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Ensayo Bolívar Niño

Muchas biografías y centenares de estudios se han publicado sobre Simón José


Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte Palacios y Blanco; ya trascedentes
en la riqueza de datos, ya insufladas con el aliento de primorosas literaturas.
Pero a la vez Bolívar ha sido víctima permanente de un doble acosamiento. Unos,
despejaron fanáticamente la vida de toda mancha y falta, deshumanizándolo y
volviéndole infalible e impecable; rompieron así la autenticidad de una existencia
donde la luz y la oscuridad, la severidad recia o el sacudimiento de las pasiones
forjaron aquella estupenda trayectoria, tan rica de contrastes. Otros le han odiado,
vilipendiado y calumniado, en un intento inútil, estéril, por falsear esa personalidad
de suyo, ya tan alta y tan firmemente reconocida.
Con todo aquello a la vista, positivo y negativo, cabía por lo mismo ensayar una
pequeña biografía de su niñez, puesta en lo histórico, antes que en lo literario,
tratara de restablecer la auténtica vida del Libertador y su tiempo, sin acentuar
cualidades ni defectos, comprendiendo con lealtad, las aclaraciones o
rectificaciones de cómo se nos presentó en los colegios o Universidades.
El relato aquí, ha puesto libremente en el cauce de los sucesos investigados. Nada
está dicho, que no sea estrictamente verdadero en los tiempos que se suscitaron
los hechos aquí recogidos.
En toda la historia de América, ninguna vida asume mayor interés y dramatismo
más intenso que el del extraordinario hijo de Caracas. Apareció con un destino
excepcional, de magna trascendencia, que fue cumplido con profunda originalidad
en un impetuoso arranque de solo cuarenta y siete años.
I El Huérfano Rico.
Aquel cuarto y último hijo de del Coronel Juan Vicente Bolívar de 57 años y de Doña
María de la Concepción Palacios de 23 años, nace en un hogar de noble alcurnia
entre día 24 de julio y 25 de Julio de 1783, en Caracas, la fecha real reconocida es
el 24 de julio, aunque en cartas escritas se corrobora que fue en la madrugada del
25 de julio, en medio de riquezas, miles y miles de pesos, esclavos, poder, títulos.
Hasta su tío, el adinerado canónigo Juan Félix Xeres de Aristiguieta Bolívar, le
obsequia con un vínculo, el caserón en el centro de la ciudad, donde se produce el
alumbramiento, es cosa digna de reparo por el lujo, que enmarca el orgullo vanidoso
de sus dueños.
La madre a pesar de su juventud, se ve inutilizada a amamantarlo, indispuesta por
la tisis, acude a auxiliarla una española amiga, que le ofrece sus senos, hasta la
llegada de la negra Hipólita, que viene desde la Hacienda San Mateo, negra
vigorosa que lo amantarara y lo cuidara en su niñez. El pequeño Simón es el cuarto
de los hermanos y el segundo varón. Su primera hermana María Antonia, Juana y
Juan Vicente, el penúltimo muerto a los 29 años en una tragedia marítima.
A los pocos días de nacido y como se acostumbra en la época, el 30 de julio, lo ms
engalanado de la oligarquía Caraqueña, se reúnen en la iglesia Catedral para el
bautizo del recién nacido….No es un acontecimiento cualquiera el bautismo de un
niño mantuano…Gente el pueblo d las más disimiles castas, se congregan en las
puertas de la Iglesia Catedral, para aplaudir la entrada del Bolívar niño de los brazos
de la Negra Hipólita….manteniendo la distancia acostumbrada, se podían
diferenciar la gente del pueblo, los esclavos y la familia engalanada, que mostraban
la opulencia del poder que ostentaban en la colonia….Al momento del ritual
bautismal, la negra Matea alza en brazos el cuerpecito del recién nacido, ataviado
con un faldellín tejido en hilo blanco con bordados de organza, y confesionado con
las mejores telas traídas de Holanda, que solo podían pagar los adinerados de la
colonia.

