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Sinopsis
Kate Winters se ha ganado la inmortalidad.

Pero si ella quiere una vida junto a Henry en el Inframundo, tendrá que luchar para
conseguirlo.

Volverse inmortal no se suponía que fuese la parte fácil. Aunque Kate está a punto
de ser coronada Reina del Inframundo, está tan aislada como siempre. Y a pesar de
su creciente amor por Henry, el soberano del Inframundo, él se está volviendo más
distante y reservado. Entonces, en medio de la coronación de Kate, Henry es
secuestrado por el único ser lo bastante poderoso para matarlo: el Rey de los
Titanes.

Mientras los otros dioses se preparan para una guerra que podría acabar con todos
ellos, es responsabilidad de Kate salvar a Henry de las profundidades del Tártaro.
Pero para explorar las interminables cavernas del Inframundo, Kate debe contar
con la ayuda de la persona que es la mayor amenaza para su futuro.

La primera esposa de Henry, Perséfone.

Segundo libro de la saga Goddess Test.

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Índice
Prólogo

Capítulo 1: Retorno a Edén

Capítulo 2: Talento

Capítulo 3: Coronación

Capítulo 4: Los Titanes

Capítulo 5: Opciones

Capítulo 6: Lago de Fuego

Capítulo 7: Oasis

Capítulo 8: Perséfone

Capítulo 9: Vínculos que atan

Capítulo 10: Grieta

Capítulo 11: Ingrid

Capítulo 12: Encadenada

Capítulo 13: Sombra

Capítulo 14: Interrogatorio

Capítulo 15: La Mala Hierba y la Rosa

Capítulo 16: Campo de Batalla

Capítulo 17: Ceniza y Sangre

Capítulo 18: Acorralada

Guía de Dioses

Próximo libro

Acerca de la autora

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—¿Aceptas tu papel como Reina del Inframundo? —dijo Henry.

Podía hacerlo. Tenía que hacerlo. Por el bien de Henry, por el bien de mamá. Por
mi propio bien. Porque al final, sin Henry, no sabía quién era yo.

En el instante en que abrí la boca para aceptar, un estruendo rompió el silencio. Me


di la vuelta para inspeccionar los daños, pero antes de que pudiera mirar bien, Ava
apareció junto a mí y me tomó del codo.

—Tenemos que salir de acá.

Mientras corríamos hacia adelante, otro estrépito se hizo a través de la sala y una
niebla brillante penetró el palacio. La misma niebla de mi visión.

Esta era la cosa que casi había matado a Henry, y ahora nos estaba atacando a
todos. Sin advertencia, se deslizó a través del aire más rápido de lo que los
miembros del consejo podían controlarlo, pero no se estaba dirigiendo a Henry, a
Walter o a Phillip.

Se dirigía directamente hacia mí.

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Prólogo
Traducido por flochi

Corregido por Marina012

C
alliope caminaba a través del campo soleado mientras ignoraba el parloteo
de la pelirroja caminando detrás suyo. Ingrid fue la primera mortal que
había tratado de pasar la prueba para convertirse en la esposa de Henry, y
quizás si él hubiera pasado más de cinco minutos al día con ella, Henry habría
entendido la razón por la que Calliope la había matado.

—Lo disfrutarás —dijo Ingrid, agarrando un conejo de la alta hierba y abrazándolo


en su pecho—. Todo florecerá al mediodía.

—¿Cómo lo hizo ayer? —dijo Calliope—. ¿Y el día anterior a ese? ¿Y el anterior?

Ingrid sonrió.

—¿No es hermoso? ¿Viste las mariposas?

—Sí, he visto las mariposas —dijo Calliope—. Y el venado. Y cada pieza inútil de tu
otra vida.

Una nube oscura ensombreció el rostro de Ingrid.

—Lamento que creas que es estúpido, pero es mí otra vida, y me gusta así.

Le tomó una enorme cantidad de esfuerzo, pero Calliope luchó contra las ganas de
poner sus ojos en blanco. Disgustar a Ingrid sólo empeoraría las cosas, y a la
velocidad que iba, pasarían años antes de que Calliope saliera de aquí.

—Tienes razón —dijo firmemente—. Es sólo que nunca he pasado nada de tiempo
en este reino, por lo que el proceso me resulta desconocido.

Ingrid se relajó y pasó sus dedos a través de la piel del conejo.

—Por supuesto que no pasas tiempo aquí —dijo con una risita que le puso los
dientes de Calliope en el borde—. Eres una diosa. No puedes morir. A diferencia de

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mí —agregó, saltando más allá a unos pocos centímetros de la pradera—. Pero no
es tan malo como pensé que sería.

Si esa chica idiota supiera una maldita cosa, habría sabido que Calliope no era tan
sólo una diosa. Era uno de los seis miembros originales del consejo, antes de que
hubieran tenido hijos y el consejo se expandiera. Antes de que su marido hubiera
decidido que la fidelidad estaba por debajo de él. Antes de que hubieran
empezado a entregar la inmortalidad como si fuera un dulce. Ella era la hija de los
Titanes, y no era una mera diosa. Era una reina.

Y sin importar lo que el consejo y esa perra de Kate hayan decidido, ella no
merecía estar aquí.

—Bueno —dijo Calliope—. La muerte es algo estúpido a lo que temerle.

—Henry se asegura de que me sienta cómoda. Viene de vez en cuando y pasa la


tarde conmigo —dijo Ingrid, y añadió con una sonrisa desdeñosa—. Nunca me
dijiste quién ganó.

Calliope abrió la boca para decir que no era un concurso, pero no era verdad. Cada
parte había sido una competición, y ella se había esforzado por el premio mucho
más que los demás. Se deshizo de los oponentes magistralmente. Incluso Kate
habría muerto si Henry y Diana no hubieran intervenido.

Calliope debería haber ganado, y la sonrisa en el rostro de Ingrid se sentía como


sal en el enorme agujero donde una vez había estado su corazón. Primero había
perdido a su marido, y cuando pensó que había encontrado a alguien que podía
entender su situación y darle el amor que ella deseaba tan fervientemente, y que
alguien —Henry— nunca le dio la oportunidad. Debido a ello, lo había perdido
todo. Su libertad, su dignidad, cada gramo de respeto que había luchado por ganar
a través de los milenios, pero sobre todo, había perdido a Henry.

Habían estado juntos, dos de los seis originales, desde antes del comienzo de la
humanidad. Por eones ella lo había visto, envuelto en misterio y una soledad que
nadie podía penetrar, al menos hasta que Perséfone llegó. Y después de lo que ella
le había hecho…

Si alguien merecía ser castigada, era Perséfone. Todo lo que Calliope siempre había
querido era que Henry fuera feliz, y un día él entendería que la única manera de
que lo fuera sería cuando estuvieran finalmente juntos. Sin importar cuánto tiempo
tomara, ella haría que él lo viera. Y al final, Kate pagaría por robarles un tiempo
precioso de su futuro.

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—¿Calliope? —dijo Ingrid, y Calliope intentó sacudirse esos pensamientos de
encima. Las palabras se escaparon en los huecos de su mente, pero su enojo y la
amargura permanecieron.

—Kate —dijo Calliope, escupiendo el nombre como si fuera venenoso—. Su


nombre es Kate. Ella es la hija de Diana.

Los ojos de Ingrid se agrandaron.

—¿Y la hermana de Perséfone?

Calliope asintió, y detrás de Ingrid, una extraña niebla se formó en la distancia.


Parecía llamarla, pero resistió las ansias de deshacerse de Ingrid y seguirla. En tanto
estuviera cumpliendo su pena pasando tiempo con cada chica que había matado,
no podía irse sin alertar a Henry. Si desobedecía deliberadamente las órdenes del
consejo, sería desterrada definitivamente y su lugar en el consejo sería cubierto por
otra persona.

Sabía exactamente quién sería esa persona, y se juró a sí misma que mientras ella
fuera una diosa, Kate nunca conseguiría estar cerca de su trono.

Calliope miró la niebla.

—¿Alguna vez has atravesado eso?

—¿Atravesado dónde? —dijo Ingrid—. ¿Los árboles? A veces, pero prefiero el


prado. ¿Sabías que los pétalos saben a caramelo? Deberías probarlos.

—No como caramelos —dijo Calliope, todavía distraída por la niebla. Ella no había
visto nada parecido en el Inframundo, y debía significar algo. Tal vez era la manera
de Henry de decirle que podía pasar a la siguiente chica. Tal vez entendió lo
espantosa que era Ingrid después de todo.

—¿Cómo no puedes comer caramelo? —dijo Ingrid—. Todo el mundo come


dulces.

—No soy como todo el mundo —dijo Calliope—. Quédate aquí.

—¿Así que puedes alejarte? —dijo Ingrid—. No lo creo. Necesitas que te perdone
antes de irte, ¿o lo has olvidado ya?

Calliope apretó los dientes. Por supuesto que no lo había olvidado, pero por lo que
a ella respectaba, Ingrid nunca iba a perdonarla. Y aunque lo hiciera, Calliope
dudaba que cada chica que había matado lo hiciera, según la sentencia de Kate, lo

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que significaba que probablemente estaría atrapada aquí en el Inframundo por la
eternidad. Eso mucho más de lo que Calliope estaba dispuesta a esperar.

—A menos que quieras que te sujete los pies al suelo, te quedarás —espetó ella.

—¿Puedes hacer eso?

Calliope no se molestó en responder. En su lugar, se dirigió hacia la niebla y lejos


de Ingrid, quien al menos tuvo la decencia de no seguirla. Mientras más se alejaba
de Ingrid, más tenebrosa se volvía la pradera, hasta que Calliope estuvo rodeada
de rocas… el verdadero rostro del Inframundo ahora que no había un alma muerta
cerca para influenciar su apariencia.

Ahora que estaba más cerca, pudo ver que la niebla no era en absoluto niebla. En
su lugar, parecía brillar en el aire, mil zarcillos de luz extendiéndose hacia ella.
Calliope estiró el brazo, y en el momento en que sus dedos tocaron el extraño
resplandor, entendió por qué la había llamado. Por fin, tras décadas de espera, él
estaba despierto.

Calliope sonrió, y la ráfaga de poder tan antiguo que no tenía nombre se extendió
a través de ella. Con Ingrid siendo nada más que un recuerdo distante, dio un paso
hacia adelante, y la ira que había albergado por tanto tiempo finalmente encontró
su propósito.

—Hola, Padre.

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Capítulo 1
Retorno a Edén

Traducido por ƸӜƷYossƸӜƷ

Corregido por Marina012

C
uando yo era niña, todos los otoños mis profesores hacían que la clase
escribiera y presentara uno de esos horribles ensayos de “¿Qué hice el
verano pasado?”, con fotos y anécdotas divertidas diseñadas para hacer que
un salón de clases lleno de estudiantes aburridos presten atención.

Cada año me sentaba y escuchaba mientras mis compañeros de la escuela


preparatoria de la ciudad de New York hablaban sobre como pasaron su verano en
Hamptons, o en Florida, o en Europa con sus ricos padres, o au pair 1, o mientras
nos hacíamos mayores, con sus novios o novias. Para el momento en que llegamos
a la secundaria, ya había oído las mismas historias ostentosas una y otra vez:
escapadas en París con supermodelos, toda una noche de fiesta en las playas en las
Bahamas con estrellas de rock… cada estudiante competía por la atención con
hazañas que se volvían más salvajes cada año.

Pero mi historia era siempre la misma. Mi madre trabajaba como florista, y como la
mayor parte de sus ingresos eran para pagar esa escuela, nunca salíamos de la
ciudad de Nueva York. En sus días libres pasábamos nuestras tardes en Central
Park tomando el sol. Después que enfermó, pasaba los veranos en el hospital con
ella, aguantando su pelo mientras la quimioterapia atacaba su sistema o recorría
los canales de televisión en busca de algo para ver.

No eran Los Hamptons. No era Florida. No era Europa. Pero eran mis veranos.

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Au pair: es una palabra francesa, usada para denominar a la persona acogida temporalmente por
una familia a cambio de un trabajo auxiliar; suele convivir con la familia receptora, y recibe una
pequeña remuneración.

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Sin embargo, el verano después de mis primeros seis meses con Henry, superó
cada uno de los veranos de mis compañeros.

—No puedo creer que no hayas nadado con delfines antes —dijo James mientras
yo manejaba por un sucio camino que no parecía tener mucho uso. Estábamos de
vuelta en la península superior de Michigan y rodeados de árboles más altos que
edificios. Cuanto más nos acercábamos a la Mansión Edén, más amplia se volvía mi
sonrisa.

—No es como que tengamos una tonelada de ellos en el río Hudson —dije,
presionando el acelerador. Estábamos tan lejos de la civilización que no había
ningún aviso de límite de velocidad, y la última vez que había estado en este
camino, mi madre estaba demasiado enferma como para arriesgarme tomando
ventaja de eso. Pero ahora, después de que el consejo me había garantizado la
inmortalidad, la única cosa que arriesgaba era mi viejo y aporreado auto. Hasta
ahora, me gustaban los beneficios—. Estoy más impresionada por la erupción del
volcán.

—No tengo idea de por qué lo hizo —dijo James—. Ha estado inactivo más tiempo
de lo que algunos de nosotros hemos vivido. Podría tener que preguntarle a Henry
de eso cuando volvamos.

—¿Qué tendría que ver él con un volcán? —le dije, y mi corazón dio un vuelco.
Estábamos tan cerca ahora que casi podía sentirlo, y tamborileaba los dedos
nerviosamente contra el volante.

—Los volcanes corren bajo el dominio de Henry. Si uno viejo estalla así, entonces
algo pasa. —James mordió un pedazo de carne seca y me ofreció el resto. Arrugué
la nariz—. Como quieras. Te das cuenta de que vas a tener que contarle todo lo
que hicimos, ¿no?

Lo miré.

—No lo he planeado de otra manera. ¿Por qué? ¿Qué hay de malo con eso?

James se encogió de hombros.

—Nada. Supongo que no estará muy emocionado con la idea de tú pasando seis
meses en Grecia con un rubio y guapo extraño, eso es todo.

Me reí tan fuerte que casi me salí del camino.

—¿Y quién era ese extraño rubio guapo? No lo recuerdo.

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—Eso es exactamente lo que le debes decirle a Henry, y ambos estaremos a salvo
—dijo James alegremente.

Era una broma, por supuesto. James era mi mejor amigo, y habíamos pasado
juntos todo el verano visitando antiguas ruinas, ciudades gigantes e islas
espectaculares en uno de los lugares más bellos del mundo. Tal vez uno de los más
románticos, también, pero James era James, y estaba casada con Henry.

Casada. Todavía no me acostumbraba. Mantenía mi anillo de bodas con un


diamante negro en un collar alrededor de mi cuello, demasiado preocupada de
perderlo para usarlo apropiadamente, y ahora que estábamos solo a kilómetros de
Edén, era momento de ponérmelo de nuevo. Había luchado para pasar las siete
pruebas que el consejo de los dioses me habían dado para ver si era digna de la
inmortalidad y convertirme en la Reina del Inframundo, y porque había ganado —a
duras penas— Henry y yo éramos ahora técnicamente marido y mujer.

De todos modos, con el silencio entre nosotros por los pasados seis meses no se
sentía así. No se lo admití a James, pero pasé el verano mirando alrededor con la
esperanza de ver a Henry entre la multitud, aunque se suponía que no debía estar
allí. Pero sin importar cuanto me esforzara, no vi ninguna señal de él. Por supuesto,
la mitad de un año era prácticamente un abrir y cerrar de ojos para alguien que
había existido desde antes del nacimiento de la humanidad. Pero sin duda una
señal de que me extrañaba no era demasiado pedir.

Sin embargo, durante mi invierno con él había tenido que luchar por cada
pequeño paso adelante. Cada mirada, cada caricia, cada beso… ¿y si seis meses de
diferencia nos traía de vuelta al punto de partida? Había pasado miles de años
lamentándose por su primera esposa, Perséfone, y él sólo me había conocido por
uno. Nuestra boda no había sido el final perfecto de una maravillosa historia de
amor. Había sido el comienzo de la eternidad, y nada acerca de nuestra nueva vida
juntos iba a ser fácil. Para ninguno de nosotros. Especialmente teniendo en cuenta
que en las prioridades para ajustarse al matrimonio, tendría que aprender a ser la
Reina del Inframundo, también.

Y no importa cuánto tiempo había invertido en cuidar a mi moribunda madre,


tenía una sensación de abatimiento de que nada de eso me ayudaría a la hora de
gobernar a los muertos.

Me saqué mis preocupaciones de la mente mientras la puerta negra de hierro


forjado de la Mansión Edén apareció a la vista. Nueva York, la escuela, la
enfermedad de mi madre, eso era mi pasado. Mi vida mortal. Esto era mi futuro. Sin

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importar lo que haya o no ocurrido durante el verano, iba a tener la oportunidad
de estar con Henry ahora, y no iba a desperdiciar ni un momento.

—Hogar dulce hogar —dije mientras conducía a través de las puertas. Podía hacer
esto. Henry estaría esperando por mí, y estaría emocionado de verme. Mi madre
estaría allí, también, y no tendría que pasar seis meses más sin verla. Después de
casi perderla, pasar mi verano sin mi madre había sido una tortura, pero ella
insistió, el primer verano sería mío, y ni ella ni Henry estarían involucrados. Pero
estaba de vuelta ahora, y todo estaría bien.

James estiró el cuello para mirar los árboles de colores brillantes que se alineaban
en el camino.

—¿Todo bien? —me dijo.

—Yo debería preguntarte eso —dije, viendo la manera como tamborileaba sus
dedos en el apoyabrazos nerviosamente. Se quedó quieto, y después de un
momento añadí antes de que pudiera evitarlo—. Él estará feliz de verme, ¿verdad?

James parpadeó y dijo con frialdad:

—¿Quién? ¿Henry? No puedo decirlo. No soy él.

Esa fue la última respuesta que yo esperaba, pero por supuesto que él no iba a
estar contento por eso. James habría sido es sustituyo de Henry como el
gobernante del Inframundo si yo hubiera fallado, y a pesar de que no lo había
parecido en nuestro viaje, James estaba sin duda dolido al respecto.

—¿Al menos pues pretender estar feliz por mí? —dije—. No puedes pasar toda tu
existencia enojado por eso.

—No estoy enojado. Estoy preocupado —dijo—. No tienes que hacer esto si no
quieres, lo sabes. Nadie te culparía.

—¿Hacer qué? ¿No volver a Edén? —Ya había pasado las pruebas. Le dije a Henry
que volvería. Estábamos casados, por el amor de Dios.

—Todo el mundo está actuando como si fueras el principio y el final de todo para
Henry —dijo James—. No es justo ponerte bajo ese tipo de presión.

Dios mío, realmente estaba hablando acerca de no volver.

—Mira, James, sé que te gustó Grecia, también a mí, pero si crees que me puedes
persuadir de no volver…

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—No te estoy persuadiendo acerca de nada —dijo James con sorprendente
firmeza—. Estoy tratando de asegurarme de que nadie más lo haga. Esta es tu vida.
Nadie va a quitarte a tu madre ahora si decides que no quieres hacer esto después
de todo.

—Eso no… eso no es por lo que voy a regresar en absoluto —farfullé.

—¿Entonces por qué, Kate? Dame una buena razón, y lo dejaré.

—Puedo darte una docena.

—Sólo quiero una.

Resoplé. No era de su incumbencia. Había estado a punto de morir en mis intentos


de salvar a Henry de desvanecerse; no iba a alejarme de él debido a la posibilidad
de que podría no me gustarme el Inframundo.

—No sé cómo haces las cosas, pero quiero a Henry, y no lo voy a dejar solo porque
no crees que sea bueno para mí.

—Muy bien —dijo James—. Pero, ¿qué vas a hacer si Henry no te quiere?

Pisé los frenos y forcé el auto a detenerse con tanta violencia que la palanca de
cambios se desprendió. El auto era un pedazo de mierda de todos modos.

—Eso es imposible. Me dijo que me ama, y confío en que no me miente. A


diferencia de alguien que conozco.

Lo fulminé con la mirada, pero su expresión no cambió. Con un bufido, me bajé del
auto, maldiciendo mientras el cinturón de seguridad quedaba atrapado en mis
jeans. Después de varios intentos fallidos de desenredarme, James se estiró y
suavemente lo deshizo por mí.

—No te enojes —dijo—. Por favor. Después de lo que le pasó a Perséfone, quería
asegurarme de que no pases por lo mismo, ¿está bien? Eso es todo.

Yo no era idiota. Sabía que una parte de Henry siempre estaría enamorado de
Perséfone. Después de todo, había perdido las ganas de seguir después de que ella
había renunciado a su inmortalidad para morir y pasar la eternidad con un mortal,
y él no se habría sentido así si toda su existencia no hubiera girado en torno a ella.
Pero yo podía darle lo que ella nunca le dio: amor correspondido.

—Si realmente eres feliz y ustedes dos se aman el uno al otro, entonces genial —
dijo James—. Buena suerte a ambos. Pero si no… si te despiertas un día y te das

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cuenta que te estás forzando a amarlo porque piensas que es lo correcto, no
porque te hace más feliz de lo que has sido alguna vez… entonces quiero
asegurarme de que sepas que tienes una opción. Y si alguna vez quieres irte, todo
lo que tienes que hacer es decirlo, y me iré contigo.

Irrumpí hacia la puerta principal de la casa, halándola fuertemente.

—Muy bien, así que si alguna vez decido que la vida de Henry no vale la pena, voy
a asegurarme de hacértelo saber. Ayúdame con esto, ¿quieres?

James no dijo nada cuando se unió a mí y abrió las pesadas puertas como si
estuvieran hechas de plumas. Me deslicé dentro y forcé una sonrisa, esperando ver
a Henry esperándome en la magnífica entrada hecha de espejos y mármol. Sin
embargo, el vestíbulo estaba vacío.

—¿Dónde está todo el mundo? —dije, mi sonrisa desvaneciéndose.

—Esperando por ti, sospecho. —James pasó después de mí, y la puerta se cerró
detrás de nosotros, haciendo eco en la entrada—. No pensaste que íbamos a
permanecer aquí, ¿o sí?

—No sabía que había otro sitio donde estar.

Él pasó el brazo por mis hombros, pero cuando me lo sacudí moviendo los
hombros, se metió las manos en los bolsillos en su lugar.

—Por supuesto que hay algún otro lugar. Sígueme.

James me llevó al centro del vestíbulo, donde un círculo de cristal brillaba con un
arcoíris de colores en el centro del piso de mármol blanco. Cuando traté de seguir
al otro lado de la sala, me agarró la mano y me detuvo.

—Esta es nuestra parada —dijo, mirando hacia abajo.

Me quedé viendo los cristales debajo de mis pies, y finalmente lo vi. Un aura
extraña y brillante parecía emanar de donde estábamos, y salté fuera del círculo.

—¿Qué es eso?

—¿Henry no te dijo? —dijo James, y negué con la cabeza—. Es un portal entre la


superficie y el Inframundo. Totalmente seguro, lo prometo. Son como atajos, así no
tenemos que tomar el camino más largo.

—¿El camino más largo?

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—Si sabes dónde buscar, puedes encontrar una abertura al Inframundo y viajar a
través de varias cuevas y ese tipo de cosas —dijo—. Oscuro, sombrío, consume
mucho tiempo, y es difícil si te pone nerviosa tener millones de kilos de roca
presionando sobre ti.

—No hay nada por debajo de la superficie excepto lava y tierra —dije, haciendo
caso omiso de la idea de ser enterrada viva—. Cada niño de ocho años lo sabe.

—Somos dioses. Somos excelentes en cubrir nuestras huellas —dijo James con una
sonrisa infantil, y esta vez, cuando él me ofreció su mano, la tomé y volví a entrar
en el círculo.

—¿Qué más se te da bien? —refunfuñé—. ¿Convertir el agua en vino?

—Esa es la especialidad de Xander —dijo—. Me sorprende que no haya convertido


el Mar Muerto en un gran barril de fiestas a estas alturas. Debe ser demasiado
salado para él. En cuanto a mí, puedo encontrar lo que sea, a quien sea o cualquier
lugar que desees. ¿Notaste que nunca nos perdimos en Grecia?

—Excepto una vez.

—En realidad tampoco estábamos perdidos —señaló.

—De todas maneras —Le di una mirada, y se puso rosado—, pensé que
simplemente conocías bien el área.

—Así es, hace mil años atrás. Han hecho modificaciones desde entonces. Cierra tus
ojos.

Una ráfaga de energía electrizante se arremolinó a nuestro alrededor, y un rugido


llenó mis oídos. Sin previo aviso, la tierra cayó por debajo de nosotros, y grité.

Mi corazón saltó en mi garganta, y mis ojos se abrieron mientras trataba de


alejarme de James, pero su brazo me envolvía como el acero. Estábamos rodeados
por roca, no, estábamos dentro de la roca e íbamos a través de ella como si no
fuera más sustancial que el aire. La expresión de James era tan tranquila como
siempre, como si deslizarse a través de la piedra, la tierra y sólo Dios sabía qué otra
cosa era perfectamente normal.

Pareció durar por años, pero sólo unos pocos segundos más tarde aterricé sobre
mis pies en tierra firme. James soltó su agarre de mis hombros, pero mis piernas
temblaban tanto que me aferré a él a pesar de todo lo que quería hacer era darle
un golpe en la cabeza.

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—Eso no fue tan malo, ¿verdad? —me dijo alegremente, y yo lo fulminé con la
mirada.

—Me las cobraré por eso —gruñí—. No lo vas a ver venir, pero cuando se acabe,
sabrás la razón por la que fue.

—Lo estaré esperando —dijo, y por fin me sentí lo suficientemente estable como
para estar de pie por mi cuenta. Contuve mi respuesta mientras miraba alrededor,
y mis cejas se alzaron.

Estábamos en una caverna enorme, tan grande que no podía ver la parte superior.
La única manera de asegurar que era debajo de la tierra —además del angustioso
viaje al que apenas había sobrevivido— era la falta de luz solar.

Genial. Aparentemente Henry vivía en una cueva.

En lugar del cielo, los ríos de cristal corrían a través de la roca, proporcionando una
luz brillante que iluminaba la caverna entera. Estalagmitas y estalactitas gigantes se
unían en hileras de columnas que no podían haber sido naturales y para mi alivio,
formaban una ruta a un magnífico palacio de roca de color negro brillante que
parecía como si hubiera surgido de un lado de la caverna.

—Si me lo permites —dijo James—. En nombre del consejo, quiero ser el primero
en darte la bienvenida al Inframundo.

Abrí la boca, pero antes de que pudiera decir una palabra, los gritos enfurecidos de
Henry llenaron mis oídos, y caí de rodillas mientras el mundo se volvía negro.

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Capítulo 2
Talento

Traducido por flochi y Shadowy

Corregido por Marina012

H
enry apareció a centímetros frente a mí, su rostro retorcido con tal furia
que me encogí. Él estaba en el Inframundo, rodeado de la misma roca de
cristal fundido que reconocí de mi aterrizaje, pero la caverna no era la
misma. Era tan vasta que no podía distinguir el otro lado, y estaba vacía excepto
por la enorme puerta que parecía como si estuviera hecha de la propia pared.

Henry levantó sus temblorosas manos contra una espesa niebla que se filtraba por
entre las barras hechas de roca, su mandíbula tensa. Sus hermanos, Walter y Phillip
lo flanqueaban a ambos lados, pero estaba claro que Henry era el general en esta
batalla.

—No funcionará —dijo una voz de chica que hizo que mis entrañas se volvieran de
hielo. Detrás de Henry estaba parada Calliope, sus ojos brillantes con diversión—.
Ya está despierto.

—¿Por qué? —dijo Henry, su voz tensa por el esfuerzo—. ¿Realmente has llegado
tan lejos que crees que esta es la respuesta?

Pero sea cual fuera la cuestión, no tuve la oportunidad de descubrirlo. Henry y sus
hermanos se desvanecieron, y abrí mis ojos y aspiré aire fresco y húmedo de la
caverna que contenía el palacio. De alguna manera terminé en mis manos y
rodillas, y James estaba arrodillado junto a mí, su ceño fruncido mientras frotaba
mi espalda.

—¿Te encuentras bien? —dijo.

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—¿Qué pasó? —Viendo a dos figuras aproximarse en la distancia, me tensé. No
podían ser Henry y Calliope. Él nunca la dejaría estar cerca de mí.

—Nada —dijo James sin certeza—. ¿Te golpeaste la cabeza?

No respondí, demasiado ocupada analizando las dos siluetas. James no estaba


preocupado, así que no podía ser Calliope… ¿pero él había visto la caverna con la
puerta? ¿Sabía él que ella estaba allá afuera, luchando contra Henry y sus
hermanos?

Finalmente, las dos figuras aparecieron a la vista y el alivio me inundó.

—Mamá —grité, poniéndome de pie sobre unas piernas temblorosas. James me


sujetó, y conseguí dar unos cuantos pasos hacia delante.

Mi madre, quien había pasado años batallando contra el cáncer que finalmente
había matado su forma mortal, caminó hacia mí radiante. Todavía no me había
acostumbrado a la idea de que ella también era una diosa y había omitido
mencionármelo por dieciocho años, pero en ese momento todo lo que me
importaba era llenar el agujero que había crecido dentro de mí durante los seis
meses que me fui.

—Hola cariño —me dijo, abrazándome. Respiré su aroma, manzanas y fresia, y le


devolví el abrazo con fuerza. La había extrañado más de lo que podía haber puesto
en palabras, y por lo que a mí respecta, nadie nunca me persuadiría de dejarla por
cualquier espacio de tiempo otra vez.

—¿Qué fue todo eso? —dijo una segunda voz. Ava. Mi mejor amiga y la razón de
que hubiera conocido a Henry en primer lugar. Otra que me había mentido sobre
ser mortal—. Kate, parecía como si estuviera teniendo un ataque.

—No es nada que no pueda ser controlado con práctica —dijo mi madre, tocando
mi mejilla—. Veo que tomaste mucho sol. ¿Grecia te trató bien?

Ella me soltó, y Ava se abalanzó para darme un abrazo y chillar.

—¡Te ves hermosa! Mira ese bronceado. Estoy tan celosa. ¿Te teñiste el cabello?
Luce más claro.

Busqué sobre mi hombro, pero el camino que llevaba al palacio de obsidiana


estaba vacío. Henry no había venido a saludarme después de todo. Mi corazón dio
un vuelco, y evité la mirada de James. No quería ver su éxito.

—¿Qué quieres decir con algo que puede ser controlado con la práctica?

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—Tu talento, claro. —La sonrisa de mi madre vaciló—. Dime que Henry te explicó
esto el invierno pasado.

Apreté los dientes.

—De aquí en adelante, que tal si todo el mundo asume que si Henry iba a decirme
algo, no lo hizo. ¿Suena como un plan?

—Probablemente no pensaba que podrías sobrevivir el tiempo suficiente para que


importara —murmuró James.

Ava lo ignoró y enganchó su brazo con el mío.

—Estás gruñona hoy.

—También lo estarías si cayeras a través de un hoyo en el suelo y acabaras en el


infierno —dije.

Mi madre tomó mi otro brazo y James se quedó detrás de nosotras mientras nos
dirigíamos al palacio.

—No dejes que Henry escuche que llamas infierno a este lugar —dijo ella—. Es
muy susceptible sobre este tipo de cosas. Es el Inframundo, no el infierno. Es
donde…

—… las personas van tras morir —dije—. Lo sé. Eso me lo dijo. ¿Dónde está?

Aun cuando pregunté, tuve la enferma sensación de que sabía exactamente dónde
se encontraba.

—Él y algunos de los otros tenían un asunto que atender —dijo mi madre—.
Volverán antes de tu ceremonia de coronación esta noche.

—¿El asunto tiene algo que ver con la puerta gigante y Calliope?

Ava se detuvo, y tiré de su brazo, pero sus pies permanecieron plantados en el


suelo.

—¿Cómo sabes eso?

Me encogí de hombros.

—Eso es lo que estaba intentando decir… lo vi, justo ahora.

En la superficie, por ver visiones como esa me habría enviado a una institución
mental, pero mi madre no hizo más que parpadear.

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—Sí, cariño, eso pasará de vez en cuando, y con el tiempo aprenderás a
controlarlo.

—Estupendo —dije irritada—. ¿Podrías al menos explicarme qué es?

—No hay necesidad de enojarse —dijo mi madre, y mi exasperación se disolvió


inmediatamente. Podría no estar muriéndose ya, pero luego de haber pasado
cuatro años viéndola tambalearse al borde entre la vida y la muerte, estaría
cualquier cosa menos enfadada con ella. Seis meses lejos no iban a cambiar eso.

—Lo siento —dije, la culpa corriendo a través de mí. Miré a James, quien
permanecía en el fondo, sus manos metidas en los bolsillos y su mata de cabello
rubio cayendo sobre sus ojos. Pero quería respuestas, no más diatribas sobre cómo
tenía una opción—. ¿Qué está pasando? ¿Por qué pude ver a Henry?

Mi madre envolvió sus brazos alrededor de mis hombros, y me relajé contra ella.

—¿Por qué no vamos dentro donde es más cómodo, y entonces te contamos


todo?

De alguna manera dudaba que alguna vez realmente aprendería todo lo que
estaba pasando en la ahora mi familia, pero mis jeans estaban húmedos por la
tierra y mientras más pronto llegáramos al palacio, más pronto vería a Henry. Y
entonces…

¿Y entonces qué?

La oferta de James se volvió a filtrar en mi mente, mis pensamientos dando vueltas


hasta que no lo pude ignorar más. Él estaba equivocado. Tenía que estarlo. Había
sobrevivido; había pasado, y Henry me amaba. Tan pronto como nos viéramos,
todo caería en su lugar, y las cosas volverían a ser normales otra vez. Y yo me
sentiría como una idiota por haber cuestionado a Henry.

El camino era más corto de lo que había pensado, inclinándose hacia abajo, hacia
un patio en frente del palacio. En vez de lechos de flores y árboles, el suelo estaba
plagado de magníficas joyas en un arco iris de colores que brillaban en la luz.
Parecidos a la forma en que los jardines de mi madre eran arte, esto era una obra
maestra, y no pude apartar mis ojos.

—Perséfone lo diseñó —dijo Ava a medida que nos aproximábamos a las


intimidantes puertas. Me mordí el interior de la mejilla para evitar una réplica
descortés. Nunca había considerado cuánto estar en Inframundo le recordaría a
Henry a Perséfone, y después de haber pasado milenios juntos, no había manera

20
de que pudiera combatir cada pedazo de ella que perduraba en su vida. Pero no
había sido preparada para enfrentarlo así de pronto.

Respiré profundamente. Todo estaría bien. Tenía jet-lag2, eso era todo, y tan
pronto como descansara y viera a Henry, todo volvería a la normalidad. Enojarme
por cada cosa no iba a ayudar.

La entrada no era para nada lo que esperaba. A diferencia de la oscuridad del


mundo exterior al palacio, era alegre en el interior, con paredes rojas y espejos
como los que colgaban en la Mansión Edén. Aunque esta habitación era más
pequeña, era más familiar de alguna manera. Por los relieves alrededor de los
espejos a los muebles de cuero marrón dispersos por todo el pasillo, todo era
cálido. El palacio era enorme, pero dentro, no parecía en lo más mínimo
impresionante.

Me gustaba.

—¿Es aquí donde estaré viviendo todo el invierno? —dije, y mi madre asintió.

—Esta es el ala privada del palacio, destinada para ti, Henry y sus invitados.

—¿Hay invitados?

Ava saltó junto a mí, casi arrancando mi brazo fuera de su coyuntura.

—Como nosotros, tontita. Todo el consejo está aquí ahora mismo para tu
coronación.

—¿Lo están? —Mi boca se secó—. Pensé que sólo íbamos a ser Henry y yo. Y
ustedes.

—Claro que todo el consejo está acá. Henry va a coronar a la nueva Reina del
Inframundo esta noche —dijo mi madre, poniendo su mano en mi espalda para
dirigirme por otro pasillo—. Eso no sucede muy a menudo.

Ella parecía saber exactamente a dónde iba, y la ansiedad burbujeó dentro de mí.
Debió haber pasado mucho tiempo aquí con Perséfone, quien había sido su hija —
mi hermana— y su familiaridad con el palacio era un recordatorio de cuán
profundamente arraigada había estado Perséfone a la vida de Henry. Cuán
profundamente arraigado estaba el recuerdo de ella.

2
Jet-lag: Cansancio extremo y otros efectos físicos que siente una persona después de un largo
vuelo a través de varias zonas horarias.

21
—Tu dormitorio —dijo Ava, señalando hacia una puerta elaboradamente decorada
al final del pasillo. Quise preguntarle cómo lo sabía, pero a medida que nos
acercábamos y reconocí las intrincadas tallas de madera, casi me ahogué.

Era exactamente la misma puerta como la que en Edén llevaba a la habitación de


Perséfone. En la mitad superior había una hermosa pradera, y de alguna manera el
artista había conseguido recrear la luz del sol en la madera. Debajo de este se
encontraba el Inframundo con sus pilares de piedra y jardines de joyas, y eso fue
todo lo que pude hacer para poder hablar.

—¿Creen que a Henry le importaría si hiciera algo de redecoración?

Ava y mi madre intercambiaron una mirada confundidas, pero James, quién había
estado callado hasta entonces, se adelantó. Sin embargo, no quería su simpatía. O
su comprensión. Henry estaba ocupado, no ignorándome, y no podía haber sabido
cómo posiblemente una sencilla puerta se sentiría como un puñetazo en el
estómago para mí. No quería que él eligiera entre yo y su esposa muerta; solo
quería ser la parte más importante en su vida ahora. Tal vez tomaría algún tiempo,
pero era tiempo que estaba dispuesta a aceptar si Henry lo estaba también.

Sacudí la cabeza. Por supuesto que Henry querría eso. Él había sido el que se
acercó a mí al lado del río para empezar. Había sido el que me protegió durante mi
tiempo en Edén. Era el que había ayudado a traerme de entre los muertos. Era el
que se había quedado junto a mi cama casi cada hora después. Se preocupaba. Él
tenía que hacerlo.

Aunque eso era antes de que me hubiera sido concedida la inmortalidad por el
consejo, dijo una pequeña voz que sonaba sospechosamente como la de James en
la parte trasera de mi mente. Mi madre era la hermana favorita de Henry. Tal vez él
sólo estaba tratando de protegerme por el bien de ella.

Forcé el pensamiento a un lado. Estaba en pánico por nada. Henry se presentaría


pronto, y no podía evitarme todo el invierno. Incluso si tenía alguna aprensión
sobre todo esto, seríamos capaces de hablar de ello. No era como si yo no
estuviera nerviosa, también.

—Ésta también es tu casa ahora, y deberías hacer lo que te haga sentir cómoda —
dijo James—. Si Henry realmente te ama, entenderá.

—¿Cómo puedes decir algo así? —dijo Ava, horrorizada—. Por supuesto que la
ama. Yo debería saberlo.

22
—Sí —dijo él secamente—. Deberías. Si todas ustedes me disculpan, tengo cosas
que hacer antes de la ceremonia.

Él me besó en la mejilla antes de pasar de largo a Ava y mi madre, y las tres lo


vimos irse. Traté de no dejarlo meterse bajo mi piel, pero la idea de pasar seis
meses sin ver a James después de pasar todo el verano con él era difícil de aceptar.
Sin importar los sentimientos que pudiera tener por mí o no pudiera tener, todavía
era mi amigo.

—Iré a ver qué pasa con él —dijo mi madre una vez que James se perdió de vista.

—Gracias —dije—. Él no fue así mientras estuvimos en Grecia.

Suspiré.

—No, me imagino que no lo era. —Dándome un abrazo, agregó—: Pasaré a verte


antes de la ceremonia. Ava, quédate con ella hasta que Henry regrese.

—Lo planeaba —dijo Ava, y una vez que mi madre había corrido tras James, se
volvió hacía mí con una sonrisa maliciosa—. Así que, ¿quieres ver dónde sucede la
magia?

La mirada en mi rostro le provocó un ataque de risa, y fue sólo cuando amenacé


con seguir a mi madre que se puso seria.

—Lo siento, es sólo… eres tan mojigata.

No dignifiqué eso con una respuesta. La única vez que me había acostado con
Henry había sido después de ser dosificada con un afrodisiaco, gracias a Calliope.
Si bien la idea de fallar una prueba había enfurecido a Henry, parte de mí mantenía
la esperanza de que él lo hubiera disfrutado tanto como yo lo había hecho. No
habíamos dormido juntos desde entonces, pero ahora que estábamos casados,
podría ser algo que él estuviera esperando.

No estaba segura de cuál era peor: la idea de Henry esperándome para dormir con
él, o la idea de Henry no queriendo dormir conmigo en absoluto.

Ava finalmente empujó la puerta abierta, revelando un gran dormitorio suite al


otro lado. La alfombra era suave y de color crema, y las paredes estaban pintadas
del mismo rico rojo que el vestíbulo. En el centro había una enorme cama en una
plataforma elevada, y las sábanas eran doradas. Era perfecto, y me odié a mí misma
por gustarme tanto.

23
—Por favor dime que alguien ha cambiado las sábanas desde que Perséfone vivió
aquí —murmuré, y Ava se rió.

—Por supuesto. Incluso hablé con Henry para dejarme redecorar por ti. No creí que
la puerta te molestaría, de lo contrario habría cambiado eso, también.

El nudo en mi estómago se deshizo.

—La próxima vez, comienza con eso —dije, deambulando alrededor de la


habitación para inspeccionarla. Los muebles estaban esparcidos por todas partes,
incluyendo dos sofás para dos, un escritorio y un tocador, y un gran ventanal con
vista al patio y el jardín de joyas. Cerré las cortinas doradas.

Un ladrido agudo llamó mi atención, y me di la vuelta a tiempo para ver a Pogo, el


cachorro que Henry me había regalado el pasado invierno, venir disparado hacia
mí. Sus pequeñas patas apenas podían mantenerlo estable, y su cola se movía tan
entusiastamente que tenía miedo de que la golpeara contra algo.

—Pogo —arrullé, recogiéndolo y acunándolo en mi pecho—. No has crecido ni


poco, ¿verdad? ¿Dónde está Cerberus? —Lamió mi mejilla, y sonreí. Finalmente
algo estaba yendo bien.

—Cerberus tiene su propio trabajo aquí abajo —dijo Ava desde el otro lado de la
habitación—. Me hice cargo de Pogo por ti… le enseñé algunos trucos nuevos y
todo.

Mi sonrisa se desvaneció.

—Pensé que Henry iba a cuidar de él. —Había conseguido a Pogo para mí porque
él quería mostrarme que tenía la intención de que nuestra relación durara, y en
lugar de cuidar de él como había prometido, ¿se lo había entregado a Ava por el
verano? Abracé a Pogo más fuerte.

—Él está ocupado a veces —dijo Ava, y crucé la habitación para unirme a ella—.
Ahora, este es tu armario. Incluso hablé con Henry para que me dejara elegir tus
trajes por ti esta vez en lugar de Ella.

Ella, quien junto a Calliope me había asistido durante toda mi estancia en Edén,
había pasado los primero pocos meses vistiéndome en las más dolorosas modas
de los últimos mil años solamente para hacerme retorcer. Habría preferido pasar
los siguientes seis meses envuelta en una sábana que usar las rígidas faldas con
aros y corsés que Ella habría, sin duda, previsto para mí.

24
Ava abrió una puerta, y mis ojos se ampliaron. Era el armario más grande que
hubiera visto, lleno con filas de jean, pilas de blusas y suéteres, y una pared entera
cubierta con zapatos. También había una fila de vestidos elegantes, pero Ava había
mantenido misericordiosamente aquellos al mínimo.

—Me imaginé que no los querrías, así que robé la mayor parte de ellos para mí —
dijo mientras pasaba mi mano sobre un vestido plateado brillante que casi habría
considerado usar si tuviera algún lugar donde ir con el—. No le digas a Henry.

