a la que le di todo lo que me pidió para, a cambio, albergar vida
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en mi interior. La vieja pidió partes humanas de vidas enfermas, y eso le di, ¿de
dónde lo conseguí? Vivo cerca de un cementerio y a un kilómetro de acá está
la posta médica más cercana. Pasaba noches fuera de casa para poder cumplir
mi tarea, mientras Fabio dormía yo le robaba miembros a los enfermos
abandonados y muertos olvidados. Todo lo hice para que el hechizo funcione,
todo para tener un hijo de él en el vientre, todo por este ardor que siento en mi
pecho por él, amor le dicen, yo le llamo devoción.
Todos dirían que estoy loca, mas no es así. Es fácil juzgar a quienes
hemos sufrido con tal intensidad. Después de haber cumplido con mi labor, lo
vi flotando en la bañera y una gran sonrisa invadió mi rostro. Por fin estaba libre
de él.
Todo salió mal. Maldigo el día en que le supliqué a la bruja que el amor
de mi vida nunca se apartara de mí. ¡Maldita canalla! Fabio nunca regresó. Y
lo que tengo ahora es un pequeño cadáver que balbucea mi nombre con voz
gutural, todo lo que me queda hoy es este monstruo diminuto que me dice
“mamá”.
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Pasó el tiempo, sucedieron nuevos casos y otro niño, esta vez de quince
también se desvaneció sin dejar indicios… la coincidencia era que ambos
pertenecían a la misma secundaria. Y eso activó las alarmas en mi mente.
Decidí interrogar al personal. Los profesores parecían buenas personas y
lucían angustiados por la desaparición de dos estudiantes. El director también
era un buen hombre, ahora deprimido pues temía que siguieran retirando
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Ahora estaba en ese pueblo… apacible y cálido bajo la luz del atardecer.
Estaba cansado, le pregunté a varias personas dónde quedaba el mejor hotel.
Me dijeron que sólo había uno. Una hermosa casona de dos pisos con
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QUINTA EDICION REVISTA LETRAS Y DEMONIOS
— ¡Oh! Qué interesante ya que aquí nunca sucede nada… perdón, debo
haberle parecido morbosa. Tome la habitación siete, es la suya. Lo ayudaré en
todo lo posible. Mañana si quiere podemos conversar sobre el caso.
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sentó a mi lado en la cama para que su perfume francés me golpeara igual que
un tsunami lo hace con una costa indefensa.
La tomé entre mis brazos para besarla. Podía sentir el néctar de sus
labios yendo hacia los míos. Poco a poco retiré su vestido y sus pechos
abarcaron mis dos manos. Su piel era de una suavidad exquisita, promesa de
tiempos mejores… tiempos de amor.
Esa tarde lo hicimos salvajemente, ella era tan dominante como yo y por
momentos sumisa ante las embestidas de mi miembro mientras le jalaba su
cabello ondulado. Fueron momentos que jamás olvidaré.
Al otro día decidí seguir explorando Colibrí. No había mucho que resaltar
salvo su perfección. Cada casa era una joya y estaba magníficamente cuidada
y cada uno de los pueblerinos tenía una amabilidad que a veces me resultaba
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Casi sin darme cuenta mis pies me llevaron hasta el cementerio local.
Un lugar lleno de jardines y regadores que dejaban siempre mojada la hierba.
Una mujer estaba en cuclillas cerca de una de las lápidas y me acerqué a ella.
Estaba llorando desconsolada.
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Seguí sin rumbo unas cuantas horas más. Necesitaba una estrategia.
Una vigilancia extrema en la secundaria para hallar pistas y hablar con testigos
que me dieran una imagen de su rostro.
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QUINTA EDICION REVISTA LETRAS Y DEMONIOS
— Un turista está mal. Ya viene la ayuda del doctor. Me iré unos minutos
a supervisar. No te vistas porque cuando vuelva seguiremos.
Ella se fue y yo me levanté sin saber muy bien qué hacer. Observé los
muebles lujosos y antiguos de gran factura, el papel tapiz crema con sus
dibujitos hasta que algo llamó mi atención… unos cabellos rubios al lado de una
de las bibliotecas. Los tomé con mi mano y me percaté de un grupito de marcas
con forma de semicírculo. La biblioteca era una puerta secreta.
