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“Mi querida hermana María Antonia, te mando una carta de mi madre Hipólita, para
que le des todo lo que ella quiere, para que hagas por ella como si fuera tu madre,
su leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre que ella”
Al caer la tarde, terminado el trabajo del campo, Matea lleva a Bolívar Niño al
repartimiento o patio de los esclavos… Allí bajo el propio cielo mientras cae la
noche, él oye cuentos de miedo con duendes y fuegos fatuos, que narra algún viejo
negro para entretener a sus compañeros de infortunio… Los cuentos tienen casi
siempre como tema los horribles crímenes del tirano Aguirre, el conquistador
rebelde y bandido, cuya alma en pena vaga todavía en forma de lucecita que se
apaga y se enciende mucho más grande que los cocuyos. Es una luz que camina.
A veces aparece en la llanura, otras veces se sube a la copa de un árbol inmenso
que se ve desde el corredor de la hacienda allá a lo lejos y que se llama el Samán
de Güere… Treinta años más tarde bajo la copa del mismo Samán legendario,
Bolívar debió acampar con su ejército en una noche histórica, donde recordará a
sus oficiales la historia que oyó en su infancia sobre el alma en pena del
conquistador muerto en pecado, bajo ese mismo samán.
El tiempo transcurría y la salud de su madre María Concepción no mejoraba, y por
el contrario, la tos se hacía cada vez más frecuente, como resultado de la
tuberculosis, que como una maldición, empañó la felicidad de los “Bolívar”, y como
se sabe, llevará a la tumba al Libertador… mientras tanto, la negra esclava
suministraba la leche materna que lo alimentaba rozagantemente.
Bolívar Niño era fantasioso, extrovertido, alegre y juguetón. Por ser el menor de la
casa, era el consentido de los esclavos, con los cuales compartía muchas horas del
día… Ese acercamiento con la esclavitud, sembró en él ese sentimiento de afinidad,
justicia, solidaridad e igualdad entre los hombres, por el cual vivió y lucho hasta la
muerte… Desde tempranas horas de la mañana, Bolívar Niño atormentaba a todos
los presentes, recorriendo los largos pasillos coloniales con su caballo improvisado
y los Palacios y Blancos por su madre; ellos todos, de lo más representativo de la
oligarquía de la capital… Sus cumpleaños era todo un acontecimiento, que reunía
en su casa lo mejor de la sociedad caraqueña… De todos los regalos que recibía,
siempre recordaba lo original de su tío Esteban, hermano de su madre, hombre culto
y refinado, que había asimilado al ambiente europeo en su manera de vivir…
Recordaba Bolívar:
“eran con frecuencia animales poco familiares a los niños: una ardilla, una tortuga,
un venadito, un loro, y hasta en una oportunidad me dio un burro”
Las travesuras, las gracias, las reflexiones de niño despierto y precoz que fue en
edad muy temprana, lo hacían un personaje en miniatura que ocupaba la atención
de todos… En su precocidad y viveza innata, gustaba participar en la conversación
de los mayores, y no se quedaba callado como sus hermanos; por lo demás fue un
niño común y corriente, que jugaba con los de su edad los juegos infantiles: el palito
mantequillero, el gárgaro malojo, la gallinita ciega, el escondite; y disfrutaba los
cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo, entre otros, de labios de su mamá o de la negra
Matea… en una escoba de espiga de trigo, y una corta espada de madera que le
fabricó un fiel esclavo… Desde niño, Simón Bolívar ya se perfilaba como el intrépido
guerrero, que con su inseparable espada, le quitará a España los cinco reinos más
importantes en el Nuevo Mundo.
El niño Simoncito, como lo llamaba Hipólita, era festejado por todos los vecinos y
amigos de la familia, y en especial, por las dos familias que engrosaban el
parentesco familiar: los Bolívar y Ponte por el lado paterno, y por el lado materno
los Palacios y Blanco.
Bolívar Niño se aburre en esa gran casa que parecía más bien una biblioteca
Sanz apreciaba los libros, las obras de arte y las bellas frases… Vivía con su esposa
y los criados, quienes se esmeraban en mantener el orden, la pulcritud, y el silencio
que exigía su amo; cuyo mal genio y arrogancia imponían autoridad cuando se
sentía su presencia…
Rufino Blanco Fombona, ha dejado escrito muchas de las anécdotas que se
sucedieron durante la estancia de Simoncito en casa del Licenciado Sanz, que
demuestra la precocidad de Bolívar Niño:
“En la casa se reunían de vez en cuando muchos señores respetables, amigos del
Licenciado… A Simoncito le gustaba intervenir en las conversaciones, hasta que un
día, en el almuerzo, mientras los señores trataban de un asunto muy serio, el niño
quiso intervenir a lo que el tutor le ordenó que cerrara la boca y callara, porque
aquello no era conversación para niño… Simoncito entonces dejó de comer… El
tutor le dijo:
– ¿Por qué no sigue comiendo usted?