—No lo haré. —Me senté al lado de la pared de zapatos e inspeccioné el par más
cercano. Talla siete, como yo—. Si te digo algo, ¿prometes no decírselo a nadie
más?

Estuvo a mi lado en un instante, y el hambre en sus ojos de chisme casi me hizo


reconsiderarlo. Pero no tenía a nadie más para hablar aparte de mi madre y James,
y estaba demasiado avergonzada para ir a mi madre por esto, y James… bueno, él
era parte del problema.

—Por supuesto —dijo en un susurro conspirador—. Sabes que puedes decirme


cualquier cosa, y no le diré a un alma.

Quería creerle, pero todavía recordaba la chica en Edén que me había engañado
para irrumpir en la propiedad de Henry, sólo para tenerla tratando de
abandonarme allí. Su maniobra había fracasado, dando lugar a una Ava moribunda
y Henry ofreciendo sanarla si me quedaba con él por seis meses al año. Sin
embargo, desde entonces, ella se había convertido en uno de mis mejores amigos,
y no podía ignorar eso.

—Se trata de James —dije, mirando hacia abajo al tacón que sostenía. Iría
perfectamente con el vestido plateado—. Me dijo que tenía una opción. Que yo no
tenía venir aquí si no quería hacerlo. —Me detuve antes de mencionar la parte
donde él había ofrecido irse conmigo—. Creo que está celoso de Henry.

En lugar de reírse en mi cara, Ava se estableció en el suelo a mi lado.

—Es una posibilidad. Ninguno de nosotros estaba contento con la idea de Henry
desvaneciéndose, pero por lo menos James habría conseguido algo de ello.

Sacudí mi cabeza.

—No quiero decir celoso de él gobernando el Inframundo. Quiero decir… celoso


de que él me tenga a mí.

25
—Oh. —Los ojos de Ava se ampliaron—. Oh. ¿Crees que James…?

Me encogí de hombros.

—En cierto modo parece, ¿no es así? Pasamos el verano entero juntos. Él estaba
tan feliz y relajado y James mientras estábamos en Grecia, pero ahora que estamos
de vuelta aquí, se ha puesto todo malhumorado y correcto y no quiere estar cerca
de mí ya. Y creo que es por Henry.

—Debido a que Henry te tiene y él no. —Ava golpeó su dedo contra su mejilla de
porcelana—. Sabes quién soy yo, ¿verdad?

La miré. ¿Era esa una pregunta con trampa?

—Sí. Eres Ava.

—¿Y de qué soy la diosa? —dijo, moviendo su cabello rubio sobre su hombro.

Nadie nunca me había dicho, pero fuera de los catorce miembros del consejo, Ava
era de lejos la más fácil de combinar con su contraparte olímpica. Junto con Henry,
por supuesto.

—La diosa del amor.

Ella estaba radiante.

—Muy bien, aunque olvidaste la belleza y el sexo.

Sí, definitivamente era Afrodita.

—¿Cuál es tu punto? —La mayor parte del tiempo me las arreglaba para olvidar lo
impresionante que Ava era, pero cuando recordaba, era difícil sentirse como nada
más que una masa poco atractiva a su lado.

—Mi punto es que tengo ciertos dones, y puedo decir que James te ama. Pero
todos nosotros te amamos, Kate. Eres parte de la familia ahora.

—¿Qué clase de amor es? Para James, quiero decir.

Ella suspiró dramáticamente y me dio una palmada en la rodilla.

—Decírtelo sería una terrible invasión de la privacidad de James, y tengo que


soportarlo en el futuro previsible.

Rodé los ojos.

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—¿Desde cuándo te importa la privacidad?

—Desde que Henry apareció hace diez segundos.

Me puse de pie. Mariposas invadieron mi estómago mientras me lancé fuera del


armario, pero me detuve en seco cuando vi a Henry sentado en el borde de la
cama, con las manos entrelazadas y el rostro glacial. Se veía pálido y agotado, y
creí ver un ligero temblor en sus manos, pero eso no fue lo que captó mi atención.

Una profunda herida corría por su cuello y desparecía debajo de su camisa, pero lo
más notable era la mancha de carmín en su piel.

Estaba sangrando.

27
Capítulo 3
Coronación

Traducido por Simoriah, Areli97 y flochi

Corregido por Nony_Mo

N
o sabía mucho acerca de ser un dios, pero sí sabía que no se suponía que
los dioses sangraran.

Podían enfermarse o resultar heridos cuando adoptaban cuerpos humanos


por breves períodos de tiempo, como había hecho Ava cuando la conocí en Edén y
como mi madre lo había hecho durante los primeros dieciocho años de mi vida.
Pero uno de los mayores beneficios de ser inmortal era no preocuparse por cosas
molestas como la sangre y la muerte.

—¡Henry! —Volé a su lado, mis dedos flotaron sobre el tajo en su piel. Necesitaba
puntos desesperadamente pero, ¿cómo se suponía que alguien curara a un dios?—
. ¿Qué sucedió?

Se estremeció cuando suavemente bajé el cuello para exponer el resto de la herida.


Su camisa negra estaba mojada con sangre, y sin preguntar comencé a
desabotonarla.

—Iré… iré a buscar a Theo —dijo Ava, y salió corriendo del cuarto, con Pogo en los
talones, dejándome para que atendiera sola a Henry.

—No es nada —dijo Henry, pero la tensión en su mandíbula decía lo contrario. Una
vez que desabotoné su camisa, separé la tela, exponiendo un corte que iba por su
pecho hasta el ombligo.

—Eso no luce como nada —dije—. Recuéstate.

Henry comenzó a protestar, pero le di una mirada firme, y se rindió. Una vez que
estuvo recostado, me cerní sobre él, intentando descifrar algo que pudiera hacer

28
para ayudar, pero él no sangraba con tanta gravedad como para aplicarle presión,
y no quería lastimarlo más de lo que ya estaba.

—¿Cómo sucedió esto? Creí que se suponía que los dioses no podían ser heridos
de esta manera.

—Normalmente no. —Las esquinas de sus labios se elevaron con una ligera
sonrisa—. Luces bien, Kate. ¿Cómo estuvo tu verano?

Sangraba por todas partes, y quería saber cómo había estado mi verano.

—¿Comparado hasta ahora con mi otoño? Fantástico. ¿No puedo hacer nada?
Estás sangrando sobre las sábanas.

La cama era la última de mis preocupaciones, pero fue suficiente para distraer a
Henry de hacerme más preguntas.

—Mis disculpas. Me aseguraré de limpiarlo antes de esta noche. Theo estará aquí
en breve, y… ah, aquí estás.

Me di vuelta rápidamente justo a tiempo para ver entrar a Theo. La mayoría del
consejo había actuado como empleados en la Mansión Edén, y Theo había tomado
la posición de Jefe de la Guardia. Seguridad, pensé, pero cuando lo vi atravesar la
puerta, elevándose sobre Ava mientras ella se escabullía detrás de él, me di cuenta
de su papel podría haberse extendido más allá. Henry era capaz de curarme, lo
había probado, pero aparentemente no podía curarse a sí mismo. Claro, no se
suponía que fuera capaz de resultar herido en primer lugar.

—¿Dónde están los otros? —dijo Theo. Mientras salía de su camino, abrí la boca
para preguntar quiénes eran los otros, pero luego la cerré rápidamente. Walter y
Phillip, los hermanos de Henry. La misma gente que había visto en mi visión.

—Están viniendo —dijo Henry. Theo apoyó las manos en la herida, y la expresión
adolorida de Henry se relajó—. Insistieron en que me adelantara.

—¿Están heridos? —dijo Theo, y Henry sacudió la cabeza.

—El ataque estuvo mayormente focalizado en mí.

Miré ansiosamente a Theo, buscando cualquier señal de que lo que fuera que
estuviera haciendo funcionaba. Al principio no vi nada, pero luego, después de
varios segundos, un extraño brillo se formó entre sus manos y la piel de Henry.
Mientras pasaba sus palmas sobre la herida, ésta se cerró, dejando atrás una leve

29
línea plateada. Esa fue toda la evidencia que necesitaba para saber que esto no era
algo que ocurriera todos los días. Henry no tenía otras cicatrices.

—Listo —dijo Theo una vez que terminó. Sacó un pañuelo del bolsillo y se limpió
las manos—. Recomendaría que te tomaras las cosas con calma esta tarde, en caso
de que haya algún daño que yo no alcanzara.

—No lo hay —dijo Henry mientras se sentaba. Comenzó a ponerse de nuevo su


camisa, pero debió haber sentido cuán húmeda estaba, porque la dejó a un lado—.
Gracias, Theo. Ava.

Theo no desperdició tiempo yéndose, y Ava se rezagó detrás de él, su ceño


fruncido con preocupación. Ella movió la cabeza hacia Henry, y sacudí la mía. Tanto
como quería que ella estuviera alrededor, ahora que Henry estaba aquí, no había
razón para que se quedara.

Me senté en el borde de la cama y deslicé mis dedos a través del pelo de Pogo
mientras Henry doblaba su camisa arruinada. Una docena de preguntas corrían por
mi mente, pero no sabía por dónde empezar, así que se lo dejé a él. Eventualmente
tendría que hablarme, incluso si no quería contarme lo que realmente había
sucedido.

Casi un minuto pasó antes de que él hablara, y para ese momento yo había metido
mis manos entre las rodillas, demasiado nerviosa para intentar pretender no
estarlo.

—¿Esperas con ansias la ceremonia de esta noche? —dijo, y lo miré con la boca
abierta.

—No nos hemos visto en seis meses, estás cubierto de sangre, ¿y eso es de lo que
quieres hablar?

Se encogió de hombros.

—Es un tema tan bueno como cualquier otro.

—No —dije, hundiendo las uñas en mis jeans—. Realmente no lo es. ¿Por qué no
comenzamos por cómo te las arreglaste para ser herido tan gravemente cuando se
supone que eres inmortal?

Él se puso de pie y se dirigió hacia una puerta junto a mi armario. Cuando la abrió,
vi que tenía un armario propio, sólo que más pequeño y más monocromático. Sacó

30
una camisa negra que era idéntica a la que había descartado, pero antes de
ponérsela, se dirigió hacia otra puerta. El cuarto de baño.

—Te ayudaré —dije, bajándome de un salto de la cama y apresurándome hacia él.


No objetó, y lo seguí hacia el gran cuarto de baño decorado en negro y dorado.
Divisando un paño de lavar, lo tomé y abrí el grifo—. No esperaba que el
Inframundo tuviera cañerías.

Eso al menos provocó una leve sonrisa en él.

—Ava puedes ser muy convincente a veces.

Limpié la sangre que manchaba su piel, con cuidado de evitar la delgada cicatriz
que ahora corría por su pecho. Henry se quedó inmóvil, y cuando levanté la mirada
hacia él, lo vi mirándome con una mirada extrañamente tierna.

—¿Qué? —dije, ruborizándome—. ¿Tengo algo en el rostro?

—No —dijo, y tan rápidamente como la había notado, la expresión desapareció—.


Me preguntaste como me hice esto. Hubo un problema del que me tuve que
encargar, y aunque hay pocas cosas que pueden herir a mi familia, están allá
afuera.

—¿Cómo qué? —dije, enjuagando el paño. El agua se volvió rosa mientras se


arremolinaba por el desagüe.

—Nada de lo que debas preocuparte.

Genial. Aparentemente mientras había estado bronceándome en Grecia, él se había


vuelto a convertir en el mismo Henry que había conocido un año atrás en lugar de
aquel con el que me había casado. Lo fulminé con la mirada.

—¿En serio? ¿Eso es todo lo que vas a decirme? Prometiste que nunca me
mentirías.

—No estoy mintiendo…

—Dijiste que ya no me guardarías secretos —contrataqué—. Así que, ¿cuál es?


¿Vas a tratarme como una niñita frágil a la que necesitas proteger a cualquier costo
o vas a tratarme como a tu compañera? Porque en unas pocas horas, voy a ser la
reina de este lugar, y nunca voy a ser capaz de ayudarte a reinar apropiadamente si
siempre te guardas todo. Tengo el derecho a saber.

Silencio. Suspiré.

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—¿Esto tiene algo que ver con Calliope?

Henry se tensó.

—¿Cuánto te dijo tu madre?

¿Mi madre sabía de esto?

—Nada —dije, y fue cuando me di cuenta que, tarde o temprano, tendría que
contarle acerca de lo que había sucedido, hice una mueca—. Tuve una visión,
supongo. No sé cómo llamarlo. Cuando James me trajo aquí, de repente te vi a ti, a
Walter y a Phillip peleando con… algo. No sabía qué era, pero estabas frente a esta
puerta, y Calliope apareció detrás de ti y te dijo que no tenía sentido, porque él ya
estaba despierto.

El silencio pareció estirarse por siempre. No fue hasta que levanté el paño una vez
más que contestó, y cuando lo hizo, habló con una inquietante calma.

—Así que este es tu don, entonces. Me lo había preguntado.

—¿Don? —Mi madre había mencionado lo mismo, pero nunca había llegado a
explicármelo.

—Junto con la inmortalidad vienen ciertos talentos —dijo Henry—. Varía de


acuerdo a cada individuo, y a menudo coincide con lo que representamos. Por
ejemplo, curar no es el único talento de Theo. Como el dios de la música y la
poesía, también tiene un tono perfecto.

Estaba intentando hacerme reír. Ésa tenía que ser una buena señal. Me las arreglé
para esbozar una pequeña sonrisa mientras algo de ansiedad abandonaba mi
cuerpo.

—Estoy segura de que es útil todo el tiempo.

—Sí, hace el entretenimiento durante las reuniones familiares más soportable.

Otro momento pasó en silencio. Eso debe haber sido a lo que se refirió James con
no perderse nunca. La habilidad de mi madre de sonsacar vida del terreno más
desatendido, la habilidad de Henry de viajar grandes distancias en un pestañeo…
¿de qué otra manera viajaba a través del Inframundo?

—¿Por qué puedo ver cosas que están sucediendo en otros lugares? —dije—. ¿Qué
utilidad tiene? ¿Se supone que eso me hace mejor al decidir el destino de otras
personas?

32
—Sí, y tendrá otros usos también. Una vez que seas coronada, comenzarás a
desarrollar otros poderes —dijo Henry—. Te ayudaré tanto como sea capaz, y con
el tiempo aprenderás a controlarlos.

Así que además de aprender todo lo demás sobre el Inframundo, tendría que lidiar
con habilidades incontrolables también. No que la idea de ser capaz de hacer
cosas divinas no fuese excitante, pero no me gustaba la idea de tener visiones sin
advertencia. No cuando me daban un palpitante dolor de cabeza después.

—¿Cuáles van a ser mis habilidades?

—No estoy seguro. Las cosas que Perséfone podía hacer no se transferirán
necesariamente a ti.

Mi corazón se hundió. Al paso que iba esto, nunca escaparía de la sombra de


Perséfone.

—¿Qué podía hacer ella? —dije, aun cuando de ella era lo último de lo que quería
hablar—. ¿Podía ver cosas?

—Sí. Sus otras habilidades eran muy parecidas a las mías. —El indicio de una
sonrisa apareció en su rostro, e intenté convencerme de que era porque la sangre
casi había desaparecido. No porque estaba pensando en ella—. Podía viajar.
También tenía un talento para diferenciar una mentira de una verdad, y podía
crear, como todos nosotros podemos.

—¿Crear?

Él extendió su mano, y un momento después, una flor hecha de joyas apareció en


su palma vacía. Exactamente como las del jardín de afuera.

—Para ti.

La tomé y examiné los delicados pétalos hechos de cuarzo rosa. Anidado entre
ellos había pequeñas perlas cremosas, y el tallo estaba hecho de un metal tal ligero
como el aire. Me llevé la flor a la nariz, pero no tenía aroma. Tan hermosa como
era, no era real.

—Mis hermanos, hermanas y yo somos mucho más poderosos que nuestros


descendientes —dijo—. Con cada generación, los dones se hacen menos potentes.

Mi estómago se agitó. Nuestros descendientes, no los de ellos. Claro, Henry


siempre los reunía como si fueran una sola entidad en lugar de seis seres
individuales.

33
—¿Tienes… tienes hijos? —dije tímidamente.

Era humillante darme cuenta que sabía tan poco acerca de él. Después de estudiar
largo y tendido el año pasado, sabía lo que los mitos me habían enseñado y lo que
él mismo me había contado, pero los mitos no siempre eran exactos, y Henry había
sido mucho menos que comunicativo acerca de sí mismo. Calliope me había dicho
una vez que se creía que Henry nunca se había acostado con nadie antes de mí, ni
siquiera con Perséfone, pero Calliope había resultado ser menos que confiable.

—No, no tengo —dijo Henry, y casi me ahogué tratando de tragarme mi suspiro


de alivio.

—¿Tú…? —Me detuve, pero Henry asintió alentadoramente—. ¿Quieres algún día?
¿En unas cuantas décadas o siglos?

Me dio una débil sonrisa que no llegó a sus ojos.

—Veremos cómo te sientes para entonces. No quiero cargarte con otra


responsabilidad que no pediste. Ahora ven, debemos prepararte.

Fruncí el ceño. ¿Qué se suponía que significaba eso? ¿Él pensaba que yo no quería
esto, casarme con él y todo lo que conllevaba?

Las palabras de James flotaron de vuelta a mí. Esta era la decisión de la que él
había estado hablando, ¿cierto? Sabía que Henry estaba teniendo dudas. Él sabía
que Henry pensaba que era una carga para mí, o que iba a convertir en una
Perséfone y dejarlo. Peor, James había tratado de convencerme de ello.

—Sabes que quiero esto, ¿verdad? —dije—. No importa lo que los demás digan…

—Nadie más me ha dicho una palabra sobre esto —dijo Henry—. Incluso tu madre
ha respetado mis límites. Por primera vez —agregó en voz baja—. Pero este es el
principio de nuestro gobierno juntos. No necesitamos tomar estas decisiones de
inmediato.

Nuestro gobierno juntos, no nuestra vida juntos. Otra distinción, pero esta vez no
fue un desliz de lengua. Mi garganta se apretó.

—No cuando piensas que podría irme de todas maneras, ¿cierto?

Titubeó.

—No soy tu aprehensor. Si deseas irte, puedes hacerlo.

34
—No, no eres mi aprehensor. Se supone que seas mi esposo —espeté—. ¿Quieres
que me vaya? ¿Quieres gobernar solo… o desvanecerte o lo que sea que te pasará
si me voy?

Quería que me gritara. Quería que estuviera furioso. Quería hacerle sentir las
abrumadoras emociones que desencadenaba en mí cuando él era así, cuando
estaba tan desesperada por la aprobación que se negaba a darme que
prácticamente arrancaba mi cabello.

En cambio, me observó con una mirada desesperantemente calmada y dijo de


manera uniforme:

—Me gustaría que nos dieras a ambos algo de tiempo para adaptarnos a esto. Es
una nueva vida para ambos, y deseo crecer juntos en vez de pelear. No hay
necesidad de precipitarnos. Tenemos la eternidad.

Era razonable. Esa era la peor parte; no tenía nada acerca de qué reclamarle. Estaba
siendo el maduro, dándonos a ambos espacio para adaptarnos a esto, y yo estaba
siendo la que se aferraba a él, porque a pesar de que confiaba en él con mi vida,
no confiaba lo suficiente como para que me amara en la manera en la que quería
que lo hiciera. Y en ese momento, una parte de mí lo odiaba por eso.

—Sólo dime si quieres que esté aquí o no —susurré—. Por favor.

Bajó la cabeza, como si quisiera besarme, pero se retiró al último segundo.

—Lo que yo quiera jamás debería dictar lo que haces. Quiero que seas feliz, y
mientras estés contenta, yo también lo seré.

Esa no era una respuesta y él lo sabía, pero me tranquilicé y seguí a Henry al


dormitorio, donde se puso la camisa. Yo tampoco quería pelear. Sabía que las
cosas no iban a ser perfectas, y quizás era culpa de James por hacerme dudar de
Henry para empezar, o tal vez eran los recordatorios de Perséfone donde sea que
mirara, pero lo único que quería era un poco de tranquilidad. Una caricia. Un beso.
Una palabra. Lo que sea.

Cepillé mis dedos contra la flor enjoyada en mi bolsillo. Eso tendría que ser
suficiente por ahora.

—Asumo que Ava te mostró el closet —dijo Henry—. Puedes elegir cualquier cosa
que desees usar, aunque como la ceremonia de esta noche se considera formal,
algo más elegante de lo que preferirías sería más apropiado.

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—De acuerdo —dije suavemente—. ¿Puedo preguntarte algo?

—Por supuesto.

Vacilé. ¿Me amaba? ¿Seguía enamorado de Perséfone? ¿Tan siquiera quería que
me coronaran como su reina, o era simplemente un sustituto de mi hermana? ¿Por
qué no había venido a verme cuando había estado en Grecia con James?

Pero el coraje que me había tomado para hacer esas preguntas había
desaparecido. Cavé profundo, tratando de encontrar algunos restos mientras
imaginaba los inevitables seis meses de tensión y soledad si no lo hacía, pero me
quedé con las manos vacías. Cada parte de mí estaba empapada con el miedo
enfermizo de que Henry no me quisiera aquí después de todo, que él sólo había
estado de acuerdo con ello porque mi madre y el resto del consejo lo habían
obligado. Que yo sería para Henry lo que él había sido para Perséfone: nada
excepto una obligación. Así que lo evadí.

—¿Qué vestido prefieres?

Mientras Henry me llevaba al armario para recorrer el estante de vestidos formales,


alcancé su mano, pero en el momento en que lo toqué, se alejó. En cambio,
sostuvo en alto un vestido plateado que había admirado antes.

—¿Qué hay de este?

Las náuseas se apoderaron de mí. Quizás él simplemente había estado alcanzando


el vestido y no había notado que yo había estado tratando de tocarlo, pero la
mitad del tiempo parecía que sabía que movimiento iba a hacer antes de que lo
hiciera. No importaba como lo justificara, no podía sacudirme el sentimiento de
que lo había hecho a propósito.

Pero seguir peleando sólo le daría una excusa para empujarme más lejos, y había
tenido suficiente de eso por un día. Esta noche, después de la ceremonia, después
de que todo estuviera en su lugar, entonces podríamos hablar, y no le daría la
opción de alejarse.

—Ese es lindo —dije, forzando una sonrisa. Tomé el vestido, pero antes de que
pudiera moverme hacia el bastidor para cambiarme, una fuerte explosión resonó
en la habitación, y dejé caer la percha.

James irrumpió en el armario, deteniéndose cuando me vio de pie allí con Henry.
Sus hombros se hundieron y todo el aire pareció dejar sus pulmones, y podría
haber jurado que vi un destello de resentimiento en su rostro. Pero antes de que

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pudiera decir una palabra, había desaparecido, remplazado por el mismo vacío que
había estado antes ahí.

—Hubo otro ataque.

Henry se puso rígido, y cualquier esperanza de tener una tarde con él se había ido.
Recogió el vestido y me lo entregó, en un momento estaba a mi lado, y al
siguiente estaba en el dormitorio.

—Diles que continúen con las preparaciones para la ceremonia —dijo Henry
mientras terminaba de abrocharse la camisa—. James y yo regresaremos antes de
que comience.

Lo miré fijamente.

—¿Vas a salir otra vez? ¿Después de casi desangrarte?

Sus labios formaron una línea delgada.

—Es mi deber. No tardaremos demasiado.

—¿Qué si lo que sea que te lastimó esta vez hace las cosas incluso peores?

—No lo hará —dijo Henry planamente—. Haz lo que te digo y no te preocupes por
ello. Regresaremos dentro de poco.

Resoplé indignada. ¿Hacer lo que dice? Durante mi tiempo en Edén, él me había


dado órdenes para mantenerme a salvo, pero se suponía que ahora éramos
compañeros. Dar órdenes a mi alrededor no estaba bien. Si esa era la forma en que
iba a jugar, entonces las cosas iban a tener que cambiar. Ya no era una indefensa
mortal. Y era tiempo de que ambos empezáramos a actuar como tales.

No tenía tiempo de externar mis protestas. James por lo menos tuvo la decencia de
darme una mirada de disculpa, pero la expresión de Henry estaba en blanco
mientras ambos parpadeaban fuera de mi vista, dejándome sola en el dormitorio.
Algo tiró dentro de mí al darme cuenta que estas podrían ser las últimas palabras
que escuchara alguna vez decir a Henry, y aferré el vestido con tanta fuerza que la
tela amenazaba con rasgarse.

—Lo juro —murmuré a Pogo—. Si uno de ellos muere permanentemente, jamás les
hablaré de nuevo.

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

Podría ya no estar en el Edén, pero algunas cosas nunca cambiaban.

Ava me ayudó a prepararme, sentándome en frente del tocador y pasando casi una
hora arreglando mi cabello. La dejé aplicar algo de base y lápiz labial, pero me
levanté cuando trató de atacarme con delineador de ojos y rímel.

—Vamos, Kate —dijo con un puchero—. Esta es una cosa de una vez en la vida. Te
tienes que ver absolutamente deslumbrante, de otra manera jamás me lo
perdonaría.

—¿Estás diciendo que necesito maquillaje para verme hermosa? —dije, y sus ojos
perfectamente hechos se ampliaron.

—¡No, claro que no! Sólo quería decir… no quiero hacerte ver como una persona
diferente. Sólo quiero hacerte la mejor tú que puedes ser.

—¿Hará una diferencia en la ceremonia?

—No —dijo de mala gana, y eso puso fin a aquello.

Me las arreglé para mantener mi pánico moderado durante la siguiente media hora
o así, pero cuando llegó el momento de la ceremonia y Henry y James no habían
vuelto, empezó a crecer hasta que ya no podía ignorarlo. ¿Qué si algo les había
pasado? ¿Cómo alguien podría saber que debían ayudarlos?

—Esto se siente familiar —dijo Ava animadamente mientras me guiaba a través de


los corredores que se extendían desde el ala privada a lo que sólo podría asumir
era la sección pública del palacio. Las paredes cambiaron de rojo a crema y oro, y
por un momento olvidé que estábamos en el Inframundo… por lo menos hasta que
pasamos una ventana encortinada, y cometí el error de echar un vistazo afuera.

Hubiera sido soportable si Henry hubiera estado allí conmigo, pero cuando Ava me
dejó fuera de un conjunto de puertas dobles que me recordaban fuertemente al
salón de baile de la Mansión Edén, aún no había señal de Henry o James. Por el
lado positivo, finalmente entendí a lo que Ava se refería con familiar.

—¿Henry construyó la Mansión Edén como este lugar? —dije, mirando alrededor
mientras esperábamos. Todo, desde el color de la alfombra y las paredes hasta el
camino que Ava había tomado para conducirme aquí, me recordaban a Edén. No

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era exactamente el mismo, pero era lo suficientemente parecido como para que no
pudiera evitar recordar la noche en que había sido presentada al consejo hace casi
exactamente un año.

—Algunas partes —dijo Ava—. El palacio es más grande, por supuesto, pero
mantuvo las pequeñas cosas importantes.

Por lo menos Henry nunca se perdería en su propia casa, no importaba cuántas


tuviera.

—¿Crees que estará de vuelta a tiempo?

—Claro —dijo con una actitud despreocupada y deseé que pudiera cambiar el
nudo en mi estómago—. No puede perdérselo.

—James probablemente logrará que lo maten para no tener que venir. —Fruncí el
ceño—. ¿Por qué crees que salieron así antes de la ceremonia?

Ava se quedó quieta, y ella no se encontró con mis ojos mientras me contestaba.

—Porque es el trabajo de Henry.

—¿No podía esperar?

Sus labios pintados tiraron hacia abajo en una mueca.

—No puedes esperar que Henry sea alguien que no es. No ha estado casado en
cientos de años. Le tomará un tiempo volver a acostumbrarse a ello, pero cuando
suceda, merecerá la pena. Está acostumbrado a poner sus deberes primero, eso es
todo.

Su respuesta me hizo sentir como una idiota, y mis mejillas quemaron por debajo
de la capa de maquillaje que ella había aplicado en mi cara.

—Apenas me toca —dije, peleé por mantener mi voz plana—. Han pasado seis
meses, y ni siquiera me dio un beso de saludo. No quiero que cambie por mí, pero
sería lindo si por lo menos tratara de dejarme saber que está feliz de verme. No
puedo… —Las palabras se atascaron en mi garganta, y me tomó un momento
hacer mi camino alrededor del bulto que se estaba formando—. No puedo pasar la
mitad de mi vida con alguien que no me ama.

—Oh, Kate. —Ava me abrazó, teniendo cuidado de no estropear mi cabello o


maquillaje—. Claro que te ama. Nunca ha sido bueno con el afecto físico eso es
todo, y es un hombre. Nunca son buenos en darse cuenta de lo que queremos y

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actuar en base a ello, en especial cuando han estado solos por tanto tiempo como
Henry. ¿Realmente tengo que pasar los siguientes seis meses asegurándote cuánto
te ama?

Sorbí las lágrimas.

—No, pero sería lindo que él lo hiciera.

—Dale tiempo —dijo—. Probablemente sólo está nervioso con todo lo que está
pasando.

—¿Qué está pasando? —dije, intentando apartarme lo suficiente para mirarla, pero
mientras ella estaba siendo gentil, su agarre era inquebrantable—. ¿Qué está
pasando con Calliope?

Ava se tensó.

—¿No te lo dijo Henry? —dijo con una voz tímida.

—No, y si tú tampoco lo haces, me voy a frotar el lápiz labial sobre toda mi cara. Y
la tuya.

Ella se alejó de un salto y alzó sus manos, como para protegerse de mí.

—No te atrevas, aplazaré la ceremonia si es necesario.

—Creo que Henry y James ya lo están haciendo por ti. —Me crucé de brazos—.
Dime lo que está pasando. Tengo derecho a saberlo.

Ella suspiró.

—Lo tienes, pero Henry me matará si averigua que te lo he dicho.

—Entonces no le diré que fuiste tú.

Ava miró en alrededor nerviosamente y tiró de uno de sus rizos rubios.

—Sólo voy a decirte esto porque Henry no está aquí para hacerlo, porque de
verdad deberías escucharlo de él —dijo en voz baja, pero estaba segura de que iba
a decírmelo porque sabía que Henry no me lo diría—. Calliope escapó. Henry, Papi
y Phillip no dicen mucho sobre lo que está sucediendo, pero… bueno, viste la
condición en la que Henry entró. Obviamente algo malo está pasando.

Algo lo bastante malo para causarle una cicatriz a un dios.

—¿Cómo se lastimó Henry, te dijeron algo?

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—¿Decir algo sobre qué?

Me di la vuelta. James se dirigía hacia nosotras, su cabello hecho un desastre y su


chaqueta rasgada en el hombro, pero al menos no parecía tener sangre esta vez.

—¡James! —Salí volando hacia él, sin importarme el cabello y maquillaje. Me tomó
en sus brazos y me estrechó con fuerza, escuché un estrangulado grito de protesta
por parte de Ava. Por el bien de ella, no lo besaría en la mejilla—. ¿Estás bien?
¿Qué pasó?

—No fue nada —dijo—. Un incidente menor. Todo está bien.

—¿Quieres decir que no tuvo que ver con Calliope? —dije, y James abrió la boca
para responder cuando una segunda voz lo interrumpió.

—Sí, tuvo que ver.

James hizo una mueca, e inmediatamente me soltó y dio un paso al costado. Henry
cruzó el pasillo hacia mí, y a diferencia de James, él lucía impecable.

—¿Estás sangrando mortalmente de nuevo? —dije, incapaz de evitar la frialdad de


mi voz. Henry fingió no notarlo o estaba muy distraído para que le importara.

—Estoy bien. —Asintió hacia las puertas dobles detrás de mí—. Te escoltaré al
entrar. No debemos mantener al resto del consejo esperando.

Eso era lo último que me preocupaba, pero cuando Henry me ofreció su brazo, lo
tomé. A este ritmo, ese era el mayor contacto que tendría con él por todo el
invierno.

Ava y James entraron por la puerta, y Henry miró fijamente hacia delante mientras
esperábamos. Lo miré por el rabillo del ojo, buscando señales de que había sido
atacado nuevamente, pero estaba tan compuesto como siempre. Como si tener a
su nueva esposa dedicando su vida a ayudarlo a reinar el Inframundo fuera algo de
todos los días.

Mi pechó se tensó. No podía hacer este tipo de compromiso si las cosas no iban a
cambiar. Si él no iba a confiar en mí, si no me quería como su reina, entonces no
quería esto.

—Lo que sea que esté pasando con Calliope, tengo derecho a saberlo.

—Sí —dijo—. Te lo aseguro, tan pronto como tengamos un momento, te lo diré


todo.

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—Tenemos un momento ahora —dije. No quería pelear, no en la cúspide del
momento que irrevocablemente iba a cambiar para siempre mi vida. Pero esa era
la razón por la que tenía que hacer esto—. No se siente como que confiaras en
mí… o que me quisieras aquí, y tengo que saber que sí quieres. Y si no es así,
entonces no tenemos que hacer esto.

Henry dudó. Lo miré buscando alguna señal de lo que estaba pensando, pero su
expresión no me dio ninguna pista.

—Si no quieres…

—Quiero —dije, la desesperación arañando en mi interior—. Quiero quedarme.


Quiero hacer esto. Quiero estar junto a ti. No sé cómo hacer para que quede claro.
Pero necesito que tú lo quieras, también, ¿sí? Por favor, tan solo dime que me
quieres aquí para poder hacerlo.

Esperaba silencio como respuesta, y cuando no respondió, empecé a darme la


vuelta de espaldas a la puerta.

La mano de Henry me detuvo.

—Kate —dijo suavemente—. Ha sido un día difícil, y lamento la preocupación que


te he hecho atravesar esta tarde. Sin embargo, no importa cuán duras se pongan
las cosas, no importa cuánto tiempo nos tome ajustarnos a esta nueva vida, nunca
dudes que te quiero aquí. Eres capaz y perspicaz, y eres más adecuada para
permanecer a mi lado que cualquier mortal que haya conocido.

Mi corazón dio un vuelco. Sus razones eran racionales, pero no del corazón. Si
Henry tenía su modo de actuar, y estaba segura de que su reina iba a ser todo lo
que yo sería para él, pero no tenía sentido presionar en el asunto. Él me había
respondido.

—Gracias —dije mientras mi voz temblaba. No era suficiente, pero él necesitaba


tiempo, y se lo daría. La ceremonia era ahora. ¿Qué pasaba si decidía que nunca
podría amarme como algo más que una amiga después de todo?

No tienes que hacer esto si no quieres, lo sabes.

Aparte de mi cabeza la voz de James. Ahora no. No cuando estaba a punto de


hacer la cosa más importante que haría en mi vida.

Y no cuando estábamos entrando en la sala más sorprendente que haya visto


jamás.

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Dejaba el salón de baile de la Mansión Edén en vergüenza. Pilares de piedra
cincelada sostenían el techo alto, el cual estaba hecho del mismo cuarzo que corría
a través de la caverna del exterior, e iluminaba cada centímetro de la gran sala.
Ventanas con pesadas cortinas doradas y negras se elevaban por encima de mi
cabeza, y una magnífica araña colgaba en el medio del techo. Al menos ahora
sabía la razón de que el palacio fuera tan grande. Tenía que ser con el fin de
albergar una sala como esta.

El sonido de mis tacones hacía eco con cada paso que daba a través del reluciente
suelo de mármol. Fila tras fila de bancas se encontraban de frente, como si Henry
esperara una multitud, y al final del solitario pasillo de pilares había dos tronos.
Uno estaba hecho de diamante negro y el otro blanco.

Este era el salón del trono del Inframundo.

Los demás miembros del consejo estaban sentados en la primera fila de bancos, y
afortunadamente todos menos James estaban vistiendo ropas tan extravagantes
como el vestido que Henry había escogido para mí. Al menos no tendría que
soportar la vergüenza de estar vestida demasiado bien a comparación de los
demás.

—Recuerda exhalar —dijo Henry, su aliento cálido contra mi oído, y me estremecí.


Aunque estaba en lo cierto; en algún momento entre entrando a la sala del trono y
alcanzando el final del pasillo, había olvidado respirar.

Henry nos dio la vuelta así que enfrentamos al consejo, y él asintió una vez
saludando. Hice lo mismo e intenté enfocarme en el frente, segura de que si
captaba la mirada de alguien, mis nervios me superarían, pero finalmente tuve que
mirar.

Mi madre estaba sentada en el centro, la espalda recta y sus ojos brillantes


mientras miraba. James se sentaba al final, y por la forma en que se removía en su
silla, supe que no quería estar aquí. No lo culpaba.

Todos los demás parecían al menos moderadamente interesados, pero antes de


poder asimilarlo, Henry se puso frente a mí y puso las palmas de sus manos hacia
arriba. Dudé, pero me hizo un asentimiento con la cabeza para darme fuerzas, y
temblorosamente puse mis manos sobre las suyas.

—Kate. —Habló con una voz normal, pero resonó a través de la sala, amplificada
por el poder de Henry o la estructura de la sala o ambos—. Como mi esposa, has
aceptado tomar las responsabilidades de la Reina del Inframundo. Decidirás con

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imparcialidad y sin prejuicios sobre las almas de aquellos que han partido del
mundo superior, y desde el equinoccio de otoño al de primavera de cada año,
deberás dedicarte a la tarea de guiar a aquellos que están perdidos y proteger a
todos de daños más allá de sus vidas eternas.

Ni siquiera pude convencer a Henry de no ir a misiones suicidas. ¿Cómo se suponía


que ayudara a proteger cada alma de este lugar?

Las manos de Henry empezaron a hacerse increíblemente más cálidas. Una cálida
luz amarilla brilló entre nosotros, y me mordí el interior de la mejilla, apenas capaz
de evitar apartarme. Me tomaría más de unas pocas horas acostumbrarme a esa
muestra casual de poder.

—¿Aceptas tu papel como Reina del Inframundo, y te comprometes a respetar las


responsabilidades y expectativas que el puesto conlleva? —dijo Henry.

Dudé. Esto no era por un año o incluso diez; esto era para siempre. Ni siquiera
había decidido aún en qué quería especializarme en la universidad, y mucho
menos lo que quería hacer con el resto de mi vida, pero aquí estaba Henry,
dándome una opción. Y por una fracción de segundo, su mirada se encontró con la
mía, y vi a mi Henry debajo del distante dios frente a mí. Sus ojos de luz de luna
brillaban, las esquinas de sus labios se curvaban hacia arriba en la más débil
sonrisa y él pareció brillar con calidez desde el interior hacia el exterior. Me estaba
mirando como si estuviera de regreso en Edén, como si fuera la única persona en
el mundo, y en ese momento, habría desgarrado el cielo y el infierno con tal de
asegurarme de nunca perderlo.

Pero luego él desapareció sumido en sí mismo, detrás de la máscara que llevaba


para proteger el lado que Perséfone había arrancado a trozos, y la realidad se
estrelló a mi alrededor. ¿No era una verdadera elección, no? Todo lo que había
hecho desde que me mudé a Edén me había dirigido a este momento. Henry no se
había casado conmigo por amor, y yo lo había sabido desde el comienzo. Se había
casado conmigo porque pasé las pruebas que nadie más pasó, y porque el consejo
me había concedido la inmortalidad. Era la única chica que había vivido lo
suficiente para volverse su reina. ¿Y si él permanecía de esta manera por el resto de
la eternidad? ¿Y si todo lo que yo sería para él era una amiga y una compañera? La
manera que había sido en Edén, como me había hablado hasta las primeras horas
de la mañana, como había visto en mí de una manera que nadie más había hecho,
como había arriesgado su propia existencia para salvar la mía. ¿Y si nunca volvía a
ver ese lado otra vez?

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Entonces, ¿y si esta era la prueba que él necesitaba para asegurarse de que no iba
a dejarlo? ¿Y si éste era el último empujón para mostrarle que era seguro
enamorarse de mí completamente?

Tragué saliva. Ya había tomado la decisión en el momento en que me había casado


con él. Lo amaba, y alejarme y dejar que se desvaneciera no era una opción, sin
importar el costo que me supusiera.

Podía hacerlo. Tenía que hacerlo. Por el bien de Henry, por el bien de mi madre.
Por mí. Porque al final, sin Henry, no sabía ya quién era yo, y cada noche durante
mi verano en Grecia, había soñado sobre lo que sería pasar el resto de mi
existencia amándolo y siendo amada a cambio. Siempre y cuando le diera esta
oportunidad, esto podría ser todo lo que yo esperaba que fuera. Henry valía el
riego.

Cuando abrí la boca para decir sí, un estrépito rompió el silencio, y las altas
ventanas explotaron, enviando fragmentos de vidrio directamente hacia nosotros.

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Capítulo 4
Los Titanes

Traducido por Akanet y rihano

Corregido por Nony_Mo

M
ientras vidrios volaban por el aire, me cubrí la cabeza instintivamente,
pero los bordes dentados rebotaron en mi piel como si estuviera hecha
de Kevlar.

Cierto. Inmortal. Seguía olvidando esa parte.

—¿Qué de…? —Giré alrededor para inspeccionar el daño, pero antes de que
pudiera ver bien, Henry me empujó detrás de él. Caí al suelo en medio de los
fragmentos de vidrio, y mientras me ponía de pie, Henry y sus hermanos avanzaron
hacia las ventanas rotas.

Ava apareció a mi lado y me agarró del codo.

—Vamos —dijo con voz temblorosa mientras su rostro se puso lívido—. Tenemos
que salir de aquí.

—¿Por qué? —le dije, pero un enfermo sentido de miedo me llenó mientras
avanzaba dando tropezones a su lado. Los otros se apartaron para dejarnos pasar,
cada uno posicionado como si estuvieran listos para atacar. Sin importar lo reacios
que estuvieran a hablar de ella, sabía que esto tenía que ver con Calliope y la fresca
cicatriz bajando por el pecho de Henry.

Ava no me respondió. Ella prácticamente me arrastró por el pasillo, mis tacones


arrastrándose contra el piso mientras trataba de recuperar mi equilibrio, pero no
estaba funcionando.

Me caí por segunda vez, tirando de Ava conmigo. Aterrizamos en un montón, pero
ella no perdió el tiempo arrastrándome para ponerme de pie otra vez. Mientras nos

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tambaleábamos hacia adelante, otro estruendo se hizo eco a través de la sala, y
una niebla brillante se filtró dentro del palacio. La misma niebla de mi visión.

En las últimas horas, parecía haberse vuelto más fuerte. Crepitaba con extraños
tentáculos de luz, y por un momento, la niebla se cernió delante de Henry, como si
lo reconociera. Henry alzó sus manos otra vez, exactamente como había hecho en
mi visión, y los demás miembros del consejo formaron un semicírculo detrás de él
y sus hermanos.

Mi corazón latía contra mi caja torácica, y junto a mí, Ava se congeló. Esta era la
cosa que casi había matado a Henry, y ahora nos estaba atacando a todos. El
instinto de protección se levantó dentro de mí mientras eso se acercaba a Henry, a
mi madre y a todos los que amaba, pero ¿qué podía hacer yo para ayudar a
detenerlo?

Sin previo aviso, cortó a través del aire más rápido de lo que los miembros del
consejo podían controlarlo, pero no estaba dirigida a Henry o Walter o Phillip.

Se dirigió directamente a Ava y a mí.

No tuve tiempo para pensar. Empujé a Ava detrás del pilar más cercano, me lancé
tras ella, pero no lo suficientemente rápido.

Un dolor increíble azotó mi rodilla como un relámpago, disparándose a través de


mi cuerpo hasta que me rodeó, pulsando con cada latido de mi corazón. Grité, y
eso fue todo lo que pude hacer para mantenerme de pie.

—Ava —jadeé, apoyándome contra el pilar mientras los gritos del consejo se
hacían eco a través de la sala—. Sal de aquí.

