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ROMANOS 12:21

EL CRISTIANO Y SUS SEMEJANTES

Romanos 12:14-21

Bendecid a los que os persiguen; bendecidlos en vez de


maldecirlos. Alegraos con los que están alegres, y llorad con los que
lloran. Vivid en armonía con los demás. Guardaos del orgullo, y no os
resistáis a asociaros con la gente sencilla. No os creáis más sabios
que nadie. No devolváis mal por mal. Procurad que vuestra conducta
sea tal que no ofenda a nadie. En lo que dependa de vosotros, vivid
en paz con todo el mundo. Queridos hermanos: No tratéis de vengaros
de nadie por vosotros mismos; dejad que sea La Ira la que lo haga por
vosotros; porque está escrito: «La venganza me corresponde a Mí; Yo
retribuiré, dice el Señor." Así que, si tu enemigo tiene hambre, dale de
comer; y si tiene sed, dale de beber. Al hacer eso le amontonas brasas
sobre la cabeza. No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con
el bien.
Pablo ofrece una serie de reglas y principios para gobernar nuestras
relaciones con nuestros semejantes.
(i) El cristiano debe arrostrar la persecución orando por los que le
persiguen. Hace mucho tiempo Platón había dicho que una buena
persona prefiere que le hagan mal antes que hacérselo ella a los
demás; y odiar siempre es malo. Cuando un cristiano es insultado o
maltratado, tiene el ejemplo de su Maestro, Que pidió el perdón de los
que Le estaban crucificando.
Una de las más fuertes fuerzas de atracción al Cristianismo ha sido
esta serena actitud de perdón que han mostrado los mártires de todos
los tiempos. Esteban murió pidiéndole a Dios que perdonara a los que
le estaban apedreando (Hch 7:60 ), entre los cuales había un joven
llamado Saulo, que después sería Pablo, apóstol de los gentiles y
siervo de Cristo. No cabe duda que el impacto de la escena de la
muerte de Esteban fue una de las claves de su conversión. Como dijo
Agustín: "La Iglesia debe Pablo a la oración de Esteban.» Muchos
perseguidores han llegado a ser seguidores de la fe que trataron de
destruir al comprobar cómo perdonan los cristianos.
(ii) Hemos de alegrarnos con los que están alegres, y llorar con los
que lloran. Hay pocos lazos tan entrañables como el del dolor
compartido. Cierto escritor nos cuenta lo que dijo una mujer americana
de color: Una señora de Carleston conocía a la criada negra de una
vecina. "He sentido mucho la muerte de su tía Lucy -le dijo-. Debe de
echarla usted mucho de menos, porque eran tan amigas...» "Es
verdad -contestó la criada-, siento mucho que se haya muerto. Pero no
éramos amigas.» "¿Qué? Yo creía que sí lo eran. Las he visto a
ustedes hablar y reírse juntas muchas veces.» "Sí, es verdad -fue su
respuesta-;nos reíamos y hablábamos mucho, pero no éramos más
que conocidas. ¿Sabe, señorita Ruth? Nunca lloramos juntas. Las
personas tienen que llorar juntas para ser amigas.» El lazo que
producen las lágrimas une más que nada en el mundo. Y sin embargo
es más fácil llorar con los que lloran que alegrarse con los que están
alegres. Hace mucho, Crisóstomo escribió sobre este pasaje:
«Requiere más talante cristiano alegrarse con los que están alegres
que llorar con los que lloran; porque esto último se hace perfectamente
por naturaleza, y no hay nadie tan duro de corazón que no llore con el
que pasa por una calamidad; pero lo otro requiere un alma muy noble,
que no sólo está libre de la envidia, sino que siente placer con la
persona que es estimada.» Es verdad que es más difícil congratularse
con el éxito ajeno, especialmente cuando supone una desilusión
propia, que sentir el dolor o la pérdida de otro. Sólo cuando estamos
muertos al yo podemos regocijarnos en el éxito de otro como si fuera
nuestro.
(iii) Hemos de vivir en armonía con los demás. Fue Nelson el que,
después de una de sus grandes victorias, dio como la razón de ésta
en su informe: «Tuve la dicha de mandar a una compañía de
hermanos.» Eso es lo que debe ser una iglesia cristiana: una
compañía de hermanos. Leighton escribió una vez: "La forma de
gobierno eclesiástico puede ser optativa; pero la paz y la concordia, la
amabilidad y la buena voluntad son indispensables.» Cuando la
discordia se introduce en la sociedad cristiana, se pierde la esperanza
de hacer un buen trabajo.
(iv) Hemos de guardarnos del orgullo y el esnobismo. Tenemos que
recordar siempre que el parámetro por el que juzga el mundo no es
necesariamente el mismo que usa Dios. La santidad no tiene nada que
ver con el rango, la riqueza o el nacimiento. El Dr. James Back
describe una escena de una iglesia cristiana primitiva. Se ha
convertido una persona importante, y viene al culto por primera vez.
Entra en la habitación donde se está celebrando. El que dirige el culto
le señala un lugar. "¿Se quiere sentar ahí, por favor?» -le dice. «No me
puedo sentar ahí -le contesta el hombre importante-,porque eso sería
sentarme al lado de mi esclavo.» «¿Quiere usted tener la bondad de
sentarse ahí?» -le vuelve a indicar el pastor. «Pero -replica el hombre-,
¡no querrá usted que me siente al lado de mi esclavo!» "¿Quiere usted
sentarse ahí?» -le dice el otro por tercera vez. Por último el hombre
importante cruza la habitación, se sienta al lado de su esclavo y le da
el beso de paz. Eso es lo que hacía el Cristianismo, que era lo único
que lo podía hacer en el Imperio Romano. La iglesia cristiana era el
único lugar en el que se sentaban el amo y el esclavo el uno al lado
del otro. Sigue siendo el único sitio en el que todas las diferencias
humanas han desaparecido, porque Dios no hace discriminación.
(v) Hemos de procurar que nuestra conducta sea tal que no ofenda
a nadie. Pablo insiste en que la conducta cristiana no sólo debe ser
buena, sino parecerlo. Hay un supuesto «cristianismo» intransigente y
antipático; pero el verdadero Cristianismo es algo que da gusto ver.
(vi) Hemos de vivir en paz con todo el mundo. Pero Pablo añade
dos condiciones:'(a) Dice si es posible. Puede llegar el momento en
que las exigencias de la cortesía tengan que ceder el paso a las del
principio. El Cristianismo no es una pachorra tolerante que lo acepta
todo con los ojos cerrados. Puede que haya momentos en los que hay
que librar batallas, y el cristiano no debe evadirlas. (b) Dice en lo que
dependa de vosotros. Pablo sabía muy bien que a algunos les es más
fácil vivir en paz que a otros. Sabía que algunos tienen que contenerse
más en una hora que otros en toda la vida. Haremos bien en recordar
que la bondad les es considerablemente más asequible a unos que a
otros. Eso nos librará de la crítica y del desánimo.
(vii) Hemos de abstenernos hasta de pensar en vengarnos. Pablo
da tres razones: (a) La venganza no nos corresponde a nosotros, sino
a Dios. En última instancia ningún ser humano tiene derecho a juzgar
a otro; sólo Dios puede hacerlo. (b) La mejor manera de ganarnos a
una persona es tratarla con amabilidad en lugar de vengarnos. La
venganza puede quebrantar su espíritu; pero la amabilidad
quebrantará su corazón. "Si somos amables con nuestros enemigos
dice Pablo-, eso amontonará brasas sobre su cabeza.» Eso no quiere
decir que hará que le caiga encima un castigo peor, sino que les hará
sentir una vergüenza que no podrán soportar, y que los obligará a
cambiar. (c) El rebajarnos a vengarnos es dejarnos vencer por el mal.
El mal nunca se puede conquistar con el mal. Cuando el odio se
encuentra frente al odio, se crece; pero si se encuentra con el amor, se
desintegra. Como decía Booker Washington:
«No voy a permitir que ninguna persona me haga rebajarme a
odiarle.» La única manera de dejar de tener enemigos es hacernos
sus amigos.

