NATURALEZA Y ANTROPOLOGIA: LA DOMESTICACION
JEAN-PIERRE DIGARD
AMEatca esta por descubrirse, al menos en algunos de sus aspectos. La
domesticacién de animales es uno de ellos. En efecto, por lo general la
gente ignora que varias especies animales fueron domesticadas por
primera vez en dicho continente y que otras fueron introducidas en él
tardiamente, provocando en menos de tres siglos cambios de una
dimensi6n sin equivalente alguno en cualquier otra parte. Muchos espe-
cialistas en domesticaciéa no son mucho més perspicaces al respecto:
Juzgan a América con el rasero del cercano Oriente, tienden a conside-
Tarla como un “centro de domesticacién” de segundo orden. Esta mala
reputacién es inmerecida; ademés se basa en una estrecha concepcién
tanto de la historia americana, reducida a sus manifestaciones militares
y politicas més visibles, como de la domesticacién, limitada (al igual
{ue en el cercano Oriente) a sus logros neoliticos.
EL APORTE DE AMERICA A LAS PRIMERAS DOMESTICACIONES
La acepcién mas comin del término “domesticacién” es la de primera
domesticacion que le dan los prehistoriadores. Si nos atenemos a esto,
se puede pensar, en efecto, que el aporte de América en este terreno fue
relativamente modesto. Por un lado, las especies animales autéctonas
alli domesticadas por vez primera no son més que cinco: la llama (Lama
lama), la alpaca (Lama pacos), la cobaya (Cavia porcellus), el pavo
(Meleagris gallopavo) y el pato almizclado 0 pato real (Cairina moscha-
1a), Por el otro, aunque varias de estas especies han traspasado con cre-
ces las fronteras del continente americano, ninguna ha tenido, sin
‘embargo, una difusién ni, a fortiori, un destino histérico comparable,
Por ejemplo, al del perro, el caballo o la misma gallina. La historia de su
omesticacién no es por ello menos relevante.
Desconocido durante mucho tiempo, el caso de los camélidos andi
nos se ha esclarecido en recientes excavaciones arqueoldgicas. Segiin
los descubrimientos realizados en el sitio de Telarmachay en Peri (Lava.
lige, Julien, Wheeler, 1985; Lavalléc, Julien, Wheeler, Karlin, 1985), Ia
alpaca, seguida de la llama, habrfan sido progresivamente domesticadas
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a lo largo del v milenio a.c. A partir del afio 4000 a.c., su domesticacion
esté atestiguada en todos los Andes centrales ¢ incluso en algunas
regiones de la costa, y hacia la mitad del tercer milenio existente ya en
diversas regiones andinas un auténtico modo de vida pastoril, basado
en la explotacién sucesiva de pisos altitudinales complementarios (Mu-
ra, 1965: Browman, 1974; Wheeler, 1984)
El proceso de domesticacién es el de la “caza selectiva” (eliminacién
preferentemente de los animales més viejos, del excedente de machos,
elc.), que va reemplazando progresivamente a la depredacién cotidiana
de los comienzos (el foraging de Lewis Binford, 1962). A propésito de
que en los Andes se produce en la
confluencia del v y el rv milenio, los hallazgos de Telarmachay subrayan
que “a fuerza de ojear, estacién tras estaci6n, a las mismas especies ani-
males en los mismos lugares, los cazadores acabaron por conocer tan
bien su comportamiento y el territorio de estos animales que vinieron a
ejercer una especie de “control” sobre rebafios enteros (Lavallée, Julien,
Wheeler, 1985: 17)
Entre la llama y la alpaca domésticas, utilizadas para el transporte, la
lana y la carne, por un lado, y el guanaco (L. guanacoe) en estado salvaje
por el otro (Flores Ochoa, 1978; W. L. Franklin, 1983), se encuentra la
vicufia (L. vicugna), cuya lana’era muy buscada por su finura y su
resistencia, y que estuvo sometida durante largo tiempo a un tipo de
explotacién intermedia, vestigio lejano de una caza seguramente més
préximaa una sana utilizacién de la fauna salvaje que a una depredacién
ciega.