Me miró sin comprender. Apretando mis dientes contra el dolor, tomé su brazo y
me obligué a avanzar, medio cojeando, medio saltando hacia la salida. Un rastro de
sangre manchaba el suelo detrás de mí, pero la niebla no trató de atacar de nuevo.

Alguien gritó detrás de mí, y me pareció oír a Henry decir mi nombre, pero todo
sonaba lejano mientras mi corazón daba un vuelco. Iba a morir. Todos íbamos a
morir. De alguna manera, esa cosa podía matar dioses, y esta vez no habría un más
allá. No para los inmortales.

No estaba lista para irme. Todavía no. Nunca.

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Una eternidad más tarde, por fin llegamos a la puerta, y empujé a Ava a través de
ella. Mareada con terror y agonía, agarré la manija para mantenerme erguida y
observé la batalla que se libraba en el extremo opuesto de la sala.

Doce miembros de mi nueva familia luchaban, con Henry y James bloqueando el


pasillo a una fuerza que no podía ver. Sin embargo, la podía sentir, en lo profundo
de mis huesos y en cada nervio de mi cuerpo. Fuera lo que fuera, parecía sacudir
los cimientos mismos del Inframundo.

La sangre goteaba por el brazo expuesto de James mientras se esforzaba por


mantener a raya al monstruo con su mano sana. Henry estaba junto a él, una fuerza
inamovible, y yo no podía separarme.

—¡Hermanos! —exclamó Henry—. ¡A mi cuenta!

Los tres hermanos se trasladaron en dirección a la niebla, y los demás se movieron


detrás de ellos en una formación triangular, inconmensurable poder irradiaba de
cada uno de ellos. Dylan y la pelirroja Irene tomaron la delantera, pero no tuvieron
la oportunidad de atacar.

En un abrir y cerrar de ojos, Henry y sus hermanos volaron hacia arriba y fuera de la
ventana, tomando la niebla con ellos.

Después de la explosión de la batalla, el silencio sonó en mis oídos, y finalmente


me dejé desplomarme en el suelo. La mayoría de los miembros restantes del
consejo se amontonaron juntos cerca de los tronos, pero James y mi madre se
apresuraron hacia nosotros.

James llegó a mí primero, y se dejó caer de rodillas a varios metros de distancia, su


impulso deslizándolo hacia mí.

—Te atrapó, ¿no? ¡Theo! —gritó por encima de su hombro, y me estremecí.

—Ya basta —dije—. Tú también fuiste golpeado.

—Sí, pero la diferencia es que si yo muero, Henry no desgarrará el mundo. —Su


mano buena se cernía sobre mi rodilla lesionada, sin atreverse a tocarme todavía.
No lo culpaba. La sangre goteaba por mi pierna, haciendo un charco en mi talón, y
ahora que la amenaza había desaparecido, aunque fuera temporalmente, cada
nervio de mi cuerpo se sentía como si estuviera en llamas. Nunca antes había
tenido tanto dolor en mi vida, ni siquiera cuando Calliope me había matado y
arrojado mi cuerpo en un río.

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Mi madre nos alcanzó y observó el daño, pero no dijo nada. En cambio, se deslizó
detrás de mí y tomó a Ava por el codo. Ahora que la pelea había terminado, un
poco de color había regresado a las mejillas de Ava, y cuando mi madre trató de
llevársela, Ava se quedó plantado delante de mí.

—Me salvaste —dijo ella, temblando como si estuviera descalza en la nieve—. Él


me habría matado si no me hubieras empujado fuera del camino.

—No fue nada —le dije—. Tú hubieras hecho lo mismo por mí.

Ava estaba en silencio. Mi madre se movió para empujarla más allá de mí otra vez,
pero esta vez Ava se dejó caer a mi lado, frente a James.

—No lo entiendes —dijo, sus ojos azules muy abiertos y serios—. Son las únicas
cosas que pueden matarnos, y salvaste mi vida.

Atrapada entre la ardiente curiosidad y la agonía, dije firmemente:

—¿Por qué nos atacó? ¿Por qué no fue tras Henry y Walter y Phillip en su lugar?

—Porque Calliope lo envió —dijo James, aun preocupándose por mi pierna. Gritó
por encima de su hombro—. Theo, ella te necesita ahora, no la semana que viene.

Theo arrastró los pies por el pasillo hacia nosotros, su cabello rizado cayendo en
sus ojos. Ella igualó su ritmo, pero se centró en el suelo, y su frente estaba surcada
profundamente. La única vez que la había visto lucir así era cuando Theo había
sido atacado en la Navidad del año pasado. Era chocante ver a la siempre confiada
Ella lucir como si no conociera el arriba y abajo, y mi estómago se retorció.

—Él la atrapó —dijo James, haciendo un gesto hacia mi pierna. Theo se arrodilló a
mi lado y puso sus manos sobre mi rodilla. Había sido sanada por Henry antes, y
esperaba que el mismo calor reconfortante viniera de Theo.

Una luz ardiente se extendió a través de la herida, sacando un profundo y


agonizante dolor. Calor ardiente lo reemplazó, y jadeé, segura de que mi pierna se
iba a convertir en cenizas y caerse. No me atrevía a abrir mis ojos, e incluso cuando
sus manos se apartaron, el dolor permaneció.

—Hecho —dijo Theo, y lo oí colocarse sobre sus pies—. No hay nada que pueda
hacer por la cicatriz.

Encontrando lo que quedaba de mi valor, abrí mis ojos, aliviada cuando vi que mi
pierna todavía estaba unida, y considerando todo, parecía perfectamente normal.
Pero cuando traté de mover los dedos de mis pies, el fuego comenzó de nuevo.

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—Si está curado, entonces ¿por qué todavía duele? —dije, presa del pánico. ¿Qué
pasaba si el dolor nunca se iba? ¿Cómo se suponía viviera con eso? ¿Había Henry
experimentado lo mismo en su pecho? ¿Cómo podría luchar contra esa cosa otra
vez si lo hubiera hecho?

—Debido a que no hay poder en el mundo capaz de hacer desaparecer el dolor


hasta que esté listo para irse —dijo Theo—. No es una herida común. No durará
más que unos pocos días, porque él sigue estando muy débil, pero no hay nada
que pueda hacer por ti hasta entonces.

—¿Él? —Toqué con cautela la línea fina plateada que corría a través de mi rodilla—
. Estás llamando a eso él.

Theo asintió con la cabeza hacia mi madre.

—Voy a dejar esto en tus capaces manos para que lo expliques. Si nos disculpan.

Él deslizó su brazo alrededor de la cintura de Ella y se dirigió de nuevo hacia el


grupo restantes de miembros del consejo. Todos estabas sentados en las bancas
de nuevo, con sus cabezas inclinadas juntas mientras hablaban entre ellos.
Mientras Theo y Ella se acercaban, Dylan, el ex de Ava de la Escuela Secundaria
Edén, se levantó para hacer sitio para ellos. Incluso desde el otro lado del enorme
pasillo, podía sentir sus ojos sobre nosotros.

—¿Mamá? —dije, frotándome la rodilla ahora que sabía que no haría peor el
daño—. ¿De qué están hablando todos?

Me ofreció su mano. La tomé, sorprendida por lo fuerte que se sentía en


comparación con los años de fragilidad, y con esfuerzo me puse de pie. Ava se
quedó pegada a mi lado mientras mi madre me llevaba a un banco en la
antecámara, y me senté. No era posible que Henry hubiera tenido todo este dolor
y yo no hubiera sabido. Debe de haber tenido algo que ver con que el consejo me
concediera la inmortalidad sólo seis meses antes. O tal vez Henry era inmune.

Ava se sentó a mi lado y me agarró la mano. James se quedó en la puerta, apoyado


contra ella casualmente, pero una mirada a él y pude ver el miedo bajo su máscara
de neutralidad. Primero Ella, ahora él… sea lo que esto fuera, no era bueno.

—¿Te acuerdas de los Titanes de tus lecciones con Irene? —dijo mi madre con una
voz tan suave que fui sacudida de regreso a los días de estancia en un hospital,
inclinada sobre ella para poder entender sus murmullos secos y rotos.

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Negué con la cabeza. Irene parecía haber tratado sólo los puntos más
sobresalientes en esos mitos, y no me molesté en retener la mayor parte de esa
información más allá del primer examen de todos modos. En ese momento, no me
había parecido importante.

—¿Ellos eran tus padres? —le dije. Mi madre era la hermana de Walter, pero no por
sangre, como habían insistido una y otra vez. Como Henry me había dicho hace
casi un año, familia era la única palabra que los humanos tenían para describir algo
que se acercara al lazo que compartían, pero era mucho más profundo que eso.

—En cierto modo —dijo mi madre. Localizando unas cuantas gotas de sangre en
su manga, agitó su mano y desaparecieron—. Los Titanes eran los gobernantes
originales de este mundo, y con el tiempo se aburrieron y nos crearon. Había seis
de nosotros en el principio, Walter, Henry, Phillip, Sofía, Calliope y yo.

—Ellos eran esclavos —dijo James.

—Juguetes —lo corrigió mi madre. Con la forma sencilla en que hablaba, estaba
claro que había contado esta historia antes—. Ese era nuestro propósito. Ser los
juguetes de los Titanes. Ellos nos amaban, y nosotros los amábamos en respuesta.
Pero entonces decidieron que no éramos suficiente, así que hicieron una nueva
raza que, a diferencia de nosotros, podría dejar de existir si luchaban entre sí.

—Crearon la guerra.

Ava sonaba tan pequeña y humilde que apenas creía que era ella hablando. Sus
ojos azules estaban enrojecidos, sus mejillas habían perdido su color, y el dolor en
su rostro era tan palpable que casi no podía soportar mirarla.

—Los Titanes hicieron que los humanos hicieran cosas terribles para entretenerlos.
—Ava se limpió los ojos con el dorso de la mano e inhaló—. Les fueron negados
los derechos más básicos y las libertades fundamentales.

—Los humanos eran soldados que nunca vieron el final de la batalla —dijo
James—. Estaban a merced de los Titanes, pero a diferencia de los seis hermanos…

—No tenían poder para detenerlos. —Mi madre se sentó a mi lado y puso su mano
sobre la mía—. Las cosas que los mortales hacen el uno al otro no son nada
comparado con lo que los Titanes hicieron. Tortura mental y física. Sin señales de
alivio. Ninguna voz que pudiera influir en los seres más poderosos del universo.

—Así que los seis se rebelaron —dijo Ava. Se quedó mirando el espacio entre
nosotras, aparentemente estudiando el cojín de terciopelo del banco, pero un hilo

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de resistencia pasaba por su voz ahora—. Ellos se unieron y utilizaron los poderes
que los Titanes les habían dado para luchar contra ellos.

—Y ganamos. —Mi madre sonrió. Ella era la persona más gentil que conocía, ni
siquiera mataba a las arañas y serpientes que se colaban en su jardín. No me la
podía imaginar yendo a la guerra, incontables eones atrás, con una fuerza que no
acababa de entender—. La mayor debilidad de los Titanes era su creencia de que
no había poder más grande en el mundo, y no podían imaginarnos pensando por
nosotros mismos. Tal vez si no hubieran creado mortales o nos hubieran dado
habilidades para su propia diversión, todavía seríamos de ellos después de todo
este tiempo. Su error no estuvo en crearnos, sino en crear algo para que
protegiéramos.

Pasó los dedos a través de su cabello, y era un gesto tan familiar que mi ansiedad
comenzó a desaparecer, sustituida por el calor que me recorrió y fundió el helado
temor que se había formado.

—Estuvimos a punto de perder tantas veces, y hubo momentos en los que


queríamos rendirnos, pero todo lo que bastaba a cada uno de nosotros era el
recuerdo de lo que los Titanes estaban haciéndole a los indefensos, y seguíamos
adelante. Mientras existiéramos, no lo toleraríamos.

Con una claridad sorprendente, vi por fin el equilibrio entre los dioses y los
mortales: los dioses eran, de un modo extraño, los que estaban encadenados a
causa de una guerra que los seis hermanos habían ganado cantidades incalculables
de tiempo atrás. Ellos, nosotros, dependíamos de la humanidad para nuestra
supervivencia tanto como la humanidad había dependido de Walter y los otros,
todos esos eones atrás. Era por eso que James tenía tanto miedo del día en que la
humanidad finalmente muriera y no quedara nada, excepto los muertos y aquellos
que los gobernaban. Una vez que los seres humanos no lo necesitaran más, se
desvanecería. Todos ellos lo harían, a excepción de Henry y de mí. Porque sin los
seres humanos, los dioses no eran nada.

—¿Es eso lo que eso era? —le dije—. ¿Un… titán?

—Se llamaba Cronos, y una vez fue el rey de los Titanes —dijo mi madre—. Ha
estado durmiendo desde el final de la guerra, atrapado en el Tártaro con Nyx
velando por él y los otros titanes encarcelados.

Ava se estremeció, pero no dijo nada. Me inquieté.

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—¿Nyx? —dije, odiando lo poco que sabía sobre esto. Mis lecciones del año
anterior se habían centrado en los mitos griegos, no en su verdadera herencia, y
ninguna cantidad de estudio siquiera compensaría el hecho de que no había vivido
a través de esto como el resto de ellos. O por lo menos no había escuchado las
historias por miles de años.

—Ella es la mejor guardiana que tenemos —dijo mi madre—. Henry se ofreció a


mantener a Cronos y al resto de los titanes que ponían en riesgo a la humanidad
encerrados en el Inframundo para que no hubiera ningún ser humano alrededor
para tentarlos, pero sabíamos que si permitíamos a Cronos permanecer consciente,
encontraría una salida. Así que la única solución que teníamos era mantenerlo
atrapado en sus sueños, que es la especialidad de Nyx.

—Entonces, ¿cómo se despertó? —dije—. ¿Cómo llegó al palacio?

James se metió las manos en los bolsillos.

—Henry y yo creemos que ha estado despierto durante algún tiempo, por lo


menos unas cuantas décadas. Ha guardado silencio hasta ahora, ganando fuerza,
pero no hay manera de comprobarlo y ver cuán despierto realmente está sin poner
en riesgo nuestras vidas.

—Los Titanes nos crearon —dijo mi madre—. Y ellos pueden matarnos, también.

Eso era lo último en lo que quería pensar, Henry corriendo a luchar contra ese
monstruo de nuevo, mientras podría muy bien estar en agonía.

—Todavía no me has dicho cómo se despertó en primer lugar —le dije, tratando
de evitar que mi voz temblara.

—No lo sabemos —dijo James—. Creemos que Calliope lo hizo.

—Pero… —Fruncí el ceño—. Dijeron que él ha estado despierto por eras.

—Décadas —corrigió.

Rodé mis ojos. Lo que era una vida para la mayoría de la gente era un abrir y cerrar
de ojos para el consejo. Llegaría allí con el tiempo, supongo —si Cronos no me
mataba primero— pero hasta entonces, estaba a tiempo mortal. Seis meses eran
seis meses, no una siesta agradable.

—Hay una fuerte posibilidad de que Calliope lo planeara con anticipación, e


iniciara el proceso cuando Henry dejó en claro que nunca le correspondería sus
sentimientos —dijo James—. Cuando él comenzó a traer chicas a casa para

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encontrar familia y hacer la prueba, bueno... —Se encogió de hombros—. Ella debe
haberse quebrado. Nadie más que Calliope tiene el poder para romper la lealtad
de Nyx a Henry y persuadirla para despertar a Cronos.

Otra cosa que no era una locura escuchar: cuán poderosa parecía ser la diosa que
me quería muerta.

—No tiene ningún sentido. Si ella estaba tratando de proteger a los humanos,
entonces ¿por qué se arriesgaría a que las cosas regresaran a la forma en que se
encontraban bajo los Titanes?

—No lo sabemos —dijo mi madre—. Si lo supiéramos, trataríamos de razonar con


ella, pero eso ha demostrado ser inútil hasta ahora.

—Hay una posibilidad de que ella negocie con él —dijo James—. ¿Por qué
confiaría en que él cumpliría su palabra? No lo sé, pero ella volvió tu decisión
difícil…

—Ella te odia. —Ava me apretó la mano—. Es el tipo de odio que todo lo consume,
y no se detiene por nada. En especial, no razona.

Así que yo había sido el blanco después de todo, no Ava. Me estremecí al pensar lo
que podría haber pasado si me hubiera congelado, también.

¿Y si James estaba en lo correcto? ¿Henry habría desgarrado al mundo si Cronos


me hubiera matado? Quería creer que esto habría sido por cómo se sentía por mí,
pero una voz persistente en la parte trasera de mi mente señaló que si yo moría, él
podría tener que renunciar a su posición como gobernante del Inframundo y
desvanecerse, si no moría persiguiendo a Cronos. Eso me habría molestado,
también.

—James —grazné—. Por favor, ve a que arreglen tu brazo antes de que te


desangres hasta la muerte.

Echando un vistazo a su chaqueta rasgada que ahora estaba empapada de sangre,


frunció el ceño, como si hubiera olvidado que había sido herido en primer lugar.
Más prueba de que mi herida sólo dolía tanto porque podía recordar cómo se
sentía el dolor.

—Oh. Está bien. Iré a hacer eso, entonces. ¿Estás bien?

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Asentí, y él vaciló antes de cruzar la antecámara y besar mi mejilla. No dijo adiós, y
yo estaba agradecida por ese pequeño signo de que el consejo no tenía miedo de
que el mundo se fuera a terminar.

—Ven —me dijo mi madre, ofreciendo su mano—. Vamos a llevarte a algún lugar
donde puedas descansar.

Quería protestar. Si Henry no podía descansar, entonces, ¿qué derecho tenía yo a


hacerlo mientras él estaba luchando contra un Titán? Sin embargo, sabía bien que
no debía luchar contra mi madre sobre esto. La obstinación realmente corría en la
familia.

Ella y Ava me ayudaron mientras cojeaba hacia el dormitorio. Era humillante, sentir
como si mi pierna estuviera en llamas cuando la herida se había ido y nadie más
parecía estar afectado por lesiones que eran peores que las mías. Traté de caminar
por mi cuenta e ignorarlo, pero eso sólo dio lugar a unos pocos pasos agonizantes
y la vergüenza de tener que detenerme y apoyarme contra la pared. Finalmente me
di por vencida y dejé que me ayudaran.

Una vez que estuve instalada en la cama contra la montaña de almohadas y seda,
mi madre se excusó.

—Me gustaría quedarme, pero los demás me necesitan, también —dijo en tono de
disculpa.

—Lo sé —le dije. Lo que fuera que los otros estaban discutiendo era, sin duda, más
importante y productivo que andar alrededor de mí. Quería que ella se quedara,
pero no era sólo mi madre aquí abajo, y tenía más responsabilidades que sostener
mi mano cuando estaba molesta.

Después de hacerme prometer que le dejaría saber si necesitaba algo, salió por la
puerta, dejando tras de sí un rastro de preocupación que no podía ocultar. Eso,
más que cualquier otra cosa que hubiera sucedido ese día, me comía hasta que
estaba enferma de ansiedad.

—Todo va a estar bien, ¿verdad? —le dije a Ava mientras se sentaba a mi lado.
Pogo se subió a la cama y se acurrucó entre nosotras, y acaricié distraídamente su
piel. Por lo menos podía contar con él para no preocuparme.

Ava no respondió de inmediato. Preguntándome si no me había oído, me volví


hacia ella, sólo para ver que estaba llorando otra vez.

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—No lo sé —susurró—. Nada como esto ha sucedido antes. No importa cuántas
peleas ellos tuvieran… o algo, nunca han lastimado a propósito a personas
inocentes antes. Se supone que debemos protegerlos, y los seis eran siempre muy,
muy firmes sobre eso, ¿sabes? Es por ello que nunca pensamos que Calliope fuera
la que mataba a las chicas de Henry. Es sólo que ella nunca ha hecho nada como
esto antes. Ninguno de ellos lo ha hecho.

Puso su cabeza en mi hombro, y me obligué a tragar el nudo de miedo en la


garganta. Ava necesitaba tranquilizarse mucho más que yo.

—Van a resolverlo —le dije, aunque no tenía forma de saber si estaba diciendo la
verdad o no—. Ellos son fuertes, ¿verdad? El consejo. Y ella es una en contra de
trece.

—Pero ella tiene a Cronos —dijo Ava mientras sorbía por la nariz—. Cuando
recupere su fuerza, no habrá mucho que alguno de nosotros pueda hacer para
detenerlo. Le tomó a los seis años para contenerlo la primera vez, y la única razón
por la que ganaron la guerra entonces fue porque tenían el elemento sorpresa. Los
Titanes nunca pensaron que irían contra ellos. Pero ahora...

Ahora Cronos sabía qué esperar, y había tenido casi todo el tiempo del mundo
para encontrar una manera de derrotarlos.

—Sin embargo, hay más de ustedes ahora —dije, manteniendo mi voz firme por el
bien de Ava. Era más fácil mantener una cubierta sobre mis propios temores
cuando ella estaba en tan mal estado—. Pueden ganar otra vez.

Ava se limpió las mejillas, y cuando me dirigió una mirada desesperada, parpadeé,
sorprendida. A pesar de sus momentos de duda, Ava había estado siempre
animada y optimista, viendo lo mejor de una situación, no importara lo triste que
fuera. Después de que ella había muerto en Edén, en lugar de lamentarse por la
pérdida de su vida mortal, por muy temporal que hubiese sido, abrazó el estar
muerta. Incluso cuando le impuse un castigo severo por el papel que había
desempeñado en la pelea que había dado lugar a la supuesta muerte de Xander y
las lesiones graves de Theo, no se había vuelto contra mí. Había pescado mi cuerpo
del río después de que Calliope me había matado, y me había llevado de nuevo a
Henry, creyendo que él podía hacer algo para salvarme. Ava era la que creía en lo
imposible, no yo. Cuando ella perdía la esperanza, ¿cómo se suponía que yo
tuviese alguna?

—Tú no lo entiendes —dijo en una voz quebrada—. Se necesitó de los seis la


primera vez. No importa cuántos nuevos dioses hay. Ninguno de nosotros

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combinados es tan poderoso como uno solo de ellos. Sin Calliope peleando con
ellos, no tenemos ninguna oportunidad.

Aparté la mirada, negándome a dejarle ver mis ojos llenándose de lágrimas. Perder
significaría la destrucción más allá de cualquier cosa que yo pudiera comprender. A
lo sumo, significaría la esclavitud para Henry y mi madre y todos por los yo me
había preocupado; en el peor de los casos, eso significaría nuestra muerte.

El consejo puede haber tenido incontables vidas para vivir, pero yo tenía
diecinueve años de edad, y tenía muchas ganas de ver los veinte.



No recuerdo quedarme dormida, pero cuando desperté, Ava se había ido y Pogo
roncaba en el espacio que ella había dejado en la almohada. Suspirando, hice
inventario, contenta de que por lo menos algo del dolor se había ido. Aunque dolía
aun al moverme, estaba decidida a sonreír y aguantar.

Pero al momento en que me senté, el dolor explotó detrás de mis ojos, dándome
un dolor de cabeza fuerte. Gemí y me acosté, y Pogo lamió mi mejilla mientras me
masajeaba las sienes. Al parecer, todo el dolor se había reunido en mi cabeza
mientras había estado durmiendo.

Alguien soltó una risita a mi derecha, y mis ojos se abrieron de golpe, notando las
paredes de roca que me rodeaban. Ya no estaba en mi dormitorio. En lugar de eso
estaba parada en la caverna donde había visto a Henry pelear con la niebla que
ahora sabía que era Cronos, y la enorme puerta se alzaba ante mí, tallada de la
misma piedra. Me giré para encontrar a quien fuera que se había reído, y de
repente estaba nariz a nariz con Calliope.

Me quedé helada. Esto era todo. De alguna manera se las había arreglado para
secuestrarme, y no había nada que pudiera hacer para protegerme. Si ella era la
mitad de poderosa de lo que Ava dijo que era, probablemente me podía rasgar por
la mitad con un solo pensamiento, y yo sabía que no debía esperar que hubiera
alguna forma de que pudiera negociar para salir de esto.

Para mi asombro, miró más allá de mí y dio un paso hacia adelante. En lugar de
encontrarse conmigo, ella se movió a través de mí, como si yo no fuera más que un
fantasma.

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Yo no estaba realmente allí. Al igual que había sucedido la primera vez que había
llegado al Inframundo, esta era otra visión, y Calliope no tenía idea de que yo
estaba observando.

Me apresuré a seguirla. Ella caminó orgullosamente a través de la caverna hacia


una cueva más pequeña al lado, y noté de una pila de forma extraña más allá de la
luz que brillaba desde el techo. Sólo podía distinguir las sombras, pero sea lo que
sea hizo reír a Calliope de nuevo.

—No lo puedo creer. —Se detuvo a unos metros de la entrada de la cueva—.


¿Eones tratando con ustedes, y esto es todo lo que se necesita?

Mis entrañas se convirtieron en hielo. No quería mirar, pero mis pies se movían
hacia adelante de todos modos hasta que pude distinguir los tres cuerpos apilados
juntos, unidos por cadenas hechas de niebla y piedra.

Walter a la izquierda, la cabeza caída hacia adelante mientras la sangre le corría


por la mejilla. Phillip a la derecha, una fea herida atravesando un ojo, bajando por
su cara y desapareciendo debajo de su camisa.

Y Henry en el medio, tan pálido e inmóvil como la muerte.

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Capítulo 5
Opciones

Traducido por nahirr y ro0.

Corregido por Marina012

V
olé hacia el lado de Henry, demasiado asustada de tocarlo, pero muy
asustada de alejarme, también. Revisé desesperadamente a los tres
hermanos por cualquier señal de que todavía estuvieran vivos, pero no vi
nada. Ninguna subida y bajada del pecho, ningún aleteo revelador de pulso en sus
cuellos… excepto que esas eran formas mortales de juzgar si alguien todavía
estaba vivo. Henry y sus hermanos no eran mortales y nunca lo habían sido.

Y finalmente, finalmente vi los ojos de Henry abrirse. A diferencia de Calliope, él


pareció enfocarse directamente en mí, pero si realmente pudiera verme o no, no
podía estar segura. No me había visto la primera vez. Pero había estado en el
medio de una batalla en ese momento.

—Está bien —susurré mientras trataba de tomar su mano, pero mis dedos pasaron
a través de los suyos—. Todo va a estar bien. Voy a asegurarme que nada te pase,
lo prometo.

Suspiró inaudiblemente y cerró los ojos, y algo dentro de mí parpadeó. ¿Me había
escuchado después de todo? Estiré una mano para acariciarle la mejilla,
deteniéndome una fracción de centímetro antes de tocar su piel. Al menos de esta
forma podía pretender que lo estaba tocando.

—Padre —llamó Calliope detrás de mí, y me alejé de Henry para mirarla—. ¿Estás
preparado para someter a los otros?

Un ruido sordo resonó en la caverna, ningún lenguaje que pudiera entender, y las
rocas más pequeñas en el suelo se deslizaron unos centímetros lejos de la puerta.

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—Lo siento —dijo Calliope, sarcasmo goteando de su voz azucarada—. Creí que
había despertado al ser más poderoso del universo. Mi error.

En el tiempo que le tomó parpadear, un tentáculo de niebla se deslizó entre los


barrotes y arremetió contra ella. Calliope se cayó hacia atrás, y le erró por poco,
aunque sospeché que no tenía nada que ver con la habilidad de ella para
defenderse.

—¡Detente! —exclamó, presa del pánico, y satisfacción surgió a través de mí—. Me


necesitas y lo sabes.

El estruendo continuó, y Calliope se esforzó por ponerse de pie, todo rastro de


dignidad ido.

—Lo haces —dijo, y la incertidumbre en su voz era gloriosa—. Nadie más está
tratando de liberarte, y sin mí estarás atrapado por el resto de la eternidad por esa
estúpida puerta. Así que puedes hacer las cosas a mi manera, o puedes quedarte
donde estás. No me importa.

Por supuesto que le importaba, y Cronos también debe haberlo sabido, porque los
rugidos sonaron sospechosamente como risas. Otro tentáculo de niebla se deslizó
hacia Calliope hasta que estuvo a centímetros de su suave piel. Temblando, se
mantuvo firme mientras que Cronos le acariciaba la mejilla.

Tan rápidamente como había aparecido la niebla desapareció. Calliope palideció, y


por un momento casi me sentí mal por ella. Luego recordé a Henry y sus hermanos
atados en una cueva a pocos metros de distancia, y cualquier gota de simpatía que
había tenido por ella se evaporó.

La cálida lengua de Pogo contra mi oído me arrastró de nuevo hacia la realidad.


Las rocas de derritieron, reemplazadas por las paredes rojas de la habitación, y mi
estómago se retorció mientras que el impacto total de la visión me golpeó.

—¡Mamá! —grité, pateando mis sábanas y rodando fuera de la cama. Aterricé con
en mis manos y rodillas un ruido sordo, y cada centímetro de mi cuerpo gritó en
señal de protesta, pero me obligué a ponerme de pie. Pogo trotó detrás de mí, sus
orejas alertas, y cada paso se sintió como cuchillos mientras corría hacia la puerta,
casi tropezando con el dobladillo de mi vestido plateado.

Estaba casi a mitad de camino de la sala del trono cuando doblé en una esquina y
choqué contra ella y, por segunda vez en pocos minutos, me caí al suelo.

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—¿Kate? —Mi madre se arrodilló a mi lado, con sus manos revoloteando como si
no estuviera segura si era seguro tocarme.

—Estoy bien —jadeé—. Mamá, Henry y los otros... Calliope, ella los tiene, y
Cronos...

—¿Qué pasa con él? —Mi madre palideció—. ¿Viste algo?

Asentí. Todo lo que me había dicho sobre los Titanes pasó por mi mente,
mareándome.

—Calliope los tiene, y creo... —Mi voz se quebró en mi garganta, y sin importar
cuánto parpadeé, no pude evitar que mis ojos se aguaran.

Esto era de verdad. Ellos no podían derrotar a Calliope y Cronos por su cuenta, y
solo era cuestión de tiempo antes de que Calliope matara a Henry. Era un milagro
que todavía estuviera vivo en primer lugar.

En voz baja y frenética relaté los detalles de mi visión, mis palabras se tropezaban y
chocaban, haciendo más difícil el hablar.

—Mamá —dije finalmente en voz baja, desesperada por que hiciera algo que
arreglara esto. Cuando era una niña había estado segura de que ella podía hacer lo
imposible. Ahora era posible que pudiera, pero en algún lugar muy dentro de mí
no quería admitir que existía, sabía que no había nada que ella pudiera hacer para
hacer que este lío desapareciera—. Va a dejar que Cronos los mate.

Su rostro se endureció, y por un terrible momento vi el poder detrás los ojos


amables y las mejillas sonrosadas de mi madre.

—Sofía —gritó con una voz que me sacudió de adentro hacia afuera.

Sofía estuvo a su lado en un segundo y, como mi madre, todo rastro de amabilidad


había desaparecido mientras que ondas de poder irradiaban de ambas. Por sí sola
mi madre era una fuerza de la naturaleza. Con Sofía parada junto a ella, estaba
segura que podían rasgar el mundo a pedazos.

—Vamos, hermana —dijo mi madre. Me miró, y por un momento una gota de


humanidad volvió a su rostro—. Cuídate, cariño —dijo, tocando mi mejilla. Me
estremecí—. Y ponte un suéter. Volveré tan pronto como pueda.

Con eso, ella y Sofia unieron manos, y como Henry y sus hermanos salieron a toda
velocidad hacia el vasto Inframundo, también lo hicieron mi madre y su hermana,
las últimas dos que quedaban que sabían cómo derrotar a Cronos.

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Sintiéndome vacía y más sola que nunca, presioné mis labios juntos y me arrastré a
mi habitación a cambiarme, preguntándome cuántos de mi familia perdería antes
de que todo esto fuera dicho y hecho.



La sala del trono parecía vacía sin Henry y el resto de sus hermanos. Los que
quedaban del consejo estaban sentados en un círculo junto a la plataforma, las
sillas recogidas de todas partes del palacio. Me senté en un duro taburete que me
recordó uno que había soportado seis meses atrás, cuando el consejo había
tomado su decisión acerca de si me convertiría en uno de ellos. Al menos ese había
sido acolchado.

Nadie tocaba los dos tronos. Uno se suponía que era mío, pero la ceremonia no
había terminado, e incluso si lo hubiera hecho no quería estar allí arriba sin Henry.
No estaba lista para gobernar sola… ni siquiera estaba segura de que estaba lista
para gobernar a su lado. Con él y los otros desaparecidos, no quería pensar en lo
que haría el orden natural de las cosas en el Inframundo. ¿Las almas estarían
atrapadas en el limbo hasta que Henry regresara? ¿Y si nunca regresaba?

No. No iba a pensar así. Tenía que haber una forma de que esto se resolviera, algo
que Calliope quisiera más que la venganza.

Una sensación de malestar se apoderó de mí. Sí quería algo más que venganza.
Quería a Henry… y me quería muerta.

Eso todavía no era una opción. Incluso si me acercara a ella y le ofreciera mi cuello
no había garantías de que terminaría las cosas. Cronos era más poderoso de lo que
podía posiblemente imaginar, y por mi visión era claro de que sin importar en
cuánto control Calliope pretendiera estar, no lo estaba. No era la que iba a decir
cuando esto terminaba.

—¿Qué hacemos ahora?

Mi voz resonó en el silencio mortal de la sala del trono. Había pasado casi diez
minutos y nadie había dicho una palabra, y no podía soportar estar sentada allí
mientras que Henry y mi madre estaban en peligro.

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—¿A qué te refieres? —dijo Ella, que compartía un amplio sillón con Theo. Los dos
estaban enredados como si fuera la cosa más natural del mundo, y los envidiaba.
Todavía se tenían el uno al otro.

—Quiero decir, ¿cómo los ayudamos? —dije—. Si mamá y Sofia no pueden


liberarlos, si ellas... —Si también las capturaban—. ¿Qué se supone que debemos
hacer?

Ella y Theo intercambiaron miradas, junto a ellos, Irene suspiró.

—No hay forma de ayudarlos, no cuando Cronos y Calliope los tienen.

Parpadeé. ¿Eso era todo?

—Tiene que haber algo que podamos hacer. —Miré alrededor del círculo por
apoyo, pero ninguno se encontró con mi mirada. Ni siquiera James—. No podemos
dejarlos allí. ¿Cómo es eso siquiera una opción?

—Porque cualquier otra cosa sería suicidio —dijo Dylan con una mueca de
desprecio—. Mientras estabas teniendo tu descanso de belleza el resto de nosotros
revisamos cada plan factible. Con Diana y Sofia nuestras opciones eran limitadas.
Sin ellas no tenemos otra opción más que esperar hasta que Calliope haga su
siguiente movimiento. No podemos enfrentarla, no si quieres que haya alguno de
nosotros para luchar contra Cronos cuando encuentra una manera de escapar.

Cuando, no si.

—Tiene que haber algo que podamos hacer.

—Sabían que esta era una posibilidad —dijo Irene—. Sabían que nuestros poderes
son limitados en este reino, y tomaron esa oportunidad y nos dejaron de todos
modos.

La nota de dolor en su voz me sorprendió. ¿Creían que mi madre y Sofia los habían
abandonado?

—Además —dijo Theo—, todavía hay una posibilidad de que tengan éxito.

—¿Y si no lo tienen? —dije. Por mucho que me quería aferrar a la esperanza de


que mi madre volvería a salvo sin la intervención del resto del consejo, si tres de
seis no podían contra Calliope y Cronos, no podía ver cómo era posible que sólo
dos lo hicieran.

63
—Entonces solo es cuestión de tiempo antes de que Cronos escape —dijo Dylan—.
Una vez que lo haga, despedazará el mundo, destruirá la humanidad, y si tenemos
suerte nos matará rápido.

La temperatura en la sala de tronos pareció disminuir veinte grados.

—¿Y ninguno de ustedes está dispuesto a hacer algo al respecto? —dije,


aturdida—. ¿Van a sentarse y dejarlo pasar, incluso aunque los matará de cualquier
forma?

—No —dijo Ella bruscamente, y miró a Dylan—. Si nos quedamos afuera, puede
que nos deje en paz.

—¿Así que prefieren perder la única esperanza que tienen de derrotar a Cronos y
salvar millones de vidas, siempre que haya una posibilidad de que se les permita
vivir? —dije—. ¿Es una broma?

Nadie respondió. Por supuesto que no era una broma. Todos estaban serios, y no
sabía qué decir a eso. Estas no eran las personas con las que me había encontrado
y había llegado a conocer en Edén. Ellos eran unos cobardes, y la idea de que los
seres más poderosos del planeta pudieran dejar morir a la humanidad... no tenía
sentido. Se suponía que debían protegerlos, no sentarse y dejar que Cronos matara
a todo el mundo.

Puse mis manos en puños.

—Me pusieron a prueba por seis meses para asegurarse que era lo suficientemente
buena para ser uno de ustedes, lo suficientemente moral y suficientemente buena
y desinteresada. Y ahora ¿ni siquiera pueden ayudar a salvar a su propia familia?

Una pequeña parte de mí entendía que debía ser aterrorizante enfrentar la muerte
cuando ellos habían vivido siglos pensando que jamás lo harían. O al final, cuando
se desvanecieran, sería pacífico y no doloroso. Morir era parte de ser humano, y yo
no había olvidado todavía como se sentía. Ellos no habían tenido la oportunidad
de aprender. Pero esa no era una excusa.

—Sólo porque tenías que ser lo suficientemente buena para ser una de nosotros
no quiere decir que el resto de nosotros lo seamos. —Ava fulminó a Dylan con la
mirada también, y él lucía como si estuviera hundiéndose bajo su intensidad—.
Nunca hemos sido exactamente honorables, ya sabes. Somos solamente buenos
haciéndonos más santos que tú cuando la situación lo amerita. Y algunos de
nosotros somos mejores actores que otros.

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Me levanté, y el chillido de mi taburete contra el sueño hizo que se me pusiera la
piel de gallina.

—No me importa lo que hagan. Voy a encontrarlos. Pueden quedarse aquí y estar
sobre sus traseros todo el día, o pueden ayudar. No me importa. Pero preferiría
que me rasguen en pedacitos que vivir con la culpa de saber que pude haber
hecho algo y no lo hice.

No quería morir, y en un mundo perfecto, nadie tendría que hacerlo. Pero este no
era un mundo perfecto, y ellos no eran seres perfectos. Yo tampoco estaba
haciendo los movimientos más inteligentes, yéndome enojada sin ningún plan o
un atisbo de qué dirección seguir, pero eso era mejor que sentarse alrededor y
volverme loca esperando que algo que quizás nunca pasaría.

Me di vuelta sobre mis talones y empecé a bajar por el pasillo, ignorando el dolor
de mi pierna. Avancé tres pasos, pero el sonido de la voz de Irene resonó por todo
el salón.

—Espera.

Me detuve y los enfrenté de nuevo, mis brazos cruzados fuertemente.

—No voy a dejar que ninguno de ustedes me convenza. No quiero morir, y


tampoco quiero que algunos de ustedes lo haga, pero sentarse aquí a esperar que
Cronos nos vuelva parrilla no ayudará en nada.

—No íbamos a detenerte —dijo Dylan, y Ava le disparó una mirada. Sus ojos se
estrecharon, y cuadró sus hombros, pero al menos no dijo nada más.

Irene se aclaró la garganta.

—Lo que mi querido hermano quiere decir que mientras que somos ineficientes en
el Inframundo, hay cosas que podemos hacer en la superficie.

—¿Como qué? —dije con recelo, preguntándome si incluía encontrar un lugar para
esconderse.

—Crear una trampa —dijo Nicholas, el rubio grandote que había actuado como mi
guardaespaldas en Edén. Rara vez hablaba, y tuve que observar alrededor del
círculo antes de darme cuenta de quién estaba hablando—. Hay tantas salidas que
Cronos puede usar si Henry… —Él se detuvo, y supe qué era lo que quería decir. Si
Henry no sobrevivía—. Si Henry no es capaz de mantenerlo en el Inframundo. —Se
corrigió—. Podría prevenirnos antes y enseñarnos la ruta que pretende tomar.

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Podríamos crear una trampa para él, algo para retenerlo hasta que tengamos un
plan.

—Tendría que abrir la puerta primero si quiere alcanzar la superficie —dijo Dylan—
. No veo que eso pase en ningún momento cercano.

Miré a James para que me diera alguna explicación, pero estaba demasiado
ocupado observando sus manos.

—¿Qué quieres decir? —dije—. ¿No ha atravesado aún?

Los otros dioses me miraron como si hubiese preguntado la razón de que uno más
uno fuera dos, y mis mejillas quemaron bajo sus miradas.

—Cronos todavía está detrás de la puerta —dijo Irene—. Mientras esté despierto,
puede alcanzar rincones del Inframundo que la mayoría de nosotros ni siquiera
sabemos que existen. Lo cual es el porqué los otros lo han tenido dormido todo
este tiempo. Pero lo que viste antes fue solo una muy pequeña parte de él, y si
escapara totalmente, el daño sería catastrófico.

Toda la sangre abandonó mi rostro.

—¿Es… eso fue solo una parte?

—Como un meñique —contestó Dylan, curvando su dedo para darle énfasis—.


¿Entiendes ahora, por qué ninguno de nosotros quiere pelear contra él?

Lo hacía, y mi boca se secó.

—Eso no cambia nada.

—No, no lo hace —dijo Irene—. Trabajaremos todos juntos para crear una trampa
tan pronto como descubramos el posible punto de salida más cercano.

—Tú puedes —dijo Dylan con el ceño fruncido—. No quiero tener nada que ver
con esto. Me encanta una buena pelea, pero esto es masacre.

—Oh, tú ayudarás —dijo Irene—. Incluso si tengo que arrastrarte por las orejas.

—¿Y cómo crees que podrás hacer eso? —dijo Dylan.

Los ojos de ella brillaron.

—¿De verdad quieres saberlo?

66
La expresión de Dylan se endureció, y prácticamente podía ver el humo saliendo
de sus orejas.

—Lo que sea. Al menos no es tan estúpido como vagar sin norte por el
Inframundo.

—Sí, sé que es estúpido, gracias —dije secamente—. Aun así lo voy a intentar, y tú
actuando como un imbécil no me va a detener.

Caminé hacia la salida otra vez, esta vez nadie me detuvo. Mientras más me alejaba
de ellos, más clara se volvía mi cabeza. Quizás nunca más los volvería a ver. En el
momento que encontrara la prisión de Cronos, podría ser muy tarde, y eso era sólo
si la encontraba. Todos a los que conocía podían morir, y podría pasar la eternidad
vagando por el Inframundo buscando algo que ya no existía.

Tan pronto como llegué hasta la antesala, me hundí en el banco y puse mi cabeza
entre mis rodillas. Esto no podía estar pasando. El mundo iba a acabarse a menos
de que alguien hiciera un milagro, y no iba a ser yo. Dylan tenía razón, no estaba ni
siquiera segura de hacia dónde iba, sin hablar de qué iba a hacer cuando llegara
allá. Pero ¿qué otra opción tenía? ¿Quedarme con los restantes miembros del
consejo y esperar que nos mataran? Sería inútil poniendo una trampa. Ni siquiera
podía controlar mis visiones, sin mencionar cualquier otro poder que pudiese
tener.

No podía hacer nada y dejar que alguien más se hiciera cargo de la batalla. Quizás
no era completamente mi culpa, pero definitivamente presioné a Calliope a pasar
su punto límite, y no tenía el hábito de dejar que otros limpiaran mis desastres
mientras yo me quedaba a mirar. No teníamos ninguna posibilidad sin los seis
hermanos, y desde que nadie iba a ir tras ellos, eso solo me dejaba a mí.