12.17-21 Estos versículos resumen el meollo de la vida cristiana. Si


amamos a alguien de la misma manera que Cristo nos ama,
estaremos dispuestos a perdonar. Si hemos experimentado la gracia
de Dios, anhelaremos que otros también la disfruten. Y recuerde, la
gracia es un favor inmerecido. Cuando damos de beber a un enemigo,
no excusamos sus errores. Los reconocemos, los perdonamos y
amamos a la persona a pesar de sus errores, tal como Cristo lo hizo
con nosotros.

12.19-21 En estos días de constantes pleitos e incesantes demandas


en busca de derechos legales, el mandato de Pablo suena casi
imposible de aceptar. Cuando alguna persona nos hiere
profundamente, en lugar de reaccionar como merece, Pablo dice que
hay que ser amistoso. ¿Por qué nos dice Pablo que debemos
perdonar a nuestros enemigos? (1) El perdón puede romper un ciclo
de represalias y guiar a una mutua reconciliación. (2) Puede lograr que
el enemigo se avergüence y cambie de conducta. (3) Por contraste,
devolver mal por mal nos hiere tanto a nosotros como a nuestro
enemigo. Aunque su enemigo nunca se arrepienta, al perdonarlo usted
se sentirá libre del gran peso de la amargura.

12.19-21 El perdón incluye tanto actitudes como acción. Si considera


difícil que la persona que lo hirió le pida perdón, procure responder
con acciones bondadosas. Si es apropiado, dígale que le agradaría
mejorar sus relaciones. Bríndele ayuda. Envíele un regalo. Sonríale.
Muchas veces descubrirá que las buenas acciones conducen a
sentimientos sinceros.

12.20 ¿Qué significa "ascuas de fuego" sobre la cabeza de alguien?


Esto quizás se refiera a una tradición egipcia de llevar un recipiente de
carbón encendido sobre la cabeza en señal de arrepentimiento
público. En alusión a este proverbio, Pablo dice que deberíamos tratar
a nuestros enemigos con amabilidad para que se avergüencen y se
vuelvan de sus pecados. La mejor manera de eliminar al enemigo es
convertirlos en amigos.