Desesperado traté de abrirla por todos los medios pero sin efecto. Eso
no era problema. Aquella no era una puerta cualquiera ni yo un policía común.
Con las ganzúas que guardaba en la billetera y que me habían salvado más de
una vez busqué algún mecanismo en la rendija contra la pared. Luego de un
par de minutos logré hacer la combinación para abrirla.
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QUINTA EDICION REVISTA LETRAS Y DEMONIOS
Salí del cuarto secreto y lo cerré para que no diera cuenta de nada. En
ese instante siento que se abría la puerta de la habitación. Sin saber qué hacer
me introduje como un rayo en el baño.
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QUINTA EDICION REVISTA LETRAS Y DEMONIOS
Yo le mostré el frasco de veneno, ella miró mis ojos y los encontró como
dos pozos muertos, sabía que jamás le daría ayuda.
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QUINTA EDICION REVISTA LETRAS Y DEMONIOS
VICTOR GRIPOLI
Escritor uruguayo. Es docente de Artes Plásticas en Universidad y Primaria.
Poeta y Escritor con una novela publicada en E—book y varios relatos
editados. Es su segunda participación en la revista Letras y Demonios.
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QUINTA EDICION REVISTA LETRAS Y DEMONIOS
Aquí estoy
Daniel Frini
Y aquí estoy, pudriéndome mientras cuelgo de una rama añosa, con una soga
que aún lastima mi cuello. El viento juega conmigo y me hamaca. Los soles a
plomo queman mi piel grisácea y me mojan las lluvias.
Con los ojos muy abiertos, lo veo todo. Según cómo gire mi cuerpo,
puedo estar horas contemplando un punto fijo del viejo árbol, los campos de
girasoles o el camino de tierra que lleva al pueblo. Sé quién sale y quién entra
del caserío. Algunos me escupen cuando pasan, otros se persignan y, los
menos, me dedican una breve oración antes de seguir su camino. No nací aquí.
Estaba de paso, pero he aprendido a conocer a cada uno de ellos.
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QUINTA EDICION REVISTA LETRAS Y DEMONIOS
Daniel Frini
Escritor argentino de 53 años. Autor de “Poemas de Adriana” (2017), “Manual
de autoayuda para fantasmas” (2015) y “El Diluvio Universal y otros efectos
especiales” (2016). Participa en numerosas antologías y fue traducido a varios
idiomas. Ha obtenido, entre otros reconocimientos, el Premio ‘La Oveja Negra’
(2009), Premio ‘El Dinosaurio’ (2010), Premio I Certamen Internacional de
Relato Corto Nouvelle (2017, España) y el Místico Literario del Festival
Algeciras Fantastika 2017 (España).
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QUINTA EDICION REVISTA LETRAS Y DEMONIOS
EL CHUPAHUMANOS
R.Y. Ayala M.
En invierno, la noche parece descansar sobre una profunda oscuridad que nos
hace sentir ciegos, vulnerables, indefensos, optando por mantener los ojos
cerrados, porque cerrar los ojos es una acción en la cual aparentemente
tomamos control… Una costumbre de certeza. Te besan con pasión, cierras los
ojos, la realidad es sutilmente brutal, cierras los ojos. ¿Lo ves? Certeza.
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contradiciendo los hechos por los cuales fue juzgado como un demente, y que
sólo unos sordos o casi sordos podrían ver que somos absolutamente nada
para ellos.
¿Ellos quiénes? ¿A qué se refería con mencionar que unos sordos o casi
sordos obtendrían la verdad? Estas preguntas y sus posibles respuestas
rebotaban por horas dentro de mi cráneo en forma de pensamientos, y en
algunas noches, en forma de sueños siniestros que me hacían despertar
bañado en un sudor frío y con un nerviosismo estrepitoso que me fue
desgastando semana a semana hasta ser insoportable. No estoy muy seguro
si fue la suma de estos pensamientos, junto a la actitud obsesiva que me
caracteriza y mi limitación física de escuchar poco, lo que hizo sentirme como
el elegido para llevar a cabo la tarea inconclusa y comenzar una expedición
absurda a modo de mesías, basado en los relatos de la misteriosa libreta, que
bien habría podido optar por interpretar como pequeñas ficciones antinaturales
de un anciano trastornado, pero eran tan minuciosamente escritas y
descriptivas, tan naturales, que sólo habría unan forma de comprobarlo. Cerré
los ojos. Era todo lo que necesitaba para tomar la decisión.