¿Habría pasado esto si le hubiese mostrado a Calliope un poco más de compasión,


si no le hubiese prohibido ver a Henry por el resto de su existencia? ¿Aun así lo
habría hecho?

Jugar al “y si” no tenía sentido. Si alguna de las otras chicas hubiese tenido éxito
Calliope habría hecho lo mismo. No había nada posible que pudiera hacer para
agradarle a Calliope, no cuando ella me odió desde el principio. Fuera cual fuera el
rol que yo jugué en empujarla al borde, ella fue la que tomó la decisión de hacer
esto.

Incluso cuando sabía eso, no podía evitar sentirme culpable.

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Escuché pasos acercándose al salón, y un momento más tarde la puerta se abrió y
se cerró. No levanté mi mirada. Si era James que venía a decirme que estaba
cometiendo un error, o Ava insistiendo en que no podía renunciar a mi vida por
esto, no me importaba. Iba a hacer esto aunque les gustara o no.

Alguien se sentó a mi lado, y la gentil mano en mi espalda era inconfundiblemente


de Ava.

—¿Estás bien? —preguntó suavemente, y yo me enderecé, manteniendo mis ojos


apretados para mantener mi cabeza despejada.

—Sí, estoy de lo mejor —murmuré. Su mano seguía ahí, y suspiré—. Lo siento, es


solo que…

—Es solo que aprendiste que hay una gran posibilidad de que el mundo se vaya a
acabar, y necesitas un momento para pensar —dijo Ava, y yo asentí. Parecía estar
tomándolo mejor ahora, pero ella había estado con el consejo antes de que yo
llegara. Había tenido más tiempo para absorberlo.

—¿Qué habría pasado si las cosas fueran diferentes? —pregunté—. Y si yo no


hubiese pasado la prueba…

—Aun así ella lo hubiese hecho.

Abrí mis ojos. James estaba apoyando en la pared, sus manos en sus bolsillos y su
cabello desordenado. Era un peso menos en mis hombros escuchar de su voz los
mismos pensamientos de los que yo estaba tratando de convencerme a mí misma,
y le di una pequeña sonrisa.

Él no la respondió.

—Calliope ha estado planeando esto por mucho tiempo, y una vez que despertó a
Cronos, nada iba a detenerla. Ella te quiere muerta. Nos quiere a todos muertos.
Dejó de pensar racionalmente mucho antes de que nacieras, y por mucho que te
culpes eso no cambiará.

Mi corazón se hundió. Así que así era todo, entonces… eventualmente me tendría
que entregar a ella independientemente de cómo resultara. Si el consejo tenía
razón, si Calliope y Cronos realmente era imparables, si íbamos a morir de todas
formas…

No quería. Cada fibra de mi ser peleaba contra eso, y me sentía mareada de nuevo,
sabiendo lo que ella me haría. ¿Pero y si esa era la única solución? ¿Y si esa era la

68
única manera de convencer a Calliope para que ayudara a detener a Cronos de
nuevo? Si había peleado junto a los otros en la guerra contra los Titanes, entonces
la parte de ella preocupada por arriesgar su propia existencia por la humanidad
tenía que estar en alguna parte. Y no importaba que tan molesta y humillada
estaba, quizás tener mi cabeza en un plato sería suficiente para que cambiara de
opinión.

Último recurso, pensé. Sólo como último recurso.

Si llegaba a ser así y renunciar a mi propia vida significaba que esta pesadilla
terminaría… quería ser egoísta y vivir, pero no podía quedarme atrás y mirar como
masacraban a todos por mi culpa. No sabía que opción era más egoísta, pero si
estaba en mi poder terminar esto, no lo ignoraría, sin importar lo mucho que
quería olvidar que era siquiera una posibilidad.

De cualquier forma, tenía que encontrarla primero.

—¿Cómo llego allí? —pregunté—. Al lugar donde Calliope y Cronos están. Sé que
no quieren que vaya, pero…

—Irás incluso si no te decimos —dijo James—. No sé dónde es… honestamente.


Nadie lo sabe. Los dioses antiguos pueden encontrarlo, pero se aseguraron que
nosotros no pudiéramos, y el lugar fue mantenido en secreto de los otros por
razones obvias. La única otra persona que sabía dónde estaba era… —Se detuvo.

—¿Quién? —dije—. Por favor James, no me importa lo que tenga que hacer.
Vagaré por todo el Inframundo si es necesario.

—Sé que lo harás —dijo con una sonrisa tirante—. Eso es lo que amo de ti. Pero,
Kate, tienes que entender…

—Lo que entiendo es que si alguien no intenta detenerlos, Calliope y Cronos van a
destrozar el mundo y todos van a morir —insistí—. No me importa lo que sea que
tenga que hacer. Lo haré.

James suspiró.

—La única persona que sabe dónde está la puerta es… —Se detuvo—. Es
Perséfone.

69
Capítulo 6
Lago de Fuego

Traducido por Shadowy, dark&rose y gaby828

Corregido por Marina012

P
erséfone. Por supuesto. De todos los dioses que han existido y toda persona
que alguna vez han caminado a través del Inframundo, tenía que ser ella.

Froté mis sudorosas palmas sobre mis muslos y deseé por primera vez que
nunca hubiera oído de Edén. Mi vida había sido destruida, y mi madre estaría
muerta ahora, pero al menos las vidas de billones de personas potencialmente no
reposarían sobre mí tragándome mi orgullo y encontrando a la persona que
esperaba nunca tener que conocer. La persona de la que mi esposo todavía estaba
enamorado.

Mi hermana.

—¿No hay alguien más? —dije con un graznido.

—Henry —dijo James—. Pero él está un poco ocupado ahora mismo.

Lo miré.

—¿Y qué? Localizo a Perséfone entre las millones de almas…

—Billones —dijo James—. Posiblemente más de un centenar por ahora. No he


estado llevando la cuenta.

—Así que localizo a Perséfone entre las billones de almas en el Inframundo —


dije—. ¿Cuánto tiempo va a tomar eso?

—Tanto tiempo como lo haga. Encontrar una aguja en un pajar es fácil si tienes el
tiempo suficiente para revisarlo pieza por pieza.

70
—Pero no tenemos tanto tiempo.

James se apartó de la pared y caminó a zancadas hacia nosotras.

—Entonces supongo que es algo bueno que me tengas a mí.

Lo miré.

—¿Qué quieres decir?

—Lo que él quiere decir es que va contigo —dijo Ava—. Y también yo.

A pesar de su valentía, escuché el temblor en su voz.

—No tienes que hacer esto —dije—. Ninguno de ustedes. Aprecio la oferta, pero
oíste lo que los otros dijeron. Las posibilidades de salir de esto con vida…

—Será mucho mejor si voy contigo —dijo James—. Sólo yo. No tenemos tiempo
para sentarnos alrededor y debatir esto.

—Yo voy —dijo Ava con firmeza—. Tres es mejor que dos, y no seré de alguna
ayuda aquí de todos modos. No sé nada acerca de tácticas o lo que sea que ellos
van a hacer.

James la evaluó, y ella enderezó sus hombros, como desafiándolo a rechazarla de


nuevo.

—Sabes que eso no es una buena idea —dijo él—. El objetivo total de esto es
conseguir que Perséfone nos ayude, y que tú estés allí no hará una maldita cosa
para convencerla.

Ava resopló, y un poco de color volvió a sus mejillas.

—¿Qué, y tú estando allí lo hará? Sabes que los seguiré incluso si me dices que no
lo haga, así que podrías también no perder tu tiempo. Vamos, Kate. —Ella me
tomó del brazo y me condujo hacia el pasillo. No luché con ella, demasiado
consumida con la más reciente adición a la montaña cada vez mayor de
problemas.

No sólo teníamos que encontrar a Perséfone, sino que de alguna manera tenía que
convencerla de poner en riesgo el resto de su vida eterna para ayudar a la familia
que había abandonado. Este no era ningún paseo por Central Park. Esto era
nosotros cuatro enfrentando al más poderoso ser que había existido jamás.

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Y no tenía absolutamente ninguna idea de qué decir para convencer a Perséfone
de unirse a nosotros.



No nos molestamos con despedidas. Los otros deben haber sabido que James y
Ava iban conmigo cuando no regresaron al salón del trono, y ninguno de ellos
llegó a buscarnos mientras empacábamos. James y Ava —y yo, una vez que
aprendí cómo— podían crear lo que necesitábamos, y ninguno de nosotros
necesitaba comer en el Inframundo, no en nuestros cuerpos inmortales. James fue
inflexible en que lleváramos suministros de todos modos, incluyendo un cambio de
ropa y zapatos deportivos que yo no había tenido tiempo para estrenar. James y
Ava estaban acostumbrados a vagar por el mundo con solo la ropa que llevaban
puesta. Yo nunca había caminado más allá de unos pocos kilómetros antes.

En el último minuto, deslicé la flor que Henry me había hecho, la de pétalos de


cuarzo rosa y perlas, en mi bolsillo. Era todo lo que tenía de él aparte de lo que
estaba en su armario.

Dejar a Pogo atrás era la parte más difícil. Lo estreché contra mi pecho y enterré mi
nariz en su pelaje durante unos breves instantes antes de irnos, y cuando lo dejé
sobre la cama, sus ojos llorosos casi rompieron mi corazón.

—Él estará bien —dijo Ava, llevándome fuera de la habitación—. Los otros
cuidarán bien de él, y estará aquí esperando cuando todos regresemos.

Excepto que podría nunca regresar al palacio de nuevo. No si tenía alguna


posibilidad de liberar a Henry. Aparte de ofrecerle a Calliope un canje, no había
nada que nosotros tres pudiéramos hacer para luchar con ella que los otros no
hubieran intentado, y estaba malditamente segura de que no cedería por la
bondad de su corazón.

Alejé mis ojos de Pogo, y ladró cuando la puerta se cerró. Tomando una
respiración profunda, me tragué mis lágrimas, negándome a llorar. Él estaría bien, y
Henry estaría allí para cuidarlo si yo no regresaba. Como el jardín de Perséfone, por
lo menos tendría algo por lo que recordarme.

72
Esa era una horrible idea que inmediatamente empujé fuera de mi mente. No iba a
morir. No quería hacerlo, y James y Ava no me dejarían de todos modos. Tenía que
haber otra forma, y tendríamos tiempo para averiguarlo.

No miré atrás cuando comenzamos a atravesar el camino que se alejaba del


palacio, entre las columnas de piedra negra. La caverna era enorme, y para cuando
llegamos a la pared, mi pierna dolía tanto que cada paso se sentía como si
estuviera caminando sobre cuchillos.

—¿Y ahora qué? —dije. No había ningún sitio a donde ir, y hasta donde podía
decir, no habían cuevas o túneles ocultos.

—¿Recuerdas ese viaje que tomamos hasta aquí? —dijo James, tomando mi mano.
Su cálida palma eclipsaba la mía, y miré a Ava para ver si lo había notado, pero
estaba ocupada mirando fijamente a la pared de la caverna.

No tuve tiempo para preocuparme por el suelo desapareciendo de debajo de mí


otra vez. Sin previo aviso, James entró en la roca, tirando de mí con él.
Instintivamente cerré mis ojos y me preparé para el impacto, esperando el dolor
agudo en mi frente mientras golpeaba el borde dentado, pero todo lo que sentí
fue una leve brisa en mi pelo.

—¿Qué dem… —Abrí mis ojos y mi boca cayó abierta. Ya no estábamos en el


Inframundo. En su lugar nos parábamos en un exuberante jardín con árboles tan
altos como el cielo azul brillante, y flores exóticas nos rodeaban, volviéndose hacia
nosotros mientras aparecíamos.

—Bienvenida al Inframundo —dijo James—. O por lo menos la parte donde las


almas están. Vamos.

Me condujo por un camino de tierra con Ava dos pasos detrás de nosotros,
extrañamente tranquila por toda la maravilla que nos rodeaba. Me quedé mirando
la gigantesca flora mientras caminábamos cerca, incapaz de ocultar mi asombro.
Era como si hubiera entrado en un cuento de hadas. O caído por la madriguera del
conejo.

—¿Qué es este lugar? —dije—. ¿Es todo el Inframundo así?

—No —dijo James—. Mira.

Señaló a través de los árboles a una chica balanceándose de ida y vuelta en una
cuerda hecha de vides, su largo pelo balanceándose con sus movimientos y su piel

73
oscurecida por el sol. El mismo sol que había sido remplazado por el cristal en la
caverna antes.

—¿Quién es esa? —susurré—. ¿Es esa Perséfone?

Ava resopló suavemente, y le di una mirada enojada.

—Si solo fuera así de fácil —dijo James con un toque de diversión en su voz—.
Sólo los seis hermanos y la Reina de Henry pueden viajar así por aquí, y desde que
tú no has aprendido cómo aún, tenemos una caminata por delante. Esa chica es la
razón por la que vemos todo esto. Henry te llevó al Inframundo una vez, ¿no?

Asentí. Él lo había hecho para confortarme, para mostrarme que mi madre estaría
bien después de que el cáncer ganara y ella muriera. Yo no sabía en ese momento
que mi madre en realidad era inmortal. Eso habría ayudado un poco más.

—Central Park —dije—. Así es como lucía para mí. Es donde mi madre y yo
solíamos ir en las tardes de verano.

—Eso es tan dulce —dijo Ava, enlazando su brazo en el mío—. El mío sería París,
apuesto. Podría pasar un milenio allí y nunca me aburriría.

Las dos esperamos por la respuesta de James, pero en lugar de eso, volvió a mirar
a la chica en la distancia.

—Este es su Edén. Porque somos inmortales el Inframundo se adapta a la más


cercana alma mortal… la suya. Dondequiera que vaya, esto es lo que ella verá, y tan
pronto como nos acerquemos lo suficiente a alguien más, cambiará.

Observé su oscilación de ida y vuelta, su rostro inclinado hacia el sol y una sonrisa
bailando en sus labios. Se veía feliz. El tipo de felicidad que yo deseaba tener.

—¿Ella está sola? ¿Están todos ellos solos?

James hizo un gesto para que lo siguiéramos.

—¿Henry no…? —Se detuvo e hizo una mueca, y yo contuve una réplica. No, Henry
no me había puesto al corriente—. Depende. Es parte de lo que vas a estar
haciendo. Algunas personas se reúnen con sus seres queridos, otras no. A veces la
personas pasan la mitad de su tiempo a solas y la otra mitad con sus seres
queridos. No hay ningún conjunto fuerte y rápido de reglas. La persona tiene el
tipo de más allá que esperan, o al menos el que ellos creen que merecen.

74
Oh. Eso. Y si hubiera alguna duda o discrepancia, eso era donde Henry y yo
entrábamos.

—Él explicó esa parte —dije—. ¿Algunas personas realmente pasan el resto de la
eternidad solos?

El agarre de Ava en mi brazo se apretó, y le devolví el apretón. Eso no sonaba


como el paraíso para mí.

—Tienes que olvidar tus expectativas —dijo James mientras elegíamos nuestro
camino alrededor de un enorme sauce llorón del color del algodón de azúcar—.
Todo el mundo es diferente. A veces la religión juega un papel en ello, a veces no
lo hace. Henry explicará todo esto para ti.

Sólo si todos regresábamos en una pieza.

Yo sabía lo que les pasaba a los mortales después de su muerte, ¿pero si se trataba
de —si matarme era suficiente para convencer a Calliope de ayudar a someter a
Cronos antes de que él escapara— qué me pasaría ahora que yo era inmortal? Me
desvanecería, sabía eso bien, pero ¿qué significaba eso? Yo siempre había creído
en algún tipo de más allá incluso antes de haber conocido a Henry y descubierto la
verdad. Esa creencia me había mantenido cuerda durante los años que había
pasado viendo morir a mi madre, saber que volvería a verla cuando se terminara
para mí, también. No tenía tanta seguridad ahora.

Estaba tan perdida en mis pensamientos que no noté cuando el cielo se oscureció
de nuevo. El sol había desaparecido, remplazado con las paredes de la caverna de
antes, pero esta vez la luz no venía del cristal.

Nos paramos en la orilla de un lago de fuego. Las llamas parpadeaban hacia mis
pies, y cuando di un sorprendido paso atrás en la arena negra, James y Ava
comenzaron a caminar alrededor de ello como si fuera nada más que una molestia.

Y entonces oí los gritos.

Se hacían eco a través de la caverna, llenándola de tanta agonía que podía sentirla
en mis huesos. Un hombre gritó en un idioma que no entendía, y horrorizada,
entorné los ojos en el fuego.

Él colgaba de cadenas que se desvanecían en la nada antes de que llegaran al


techo. La mirad inferior de su cuerpo estaba sumergida en el lago, y su expresión
estaba retorcida de dolor que no podía imaginar. Su piel se fundía desde los

75
huesos, goteando en el fuego, pero tan pronto como desaparecía, carne nueva la
remplazaba.

Él estaba siendo quemado vivo una y otra vez sin descanso. Sus gritos resonaban a
través de la caverna y se quedaban incrustados en mi memoria, atormentándome
demasiado para que los pudiera olvidar siquiera. No podía apartar la mirada, y el
impulso de hacer algo —cualquier cosa— se alzó en mi interior, demasiado fuerte
como para ser ignorado.

—Tenemos que ayudarlo —dije, pero Ava me contuvo. Luché contra ella, y James
se apresuró a llegar hacia nosotras, tomando mi otro brazo.

—¿Y cómo vas a hacer eso? —dijo—. ¿Caminando allí dentro y quemándote,
también?

—No puedo morir —dije entre dientes mientras trataba de liberarme de ellos—.
¿Recuerdas?

—Eso no es motivo para que te hagas pasar por ese tipo de dolor —dijo James—.
Puede que no los sientas al primer paso, pero fuiste mortal hace seis meses, y tu
cuerpo no se ha olvidado de eso. No podrías dar ni metro y medio, por no hablar
de ir y volver. Hiciera lo que hiciera, él cree que se lo merece.

Me quedé mirándole boquiabierta, con horror.

—¿Él cree que merece ser quemado vivo durante la eternidad? ¿Qué podría haber
hecho tan malo?

—No lo sé —dijo—. Cuando seas reina, podrás descubrirlo por ti misma. Ahora
vayámonos. No tenemos tiempo que perder.

No podía apartar los ojos del hombre, mientras James y Ava me obligaron a
caminar alrededor del lago. Incluso después de que el Inframundo se convirtiera en
un campo ondulante con una casita amarilla situada en el centro, el alarido de sus
gritos resonaban en mi mente.

Al menos James había confirmado lo que yo sospechaba. Mi cuerpo estaba


adaptándose, pero todavía recordaba lo que era ser mortal. El cristal rebotaba en
mi piel, podría caer desde lo alto del Empire State y marcharme caminando sin un
rasguño, pero podría sentir la quemadura de fuego.

—¿Cuánto tiempo más pasará antes de que no sienta dolor? —dije, mi voz
temblorosa.

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—Es diferente para todos —dijo James—. Tal vez algunos meses, tal vez unos
cuantos años. Es tu mente la que lo está haciendo, no tu cuerpo.

—¿Pero desaparecerá? —dije.

—Con el tiempo.

—¿Qué pasa con el placer?

Ava deslizó su mano en la mía.

—Kate, si ninguno de nosotros pudiera sentir placer, ¿de verdad crees que
haríamos la mitad de las cosas que hacemos?

Logré una leve sonrisa.

—Buen punto.

Caminamos en silencio, atravesando un lugar, tras otro, tras otro. Algunos de ellos
eran tan maravillosos y exuberantes como el jardín, mientras que otros estaban
llenos de dolor y tortura. Casi corrí al atravesarlos, la cabeza hacia abajo mientras
trataba de ignorar los gritos. Finalmente, todos ellos se mezclaron entre sí,
formando un coro de dolor, y cuanto más oía, más segura estaba que Henry y el
consejo se habían equivocado. Nunca podría hacer esto. Nunca podría sentenciar a
las personas a este tipo de eternidad, sin importar cuales hubieran sido sus
crímenes.

El tiempo perdió todo significado mientras caminábamos. James parecía saber a


dónde iba, liderando el camino después de que estuvo seguro de que no iba a
intentar correr y ayudar a las personas que pasábamos, y Ava se aferró a mí. Perdí
la cuenta del número de lugares en los que entramos… ¿Docenas? ¿Cientos? No
me acordaba de todos ellos. Mis pies me dolían y mi pierna se sentía como si el
hueso se quebrara con cada paso que daba, pero finalmente en el medio de un
bosque, James se detuvo y puso su bolsa en el suelo.

—Creo que es un buen momento para descansar.

Recogió leña mientras que yo me senté en un tronco caído y escondí la cara entre
mis manos. Ava sentó a mi lado y me frotó la espalda.

—No puedo hacer esto —susurré—. No sé por qué pensaron que podría, pero no
puedo.

—¿No puedes hacer qué? —dijo Ava con dulzura.

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—No puedo tomar esas decisiones —dije—. No puedo, no puedo enviar a nadie a
ese tipo de eternidad. No me importa lo que hicieron. Nadie se merece eso por
siempre.

Egoístamente me preguntaba si ceder a Calliope era la opción más fácil. Entonces


por lo menos no tendría que gobernar el Inframundo. El olvido era un precio que
estaba dispuesta a pagar si eso significaba que nunca tendría esos miles de
millones de vidas descansando en mi conciencia.

—Ya oíste a James —dijo Ava—. Esto sólo ocurre si creen que lo merecen.

—¿Y si no lo hacen? ¿Y si piensan que lo hacen porque alguien se lo ha dicho una


y otra vez?

Abrió y cerró la boca, y se tomó un momento antes de decir:

—No lo sé —dijo—. Creo que ahí es donde entras tú.

Sacudí la cabeza con amargura.

—Nadie se merece algo así. No hay una puntuación de observación. ¿Por qué no
todo el mundo puede ser feliz durante la eternidad, y nadie tiene que sufrir?

—No lo sé —dijo Ava suavemente—. Lo siento, pero esto no es lo mío. Ni es lo de


James, tampoco. Es de Henry. Y tal vez de Perséfone. Probablemente ella podría
decirte.

—Genial —murmuré—. Las dos personas que pueden explicármelo o bien están
siendo tomados como rehenes o no quieren tener nada que ver con esto. Estoy
segura de que Perséfone lo primero que va a querer hacer después de que la
interrumpamos es contarme todo acerca de los miles de años que pasó haciendo
esto. No es de extrañar que renunciara a su inmortalidad y echara a correr.

—No —dijo James detrás de nosotras. Me sobresalté. Estaba más cerca de lo que
yo había pensado—. Perséfone pasó por un infierno. Se merece un poco de
felicidad.

Ahí estaba esa palabra otra vez. No me importaba lo que Perséfone se merecía. Me
importaba lo que ella había hecho y por qué.

—Eso es exactamente por lo que todo esto podría ser para nada —dije—. ¿Si no
nos ayudará, entonces, qué?

78
—Perséfone es una mejor persona de lo que piensas —dijo James—. Henry
probablemente te ha llenado la cabeza con todo tipo de historias sobre cómo él es
la víctima, pero ambos lo fueron. Estaba atrapado con una esposa que amaba, pero
ella no lo amaba a él, y ella estaba atrapada con un hombre al que no amaba y un
trabajo que la hizo miserable. No la odies por eso.

Me inquieté. La única otra vez que había visto a James así, fue cuando se había
enfrentado a Henry por hacerme quedar en la Mansión Edén después de que yo
había tratado de salir, y ver la ira y la desaprobación de James me dieron ganas de
meterme debajo del tronco y esconderme.

—Yo no la odio —dije en voz baja—. Odio que ella fuera para Henry algo que yo
nunca seré. Odio que pudiera hacer este maldito trabajo sin sentirse lista para
saltar a un lago de fuego. Y Henry nunca dijo una palabra contra ella.

Con su boca firme en una línea delgada, James reunió las piezas de madera que
había recogido, y comenzó a construir un pequeño tipi que me recordó a las
patatas fritas que solía usar como Troncos Lincoln3 en la Escuela Secundaria Edén,
antes de que supiera que era un dios. Antes de que algo de esto hubiera pasado.

—Ella y Henry tuvieron miles de años juntos. Apenas has tenido uno. Dale tiempo.

—No voy a decirte una vez más que Henry te ama —dijo Ava—. Puedes elegir
creerme o no, pero yo no te mentiría.

—Sé que no lo harías, y te creo, pero ustedes no vieron cómo actuó a mi alrededor.
—No importa cuántos años pasáramos juntos y lo mucho que me amara, sabía que
nunca me amaría tanto como amó a Perséfone. No podía amar a dos personas de
ese modo. Era imposible.

James terminó de arreglar la madera. Frotándose las manos, las sostuvo en alto
como si estuviera tratando de entrar en calor. Un momento después, la madera
crujió, y los palos estallaron en un alegre fuego.

—Él actúa así con todos nosotros, pero eso no quiere decir que no le importe.

Sin embargo, yo no era como todo ellos. Se suponía que iba a ser su esposa. Su
reina. Su compañera.

—¿Así que se supone que tengo que aceptar tener un marido que nunca me toque
está bien?

3
Lincoln Logs: nombre de un juguete para niños que consiste en registros de muescas en
miniatura, que se utiliza para construir fortalezas en miniatura y edificios.

79
—Tú eres la que decidiste hacer esto —dijo James, y lo fulminé con la mirada—.
No me mires así. Te advertí que él no iba a actuar de la forma que esperabas. No
es su culpa por ser él mismo.

—¿Así que es mi culpa por presionarle? —dije, y al momento en que lo dejé salir,
supe que era verdad. Mi cara enrojeció. Odiaba la desesperación que me llenaba,
haciéndome imposible ver la lógica y la razón; odiaba la parte de mí que era capaz
de actuar de esta manera. Todo lo que quería era saber que le importaba. Que él
no estaba haciendo esto porque tenía que hacerlo. No quería forzarlo, pero él no
iba a hacerlo por su cuenta, y no sabía qué sentir. No cuando estaba renunciando a
todo mi futuro a un tal vez.

Toqué la flor de cuarzo rosa y perlas en mi bolsillo. Las cosas que me había dicho
antes de la ceremonia, su insistencia en que me quería allí. Era suficiente. Tenía que
serlo.

—Sí —dijo James, ajeno a lo profundamente que esa palabra me hirió—. Es tu


culpa. Aceptaste esto, para bien o para mal, y necesitabas darle más de un día.
Comprendo lo que estás pasando, pero inquietarte a ti misma con eso ahora no va
a solucionar nada. Fortalécete, consigue aceptar en tu cabeza que Henry, de hecho,
te ama, y sigue adelante. Tenemos cosas más importantes que hacer.

James tenía razón. Tenía que poner las cosas en orden. Teníamos que superar esto
primero, y entonces podría resolver las cosas con Henry, si alguna vez lo viera de
nuevo en el primer lugar.

Mientras rememoraba la ceremonia en mi mente, esos últimos minutos que le


había visto, apreté los ojos con fuerza y dejé escapar un suspiro tembloroso.

—Dudé.

Hubo silencio, y luego Ava dijo en voz baja:

—¿Qué?

—Durante la coronación, cuando Henry me preguntó si yo estaba dispuesta. Dudé.

—Me di cuenta de eso —dijo James, y cuando le miré, estaba apoyado contra un
árbol con los brazos cruzados y su expresión tensa. Por supuesto que lo había
notado—. Eso no quiere decir nada, así que no saques conclusiones de ello. Era tu
derecho el dudar.

—¡James! —dijo Ava, y él se encogió de hombros.

80
—Es así. Sabes que lo es. Podemos fingir que esto es sólo acerca de Henry, y que
para Kate no es más que suerte, pero, ¿recuerdas lo que fue cuando renunciaste a
la humanidad? No es una transición fácil.

—Todo lo que tenía entonces era nada comparado con lo que tengo ahora
contigo. Todo el mundo me quiere aquí —dijo Ava, y James sonrió débilmente.

—Sí, todos estamos un poco enamorados de ti —dijo—. Pero eso es sólo porque
eres dinamita en la cama. Por lo demás, eres un grano en el culo.

Ava extendió la mano para golpearlo, y mientras la tensión anterior se disipaba, me


esforcé por no imaginarlos a ambos juntos.

—¿Ustedes dos…? —dije con voz ahogada.

James se centró en el fuego, y Ava se encogió de hombros.

—Yo soy la diosa del…

—El amor y el sexo. Sí, lo tengo. —Fruncí el ceño—. ¿Hay alguien con el que no te
hayas acostado?

—Papá y Henry —dijo ella, y supuse que era mejor que nada—. Aunque papá
técnicamente no sea mi padre, sigue siendo un no, no.

—¿Walter no es tu padre? —dije—. No lo sabía.

—Soy adoptada —dijo con orgullo—. Es una larga historia, pero lo que estoy
tratando de decir es que Henry te ama, y las cosas van a volverse mejor. Esto es
sólo el comienzo, imagina cuanta gente te va a amar en unos miles de años, y lo
mucho que las vas a amar también.

—U odiar —dijo James, y noté un dejo de disgusto en su voz, el cual no estaba


acostumbrado a oír de él.

—Ellos tienden a estar unidos —dijo Ava—. El amor antes del matrimonio es algo
novedoso, ya sabes, todos nuestros matrimonios eran arreglados, y todos tuvimos
que crecer en ellos, también. Me tomó años enamorarme de mi esposo, pero
eventualmente llegamos a eso, y valió la pena la espera.

Mi boca cayó abierta.

—¿Estás casada?

—Bueno, tú también lo estás.

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Le di una mirada. Por lo menos Henry era la única persona con la que había estado.

—No me des eso —dijo Ava—. Sé lo que estás pensando. Es cierto que eres un
poco joven, Papi me hizo casar cuando cumplí cien porque me dijo que le daba
dolor de cabeza, pero ya verás con el tiempo. La mayoría de los mortales viven solo
hasta los setenta u ochenta como mucho. Espera alrededor de quinientos años
estando casada con la misma persona, y entonces me dices si deseas estar con otra
persona, no importa cuánto ames a Henry.

Estaba bastante malditamente segura que mientras Henry me dejara quedarme


con él, nunca querría jugar con alguien más, pero no dije eso, no frente a James. Si
alguna vez hubiera alguien, nuestro verano juntos me ha mostrado que muy
fácilmente podría ser él. A menos que estuviera casado, también. Y con la manera
que él y Ava interactuaban…

—¿Quién es? —dije—. Tu esposo, quiero decir.

En la fracción de segundo antes de responder, no me atreví a respirar. Cualquiera


menos James.

—Nicholas —dijo, como si fuera obvio, y dejé salir el aire que estaba aguantando.
De todos los miembros del consejo, Nicholas hubiera sido mi última elección.

—Eso es loco —dije débilmente, negándome a ver a James. Amaba a Henry. No


importa cuán duras las cosas estaban, James ya no era una opción. Quizás lo
hubiese sido antes de tomar mis votos, pero…

… pero ¿que si Henry miraba a Perséfone y la quería de vuelta?

Empujé el pensamiento lejos. No podía pensar así.

—Lo sé, ¿verdad? —Ava sonrió—. Es un buen chico. El de verdad sabe cómo
sostener sus espadas, también.

Mientras las imágenes de Henry abrazando a Perséfone flotaban delante de mí, me


esforzaba por prestarle atención a Ava.

—¿Qué?

—Es un herrero —dijo, sus ojos muy abiertos inocentemente—. Hace armas,
cualquier cosa en el mundo, nómbralo, él puede hacerlo. Y crea cosas para mí, por
supuesto.

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—También te aguanta —dijo James, sentado en un tocón de árbol al otro lado del
fuego—. Y él es fiel.

Ava resopló.

—No podría hacer mi trabajo si estuviera solo con él siempre. Además, no te


estabas quejando cuando…

James la miró, y ella se detuvo. En lugar de interrogarla más acerca de sus


relaciones, miré mis manos. Nicholas presumiblemente la amaba, o al menos se
sentía lo suficientemente leal para no engañarla, a diferencia de Ava. Quizás tenía
una excusa, pero me recordaba fuertemente a Perséfone, y la amargura se enroscó
a través de mí, envolviendo mi interior, haciéndome quedar quieta como una
piedra. Por un momento, odié a Ava por hacerle eso a su esposo aun si él estaba
de acuerdo o no.

—No estás casado, ¿o sí? —dije a James.

Sacudió su cabeza.

—No aun, no oficialmente. Ha habido algunas mortales, por supuesto, pero todos
hemos tenido unos pocos mortales extraoficialmente.

—Más que unos pocos —dijo Ava con un bufido.

—¿Entonces por qué casarse en primer lugar si no vas a permanecer fiel? —dije.

Ava se encogió de hombros.

—Creo que Papi creía que casarme me iba a forzar a sentar cabeza, pero eso no
funcionó. —Se detuvo—. Nicholas entiende, ya sabes. Él sabía que estaba firmando
al principio, y no le importa. Al final del día, él sabe que es el amor de mi vida.

—Nosotros nos casamos por las mismas razones que los mortales lo hacen —dijo
James—. Para crear una familia, un hogar, tener el sentimiento de seguridad. Para
tener un compañero. Y en el caso de Walter, Henry y Phillip, para tener una reina
que los ayude a gobernar.

—No resultó demasiado bien para Henry —murmuré, y James suspiró.

—No, no lo hizo.

Una brisa fuerte hizo a las hojas sobre nosotros susurrar, y me obligué a mí misma
a relajarme. No podía cambiar lo que había sucedido. Podría, sin embargo,

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controlar lo que hacía, y ya sabía que no lastimaría a Henry así. No importa que tan
mal fueran las cosas.

Sin embargo, un atisbo de resentimiento quedó dentro de mí, y no me pude


resistir a murmurar a Ava:

—Si tú puedes estar con Nicholas, ¿por qué Perséfone no puede estar con Henry?

Ella no dijo nada. El fuego crepitaba y, a lo lejos escuché a una mujer cantar, pero
no presté atención. Muchos mortales de los que habíamos pasado habían estado
cantando. Mientras que algunas canciones las reconocí, otras eran tan viejas que se
habían perdido en el tiempo, excepto por los muertos que las cantaban.

—Perséfone se enamoró de un mortal —dijo James después de un largo


momento—. Ella no es diferente del resto de nosotros, ella no era fiel a Henry
antes de conocer a Adonis, tampoco.

—No puedes decir que ustedes son todos así cuando Nicholas no engaña a Ava —
dije bruscamente. Así que no había sido una vez, entonces. Henry había tenido que
soportar que Perséfone estuviera con otras personas una y otra vez,
presumiblemente miembros del consejo que tuvo que enfrentar después. Sin
embargo, él aún la amaba.

—Calliope no engaño a Papi, tampoco —dijo Ava pensativa, y casi me ahogué.

—¿Calliope y Walter? —jadeé—. Pero él es tan viejo.

—Ella es mayor —dijo Ava con un resoplido—. Además, la edad no importa


después de los primeros mil años más o menos. El luce viejo porque lo quiere.
Piensa que lo hace ver más distinguido.

No tenía ningún sentido. No que Calliope fuera mayor o algo, pero que estuviera
casada y amara a Henry tan mal que estaba dispuesta a matar para tenerlo.

—Entonces por qué —Hice gestos a nuestro alrededor, frustrada—. ¿Por qué
estamos aquí? ¿Por qué estamos haciendo esto si Calliope está casada y es fiel a su
marido? ¿Por qué iba a hacer todo esto para obtener a Henry si ya tiene a Walter?

James y Ava intercambiaron una mirada que no entendí, y clavé mis uñas en mis
pantalones vaqueros. Yo ya estaba miles y miles de años atrás. Sabiendo que había
algo que no me estaban diciendo solo hizo crecer mi frustración.

—Walter nos engendró a todos nosotros —dijo James—. Todo el mundo en el


consejo que no es de los seis originales.

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—O yo —dijo Ava—. Él estaba en diferentes cuerpos y formas, así que, quiero
decir, no es asqueroso ni nada. Pero ellos son todos hijos de Walter.

—Y Calliope es sólo la madre de dos de nosotros —dijo James—. Nicholas y Dylan.

Me quedé en silencio mientras el peso de todo lo que eso implicaba caía sobre mí.
No sabía exactamente cuánto tiempo habían existido, pero sabía que era más de lo
que podía comprender. Cien años parecía una eternidad para mí, pero para ellos,
era apenas cualquier momento comparado con el resto de sus vidas. Y a lo largo
de todo esto, Calliope había visto a su esposo amar a otras mujeres, y había tenido
que aceptar a sus hijos como parte de la familia. Como sus iguales.

Por un terrible momento, entendí la razón por la que Calliope estaba haciendo
esto. Pude sentir su ira, su pena, todo el dolor que había pasado, y su soledad y
deseo de ser amada. Había visto a Henry pasar lo mismo con su esposa, y debió
haber visto un espíritu afín. Alguien que pensó que la entendería y querría estar
con ella, porque ella nunca sería capaz de causarle ese tipo de dolor.

En su lugar Henry la había rechazado, y él se había vuelto una persona más en


hacerla sentir completamente sola.

Pero Henry no era el malo de la película. Había permanecido leal a Perséfone a


pesar de todo lo que había hecho, y mi momentánea compasión por Calliope se
desvaneció. Al final ella tenía la culpa de lo que había hecho, nadie más.

—No es de extrañar que se rompiera —murmuré—. Si tuviera que ver a Henry


hacerme eso, creo que también lo haría.

—No es excusa para el asesinato —dijo James—. Y no es excusa para liberar a


Cronos. No importa que tan imbécil sea Walter, ella es la que en última instancia
tomó esas decisiones.

Y nosotros fuimos los que tuvimos que enfrentar las consecuencias, al igual que
Henry casi se había desvanecido por Perséfone. Sin embargo, no tenía sentido.

—Entonces, ¿por qué Perséfone renunció a su inmortalidad cuando podía hacer lo


que quería? Tenía el mismo trato con Henry que yo, ¿verdad? Seis meses al año,
soy su esposa y lo ayudo a gobernar, ¿y los otros seis puedo hacer lo que quiera?

Ava me lanzó una manzana amarilla, aparentemente de la nada. La atrapé, pero no


la mordí.

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—No era así al principio —dijo ella, mirando a James, que miraba fijamente al
bosque con una expresión distante—. Henry le ofreció eso cuando se dio cuenta
de cuán miserable era aquí. Ninguno de nosotros puede aceptar esto todo el
tiempo exceptuándolo a él.

—La mayoría de los del consejo no hacen visitas —dijo James—. Nuestras
habilidades se acallan aquí, y…

Crack.

La madera chisporroteó por encima de mí y justo cuando miré hacia arriba para ver
lo que había sucedido, Ava me empujó fuera del tronco sobre el suelo,
peligrosamente cerca del fuego. Aparté mi mano rápidamente lejos de las llamas, y
un estruendo convirtió el mundo en polvo.

Tosiendo, me puse de pie y me tambaleé, mi pie conectó con la madera astillada


en el lugar donde había estado sentada segundos antes.

—¿Ava? —dije, ahogándome en las nubes de polvo—. ¿James?

Entrecerré los ojos. Antes de que el polvo se disipara lo suficiente para ver más que
unos pocos centímetros frente a mi cara, un par de manos agarraron mis hombros
y tiraron de mí hacia atrás.

—Vamos —dijo James toscamente, tirándome lejos del tronco—. Tenemos que
salir de aquí.

—Pero Ava…

—Estoy aquí —dijo unos metros a mi izquierda—. Vamos.

James me apartó, y me tropecé con rocas y raíces que no podía ver. Otro crack hizo
eco a través del bosque, y me lancé hacia delante, inútilmente cubriendo mi
cabeza. El segundo árbol que cayó no nos golpeó a James y a mí por centímetros.

—¿Qué sucede? —Mi pierna dolía más que antes de que dejáramos el palacio, y
me esforcé para mantener el ritmo. El aire se aclaró mientras más lejos íbamos, y vi
a James sosteniendo su mano sobre su cabeza, como si estuviera intentando
repeler algo.

—Cronos —dijo, y otro árbol crepitó—. Nos encontró.

86
Capítulo 7
Oasis

Traducido por Shadowy y Simoriah

Corregido por Marina012

D
e todas las cosas que había imaginado que podrían ir mal con este viaje a
través del Inframundo, Cronos tratando de detenernos nunca cruzó por mi
mente.

Había tratado de pensar qué hacer si Perséfone se negaba a venir. Había planeado
qué hacer si no podíamos encontrar la cueva. Y a pesar de que en algún lugar muy
dentro de mí, sabía que no había otras opciones, había estado tratando como el
infierno de llegar a algo mejor que sacrificarme.

Nunca, ni una vez, había pensado que Calliope se daría cuenta que íbamos a venir
y enviaría a Cronos a detenernos.

Estúpida, estúpida, estúpida.

No es que hubiera mucho que podríamos haber planeado aparte de correr por las
colinas, que fue exactamente lo que hicimos. James se aferró a mi mano mientras
nos precipitábamos a través de los árboles, y Ava se arrastraba detrás de nosotros.
Entre ellos dos, parecían tener poder suficiente para mantener a Cronos a una
distancia segura.

Sin embargo, eso no evitó que lo árboles se cayeran, y más de una vez James me
empujó a un lado una fracción de segundo antes de que fuera golpeada en el
cráneo por un roble o un arce infundido con la misma niebla que había rajado mi
pierna.

No sabía cuánto tiempo habíamos corrido, pero fue tiempo suficiente para que mis
pulmones se sintieran como si estuvieran ardiendo. Los árboles nos daban algo de

87
refugio, pero cada vez que miraba sobre mi hombro, Cronos parecía estar
acercándose más.

No podíamos correr por siempre, y estaba segura de que James y Ava no serían
capaces de mantenerlo a raya el tiempo suficiente para que llegáramos a
Perséfone, tampoco. Y cuando llegáramos a Perséfone, ¿qué ayuda sería ella contra
un Titán?

El bosque alrededor de nosotros de disolvió en un desierto, y cualquier opción que


habíamos tenido antes desapareció. No podríamos correr por siempre, James y Ava
no podrían luchar por siempre, y estaba claro que Cronos sólo quería una cosa.

A mí.

Cada árbol no había casi golpeado a James o Ava; me habían casi golpeado a mí. El
primero había aterrizado justo donde yo había estado sentada unos momentos
antes. Y antes de que Henry y sus hermanos se hubieran ido tras Cronos, la niebla
se había deslizado a través de sus defensas y me eligió a mí como su objetivo.

La arena caliente era difícil para correr, y el cielo brillaba bajo el sol. Ya estaba
exhausta. Si mi pierna cedía y tropezaba, Cronos me mataría. La única ventaja que
tenía era hacer algo que él no esperara.

Clavé mis talones en la arena y tiré mi mano del agarre de James. Él cayó sobre sus
rodillas, desestabilizado por ya no arrastrarme detrás de él, y yo trepé lejos de él
tan rápido como pude.

—¡Cronos! —grité mientras me enderezaba en la ladera de una duna a seis metros


de distancia de donde James había caído. Ava estaba a su lado, ayudándolo a
ponerse de pie, y ambos me miraban como si fuera una lunática.

Tal vez lo era. Tal vez estaba a punto de morir. Pero si no hacía algo, todos
estaríamos muertos, y valía la pena intentarlo. No podíamos escapar de un Titán.

La niebla se espesó mientras desaceleraba y parecía reunirse. Escudriñando en la


luz del sol, pensé que podía ver la silueta de un rostro, pero el calor que irradiaba
de la arena distorsionaba mi visión demasiado para estar segura.

—Sabes quién soy yo —dije, tratando de sonar segura de mí misma en lugar de


increíblemente asustada—. Y yo sé quién eres tú, así que vamos al grano. No
puedes matarme, o a cualquiera de nosotros.

88
Eso era una mentira atrevida, pero al menos él pareció detenerse a considerarlo. El
mismo estruendo extraño que había oído en mi visión se hizo eco a través del
desierto, y me volví plenamente consciente del hecho de que estábamos en una
vasta caverna, no debajo de un cielo infinito. Si pudiera haber volado, mi mano
habría eventualmente tocado piedra.