– ¿Cómo quiere que siga comiendo -replicó el niño- si me manda que cierre la boca?
¡..Yo no puedo comer con la boca cerrada...!”
Durante toda la semana Bolívar Niño estaba encerrado en la casa… El sábado era
el día que dedicaba el Licenciado Sanz para socializar con Simoncito; oportunidad
para recorrer los campos aledaños a la ciudad, visitar amigos y deleitarse del paisaje
ensoñador de la capital… Una de esas anécdotas fue contada por los hijos de
Miguel Sanz:
Como era costumbre en la época, los niños ricos no asistían a las tres escuelas
públicas de la capital, y la educación la impartían los religiosos en las propias casas,
con métodos tan huecos como intolerantes; limitándose a las enseñanzas de la
historia monárquica española, la lectura, la escritura, y en especial del Latín, porque
era necesario para el estado eclesiástico que exigía la iglesia. Afortunadamente,
Sanz contactó a un capuchino, el Padre Andújar, quien se encargó de la primera
educación de Bolívar Niño… Andújar era uno de los pocos religiosos con una
mentalidad modernista y un método pedagógico de enseñanza, que se diferenciaba
de los ortodoxos clérigos que sólo se dedicaban a imponer la doctrina religiosa, y
utilizaban el maltrato para amedrentar al alumno.
No fue fácil para el clérigo meter en cintura al rebelde Simoncito… La primera
lección fue todo un caos… Al respecto escribió Andújar:
“el niño se burló de mis lecciones, prendió fuego a uno papeles, que quizás eran del
Licenciado Sanz… gritaba que lo torturasen antes de continuar la clase, e intentó
salirse por la ventana”
O´Leary por confidencias del Libertador, escribió: “Cuando era niño, Bolívar gustaba
participar en las conversaciones de las personas mayores; lo cual también lo pudo
considerar su hermana María Antonia como una demostración de infeliz madurez;
mientras que para su tío Carlos sería, por el contrario, prueba de un carácter
irrespetuoso del niño, según las ideas de la época y, sobre todo, la de aquél áspero
solterón”
La paciencia colmó el vaso… El tutor se puso furioso y viendo que le era imposible
dominar a aquel niño, resolvió devolvérselo a la madre. Tenía Simón siete años.
Doña Concepción con sus niños e Hipólita decidió permanecer en su hacienda de
“San Mateo”.
Bolívar Niño aprendió a amar la vida del campo, los animales y los deportes. Su
mamá le había regalado un caballito blanco, que era el mejor amigo de su corazón.
Acompañado de Hipólita, que montaba siempre en una yegua coja, Simón corría
por los campos vecinos y llegaba a veces hasta los ranchos lejanos de los esclavos;
éstos adoraban al amito, complaciéndole en todo, porque cuando aquellos negros
tenían discusiones con el mayordomo de la hacienda, Simón se ponía del lado de
ellos y los defendía. Otras veces Hipólita llevaba al niño al río para que aprendiese
a nadar, lo que logró hacer desde entonces con bastante desenvoltura.
Pero el tiempo pasaba, el niño crecía y era necesario que continuara su educación
Había entonces en Caracas un señor llamado don Simón Rodríguez, que daba
clases a domicilio, y a quien doña Concepción eligió como maestro de sus niños.
Ese señor usaba unos zapatos grandotes y vestía extravagantemente, pues decía
que las gentes de Caracas no le importaban un comino y que allí se podía vivir de
cualquier modo. A pesar de ser un maestro estrafalario en el vestir, era sumamente
dedicado y exigente en la instrucción, cuyo amor de maestro cautivó al niño rebelde.
Con Rodríguez, Bolívar Niño aprendió los primeros conocimientos, y un joven muy
sabio llamado Andrés Bello le dio más tarde lecciones de geografía y cosmografía
Será una personalidad que deslumbrará al mundo, como una intensa luz en la
oscuridad de América, que aún brilla en el corazón de los bolivarianos
Cuando el dolor por las muertes de sus seres queridos parecía quedar atrás, y el
amor de sus tías intentaba apaciguar la soledad y el desasosiego que influía en la
personalidad de Bolívar Niño, la tragedia llega por tercera vez a su vida: A los pocos
meses, en diciembre de 1793, muere su abuelo Feliciano, y las autoridades lo
separan de su hermano mayor, y sus tías que debieron casarse prematuramente en
un matrimonio arreglado de intereses, como se acostumbraba cuando desaparecía
el jefe de familia.