19-21. No os venguéis—véase nota, v. 14, antes dad lugar a la


ira—Esto se entiende comúnmente en este sentido: “antes dad lugar,
o tiempo, para que la ira se extinga.” Pero como el contexto enseña
que el mandamiento consiste en dejar la venganza a Dios, “la ira” aquí
parece significar, no la ofensa, la que somos tentados a vengar, sino la
ira vengadora de Dios (2Ch 24:18), la cual debemos esperar que se
termine, o a la que debemos dar lugar. (Así opinan los mejores
intérpretes.) si tu enemigo tuviere hambre—Estas declaraciones se
sacan de Pro 25:21-22, las que sin duda proporcionaron la base de
aquellos sublimes preceptos sobre el mismo tema y que forman el
punto culminante del Sermón del Monte. que haciendo esto, ascuas
de fuego amontonas sobre su cabeza—Como el amontonar “ascuas
de fuego” es en el Antiguo Testamento la expresión figurativa de la
venganza divina (Psa 140:10; Psa 11:6, etc.), el verdadero sentido de
estas palabras parece ser: “Esa será la venganza más eficaz:
venganza bajo la cual estará obligado a doblegarse.” [Así Alford,
Hodge, etc.] Esto lo confirma el versículo que sigue. No seas vencido
de lo malo—pues en tal caso tú serás el vencido. Mas vence con el
bien el mal—Entonces la victoria será tuya, habrás vencido a tu
enemigo en el sentido más noble.—Nótese: (1) La misericordia
redentora de Dios en Cristo es, en el alma de los creyentes, la fuente
viva de toda obediencia santa (v. 1). (2) Así como la redención bajo el
evangelio no es por medio de víctimas irracionales, como lo era bajo la
ley, sino “por la preciosa sangre de Cristo” (1Pe 1:18-19) y por
consiguiente, no es ritualista sino real, así los sacrificios que los
cristianos ahora han de ofrecer son todos “sacrificios vivos;” y éstos—
resumidos en la consagración de la persona al servicio de Dios—son
“santos y aceptos a Dios,” y juntos componen “nuestro servicio
racional” (v. 1). (3) En esta luz, ¿qué hemos de pensar del así llamado
“sacrificio incruento de la misa, ofrecido continuamente a Dios como
una propiciación por los pecados, así de los vivos como de los
muertos,” el cual se enseña a los adherentes de la corrupta fe de
Roma, que es el acto supremo y más santo del culto cristiano—en
oposición diametral a la enseñanza sublimemente sencilla que los
primeros cristianos de Roma recibieron (v. 1)? (4) Los cristianos no
deben sentirse libres para conformarse al mundo con sólo evitar lo que
sea manifiestamente pecaminoso; antes bien, entregándose al poder
transformador de la verdad como está en Jesús, debieran esforzarse
por exhibir ante el mundo una entera renovación de sus vidas (v. 2).
(5) Lo que Dios quisiera que los hombres fuesen en toda su
hermosura y grandeza, se aprende en verdad por vez primera cuando
está “escrito no con tinta, sino por el Espíritu del Dios viviente, no en
tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón,” 2Co 3:3 (v.
2). (6) La suficiencia egoísta y la sed de poder, son especialmente
desagradables en los vasos de misericordia, cuyos respectivos dones
y gracias son todos un legado divino en bien del cuerpo común y de la
humanidad en general (vv. 3, 4). (7) Así como el olvido de esto ha sido
la causa de innumerables e indecibles males en la iglesia de Cristo, el
ejercicio fiel, de parte de todo cristiano, de su propio oficio y de sus
dones peculiares, y el amoroso reconocimiento de ellos por sus
hermanos, quienes se consideran de igual importancia en sus
respectivos lugares, daría a la iglesia visible un nuevo cariz, para el
vasto beneficio y consuelo de los cristianos mismos y para el mundo
que los rodea (vv. 6-8). (8) ¡Qué sería el mundo si estuviese lleno de
cristianos que no tuviesen sino un objeto en la vida, y que éste fuese
supremo sobre todo otro: el de “servir al Señor,” y que pusieran en
este servicio alacridad en el desempeño de sus deberes, reteniendo
“el calor del espíritu” (v. 11)! (9) ¡Ay, cuán lejos está aún la iglesia
viviente de exhibir todo el carácter y el espíritu tan hermosamente
descrito en los últimos versículos de este capítulo (vv. 12-21)! ¡Cuánta
falta hace un nuevo bautismo del Espíritu para que esto acontezca! Y
¡Cuán hermosa cual la luna, brillante cual el sol, y terrible cual ejército
abanderado,” ha de ser la iglesia, cuando sea animada y movida por el
Espíritu! ¡El Señor apresure tal día!

Vv. 17-21.Desde que los hombres se hicieron enemigos de Dios, han


estado muy dispuestos a ser enemigos entre sí. Los que abrazan la
religión deben esperar encontrarse con enemigos en un mundo cuyas
sonrisas rara vez concuerdan con las de Cristo. No paguéis a nadie
mal por mal. Esa es una recompensa brutal, apta sólo para los
animales que no tienen consciencia de ningún ser superior, o de
ninguna existencia después de esta. Y no sólo hagáis, sino estudiad y
cuidaos para hacer lo que es amistoso y encomiable, y que hace que
la religión resulte recomendable a todos aquellos con los que
converséis.
Estudia las cosas que traen la paz; si es posible, sin ofender a Dios ni
herir la conciencia. No os venguéis vosotros mismos. Esta es una
lección difícil para la naturaleza corrupta; por tanto, se da el remedio
para eso. Dejad lugar a la ira. Cuando la pasión del hombre está en su
auge, y el torrente es fuerte, déjelo pasar no sea que sea enfurecido
más aún contra nosotros. La línea de nuestro deber está claramente
marcada y si nuestros enemigos no son derretidos por la benignidad
perseverante, no tenemos que buscar la venganza; ellos serán
consumidos por la fiera ira de ese Dios al que pertenece la venganza.
El último versículo sugiere lo que es fácilmente entendido por el
mundo: que en toda discordia y contienda son vencidos los que se
vengan, y son vencedores los que perdonan. No te dejes aplastar por
el mal. Aprende a derrotar las malas intenciones en tu contra, ya sea
para cambiarlas o para preservar tu paz. El que tiene esta regla en su
espíritu, es mejor que el poderoso. Se puede preguntar a los hijos de
Dios si para ellos no es más dulce, que todo bien terrenal, que Dios los
capacite por su Espíritu de manera que sea éste su sentir y su actuar.