Luego… la negra Hipólita se dedicará por completo al cuidado de Bolívar Niño…


Ella lo alimentará, bañará, vestirá, le enseñará sus primeras palabras y con ella dará
sus primeros pasos… Hipólita criará a Bolívar Niño como si fuera su propio hijo…
Fue todo un afecto de madre, que el propio Libertador reconocerá años después:

“Mi querida hermana María Antonia, te mando una carta de mi madre Hipólita, para
que le des todo lo que ella quiere, para que hagas por ella como si fuera tu madre,
su leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre que ella”

Al caer la tarde, terminado el trabajo del campo, Matea lleva a Bolívar Niño al
repartimiento o patio de los esclavos… Allí bajo el propio cielo mientras cae la
noche, él oye cuentos de miedo con duendes y fuegos fatuos, que narra algún viejo
negro para entretener a sus compañeros de infortunio… Los cuentos tienen casi
siempre como tema los horribles crímenes del tirano Aguirre, el conquistador
rebelde y bandido, cuya alma en pena vaga todavía en forma de lucecita que se
apaga y se enciende mucho más grande que los cocuyos. Es una luz que camina.
A veces aparece en la llanura, otras veces se sube a la copa de un árbol inmenso
que se ve desde el corredor de la hacienda allá a lo lejos y que se llama el Samán
de Güere… Treinta años más tarde bajo la copa del mismo Samán legendario,
Bolívar debió acampar con su ejército en una noche histórica, donde recordará a
sus oficiales la historia que oyó en su infancia sobre el alma en pena del
conquistador muerto en pecado, bajo ese mismo samán.
El tiempo transcurría y la salud de su madre María Concepción no mejoraba, y por
el contrario, la tos se hacía cada vez más frecuente, como resultado de la
tuberculosis, que como una maldición, empañó la felicidad de los “Bolívar”, y como
se sabe, llevará a la tumba al Libertador… mientras tanto, la negra esclava
suministraba la leche materna que lo alimentaba rozagantemente.
Bolívar Niño era fantasioso, extrovertido, alegre y juguetón. Por ser el menor de la
casa, era el consentido de los esclavos, con los cuales compartía muchas horas del
día… Ese acercamiento con la esclavitud, sembró en él ese sentimiento de afinidad,
justicia, solidaridad e igualdad entre los hombres, por el cual vivió y lucho hasta la
muerte… Desde tempranas horas de la mañana, Bolívar Niño atormentaba a todos
los presentes, recorriendo los largos pasillos coloniales con su caballo improvisado
y los Palacios y Blancos por su madre; ellos todos, de lo más representativo de la
oligarquía de la capital… Sus cumpleaños era todo un acontecimiento, que reunía
en su casa lo mejor de la sociedad caraqueña… De todos los regalos que recibía,
siempre recordaba lo original de su tío Esteban, hermano de su madre, hombre culto
y refinado, que había asimilado al ambiente europeo en su manera de vivir…
Recordaba Bolívar:

“eran con frecuencia animales poco familiares a los niños: una ardilla, una tortuga,
un venadito, un loro, y hasta en una oportunidad me dio un burro”

Las travesuras, las gracias, las reflexiones de niño despierto y precoz que fue en
edad muy temprana, lo hacían un personaje en miniatura que ocupaba la atención
de todos… En su precocidad y viveza innata, gustaba participar en la conversación
de los mayores, y no se quedaba callado como sus hermanos; por lo demás fue un
niño común y corriente, que jugaba con los de su edad los juegos infantiles: el palito
mantequillero, el gárgaro malojo, la gallinita ciega, el escondite; y disfrutaba los
cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo, entre otros, de labios de su mamá o de la negra
Matea… en una escoba de espiga de trigo, y una corta espada de madera que le
fabricó un fiel esclavo… Desde niño, Simón Bolívar ya se perfilaba como el intrépido
guerrero, que con su inseparable espada, le quitará a España los cinco reinos más
importantes en el Nuevo Mundo.
El niño Simoncito, como lo llamaba Hipólita, era festejado por todos los vecinos y
amigos de la familia, y en especial, por las dos familias que engrosaban el
parentesco familiar: los Bolívar y Ponte por el lado paterno, y por el lado materno
los Palacios y Blanco.