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Corrí tras ellos hasta llegar a una parte del pueblo donde no había
absolutamente nada más que la poca vegetación desértica y unos montículos
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QUINTA EDICION REVISTA LETRAS Y DEMONIOS
Cierro los ojos, cierro los ojos. Una luz aparece sobre el cielo, desciende
y con ella otras diez criaturas como esa, más pequeñas, encadenadas a una
especie de correas que traen cinco personajes tipo humanoides difíciles de
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EL MALETERO
M.A.Alvarez
Parte 1
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Parte 2
Parte 3
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David Sarabia
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Cuando su cara quedó libre, Kalotas abrió los ojos y lo que vio era la imagen
de un oscuro sueño.
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Dos pequeñas fogatas que flotaban emergieron del pórtico. Eran dos sujetos,
con una antorcha cada uno. Cuando se acercaron lo suficiente, el regordete
les comunicó.
— Aquí les manda el Lord a este cerdo, para ya saben qué… - Acto seguido,
se dio la vuelta subiéndose a la Cherokee. Los demás sicarios lo imitaron y el
vehículo rugió girando en sentido contrario, internándose de regreso hacia el
camino que serpenteaba, llevándose consigo la música de narcocorridos.
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Kalotas fue empujado por el interior del sofocante túnel hasta llegar a una
puerta de hierro herrumbroso con un crucifijo fijado en ella, con un Cristo
agonizante que le daba la bienvenida a la malaventura. La poderosa mano
soltó su nuca, para extraer una llave e introducirla dentro del ojo de la
cerradura. El otro escolta cortó la atadura con un cuchillo. La puerta fue
abierta en medio de un chirriante sonido. Quiso jugársela en un segundo,
intentar escapar. Pero sus captores fueron veloces al desatarlo y empujarlo a
la vez al interior de ese… pozo.
Cayó de bruces sobre un suelo de arena. El golpe no fue fuerte, pero sí dolió.
Al parecer, no estaba tan hondo el pozo-agujero-sótano, o lo que fuese.
Rodó hacia un costado, quedando boca arriba y con los brazos extendidos.
Inhaló una larga bocanada de aire para calmar sus nervios. La oscuridad total
lo devoraba inexorable. Al cabo de transcurridos unos minutos, u horas, no
podría saberlo, se serenó… pero… algo se movió en la oscuridad.
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A Kalotas le parecía la típica conversación de cárcel que inicia con las típicas
preguntas de: ¿Qué hiciste? ¿Por qué te encerraron?
— Yo nada, sólo trabajaba para otro jefe. Nos cayó un comando armado y
reventaron el lugar, mataron a todos. Sólo quedé yo. Me rendí y me agarraron
y aquí estoy.
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— ¡Bah!-, dijo él, -qué más da. De todos modos, como dice usted, aquí vamos
a morir– Y suspiró, –quizá es nuestro destino, morir aquí como ratas, en este
pozo.
— Dime una cosa, ¿allá arriba, todavía sigue la guerra contra el crimen
organizado?
— Todavía-, respondió con enfado. -No tienen para cuándo. Tal parece que va
a ser eterna…
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Kalotas quiso defenderse tomando por las solapas al lunático de Martelo, pero
éste era tres veces más fuerte y rápido quitando de un manotazo sus manos
para tomarlo por atrás y hundir su dentadura en el cuello. Kalotas entró en
pánico y sintió cómo se enterraron un par de dientes afilados como el acero,
perforando su piel, desgarrando músculo, cortando venas y arterias. Con el
corazón al borde del colapso, se desvanecía empapado en su propia sangre,
que emanaba a borbotones. La vida se le escapaba llevándose sus escasas
fuerzas, muriendo y mirando por última vez el par de ojos amarillos que lo
acompañaban en esa tumba subterránea.