JUAN 4:5-20
4.5-7 El pozo de Jacob estaba situado dentro de la propiedad que
había pertenecido a Jacob (Gen 33:18-19). No era un pozo de
manantial, sino que el agua se acumulaba en el fondo cuando caía la
lluvia y el rocío. Los pozos mayormente estaban localizados en las
afueras de la ciudad, junto a los caminos principales. Dos veces al día,
en la mañana y en la tarde, las mujeres iban a sacar agua. Esta mujer
fue al mediodía, quizás para no encontrarse con otras personas
debido a su reputación. Aquí Jesús dio a esta mujer un mensaje
extraordinario acerca del agua pura y fresca que puede satisfacer la
sed espiritual para siempre.
4.7-9 Esta mujer (1) era samaritana, miembro de la odiada raza mixta,
(2) tenía una mala reputación, y (3) estaba en un lugar público. Ningún
judío respetable le hablaba a una mujer bajo estas circunstancias.
Pero Jesús lo hizo. El evangelio es para todos, sin importar raza,
posición social ni pecados cometidos. Debemos estar preparados para
extender su Reino en todo tiempo y en cualquier lugar. Jesús cruzaba
cualquier barrera por predicar las buenas nuevas y, quienes lo
seguimos, no podemos hacer menos.

4.10 ¿Qué quiso decir Jesús con "agua viva"? En el Antiguo


Testamento muchos versículos se refieren a la sed de Dios como sed
de agua (Psa 42:1; Isa 55:1; Jer 2:13; Zec 13:1). A Dios se le llama
manantial de la vida (Psa 36:9) y manantial de aguas vivas (Jer 17:13).
Al decir que podía dar agua viva que saciaría para siempre la sed,
Jesús declaraba ser el Mesías. Solo el Mesías podría dar este regalo
que satisface la necesidad del alma.

4.13-15 Muchas cosas espirituales tienen su paralelo en las físicas.


Así como nuestro cuerpo padece de hambre y sed, también nuestras
almas. Pero nuestras almas necesitan agua y alimento espirituales. La
mujer confundió las dos clases de agua porque es muy posible que
nadie le hubiera hablado antes del hambre y la sed espirituales. No
privamos a nuestros cuerpos de comida y agua cuando los requieren.
¿Por qué lo hacemos con nuestras almas? La Palabra viviente,
Jesucristo, y la Palabra escrita, la Biblia, pueden satisfacer el hambre
y la sed del alma.

4.15 La mujer creía erróneamente que si recibía el agua que Jesús le


ofrecía, no tendría que volver al pozo cada día. Estaba interesada en
el mensaje de Jesús porque pensaba que le brindaba una vida fácil.
Pero si ese fuera siempre el caso, la gente aceptaría el mensaje de
Cristo por razones impropias. Cristo no vino a quitar las dificultades,
sino a cambiar nuestro interior y a darnos poder para enfrentarlos
desde la perspectiva de Dios.

4.15 La mujer no entendió de pronto lo que Jesús decía. Cuesta


aceptar algo que modifica la base fundamental de nuestra vida. Jesús
le dio tiempo para que hiciera preguntas y que juntara las piezas ella
misma. Predicar el evangelio no siempre significa obtener resultados
inmediatos. Cuando invite a la gente a que permita que Jesús cambie
su vida, conceda tiempo para que valore el asunto.

4.16-20 Cuando esta mujer se dio cuenta de que Jesús conocía su


vida privada, en seguida cambió de tema. A menudo la gente se siente
molesta cuando se habla de sus pecados o problemas y procura pasar
a otro asunto. Si alguien nos hace eso, debiéramos encauzar de
nuevo la conversación hacia Cristo. Su presencia saca a la luz el
pecado y molesta a la gente, pero solo Dios puede perdonar pecados
y dar vida nueva.

4.20-24 La mujer puso en discusión un tópico teológico popular: el


mejor lugar para adorar. Pero su pregunta era una cortina de humo
para proteger su profunda necesidad. Jesús condujo la conversación
hacia un punto más importante: la ubicación del adorador no es ni
remotamente más importante que la actitud del adorador.