Aquella probada claridad hogareña de la familia Bolívar de paz y Bonanza, empieza


de pronto a impregnarse de tonos violetas, como si el estupendo molde de dicha,
se hubiese resquebrajado, el gastado coronel comienza acercarse al sepulcro a los
60 años y aquel 19 de enero de 1786 se quedó en silencio para siempre, Simón
cuenta con dos años y medio de edad, muy poco después nace una hija póstuma
María del Carmen, la cual muere a los 12 días de nacida y nuevamente la tristeza
embarga la casona, la madre nuevamente se levanta a pesar de su enfermedad y
lleva las riendas del hogar y los bienes, con tan sólo 26 años de edad, su madre
María Concepción era una mujer enferma, y una viuda que criaba a sus cuatro hijos,
situación desventajosa que quisieron aprovechar los parientes sediciosos de la
fortuna familiar… María Concepción no contaban con la protección de la figura
paterna, sumamente importante en la sociedad clasista que imperaba en la
población caraqueña, sin embargo, tomó las riendas de la familia y los negocios,
contando siempre con la colaboración de su padre Don Feliciano y de sus
hermanas, Josefa y María Ignacia, quienes se encargaron de Bolívar Niño como
madres sustitutas…María hacía lo imposible por llenar ese vació paterno en la vida
del menor de la casa…
Cuando el majestuoso Ávila con su neblina bañaba la ciudad de los techos rojos,
anunciando la caída de la tarde, el pregonero recorría las calles anunciando la caída
de la tarde, el pregonero recorría las calles anunciando las últimas noticias, y con
su candil encendía los faroles de aceite que alumbrarían las calles empedradas,
María reunía a sus hijos en el solar del aguamanil, para interpretar con su flauta una
canción de cuna de suaves melodías, mientras arrullaba entre su regazo al
incansable y travieso Bolívar.
Hacia 1790 Simón a alcanzado los siete años de edad, el obispo de Caracas, según
la costumbre católica, le administro la confirmación y muchos años después,
hablaba el Libertador de los innumerables regalos que recibió ese día, los cuales
compartía con sus hermanos…Bolívar niño se mostraba fogoso, entusiasta,
indómito y se enfurecía con facilidad, sin hacer caso de los regaños…Era un niño
rebelde! .Cuya personalidad indómita será el arma más desbastadora que conocerá
España en el nuevo mundo.
Doña Concepción siente algo muy entraño en sus entrañas, amanece afiebrada sin
motivo, acósale la tos, en su rostro pálido se han grabado profundas ojeras. Limitada
a la eficiencia de los remedios de entonces, reacciona sin embargo a unas cuantas
semanas y apenas aparece el signo de la mejoría, cumple con el consejo médico
de tomar una temporada en el campo en la Hacienda San Mateo.
Allí en la majestuosidad del campo y la vida salvaje, Bolívar Niño pudo entrar en
contacto con la naturaleza tropical, mientras pasaba temporada muy animado en
compañía de los niños esclavos…

Para su madre, Bolívar Niño se había convertido en un problema, dado su delicado


quebranto de salud que no le permitía atenderlo como exigía un niño impetuoso de
ocho años… Los médicos le recomiendan nuevos aires del campo para fortalecer
sus pulmones… María organiza ahora una larga temporada en la hacienda de San
Mateo donde se dispone a descansar… Deja a su padre la administración de los
bienes, y pone en manos del abogado Don Miguel José Sanz el cuidado de su hijo
menor.

El Licenciado Sanz era amigo de la familia, y nombrado por la Audiencia de Santo


Domingo como administrador “ad litem” de los bienes que en herencia le
correspondían a Bolívar Niño… Durante los dos años siguientes, Bolívar Niño vivirá
en la casa del licenciado Miguel Sanz, en Caracas, ubicada en la calle Sud 5… Para
un niño travieso como Bolívar Niño, esa estadía temporal debió parecer años de
prisión, acostumbrado al bullicio de los pasillos de su casa con más de 20 esclavos,
la algarabía que desde tempranas horas se hacía sentir cuando correteaba con sus
hermanos, o cuando compartía sus juguetes con los niños esclavos… Eran
momentos de felicidad que extrañaba en la penumbra de una casa donde las reglas
del silencio y la pulcritud se cumplían como si fuera un Cuartel.