Su abuelo había destinado tutores separados para los dos hermanos: para Juan
Vicente encargó a su hijo Juan Félix Palacios y Blanco, y para Simón, a su otro hijo
Esteban, pero como éste se encontraba en España, las autoridades lo entregan a
su otro tío Carlos Palacios y Blanco, hombre soltero que no era precisamente el más
indicado para cuidar a un niño problema como Simoncito…
Razón tenía su abuelo de no designar a Carlos como tutor de Bolívar Niño, puesto
que era mal humorado, hombre de negocios, soltero, y con una vida muy activa, lo
cual no le permitía dedicar el tiempo y la atención que requería un niño de tan sólo
nueve años.
El tío Carlos gastaba a manos llena la fastuosa herencia familiar del niño, delegando
en los esclavos su cuidado y educación Bolívar Niño se convierte en un niño
realengo e indisciplinado, que desde la mañana se reunía con otros muchachos
para jugar en la calle… No estudiaba, su aseo personal era descuidado, y hasta
había adquirido un vocabulario vulgar propio de la plebe… Un perro se convirtió en
un compañero inseparable, que lo acompañaba al campo donde pasaba la mayor
parte del día… La añoranza por el amor de sus padres y sus hermanos, lo llevaba
a refugiarse en la casa de su hermana mayor, María Antonia, quien luego lo
convencía de regresar nuevamente a la casa de su tío.
Llevado por la fuerza ante los representantes del Tribunal, se le planteó a Bolívar
Niño volver a la casa de su tío Carlos, pero el niño se negó rotundamente..! Ante la
altivez del menor, su arrogancia para responder, y su precocidad para exigir sus
derechos a las autoridades, los magistrados se dieron cuenta que no trataban con
un niño caprichoso y malcriado de 12 años, sino ante un joven consiente de sus
deberes y derechos… Luego de discutir el caso, le propusieron firmar un “Convenio
de Obediencia”, documento que estaba reservado a los hombres, el cual
condicionaba su actitud de allí en adelante: 1) Me comprometo a asistir a las clases
puntualmente 2) Me comprometo no fugarme más 3) Me comprometo a salir
únicamente al lado de mi maestro y su compañía… Cabe destacar la férrea
personalidad de Bolívar Niño, cuando luego de firmar el convenio, sin vacilar se
dirigió a los presentes y con voz clara y firme les dijo: “Ustedes pueden hacer con
mis bienes lo que quieran, pero con mi persona, no..! Si los esclavos tienen libertad
para elegir amos, a mí no me la pueden negar para vivir en la casa que me
agrade”… Luego de un momento de reflexión de todos los presentes ante las
palabras aleccionadoras de ese niño, los magistrados aceptaron la proposición de
Bolívar Niño para mudarse a la casa del maestro Simón Rodríguez.
Con esas palabras reverentes de un joven de 12 años, atrás quedaba el Bolívar
Niño que todos llevamos por dentro, para convertirse en el Bolívar inmortal que
reivindicó a todo un continente… A partir de ese instante, América daba sus
primeros pasos de rebeldía, al salir de la conformidad y la resignación en que la
habían sumido 300 años de esclavitud europea… Ahora la libertad tendría una voz
de auxilio… Bolívar..! Cuyas palabras aún resuenan en cada rincón del continente,
y sus pensamientos y reflexiones son una oración en el corazón de los
hispanoamericanos.
En su niñez, Simoncito no contó con el apoyo de sus seres más queridos… Como
todo niño huérfano, se acostumbró a la soledad, al desasosiego y al infortunio,
inmerso en su frustración anímica, que engendró en él una rebeldía y un carácter
decidido y emprendedor, que moldeó su personalidad hacia la inteligencia para
sobrevivir en la adversidad, y sembrar en su corazón el sentido de la universalidad,
la libertad y la justicia; características que forjarán a un hombre con temple de acero,
que fue capaz de asumir la responsabilidad de enfrentar las naciones más
poderosas del planeta; dirigir simultáneamente los destino de seis vastas regiones
más grandes que la Europa misma, y legislar como ningún jurista en toda la historia
universal. Bolívar es el ejemplo para demostrar que la felicidad no está en el
dinero… Nos enseñó que no existen obstáculos dolorosos e insalvables para
superarse en la vida… Su ejemplo está en la perseverancia, la rectitud y la
tenacidad para lograr los objetivos por muy inalcanzables, cuando existe
honestidad, lealtad, y amor a sus semejantes… pero sobre todo, si se tienen metas
e ideales incorruptibles.
Bolívar Niño, lejos de acomplejarse por las calamidades vividas en tan corta edad,
siguió adelante hasta convertirse en el Bolívar de ayer, hoy, mañana y siempre..!
Luisa Flores
C.I: 6.662.651
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