Hay dos dichos en estos versículos que merecen especial aleación,


por cuanto aclaran dos puntos en religión sobre los cuales se deben
tener, nociones bien definidas.
Es de notarse, primeramente, lo que en ellos se dice relativamente al
bautismo. Estas son las palabras: "Aunque Jesús no bautizaba, sino
sus discípulos." Al leerlas tenemos por fuerza que inferir que el
bautismo no es lo principal del Cristianismo, y que bautizar no es el
deber cardinal del ministro del Evangelio. En el Nuevo Testamento se
nos refiere que nuestro Señor predicaba ú oraba con frecuencia, y
que una vez administró el sacramento de la cena, pero no se nos cita
ni siquiera un ejemplo de que bautizara, y en este pasaje se nos dice
con particularidad que era una obra accesoria que encomendaba á
otras personas.
El bautismo, como sacramento instituido por Jesucristo, es un rito
sagrado y no debe ser considerado con ligereza. El que lo tenga en
poco ó lo desconozca, comete un gran pecado. Cuando es
administrado debidamente y cuando va acompañado de la fe y de la
oración, acarrea grandes bendiciones. Pero no obra como un talismán
ni comunica necesariamente la gracia del Espíritu Santo. No se le
debe dar, por lo tanto, un lugar que no le corresponde. Si el bautismo
tuviera todas las virtudes que algunos quieren atribuirle, no se nos
habría dicho que Jesús no bautizaba.
Es digno de notarse, además, en este pasaje, lo que en él se nos dice
acerca de la naturaleza humana del Salvador. He aquí la alusión:
'"Jesús, pues, cansado del camino..
Esta y otras expresiones semejantes nos enseñan que el cuerpo de
Jesús era exactamente corno el nuestro. Cuando el Verbo se hizo
carne, asumió una naturaleza como la nuestra en todo, salvo en el
pecado. Como nosotros fue niño, luego adolescente y después
hombre; como nosotros sentía hambre, sed, cansancio, dolor, sueño.
En todos respectos su cuerpo era semejante al nuestro.
Esta verdad es muy consoladora para todos los verdaderos cristianos.
Aquel á quien los pecadores tienen que acudir para obtener la paz y
el perdón es hombre á la par que es Dios. Tenemos Un Sumo
Sacerdote á la diestra de Dios que puede compadecerse de nosotros
en nuestras debilidades, porque ha sido puesto á prueba en todo.
Cuando, agobiados de los dolores y las flaquezas del cuerpo,
elevamos al cielo nuestra voz, El sabe que es lo que necesitamos.
Cuando por razón del cansancio nuestros ruegos son débiles, El
comprende nuestras circunstancias. Decir que la Virgen María ó
cualquiera otra criatura pueden compadecerse de nosotros más que
Jesucristo, revela ignorancia, á más de ser una blasfemia. Los pobres,
los enfermos y los desvalidos tienen en el cielo Un Ser que no solo es
un Redentor todopoderoso, sino un tierno Amigo.
El poder y la compasión estuvieron combinados maravillosamente en
Aquel que murió en la cruz. Porque es Dios podemos confiarle
nuestras almas sin vacilación. Porque es hombre, podemos
manifestarle todos los sufrimientos á que está expuesta la carne. El
conoce el corazón del hombre y es el amparo de los afligidos y
agobiados. El que cree en El posee cuanto el hombre puede
necesitar.
En su entrevista con Nicodemo nuestro Señor nos dio á conocer como
procede con los gazmoños que tienen ideas exageradas de su propia
justicia. En su entrevista con la Samaritana nos dio á conocer como
procede á veces con las mujeres de ánimo carnal y cuya inmoral es
mala en demasía.
Notemos, ante todo, cuánto tino, á la par que condescendencia,
manifiesta nuestro Señor en su conducta para con una pecadora
abandonada. Nuestro Señor estaba sentado á orillas del pozo de
Jacob cuando una mujer de Samaria viene á sacar agua. Al punto le
dice: " Dame de beber.'" No aguarda á que ella le hable primero, ni
empieza por reconvenirla á causa de sus pecados, aunque estos no
le eran desconocidos. Da principio á la entrevista por pedir un favor.
Se dirige á la mujer hablándole del agua, cosa en que ella
naturalmente estaría pensando más. Sencilla como puede parecemos
esta súplica abrió el camino para tratar de asuntos espirituales; cerró
el abismo que separaba á la Samaritana de Jesús y así dio origen á la
conversión de aquella.
Es en vano pensar que las personas ligeras é ignorantes se acerquen
á nosotros de su propia voluntad para adquirir conocimientos en las
cosas espirituales. Preciso es que nosotros nos les acerquemos de
una manera cortés y amigable; pero al mismo tiempo agresiva.
También es en vano esperar que tales personas estén naturalmente
dispuestas á recibir nuestras enseñanzas y á comprender y reconocer
lo acertado de nuestro proceder. Es menester, pues, que obremos con
prudencia, examinando de qué manera es más probable que nos
granjeemos sus simpatías y obtengamos su atención. Sobre todo
hemos de tratarlas con cariño, guardándonos de darles á conocer que
comprendemos nuestra superioridad.
Observemos, en segundo lugar, cuan dispuesto está Jesucristo á
conceder mercedes á los pecadores. Dijo á la Samaritana que si le
hubiera pedido "El le daría agua viva." La conocía perfectamente bien
desde el principio, sin embargo le dijo que si le hubiera pedido le
habría dado agua viva, es decir, le habría dado el agua viva de la
gracia, de la misericordia y de la paz.
Que Jesucristo tiene una voluntad sin límites de recibir á los
pecadores es una verdad que debiéramos atesorar en nuestros
corazones y comunicar á otros. Constantemente está extendiendo su
mano benigna hacia los desobedientes y rebeldes. Se compadece y