Bolívar Niño se aburre en esa gran casa que parecía más bien una biblioteca
Sanz apreciaba los libros, las obras de arte y las bellas frases… Vivía con su esposa
y los criados, quienes se esmeraban en mantener el orden, la pulcritud, y el silencio
que exigía su amo; cuyo mal genio y arrogancia imponían autoridad cuando se
sentía su presencia…
Rufino Blanco Fombona, ha dejado escrito muchas de las anécdotas que se
sucedieron durante la estancia de Simoncito en casa del Licenciado Sanz, que
demuestra la precocidad de Bolívar Niño:

“En la casa se reunían de vez en cuando muchos señores respetables, amigos del
Licenciado… A Simoncito le gustaba intervenir en las conversaciones, hasta que un
día, en el almuerzo, mientras los señores trataban de un asunto muy serio, el niño
quiso intervenir a lo que el tutor le ordenó que cerrara la boca y callara, porque
aquello no era conversación para niño… Simoncito entonces dejó de comer… El
tutor le dijo:
– ¿Por qué no sigue comiendo usted?
– ¿Cómo quiere que siga comiendo -replicó el niño- si me manda que cierre la boca?
¡..Yo no puedo comer con la boca cerrada...!”

Durante toda la semana Bolívar Niño estaba encerrado en la casa… El sábado era
el día que dedicaba el Licenciado Sanz para socializar con Simoncito; oportunidad
para recorrer los campos aledaños a la ciudad, visitar amigos y deleitarse del paisaje
ensoñador de la capital… Una de esas anécdotas fue contada por los hijos de
Miguel Sanz:

“montaba mi padre un soberbio Alazan que Simoncito, cabalgando prudentemente


sobre un borriquillo negro, miraba con envidia. Cuando Simoncito excitaba a su
harto sosegada montura, empeñado en dejar atrás al hermoso caballo de mi padre,
le dijo éste – No hay que agitarse de esa manera… Usted no será jamás hombre de
a caballo – Qué quiere decir hombre de a caballo...? Preguntó en el acto el niño –
el hombre de a caballo es aquel que sabe montar y maneja bien un caballo – a lo
que replicó simoncito con su acostumbrada viveza precoz: ¿...y cómo podré Yo ser
hombre de a caballo montando en un burro que sólo sirve para cargar leña..? Esta
inesperada respuesta, motivó a que mi padre le regalara el primer caballo que tuvo
Simón Bolívar”

Como era costumbre en la época, los niños ricos no asistían a las tres escuelas
públicas de la capital, y la educación la impartían los religiosos en las propias casas,
con métodos tan huecos como intolerantes; limitándose a las enseñanzas de la
historia monárquica española, la lectura, la escritura, y en especial del Latín, porque
era necesario para el estado eclesiástico que exigía la iglesia. Afortunadamente,
Sanz contactó a un capuchino, el Padre Andújar, quien se encargó de la primera
educación de Bolívar Niño… Andújar era uno de los pocos religiosos con una
mentalidad modernista y un método pedagógico de enseñanza, que se diferenciaba
de los ortodoxos clérigos que sólo se dedicaban a imponer la doctrina religiosa, y
utilizaban el maltrato para amedrentar al alumno.
No fue fácil para el clérigo meter en cintura al rebelde Simoncito… La primera
lección fue todo un caos… Al respecto escribió Andújar:

“el niño se burló de mis lecciones, prendió fuego a uno papeles, que quizás eran del
Licenciado Sanz… gritaba que lo torturasen antes de continuar la clase, e intentó
salirse por la ventana”
O´Leary por confidencias del Libertador, escribió: “Cuando era niño, Bolívar gustaba
participar en las conversaciones de las personas mayores; lo cual también lo pudo
considerar su hermana María Antonia como una demostración de infeliz madurez;
mientras que para su tío Carlos sería, por el contrario, prueba de un carácter
irrespetuoso del niño, según las ideas de la época y, sobre todo, la de aquél áspero
solterón”
La paciencia colmó el vaso… El tutor se puso furioso y viendo que le era imposible
dominar a aquel niño, resolvió devolvérselo a la madre. Tenía Simón siete años.
Doña Concepción con sus niños e Hipólita decidió permanecer en su hacienda de
“San Mateo”.
Bolívar Niño aprendió a amar la vida del campo, los animales y los deportes. Su
mamá le había regalado un caballito blanco, que era el mejor amigo de su corazón.
Acompañado de Hipólita, que montaba siempre en una yegua coja, Simón corría
por los campos vecinos y llegaba a veces hasta los ranchos lejanos de los esclavos;
éstos adoraban al amito, complaciéndole en todo, porque cuando aquellos negros
tenían discusiones con el mayordomo de la hacienda, Simón se ponía del lado de
ellos y los defendía. Otras veces Hipólita llevaba al niño al río para que aprendiese
a nadar, lo que logró hacer desde entonces con bastante desenvoltura.