—Nos necesitas. —Mis palabras eran tan parecidas a las de Calliope que casi las
tomé de vuelta, pero esa era la única manera en que Cronos no iba a matarnos a
todos por diversión. Calliope me quería muerta, y él necesitaba a Calliope para
abrir la puerta. Pero…

Ella no sabía cómo.

Una oleada de confianza corrió a través de mí.

—Calliope no sabe cómo abrir la puerta. Yo sí.

¿Podría Cronos distinguir la verdad de una mentira como Henry? La niebla


avanzaba lentamente más cerca de mí hasta que estaba solo a un pelo de
distancia. En lugar de atacar, me rodeó hasta que el calor del sol desapareció y ya
no pude ver el cielo azul.

Me sentí mareada, pero dispuse mis pies a permanecer plantados en la arena.


Tocarlo significaría, indudablemente, dolor punzante, y yo no podía tomar más de
él, no cuando había un largo camino por recorrer antes de encontrar a Perséfone.
Tenía que hacer esto. Era mi única oportunidad. La única oportunidad del consejo.

—Si dejas que mis amigos y yo nos vayamos, llegaremos a ti —dije, cavando
profundo en mi interior para encontrar toda la valentía que me quedaba—.
Cuando lleguemos allí, deja ir a los otros. No pueden derrotarte sin Calliope de
todos modos. Una vez hecho esto, yo abriré la puerta, y serás libre.

Silencio. Ningún estruendo, ninguna risa, nada. La niebla susurró en mi pelo, y


apreté mis ojos con fuerza. Sólo tenía espacio suficiente para respirar.

—Si me matas ahora, la única otra persona que puede hacerlo es Henry —dije, mi
voz quebrándose—. Él preferiría destruirse a sí mismo que alguna vez liberarte. Sé
que Calliope me quiere muerta, pero ella está usándote. Yo tengo lo que ella
quiere, y como no puede matarme ella misma, está haciendo que tú lo hagas por
ella a cambio de una promesa que no puede cumplir. Ella no tiene idea de cómo
abrirla. No puede… ella no gobierna el Inframundo. Una vez que yo esté muerta, te
dejará encerrado en esa jaula, y los otros dioses te someterán de nuevo. Déjame a

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mí y a mi familia vivos, y juro que te liberaré cuando lleguemos a la caverna. —Me
detuve y tragué fuerte—. Soy tu mejor oportunidad y lo sabes.

A medida que la niebla espesa me envolvía por completo, todo lo podía imaginar
era Henry acostado en un montón roto y ensangrentado en la cueva mientras
Calliope reía en su chillido femenino. Y mi madre definitivamente era una
prisionera ahora, también. Yo iba a perderlo todo si esto no funcionaba.

—Sé lo que se siente estar solo —susurré—. No por… por tanto tiempo como tú
has estado, pero sé lo que es perder todo lo que amas. Y la forma en que los
dioses se volvieron en tu contra no es justa. No fuiste más que amable con ellos.
Tú les diste todo con lo que posiblemente podían soñar, y a cambio, ellos te
encarcelaron por la eternidad. No es justo. Tienes derecho a ser libre.

Me asustó cuán fácilmente las palabras se escapaban, como si realmente las


creyera. Tal vez secretamente parte de mí lo hacía. No que Cronos merecía la
libertad; sino que entendía lo que él había pasado, en cierto modo. Yo había
tenido tanto miedo de estar sola que había renunciado a la mitad del resto de mi
vida en la oportunidad con tal de no estarlo.

—Déjame ayudarte. —Mi corazón latía con fuerza mientras el aire comenzaba a
escasear—. Por favor. Quiero hacerlo. Y tal vez, tal vez podamos ayudarnos el uno
al otro.

El aire se volvió frío glacial mientras todo el calor del desierto desaparecía, y me
estremecí. Apenas me moví, pero fue suficiente; la niebla tocó mi piel desnuda, fría
y sedosa y mucho más sólida de lo que esperaba. Como plumas, tal vez, o nieve.

No me dolió.

En su lugar, al igual que había hecho con Calliope, acarició mi mejilla, y a través de
ese único toque, sentí poder más allá de lo imaginable. No era nada como la fuerza
que Henry y los otros habían usado para ahuyentar a Cronos. Era inmensurable,
como si todo el universo estuviera comprimido en ese solitario tentáculo de niebla.
Finalmente entendí la razón por la que todos tenían miedo de él.

Su toque duró medio segundo, y él se había ido antes de que pudiera abrir mis
ojos. Mi mente daba vueltas mientras trataba de comprender lo que había pasado,
y a pesar de que el sol una vez más caía sobre mí, mi piel se sentía como hielo. Me
desplomé en mis manos y rodillas, la arena gruesa raspando las palmas de mis
manos, pero no importaba.

Él me había perdonado.

90


James y Ava estuvieron a mi lado en un instante. La arena voló por todas partes
cuando Ava cayó de rodillas, y James se cernió sobre mí, sus manos unos
centímetros por encima de mi espalda, como si pensara que un toque me haría
desintegrar en cenizas.

—¿Estás viva? —dijo Ava con los ojos muy abiertos, como si ella no estuviera
dispuesta a creerlo. Tomó mi mano y la sostuvo como si ella fuera la única cosa
anclándome a este lugar. No estaba tan segura de que estuviera equivocada.

—¿Qué pasó? —dijo James, la urgencia y preocupación en guerra en su voz.


Temblorosamente me recosté en mis rodillas, pero no podía mirarlo. No podía
mirar a ninguno de ellos. Le había mentido a Cronos y robado cualquier
oportunidad que James y Ava tenían de salir de allí con vida. No tenía idea de
cómo abrir la puerta, y cuando admitiera la verdad…

No llegaría a eso, me dije firmemente a mí misma, o por lo menos tan firmemente


como podía manejar cuando mi cerebro se sentía como gelatina. Nos había
comprado tiempo. Cualquier cosa podía pasar antes de que llegáramos a la puerta,
si alguna vez lo hacíamos. Mientras tanto, tenía un poco más de tiempo para llegar
a un plan.

—Agua —dije, mi boca tan seca como el desierto alrededor nuestro. Mis labios
estaban agrietados, y mis músculos gritaban en señal de protesta cada vez que me
movía, pero estaba viva.

Temblaba como si no hubiera sentido calor en años, y juntos James y Ava me


alzaron y me ayudaron a llegar a un pequeño oasis en la distancia. Se veía tan de
ensueño que si no hubiera sabido que esto era la idea de alguien de un desierto en
lugar de la cosa real, habría imaginado que era un espejismo.

Cubrimos la distancia más rápido de lo que esperaba, o tal vez el tiempo se estaba
moviendo rápidamente para mí ahora que sabía que tenía una oportunidad de salir
de la caverna con vida. Lo mejor que podía esperar era que los otros se fueran
antes de que Cronos tuviera la oportunidad de atacar.

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Ellos me bajaron debajo de una arboleda de palmeras, y me apoyé contra una y
cerré mis ojos. Odiaba ser débil en comparación con ellos. Habían luchado con
Cronos con apenas una queja, y yo no podía siquiera hablar con él sin sentirme
agotada.

—Dinos lo que pasó —dijo James. Abrió un coco, salpicando leche sobre toda su
camisa, pero no pareció importarle. Metió una de las mitades en la piscina de agua
y me lo ofreció, y mis manos temblaban mientras lo tomé.

Bebí profundamente. El agua deliciosamente fría se extendió a través de mí, y una


vez que había terminado mi segundo trago, me senté e hice inventario de mis
lesiones. Mi pierna palpitaba y estaba mareada, pero Cronos no me había herido
de nuevo. Pasé mis dedos por mi pelo en un intento de peinarlo, pero era
demasiado lío sudoroso para moléstame, así que busqué en el bolsillo de mi
chaqueta un lazo de pelo para amarrarlo hacia atrás.

En vez de elástico, mis dedos rozaron contra algo que se sentía como seda. No, no
seda. Un pétalo de flor. Sobresaltada, la saqué y ahuequé la machacada flor
amarilla en mi mano. Era pequeña, con siete pétalos puntiagudos que parecían
como si los extremos hubieran sido sumergidos en púrpura, y lentamente comenzó
a desenroscarse.

Nunca había visto nada como eso, mucho menos la había arrancado y puesto en
mi bolsillo. Y estaba viva; no estaba muerta o aplastada como había creído. En
segundos, estaba entera y abierta, y el centro lucía como una brillante gota de
néctar. No podría de ninguna manera haber venido de la superficie.

¿De una de las vidas del más allá que habíamos pasado? Tenía que serlo. Pero
había metido las manos en mis bolsillos en los bosques antes de que Cronos nos
persiguiera, y no había estado allí. ¿Simplemente no lo había notado? Ésa era la
única explicación. O quizás estaba demasiado mareada para pensar con claridad.

Metiéndola de vuelta a la seguridad de mi bolsillo junto a la flor de cuarzo y perlas


de Henry, peiné mi cabello con los dedos y dije temblorosamente.

—Ustedes dos… ¿qué vieron?

Sin palabras Ava me ofreció una cola para el cabello, y la tomé. Era rosa brillante.

—Vimos a Cronos comerte.

—Fuiste tragada —dijo James, y vaciló—. Pensamos que te habías ido.

92
Miré el claro estanque. Mi reflejo me miraba, y me incliné hacia adelante para
salpicar un poco de agua en mi rostro sucio. Era un desastre.

—Yo también —murmuré mientras frotaba la tierra para sacarla.

—Así que, ¿por qué no te mató? —dijo Ava. Sostenía un coco en la mano, y un
segundo más tarde, una pajilla rizada de un rosa neón apareció adentro. Sorbió, y
pude ver la leche elevarse a través de los remolinos.

No respondí enseguida. Tenía que decirles la verdad, pero no eran estúpidos.


Verían lo que planeaba hacer, y si James y Ava creían que estaba pensando en
sacrificarme a mí misma, me llevarían derecho al palacio.

Necesitaba que James encontrara a Perséfone, y él sólo me mostraría cómo llegar


allí si creía que también me estaba mostrando el camino a casa. Eso sólo dejaba
una opción. Evitar decir toda la verdad.

—Porque le dije que abriría la puerta si no nos lastimaba —dije.

James se quedó quieto, y Ava dejó caer su coco.

—¿Tú hiciste qué? —chilló—. ¿Estás loca? ¿Tienes una idea de lo que eso significa?
Cuando no lo liberes, va a matarte. Sí sabes eso, ¿verdad?

Asentí aturdida.

—Así que supongo que eso significa que tenemos una limitada cantidad de tiempo
para que se nos ocurra otro plan.

Ava dejó salir una retahíla de maldiciones y se puso de pie, paseando alrededor de
la piscina.

—No podemos dejarlo salir. Incluso si nos mata a todos, será mejor que lo que
hará en el minuto en que salga al mundo. Tú sabes eso, Kate.

—Por supuesto que lo sé —estallé—. Pero, ¿qué más se suponía que hiciera? Iba a
matarnos a los tres, y todos los demás están demasiado ocupados estando
asustados para venir tras nosotros si algo sale mal.

—Deberías haber hecho otra cosa. Cualquier cosa. —El rostro de Ava se enrojeció,
y sus manos formaron puños. Nunca la había visto tan enojada antes—. No
entiendes… no podemos dejarlo salir. No podemos.

—Entonces no lo hagamos —dijo James. Hizo un gesto para que Ava se sentara
una vez más, y ella se quedó allí por un momento, como desafiándolo a obligarla a

93
hacerlo, pero finalmente sus hombros se hundieron y se rindió—. Hiciste bien,
Kate. Nos compraste tiempo.

Al menos James entendía.

—Lo lamento —le dije a Ava mientras tiraba de mis mangas—. No sabía qué más
hacer.

—Está bien —murmuró ella, y una vez más tomó su coco para tomar un sorbo con
poco entusiasmo—. No es como si tuviéramos un mejor plan.

—Sí lo tenemos —dijo James—. Encontrar a Perséfone y descifrar cómo seguir


desde allí. Si alguien puede ayudarnos, es ella.

Ava hizo una mueca, aparentemente tan feliz ante la idea de que el destino del
universo descansara en las manos de Perséfone como yo.

—Al menos no tenemos que preocuparnos por Cronos hasta que lleguemos allí,
supongo.

—Exactamente. Y nosotros tampoco sabemos cómo abrir la puerta, así que no


importa lo que Kate le haya prometido para sacárnoslo de encima. Encontraremos
una manera de salir de esto. —James nos ofreció una sonrisa, y ella se la devolvió,
pero yo me miré las manos.

Cronos se hacía más fuerte con cada minuto, y nadie, ni siquiera Henry o Walter,
podrían vencer esa cantidad de poder imposible. Si él se atenía a nuestro trato y
dejaba ir a los otros, entonces a menos que quisiera verlo masacrar a todos los que
amaba, no tendría otra elección que abrir la puerta.

Todo lo que tenía que hacer mientras tanto era convencer a Perséfone de decirme
cómo.



Horas después de que dejáramos el oasis, encontré una segunda flor, rosa chicle
manchada de azul, esperándome en un árbol caído cuando me senté a descansar.
Primero pensé que le tronco estaba vacío, pero cuando descendí, las puntas de mis
dedos rozaron los pétalos sedosos.

94
No podía posiblemente ser una coincidencia pero, ¿quién me dejaría regalos?
¿Henry? Me aferré a esa esperanza, pero él estaba inconsciente. Las posibilidades
de que fuera él eran escasas.

Y luego mis ojos cayeron sobre James, y fruncí el ceño.

—¿Qué? —dijo él mientras se apoyaba contra el árbol. Sostuve la flor en alto, y él


arqueó las cejas—. Colorida. ¿Dónde la conseguiste?

—Estaba colocada aquí esperándome —dije, pero se encogió de hombros con


indiferencia. Después de todo, no era de él. Por lo que le importaba, podríamos
haber estado hablando de una hoja muerta.

Henry, entonces. Tibieza entró en mí ante esa idea. Debió haber sido capaz de
verme en la caverna después de todo, o quizás había descifrado lo que estábamos
haciendo. Quizás estaba intentando decirme que estaba feliz de que fuésemos a
rescatarlo. Sólo porque no sabía lo que yo planeaba hacer, sin embargo.

Avanzamos, constantemente revisando sobre nuestros hombros por cualquier


señal de Cronos. Cada vez que nos deteníamos, encontraba una nueva flor
esperándome, y la llevaba reverentemente al bolsillo con el arco iris de las otras,
anidada contra la flor de joyas. Eventualmente nuestros descansos se hicieron
menos y menos frecuentes, y mientras echaba de menos las flores, mi cuerpo dejó
de cansarse, y fue más fácil continuar.

No sabía cuánto habíamos caminado. Se sintió como una eternidad, aunque no


podría haber sido más de una semana. La pierna me dolía cuando daba un paso,
pero eventualmente el dolor de desvaneció, dándome tiempo para absorber la
belleza y el horror del Inframundo.

—¿Éste es realmente es el camino más rápido? —dije mientras otra pesadilla se


desvanecía. Esta vez, había sido un niño siendo quemado vivo mientras su madre
miraba, encadenada al suelo mientras gritaba, incapaz de hacer nada.

—Eso me temo —dijo James mientras caminábamos penosamente por un


empinado camino de tierra—. Es una lástima que todo esto no sucedió después de
tu coronación. Podrías habernos llevado allí en segundos.

—Gracias —murmuré, tomando una rama caída para usarla como bastón—. Como
si necesitara otro recordatorio.

—Tú fuiste la que preguntó —dijo James, y después de eso, me negué a hablar con
él por el resto del día.

95
Ahora que el peligro de que Cronos atacara se había disipado, pasaba la mayor
parte del tiempo intentando encontrar la mejor manera de convencer a Perséfone
no sólo de ayudarnos, sino también de decirme cómo abrir la puerta sin que Ava y
James se enteraran. No quería que fuera una opción, pero lo era, y no podía
ignorarla. Y la forma en que él acarició mi mejilla en el desierto… si Cronos
realmente estaba dispuesto a ayudarme a cambio de que lo liberara, entonces
quizás podía ayudarnos a derrotar a Calliope. Y luego los otros hermanos podrían
recapturarlo. Era precario, pero también lo era todo lo que teníamos sobre este
plan, y al menos era mejor que no hacer nada.

Mientras más nos acercábamos a Perséfone, más se apretaba el nudo en mi pecho.


Evalué docenas de formas de convencerla para que viniera, argumentos que
podrían hacerle ver cuán importante era esto, pero no había garantía de que nada
de lo que dijera podría ser suficiente. Al intentar persuadirla, también corría el
riesgo de alejarla.

Entre la preocupación y la tensión de todo lo que estaba sucediendo, me quedé


callada, oyendo a James y a Ava hablar en lugar de unirme. Cuando no hablaban
de mi trato con Cronos, la mayoría de su conversación se centraba en lo que los
otros estaban haciendo y en si Dylan los había convencido o no de que era una
pérdida de tiempo. Ava estaba segura de que no lo haría; James no lo estaba tanto,
y su pleito se estaba calentando cada vez más hasta que no supe si podría
soportarlo más.

Finalmente, cuando parecía que nunca dejaríamos de caminar y que ellos nunca
dejarían de pelear, James levantó la mano, y Ava se calló. Me congelé, y James
espió a través de los árboles que nos rodeaban.

—¿Qué sucede? —dijo Ava en una voz queda. James nos hizo un gesto para que
nos uniéramos a él, y me moví hacia adelante, avanzando de puntillas entre las
raíces. Él estaba de pie al borde de un claro lleno de flores salvajes, y cuando miré
a su alrededor, noté una pequeña cabaña con una voluta de humo saliendo de la
chimenea. Hecha de madera en lugar de ladrillo, estaba cubierta con enredaderas
de flores, casi haciéndolo lucir como si se levantara de la tierra.

—Es hermoso —dije cansadamente—. Pero necesitamos seguir…

James me cubrió la boca con la mano, y automáticamente lo lamí. Era lo mismo


que le había hecho a mi madre cuando intentaba callarme de niña, aunque al
menos sus manos habían estado usualmente limpias y no cubiertas de tierra del
Inframundo.

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Hice una mueca y escupí, pero no tuve la oportunidad de arremeter contra él por
cubrirme la boca en primer lugar. La puerta de la cabaña se abrió, y salió una rubia
de cabello rizado que lucía unos años mayor que yo. Era pequeña, y a pesar de que
el sol brillaba sobre el exuberante prado, su piel era de alabastro.

Junto a mí, James apretó los labios, y Ava dejó salir un suave resoplido de disgusto
que no entendí. La chica se arrodilló en el jardín junto a la puerta de la cabaña, y
comenzó a sacar malas hierbas mientras canturreaba felizmente para sí misma.
Había algo inquietantemente familiar en la manera en que se movía, y cuando un
hombre hermoso salió de la cabaña y hacia la luz del sol para unírsele, finalmente
entendí.

—¿Esa es…? —susurré. James tragó, y mi respiración se detuvo en mi garganta.

Perséfone.

97
Capítulo 8
Perséfone

Traducido por areli97 y cookie3

Corregido por La BoHeMiK

E
lla se veía exactamente como la imagen que había visto hace meses, excepto
que su cabello era del color del trigo en vez de rubio fresa. No estaban lo
suficientemente cerca de mí para ver las pecas, pero estaba segura de que
estaban ahí, también. La memoria de Henry acerca de ella era perfecta.

Por supuesto que lo era. ¿Qué más había esperado?

—¿Entonces qué? —Tomé una respiración profunda para reducir la velocidad de


mi pulso acelerado. El nudo en mi pecho hacía difícil respirar—. ¿Nos sentamos
aquí y miramos fijamente, o vamos a decir hola?

James no contestó. Observó a Perséfone con amplios ojos sin parpadear, y no


estaba segura de que estuviera respirando, tampoco. Lo pinché con mi dedo en el
hombro, pero se encogió lejos de mi toque.

—¿Qué está pasando? —le dije a Ava. Ella, también, estaba mirando fijamente,
pero tenía la misma mirada en su cara de cuando miraba a Dylan, Xander o Theo.

—Casi olvidó cuán hermoso es Adonis —dijo—. Debimos haberlo hecho uno de
nosotros.

Ella no habría tenido ningún argumento de mí, pero un sonido extraño escapó de
James, casi como si estuviera gruñendo.

—¿Y tener que soportar a otro rubio narcisista alrededor? No, gracias.

Ava abrió la boca para replicar, pero la corté.

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—Todos ustedes son narcisistas. ¿Vamos o no?

Con una expresión herida, James rompió su mirada, pero ni él ni Ava hicieron un
movimiento hacia la cabaña. Con un bufido, di un paso más allá del borde de los
árboles y caminé por el prado, haciendo un punto al pisar alrededor de las flores.
No tenía sentido arriesgar la ira de Perséfone antes de decir una palabra.

Perséfone debió haberme visto, porque se levantó, colocándose protectoramente


enfrente del hombre. Aparentemente, Adonis. Era adecuado. Se veía como si
hubiera salido de una película, con un cabello largo que colgaba hasta sus
hombros y un abdomen que hubiera puesto a Henry en vergüenza. Era difícil
concentrarme en Perséfone con él parado ahí, y mi boca se secó mientras
intentaba pensar en algo que decir. El deseo de no hacerme quedar como tonta
enfrente de él me abrumó, e inmediatamente me sentí culpable por estar tan
atraída a él. Si Perséfone era la mitad de superficial que Ava, por lo menos ahora
entendía por qué había dejado a Henry.

Toqué las flores en mi bolsillo. Ahora no era el momento de empezar a pensar


como ella.

—¿Quién eres tú? —preguntó. Había un borde afilado en su voz que forzó mi
atención de vuelta a ella, ¿pero qué podía hacer ella? ¿Atacarme con una hierba?
Ya no era una diosa.

—Soy Kate —dije, levantando mis manos mientras tomaba otro paso hacia
adelante—. Kate Winters.

Su expresión no se suavizó. Si nuestra madre la había visitado, no había sido en los


últimos veinte años o nunca le mencionó a Perséfone que tenía una hermana.
Parecía justo. Tampoco me dijo nunca que yo tenía una hermana.

Escuché pasos detrás de mí mientras Ava y James se acercaron. Incluso si Perséfone


no tenía idea de quien era yo, por la manera en que su boca cayó abierta, era
obvio que los recordaba.

—¿Hermes? —dijo aturdida, y luego sus ojos se estrecharon cuando agregó—: Y


Afrodita. Qué suerte la mía. ¿Qué está pasando?

James dio un paso a mi lado y puso su mano en mi hombro. Ava se quedó detrás
de nosotros, y no la culpaba. Cualquier rencor que había entre las dos, Perséfone
claramente tampoco lo había olvidado.

—Perséfone —dijo James con un rígido asentimiento—. Ha sido un largo tiempo.

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—No lo suficientemente largo —dijo, y tomó la mano de Adonis, sus nudillos
tornándose blancos por su agarre—. ¿Qué quieren?

No mucho. Sólo que dejes a tu perfecto novio y el más allá detrás, para ayudarnos
a los tres y encontrar al ser más poderoso del universo. Posiblemente liberarlo
también, si no le importaba demasiado. Tragué y abrí mi boca para responder,
pero James se adelantó.

—Cronos despertó.

Perséfone palideció.

—¿Cómo?

—Hera —dijo James, y Perséfone frunció el ceño—. Es una larga historia.


Necesitamos tu ayuda.

Perséfone nos miró cautelosamente, y su mirada se mantuvo en mí durante más


tiempo que en los demás.

—¿Cómo podría ayudarles? Ya no soy una diosa.

James suspiró.

—¿Podemos pasar?

Se tensó, y mientras Adonis la abrazó protectoramente, la envidia serpenteó a


través de mí. ¿Cómo se sentiría estar en su lugar y tener esos brazos alrededor de
mí?

No, yo tenía a Henry. Quizás las cosas no estaban yendo muy bien, pero él era mi
esposo. Lo amaba. ¿Y quién más tenía la habilidad de mejorar mi humor
simplemente al entrar en la habitación? No necesitaba a Adonis.

Pero una parte de mí lo quería muy, muy gravemente.

—Está bien —dijo él, acariciando el hueco de su cuello—. Nadie puede herirme
ahora.

No tenía idea si eso era verdad, si Cronos podía atacar a la muerte como nos había
atacado a nosotros, pero no importaba. Mientras Cronos mantuviera nuestro trato
hasta el final, no lo volveríamos a ver hasta que estuviéramos listos. No era un
sistema muy fiable de las circunstancias, pero era mejor que nada.

—¿Quién es ella? —dijo Perséfone, asintiendo hacia mí.

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James me dio una mirada de advertencia, pero di un paso adelante antes de que él
pudiera responder.

—Henry iba a dejarse desvanecer por tu culpa —dije con más mordacidad de lo
que pretendía—. No podía gobernar el Inframundo solo, así que me casé con él.

Perséfone me miró como si pudiera ver justo a través de mí. Era desconcertante,
pero mantuve mi cabeza en alto y le devolví la mirada, negándome a dejar que
llegara a mí. Que ella estuviera bajo mi piel ya era suficiente.

Después de un largo momento, se giró hacia la puerta de la cabaña y asintió


rígidamente para que la siguiéramos. Los tres nos arrastramos detrás de ella, Ava
muy a regañadientes, y James me dio otra mirada. Ignoré esa, también.

El interior de su cabaña, de una sola habitación, era más acogedor de lo que había
esperado. Cientos de diferentes tipos de flores colgaban del techo, ordenados por
familia y color, e inmediatamente me sentí en casa. Mientras respiraba la esencia
celestial, la tensión en el aire pareció desvanecerse. Mi madre había hecho
exquisitos ramos para cada ocasión en Nueva York, y para el momento en que
tenía diez años, los hombres de negocios pagaban cantidades exorbitantes por
uno de sus arreglos. Sin embargo, antes de que tuviera la edad suficiente para
tener grandes intereses, ella se enfermó, y después de su segunda ronda de
quimioterapia, tuvo que vender el negocio. Al parecer el cáncer no se había
interpuesto en el camino de la enseñanza de Perséfone.

Perséfone nos hizo un gesto de que tomáramos asiento en una de las dos sillas en
la mesa, pero James fue el único que aceptó su invitación. Me paré a su lado,
haciendo un punto en girarme, así no podría ver a Adonis, ni a Ava permanecer
cerca de la puerta.

—¿Cuánto tiempo has estado gobernando el Inframundo? —dijo Perséfone. Estaba


parada en el centro de la habitación, su boca en una firme línea mientras me
observaba. Era inquietante, pero al menos nos dejó entrar.

—No lo hago —dije—. Henry y yo nos casamos hace seis meses. Me fui para el
verano, y Cronos empezó a atacar el día en que regresé aquí abajo. No hubo
tiempo para terminar la ceremonia.

Perséfone hizo un sonido suave en la parte posterior de su garganta, y sus ojos se


estrecharon.

—¿Por qué lo llamas Henry?

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Parpadeé. Esa era la última pregunta que había esperado.

—Por la misma razón por la que tú lo llamas Hades, supongo. Es como él me dijo
que lo llamara.

—Los nombres griegos ya no estaban de moda —dijo James—. Y Zeus decidió que
era mejor mantener un perfil bajo después de que Roma cayó, así que nos tuvimos
que adaptar. Soy llamado James ahora. Afrodita es Ava. Sin embargo, Hera fue
inflexible en mantener su nombre griego. Aunque ella se fue con Calliope, por su
Musa favorita. No resalta tanto como lo hacían los nuestros.

Perséfone estaba en silencio. Adonis se deslizó a su lado y enlazó un brazo


alrededor de su cintura, pero ella no se movió. No podía mirarla muy bien sin ser
grosera, así que apreté los dientes y traté de evitar decir algo impulsivo o
totalmente inapropiado.

—Parece que el mundo siguió su curso sin mí —dijo con una inhalación un poco
arrogante.

—No deberías actuar tan sorprendida —dijo James. Estiró las piernas y se quitó las
botas con la punta de los pies. Perséfone arrugó la nariz, pero no dijo nada—. Han
pasado cien años. No lo reconocerías si fueras allá arriba.

Por un momento me pareció ver un destello de arrepentimiento pasar por su


rostro, y mi estómago se retorció desagradablemente. ¿Había decidido que no
amaba a Adonis tanto como había pensado que lo hacía? ¿Estaba Ava en lo cierto
acerca de la lealtad de Perséfone y había madurado cansándose de él, queriendo
seguir adelante? No podía ver cómo, al menos que Adonis no fuera nada más que
una cara bonita. Una muy bonita, pero aun así.

No tuve mucho tiempo de pensar sobre eso. Perséfone se giró de nuevo hacia mí,
con sus glaciales ojos azules.

—Entonces, te eligió a ti de millones de personas en el mundo…

—Billones —dijo James—. Ha sido un tiempo.

Perséfone frunció el ceño.

—El punto es el mismo. ¿Por qué tú?

Parte de mí quería evitar el tema tanto como fuera posible, pero ella estaba
obligada a hacer preguntas, y si yo era honesta con ella, había una posibilidad de
que estuviera dispuesta a ayudar. Si realmente estaba aburrida con Adonis, tal vez

102
tendríamos suerte y saltaría la oportunidad de ir a un lugar nuevo. De cualquier
manera, mentirle o guardar información no iba a ayudar a mi causa.

—No fui la primera —dije—. Once chicas fueron puestas a prueba antes que yo
durante el siglo pasado. Calliope las mató antes de que tuvieran una oportunidad,
y…

—Hera jamás haría eso —interrumpió Perséfone—. Quizás si fuera Zeus, pero…

—Ella está enamorada de Henry —dije—. Después de que te fuiste, pensó que
tenía una oportunidad, pero él no quería estar con ella, así que mató a su
competencia.

Perséfone resopló.

—Tú sobreviviste. Debes ser algo especial. Apuesto a que Henry sólo susurra sobre
ti.

Quizás fue la manera en que dijo su nombre o el sarcasmo que goteaba su voz,
pero algo dentro de mí se rompió. Esto era imposible. No iba a estar todo el día a
sus alrededor explicándole todo a ella cuando no estaba escuchando. Nunca
entendería por qué Henry la quería tanto, y si ella no podía mostrarme algo de
cortesía básica, no me iba a molestar, tampoco.

—Sólo está conmigo porque soy tu hermana —dije acaloradamente—. Diana…


Demeter, es mi madre. Ella decidió tenerme en un último esfuerzo para salvar a
Henry porque se sentía tan condenadamente culpable por lo que le hiciste a él, y
no quería ser responsable de su desvanecimiento. Se casó conmigo porque no
podía tenerte, y yo era la siguiente mejor cosa. Gracias por traerlo a colación.

Las palabras estaban afuera antes de que pudiera detenerlas, pero ya no había
vuelta atrás. Además, era la verdad. Evadir el problema y actuar como si ella no
tuviera nada que ver con que yo hubiera nacido, habría sido estúpido.

Fui concebida para ser otra encarnación suya, para ser la versión que ni siquiera
ella podía ser, pero ahora que estaba de pie enfrente de Perséfone, sabía que
nunca me acercaría. Ella era hermosa, grácil y ponía las flores de nuestro alrededor
en vergüenza, pero al mismo tiempo, estaba dispuesta a herir a las personas que la
amaban por el bien de su propia felicidad.

Yo no era Perséfone, y por primera vez desde que conocí a Henry hace cerca de un
año, finalmente me di cuenta que era algo bueno. Era la que podía desear a Adonis
y decir que no.

103
El abrumador silencio llenó la cabaña. Perséfone me miró, sus ojos ardiendo con
algo que no podía identificar, pero sabía que no era bueno. Ella no necesitaba
decirme que me fuera. Me giré en mis talones y caminé hacia la puerta.

La brisa sopló a través de la pradera, y cuando tomé una respiración profunda, el


olor de fresias me llenó, pero estaba demasiado lejos para importarme. La ira
evaporó cualquier simpatía que había tenido por Perséfone, y no me importaba si
ella era mi hermana. Nunca había tenido una hermana antes, y no había necesidad
de cambiar eso ahora.

Oí la puerta abrirse de nuevo y pasos contra la tierra mientras alguien venía detrás
de mí. Seguí avanzando.

—Kate —dijo Ava—. Kate, detente.

Estaba a mitad de camino de los árboles cuando agarró mi brazo. Me giré,


dispuesta a hablar con ella, pero las palabras formaron un nudo en mi garganta.

—Tú sabes que eso no es cierto —dijo suavemente—. Henry no se casó contigo
porque eras la hermana de Perséfone.

Traté de hablar de nuevo pero todo lo que salió de mis labios fue un sollozo
ahogado, y mis mejillas ardieron con humillación. Apenas había pasado cinco
minutos con ella, y ya me había reducido a esto.

—Ella… ella es la única razón por la que tuve posibilidades en primer lugar —
balbuceé yo—. Y el amor nunca fue parte del trato. Todo lo que tenía que hacer
para casarme con él era aceptar, y… y eso fue todo lo que hice.

Ava me abrazó, y escondí mi rostro en su hombro, tratando de no llorar más de lo


que ya lo hacía. No obstante, ahora que la bomba había explotado, no podía parar.
Todas las preocupaciones y la tensión que había contenido en mi interior desde
que llegué al Inframundo se derramaron, y ola tras ola de sollozos me asaltaron,
llevándose cada último vestigio de dignidad que me quedaba.

Yo no había pedido esto. No quería enfrentarme a mi hermana y a todas las


dolorosas verdades que venían con ella. Incluso con el cáncer, yo había sido feliz
en New York con mi madre, cuando no sabía que había sido su segunda hija, un
remplazo para la que no había sido perfecta. Ahora, todas sus esperanzas y
expectativas pesaban sobre mis hombros, y mi determinación flaqueaba.

No quería casarme por obligación moral o por un arreglo. Amaba a Henry. Quizás
no era el tipo de amor infinito, eterno sobre el que escribían los poetas y cantaban

104
los músicos, pero él me hizo fuerte, feliz, sabiendo que estaba en mi vida. Él me
había salvado, en más de un sentido. Y cuando estaba conmigo, todo se sentía
bien. Se sentía real. Y con el tiempo podríamos llegar a ello si él me diera una
oportunidad. En vez de eso él quería mantenerme a cierta distancia, y todo el
tiempo sufría, sabiendo que no era lo suficientemente buena para que él me
amara. Sabiendo que no era Perséfone.

No era algo bueno cuando lo pensaba de esa manera.

Alguien se aclaró la garganta detrás de Ava, y levanté la vista, reconociendo el


rostro borroso de James a través de mis lágrimas.

—¿Está todo bien? —dijo, sonando como si no quisiera estar ahí. No lo culpé. Yo
tampoco quería estar ahí.

Sacudí la cabeza y sorbí mis lágrimas, limpiando mi rostro con la manga de mi


suéter.

—Lo siento. Yo solo… no puedo, no si ella va a ser así. Ya es bastante malo


necesitarla y pedirle ayuda. No puedo aguantarla actuando así, también.

—No te has mirado tu misma —dijo Perséfone detrás de James, y yo me tensé. Ava
se posicionó entre nosotras, y podría haber jurado que oí sus bufidos.

James alzó los brazos, como si esperara que nos lanzáramos una encima de la otra.

—Basta. Ambas. Las tres. Ninguno de nosotros quiere hacer esto, pero no importa
lo que queramos, porque si no lo hacemos, Cronos y Calliope ganarán.

Miré las flores silvestres bajo mis pies. Accidentalmente había pisado una con el
tacón de mi zapato, y levanté mi pierna con cuidado, como si siendo gentil ahora
pudiera devolverle la vida. No fue hasta que la decepción me golpeó que me di
cuenta que estaba buscando una de las flores de Henry. Así que él podría estar
conmigo en todas partes, pero no aquí. No con Perséfone.

Perséfone apartó la mano de James a un lado antes de acercarse.

—Lo siento —dijo, su voz haciendo eco a través de la pradera—. No por lo que
dije, sino por lo que estás pasando. James lo explicó.

Por supuesto que lo había hecho. Mi pecho se apretó mientras otra ola de sollozos
avanzaba, y apreté mi mandíbula en un intento de mantenerla a raya.

—Está bien. No era tu intención que esto sucediera.

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Ava se paró a mi lado y tomó mi mano, y eso fue todo lo que necesité para
sentirme aún más idiota de lo que ya me sentía. Cronos podría matarnos a todos, y
yo aquí sufriendo un colapso por algo en lo que nadie podría ayudarme.

—Estoy segura de que tampoco era la intención de Madre hacerte sentir de esa
manera —dijo Perséfone—. Todo lo que ella hizo arreglando mi matrimonio con
Hades, fue por mí y mis intereses. No fue su culpa cuando no funcionó.

No, no lo fue, pero parecía estúpido estar de acuerdo con ella en voz alta.

Sin embargo, James tenía razón. Peleando como ahora y dejando que los celos se
entrometieran en el camino, no solucionaría nada. No importaba como me sentía
acerca de Perséfone, incluso como se sentía ella conmigo. Lo importante era hacer
algo con Cronos y rescatar a los demás.

Me tomó hasta la última gota de fuerza de voluntad tragarme mi orgullo.

—Por favor, necesitamos tu ayuda —dije—. Sé que no has tenido nada que ver con
esto por mucho tiempo, pero Mamá, Henry y… y Walter y todo el mundo, el resto
de los seis originales, han sido secuestrados por Cronos y Calliope. Ella está
tratando de averiguar la manera de abrir la puerta que mantiene a Cronos adentro
y…

—¿Y qué? —dijo Perséfone, y me dio un poco de satisfacción al ver que todo color
abandonaba su rostro. Removida del consejo o no, al menos ella parecía seguir
preocupándose por ellos—. ¿Cómo podría posiblemente ayudar?

—Tú sabes dónde está la puerta —dijo James.

Perséfone alargó la mano detrás de ella, y Adonis estuvo ahí en un instante, como
si hubiera aparecido de la nada.

—¿Quieren que los llevé hasta allí? —dijo ella con incredulidad—. Hay una razón
por la que no pueden encontrarla, James. Hay una razón por la que nadie más que
Hades y yo sabíamos dónde estaba. Ni siquiera se suponía que yo lo supiera. Él
solo me lo dijo en caso de que algo le pasara.

—Algo le ha pasado —dije—. Y si no llegamos ahí antes que Cronos decida que
tenerlos secuestrados no funciona, él podría matarlos o peor.

Perséfone sacudió la cabeza, y Adonis envolvió sus brazos alrededor de ella de


nuevo, hundiendo el rostro en su cabello.

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—¿Han venido hasta aquí para que preguntarme si podría llevarlos a una misión
suicida? —dijo ella—. No pueden enfrentarse a Cronos. Los matará.

Crucé una mirada con James, y él me dio un pequeño asentimiento.

—Ya nos hemos enfrentado a él —dije—. Yo creo… creo que nos dejará en paz, por
lo menos hasta que lleguemos allá.

—¿Hasta que lleguemos allá? —dijo Perséfone, con un toque de pánico en su


voz—. ¿A qué te refieres con hasta que lleguemos allá?

—Él es lo bastante listo como para dejar escapar una parte de sí mismo, y puede
atacar desde dentro del Tártaro —dijo James—. Atacó el palacio antes de que Kate
fuera coronada, y fue ahí cuando los hermanos lo siguieron.

—Él vino por nosotros en nuestro camino hasta aquí —añadí—. Pero hice un trato
con él, y creo que no nos atacará.

Sus ojos se estrecharon, pero al menos ella no preguntó qué clase de trato.

—Quieren decir que vinieron aquí sabiendo que un maldito Titán con una deuda
que saldar, podría fácilmente seguirlos, ¿y esas no fueron las primeras palabras que
salieron de sus bocas? ¿Lo guiaron directamente hacia nosotros?

—Él no nos ha atacado desde que Kate hizo su trato con él —dijo James—. Están a
salvo.

Perséfone se deslizó de los brazos de Adonis y comenzó a caminar de un lado a


otro.

—Han hecho esto apropósito, ¿cierto? Si voy con ustedes él podría destruirme. Si
no voy, él sabe dónde estoy ahora, y sabe que soy la única, aparte de Henry, que
sabe dónde encontrar el Tártaro, así que él podría deshacerse de mí de todos
modos.

—¿Por qué Cronos haría eso? —dije bruscamente, mi irritación aumentando. Esto
era demasiado importante como para que ella actuara como si fuera la única
persona en el universo—. Él quiere abrir la puerta y Calliope no tiene idea de cómo
hacerlo. No tiene oportunidad a menos que vayamos allá. Siempre y cuando estés
con nosotros, estás a salvo.

Perséfone frunció el ceño, miró a Adonis, quien no había dicho ni una palabra. Él
asintió con la cabeza alentadoramente, y el ceño fruncido de ella se hizo más
profundo.

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—¿Me juras que él no tiene razones para perseguirnos?

—Kate está diciendo la verdad —dijo James—. Si Cronos no nos quisiera ahí, nos
habría matado a todos hace mucho tiempo.

Perséfone pareció considerarlo, y finalmente caminó de nuevo hacia la pequeña


casa.

—Bien —dijo ella, y Adonis fue tras ella—. Pero les juro, que si algo me sucede a
mí o a Adonis, voy a…

No tuvimos chance de averiguar qué haría. Ella cerró la puerta principal, a


centímetros de la nariz de Adonis, pero él no protestó. No es de extrañar que
Perséfone amara tanto este lugar con él ahí. Adonis la aguantaba.

—Así que, ¿espera que vayamos tras ella? —dijo Ava acaloradamente—. Porque si
ese es el caso, entonces podemos buscar la puerta por nuestra cuenta. No voy a
arrastrarme ante nadie y menos ella.

—Dijo que vendría —dijo James—. Paciencia.

Efectivamente, unos pocos minutos después Perséfone salió de la casa. Se detuvo


el tiempo suficiente para darle un profundo beso a Adonis, y yo me volteé para
darles un poco de privacidad. Deseaba demasiado poder besar a Henry así algún
día, o mejor aún, que él me besara así y saber que lo sentía. Pero mientras más nos
acercábamos a Cronos, el tiempo reducía las posibilidades de que eso llegara a
suceder.

—Vamos —dijo Perséfone, y caminó por el prado, colgándose una bolsa de lona al
hombro—. Es un largo camino, pero conozco un atajo.

James hizo un gesto para que ella fuera a la cabeza del camino y los tres la
seguimos. Ava todavía enfadada, seguía refunfuñando acerca del asunto, y le ofrecí
mi mano. Ninguno de nosotros dijo una palabra, y con suerte, nos quedaríamos así
todo el camino hasta cruzar la puerta.



108
Habíamos estado caminando por menos de quince minutos cuando las peleas
comenzaron.

Comenzó lo suficientemente inocente. James, quien parecía extrañamente


encerrado en sí mismo, pero determinado a ser cortés, le preguntó a Perséfone
acerca de cómo iban ella y Adonis, y por un momento ella realmente sonrió.

—Estamos bien —dijo ella—. Muy bien. Uno pensaría que con el tiempo que ha
pasado, se volvería monótono, pero supongo que esa es la belleza del lugar. Todo
es tan alegre, y aún no nos hemos aburrido uno del otro.

Ava resopló.

—Es un milagro —murmuró en voz baja. Le di a su mano un apretón de


advertencia.

—Si tienes algo que decir, solo dilo —dijo Perséfone—. Todos sabemos que estás
celosa porque Adonis me eligió a mí sobre ti, pero…

Ava dejó salir una risa ahogada.

—¿Él te eligió a ti sobre mí? ¿Es una broma? —Ella sacudió su cabeza con
incredulidad—. Papi me hizo entregártelo.

Suspiré. Era como lo que había sucedido en la Mansión Edén estuviera pasando de
nuevo, excepto que esta vez Ava había ido por el novio de Perséfone en lugar del
hermano de Ella. El resultado sería el mismo sin embargo; horas tras horas de
pelea, desaire, y yo terminaría atrapada en el medio. Por lo menos esta vez James
estaba aquí para ayudar.