se apiada de los más viles pecadores, aun cuando ellos no se
acuerdan de él. Pronto está á conceder gracia y toda clase de
bendiciones á los que alcen hasta él su voz. Nunca falta á esa sublime
promesa: " Pedid y se os dará; buscad y hallaréis." Los réprobos
percibirán en el último día que si nada obtuvieron fue porque nada
pidieron.
Notemos, en tercer lugar, cuan excelentes son los dones que concede
Jesucristo comparados con las cosas de este mundo.
Nuestro Señor dijo á la Samaritana: " Cualquiera que bebiere de esta
agua volverá á tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré
para siempre no tendrá sed..
Todo el que no esté cegado por la preocupación ó por el amor al
mundo concederá la verdad de este principio. Millares de hombres
hay que poseen todos los bienes terrenos que se pueden desear, y, sin
embargo, se sienten aburridos y descontentos. Hoy día sucede lo
mismo que en los tiempos de David: "Muchos dicen: Quién nos
mostrará el bien" Psa 4:6. Las riquezas, el rango, la posición social, el
poder, la ciencia, las diversiones--nada de esto puede satisfacer el
alma.
El que beba de esas aguas infaliblemente volverá á tener sed. Nuestro
corazón no puede estar satisfecho hasta que creamos en Cristo. Solo
Jesús puede llenar el vacío de nuestro interior, y concedernos una
felicidad sólida y duradera. La paz que él comunica es una fuente
que, en empezando á brotar, corre por toda la eternidad. Sus aguas
pueden tener épocas de escasez; pero son aguas vivas que jamás se
secarán completamente.
Notemos, en cuarto lugar, cuan absoluta es la necesidad que un alma
tiene de la convicción del pecado antes de que pueda convertirse á
Dios. La mujer samaritana permaneció sin conmoverse, según parece,
hasta que nuestro Señor la descubrió como infractora del séptimo
mandamiento. Esas palabras escrutadoras, "Ve, llama á tu marido,"
parecen haberle penetrado la conciencia como una saeta. Desde
aquel instante, ignorante como era, empezó á hablar como si de veras
y sinceramente quisiese hallar la verdad. Y la razón es clara: percibió
que su mal espiritual había sido descubierto, y por primera vez se
conoció á sí misma.
Conducir á los pecadores irreflexivos á esta condición especial del
alma es el fin que se han de proponer los maestros y los ministros del
Evangelio, á imitación de su Maestro. No es sino cuando el hombre
empieza á sentir su culpabilidad y su desamparo, que puede hacerse
algo en bien de su alma. Hasta que un pecador se vea como Dios lo
ve, permanecerá indiferente, liviano y sin conmoverse. Ante todo,
hemos de esforzarnos en convencer á los hombres de su pecado, en
despertarles la conciencia y en quitarles de delante de los ojos el
prisma que les impide verse tales como son. Con este fin debemos
presentarles la santa ley de Dios en toda su profundidad y extensión; y
protestar contra toda práctica opuesta á ella, por muy en consonancia
que esté con la moda y las costumbres del día. He aquí el único modo
de hacer bien. El hombre no aprecia en su debido valor el bálsamo
que ofrece el Evangelio si no percibe su enfermedad.
Advirtamos, en quinto lugar, lo inútil que es una religión que solo se
compone de ceremonias. Cuando la mujer samaritana se apercibió
del verdadero estado de su alma, empezó á hacer preguntas acerca
de la excelencia respectiva del culto samaritano y el judío. Nuestro
Señor le contestó que el culto verdadero, el culto aceptable á Dios, no
depende del lugar en que se ofrece sino del estado del corazón del
que lo rinde.
Todos estamos por naturaleza inclinados á hacer consistir la religión
en ritos y ceremonias, y á dar particular importancia a nuestro modo
de adorar á Dios. Es preciso precavernos de semejante espíritu,
especialmente cuando estamos pensando seriamente en el estado de
nuestras almas. Al acercarnos al trono de la gracia el corazón es lo
principal. "Jehová ve el corazón." 1Sa 16:7. Los servicios más
suntuosos celebrados en una magnífica catedral son ofensivos á Dios
si en ellos no toma parte el corazón. Un puñado de creyentes
reunidos en una choza para leer la Biblia y para orar es quizá más
aceptable á los ojos de Dios que la más numerosa congregación que
jamás se reunió en S. Pedro de Roma.
Notemos, por último, que Jesucristo en su misericordia se halla
dispuesto á revelarse á los más grandes pecadores. Se deja conocer
esto en la manera con que terminó su conversación con la mujer de
Samaria. "Yo soy," le dijo, "que hablo contigo." En ninguno otro pasaje
de los Evangelios se nos refiere que nuestro Señor hiciera una
manifestación tan plena de su naturaleza y su misión.
Y téngase presente que esa manifestación fue hecha no á los eruditos
escribas ni á los morales fariseos, sino á una mujer que hasta aquel
momento había sido ignorante, indiferente ó inmoral.
Por mala que sea la vida que haya llevado un hombre, no deben
perderse las esperanzas de que Cristo se compadezca de él y lo libre
del peso de sus pecados. La mujer samaritana, el ladrón penitente, el
carcelero de Filipo, el publicano Zaqueo, pueden citarse como
ejemplos que comprueban esta aserción. En gloria suya sea dicho
que, como un gran médico, cura á muchos que parecen incurables.
¿Qué somos y cómo nos conducimos? Acaso, á semejanza de la
mujer samaritana, hayamos sido indiferentes, negligentes, culpables
en todo lo relativo á lo espiritual. Esto no obstante, no debemos perder
las esperanzas. Aquel Ser divino que habló con la mujer samaritana
junto al pozo, vive á la diestra de Dios y es inmutable. Pidámosle y él
nos dará agua viva.