Pero el tiempo pasaba, el niño crecía y era necesario que continuara su educación
Había entonces en Caracas un señor llamado don Simón Rodríguez, que daba
clases a domicilio, y a quien doña Concepción eligió como maestro de sus niños.
Ese señor usaba unos zapatos grandotes y vestía extravagantemente, pues decía
que las gentes de Caracas no le importaban un comino y que allí se podía vivir de
cualquier modo. A pesar de ser un maestro estrafalario en el vestir, era sumamente
dedicado y exigente en la instrucción, cuyo amor de maestro cautivó al niño rebelde.
Con Rodríguez, Bolívar Niño aprendió los primeros conocimientos, y un joven muy
sabio llamado Andrés Bello le dio más tarde lecciones de geografía y cosmografía

POR SEGUNDA VEZ LA TRAGEDIA ENLUTA A LA FAMILIA BOLÍVAR..!

Las calamidades y el vacío de afecto llegan a la vida de Bolívar Niño: Su madre es


trasladad con urgencia a Caracas… A pesar de los cuidados médicos, su
quebrantada salud cedió a la tuberculosis, y el 6 de julio de 1792 muere de 34 años
de edad a consecuencias de una hemotisis, cuando Bolívar Niño estaba próximo a
cumplir los 9 años de edad.

Con la desaparición de María de la Concepción la familia “Bolívar” se disgregó de


la noche a la mañana: Su abuelo Don Feliciano Palacio, casó a sus hermanas
prematuramente antes de cumplir los 15 años de edad: A los tres meses, el 22 de
octubre de 1792, María Antonia contrajo matrimonio con Pablo Clemente Francia,
llevándose a la negra Hipólita; dos meses después, el 11 de diciembre de 1792,
Juana Nepomucena se casó con su tío Dionisio Palacios y Blanco; y Bolívar Niño
junto con su hermano mayor, Juan Vicente, quedaron bajo la tutela del abuelo
materno y padrino, Don Feliciano Palacios…
Su familia desaparece en el dolor, el llanto, la melancolía y los intereses mezquinos
de los herederos por apropiarse de la fabulosa fortuna de los “Bolívar”. Durante el
día, Bolívar Niño estudiaba en su casa natal con la seguridad que le brindaba su
“mama”, Matea, como él llamaba a otra esclava, que junto con los otros niños
esclavos, eran sus compañeros de juegos… Por la noches, dormía donde su abuelo
y tías… No obstante su corta edad de nueve años, todos estos acontecimientos van
fortaleciendo la personalidad de Bolívar Niño frente a las calamidades…

Será una personalidad que deslumbrará al mundo, como una intensa luz en la
oscuridad de América, que aún brilla en el corazón de los bolivarianos

POR TERCERA VEZ LA TRAGEDIA ENLUTA A LA FAMILIA BOLÍVAR..!

Cuando el dolor por las muertes de sus seres queridos parecía quedar atrás, y el
amor de sus tías intentaba apaciguar la soledad y el desasosiego que influía en la
personalidad de Bolívar Niño, la tragedia llega por tercera vez a su vida: A los pocos
meses, en diciembre de 1793, muere su abuelo Feliciano, y las autoridades lo
separan de su hermano mayor, y sus tías que debieron casarse prematuramente en
un matrimonio arreglado de intereses, como se acostumbraba cuando desaparecía
el jefe de familia.

Ahora Bolívar Niño está totalmente sólo..!