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Sintiéndose vigoroso, pero sin la fuerza original que tiempo atrás ostentaba
con orgullo, salió del recinto por la abertura del nicho y caminó gallardo hacia
el centro del pozo. Allí se detuvo y miró hacia un punto en especial, arriba,
hacia la puerta. En el centro de la cruz, una diminuta cámara oculta lo miraba
a él también.
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Olvidó ese corrido y mejor elevó una oración en una lengua muerta, dándole
las gracias al dios antiguo por no haberse olvidado de él, y haberle enviado
alimento, aunque sea para esa noche. No importaba, Sobreviviría… estaba
decidido. Podrían herirlo, quebrarlo, destazarlo, mas no destruirían su
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Gerard Moliné
— Dios mío…
— ¿Fue aquí?
— No, en el jardín.
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— ¿Era joven?
— ¿Cómo tú?
— Sí.
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— Y… ¿Qué vio?
— Pero…
— ¿Por qué?
— Durante muchos años pensé que era una cobarde. Ahora empiezo a
entender lo que es el miedo, lo que puede llegar a hacer con nosotros. Me
quedé paralizada. Observé algo que me heló el corazón…
— Que miedo…
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— Eso mismo sentí yo. Aquel hombre esperó a que la chica estuviese
de espaldas y se lanzó sobre ella sujetándole la cabeza con una mano. Poco
a poco subió las manos por su cuello hasta su boca y no la dejó gritar. Con la
otra mano, el asesino le abrió el vientre con un cuchillo de caza envuelto en
mil destellos. Por Dios que quedé cegada por aquella luz…y el vestido blanco
se volvió negro…de sangre…negro como la noche…
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— Señora Fielding…
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Canto a Satán
Kristina Ramos
¡Magia negra!
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Ennegrecida esta mi alma, llevo tus marcas con orgullo, mis ojos están
fríos como la muerte, siempre fiel a tu lado estaré.
¡Soy tu hija!
Reina de la Oscuridad…
Kristina Ramos
Escritora peruana de 30 años.
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el anti-creación
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ESCRITORES INVITADOS
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Ahora lo que cuenta es hacerme con uno de los tipos que huyen para
sacrificarlo y saber lo que debo hacer luego. Mi túnica blanca, mi tez cerúlea y
mis largos cabellos níveos sin duda no son habituales en la moda que rige
este mundo gobernado por esa vieja mujer que reside en Londinium y se
llama Victoria, pero imponen respeto. Un tipo tocado por un bombín se
detiene bruscamente, y voltea la cara hacia mí; tiene el semblante sudoroso y
jadea como si hubiera corrido mucho, su chaqueta está abierta y de uno de
sus bolsillos se asoma una libreta de apuntes. No sé muy bien lo que este tipo
quiere de mí en medio del éxodo general, pero el caso es que me viene a
pedir de boca pues me ahorra el trabajo de buscar una victima para el
sacrificio que he proyectado hacer.
En eso sacó mi daga de su tahalí y se la hundo a la altura del pecho, el infeliz
pierde el equilibrio y se derrumba sobre el suelo, perdiendo el bombín y
desatando una nube de polvo mientras cae. Nadie se preocupa de su suerte,
y todos continúan alejándose hacia lo que consideran su seguridad, mientras
tanto yo arrastro el cuerpo hacia mi cueva, son sin antes echarle un rápido
vistazo a la retaguardia, de ese modo pude ver cómo eran los seres que
provocan la huida de esta horda descontrolada, y se me ocurrió que si
procedían de alguna parte ese lugar debía ser el mismo infierno, pues el
horrendo aspecto de esas criaturas y sus cabalgaduras hace consecuente
que se me dé por pensar así.
Debo apurarme en arrastrar el cuerpo mi victima hacia el interior de la cueva,
pues si no lo hago es factible que alguno de los hambrientos decápodos que
acompañan a esos extraños jinetes se le ocurra probar la carne del fulano que
estoy arrastrando. Mentalmente le pido auxilio a mi dios para que siembre de
espejismos el camino que voy dejando atrás, solo me sentiré seguro cuando
ponga distancia entre esos decápodos y yo.