5. Vino, pues, a—hasta; porque el quedaba a cierta distancia de la


ciudad. Sichar—el “Shequem” del Antiguo Testamento, como treinta y
cuatro millas (57 kilómetros) de Jerusalén, más tarde llamada
“Neápolis” y ahora “Nablús”.
6-8. Jesús cansado … así se sentó—“como se imaginaría que se
sentara un hombre cansado”; un caso del estilo gráfico de Juan.
[Webster y Wilkinson.] En efecto, éste es tal vez la más humana de
todas las escenas de la historia terrenal de nuestro Señor. Parece que
estamos a su lado, escuchando todo lo que aquí está relatado.
Tampoco podría alguna pintura de la escena, por perfecta que fuera,
hacer más que rebajar la concepción que este exquisito relato
transmite al lector devoto e inteligente. Pero con todo lo que es
humano, cuánto también de lo divino tenemos aquí, ambos unidos en
una manifestación gloriosa de la majestad, gracia, misericordia y
paciencia con que el Señor comunica luz y vida a esta extranjera que
prometía tan poca esperanza de mejorarse, allí a medio camino entre
judíos y paganos. hora de sexta—mediodía, contando desde las seis
de la mañana. Por Cantar de los Cantares,Mar 1:7, sabemos, como
también por otras fuentes, que aun los rebaños “descansaban al
mediodía”. Pero Jesús, cuyo lema era: “Conviéneme obrar las obras
del que me envió, entre tanto que el día dura” (cap. 9:4), parece
haberse negado aquel reposo, por lo menos en esta ocasión,
probablemente para poder llegar a este pozo cuando él sabía que
estaría allí la mujer. Pero una vez que hubo llegado allí, acepta el grato
asiento sobre la piedra patriarcal. Pero ¡qué música es esa que oigo
salir de sus labios: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados, que yo os haré descansar”! (Mat 11:28).
7. Dame de beber—porque el calor de mediodía había secado sus
labios. Pero “en el postrer día grande de la fiesta, Jesús se ponía en
pie y clamaba: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (cap. 7:37).
9-12. ¿Cómo tú, siendo Judío—no del todo negándose, sino
maravillada de que un judío le pidiera algo, ya que por la ropa y el
dialecto inmediatamente la samaritana se daría cuenta de que se
trataba de un judío. Porque los Judíos no se tratan—Es esta
antipatía nacional lo que da motivo a la parábola del Buen Samaritano
(Luk 10:30, etc.) y a la gratitud del samaritano leproso (Luk 17:16, Luk
17:18).
10. Si conocieses el don, etc.—quiere decir: “En mí sólo ves a uno
que te pide; pero si tú supieses quién es este suplicante, y el Don que
Dios está dando a los hombres, tú habrías cambiado lugares con él,
alegremente pidiéndole a él el agua viva; y no habrías pedido en vano”
(suavemente reprendiéndola por no haber accedido a la petición de
él).
12. ¿Eres tú mayor, etc.—percibiendo ya en este extraño una
pretensión a alguna grandeza misteriosa. nuestro padre Jacob—
porque cuando les iba bien a los judíos, los samaritanos reconocían
parentezco con los judíos, pero cuando les caían desgracias,
desconocían toda conexión con ellos. [Josefo, Antigüedades, 9:14, 3.]
13, 14. volverá a tener sed … para siempre no tendrá sed, etc.—
El contraste aquí es fundamental y que comprende todo. “Esta agua”
claramente quiere decir esta agua natural y todas las satisfacciones de
naturaleza igualmente terrenas y perecederas, y que alcanzando
solamente las partes superficiales de nuestro ser, pronto se disipan, y
necesitan ser suplidas de nuevo tanto como si nunca las hubiéramos
experimentado antes, mientras que las necesidades más profundas no
son alcanzadas por ellas de ninguna manera; pero el “agua” que Cristo
da, la vida espiritual, mana de las mismas profundidades de nuestro
ser, haciendo del alma no un aljibe, que contenga el agua vertida en él
desde fuera, sino una fuente (la palabra habría sido mejor traducida
así, para distinguirla de “pozo”, v. 11), que salta, brota, burbujea y fluye
desde dentro de nosotros, siempre fresca, siempre viva. La presencia
del Espíritu Santo dentro del creyente, como el Espíritu de Cristo, es el
secreto de esta vida con sus energías constantes y satisfacciones,
como se dice expresamente (cap. 7:37-39). “Para siempre no tendrá
sed”, entonces, quiere decir sencillamente que tales almas tienen las
provisiones en sí. para vida eterna—llevando los pensamientos arriba
desde la frescura y vitalidad eternas de estas aguas hasta el gran
océano en el cual tienen su gran confluencia. “¡Que llegue yo allá!”
[Bengel].
15-18. dame esta agua, etc.—Esta no es torpeza de parte de la
mujer, pues su torpeza está cediendo; expresa un deseo admirado por
algo de parte de este extranjero misterioso, por algo y casi no sabe
qué. llama a tu marido—ahora yendo adelante para despertar su
conciencia adormecida por dejar al descubierto la vida pecaminosa
que ella llevaba y por los detalles minuciosos que aquella vida
presentaba, no sólo trayendo su pecado vivamente delante de ella,
sino preparándola para recibir en su carácter verdadero a aquel
extranjero maravilloso, para quien toda la vida de ella, en sus detalles
más pequeños, evidentemente quedaba abierta.
19, 20. Señor, paréceme que tú eres profeta, etc.—¿Viendo su vida
toda revelada, ella no se abate y pregunta qué esperanzas podría
haber para persona tan culpable? No; sus convicciones no han llegado
todavia a este punto. Hábilmente cambia el tema de una cuestión
personal a una pública. No es “¡qué vida más mala estoy llevando!”
sino, “¡qué profeta más maravilloso con quien he trabado
conversación! El podrá resolver aquella disputa interminable entre
nosotros y los judíos. Señor, tú tendrás que saberlo todo en tales
asuntos: nuestros padres mantienen que esta montaña,” señalando a
Gerizim en Samaria, “como el lugar de culto divinamente consagrado,
pero vosotros los judíos decís que Jerusalem es el lugar propio:
¿quién tiene razón?” ¡Cuán despacio somete el corazón humano a
una humillación completa! (compárese el hijo pródigo; véase la nota
acerca de Luk 15:15). Sin duda nuestro Señor comprendió la treta;
mas él dice: “Esta cuestión no es el asunto de ahora, sino ¿has estado
viviendo de la manera descrita? ¿Sí o No? Mientras no aclaremos
esto, no puedo meterme en controversias teológicas.” El Príncipe de
los predicadores usa otro método: accede a la pobre mujer, dejando
que ella elija su camino, permitiendo que ella guíe, mientras él sigue;
mas sólo así para lograr su propósito. Responde a sus preguntas;
derrama luz en su mente sobre la espiritualidad de todo culto
verdadero, como la del glorioso Objeto del culto, y así la trae
insensiblemente hasta el punto donde él podría revelar a su mente
asombrada, quién era la persona con quien ella venía hablando
siempre.