Su abuelo había destinado tutores separados para los dos hermanos: para Juan
Vicente encargó a su hijo Juan Félix Palacios y Blanco, y para Simón, a su otro hijo
Esteban, pero como éste se encontraba en España, las autoridades lo entregan a
su otro tío Carlos Palacios y Blanco, hombre soltero que no era precisamente el más
indicado para cuidar a un niño problema como Simoncito…

Razón tenía su abuelo de no designar a Carlos como tutor de Bolívar Niño, puesto
que era mal humorado, hombre de negocios, soltero, y con una vida muy activa, lo
cual no le permitía dedicar el tiempo y la atención que requería un niño de tan sólo
nueve años.

El tío Carlos gastaba a manos llena la fastuosa herencia familiar del niño, delegando
en los esclavos su cuidado y educación Bolívar Niño se convierte en un niño
realengo e indisciplinado, que desde la mañana se reunía con otros muchachos
para jugar en la calle… No estudiaba, su aseo personal era descuidado, y hasta
había adquirido un vocabulario vulgar propio de la plebe… Un perro se convirtió en
un compañero inseparable, que lo acompañaba al campo donde pasaba la mayor
parte del día… La añoranza por el amor de sus padres y sus hermanos, lo llevaba
a refugiarse en la casa de su hermana mayor, María Antonia, quien luego lo
convencía de regresar nuevamente a la casa de su tío.

Pero el 23 de julio de 1795, la tristeza, la soledad afectiva y el aburrimiento hacen


mella en el estado anímico de Bolívar Niño… Acostumbrado a los preparativos de
la fiesta de su aniversario, ese año que cumpliría los doce años no había nada
programado… En su frustración se fuga de la casa de su tío para refugiarse donde
su hermana María Antonia, casada desde 1792 con Pablo Clemente y Francia… Un
sentimiento muy hondo de soledad, de necesidad de cariño maternal, ha debido
determinar esa resolución que dio lugar a uno de los más enojosos litigios familiares
que consternó a la sociedad caraqueña

… Así lo participó su hermana a la Real Audiencia: “Ninguno ama, ni puede amar


más que yo a mi hermano, y ninguno más que yo puede interesarse y vigilar sobre
su mejor educación, para que sea un hombre de bien, y un ciudadano honrado y
útil, que conserve con decoro la memoria de sus padres, porque en ello interesa
también mi honor”… y tan abandonado estaba el niño, que cuando aquel Tribunal
comenzó las diligencias para devolver al niño a su legítimo tutor, no encontró a quién
dirigirse, dejando constar en Acta lo siguiente: “Don Esteban, el tutor en propiedad,
se encuentra en España, y Don Carlos, el interino, no estaba en Caracas. Ordena
que Simón permanezca por ahora con su hermana, haciendo saber a Don Juan
Nepomuceno Ribas, y Don Francisco Palacios, o el que ellos estuviere encargado
de su asistencia, le contribuya los alimentos correspondientes”

Carlos que no estaba dispuesto a renunciar a la administración de los bienes de su


sobrino, utiliza todas sus influencias para recuperar a Bolívar Niño… El caso se hizo
público y conmovió la sociedad caraqueña… Por los momentos, Bolívar Niño
permanecía al cuidado de su hermana… Desde España, el otro tío, Esteban, le
escribe a su hermano Carlos: “Destruye primero las rentas del pupilo antes de hacer
valer tus derechos… si te quita tu tiempo, enciérralo en un colegio”… La avaricia
por la fortuna era patética… En una de sus exposiciones ante el Tribunal, su tío
Carlos expone: “El pupilo me venera y se sujeta ciegamente a mi voluntad, estoy
cierto de que me profesa mucho amor”… en cuanto al descuido que presenta el
niño: “Propongo transferirlo a la casa de Don Simón Rodríguez, maestro de la
Escuela Pública de Primeras Letras, que siendo un sujeto de probidad y habilidad
notorias y estando destinado por su oficio a la enseñanza de los niños, podía más
cómodamente proveer a la educación de éste”… A su vez, acusa a María Antonia y
su esposo de codiciar la herencia de Bolívar Niño… Al final de la disputa entre María
y su tío Carlos, el Tribunal se inclinó a favor de Don Carlos Palacios; y así lo narró
María Antonia: “A la hora señalada, a las ocho de la noche, se trasladó el Tribunal
junto a Carlos. Simón se negó ir con su tío, y se aferró a mis faldas, y Yo lo
sujetaba… La bulla que ocasionaron los gritos y lágrimas del menor, se juntó en la
calle no poca gente, y entre ella don Feliciano Palacios, hermano de don Carlos, y
éste viendo resistencia de Simón, y que permanecía asido a mí, le dio un golpe en
los pechos y lo hizo desprenderse, momento que aprovechó Carlos para echarle
mano y llevarlo a rastras hasta la calle. Las autoridades evitaban que mi esposo don
Pablo Clemente me auxiliara, y que los vecinos intervinieran a favor del menor”…