Discutieron acerca de eso por una hora, más o menos, al final solté la mano de Ava
y me envolví en el abrazo de James. Él no podía bloquear sus vociferaciones e
insultos, pero el peso de su brazo sobre mis hombros me ayudaba a recordar que
había algo más importante sucediendo ahora mismo, que a cuál diosa había
amado más Adonis.

—¿Es por esto que pensabas que Ava no debería venir? —dije suavemente, y
James asintió con la cabeza.

—Deberías haber visto cuando Perséfone vino al consejo a pedir permiso para
convertirse en mortal por él —susurró—. Fue un baño de sangre. Ava se rehusó a
dar su consentimiento a Perséfone incluso cuando el resto de nosotros estuvo de

109
acuerdo, así que al final Walter invalidó su decisión. Él nunca había hecho eso
antes, y no lo ha hecho desde entonces.

Incluso Calliope, por mucho que me odiaba, había accedido a concederme la


inmortalidad. Apoyé la oreja contra su hombro para ahogar la discusión. Funcionó
ligeramente, pero la voz estridente de Ava me arrastró de nuevo al caos.

—¿Qué crees, James? —dijo ella sarcásticamente—. ¿Quién es mejor amante, yo o


Perséfone?

Mis ojos se abrieron y me aparté de James, dejando caer su brazo al costado. Él se


volvió colorado, metió las manos en sus bolsillos y luego…

Él dolor explotó en mi cabeza y grité, cayendo de rodillas. El bosque desapareció y


me sumergí en la oscuridad.

A pesar de mi pánico, sabía qué esperar. Todavía estaba consciente, y cuando abrí
mis ojos, no estaba en el Edén de Perséfone. En vez de eso estaba de vuelta en la
caverna de Cronos, y Calliope estaba de pie enfrentándome, una vez más mirando
a través de mí.

—Voy a matarla —gruñó ella—. Voy a cortar su cuerpo en pedacitos y te obligaré a


mirar.

Sorprendida, me di la vuelta para ver a quién le estaba hablando ella, y cuando vi


un par de ojos del color de la luz de la luna mirándome fijamente, mi sangre se
congeló.

Henry estaba despierto.

110
Capítulo 9
Vínculos que atan

Traducido por Akanet, flochi y nahirr

Corregido por La BoHeMiK

U
n corte recorría su mejilla, goteando sangre sobre el cuello de su camisa
negra, pero al menos Henry estaba vivo. Detrás de él, mi madre y Sofía
estaban encadenadas a Walter y Phillip, los cuatro estaban inconscientes.
Rodeé con cautela a Henry, preocupada de que pudiera ser capaz de sentirme. Sus
manos estaban encadenadas detrás de su espalda. Luchó contra ellas, pero los
eslabones de metal estaban infundidos con niebla.

—Tienes una oportunidad más —dijo Calliope, y cerró la distancia entre ellos. Para
su crédito, él no retrocedió—. Dime cómo abrirlo, o la próxima vez que veas a Kate,
ella estará en pedazos.

Henry tiró de las cadenas de nuevo, pero su expresión en blanco no cambió.


Calliope se mofó y bruscamente giró hacia la niebla que se arremolinaba alrededor
de la puerta.

—Quiero que la encuentres y la mates —dijo en una voz alta y chirriante. No había
duda de la orden en sus palabras. La caverna retumbó con una risa cruel, y el fervor
de Calliope vaciló. Al parecer a Cronos no le gustaba que lo mandaran.

Le eché un vistazo a Henry y vi el fantasma de una sonrisa en sus labios. ¿Sabía que
estaba allí, o es que él también sabía lo inútil que era para Calliope mangonear a
un Titán?

—Dije que salgas a buscarla —gruñó ella, pero Cronos no hizo ademán de
marcharse. La niebla pasó a través de los barrotes de la puerta, y me pregunté por
qué estaban allí de todos modos cuando todavía podía salir. Tal vez no todo, pero

111
ya se había demostrado que la niebla era suficiente para hacer más daño del que el
consejo podría manejar.

Con un bufido, ella se giró y se enfrentó a Henry de nuevo, e incluso yo logré


esbozar una sonrisa. Parecía una niña malcriada que no se había salido con la suya,
sin importar los muchos berrinches que había lanzado.

—Entonces, lo haré yo misma —dijo con desdén, y la sonrisa de Henry


desapareció—. Ellos están en camino en este momento, y una vez que llegue, me
aseguraré de que estés despierto para ver lo que le hago. No querrás perdértelo.

Con un movimiento de su mano, envió a Henry volando de regreso hacia la boca


de la cueva donde los otros estaban encadenados. Lo golpeó duro contra la pared,
enviando una lluvia de piedras sobre su regazo, y su cabeza cayó hacia adelante.

Corrí hacia él y traté en vano de mover su cabello a un lado para poder ver si sus
ojos seguían abiertos, pero yo era un fantasma. Calliope no lo mataría. No podía.
Lo quería vivo para que me viera morir, y no se negaría el placer de verlo en esa
clase de dolor. De verme con dolor.

La caverna se volvió negra otra vez, y cuando volví en mí, tres pares de ojos me
miraban. Ava y James estaban acostumbrados a ello, pero ni siquiera Perséfone
parecía asustada. Tal vez se lo habían explicado mientras yo estaba fuera.

—¿Qué viste? —dijo Ava con entusiasmo.

Me empujé hasta apoyarme en mis codos y me froté la cabeza palpitante.

—Calliope está tratando de que Henry le diga cómo abrir la puerta. Él no lo ha


hecho —añadí cuando los ojos de Ava se ensancharon—. No dijo ni una palabra.
Ella se frustró y lo dejó sin conocimiento de nuevo.

—Bien —dijo Perséfone—. No se lo dirá. Él sabe que no debe correr el riesgo.

—Todos están allí —dije—. Inconscientes. Calliope ordenó a Cronos ir tras de mí,
pero él se negó.

Perséfone me miró con recelo, pero James y Ava no lo cuestionaron.

—¿Eso es todo? —dijo James—. ¿Viste algo más?

—Ellos saben que vamos —dije con gravedad.

Ninguno parecía del todo feliz por eso, pero nadie dijo nada. No era una sorpresa
que Calliope supiera, no cuando Cronos nos había perseguido, y por ahora eso no

112
importaba. Ellos ya no venían tras nosotros. Habíamos perdido el factor sorpresa,
pero al menos teníamos tiempo de crear un plan antes de que llegáramos.

James me tendió su mano, la tomé arrastrándome hasta ponerme de pie. El bosque


parecía girar en torno a mí, y me apoyé en él mientras recuperaba el equilibrio.

—Sería bueno si pudiera controlarlo —murmuré—. Eso haría esto mucho más fácil.

—Sí puedes —dijo Perséfone. Se apoyó casualmente contra el tronco de un árbol,


como si la gente se desmayara a su alrededor todo el tiempo—. Como fuiste
mortal antes de todo esto, es probable que te lleve mucho más tiempo agarrarle el
ritmo, pero lo vas a conseguir con el tiempo.

Contuve mi réplica. No era útil darle ninguna razón para marcharse de vuelta con
Adonis.

—Si sabes cómo hacerlo, entonces ¿por qué no me lo dices para que podamos
utilizarlo para nuestro beneficio? —le dije a través de la mandíbula apretada.

Perséfone inspeccionó sus uñas.

—Pensaré en ello.

James suspiró.

—Perséfone, por favor.

Los dos intercambiaron una mirada seria, y yo fruncí el ceño. Si Perséfone sabía
cómo controlar ese tipo de poder, entonces la única razón que ella tenía para no
compartirlo era el egoísmo. Tenía sus habilidades ahora, a las que había
renunciado junto con su familia, su madre y todo lo que amaba, todo por un tipo
atractivo. Sabía por qué yo no le gustaba, pero eso no le daba el derecho a poner
en peligro nuestra seguridad.

Finalmente, Perséfone se apartó del árbol y empezó a avanzar, dejándonos a


nosotros tres tratando de alcanzarla.

—Bien —dijo con una voz cantarina que me crispaba los nervios—. Te lo enseñaré
cuando Ava admita que soy más guapa que ella.

La boca de Ava se abrió de golpe, y ella irrumpió hacia ella.

—Tu pequeña…

113
James me ofreció su brazo, y yo negué con la cabeza. La decepción cruzó su rostro,
pero no insistió en el tema, en su lugar caminó a mi lado, lo suficientemente cerca
para alcanzarme si lo necesitaba. Fue agradable, su instinto protector, pero
mantuve mis ojos en el suelo durante el resto del día. Él también había dormido
con Perséfone, y ninguna visión iba a hacerme olvidarlo.

Incluso sin tratarlo, Perséfone contaminó cada faceta de mi vida y cada persona a
la que amaba. Como una hermana más joven, cuyas únicas cosas eran heredadas,
todo lo que tenía, olía a ella, y nada alguna vez, iba a hacer que el olor
desapareciera.



Hubo un lado bueno al estar con Perséfone: nuestro entorno no cambiaba, lo que
significaba que no tenía que soportar ver a nadie más ser torturado. Así que
cuando vi las luces parpadeantes de un carnaval de colores en la distancia, por un
momento pensé que la había perdido, pero ella seguía allí, caminando a unos
metros por delante de mí.

Una gran rueda de la fortuna se alzaba por encima de nosotros, y el olor de las
palomitas flotaba en el aire, más allá de la valla y sobre la caída en el campo donde
acampamos. Sin importar cuántas veces Perséfone insistió en que estaba cansada y
necesitaba un descanso, estaba en lo correcto al pensar que había elegido este
lugar por las luces brillantes y el vistazo de un futuro que nunca había tenido la
oportunidad de ver. No había sido su Edén antes, y esa era la única explicación de
por qué estaría aquí ahora. Más que a nadie aquí, ella sabría cómo manipular su
otra vida para ver ese tipo de cosas.

James y yo reunimos madera esta vez, dejando a Ava con Perséfone para que
siguieran discutiendo. Hubiera sido más fácil dejarlo crear leña para el fuego, pero
necesitaba alejarme de ellas, y al parecer él también lo necesitaba. Encontré otra
flor colorida enclavada en una arboleda, y sonreí débilmente mientras inhalaba su
aroma de algodón de azúcar y lo ponía en mi bolsillo. Henry seguía con vida, y sin
importar qué tan enojada se pusiera Calliope, no lo iba a matar.

Después de recoger un puñado de palos, me detuve junto a la pancarta que


colgaba sobre la puerta de entrada de la feria, debatiéndome si debía o no entrar.

114
Por mucho que no quisiera admitirlo, yo tampoco había estado alguna vez en un
carnaval de verdad, y me moría de ganas de ver cómo era.

—Lo siento —dijo James tras de mí, y me sacudí con sorpresa. Algunos de los
palos que había reunido cayeron al suelo, y mientras los recogía, James se arrodilló
a mi lado para ayudar.

—Ya lo tengo —le espeté. James se levantó y dio un paso atrás, pero no se fue. En
su lugar, esperó hasta que había recogido el resto, y cuando me enderecé y me
dirigí hacia otro parche prometedor de la hierba alta, me siguió.

—Debería haberte hablado de Perséfone y yo —dijo—. Si hubiera tenido alguna


idea de cómo te sentías acerca de ella, lo habría hecho, y lo siento.

—¿Es este el punto en el que me dices que no significó nada? —le dije
mordazmente.

Hizo una pausa, como si estuviera escogiendo sus palabras con cuidado.

—No, no lo es. Mientras estaba pasando, sí significó algo.

Agarré los palos con tanta fuerza que algunos de ellos se rompieron.

—Realmente necesitamos aprender cuándo es mejor mentir en lugar de decir la


verdad.

—No veo por qué —dijo—. Entonces te ibas a enojar porque no era honesto.

Él tenía razón, por supuesto, pero eso no me hizo sentir mejor.

—Entonces, ¿qué pasó? —le dije—. ¿Qué es tan atractivo acerca de esa vaca
egoísta que tenía a la mitad del consejo envuelto alrededor de su dedo meñique?

Caminamos a través del campo, ninguno de nosotros dijo una palabra mientras el
sonido metálico de la música de carnaval flotaba en la brisa. Los gritos de
indignación y escándalo de Ava y Perséfone se desvanecieron en un segundo
plano hasta que casi podía fingir que éramos sólo nosotros tres: James, yo y el
elefante gigante que nos siguió.

—Éramos amigos antes de que se casara con Henry —dijo al fin, después de que
pasaran varios minutos—. Ella y yo éramos los miembros más jóvenes del consejo
en ese momento, y nos la llevábamos bien. Estábamos lo suficientemente cerca en
edad, ninguno de nosotros había experimentado o pasado a través de los ritos que
paso el resto de ellos, y... —Se encogió de hombros—. Fue fácil, eso es todo.

115
Vi lo que parecía una rama de un árbol roto, y me arrodillé para recoger los
pedazos. Él se unió a mí, con sus ojos fijos en el suelo.

—Cuando su matrimonio con Henry empezó a desmoronarse, yo estuve allí para


ella —dijo—. Pasé mucho tiempo en el Inframundo guiando a los muertos hacia el
lugar correcto, y cuando ella necesitaba un hombro sobre el cual llorar, venía a mí.
—Él vaciló—. Cuando Henry ofreció dejarla ir por seis meses al año, ella aprovechó
la oportunidad y así comenzamos a pasar más tiempo juntos. Una cosa llevó a la
otra… —Se calló, y no le hizo falta terminar.

—¿Cuánto tiempo duró? —le dije mientras las náuseas me llenaban la boca del
estómago. James había sido la primera persona en ser infiel con ella. Él estaba más
cerca de Henry que cualquier otro miembro del consejo, y debe haber sabido lo
que eso le haría a él, pero lo había hecho de todos modos. Había dejado que
Perséfone lo usara así. Había hecho más que dejarla lastimar a Henry; había
ayudado.

—Unos cientos de años —dijo, y debió haber visto la mirada en mi rostro, porque
añadió apresuradamente—: De vez en cuando, y solo durante la primavera y el
verano. Con el tiempo, conoció a Adonis, y todo ese lío pasó, y fui dejado atrás.

—Pobre de ti —murmuré.

Sonrió débilmente. Encontré la última rama en el área cercana, y juntos nos


pusimos de pie.

—No, no pobre de mí —dijo—. Siempre estuvimos mejor como amigos de todos


modos. Además, hizo que trabajar con Henry se tornara incómodo.

Una cosa era andar a escondidas a espaldas de Henry, pero otra muy distinta era
tener una relación con su esposa cuando él era plenamente consciente de ello.

—Lo sabía, ¿y no intentó matarte?

—Claro que no —dijo James, riéndose. No veía lo que era tan gracioso—. Todo es
un secreto abierto con nosotros, Kate. Lo verás con el tiempo.

No estaba tan segura de quererlo, si me las arreglaba para salir de esto con vida,
pero no importaría de todos modos. Entonces justo en ese instante y en ese lugar
decidí que si Henry todavía me quería allí luego de que todo este lío se
solucionara, nunca lo engañaría, ni siquiera durante el verano. Y en especial, no con
James.

116
Sin embargo, había pasado mis seis meses con James, ¿no? Lo que para mí había
sido un descanso del caos con un amigo pudo haber sido fácilmente interpretado
por Henry como unas vacaciones románticas. Si Henry no me había controlado
todo el tiempo que estuve en Grecia con James…

Oh, Dios.

Las cosas que Henry debió haber imaginado, mi mente dio vueltas, y cada emoción
que había empezado a desarrollarse por James desapareció.

—¿Sabías cómo se vería lo de Grecia para él, y no me advertiste?

James pestañeó.

—No importaba. Tú y yo sabíamos que éramos sólo amigos, y si eso era lo que
Henry asumía…

—¡Claro que fue lo que asumió! —Sin pensar, le arrojé uno de los palos a James.
Rebotó inofensivamente en su pecho, pero por una vez no me importó herirlo. Era
un dios. Lo podría superar, y eso no era nada comparado al horror, la culpa y la
vergüenza que se agitaban en mi interior—. Lo hiciste a propósito, ¿no? ¿Qué pasa,
James? ¿Quieres que esté solo? ¿Quieres que se desvanezca? ¿Quieres reinar el
Inframundo después de todo?

—No lo hice a propósito —dijo, agachándose para recoger el palo que le había
lanzado—. Y no quiero lastimar a Henry, pero más que eso, no quiero que nadie te
dañe a ti. Tienes una elección. Una elección, Kate, que nadie más está señalando
porque no ven lo que Henry te está haciendo. Te está lastimando, y no existe
garantía alguna de que vaya a mejorar.

Sus palabras fueron como una bofetada en la cara, y contuve mi respuesta. Él


estaba diciendo todo lo que no quería escuchar. Todo lo que con tanta
desesperación intentaba ignorar.

—Mejorará —dije con voz temblorosa, la furia elevándose dentro de mí que casi
podía saborearla—. Tan pronto entienda que no tengo ningún interés en estar
contigo nunca, estoy segura de que se acercará.

Para mi inmensa satisfacción, James parpadeó.

—Cree lo que quieras, pero tu trato con Henry es claro. Te tiene por seis meses, no
más. Puedes hacer lo que quieras durante el verano, y él no tiene nada que decir al
respecto.

117
—Eso no me da el derecho de romper su maldito corazón. —Me alejé hacia el
campamento—. Y no te da el derecho de intentar que lo haga. No puedo creerte,
James. De todas las cosas desagradables que hacer, jugar conmigo como…

—No estaba jugando con nadie. —Se apresuró para alcanzarme, y me negué a
mirarlo—. No estoy haciendo esto por diversión, Kate. Tú me invitaste a Grecia, y
acepté porque me gusta pasar el tiempo contigo. Y porque quería ayudarte a ver lo
que te ibas a perder si decidías volver. No me puedes gritar por eso… me
comporté. No importa con cuanta locura deseaba besarte, nunca lo hice.

—No digas eso. —Me di la vuelta, y él se acercó a centímetros de mí—. No soy


Perséfone. No voy a engañar a Henry sin importar que estación sea, y no me
importa cuánto tiempo pase. Eso no va a cambiar.

—¿Y si las cosas nunca mejoran? —dijo James—. ¿Y si Henry nunca te ama de la
manera que te mereces? Lo que le pasó a Perséfone… no quiero ver que repitas sus
errores. No deberías tener que pasar por esa clase de dolor… ambos, tú o Henry.
Está arraigado en sus costumbres, y nunca va a cambiar. No hay ninguna
vergüenza en admitir que tu matrimonio no está funcionando…

—Solo porque tenemos algunos problemas no quiere decir que no esté


funcionando.

Suspiró.

—Todo lo que digo es que tienes una opción, Kate. Entiéndelo, por favor, y no
salgas corriendo en la dirección de Henry solo porque piensas que puedes
solucionarlo.

—No —gruñí—. Estoy con él porque lo amo.

—Entonces no debería ser demasiado difícil para ti hacerme una promesa —dijo
James. Estaba loco si pensaba que iba a prometerle algo—. Piensa en la posibilidad
de vivir por tu cuenta en vez de la vida que Henry y el resto del consejo quieren
que vivas, y no me refiero a que lo consideres por medio segundo. Me refiero a
que imagines lo que será si Henry nunca te ama como tú lo amas. Imagina cómo
se sentirá llegar a casa a una cama fría y un esposo que preferiría hacer cualquier
cosa antes que pasar tiempo contigo. Porque te guste o no, si te quedas, esa es
una posibilidad. Y a cambio, dejaré de molestarte.

Abrí la boca para decir que se fuera a la mierda, pero nada salió. En cambio mis
ojos se llenaron de lágrimas, y antes de poder evitarlo, las palabras brotaron de mi
lengua, enredadas, gruesas y completamente fuera de control.

118
—¿Realmente crees que será así? ¿Crees que no me ama?

James frunció sus labios y extendió su mano para tocarme, pero me eché hacia
atrás.

—Te ama, pero sí, es posible que nunca esté allí para ti de la manera que quieres
que esté. Existe el riego de que esta vez, tú seas Henry y él Perséfone.

Por lo que yo sería quien quedara anhelando a alguien que no me quisiera. Quise
espetar y decirle a James lo equivocado que estaba, que tenía un puñado de flores
para probarlo, pero no pude. Henry podía enviarme los suficientes regalos para
llenar el Inframundo cientos de veces, y nunca sería un sustituto de su toque. Por la
sensación de sus brazos envueltos a mi alrededor como Adonis había envuelto los
suyos alrededor de Perséfone.

—Todo lo que te estoy pidiendo es que realmente pienses si es o no la vida que


quieres —dijo James con suavidad—. Si decides que no, nadie puede obligarte. Y
no te estoy pidiendo que pases tu vida conmigo, tampoco. Tan solo no quiero
verte atada a alguien que no te aprecia de la manera que mereces. Deberías ser
quien controlara tu propio destino, Kate, no ninguno de nosotros. Y en especial no
Henry.

Aferré la pila de ramas contra mi pecho y dije rodeando el nudo de mi garganta:

—Bien. Lo pensaré. Pero… deja de hablar así, ¿sí? Por favor. No cuando Henry no
está para defenderse.

James asintió una vez, y eso fue suficiente para mí. Respirando temblorosamente,
me sobrepuse y cuadré mis hombros. Henry tendría una oportunidad justa. Tendría
una oportunidad de probar que James estaba equivocado, y cuando lo hiciera, el
argumento de James podría ser borrado. Y todo estaría bien nuevamente.

—¿Al menos le dijiste a Henry que no pasó nada en Grecia? —dije, satisfecha
porque el filo de mi voz había vuelto. Podría romperme en otro momento.

Su silencio fue todo lo que necesité escuchar. Con un alarido silencioso, irrumpí de
nuevo hacia el campamento, ignorando la cadena de disculpas que James
derramada detrás de mí.

En tanto Henry me quisiera, permanecería fiel. Pero si él no lo hacía, si esta vida


juntos era una cadena para él, entonces lo mejor que podía hacer era liberarlo. Al
mismo tiempo, las expectativas de mi madre eran una pesada carga para llevar a
cuestas, y miles de años era mucho tiempo para amar a una sola persona; era

119
completamente posible que Henry tuviera las mismas reservas que lo hacían
contenerse. Y si él realmente creía que James y yo nos habíamos liado en nuestro
viaje a Grecia, entonces eso era lo primero que tendría que arreglar en el momento
que tuviera una oportunidad.

De cualquier manera, amaba a Henry. Quizás algún día él lo creyera.

Cuando alcancé el campamento, solté los palos en el centro y me senté


pesadamente sobre el tronco de un árbol. James se arrastró tras de mí, y una vez
que arregló la leña en otro tipi, comenzó el fuego. Sería imposible dormir con los
sonidos del carnaval de fondo, pero Perséfone no pareció necesitarlo. Otra ventaja
de morir, supuse.

Ava y Perséfone continuaron discutiendo, pero Ava al menos parecía darse cuenta
de que algo estaba mal, y luego de otra ronda de réplicas, se quedó en silencio.
Perséfone intentó incitarla, pero una vez que quedó claro que Ava no estaba de
humor, Perséfone se sentó en el tronco del árbol junto al mío y se enfurruñó.

—¿Cuántas visiones has tenido? —dijo Perséfone, y los palos estallaron en llamas.
James se agachó en el suelo a unos cuando metros de nosotras; a través del fuego
pude ver sombras en las profundas líneas grabadas en su cara, haciéndolo parecer
mayor de lo que se suponía que pareciera.

Me encogí de hombros.

—Tres, creo. Todas en el mismo lugar.

—¿Has podido controlarlas? —dijo ella, y sacudí la cabeza—. ¿Suceden a intervalos


regulares?

—No. —Bajé la mirada a mis manos, incapaz de soportar ver a James—. ¿Alguna
vez dormiste con Henry?

Perséfone no dijo nada por un momento, y cuando la miré, su rostro parecía


extrañamente contorsionado en la luz del fuego.

—Está bien —dije—. No tienes que responder.

Nuestros ojos se encontraron por una fracción de segundo, y ella se enderezó,


suavizando su expresión.

—¿Tú?

Asentí.

120
—Una vez, en marzo. Es octubre ahora —agregué—. Creo.

Perséfone tiró de uno de sus rizos rubios y suspiró.

—Solía ser capaz de distinguirlo. Incluso después de que morí, mi cabello


cambiaba de color con las estaciones, pero luego de un tiempo se detuvo. —
Sonrió débilmente—. Está atascado en el verano ahora.

Eso explicaba por qué su cabello había sido de un color diferente en el reflejo de
Henry.

—¿En qué… qué estación se volvía de un rubio rojizo? —dije.

—Otoño —dijo—. Se volvía más rojo con el otoño, y en el crudo invierno era
negro. Se aclaraba a marrón en la primavera.

Por supuesto. James me había explicado que un reflejo no era una representación
exacta de lo que había sucedido. Era lo que el creador quería. Y lo que Henry
quería era que Perséfone le sonriera cuando lo viera cada otoño.

—No quise dormir con él —dije, y me detuve—. Suena ridículo, ¿verdad? Parte de
la prueba era la lujuria, y Henry me tenía tan bien protegida que Calliope no tuvo
la oportunidad de matarme, así que en su lugar saboteó la prueba al darnos un
afrodisíaco.

Perséfone chasqueó la lengua con desaprobación.

—Ciertamente lo has pasado mal, ¿no?

—¿Qué quieres decir? —dije con cautela. ¿Estaba siendo sarcástica?

—Bueno, asumo que lo amas —dijo, y yo asentí—. Es bueno que estés aquí para él.
Merece tener alguien que lo ame. —Dudó y dijo de mala gana, como si estuviera
admitiendo un secreto profundo y oscuro—: A veces me preocupo por él. Es
horrible que la única vez que hayas estado con él tuviera que ser debido a un
afrodisíaco. —Miró a Ava—. Afrodita arruina todo.

—No fui yo —dijo Ava, ampliando sus ojos—. Ni siquiera estaba allí.

—Fue nombrado por ti.

Empecé a replicar, pero Ava resopló y guardó silencio. Después de un momento,


Perséfone hizo un gesto de desdén hacia ella.

121
—De todos modos, con lo que dijiste antes sobre madre solo teniéndote a ti por
mí, y luego todo esto… bueno, me imagino que no es fácil. Así que tienes mi
simpatía.

No sabía que contestarle a eso. Tal vez después de todo un día de altercados con
Ava estaba agotada.

—Eso es lo más lindo que me has dicho.

—No esperes que siga así —dijo con un bufido—. Como respuesta a tu pregunta,
sí. Una vez.

Me tomó un momento averiguar a de qué pregunta hablaba, y cuando lo hice, mi


boca se abrió, pero ningún sonido salió. Así que Calliope había estado equivocada
después de todo. A pesar de que tenía conocimiento de que Perséfone y Henry
estuvieron casados, fue un puñetazo en el estómago escuchar que no había sido la
única de Henry. La última cosa que tenía y no tuve que compartir con ella se
evaporó. De nuevo Perséfone había llegado primero, y todo lo que tenía eran sus
sobras.

—Fue horrible —dijo Perséfone. Su mano se detuvo entre nosotras, como si


pudiera sentir qué tan mal estaba, pero la dejó caer de nuevo en su regazo—. Era
nuestra noche de bodas, y no hablamos sobre ello. Simplemente... pasó. Era lo que
se esperaba, y ambos éramos demasiado tímidos para preguntar si el otro lo
quería. Ambos lo asumimos.

Me quedé en silencio. No quería pensar en qué tan mal habrían sido las cosas para
Henry y para mí si no hubiera habido esa chispa entre nosotros. Su culpa e ira
había sido lo suficientemente malo la mañana siguiente.

Ava se movió discretamente hacia el otro lado del fuego, tomando asiento junto a
James. Inclinaron sus cabezas, y el suave sonido de su conversación flotó hacia
nosotros, pero no pude entender qué estaban diciendo.

—Cuando nosotros… —Me aclaré la garganta—. Hubiera esperado si hubiera


tenido la opción. Pero no es que no quería hacerlo. Ese fue el momento en el que
me di cuenta que lo amaba, y… por lo que fue, agradable. Realmente agradable.

—Bien —dijo Perséfone distante, mirando fijamente al fuego—. Hades merece eso.
Te merece.

Negué con la cabeza. No importaba lo que él merecía; lo importante era a quién


Henry quería, y hasta ahora esa no parecía ser yo.

122
—La mañana siguiente fue tan horrible. Cuando Herny se dio cuenta que había
pasado enloqueció. Entró en pánico. —Me corregí ante la mirada confusa de
Perséfone—. Se disculpó y se fue, esa fue la última vez que lo vi por días. La única
razón por la que volvió fue porque Calliope me mató, y fue al Inframundo por mí.

Perséfone sonrió, y dijo en voz baja:

—No, no lo es.

—¿Por qué no lo es? —dije.

—No, esa no es la única razón por la que volvió. —Suspiró—. Cuando nosotros
consumamos nuestro matrimonio, fui yo la que... enloqueció. —Hizo una mueca
ante la expresión—. No habíamos estado casados ni doce horas y ya había huido a
donde madre. Ella me convenció de quedarme y darle una oportunidad. Le debe
haber dicho algo a Hades, porque nunca lo volvimos a intentar. Dormí en una
habitación separada y él nunca insistió en el tema.

En el otro lado del fuego James y Ava se quedaron en silencio.

—Lo siento —dije—. No deberías haber tenido que quedarte con Henry si no
querías.

Así que es por eso que James estaba insistiendo en que aceptara mi opción de
irme si no quería esto. Ya me había dicho que había sido a causa de Perséfone, por
supuesto, pero escucharlo de ella hizo que las piezas cayeran en su lugar. James
me estaba protegiendo de la mejor manera que conocía, exactamente como lo
había hecho el año anterior. Cuando pensé que había fallado una prueba y había
tratado de dejar la Mansión Edén, queriendo ver a mi madre antes de que muriera.
Henry me había convencido de que no lo hiciera. James no había sabido que me
había quedado por voluntad propia, y había sido lo suficientemente importante
para él como para arruinar su cubierta.

—Era joven —dijo Perséfone—. Pensaba que el amor sucedía inmediatamente. Era
mi primera vez viviendo sin madre, y no había sabido qué esperar. Además de eso,
estar en el Inframundo y lejos del sol me hizo miserable. Era la tormenta perfecta, y
desafortunadamente Hades y yo quedamos atrapados en ella. —Sacudió la cabeza
con tristeza—. Nunca le di una oportunidad después de eso. Lo intentó tan duro…
no creerías lo que hizo para verme feliz. Pero nunca fue suficiente. Él nunca fue
suficiente.

Ya estaba oscuro. El brillo del carnaval y el lamentable fuego eran las únicas
fuentes de luz, y cuando miré otra vez a Perséfone era más difícil ver su rostro.

123
—Sin embargo él te amaba de todos modos —dije—. Todavía te ama más que a
nada.

—Ya no estoy tan segura. —Se sentó más derecha y miró hacia el cielo. Seguí su
mirada, y una vez que mis ojos se ajustaron a la oscuridad, vi que las estrellas no
estaban en su patrón habitual.

—Dijiste que fue al Inframundo por ti —dijo Perséfone—. ¿Estabas realmente


muerta?

Asentí.

—Era de noche, estaba en un parque que mamá y yo solíamos visitar en casa.


Mamá intercambió su vida por la mía. Su vida mortal —me corregí—. Pero el
cuerpo que estaba usando estaba muriendo de todas formas.

—No importa —dijo Perséfone—. Él se supone que no debe hacer eso. Mientras
goberné con él sólo hicimos unas pocas excepciones, e incluso entonces había
tantas advertencias que en realidad nadie llegaba de nuevo a la superficie. Violó
todo lo que lo representaba desde el amanecer de la humanidad para salvar tu
vida.

Al otro lado del fuego James se aclaró la garganta.

—Está diciendo la verdad, Kate —dijo—. No debería haberte salvado.

Lo había hecho de todas formas. Sonriendo, envolví los brazos alrededor de mi


cuerpo mientras que el aire frío de la noche se apoderaba de mí. No sabía qué
lugar ocupaba eso en la lista de gestos románticos, pero estaba bastante segura de
que estaba por lo menos tan alto como conseguirme un cachorro.

—¿Puedes decirme cómo controlar las visiones? —le dije a Perséfone, sintiéndome
más liviana de lo que me había sentido desde que bajé al Inframundo. Incluso si
salvarme no le había costado a Henry mucho más que sus reglas y su orgullo,
Perséfone pensaba que era una gran cosa, y eso me importaba más de lo que
debería. Habría hecho lo mismo por ella, estaba segura, pero no lo hizo. Todavía
tenía una pieza de él que ella no.

—Es fácil —dijo con un encogimiento de hombros—. Tienes que enfocarte en


donde quieres ir o en la persona que quieres encontrar.

—¿Puedes encontrar personas? —dije, asombrada. Perséfone asintió.

124
—Eso es probablemente como lo estás haciendo, pensando acerca de Henry. Se
necesita práctica, pero una vez que lo consigues, será más fácil cada vez. Inténtalo
—dijo—. Piensa en alguien que quieras ver, y déjate llevar en ello.

Tan fácil como Perséfone parecía pensar que era, no tenía idea de cómo dejarme
llevar en nada. Aún entusiasmada por descubrir que Henry había roto las reglas por
mí, cerré los ojos y me imaginé su rostro en mi mente, y...

Nada.

—No está funcionando —dije.

—Relájate —dijo Perséfone—. No va a suceder de inmediato.

Aparentemente no iba a pasar y punto. Traté una y otra vez, hasta que toda mi
alegría se agotó, dejándome con una deprimente falta de autoestima. Mi cabeza
dolía por concentrarme tan duro, y mientras más me empujaba Perséfone, más
fuera de alcance lo sentía.

—No va a venir naturalmente al principio —dijo varios minutos más tarde, que era
casi lo más alentador que había dicho hasta ese momento—. Nunca has tenido
habilidades antes.

Por qué eso hacía una gran diferencia, no estaba segura, aunque estaba claro que
no lo iba a conseguir esa noche.

—Voy a caminar —dije poniéndome de pie. Junto con un asesino dolor de cabeza,
mi pierna palpitaba de nuevo, y me sacudí—. Les traeré a todos algo de algodón
de azúcar.

Abrazándome a mí misma para entrar en calor, me dirigí hacia la entrada del


carnaval. Por supuesto que nada de esto se suponía que fuera fácil, si lo fuera,
cualquier chica lo podría haber hecho y la prueba no hubiera sido necesaria. Aun
así, me sentía como un fracaso total y absoluto, escabulléndome mientras los tres,
sin duda, susurraban sobre cómo no lo podía hacer.

Resentimiento estalló dentro de mí, y me forcé a suprimirlo. No era su culpa que


no pudiera controlar mis visiones, y si Perséfone estaba diciendo la verdad, con el
tiempo lo conseguiría. Pero lo necesitaba ahora, no días, semanas o meses en el
futuro. Si no sabíamos lo que estaba sucediendo con Calliope...

Un fuerte estruendo resonó en la caverna. Sobresaltada, miré hacia el sonido, y un


enfermizo sentimiento de terror me llenó la boca del estómago.

125
Estrellas estaban cayendo del cielo.

126
Capítulo 10
Grieta

Traducido por LizC

Corregido por La BoHeMiK

—¡K ate!

La voz frenética de James se elevó por encima del sonido de rocas


estrellándose y el retumbar de campanas, y yo me lancé fuera del
carnaval, cubriendo mi cabeza instintivamente. El suelo tembló bajo mis pies, pero
no había señales de estrellas caídas.

Choqué contra James.

—¿Qué está pasando? —dije, incapaz de mantener el pánico fuera de mi voz.

—No lo sé. —Envolvió su brazo alrededor de mí, y juntos nos apresuramos a


regresar a la fogata—. Sea lo que sea, nunca antes vi nada como esto.

Las llamas del fuego se estremecieron con cada golpe que resonó en la caverna,
pero las rocas no estaban aterrizando en el campo, bosque o en cualquier lugar
cerca del carnaval. Ava y Perséfone levantaron sus miradas hacia el cielo, luciendo
idénticas expresiones de alarma. Si no estaba pasando aquí, entonces ¿dónde…?

Sin previo aviso, el mundo se retiró a mí alrededor, y estuve en la superficie de


nuevo. En lugar del espeso bosque que rodeaba Edén, permanecí de pie en un
acantilado con vista al agua más azul que jamás había visto, mientras ola tras ola
rodaba hasta la blanca orilla.

James y yo pasamos sólo unos pocos días en esta isla en particular, pero el antiguo
palacio en la distancia y la fuerte caída en el agua eran inconfundibles. Esto era
Grecia.

127
—¿Sentiste eso? —gritó alguien detrás de mí—. Te dije que esto iba a pasar. Te lo
dije.

Dylan corrió junto a mí, vestido con pantalones cortos y una camiseta. Los otros
miembros del consejo, todos vistiendo trajes similares, se agruparon en torno a
algo a unos metros de distancia. Me acerqué un poco más para ver.

¿Había sido transportada hasta aquí de alguna manera sin darme cuenta? Una vez
que estuve lo suficientemente cerca, puse mi mano sobre el hombro de Ella. Esta
pasó a través de ella.

Yo era un fantasma de nuevo, y esta era una visión, pero no era la que yo quería.

—Se está abriendo paso —dijo Irene. Ella y varios de los otros tendieron sus manos
hacia el suelo, y una sacudida de miedo me recorrió la espina dorsal.

Ellos formaron un anillo alrededor de una grieta en la tierra. No podría haber sido
más que de unos pocos metros de largo, pero tentáculos de niebla se deslizaron a
través de ella, agitándose como la lengua de una serpiente, como si estuvieran
saboreando el aire mismo.

Cronos.

Los miembros restantes del consejo extendieron sus manos como lo habían hecho
antes en el palacio, y los tentáculos se retorcieron como si fueran molestados, pero
finalmente desaparecieron de nuevo en el suelo.

—Lo ha hecho —dijo Irene, secándose el sudor de la frente—. Él ha roto la


superficie.

—¿Estamos seguros de que va todo el camino hacia abajo? —dijo Theo.

—¿De qué otra forma podría venir de esa manera? —dijo Dylan—. Honestamente,
¿soy el único con dos dedos de frente aquí?

Nicholas, el marido de Ava, le lanzó una mirada de advertencia. Dylan puso los ojos
en blanco y pateó un poco de tierra de nuevo en la grieta.

—¿Crees que Calliope encontró la manera de liberarlo? —dijo Ella con una voz
asustada que no sonaba como ella en absoluto.

—Si lo hizo, entonces esto no tiene sentido —dijo Dylan.

—Entonces tenemos que asumir que no lo hizo —dijo Irene. Su cabello rojo
parecía brillar bajo la luz del sol, y por primera vez desde que la había conocido,

128
era un desastre. Todos se veían desaliñados y agotados—. Tenemos que seguir
adelante como estaba previsto.

—Entonces, ¿Cronos puede borrarnos tan pronto como se entere de que


estábamos trabajando contra él? —dijo Dylan.

—Entonces Cronos nunca tendrá la oportunidad. —Irene agitó su mano sobre la


grieta, y se llenó de nuevo con tierra. Sin embargo, segundos más tarde, comenzó
a vaciarse como la copa de un reloj de arena mientras la tierra caía en el
Inframundo.

—Realmente lo ha hecho —dijo Theo, y puso una mano protectora sobre la


espalda de Ella—. Él ha hecho su salida.

Irene hizo una mueca.

—Tal vez sea así, pero esto también significa que sabemos a ciencia cierta en
dónde va a salir, y con un poco de suerte, vamos a tener tiempo para terminar de
establecer nuestra trampa.

—¿Establecerla hasta dónde? —dijo Dylan—. ¿Alrededor de toda la isla?

—Si tenemos que hacerlo.

Dylan gruñó y se alejó, dejando a los otros entendiendo. Xander, quien había
actuado como uno de mis guardaespaldas en Edén y que había estado callado
hasta ahora, se pasó los dedos por el cabello.

—Todos vamos a morir.

—No, no lo haremos —dijo Irene—. No, si lo hacemos bien y trabajamos juntos.

—¿Y si los demás ya están muertos? —dijo Ella temblando.

Irene entrecerró los ojos, y con un gesto irritado, llenó la grieta con tierra otra vez y
se alejó.

—No tenemos manera de saberlo, así que tenemos que seguir adelante y esperar
que no lo estén. No tenemos otra opción.

—Sí, sí la tenemos —gritó Dylan mientras se sentaba en el borde del acantilado,


con las piernas colgando—. No intentamos luchar, y también esperamos
jodidamente que Cronos no nos mate.

129
Antes de que nadie pudiera decir nada más, Grecia y el sol desaparecieron, y una
vez más me encontré en la oscuridad del Inframundo.

—Fue Cronos —dije mientras luchaba por incorporarme. James, Ava y Perséfone
todos me miraban, pero esta vez no me estaban rodeando. Estábamos de vuelta en
la fogata, y los temblores y derrumbes habían cesado por ahora. Sólo sería
cuestión de tiempo antes de que Cronos lo intentara de nuevo—. Él se abrió paso
hasta la superficie.

Ava se tornó pálida, y Perséfone se alejó de mí. Exactamente igual que Irene se
había apartado de la prueba de que Cronos iba a toda velocidad hacia la victoria.

—¿Qué tan lejos está la puerta al Tártaro? —dijo James.

—No lo sé con certeza —dijo Perséfone—. A pocos días de distancia, por lo menos.

—Tenemos que empezar a movernos. —James me tendió la mano, y la tomé el


tiempo suficiente para permitirle ayudarme a levantar. Por mucho que quería
seguir enojada con él, podría lidiar con eso cuando regresáramos al palacio. Si es
que volvíamos al palacio.

—Los otros están tendiendo una trampa para él en una isla —dije—. Están
peleando por ello.

—¿Pero aun así van a intentar? —dijo James, y yo asentí—. Bien. Al menos, eso es
algo.

Empacamos el campamento, y tan pronto como estuvimos en nuestro camino


hacia el lugar donde el cielo se había caído, Perséfone se puso a caminar a mi lado.

—¿Fuiste capaz de controlarlo?

Negué con la cabeza.

—No tuve tiempo de probar.

Ella hizo un sonido de desaprobación desde la parte posterior de su garganta, pero


para su crédito, no presionó.

—Definitivamente lo estás haciendo inconscientemente —dijo—. También tuve


que trabajar en ello al comienzo, pero estás viendo lo que quieres ver cuando
quieres verlo. Averiguaste en dónde se produjo el derrumbe, de cualquier manera.

No le respondí. No importa lo que vi, no iba a cambiar lo que estaba sucediendo.


Lo mejor que podía hacer era darnos una advertencia razonable, e incluso, eso no

130
era importante, ya sabíamos a qué nos enfrentábamos. Lo único que podíamos
hacer, como Irene, Dylan y los otros, era hacer nuestro mejor esfuerzo y esperar
que funcionara.



Caminamos durante días, pero se sintió como semanas. Si todavía hubiera sido
mortal, mi cuerpo habría estado tan adolorido que no habría sido capaz de
moverme, y mucho menos mantenerme al día con el paso enérgico de James y
Perséfone, pero lo logré. Cada pocas horas, otro derrumbe se hacía eco a través del
Inframundo, creciendo más fuerte cada vez y estimulándome a seguir.

—Es la más delgada mancha en el techo del Inframundo —dijo Perséfone mientras
caminábamos por el bosque sin fin—. Hades la abrió cuando inicialmente
capturaron a Cronos, y fue la forma en que lo metieron en la cárcel en primer
lugar. Hades debería haberlo reforzado cuando tuvo la oportunidad.

Me mordí el labio para no reprocharle a ella. Esto no era culpa de Henry. No había
tenido ninguna razón para sospechar que un miembro de su familia traicionaría a
los demás despertando a Cronos, y si Calliope no podía abrir la puerta por sí
misma, entonces probablemente hubiera pensado que era toda la seguridad que
necesitaba. Lo era, antes de que Calliope se hubiera vuelto loca.