Vv. 4-26.Había mucho odio entre samaritanos y judíos. El camino de


Cristo desde Judea a Galilea pasaba por Samaria. No debemos
meternos en lugares de tentación, sino cuando debemos y, entonces,
no debemos permanecer en ellos, sino apresurarnos a pasar por ellos.
Aquí tenemos a nuestro Señor Jesús sujeto a la fatiga normal de los
viajeros. Así vemos que era verdadero hombre. El trabajo agotador
vino con el pecado; por tanto, Cristo, habiéndose hecho maldición por
nosotros, estuvo sujeto a ella. Además, era pobre y realizó todos sus
viajes a pie. Cansado, pues, se sentó en el pozo; no tenía un cojín
donde descansar. De este modo se sentó, como se sienta alguien
cansado de viajar. Con toda seguridad debemos someternos
rápidamente a ser como el Hijo de Dios en cosas como esas.
Cristo pidió agua a la mujer. Ella se sorprendió porque Él no demostró
la ira de su nación contra los samaritanos. Los hombres moderados de
todas partes son los hombres que asombran. Cristo aprovechó la
ocasión para enseñarle cosas divinas: Convirtió a esta mujer
demostrándole su ignorancia y pecaminosidad y su necesidad de un
Salvador. Se alude al Espíritu con el agua viva. Con esta comparación
se había prometido la bendición del Mesías en el Antiguo Testamento.
Las gracias del Espíritu y sus consolaciones satisfacen el alma
sedienta que conoce su propia naturaleza y necesidad.
Lo que Jesús dijo figuradamente, ella lo entendió literalmente. Cristo
señala que el agua del pozo de Jacob daba una satisfacción de breve
duración. No importa cuáles sean las aguas de consolación que
bebamos, volveremos a tener sed. Pero a quien participa del Espíritu
de gracia, y del consuelo del evangelio, nunca le faltará lo que dará
abundante satisfacción a su alma. Los corazones carnales no miran
más alto que las metas carnales. Dame, dijo ella, no para que yo tenga
la vida eterna, propuesta por Cristo, sino para que no tenga que venir
más aquí a buscar agua.
La mente carnal es muy ingeniosa para cambiar las convicciones e
impedir que apremien, pero ¡nuestro Señor Jesús dirige muy
certeramente la convicción de pecado a la conciencia de ella! La
reprendió severamente por su presente estado de vida.
La mujer reconoció que Cristo era profeta. El poder de su palabra para
escudriñar el corazón y convencer de cosas secretas a la conciencia
es prueba de autoridad divina.
Pensar que desaparecen las cosas por las que luchamos debiera
enfriar nuestras contiendas. El objeto de adoración seguirá siendo el
mismo, Dios, como Padre, pero se pondrá fin a todas las diferencias
sobre el lugar de adoración. La razón nos enseña a considerar la
decencia y la conveniencia en los lugares de nuestro servicio de
adoración, pero la religión no da preferencia a un lugar respecto de
otro en cuanto a la santidad y la aprobación de Dios.
Los judíos tenían, por cierto, la razón. Quienes han obtenido cierto
conocimiento de Dios por las Escrituras, saben a quién adoran. La
palabra de salvación era de los judíos. Llegó a otras naciones a través
de ellos. Cristo prefirió, con justicia, la adoración judía antes que la
samaritana, pero aquí habla de lo anterior como algo que pronto se
terminará. Dios estaba por ser revelado como el Padre de todos los
creyentes de toda nación. El espíritu o alma del hombre, influido por el
Espíritu Santo, debe adorar a Dios y tener comunión con Él. Los
afectos espirituales, como se demuestran en las oraciones, súplicas y
acciones de gracia fervorosas, constituyen la adoración de un corazón
recto, en el cual Dios se deleita y es glorificado.
La mujer estaba dispuesta a dejar la cuestión sin decidir hasta la
venida del Mesías, pero Cristo le dijo: Yo soy, el que habla contigo. Ella
era una samaritana extranjera y hostil; el sólo hablar con ella era
considerado como desprestigio para nuestro Señor Jesús. Sin
embargo, nuestro Señor se reveló a esta mujer con más plenitud de lo
que había hecho con cualquiera de sus discípulos. Ningún pecado
pasado puede impedir que seamos aceptados por Él, si nos
humillamos ante Él, creyendo en Él como el Cristo, el Salvador del
mundo.

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