Este tipo de explotacién, atestiguado desde la época preincaica, con-
sistfa en capturar a los animales salvajes, trasquilarlos y, luego, soltarlos
(Anénimo, 1984). Bajo el imperio inca, a mas tardar en el siglo xv en el
noroeste de la actual Argentina, esta "caza” (chaku) estuvo severamente
regulada y los casos de matanzas desconsideradas eran duramente cas-
tigados. Las operaciones de captura no podian realizarse sino cada cu
tro 0 cinco afios, generalmente al final del verano, y tnicamente bajo
supervision oficial. Los cazadores, muy numerosos (hasta 20 000 en el
Pert), formaban un circulo gigantesco que se iba estrechando poco a
poco en tomo a las vicufias, acorraldndolas. A continuacién se les atra-
paba con las bolas y se les trasquilaba, después de lo cual se dejaban
de nuevo en libertad. No obstante, se mataba una cierta proporcién de
machos. cuyas pieles estaban reservadas al Inca; su carne, al igual que
la de los guanacos y cérvidos apresados en la operacién, era en parte
consumida alli mismo y en parte se ahumaba para conservarla. Existia
asimismo una variante que consistia en dirigir a los animales hacia
estrechos desfiladeros y una vez alli capturarlos. Algunos vestigios delNATURALEZA ¥ ANTROPOLOGIA: LA DOMESTICACION ne
noroeste argentino parecen indicar que algunos pueblos preincaicos
construian, con este mismo fin, cercados de piedra.
Con la colonizacién espafola y Ia cafda del Tmperio inca, os chaku se
rmultiplicaron sin control y la matanza de vicufas se increment. Sin
embargo, en Pert se siguid utilizando la misma técnica hasta el siglo
xum, y en el noroeste de Argentina hasta principios del siglo xx. Los
grupos de cazadores eran todavia bastante numerosos, aunque sin
alcanzar las espectaculares dimensiones de la época incaica. Un ca-
pitén, elegido entre los participantes, distribuia las tareas, coordinaba
fas maniobras y arbitraba las desavenencias, que nunca faltaban a la
hora de repartir el botin. En efecto, si bien para realizar el cerco seguia
siendo necesaria una organizacién colectiva, la captura en si se habia
convertido en algo individual: cada cazador Hevaba una gran cantidad
de bolas, identificables por medio de una marca personal. Para evitar
pérdidas de tiempo, se lanzaban las bolas al cuello del animal y, una vez.
capturado, se le dejaba asfixiar alli mismo... El balance de las presas se
efectuaba una vez terminada la cacerfa (en general, de 30 a 40 pieles por
hombre en cada expedicién). Hacia 1920, la difusin de armas de fuego
y las transformaciones sufridas por las sociedades andinas supusieron
el abandono de la practica del chaku colectivo: los cazadores, solos 0 en.
equetios grupos, comenzaron a diezmar las vicuas con escopeta y a
veces con la ayuda de perros. La especie se libré por poco de la extin-
cidn, gracias a diversas leyes promulgadas a partir de 1921 en Peri y de
1926 en Argentina, que prohibian la eaza y comercializacién de produc~
tos de vieusa
As pues, antes de su degeneracién en la época moderna, en América
del Sur subsistié durante cerca de cuatro siglos, y aun mucho més en.
algunas regiones, un modo original de explotacién de la vicufta. Aunque
{enia numerosos aspectas de la caza, este tipo de explotacion estaba
también emparentado con la domesticacion por muchos otros, tanto en
dl nivel técrico —al animal se le explotaba vivo, se hacia una seleccién.
de los machos, ete — como en el nivel de las representaciones: antes de
todo chaku, los cazadores debian solicitar por medio de ofrendas y ple~
arias el consentimiento de un tal Coquena (0 Jujuy o Salta, segin las
zonas), pastor mitico de las vicufias, de quien se decia que aquéllas eran
sus “pequenas lamas” Wamitas de Coquefia), es decit, los animales
domésticos...
En pocas palabras, entre la “caza” de vicufas y ciertas formas de
ganaderfa muy extensiva —como, por ejemplo, la protoganaderia de re-
fs que practicaban los tchoukichis @ algunos lapones (Leroi-Gourhan,
1964: 307)— no hay mas que un paso. Ahora bien, este paso no se dio
jams. ¢Por qué? La explicacién clisica, que considera imposible la