En su mayor parte, caminamos en silencio. Incluso Ava y Perséfone dejaron de


discutir, y cuando tuvimos que parar, fue por no más de unos pocos minutos cada
vez. Ya no tenía necesidad de dormir, pero para el momento en que los derrumbes
estuvieron apenas un kilómetro y medio de distancia, lo único que quería hacer era
acurrucarme, cerrar los ojos y no despertar de nuevo. Eso era exactamente lo que
pasaría si Calliope se salía con la suya, agregando un poco de sangre y mucho
dolor.

Casi cada vez que nos detuvimos, había una flor esperándome, y antes de que
nadie más pudiera ver, la metía en mi bolsillo con las demás. Parecían encogerse a
medida que avanzábamos, dando cabida a las nuevas, y cada una me dio la
esperanza de que todo iba a estar bien. Henry y mi madre estaban aguantando.
Sobrevivirían, y una vez que llegáramos allí, no estaríamos solos en nuestra lucha
para someter a Calliope y Cronos.

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Una tarde, en medio del bosque, Perséfone levantó la mano, y los cuatro nos
detuvimos.

—Es por aquí —dijo, señalando a su izquierda—. Está cerca.

Ella dio un paso alrededor de unos árboles hasta que llegó a un grupo espeso de
matorrales. Agachándose, los hizo a un lado, dejando al descubierto una capa de
roca negra detrás de él. La pared de la caverna. Mi corazón latía con fuerza.

—Este es el límite —dijo ella, deslizando su mano tiernamente sobre la piedra—.


Debería haber una grieta por aquí en algún lugar… ¡Oh!

Su mano desapareció entre la roca aparentemente sólida, pero cuando la sacó de


vuelta, estaba intacta.

—Es aquí —dijo—. Es lo suficientemente amplio como para que podamos pasar
por ella si vamos uno por uno.

—¿Hasta dónde va? —dijo Ava nerviosamente.

—No lo sé —dijo Perséfone—. Nunca he ido a través de ella. —Se enderezó y se


sacudió el polvo de su vestido—. Bueno, ¿vamos?

Ava enlazó mi brazo en el suyo, y James nos miró.

—Kate, te vas a quedar aquí —dijo.

Solté un bufido.

—Sí, claro.

Él extendió la mano para colocarla sobre mi hombro, pero me aparté de su toque.

—Lo digo en serio —dijo—. Calliope tratará de matarte al minuto en que te vea, y
vas a ser una carga.

Me volví a Ava por ayuda, pero se quedó mirando fijamente al suelo,


preocupándose en morder su labio inferior entre los dientes.

—¿Tú también? —le dije, y deslicé mi brazo del suyo—. Entonces qué, los dos
creen que van a entrar danzando allí y salvar el día, pero si voy con ustedes…

—Si vienes, vas a morir sin importar lo que nos pase —dijo James—. Lo sabes.

—Hice un trato con Cronos…

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—¿De verdad crees que lo va a mantener hasta su fin? —dijo Ava—. James tiene
razón. Calliope te quiere muerta, y tanto como pueda centrarse en eso, estará
distraída. Una vez que desaparezcas, va a seguir adelante con su plan, y entonces
no se sabe lo que puede pasar.

—No tienes experiencia —dijo James—. Ninguna habilidad que puedas controlar.
Si vas allí, lo mejor que podría pasar es que Calliope te maté rápidamente.

—No he venido hasta aquí para sentarme tranquila mientras ustedes son
sacrificados —le dije, apretando los puños.

—Entonces, ¿para qué has hecho todo este camino? —dijo Perséfone—. Para todos
los intentos y propósitos, eres inútil, además eres lo suficientemente inteligente
como para saber eso, así que ¿por qué has venido? Para lo único que va a ser
buena ahí es para estar muriendo…

Se detuvo, y sus ojos se abrieron una fracción de centímetro.

—Le vas a ofrecer a Calliope un trato, ¿no es así?

James me dio una mirada acusadora, y la boca de Ava se abrió con incredulidad.
Mis mejillas ardían, pero me negué a mirar hacia otro lado.

—No —dije con tanta convicción como me fue posible, pero Perséfone negó con la
cabeza de todos modos.

—Eres una idiota. Una absoluta idiota. No me importa qué tipo de acuerdos hiciste
con Cronos o cuántas ganas tiene Calliope de verte muerta. Todas las apuestas
están hechas en el momento que entres allí.

—Si mueres, Henry también se esfumará —dijo Ava—. Tú eres la única razón por la
que sigue vivo, y no va a ser capaz de vivir con la culpa de que mueras por él.

—Tienes que entender, si Henry se esfuma, no vamos a tener una oportunidad


contra Cronos —agregó James—. Incluso si tomara su lugar, no soy uno de los seis.
No tengo el poder para mantener a Cronos contenido mientras está despierto, no
como Henry lo hace. No podemos correr ese riesgo.

Mis ojos punzaron con lágrimas calientes. Parpadeé para evitar que se extendieran,
pero fue inútil. Me sequé las mejillas y miré a los tres. Ira y frustración hirviendo
dentro de mí.

—¿Así que esto es todo? ¿Me quedo aquí y espero? ¿Qué pasa si todos mueren?
¿Qué se supone debo de hacer entonces?

133
—Eso no va a suceder —dijo Perséfone con un resoplido—. Sólo hay una manera
de lidiar con Calliope, y eso es darle lo que quiere. Ya que no podemos entregarte,
vamos a tener que ofrecerle la mejor opción.

—¿Y qué es eso? —dije con amargura—. ¿Convencer a Henry de amarla, hacerla su
reina en mi lugar?

Perséfone resopló.

—No lo creo. Voy a abrir la puerta.

Antes que ninguno de nosotros tuviera la oportunidad de detenerla, ella guiñó un


ojo y desapareció a través de la pared.

134
Capítulo 11
Ingrid

Traducido por Mona y Aldebarán

Corregido por Julieta_Arg

A
va cayó de rodillas al lado de los arbustos, buscando a tientas a lo largo de
la pared por la grieta que se había tragado a Perséfone. El bosque
alrededor de nosotros se derritió, sustituido por un prado lleno de flores,
pero yo estaba demasiado asustada para investigar.

—¿Ella no quiso decir eso, verdad? —dije mientras James soltaba una sarta de
maldiciones que nunca pensé que saldrían de su boca.

—Está loca —dijo Ava—. A veces hace a Calliope parecer sana. Nosotros
estábamos contentos de librarnos de ella cuando decidió tomar a Adonis y correr.

James se cernió sobre Ava y pasó sus manos sobre el punto donde Perséfone había
desaparecido.

—No, tú te alegraste de librarte de ella. Henry prácticamente intentó ahorcarse.


Aquí. —Su mano resbaló por la roca y Ava cayó hacia atrás sobre sus talones con
un suspiro de alivio.

—Por favor —pedí—. Déjame ir contigo. Me ocultaré mientras ustedes hablan,


pero no puedo esperar aquí, sabiendo que cada persona que me importa puede
morir allí.

—Y no puedo dejarte atravesar esa pared, sabiendo que nunca saldrás —dijo
James—. Lo siento. Sé cuánto significa esto para ti, y haremos todo lo que esté a
nuestro alcance para dejarlos en libertad. Pero no podemos arriesgar tu vida, no
cuando esto significa la de Henry, también. Por favor no hagas esto más difícil para
nosotros de lo que ya es.

135
Lo miré boquiabierta; como si me hubiera abofeteado en la cara. En primer lugar,
había sido mi idea venir. Ellos tres ni siquiera estarían aquí si yo no hubiera
insistido en venir. Era yo la que había logrado quitar a Cronos de nuestras
espaldas, sin embargo ¿yo era el problema?

—Siento ser tan malditamente problemática —escupí—. Siento no ser lo


suficientemente poderosa como para no ser una carga, pero ¿cómo te sentirías si
hubieras venido hasta acá para que te dijeran que eras inútil y no podías ayudar?

—Como una mierda —dijo sin pestañear un ojo—. Pero si cambiáramos nuestras
posiciones, entendería que esto es lo correcto de hacer, sin importar cuán difícil
fuera para mí aceptarlo.

Las lágrimas picaron mis ojos, y parpadeé rápidamente. Esto no era justo. Yo tenía
todo el derecho de hacer lo que pudiera para ayudar. No quería morir, pero vivir
en un mundo donde el consejo había sido aniquilado y Cronos gobernaba…

—Podemos hacerlo —dijo Ava. Sus ojos estaban rojos—. James, Perséfone y yo.
Podemos hacerlo mientras no tengamos que preocuparnos por ti, también. Por
favor, Kate. Henry te ama. Dale algo para volver a casa.

Hasta la última gota de fuerza de voluntad que había tenido se desmoronó, limpié
mis mejillas con mis mangas sucias.

—Prométanme que volverán.

Ninguno habló. James se inclinó sobre mí y por primera vez en días, no me alejé. Él
presionó sus labios en mi mejilla, y no tuvo que decírmelo para saber lo que esto
significaba.

Adiós.

Los miré desaparecer en la pared, Ava primero y James de segundo para


asegurarse de que no los seguía, y una vez que se fueron, me derrumbé en el
musgo debajo mí. Un sollozo escapó de mi garganta cuando el peso de la
impotencia y la pena me aplastaron, dejándome sin nada.

Perséfone abriría la puerta, y en el momento en que lo hiciera, Cronos los mataría a


todos. Y no había nada que yo pudiera hacer para detenerlo.



136
No sabía cuánto tiempo me senté allí con mi cara enterrada en mis manos,
mientras sollozos tras sollozos eran arrancados de mí. Mi pecho dolía y mi cuerpo
entero tembló, pero tan desesperadamente como quería seguirlos, no podía. No
importa qué sucediera, Calliope todavía ganaría. Me mataría en el instante que
entrara por la pared, o Perséfone liberaría a Cronos y luego Calliope me mataría.

Mi pánico lentamente fue sustituido por una necesidad aplastante de ver lo que
ocurría. Desesperada, luché por enfocarme y empujar mi mente en la caverna más
allá de la grieta, pero todo lo que vi fue la roca negra delante de mí.

Intenté una y otra vez, una y otra vez, hasta que mis sollozos se convirtieron en
gruñidos de frustración. Nada cambió. ¿Por qué puedo hacerlo tan fácilmente sin
querer, pero cuando la vida de mi familia estaba en juego, no podía ver más que el
rostro de Henry?

—¿Hola?

Salté. Medio esperando que Calliope de algún modo se hubiera colado detrás de
mí, me puse de pie, lista para escapar o romper su nariz, lo que fuera más fácil. En
cambio, me encontré cara a cara con una pelirroja pecosa agarrando un conejito.

—¿Quién eres tú? —dije y cuando dio un paso hacia mí, retrocedí.

—Ingrid —dijo—. ¿Quién eres tú?

Me forcé a relajarme. El campo tenía que venir de alguien. La mayoría de los otros
en el Inframundo nos habían evitado o no nos habían visto en primer lugar y
cuando hablamos con ellos, habían sido breves y Ava por lo general lo manejaba.
Eso fue en aquel entonces, pero esta vez estaba solo yo.

—Soy Kate —dije—. Lo siento por importunar. Estoy esperando a…

—A James y Ava —dijo sin el menor asomo de sorpresa—. Lo sé. Los vi.

Parpadeé.

—¿Cómo sabes sus nombres? —¿Había estado lo suficientemente cerca para


escuchar por casualidad? No podía recordar si yo los había utilizado mientras
habíamos discutido.

137
—Porque Henry me los presentó. —Rascó su conejito entre las orejas y lo colocó
abajo con cuidado. Se bajó de un salto para unirse con un grupo de animales que
parecían estar esperando que Ingrid regresara a ellos.

—¿Henry? —Tiré nerviosamente de mis mangas—. ¿Cómo… cómo sabes de Henry?

—De la misma manera que tú lo haces —dijo alegremente—. ¿Tú eres su esposa,
correcto? ¿Kate? Tú eres de quién Calliope hablaba.

Mi corazón pegó un brinco.

—¿Calliope estaba aquí? ¿Cuándo?

—Hace años. —Ingrid se encogió de hombros—. Entonces ella se marchó y lo dejó


a pesar que no debía. Dijo Henry.

Henry otra vez. ¿Cuánto podía saber ella de Henry? ¿Él la había juzgado? Pero esto
no explicaba cómo conocía a Calliope o qué hacía aquí.

Excepto…

Mis ojos se ensancharon.

—¿Eres una de las chicas que Calliope mató, no es así?

Sonrió, que era exactamente la respuesta que yo no había esperado.

—¿Has escuchado hablar de mí? Esto es asombroso. Eres como mi ídolo, sabes.

Calliope había matado a once muchachas antes de que yo llegara a Edén, pero el
Inframundo era tan vasto que nunca pensé que iría hacia una de ellas.

—¿Yo… soy yo? —tartamudeé—. ¿Por qué?

Me dio una mirada que aclaró lo que debería haber sabido.

—Porque tú ganaste y la castigaste por lo que me hizo. A nosotras, quiero decir. —


Suspiró—. ¿Es terrible, verdad? Que se saliera con la suya tantas veces. Me la pasé
siempre pensando que era una estúpida por caer en su trampa.

—No fuiste estúpida —dije—. Tú solo… ella es una diosa.

Sonrió.

—Tú también lo eres ahora. Cuéntame todo sobre ello. ¿Cómo es eso? ¿Qué
puedes hacer? ¿Puedes caminar por el agua? ¿Puedes volar? Siempre quise volar,

138
sabes. ¿Sería increíble, verdad? Y vivir para siempre… quiero decir, el Inframundo es
agradable y todo, pero esto no es la superficie.

¿Que importaba si yo era inmortal cuando un Titán quería matarme?

—Hasta ahora ser una diosa ha sido cualquier cosa menos increíble.

—¿Qué quieres decir? —dijo. Vacilé, pero Ingrid estaba muerta de todos modos, y
no era como si pudiera marcharse. Además, probablemente había oído la caída de
rocas, también. Por lo que sabía, el Inframundo entero lo había hecho. Ella merecía
una explicación.

Así que le conté. La mantuve corto y retuve algunos detalles, pero cuando había
terminado, toda la sangre se había drenado de su rostro, y sacó otro conejo para
acariciarlo en busca de comodidad.

—¿Ellos se fueron allá y te dejaron aquí? —dijo, y asentí.

—Eso es horrible. Ya podrían estar muertos. Han pasado años.

—Sí —mascullé. No necesitaba el recordatorio.

—Deberías ir de todos modos —dijo, animándome ante la idea—. La venciste una


vez, entonces no es como si no pudieras hacerlo otra vez. Si alguien puede, esa
eres tú.

Me mordí el labio.

—Ella me mató, también —dije—. La única razón por lo que estoy viva es porque
mi madre cambió de lugar conmigo.

—¿Y? —Ingrid dio un paso más cerca de mí, y esta vez no me alejé—. Eso fue
cuando eras mortal. No lo eres más. Eres una diosa, también, y ¿qué si no puedes
controlar tus visiones? No las necesitarás si vas allí.

—Pero si la dejo matarme, entonces no se sabe que es lo que Henry hará —dije—.
Si Perséfone le dice Calliope cómo liberar a Cronos, entonces ellos necesitaran a
Henry para tener una opción para ganar.

Ingrid suspiró.

—Tú no entiendes, ¿verdad? Eres uno de ellos ahora. ¿Qué si Calliope es más
poderosa? Ella no es tan especial, lo sabes, y no puede matarte ahora. Los Dioses
no pueden matar a otros dioses.

139
—Pero los Titanes pueden.

—Dijiste que hiciste un trato con Cronos. Eso me suena como que está menos
dispuesto a matarte que los otros. Intentaste ser amable con él y no fuiste una de
los que lo encerró.

Dudé. Pero tenía un punto, especialmente si Calliope seguía ordenando alrededor


de Cronos. Él no parecía dispuesto a soportarlo por mucho tiempo. Más que nada,
quería mandarlos al diablo e ir tras ellos, pero eso no resolvería el problema con
Henry.

—Si algo me pasa a mí…

—No lo hará —dijo firmemente—. Superaste a la Reina de los Dioses y ahora eres
Reina del Inframundo.

—No lo soy. —Fruncí el ceño a una inofensiva flor—. Cronos interrumpió la


ceremonia.

—¿Y? Sigues siendo la reina. No necesitas que una estúpida ceremonia lo


demuestre.

Mientras miraba las flores a mis pies, me di cuenta que eran las mismas que Henry
había enviado. Esto era de donde las había conseguido, realmente había sido él
después de todo. Quería que viniera aquí. Quería mi ayuda.

—No puedo arriesgarme así —dije, aunque mi resolución estaba


desvaneciéndose—. No puedo arriesgar la vida de Henry.

Ingrid me dio una mirada de exasperación.

—Escucha lo que está pasando. Ha pasado un tiempo. James y Ava no han


regresado aún, y quizás mientras estaban intentando colarse alrededor de Calliope,
es probable que hayan sido capturados también. Y si no regresan ¿qué vas a hacer?
¿Esperar que Calliope lance sus huesos a través de la grieta para saber qué pasó?
¿O vas a ser reina y pelearás por tu reino?

No era mi reino sin embargo. Era de Henry.

—Yo ni siquiera merezco estar aquí. —Casi lloré—. Henry debería haberme dejado
morir. No merezco ser una diosa o su esposa o su reina o nada de eso. Nunca lo he
hecho. Sólo estoy aquí porque era lo último que quedaba.

Ingrid inclinó la cabeza como un cachorro confundido.

140
—Por supuesto que mereces estar aquí. Henry no es estúpido. Nunca confiaría su
reino completo a alguien que pensara que no podría manejarlo.

No si la otra opción era perderlo completamente, pero no me atrevería a decirlo en


voz alta.

Dejó salir un bufido de frustración y saltó alrededor de mí, como si me estuviera


midiendo.

—¿No lo entiendes? Fuiste elegida porque eres especial. Así era yo. —Apartó su
cabello sobre su hombro—. Si no hubiera sido por Calliope, habría estado en tus
zapatos, y ¿sabes qué? Estaría asustada también. Estaría realmente asustada. Ser
valiente no significa no tener miedo, sabes. Significa ir de todas formas porque
sabes que es lo correcto por hacer.

—No hay nada que pueda hacer —dije miserablemente.

—¿Cómo lo sabrás hasta que lo intentes? —Se detuvo frente a mí y asintió con la
cabeza hacia la pared—. Eres la única qué tiene el trato con Cronos, no ellos. Si
algo pasara, podrías ser su única esperanza. Ve a ayudarlos. Demuéstrate a ti
misma que mereces esto. Muéstrate por qué Henry cree en ti.

—¿Qué si logro que me maten? —Pateé una pequeña piedra, y se deslizó hasta
que chocó contra una pared de roca—. ¿Qué si consigo que los maten a todos?

—¿Qué si eres la razón de que ellos sobrevivan?

Yo podía ver por qué Henry la había elegido como reina potencial. Era inteligente,
el tipo de inteligencia que yo no estaba segura de tener no importa cuántos años
viviera, y su optimismo era infeccioso.

Y ¿si tenía razón? ¿Qué si James y Ava —y tanto como ella no me gustaba,
Perséfone—, estaban en problemas, y me necesitaban? Si caminaba a través de la
pared, había una buena oportunidad de que mi vida no estaría en mi control, ¿pero
lo había estado alguna vez?

Había estado deslizando sin ninguna expectativa o ambición por tanto tiempo que
olvidé lo que era estar a cargo de mi propia vida. Di tanto de mí misma ayudando
a mi madre a luchar para mantenerse con vida que me había perdido a mí misma
en el proceso. Había hecho lo que ella y Henry y todo el mundo había dicho desde
el principio. Incluso las elecciones que había tomado —como elegir no unirme a
Henry en el Edén cuando me había preguntado—, había terminado en un desastre
que me forzó en una dirección y no había querido ir. No importaba, no realmente.

141
Amaba a Henry, y el consejo se estaba convirtiendo en la familia que nunca había
tenido. Y mientras sobreviviera a la ira de Calliope, la inmortalidad era una ventaja
agradable, por lo menos hasta que todos los demás murieran y Henry y yo
fuéramos los únicos que quedáramos. Pero yo trataba de no pensar tan hacia allá.

Sin embargo, había hecho todo lo que tenía que hacer. Porque alguien me había
hecho hacerlo o me había manipulado para que lo hiciera. Mi madre había pasado
toda mi vida capacitándome para ser el tipo de persona que podía pasar las
pruebas del consejo; las dos amigas que había hecho en Edén sólo se habían
aprovechado de mí porque necesitaban guiarme hacia Henry. El consejo había
gobernado mi vida entera de una u otra forma. Sus expectativas me hicieron una
carga para Henry. Mi matrimonio fue gracias a ellos. Incluso mi nacimiento había
sido su decisión.

James tenía razón: nada en mi vida había sido realmente mi elección. Pero esto era
todo, y yo iba a hacer lo correcto.

—Está bien —dije—. Iré. Si Calliope me mata, te culparé.

Ingrid resplandecía.

—Eso significa que tienes que darme crédito cuando salves sus vidas.

—¿Cómo puedes estar tan condenadamente segura que podré salir de allí cuando
ni siquiera me conoces?

Puso el conejito abajo y rápidamente me abrazó. No tuve tiempo de moverme,


pero no creo que lo hubiese tenido de todos modos. Sus delgados brazos eran
cálidos a mi alrededor, y yo necesitaba un abrazo.

—Henry cree en ti. Eso es suficiente para mí.

—Gracias —dije con torpeza—. Lo intentaré.

Una vez que me soltó, pasé mi mano sobre la piedra, intentando encontrar la
grieta. Al hundir mis dedos en la roca, Ingrid dijo en voz baja:

—¿Kate?

—¿Sí? —dije, suavemente deslizando mi mano completa dentro. Esto funcionó.


Realmente funcionó. Mi corazón latió con fuerza y mis dedos se curvaron alrededor
de la fría piedra mientras el prado a mi alrededor empezó a girar. Todo lo que
tenía que hacer era recorrerla y luego….

142
Y luego, no regresaría o no podría, pero al menos no tendría que vivir sabiendo
que no lo había intentado.

—¿Podrías venir a verme alguna vez? —dijo—. Cuando no estés ocupada, quiero
decir. Calliope era la única compañía que tuve, además de Henry, y él no viene muy
a menudo, tampoco.

Incluso si ella no hubiera preguntado, habría venido.

—Por supuesto. ¿No tienes familia?

Negó con la cabeza, y por una fracción de segundo arrugó su rostro.

—Henry era mi familia. Lo conocí por mucho tiempo antes… —Aclaró su garganta
y se enderezó, y esta vez su sonrisa fue forzada—. De todos modos. Ahora tienes
que vivir, de lo contrario moriré de aburrimiento aquí abajo, y no quieres eso en tu
conciencia, ¿verdad?

Me reí débilmente.

—Gracias por todo. Nos veremos pronto.

Y sin pensarlo un segundo, sin que la voz en el fondo de mi mente tomara la


oportunidad de hacerme cambiar de opinión o dijera que James y Ava sabían lo
que era mejor para mí que lo que hice, caminé a través de la pared, y mi mundo se
volvió negro.

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Capítulo 12
Encadenada

Traducido por Merlie, Xhessii y Caami

Corregido por Julieta_Arg

E
sta vez cuando abrí los ojos y vi la caverna de Cronos, no fue una visión.

Me congelé al ver la escena delante de mí. Medio había esperado ver el


baño de sangre que Calliope había prometido, excepto que en lugar de mí
siendo la víctima, habría cargado su ira en contra de Perséfone.

Pero Perséfone estaba parada en el centro de la caverna, completamente bien. Sus


ojos estaban entrecerrados y sus manos en sus caderas mientras se encontraba
cara a cara con Calliope y ninguna decía una palabra. ¿Por qué no estaban en
pedacitos, o al menos sangrando y golpeada? ¿Y dónde estaban James y Ava?

Los miembros más viejos del consejo seguían encadenados en la boca de la cueva,
y por lo que pude ver, todos estaban inconscientes. Sólo contaba con cinco, sin
embargo, y no pude ver ninguna señal del rubio cabello de Ava.

Entonces vi a Cronos. La niebla se arremolinaba alrededor de los barrotes de su


jaula, y en vez de ir tras Perséfone, se movió hacia arriba, hacia el techo alto,
formando una piscina en la parte superior. Sólo unos metros más abajo, colgando
de sus brazos de tentáculos de niebla, estaban James y Ava.

Cualquier pregunta de si hice o no lo correcto había desaparecido. A lo sumo,


Calliope los tenía a todos como rehenes. Y en el peor de los casos, estarían
muertos tan pronto se encargara de Perséfone. Entrecerré los ojos, en busca de
señales de vida de alguno de los dos cuerpos que colgaban del techo. Nada.

—No tengo todo el día. —La voz de Calliope cortó a través del silencio, y un
escalofrío me recorrió la espina. Su tono inocente, femenino, había desaparecido,
reemplazado por la voz omnipotente de una deidad, el mismo que Henry utilizaba

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cuando estaba molesto. Estaba llena de poder y exigía respeto, y aunque estaba
escondida, el deseo de obedecer me recorrió el cuerpo.

—No sé lo que quieres de mí —dijo Perséfone exasperada. ¿Qué estaba


haciendo?—. Ya te he dicho que no te revelaré nada a menos que los dejes ir. No
puedes retenerme aquí, y estaré muy contenta de regresar a mi pequeño pedazo
de paraíso y olvidarme que todo esto pasó.

Calliope maldijo, y una sacudida de energía pura sacudió la caverna, abriendo un


trozo de roca de la pared detrás de Perséfone.

En vez de hacer algo sensato como caer muerta o gritando de agonía, Perséfone se
rió.

—¿Eso es realmente todo lo que tienes? Tengo toda la eternidad para jugar estos
juegos, pero si lo único que vas a hacer es repetir lo mismo, va a resultar tedioso
rápidamente.

—Haré que Cronos los mate uno a uno hasta que me digas —dijo Calliope,
alzando la voz hasta casi romperla—. Voy a hacerlo muy lentamente, y me
aseguraré de que sepan que tú eres la única responsable.

—Si le haces daño a uno de ellos, el trato se acaba, y te quedarás encerrada


cuidando a un montón de cuerpos flácidos e inertes para siempre —dijo
Perséfone—. Estoy segura de que Cronos no apreciará mucho ese gesto que
digamos.

La niebla la atacó, pero fue directamente a través de su torso, y Perséfone no se


inmutó siquiera. Por alguna razón, no podían hacerle daño, y debía de haberlo
sabido. Por eso había ido ahí. Este había sido su plan desde el principio. A menos
que sólo hubiese sido pura suerte.

—¿Crees que soy estúpida? —dijo Calliope, sus palabras goteaban desprecio—. Sé
exactamente lo que va a pasar en el momento que quité sus cadenas, y no
terminará bien para mí.

—No terminara bien para ti pase lo que pase —dijo Perséfone—. Has conseguido
atraparte a ti misma en una situación imposible, y la única persona a la que tienes
que culpar es a ti misma.

Calliope gruñó, y sacudió las paredes que nos rodeaban. Preocupada porque toda
la cueva se iba a derrumbar sobre nosotros, di un paso atrás hacia el hueco de la

145
pared. Ser enterrada viva —como una inmortal, no menos— no estaba en mi lista
de cosas por hacer.

Por fin el temblor se detuvo, y Calliope dijo con una voz tan suave que tuve que
esforzarme para oírla:

—Tráeme a Kate, y te dejaré ir.

—Déjalos ir, y lo haré —respondió Perséfone—. Perdóname si no confío en ti, pero


no has sido muy fiable estas últimas veces.

Calliope frunció el ceño.

—No lo haré, no sin Kate, y si no la vas a traer a mí, entonces no hay razón para
continuar. Ella vendrá tarde o temprano, y hasta que eso ocurra, la voy a esperar.

Maldita sea. Por supuesto que la única elección que había hecho por mi cuenta era
lo único que podía arruinar el plan de Perséfone. Me acerqué hacia la salida. Si
pudiera encontrarla antes de que Calliope me viera, entonces esperaría hasta que
Perséfone se uniera a mí. Ingrid me escondería si le explicaba lo que pasaba, y
entonces las tres planearíamos alguna estrategia. Si Perséfone se adentrara en la
caverna con Ingrid, tal vez Calliope tampoco fuera capaz de hacerles daño. Ellas
podían distraerla mientras yo liberaba a los otros, y…

Un silbido de energía hizo que se me pusieran los pelos de punta, y explotó la roca
en la que había permanecido escondida detrás. Instintivamente me cubrí la cabeza
y me agaché cuando la roca destrozada voló por el aire, pero las piezas pasaron de
mí, dejando mi cuerpo sano y salvo.

Un silencio sepulcral llenó la caverna.

Todo dentro de mí gritó corre. Clavé las uñas en la roca, y si hubiera seguido
siendo mortal, hubiera raspado las yemas de mis dedos hasta el hueso. Pero no
podía encontrar la salida.

La risa malvada de Calliope retumbó en la caverna, y dejé de luchar. Era inútil. Me


había visto, y no había forma de escapar ahora.

—Parece que eso no duro por mucho —dijo con voz cantarina—. Realmente no
puedes hacer nada bien, ¿verdad, Kate? Ni siquiera puedes venir corriendo a salvar
a tu precioso Henry de la manera que querías.

Apreté la mandíbula y no dije una palabra. Eso era exactamente lo que quería
Calliope: hacerme enojar. Y no le daría esa satisfacción.

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—Hera… —dijo Perséfone, pero Calliope levantó una mano para hacerla callar.
Perséfone me miró. Y no la culpé.

—Esto ciertamente cambia las cosas, ¿no? —dijo Calliope alegremente. Me hizo
señas para que me acercara. Cuando no me moví, hizo un gesto y una fuerza
irresistible me empujó hacia ella. Ninguna cantidad de fuerza clavando los talones
en el suelo habría hecho alguna diferencia.

Ya estaba sólo a unos pocos metros de ella cuando se levantó una oleada de
poder, y perdí el equilibrio, me desplomé en el suelo. Su pie conectó con mi
estómago, y todo el aire dejó mis pulmones.

—Eso es por ser una idiota —dijo—. Eres patética, y lo sabes. Ni siquiera eres una
digna oponente. Es como recoger las alas a una mosca y verlo retorcerse.

—No lo sabría —jadeé—. No soy una perra sádica como tú.

Me pateó de nuevo, y esta vez su pie me dio en la barbilla. Me ardió, y mi cabeza


se golpeó de nuevo; y si hubiera sido mortal, estaba segura de que me hubiera
roto el cuello. Pero ella no podía ganar tan fácilmente ya.

—Ya basta —dijo Perséfone—. Todo lo que hizo fue pasar esa estúpida prueba. Sé
que te encanta Hades, pero hay hombres mucho mejores que él. Confía en mí.

—¿Confiar en ti? —Calliope se volvió hacia Perséfone—. ¿Por qué crees que
confiaría en ti? Tú lo destruiste. Tomaste su amor y lo rechazaste en su cara, como
Walter lo hizo conmigo. No puedes entender lo que se siente, tu… atroz…

—No —le dije, luchando por ponerme de pie—. Ella quería ser feliz. No hay crimen
contra eso.

—Ahí es cuando hay que eliminar a alguien más en el proceso —dijo Calliope con
un gruñido—. Además, no se trata de eso, ya no. Henry hizo su elección cuando
respaldó tu castigo. ¿De verdad crees que lo habría secuestrado si pensara que
todavía había una oportunidad?

—¿Así que vas a matarlo porque decidí que tenías que enfrentar las consecuencias
de lo que hiciste? —le dije—. ¿Hablas en serio?

Calliope agarró un puñado de mi pelo y tiró la cabeza hacia atrás.

—Hablo en serio cuando digo que no vas a salir viva de aquí. Si Perséfone no me
dice cómo abrir la puerta, haré que Henry me lo diga en su lugar.

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Al otro lado de la caverna, en la boca de la cueva donde los demás yacían
inconscientes, el cuerpo de Henry tiró hacia arriba. Sus cadenas traqueteaban y se
separaban de los demás, arrastrándolo por el suelo mientras flotaba hacia
nosotros. Un nudo se formó en mi garganta al ver su cuerpo ensangrentado,
incluso peor de lo que había estado en mi última visión, pero estaba vivo. Mientras
que Calliope no descubriera cómo abrir la puerta, no mataría a ninguno de
nosotros. No podría. Henry no la abrirá si yo estaba muerta.

—Despierta —gruñó ella, y Henry abrió los ojos.

El corazón me dio un vuelco, y durante un buen rato, nos miramos el uno al otro.
Sus ojos eran del mismo tono extraño como el de la luz de la luna, pero la chispa
se había ido. Busqué alguna señal de que él estaba allí, cualquier indicio de que
podía luchar, pero era como si ni siquiera me viera. Se había dado por vencido.

—¿Henry? —susurré, y parpadeó—. Henry, por favor, mírame.

Él ya me estaba mirando, pero no me veía, y yo no sabía cómo pedir eso. Él no


estaba ahí. Cualquier cosa que Calliope y Cronos le hubieran hecho, se había
retraído tanto en sí mismo, el resto del mundo no existía.

Calliope agarró uno de los eslabones sueltos de las cadenas infundidas de neblina
y lo golpeó a través de la cara. Jadeé y luché contra ella, pero me agarraba con
fuerza sobrenatural. Un patrón rojo brillante brotó en la mejilla de Henry, y al final
sacudió su cabeza y volvió en sí. Tocó su rostro e hizo una mueca, y exhalé.
Después de todo, él estaba allí.

Sin embargo, en lugar de mirarme, su mirada se enfocó en algo detrás de mí, y su


mandíbula cayó.

—¿Perséfone?

Hubiera preferido que Cronos me abriera que experimentar el dolor que me


apretaba el estómago que vino al escuchar primero su nombre en lugar del mío.

—Mira quién decidió reunirse con nosotros —dijo Calliope, jalándome el cabello.
Henry alejó su mirada de Perséfone para enfocarse en mí, y la mirada en su rostro
hizo que mi estómago se enrollara—. Parece que alguien no tiene un cerebro en su
cabeza, pero no es una sorpresa, ¿o sí? De seguro sabes cómo elegirlas. No tuve
que hacer nada. Ambas llegaron aquí por sí mismas, prácticamente son un regalo
envuelto para mí.

La expresión de Henry se endureció.

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—¿Qué es lo que quieres?

—¿Realmente necesitamos hacer esto de nuevo? —dijo Calliope—. Dime cómo


abrir el portal y los dejaré ir.

—Henry, no —dije—. Es una…

Calliope me abofeteó sobre la boca. Sin pensar, lamí su mano, exactamente como
lo había hecho con James. La habría mordido si pudiera, pero la saliva era
suficiente. Hizo un sonido de asco y alejó su mano, dándome tiempo para
terminar.

—Es una trampa —dije—. No puede lastimar a Perséfone, y me va a matar de


todas maneras.

Calliope secó su mano en mi falda, y su agarre en mi cabello se apretó.

—¿Importa? Ambas sabemos que Henry no tiene más opción que arriesgarse.

Luché contra ella, pero no podía. Calliope jalaría cada hebra de mi cabello antes
que dejarme ir.

—Por favor —dije—. Henry, no puedes, no vale la pena…

—Está bien, Calliope —dijo él calmadamente—. Te diré como abrirla con la


condición de que primero dejes ir a Kate.

Calliope resopló.

—En absoluto.

—Tienes que ofrecerme algo seguro —dijo Henry—. ¿Qué será?

Ella me capturó manteniendo el control, su brazo apretaba mi tráquea.

—Tú dime. ¿El portal o tu preciosa pequeña esposa?

El músculo en la mandíbula de Henry brincaba, lo que me decía que estaba a


punto de implosionar.

—Entonces, Perséfone —dijo—. Deja a Perséfone irse, y te diré lo que tienes que
saber.

—Hecho. —Calliope soltó a Perséfone, pero Perséfone no se movió.

—Eres un idiota —le dijo a Henry—. Ellos no pueden herirme, y no me voy.

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—No me importa —dijo Calliope—. He sostenido mi trato. Perséfone es libre de
irse, y no es mi culpa que no quiera hacerlo, así que tienes que decirme cómo abrir
el portal. Lo justo es lo justo.

Henry estaba en silencio, y abrí mi boca para protestar, pero no salió sonido de
ella. ¿Calliope pensaba que esto era justo? Liberar a Titán para destruir al mundo
por venganza, matando a todos los que se metieron en su camino: ¿qué parte de
todo esto era justo? Mi visión empezó a nublarse, y me caí a sus pies, pero apenas
se movió. Daría todo por poner mis manos en las cadenas infundidas de neblina de
Henry.

—Atragantándose, atragantándose —dijo Calliope, apretando su agarre—. Kate


está sofocándose.

—Ella despertará en el momento que la dejes ir —dijo fríamente Henry, y nada de


lo que Calliope dijera pudiera posiblemente igualar al agujero que sus palabras
habían dejado en mi interior.

La habitación empezó a girar y puntos brillantes aparecieron en mi visión, aunque


no estaba segura si era por lo que Henry había dicho o por la falta de oxígeno en
mi cuerpo. De cualquier manera, usando la poquita fuerza que me quedaba, arañé
el brazo de Calliope y traté una y otra vez de sacudírmela. Nada funcionó.

—Perséfone, vete —ordenó él.

Ella se burló.

—No voy a ningún lado.

El poder empezó a brotar alrededor de él, cada poco era tan oscuro y peligroso
como Calliope.

—Harás lo que te digo y te irás inmediatamente. Soy tu rey, y me obedecerás.

Perséfone se enfurruñó y giró sobre sus talones.

—Bien —dijo mientras salía por el otro lado de la caverna, donde la abertura en la
pared la esperaba—. A ver si te vuelvo a ayudar otra vez.

La tensión en el aire parecía romperse, y una vez que ella se fue, Henry exhaló y se
reenfocó en Calliope.

—Para abrir el portal, una regla del Inframundo es estar gustosamente dispuesto a
sacrificar sangre contra cada una de las barras.

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Habló monótonamente, como si ya no le importara, y no estaba segura que lo
hiciera. Calliope soltó un poco su agarre alrededor de mi cuello, y caí a mis rodillas.
Mis pulmones se sentían como si estuvieran quemándose, y aspiré el aire frío y
precioso mientras mi cuerpo recobraba su fuerza.

—Interesante —dijo Calliope, mientras agarraba el cabo de la cadena de Henry y lo


enrollaba alrededor de mi cuello. Quemaban en un blanco-caliente contra mi piel,
pero al menos no las apretó—. Parece que después de todo tienes un nivel de
inteligencia. ¿Debo preguntar?

Por una fracción de segundo, pensé que vi un rastro de una sonrisa en el rostro de
Henry. Cuando parpadeé, se había ido.

—¿Me estás pidiendo que liberé al ser más poderoso del universo, quien
indudablemente hará estragos en el mundo antes de borrar a la humanidad y nos
mate a todos?

—Sí —dijo Calliope, aparentemente imperturbable a pesar del futuro que Henry
pintaba—. A cambio de la vida de Kate.

—A cambio de la vida de una chica que conocí hace un año y a la que sólo he visto
unos cuantos minutos los pasados seis meses.

Algo dentro de mí se rompió y me forcé a ponerme de pie. Él tenía razón. Yo no


valía la pena. Lo sabía antes de que lo dijera, pero de alguna manera oír esas
palabras salir de su boca lo hacía real. Incluso si me amaba, yo era una persona. Era
una vida. Hubiera sido egoísta para él abrir la puerta para salvarme sin importar
cómo se sintiera.

Calliope suspiró.

—Quizás tengas engañados a los demás, pero te conozco mejor que tú mismo.
Engañarme no funcionará.

—¿Qué tan segura estás de que estoy engañándote? —dijo Henry. Calliope no dijo
nada—. Muy bien. Desde que Kate insiste en que de todas maneras la matarás, y
desde que es claro que no tienes intención de dejarla ir, ¿por qué no te dejó con tu
generosidad y en cambio te ofrezco otro trato? Abriré el portal para ti, después de
que liberes a los otros. —Miró hacia el cielo, donde James y Ava colgaban—. Todos
los otros.

Los ojos de Calliope se estrecharon, y tamborileó sus dedos contra su muslo.

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—¿No pelearás por Kate? —dijo, y Henry asintió—. ¿Cómo sé que no es una
trampa?

—¿Cómo podría serlo? —dijo él—. Cronos está aquí, y Kate no tiene importancia
para el consejo. Si vive o muere, tú tendrás la mano más arriba. Tú de entre toda la
gente sabes que nosotros no podemos ganarle si no te tenemos. Sólo pido que mi
familia sea retornada, para que podamos prepararnos a entregarnos con dignidad.

No podía respirar, y esta vez no tenía nada que hacer con las cadenas que Calliope
había enrollado en mi cuello. Henry tenía razón. Si estuviera o no engañando,
había agonía en su voz que me sacudió como si fuera también mi dolor. Sabía que
era una causa perdida. Calliope me quería, y él quería a sus hermanos de regreso.
Era un trato justo, y todo lo que perdería era a una chica que apenas conocía.

Realmente iba a morir. Las horas incontables que había gastado preparándome
para esta posibilidad durante nuestro viaje al Inframundo no hacía nada más que
amortiguar la realización que me torcía el estómago: que no iba a existir por más
tiempo. No tenía idea de lo que le pasaba a los dioses después de que
desaparecían, pero considerando que Perséfone se había convertido en mortal
para encontrarse con Adonis en el Inframundo, asumía que no hay alguna clase de
vida después de esta. No estaba lista para eso. No todavía. No así.

—Henry, por favor —dije con una voz atragantada. Pasé mis dedos por los de él, y
a pesar de su rostro de piedra, su manzana de Adán, se meció.

No miró hacia mí. Había venido aquí sabiendo que esto era una posibilidad, que
Calliope me destrozaría y nunca volvería a casa de nuevo, pero nunca esperé que
Henry le diera su bendición. Antes de esto, me las había arreglado para aferrarme a
la esperanza de que en algún lugar dentro de él, me amaba, pero eso había
desaparecido ahora. Con cada gota de fuerza interior necesitaba dejar a Calliope
robar el resto de mi vida de nuevo.

—Qué conmovedor —dijo Calliope—. Muy bien, Henry. Tienes un trato.

Ella agitó su mano, y James y Ava empezaron a descender. Oí un gemido


proveniente de la boca de la cueva, pero antes de que pudiera ver quién era, mi
cuerpo se movió involuntariamente hacia la entrada y la niebla se arremolinó
amenazante a su alrededor. Henry se movió también, arrastrando los pies por el
suelo.

—Por favor, no —jadeé cuando todo en mi interior se agotó, dejándome sin nada
más que el abrumador instinto para sobrevivir. Agarré las cadenas alrededor de mi

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cuello, pero quemaron mis manos, y no sirvió de nada. Podría morir a manos de
Calliope o si Henry liberaba a Cronos y él me destrozaba por ella, yo no tenía
ninguna posibilidad si Henry no iba a pelear. Y él estaba abriendo la puerta, no
podía. No podía.

—En el momento en que la abras, los otros estarán lo suficientemente despiertos


como para salir —dijo Calliope—. A menos que quieras que cambie de opinión y
los ponga a dormir de nuevo, empezaría de una vez si fuera tú.

Con su boca en una línea delgada, Henry tomó un trozo de piedra cercana
infundida por niebla. Al principio no me di cuenta de lo que estaba haciendo, pero
cuando presionó una esquina aguda contra su palma y la arrastró, cubrí mi boca,
horrorizada.

Sangre escarlata se agrupó en su mano y la presionó contra la primera barra de la


puerta, murmurando algo que no podía oír.

