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Estados Unidos, tomando en cuenta el alcance global y la larga duración de sus secuelas y que dio lugar
a la Crisis de 1929 también conocida como La Gran Depresión.
24 de octubre de 1929, Nueva York. La crisis financiera que devastaría los cimientos de la economía
americana y haría tambalear la estabilidad de muchos mercados a nivel mundial comenzaba a proyectar
su temible sombra sobre los felices años 20. Y sobre los rostros de los trabajadores de la bolsa de
Nueva York que veían estallar aquella etapa de prosperidad frente a sus ojos como un inmenso globo.
Además de la caída del valor de los títulos y la constante liquidación de los avales, el volumen de
préstamos bursátiles descendió de manera drástica -se estima que su descenso cifrarse en casi un
millón-. Wall Street, Chicago y Buffalo habían echado el cierre: la situación se tornaba cada vez
más ingobernable.
El jueves 24 de octubre, según los historiadores, fue el primer día de pánico. Ese día se transfirieron 12
894 650 participaciones, muchas de ellas a precios que destrozaron los sueños y esperanzas de quienes
las habían poseído", afirmó John Kenneth Galbraith en su célebre El Crac del 29, uno de los libros
paradigmáticos para el estudio de este período.
La política gubernamental norteamericana se basaba en la creencia de que, si se fomentaban los
negocios particulares, la prosperidad alcanzaría a todos los estratos de la población. En
consecuencia, creó las condiciones más favorables para el desarrollo de la industria, en general. Las
leyes de 1922 hasta 1930 sobreprotegieron a los fabricantes norteamericanos de la competencia
extranjera, creando el monopolio en el mercado nacional. Al mismo tiempo, redujeron
radicalmente o abolieron por completo, los impuestos, con el propósito de que los ricos
invirtieran en nuevas empresas industriales.
A lo largo de la década de 1920 se estimuló, de una manera sustancial, a los negocios privados. Se
otorgaron grandes préstamos para la construcción; se aprobaron jugosos contratos de
transporte; y se dieron otros subsidios indirectos. De este modo, por ejemplo, la Marina Mercante,
que había sido, en parte, propiedad del gobierno, entre 1917 y 1920, había pasado a ser propiedad de
empresarios privados.
La industria y las finanzas seguían un ritmo creciente de bonanza. El espectro de la guerra quedaba
superado ampliamente. Ahora se producía en serie, mediante una nueva organización de trabajo; se
vendía en grandes cantidades, alentada por una agresiva propaganda comercial. Las riquezas se
acumulaban rápidamente en pocas manos, mientras la mayoría permanecía marginada de estos
beneficios.