Un traqueteo de engranajes resuena por encima de mi cabeza, eso me indica
que la reja que vigila la entrada de mi cueva está descendiendo, por ende, ya
no tengo nada que temer del exterior. Por arte de magia (o por el poder de mi
dios que mas da) la yesca de las antorchas, estratégicamente distribuidas a lo
largo de la cueva, se encienden, y una vaga claridad se expande por toda la
cueva brindando nitidez a la escena.
La hoja de mi daga continúa ociosamente hundida en medio del pecho del
fulano que elegí como víctima, una marea carmesí rezuma a través de aquella
herida recién abierta, puede parecer extraño pero cuando mi retina capta la
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2. La transformación de Edgar.
El camino se está acabando ya, y realmente no hay escapatoria ni queda un
lugar donde ir, más allá está el mar, pero el agua salada es el hogar de los
peces no de los hombres. Los marcianos cubren todas las salidas de la playa
con esos jamelgos horrendos que parecen dinosaurios domesticados, y sus
manos cogen con firmeza esos hilos tensos y sutiles que fraccionan los
cuerpos para que sean devorados por esos perros del averno cuya función
para ser limpiar el camino de restos humanos frescos y palpitantes, que
aparecen dispersos a lo largo de la senda que nos ha traído hasta aquí como
ofrendas dispuestas para un dios cruel.
Ahora que lo pienso me pregunto si estos seres tendrán algún dios ¿nos
estarán descuartizando para hacer puntos ante esa supuesta deidad o
simplemente vienen a hacer el trabajo sucio del dios cristiano, cuya religión
llego a estas tierras a principios de la Era cuyo computo seguimos?
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DOCE HORAS
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Con la claridad del día, desperté. Era domingo, me disponía a bajar las
persianas para intentar eternizar el sueño. Pero el tictac me desveló. Recordé
el reloj, lo saqué del bolsillo de mi chaqueta y lo miré. Tanto la carcasa como
las agujas eran de oro, me recreé en su filigrana, el gran trabajo de algún
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Por más que intenté detenerlo, fue imposible. Daba igual que alzara la
rueda de ajuste o levantara la tapa trasera, no lo conseguí. Tendría que
repararlo si quería venderlo y eso me propuse. A punto de alcanzar la
escalera, reflexioné, y después de contemplarlo regresé sobre mis pasos, abrí
la puerta, lo dejé en el recibidor y marché. Aún no había comenzado a bajar
cuando sentí la imperiosa necesidad de recogerlo, de llevarlo encima. No sé
por qué lo hice, era como si notara que algo de vital importancia me faltase. Y
ahí estaba, tan bello, tan enigmático, tan brillante.
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Pues está usted de suerte, he heredado las inquietudes del viejo. ¡Déjeme
verlo!
Mentí, pero algo tenía que decir, había sido muy amable conmigo.
Toda la tensión vivida desde el mismo momento en el que lo tomé entre mis
manos, se tradujo en un inmenso cansancio que hizo que deseara, por
encima de todo, regresar cuanto antes a casa y tumbarme un rato para
recuperarme. Apenas lancé los zapatos al otro lado del cuarto, cerré los ojos.
El tictac de un reloj me sorprendió. Era imposible, debía ser fruto del estrés,
quise creerlo. Pero no, ¡ahí estaba! ¿Cómo era posible? Estaba seguro de
que había regresado a por él después de salir de casa y que lo metí en el
bolsillo de mi chaqueta, y es de ahí de donde había desaparecido. ¿Cómo era
posible que después de todo aquello, ahora, se encontrara sobre la mesilla
de noche? Me aterroricé. Desconfié de volverlo a agarrar, de abrir su tapa, de
mirar su esfera por miedo a que continuara su avance en retroceso. Por mi
cabeza pasaron las más alocadas teorías, todas haciendo mención de las
obscuras y poco éticas circunstancias de su adquisición. Lo había robado, es
más, se lo había arrebatado a un muerto, seguro. Un hombre al que
desprecié desde el primer instante y al que sólo atendí porque ambicioné su
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reloj. Debía tratarse de una maldición por robarlo. O quizás, aquella joya ya
estaba maldita, de ahí el desespero de su anterior propietario, que no hacía
más que observarlo de forma angustiante. Entonces, recapacité, ¿y si lo
devolvía? Si preguntaba en la compañía o me acercaba hasta la comisaría
interesándome por el muerto podría retornarlo a sus propietarios legales y eso
me libraría de este injusto castigo, yo no le había hecho nada a aquel hombre,
por eso no me preocupaba confesar que me lo había quedado, el
arrepentimiento es prueba de inocencia, yo no le puse las manos encima al
difunto, eso se debía saber ya. Tenía la conciencia tranquila.