Llevado por la fuerza ante los representantes del Tribunal, se le planteó a Bolívar
Niño volver a la casa de su tío Carlos, pero el niño se negó rotundamente..! Ante la
altivez del menor, su arrogancia para responder, y su precocidad para exigir sus
derechos a las autoridades, los magistrados se dieron cuenta que no trataban con
un niño caprichoso y malcriado de 12 años, sino ante un joven consiente de sus
deberes y derechos… Luego de discutir el caso, le propusieron firmar un “Convenio
de Obediencia”, documento que estaba reservado a los hombres, el cual
condicionaba su actitud de allí en adelante: 1) Me comprometo a asistir a las clases
puntualmente 2) Me comprometo no fugarme más 3) Me comprometo a salir
únicamente al lado de mi maestro y su compañía… Cabe destacar la férrea
personalidad de Bolívar Niño, cuando luego de firmar el convenio, sin vacilar se
dirigió a los presentes y con voz clara y firme les dijo: “Ustedes pueden hacer con
mis bienes lo que quieran, pero con mi persona, no..! Si los esclavos tienen libertad
para elegir amos, a mí no me la pueden negar para vivir en la casa que me
agrade”… Luego de un momento de reflexión de todos los presentes ante las
palabras aleccionadoras de ese niño, los magistrados aceptaron la proposición de
Bolívar Niño para mudarse a la casa del maestro Simón Rodríguez.
Con esas palabras reverentes de un joven de 12 años, atrás quedaba el Bolívar
Niño que todos llevamos por dentro, para convertirse en el Bolívar inmortal que
reivindicó a todo un continente… A partir de ese instante, América daba sus
primeros pasos de rebeldía, al salir de la conformidad y la resignación en que la
habían sumido 300 años de esclavitud europea… Ahora la libertad tendría una voz
de auxilio… Bolívar..! Cuyas palabras aún resuenan en cada rincón del continente,
y sus pensamientos y reflexiones son una oración en el corazón de los
hispanoamericanos.

En su niñez, Simoncito no contó con el apoyo de sus seres más queridos… Como
todo niño huérfano, se acostumbró a la soledad, al desasosiego y al infortunio,
inmerso en su frustración anímica, que engendró en él una rebeldía y un carácter
decidido y emprendedor, que moldeó su personalidad hacia la inteligencia para
sobrevivir en la adversidad, y sembrar en su corazón el sentido de la universalidad,
la libertad y la justicia; características que forjarán a un hombre con temple de acero,
que fue capaz de asumir la responsabilidad de enfrentar las naciones más
poderosas del planeta; dirigir simultáneamente los destino de seis vastas regiones
más grandes que la Europa misma, y legislar como ningún jurista en toda la historia
universal. Bolívar es el ejemplo para demostrar que la felicidad no está en el
dinero… Nos enseñó que no existen obstáculos dolorosos e insalvables para
superarse en la vida… Su ejemplo está en la perseverancia, la rectitud y la
tenacidad para lograr los objetivos por muy inalcanzables, cuando existe
honestidad, lealtad, y amor a sus semejantes… pero sobre todo, si se tienen metas
e ideales incorruptibles.

Bolívar Niño, lejos de acomplejarse por las calamidades vividas en tan corta edad,
siguió adelante hasta convertirse en el Bolívar de ayer, hoy, mañana y siempre..!

Luisa Flores
C.I: 6.662.651
N6

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