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— ¿Qué me están llamando? Bueno, sea como sea, aquí les dejo el
reloj, seguro que aparece el dueño para reclamarlo – con un fuerte golpe lo
deposité sobre el mostrador y, sin darles tiempo para que reaccionaran, corrí
hasta llegar a la casa.
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Salté del lecho. Miré sobre la mesilla. ¡Ahí volvía a estar el reloj!
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Tenía gracia la pregunta, hacía casi doce horas que yo había vivido
una situación similar. Fue entonces cuando supe que todo estaba perdido,
que no podía escapar del mordiente sino que me había tocado recoger.
Sentado en un banco del parque, cerré los ojos resignado y aguardé mi
destino. Ojalá nadie lo encuentre y se pierda. Ojalá yo sea el último en sufrir
el deseo irrefrenable por poseerlo que provoca la maldición de este objeto.
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Leonardo González
9 de enero.
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ser el agresor. Todo esto fue documentado por todos los medios de
comunicación posible. Cuando capturaron a Bront, lo televisaron. Hicieron un
operativo entrando a su casa y, lo que fue grabado por las cámaras hizo
revolver el estómago de los televidentes. Pedazos de piel humana regados
sobre la mesa de la cocina, manchas de sangre por todas partes, ollas de
gran tamaño sobre una estufa vieja. Bront tenía ensangrentada la ropa y
acariciaba lo que parecía ser el brazo de Susi. La policía de igual forma
recuperó otros restos humanos que permanecían guardados sobre bolsas en
el refrigerador, al parecer la pequeña no había sido su única víctima. A partir
de ahí se realizaron muchas manifestaciones en el país. El día que
enjuiciaron a Bront, un grupo grande de personas aguardaba afuera de la
corte con carteles. Después de que Bront fuera declarado culpable de varios
crímenes y ser condenado a muerte, la tensión en el país aumentaba. La
gente estaba alarmada por este fenómeno del canibalismo. En las noticias
aparecieron estadísticas que hablaban sobre un incremento de casos de
canibalismo en todo el mundo. La gente buscaba una solución, el gobierno
estaba desesperado por la histeria pública y, el 9 de febrero de hace 1 año,
apareció la organización Mauguy. Proponía una tregua con todos los
caníbales que podían abundar escondidos en casa a la espera de salir a
cazar una víctima. Propusieron la semana Pasant como solución. Cada mes
durante una semana la gente podía comprar y consumir carne humana en dos
grandes almacenes. Parecía una gran locura pero fue aceptada la propuesta.
En televisión ahora abundaban comerciales diciendo que, hasta los años
20´s, el alcohol era ilegal. Eso provocaba muchas muertes en los conflictos de
contrabando y la mafia y, cuando por fin fue legal, la violencia se tranquilizó.
Querían dar la idea de que lo prohibido provocaba algo en el ser humano de
hacerlo. Nunca dieron información de dónde se conseguía esa carne humana.
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18 de febrero.
Ayer me quedé sin empleo ¡Maldita sea! La empresa donde trabajaba hizo un
duro recorte de personal y me dejó sin nada. Me siento preocupado, nunca
me aseguré ni vi por mi futuro. Hoy en la mañana, mientras paseaba por la
calle, encontré una hoja pegada en un poste que ofrecía empleo, con la
leyenda de “muy buen sueldo” no explicaba más sobre el trabajo. Llamé ahí
mismo desde un teléfono público y me dieron una cita para mañana, 19.
Acabo de percatarme de algo en el anuncio cuando llegué a mi casa, me
ruboricé demasiado. Había un símbolo de Mauguy en la parte inferior.
21 de febrero.
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Sé que pueden pensar muchas cosas sobre mí, y que también puedo cometer
errores, no tengo nada que decir en mi defensa.
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23 febrero.
7 marzo.
Mis días han pasado en singular agonía. No he gastado todo el dinero que
gané hace días, permanece el fajo en la mesa de la cocina. Se acerca la
semana Pasant, he pensado seriamente en ir para conocer el lugar. S í, así
será.
9 marzo.
Estoy aquí afuera del almacén. Son las 10 de la mañana y ya abrieron. Hasta
el momento he visto entrar a dos sujetos que vestían trajes muy caros,
permanecieron algunos minutos y luego salieron con una bolsa cada uno.
Creo que es momento de entrar. Al fondo veo un pequeño cubículo, dos
policías lo resguardan. Me acerco y uno de ellos me pregunta cuántas
raciones llevaré, nervioso contesto que sólo una. Amenazante me pide mi
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18 marzo.
21 marzo.
Sería buena idea hacer, en lugar de una semana, todo un mes Pasant. Un
mes sí y un mes no ¿Verdad que es una buena idea? Con el dinero del fajo
he encargado un paralizador eléctrico por internet, no sé, me pareció
grandioso tener uno en casa. Llegará mañana el pedido.
4 abril.
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una hora vi al cura de la ciudad sentado afuera del lugar, no quiso hablar
conmigo.
8 abril.
El dolor que siento lo calmo pensando que faltan menos de doce horas
para que sea 9.
12 abril.
Ahora soy de los primeros en llegar, incluso antes de que abran. El dinero del
fajo está casi agotado, eso me preocupa terriblemente. Noto que la calidad de
la carne humana disminuye con cada día que pasa. Se me acaba el dinero
pero todavía tengo el paralizador y una quemadura muy profunda en mi
estómago.
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Leonardo González
Escritor mexicano de 18 años. HA participado en revistas y antologías, de
igual forma tiene un libro de cuentos publicado con la editorial Alebrijez.
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LOS NO BAUTIZADOS
ALFONSO PADILLA
La mujer fue lanzada junto con sus hijas, los dos verdugos las mantenían a
raya mientras el sacerdote Norberto las veía triunfante desde su silla de
mandatario. Abajo el esposo de aquella familia condenada suplicaba por ellas.
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Evelyn se hizo para atrás pensando en huir pero ya era sujetada por un
verdugo, el cual la llevó hacia el podio, la arrojó cerca de las condenadas.
Norberto cerró los ojos y respiró profundo, luego lanzó su mirada acusadora
sobre la chica. Se quedó un rato callado y luego lanzó una risotada salvaje.
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— No, no, no quiero morir —dijo Evelyn haciendo un gran esfuerzo por
hincarse de nuevo—. Bautíceme.
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CONTACTOS
ESCRITORES SELECCIONADOS
Patricia K. Olivera:
http://pkolivera.blogspot.com.uy
cmfederici@hotmail.com
http://elescribabeodo.blogspot.com.uy/
Israel Montalvo:
https://www.facebook.com/Israel-Montalvo-art-534243366690695/
marishcka_69@hotmail.com>
Dolo Espinosa:
Elmer Ruddenskjrik :
https://www.facebook.com/jebedhia.vs.ruddenskjrik
O. H. Rojas:
https://www.facebook.com/Mupsicomio
llcc1103@gmail.com
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Victor Grippoli:
https://www.facebook.com/victor.grippoli
Daniel Frini:
https://www.facebook.com/DanielFriniEscritor/
M.A. Álvarez
auxilili.blogspot.com
https://www.facebook.com/gerard.molinecelma
Kristina Ramos:
https://www.facebook.com/Maria.Kristina.Ramos.Herrera
ESCRITORES INVITADOS
Ruben Mesias Cornejo:
https://www.facebook.com/mesiascornejo
https://www.facebook.com/monellecoghan
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Leonardo González.
https://www.facebook.com/leo.c.glez.9
Alfonso Padilla
https://www.facebook.com/alfonsopadillaescritor/
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