—Henry. —Yo era un desastre sollozante ahora, pero no me importaba. Él


conseguiría que todos murieran—. No hagas esto. Por favor. Haré lo que sea.

Ni siquiera se estremeció. Mientras Henry apartaba la mano, la barra hizo un


chirrido, y la piedra se dividió justo en el medio de la marca de sangre. Calliope se
cernía, con una sonrisa vertiginosa, y mientras su entusiasmo crecía, su agarré de la
cadena alrededor de mi cuello se perdía. La esperanza salvaje me llenó cuando
deslicé mis dedos entre mi cuello y las cadenas. Nada de lo que dijera podía frenar
a Henry, pero si pudiera escapar…

—¡Siguiente! —exclamó Calliope.

Henry cerró los ojos y apretó la mano contra la segunda barra. Mientras también se
caía, yo trabajaba frenéticamente en soltarme de la cadena mientras Calliope
estaba demasiado preocupada como para darse cuenta. Todo su cuerpo parecía
temblar de emoción, y la niebla se derramaba por la parte abierta de la puerta, casi
ocultando a Henry. Todavía podía ver la silueta de Calliope, pero a duras penas. A
diferencia de la niebla en las cadenas, esta no picaba; como el desierto, se sentía
como pluma contra mi piel.

Finalmente, mi cabeza se deslizó fuera del nudo, y yo era libre. Todo lo que tenía
que hacer era encontrar la salida. Si Henry continuaba haciendo esto lentamente,
tendría tiempo de ayudar a dejar libre a los otros, y quizás podrían darle algo de
sentido.

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Pero mis pies estaban pegados al suelo. No por alguna fuerza exterior, sino porque
no podía dejar a Henry. Si se detenía, Cronos lo destruiría. Destruiría a todos. Y no
podía mantenerme en el margen y dejar que eso sucediera.

Era la decisión más difícil que jamás había hecho, pero me quedé.

Había diez barras en total. Con cada una que Henry abría, Calliope perdía más la
compostura hasta que dejó caer la cadena completamente. Saltando arriba y abajo,
aplaudió y emitió un chillido agudo. Mis entrañas se torcieron. Esto era todo.

El tiempo pareció detenerse, la niebla amortiguaba todo. Y en ese momento,


cuando el mundo se quedó en silencio, el sonido de los susurros serpenteó hacia
mí desde la dirección de la cueva. Mi corazón latía con fuerza. Los otros estaban
despiertos.

Mientras la séptima grieta resonaba en la caverna, Calliope se echó a reír


alegremente, y en la niebla, alguien agarró mi muñeca. Luché por romper su
agarre, pero el frío metal de un anillo de bodas rozó mi piel, y me calmó. Henry.
¿Qué trataba de hacer? ¿Había cambiado de opinión? Sólo le quedaban tres barras
por abrir, y sería cuestión de segundos antes de que Calliope se diera cuenta de
que él ya no estaba haciendo lo que ella quería. Cronos nos rodeaba, y todo lo que
eso tomaría era… bueno, no estaba segura de cuánto, pero mataría hasta el último
de nosotros si Henry no cumplía.

Y luego, presionó una cadena dolorosamente caliente en mi mano.

La silueta de Calliope dejó de moverse.

—Sigue adelante —exigió—. Puedo contar tan bien como tú.

—¿Y si no lo hago? —dijo Henry, un borde en su voz que no estaba allí antes.

—Mira a tu alrededor —dijo Calliope—. Usa ese cerebro tuyo, Henry. ¿Qué crees
que pasará? Cronos te aplastará. Lentamente molerá tus huesos en polvo y pintará
las paredes con tu sangre. Hará lo mismo con tu esposa, sus hermanas y sus
hermanos, y una vez que termine, hará lo mismo con aquellos que tuvieron la
sensatez de no venir. Pensándolo bien, sería mucho más entretenido si te
mantenemos vivo para que veas toda la cosa, ¿no es así? Estaba pensando en que
Walter podría ver, y estoy segura de que le gustaría la compañía.

—Ellos son tu familia también —le dije, la cadena quemando mis manos, pero me
negaba a dejarla ir. Si yo no podía verla, ella no podía verme. No podía ver lo que

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Henry había hecho. Sin embargo, Cronos estaba en todas partes, y si prestaba
atención…

—No, no lo son —espetó ella—. Ya no. El consejo ha gobernado durante mucho


tiempo, y ellos hicieron una broma de sí mismos y de todo lo que representan. Me
tiraron a un lado como si fuera nada. ¿Tienes alguna idea de lo que siente? Por
supuesto que no, Kate. Ganaste. Tienes todo lo que quieres.

No todo. No tenía a Henry, y no estaba segura de alguna vez tenerlo. Pero me


mordí la lengua. Lo último que ella necesitaba era una razón para volarme en
pedazos.

Su silueta apareció a la vista mientras Calliope se volvió hacia Henry.

—Tú y Walter sufrirán el dolor que me hicieron pasar todos estos eones, y prometo
disfrutar cada momento de ello.

No podía ver lo que le hizo, pero Henry gritó, un sonido horrible y retorcido que
me tragó entera hasta que todo dejó de existir, excepto mi ardiente necesidad de
detenerlo. Me acerqué a ella sin pensarlo. La cadena era fuego en mis manos, y la
balanceé tan fuerte como pude. Un chasquido nauseabundo llenó la caverna
mientras conectaba con la parte posterior de la cabeza de Calliope, y los enlaces se
envolvieron alrededor de su cuello, quemando su bonita cara.

Esperaba que gritara o chillara o se defendiera de alguna manera, y no iba a


soltarla tan fácilmente. La balanceé hacia ella una y otra vez, loca por la necesidad
de asegurarme de que no tuviera otra oportunidad de hacer daño a Henry o a
cualquier otra persona que yo amara, pero por fin alguien me agarró del brazo.

—Suficiente —dijo Henry—. Mira.

Mi corazón latía con fuerza mientras me inclinaba hacia delante, entornando los
ojos a través de la niebla. Me aferré de la cadena, preparándome para golpearla de
nuevo si saltaba hacia mí. En cambio mi pie golpeó algo cálido y sólido.

Calliope.

Henry envolvió su brazo alrededor de mí y agarró el tobillo de Calliope. Me quedé


mirando su cuerpo inerte, desgarrada entre el horror y la satisfacción mientras la
sangre goteaba de la herida en su mejilla.

—Vete —gritó él, su voz en auge a pesar de sus heridas. Un silbido resonó en la
caverna, y el aire se hizo tan caliente que sentí como si me estuvieran hirviendo

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viva. Cuchillos diminutos me pincharon, excavando por debajo de mi piel y
volviéndose lava fundida.

Grité, incapaz de soportar el dolor monstruoso corriendo a través de mi cuerpo.


Mis rodillas cedieron, pero Henry estaba allí para agarrarme, y sus cadenas
repiquetearon en el suelo. No dijo nada mientras me atraía hacia él y hundía mi
cara en su pecho. Lo siguiente que supe, era que las puñaladas se habían ido, y el
aire frío me envolvía.

—Está bien —dijo Henry en el tono tranquilizador que tanto quería oír tan
desesperadamente desde que puse un pie en el Inframundo. A pesar de que debía
haber estado herido también, pasó sus dedos a través de mi pelo de manera
reconfortante—. Ahora estás a salvo.

La agonía de la niebla filtrándose en mi cuerpo no me había dejado, pero mientras


estaba allí temblando, no se hizo peor. Abrí un ojo, y cuando vi la pared roja, mi
estómago dio un vuelco. ¿A quién había matado Cronos? ¿James? ¿Ava? ¿O había
matado a Calliope por fallarle?

A medida que enfocaba mi visión, me di cuenta que ya no estábamos en la


caverna. Estábamos en la puerta de entrada del palacio, el de los espejos y paredes
rojas y Calliope yacía sobre la alfombra, la sangre manaba de la herida en la parte
posterior de su cabeza.

Estábamos en casa.

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Capítulo 13
Sombra

Traducido por Bobo Toffee y Maru Belikov

Corregido por Julieta_Arg

M
ientras los segundos pasaban como horas, los demás aparecieron a
nuestro alrededor. Ava fue la primera, con Sofía. Sus muñecas estaban en
carne viva. James apareció después con Phillip, quien sostenía un paño
mojado en sangre sobre su ojo. Y finalmente, Walter y mi madre aparecieron. Ella
estaba aferrándose a la mano de Perséfone.

El momento en que vi a mi madre, pálida y agitada pero en una sola pieza, quise
correr como un rayo a su lado. Pero una fuerza invisible me detuvo, y no logré
moverme, no mientras se sostenía en Perséfone.

Mi mamá me atrapó mirándola, el agarre en Perséfone fue mayor, y para mi


asombro, dejó caer su mano y se movió hacia mí en su lugar.

Ese fue todo el ánimo que necesité. Me apuré en su dirección y la abracé, hundí mi
nariz en su cabello. Aun después de todo ese tiempo en la cueva, seguía oliendo a
manzanas y fresia. Un débil olor a humo salía de ella también, pero estaba bien.

—¿Dónde está? —preguntó Walter, haciéndose paso a empujones entre el grupo


de aturdidos miembros del consejo. Dylan, Irene y los demás que se habían
quedado atrás, no estaban, pero probablemente estarían trabajando en la
superficie. Eso esperaba.

—Aquí. —Henry se hizo a un lado y señaló a Calliope. Walter se inclinó junto a ella,
su esposa, me recordé. Me quedé con los ojos abiertos de par en par ante la vista
de ellos dos juntos, él tan viejo y ella no tanto, y él apartando un mechón de
cabello de los ojos de ella.

157
—Oh, querida —susurró, pero ese preciso y tierno momento, desapareció tan
rápido como vino. Su expresión se endureció, y la cargó entre sus brazos sin tanta
importancia como lo hubiese hecho con un montón de trapos—. Henry, ¿tienes
algún lugar donde ponerla?

Henry le señaló a Walter que lo acompañara. Quería seguirlo, pero mi madre se


aferró a mí y no quería dejarla ir.

—¿Estás bien? —preguntó, alejándose lo suficiente de mí para mirarme de pies a


cabeza.

—Estoy bien —dije, aunque eso era una mentira. Me dolía todo, y mi sangre estaba
prácticamente hirviendo, pero no tenía sentido quejarme cuando otros debían
sentirse igual—. ¿Estás bien? ¿Te hicieron daño?

Negué con la cabeza.

—Estoy bien. Fue bastante valiente lo que hiciste, ir a buscarnos.

Evadí su mirada mirando la mancha de sangre en la alfombra, donde Calliope


había estado momentos atrás.

—Fue estúpido. Lo siento. Nunca quise que nada de eso pasara, pero no pude… no
pude quedarme aquí y no hacer nada.

—Claro que no, corazón. —Suavemente limpió con su manga mi cara sucia y
presionó sus labios contra mi mejilla—. No serías tú si no hubieses hecho algo.

Por el rabillo del ojo, vi a Perséfone caminar hacia nosotras, y mi madre se


enderezó. Me rehusé a dejar ir su mano, y para mi alivio, su agarre en la mía
tampoco se deshizo.

—Kate es muy valiente —dijo Perséfone sin una pizca de resentimiento. Mi


hostilidad comenzó a derretirse, y cuando abrí mi boca para devolverle el
sentimiento, Perséfone agregó—: Un poco estúpida y poco cuidadosa, y
completamente ingenua, pero valiente.

Esa misma acidez hacia ella se solidificó dentro de mí de nuevo. Aunque quería
odiarla, no podía, no cuando había arriesgado todo para ayudar. ¿Realmente había
sabido que Calliope y Cronos no podían tocarla? Ahora que había terminado,
estaba segura de que no lo había sabido, no cuando ni siquiera Calliope lo hacía. Y
la manera en que había reaccionado en su casa cuando descubrió que Cronos nos

158
había estado siguiendo… no, no lo había sabido, pero lo había hecho de todas
formas.

—Nunca lo habríamos encontrado sin ti —dije de mala gana, y mi madre, nuestra


madre, se estiró para alcanzar su mano.

—Cuanto me alegro de que ustedes dos se estén llevando bien —dijo—. Nunca
quise que se conocieran bajo estas circunstancias, y lo lamento por no estar con
ustedes para eso.

En ese momento, no me importaba que no me hubiera dicho que Perséfone existía.


Mientras no podía olvidar completamente la parte regañona de mi cerebro que me
recordaba una y otra vez que era el remplazo de Perséfone, la segunda mejor, nada
más que una segunda parte, por ahora lo ignoraría y me obligaría a sonreír.
Después de la terrible experiencia por la que mi madre había pasado, no podía
negarle su pequeña felicidad.

—Perséfone.

La voz de Henry apenas fue más alta que la de un susurro, pero incluso entre el
zumbido del vestíbulo, cortó a través de mí. Estaba parado en el pasillo, con sus
brazos cubiertos de sangre y su ropa rota, pero como lo había hecho en la cueva,
vio a través de mí y se enfocó en Perséfone en su lugar. Fue como si ninguna de las
últimas semanas hubiesen pasado. Como si ninguno de los anteriores cientos de
años hubiesen pasado.

—Hola, Hades —dijo mi hermana—. Ha sido un tiempo.

Henry se deslizó entre la gente para reunirse con nosotros, y aunque puso su mano
sobre la parte baja de mi espalda, no me miró.

—¿Estás bien? —preguntó, y Perséfone puso los ojos en blanco.

—Por supuesto que lo estoy. No puedo morir dos veces.

Henry dudó, y el agarre de mi madre en mi mano se apretó. Sabía lo que él estaba


a punto de hacer antes de que lo hiciera, pero su advertencia no ayudó. Henry
presionó sus labios tiernamente en la mejilla de Perséfone, y mientras Perséfone le
devolvía el beso, una ola de nauseas cayó sobre mí.

—Ven —me dijo mi madre. Ni Henry ni Perséfone nos dieron una segunda mirada
mientras mi madre me guiaba por el vestíbulo y hacia el pasillo, y me rodeó con un

159
brazo los hombros—. Ha pasado un largo tiempo desde que se vieron el uno al
otro.

—Lo sé —dije, pero eso no hizo que doliera menos. Sólo poner un pie delante del
otro era tortura, pero me seguí moviendo hacia delante, necesitando poner tanta
distancia posible entre ellos y yo. Cuando llegamos al cuarto, dudé, pero mi madre
abrió la puerta de todos modos.

—Necesitas descansar —dijo, guiándome hacia la cama. Quería resistirme, pero se


veía tan frágil como se había visto cuando había estado peleando contra el cáncer,
y un intenso miedo de perderla corrió dentro de mí, dejándome sin ninguna
opción más que de olvidarlo.

—Tú también —insistí. Me senté en la orilla de la cama, pero eso fue todo lo que
estaba dispuesta a dar—. Siéntate.

No discutió. Juntas nos encogimos en la cama como lo habíamos hecho miles de


veces antes, cuando me había dado miedo o sentido sola cuando niña, o cuando
se enfermó y no podía soportar el pensamiento de dejarla sola toda una noche.
Había estado tan asustada de que cerraría los ojos y nunca despertaría; era difícil
reconciliarme con ese miedo con el conocimiento de que era inmortal y no se
desvanecería hasta que no tuviese ningún propósito en el mundo, o hasta que
Cronos la matara. Y yo pelearía antes que dejar que hiriese a quien sea que amase.

Nos quedamos ahí y el tiempo alrededor pareció detenerse. Conté cada


respiración que dio, y acarició mi espalda en círculos. Por un momento me las
arreglé para olvidar que estábamos en el Inframundo, y me imaginé que
estábamos en Nueva York, una madre y una hija sin nada más particular sobre
ellas. Estaría asistiendo a la Universidad de Nueva York actualmente, o tal vez
Columbia. Tal vez si mi madre no se hubiese enfermado, hubiese conocido a
alguien, Henry nunca hubiese roto mi corazón, y yo nunca hubiese tenido que
saber cómo era vivir a la sombra de mi hermana.

Habría podido ser feliz. Mi vida hubiese sido dócil y corta, pero sin complicaciones.
Y cuando muriera, habría venido aquí, un alma más para Henry mirar. Nada de esto
hubiese pasado nunca.

Por mucho que lo quería, sabía que sólo era una fantasía. Nunca hubiese existido
de no ser por Henry y Perséfone. Sin importar lo que pasara, sin importar qué
decisiones tomara, mi vida nunca hubiera sido simple. Incluso si nunca hubiese
sabido que los dioses realmente existían, mi madre no habría sobrevivido a su
cáncer, y yo estaría aún más sola de lo que estaba ahora.

160
Con Henry, mi vida era diferente. Mi vida tenía un propósito. Pero nunca nadie se
detuvo a considerar si era la vida que quería llevar. Nadie más que James.

Sin importar qué decisión tomara, no podía competir contra el desalmado amor
que Henry sentía hacia Perséfone, y ahora que la tenía de vuelta…

Ya no sabía cuál era la decisión correcta.

—¿Mamá? —susurré—. ¿Por qué decidiste tenerme si todo lo que iba a ser era el
remplazo de Perséfone?

Abrió sus ojos y por unos cuantos segundos no dijo nada. Tiempo suficiente pasó
para que temiera que no iba a responderme, pero finalmente besó mi frente.

—¿Realmente crees que todo lo que eres para mí es un remplazo para tu


hermana?

Asentí. No quería creerlo, pero después de todo lo que había pasado, después de
estar plagada de dudas por tanto tiempo, no podía evitarlo.

Mi madre suspiró.

—Si vamos a hablar, vamos a limpiarnos por lo menos un poco.

Se deslizó fuera de la cama y desapareció dentro de mi clóset, y no dijo nada.


Sabía que me amaba tanto como yo la amaba a ella ¿pero qué hubiera pasado si
no hubiese pasado la prueba? ¿Hubiese dejado ir mi mano, también?

Cuando volvió, tenía un cambio de ropas con ella, y dubitativamente salí de la


cama. Aunque Ava las limpiaba regularmente, los pantalones y suéter que vestía
estaban arruinados, y tan pronto como me los quité, mi madre los desvaneció.

—Ahora —dijo mientras me ponía el pijama que había escogido para mí—. Dime
qué te está molestando.

No sabía por dónde empezar. Todo había ido mal desde el día en que llegué al
Inframundo, y aunque los ánimos de Ava y mi madre querían asegurarme de que
Henry me amaba, no lo hacía, no realmente. No podía. Yo no era Perséfone.

Aunque era más que eso. Mucho más, y el único lugar para empezar era el
principio.

—Cada parte de mi vida fue planeada —dije con voz ronca—. Cuando nací, cómo
fui criada, lo que me enseñaste… Fue todo para pasar las pruebas, ¿verdad?

161
Asintió con la cabeza lentamente, como si no supiese qué tenía eso de malo.

—Claro que sí, corazón. Quería darte la mejor oportunidad de lograrlo que
pudieses tener, especialmente después de lo que le pasó a las demás.

Tiré del dobladillo de mi pijama.

—Sabías que alguien trataría de matarme, y me dejaste ir de todas formas.

—Yo… —Frunció el ceño. Finalmente pareció entenderlo—. Kate, cariño, nunca lo


hubiese permitido si no hubiese estado segura de que toda precaución posible
estaba siendo tomada. Antes de ti, sólo unos pocos de nosotros supervisaron las
pruebas. Contigo, todo eso cambió. Insistí y también lo hizo Henry. Quería
protegerte. Todos queríamos eso. Es por eso, que uno de nosotros siempre estaba
contigo, por eso era que todos te veíamos pasar las pruebas.

Mi madre no había estado en la Mansión Edén, pero había hablado con ella cada
noche en mis sueños. Pensé que era un regalo de Henry, una oportunidad para
dejarme decirle adiós, y tal vez en parte lo era. Pero me había presionado a
contarle todo, y lo hice… casi. Fueron las partes que no le conté las que me
mataron.

Se situó detrás de mí y peinó mi cabello con lentos toques, trabajando gentilmente


su camino a través del enredo.

—Desde el momento en que llegamos a Edén, estuviste protegida. James, Ava,


Sofía, incluso Dylan e Irene… esa era la razón de que estuvieran ahí. Parcialmente
para guiarte, pero principalmente para estar seguros de que nada te pasara. Vimos
otras once chicas morir por nosotros, y no pienses que éramos tan insensibles que
no nos importaba. A todos nos importaba, especialmente a Henry. Desde el
momento que el consejo dictaminó que podía tenerte…

—¿El consejo dictaminó que podía nacer?

—Sí —dijo, separando mí cabello en tres secciones antes de que comenzara a


trenzarlo—. Te he dicho esto antes, amor. Henry había decidido rendirse, y yo no
quería que lo hiciera, así que en lugar de salir y buscar otra chica…

—Decidiste hacer una. —Tragué fuerte, y lágrimas llenaron mis ojos—. Eso es lo
que todos me han dicho. No dijiste que la única razón de que yo existiera fue
porque todos ustedes se sentaron alrededor y lo debatieron. —Miré hacia el techo,
tratando en vano de contener la fuerte angustia que me llenaba—. Todo lo que se
supone que debía ser era la esposa de Henry, y tú lo sabías, sabías que siempre iba

162
a estar enamorado de Perséfone. Sabías que él nunca se sentiría de la misma
manera sobre mí, y lo hiciste de todos modos.

Ella envolvió sus brazos alrededor de mí desde atrás.

—Kate…

Miré a mis manos, rehusándome a abrazarla de vuelta. Podría negarlo o discutirlo


todo lo que quisiera, pero eso no cambiaría lo que había sucedido.

—Sí —dijo finalmente—. Esa fue la razón de tu nacimiento. Todos nosotros


venimos a este mundo por una razón, ya sea por amor o un propósito o incluso
por accidente. No fuiste un accidente, y te he amado desde el momento en que
supe que existirías. Incluso si no hubiese sido entonces, habrías nacido
eventualmente. Había querido otro hijo durante mucho tiempo, y lo postergaba.
Porque estaba avergonzada, me hice creer que no merecía otro. Pensé que no te
merecía.

—¿Por qué? —dije con dificultad—. ¿De qué estabas avergonzada? ¿Perséfone?

—Parcialmente —dijo mi madre—. Estaba avergonzada por lo poco que le


importaba el bienestar de Henry y cuán egoísta había sido. Nunca estuve
avergonzada de ella —agregó—. Es mi hija, justo como tú lo eres, y nada jamás
podrá hacerme amarlas menos.

Sorbí las lágrimas.

—Pero ella era miserable con él. No fue su culpa que él se enamorara de ella o que
ella se enamorara de alguien más. No puedes forzar a dos personas a estar juntas y
hacerlas vivir felices para siempre. No funciona de esa manera.

Se movió a la cama así estaba al lado de mí.

—¿Es así como te sientes? ¿Cómo que te forcé a estar con Henry?

Negué con la cabeza, luego asentí, luego volví a negar con la cabeza.

—No lo sé —murmuré—. Sin embargo no tuve la elección de conocerlo.

—Pero si tuviste la opción de si estar o no con él —dijo gentilmente—. Él espero


por ti, pero si no lo amas, si no quieres hacer esto, ninguno de nosotros te puede
forzar.

163
—Se siente como si lo hicieran —susurré con desánimo—. Sin esto, no soy nadie.
No tuve tiempo para, para descubrir quién era yo, y ahora no sé cómo hacer eso y
todavía ser quien quieres que sea.

Suspiró y me abrazó un poco más fuerte.

—La única persona que quiero que seas es tú misma. No eres el remplazo de
Perséfone. Eres mi hija, y estoy tan orgullosa de ti. Nada jamás cambiara eso. Eres
mi luz, y si hubiera pensado que no serías increíblemente feliz con Henry, nunca
habría permitido que esto pasara.

—No importa cuán feliz soy con él. Eso no cambia cómo se siente acerca de
Perséfone.

—No, no lo hace —admitió—. Pero lo hará. Henry ha estado atrapado por


muchísimo tiempo, y la historia que todos tenemos juntos, él no la superará
inmediatamente. Pero la cosa que tienes que entender que mucho antes de ahora,
él no tenía razones para intentar. Ahora te tiene a ti.

Sorbí lágrimas otra vez.

—¿Realmente crees que puedo llegar a su altura?

Acarició la cima de mi cabeza.

—Si te hubiera tenido hace tantos años atrás, cuando Henry todavía no se había
casado, tú hubieras sido la que le hubiese ofrecido a él, no Perséfone.

Le di una mirada perpleja y ella se río.

—Oh, cariño. La idea de una mujer escogiendo con quien se casa es nueva. Cuando
piensas en ello, Perséfone tuvo miles de años con él, ¿pero sabes qué? Ahora
tienen hasta siempre, si eso es lo que quieres. —Se detuvo—. ¿Lo es?

—Quiero que lo sea —dije suavemente—. Realmente, lo quiero demasiado.

—Entonces date tiempo de que pase. Estar con Henry no significa que tienes que
renunciar a quien eres. Henry no te define, tampoco lo hace el Inframundo o la
inmortalidad. Tú te defines, y mientras más actúes como tú misma, más Henry te
amara también. Te lo garantizo.

Quería creerle, y mientras cerraba mis ojos otra vez, decidí que por ahora, lo haría.
Perséfone tenía a Adonis al regresar, y no estaría aquí para siempre. Quizás incluso,

164
verla sería bueno para Henry; podría darle la oportunidad de recordar que ella no
era la chica en su reflejo que estaba feliz de verlo cada septiembre.

Sin embargo, yo podría ser esa chica. Quería serlo.

No dije nada más mientras me enrollaba contra mi madre. Continuó acariciando mi


espalda, y la tensión se iba de mí mientras los minutos pasaban. Ella todavía estaba
aquí, y un mundo donde mi madre estaba viva y saludable posiblemente no podría
ser así malo.

Un golpe en la puerta me sobresaltó, y me senté limpiando mis ojos hinchados.

—¿Sí? —dije, y la puerta se abrió.

—¿Kate?

Henry. Intercambié una mirada con mi madre, y sonrió de manera alentadora.

—Pa… pasa —dije.

Entró y cerró la puerta. Estaba limpio ahora, y de alguna manera se cambió de ropa
sin venir a la habitación. ¿Había otro armario en el palacio si decidía no quedarse
conmigo? ¿Y quién lo había ayudado a limpiar la sangre de su pálida piel como lo
había hecho yo hace semanas atrás? No tenía que pensar mucho sobre ello para
llegar a una respuesta.

—Walter quiere verte —dijo Henry, y cuando mi madre se puso de pie, él sacudió
su cabeza—. No tú, Diana. Kate.

Había algo extraño sobre la manera que dijo mi nombre, pero lo hice a un lado.
Fuera lo que fuera, sin duda tenía algo que ver con Perséfone, y mientras más
pensaba sobre ella, más dolía todo. Después del viaje a través del Inframundo,
quería una sola tarde donde no tuviera que sentirme como la segunda mejor.
Estaba dispuesta a esperar por Henry como él había esperado por mí, pero eso no
significaba que el tiempo entre ahora y cuando estuviera listo para amarme no
sería doloroso.

Confundida, salté fuera de la cama y me disculpé para ir al baño. Mi piel estaba en


carne viva por todas partes que había estado expuesto a la niebla, y ahora que me
había calmado, tuve que mover con cautela si no quería hacer una mueca. Bajo
circunstancias normales me habría cambiado mis pijamas para ver al Rey de los
Dioses, pero hoy era todo menos normal, y esto se suponía era mi hogar ahora. Si

165
quería andar alrededor en mis pijamas, lo haría. Además, algo más habría hecho el
dolor peor.

Hice un esfuerzo de no pensar en qué quería Walter mientras lavaba gentilmente


mi cara. Reprenderme, estaba segura, pero no valía la pena estar preocupándose
sobre ello hasta que estuviera parada enfrente de él. Henry no lo dejaría
desterrarme del Inframundo. Esperaba. Y si lo hacía, bueno, al menos sabría
finalmente que Henry no me quería más.

Escuché a mi madre hablando silenciosamente en el otro lado de la puerta, pero


cuando salí del baño, inmediatamente cayó en silencio.

—¿Qué? —dije, y ella sacudió su cabeza.

—Nada, cariño. Te veré en un rato.

Tendría que ser ciega para no darme cuenta de la exasperada mirada que le dio a
Henry, pero no dije nada mientras él me guiaba fuera de la habitación hacia el
pasillo.

—¿Te estás sintiendo bien? —dijo, cruzando sus manos detrás de su espalda.
Reuniendo lo que me quedaba de determinación, deslicé mi mano en su brazo y
me negué a dejarlo ir cuando se tensó. Un día no lo haría, y hasta entonces, tendría
que acostumbrarse a tenerme ahí.

—He tenido mejores meses —dije, un débil intento de broma. No sonrió—. ¿Te
sano Theo?

Él asintió.

—Traje a los otros hace un rato. Voy a enviar a Theo a nuestra habitación una vez
que Walter haya terminado contigo.

Eso sonó amenazador.

—¿Está molesto?

—No —dijo Henry—. No lo está.

Algo todavía no sonaba bien, abracé su brazo, agradecida cuando no se movió


lejos.

—¿Lo estás tú?

166
Esta vez su cara permaneció en blanco. Por supuesto que estaba molesto. Si lo que
mi madre había dicho era verdad, entonces él pasó seis meses peleando como el
demonio para mantenerme a salvo, y para agregar más a eso cuando más
importaba, corrí detrás de una Titán en menos de un día después de llegar al
Inframundo. No exactamente la cosa más inteligente que jamás he hecho, pero no
tenía opción. Seguramente Henry entendía eso.

—No diré que lo siento —dije—. No por ir detrás de ti y mi madre. Pero siento
haberte asustado, y siento no haber escuchado a James y permanecer fuera de la
caverna.

Descruzó sus manos y tomó la mía. No la sostuvo fuerte, pero fue más de lo que
esperaba, y esperanza revoloteó dentro de mí.

—No te disculpes —dijo—. Estoy al tanto de que te dejamos a ti y a los otros sin
ninguna opción. Soy yo el que debería disculparse por haberte puesto en esta
situación para empezar.

Así que estaba culpándose. De alguna manera eso no se sentía mucho mejor que
él culpándome a mí.

—No fue tu culpa, sin embargo. No tenías idea de qué estaban planeando Calliope
y Cronos, e hiciste lo mejor que pudiste.

—Sí —dijo suavemente—. Supongo que lo hicimos. Eso hace lo que Walter y yo
estamos a punto de pedirte incluso más estúpido.

Nos detuvimos enfrente de una puerta inexpresiva, y fruncí el ceño.

—¿Qué quieres decir?

Henry dejó ir mi mano para colocar la suya en el pomo, pero no la giró todavía.

—Estaré contigo todo el tiempo —dijo—. No te pasará nada.

Mi corazón revoloteó, y me devané el cerebro para saber qué podría Walter y él


querer hacerme que asustaría así a Henry. Por supuesto que nada me pasaría. A
menos que Cronos estuviera adentro.

Mientras él abría la puerta, me di cuenta lo que quería decir, y toda la tensión que
me había dejado antes, regresó de nuevo. Me quedé congelada, y envolvió su
brazo alrededor de mis hombros de manera protectora.

167
Con su cara ensangrentada y marcada por la cadena que usé contra de ella,
Calliope me miró, sus ojos estrechos e imperturbables.

Ella estaba despierta.

168
Capítulo 14
Interrogatorio

Traducido por LizC y Shadowy

Corregido por Marina012

E
l odio ardiendo en los ojos Calliope hizo que cada hueso de mi cuerpo se
congelara en su lugar, como si me hubiera convertido en piedra. No tenía
miedo de ella, en realidad no, pero cualquiera con un gramo de auto-
preservación se habría detenido cuando se enfrentaba a este tipo de odio.

Walter estaba a su lado, con las manos sobre sus hombros, pero no se veía como
un gesto protector. Ella estaba sentada en una silla de acero, y bandas brillantes
alrededor de sus muñecas y tobillos la mantenían en su lugar. En la esquina, Phillip
silenciosamente la enfrentó con los brazos cruzados sobre su amplio pecho, y
había una cicatriz profunda plateada corriendo por su ojo izquierdo. Se había
vuelto de color blanco lechoso.

—Kate —dijo Walter con una inclinación de cabeza.

—Hola —dije, deseando que mi voz no estuviera temblando tanto—. ¿Qué está
pasando?

—Lamento molestarte, pero me temo que no teníamos elección. —Él aumentó la


presión sobre los hombros de Calliope, y ella apretó la mandíbula—. Parece que
Calliope se niega a hablar con nadie más que contigo.

Mi corazón se hundió. Eché un vistazo a Henry para confirmarlo, y él asintió con


rigidez.

—Eso… eso está bien —dije, a pesar de que no tenía nada de bueno, y tomé una
respiración profunda para no perder el equilibrio. Obviamente, esto era
importante—. Cualquier cosa que necesiten.

169
Una silla acolchada apareció a unos metros delante de Calliope, y Henry me soltó
para que yo pudiera sentarme. Me inquietó, segura de que si estuviera en el poder
de Calliope, me habría hecho estallar en llamas en ese mismo momento.

—Está bien, Calliope —dijo Walter—. Ella está aquí como me pediste. Cuéntanos lo
que queremos saber.

Su voz pareció resonar claramente en la sala, como si en realidad fuera una docena
de personas hablando a la vez. No era para nada como el tono que Calliope había
utilizado en la caverna. Si Walter quería, estaba segura de que podría destruir el
mundo con un solo pensamiento. No es de extrañar que hubiera sido nombrado
jefe del consejo.

Calliope permaneció en silencio, y Walter suspiró. Era el sonido que un padre hacía
cuando su hijo le estaba dando el tratamiento del silencio, no la clase de suspiro
que un interrogador hacía cuando su sujeto se negaba a hablar. A pesar de su
poder, Walter no lo usaría en su contra, estaba segura de ello. Ella era de la familia.

No sabía si estaba bien con eso o no. Walter le había hecho cosas terribles a ella,
involuntariamente o no, y él la había hecho pasar un infierno. Pero al igual que
James había insistido, eso no la excusaba de todo lo que había hecho, y Walter
tenía la obligación de asegurarse de que nada de esto sucediera de nuevo. Todos
teníamos que hacerlo.

—Por favor, habla con nosotros —le dije, aliviada cuando mi voz se mantuviera
uniforme—. Sea lo que sea que pasó con Cronos, ya pasó, y Walter, Phillip y
Henry… no van a hacerte daño.

Podía sentir a Henry tenso detrás de mí. Si él lo hiciera a su manera, ella sería un
montón de cenizas para ahora.

Una lenta sonrisa se dibujó en el rostro de Calliope, y sus ojos brillaron con malicia.

—¿Crees que esto terminó? Henry abrió siete de las barras. Era sólo cuestión de
tiempo antes de que Cronos las rompiera por completo de todas formas, pero
ahora estará fuera para el solsticio de invierno. Cuando sea libre, vendrá por mí, y
él los destruirá a todos ustedes por mantenerlo cautivo.

Nadie le dijo a Calliope que estaba equivocada. Los tres hermanos nos miraban, y
ninguno de ellos se molestó en decirle que el consejo contendría a Cronos.

170
Era porque no podrían hacerlo. Cronos escaparía de todos modos, y no había nada
que pudieran hacer para detenerlo. Por mi culpa, Cronos haría exactamente lo que
quería, y sin Calliope, el consejo era incapaz de detenerlo.

Tan valiente como quería aparentar, toda la sangre se drenó de mi cara, y apreté
mis manos juntas en mi regazo. Henry frotó la parte de atrás de mi cuello, pero no
sentí el alivio con su toque. Todo había sido en vano.

—Calliope —dijo Walter suavemente—. Sabes lo que va a pasar, no sólo a


nosotros, sino al mundo entero. Cronos lo reclamará como suyo, y no habrá nadie
para proteger a la humanidad.

Calliope bufó, pero no dijo nada.

—Por favor —dijo Walter—. Únete a nosotros, y juntos lo vamos a derrotar una vez
más. Sabes que no podemos hacerlo sin tus habilidades, y si haces esto por
nosotros, perdonaremos tus transgresiones. Todo lo que has hecho será olvidado,
y tu castigo será levantado. Serás bienvenida como nuestra reina, y pondremos
este incidente atrás y seguiremos adelante con nuestras vidas.

—¿Y qué? —dijo Calliope, todos signos de su presunción ido—. ¿Kate va a vivir
feliz para siempre con Henry, y voy a tener que mirarte romper tus votos a mí cada
vez que detectes una chica bonita? No, Walter, estoy muy feliz donde estoy.
Cronos recompensa la lealtad. Todo lo que he recibido de mi lealtad hacia ti es un
corazón roto e hijastros bastardos.

—¿Y qué crees que vas a obtener por tu lealtad a Cronos? —dijo—. Las cenizas de
los que más quieres, y nada más que soledad por el resto de la eternidad si él no
se cansa de ti antes. Eso es lo que te espera si sigues por este camino.

—Por lo menos tendré la satisfacción de saber que están muertos. Eso hará más
que suficiente para mantenerme caliente en la noche de lo que tú nunca has
hecho.

—Entonces esta conversación ha terminado. —Walter la soltó y le dijo a sus


hermanos—: ¿Qué es lo que quieren hacer con ella?

—Supongo que encontrar una manera de hacerla desvanecerse sería mucho pedir
para ustedes —dijo Henry con frialdad—. Dado que la cárcel de Cronos estará
vacía pronto, tal vez podría tomar su lugar.

—Una idea excelente —dijo Walter, y miró a Phillip para su aprobación. Phillip
asintió, y Walter juntó sus manos—. Está decidido. Calliope tomará el lugar de

171
Cronos, y si lo derrotamos, se le unirá a él en su prisión. Si ella decide de aquí a
entonces ayudarnos a luchar, volveremos a reunirnos y decidir qué hacer a partir
de ahí. Puedes irte, Kate.

Me levanté, y los ojos Calliope nunca dejaron los míos. No pude apartarlos,
atrapada entre la simpatía y desconcierto. Ella nos iba a destruir y lo sabía, pero
estaba feliz de sentarse y mirar. Walter le había ofrecido una salida a todo esto a
cambio de su ayuda, y seguía insistiendo en luchar contra el consejo, sabiendo lo
que eso significaba.

—Eres una idiota —le dije antes de que pudiera detenerme—. Vas a hacer no sólo
que todo el consejo sea asesinado, sino cada ser humano, también. El mundo va a
ser un desierto, ¿y qué sucederá contigo entonces? Vas a desvanecerte. Vas a
desvanecerte con el resto de nosotros. ¿Es eso lo que quieres?

—Preferiría desvanecerme que pasar un minuto más en tu presencia —dijo


Calliope con una extraña calma, como si estuviera en completo control. Como si
Henry, Walter y Phillip ni siquiera estuvieran en la habitación con nosotras—. Si eso
es lo que se necesita para verlos a todos muertos, entonces que así sea. Esa es una
causa por la que estoy dispuesta a desvanecerme.

Palabras invadieron mi mente, enojadas y escociendo cada centímetro de mí, y


traté en vano de encontrar las correctas que decir. Sin embargo, nada en el mundo
convencería a Calliope a ceder. Nada excepto…

—Entonces mátame —dije rápidamente, antes de que los hermanos pudieran


protestar—. Hazlo ahora. Quiero que lo hagas, si eso significará que los vas a
ayudar a recuperar a Cronos.

—No —dijo Henry bruscamente. Su agarre en mi hombro se apretó como un


tornillo de banco, pero lo ignoré. Esto era entre yo y Calliope.

Ella se rió, un sonido oscuro, apagado que estaba vacío de cualquier humor real.

—¿Realmente crees que eso es todo lo que quiero? —dijo con una dulce voz
enfermiza—. Perfecto Kate. Así que dispuesta a martirizarte por nada. Pero, por
supuesto, si la oferta sigue abierta…

Un relámpago crepitó a través de ella. Su cuerpo se puso rígido, y después de un


momento tenso, se dejó caer en su asiento. A su lado, Walter crujía con
electricidad.

172
Esperaba que estuviera inconsciente —nadie podía posiblemente soportar ese tipo
de ataque— pero segundos más tarde, sus ojos azules de hielo se abrieron, y miró
directamente hacia mí. Era como si pudiera ver cada secreto, cada pensamiento,
cada pequeña parte de mí que me hacía quién yo era, y sus labios se curvaron en
una sonrisa cruel.

—Kate —dijo Henry—. Tenemos que irnos ahora.

En el momento que rompí el contacto visual, Calliope siseó. El sonido de su voz se


deslizó a través de la habitación, arrastrándose bajo mi piel y pegándome al piso.

—Tienes mi palabra, Kate Winters —dijo, y una voluta de humo escapó de su


boca—. Te haré a ti lo que has hecho conmigo, y me llevaré lo que más amas de ti
mientras eres incapaz de detenerme.

Un extraño calor cosquilloso me llenó, y había algo amenazador sobre ello, como
si estuviera a un grado de distancia de ser afilado e inflexible dolor.

—¿Qué…? —comencé, pero antes de que pudiera decir nada más, Henry se
interpuso entre nosotras, y la sensación desapareció tan pronto como vino.

—Llévala a Theo —dijo Walter, y sin darme opción, Henry me empujó fuera de la
habitación y cerró de un golpe las puertas tras él. Tomando mi brazo, se apuró por
el pasillo, y yo tenía que correr para mantener el ritmo.

—¿Qué está pasando? —dije, mi corazón latiendo con fuerza—. ¿Qué fue eso?

—No lo sé —dijo Henry, y juró—. Lo siento, Kate. Le dije a Walter que no era una
buena idea, pero él no escuchó, y Phillip se puso de su lado.

—No es tu culpa. —Fruncí el ceño, y mientras me precipitaba a donde fuera que


íbamos, hice inventario. No sentía nada diferente—. Ella no puede realmente
matarme, ¿verdad? ¿No podemos matarnos los unos a otros?

—Ella no puede matarte, pero hay varias cosas que puede hacerte para hacerte
desear estar muerta.

Eso no era exactamente tranquilizador. Doblamos una esquina, y aceleré para


coincidir con su paso largo.

—¿Qué puede hacer? No siento ninguna diferencia ahora. Nada duele.

—Puede que no sea físico —dijo Henry—. En muchas maneras, ella es la más
poderosa de todos nosotros. No le digas a tu madre o a Sofía que dije eso, pero

173
mis hermanas son más poderosas que mis hermanos. Tenemos la ventaja de la
fuerza bruta, pero sus habilidades se centran en la vida misma.

Mi madre amaba la naturaleza, sabía eso, y tenía una extraña habilidad para hacer
crecer cualquier cosa en cualquier lugar. Tenía sentido por quién era ella, y si hacer
crecer un árbol en el medio de Manhattan contaba como poder, era uno bueno
para tener.

—¿Qué no me estás diciendo?

Me di cuenta de dónde estábamos ahora: el pasillo que conducía a la antecámara


del salón del trono.

—No es una cosa meramente —dijo, sosteniendo la puerta abierta para mí—, de lo
que ella es capaz. La razón de que su don es tan importante para capturar a
Cronos, y tal vez el porqué está tan convencida de que él no le hará daño, es
porque tiene la habilidad para controlar la lealtad y el compromiso.

Ella era Hera, recordé. Hera era la diosa del matrimonio y las mujeres. Si esas eran
las cosas que podía controlar, entonces…

—¿Crees que hizo algo para hacerme desleal? —dije. ¿Cómo podía posiblemente
hacerme engañar a Henry? ¿Era eso lo que quiso decir al decir que se llevaría lo
que más amaba?

—No lo sé —dijo Henry con gravedad, haciéndome pasar en el salón del trono y
por el pasillo de pilares—. Hay una posibilidad de que no tuviera tiempo suficiente
para hacer lo que sea que quería hacer, pero no hará daño comprobarlo. La buena
noticia es que no te convirtió en un animal.

—¿Ella hace eso?

—Todo el tiempo. Favorece a las vacas en particular.

Bueno, eso era un alivio, entonces. No me gustaba exactamente la idea de tener


una ubre.

Se detuvo al final del pasillo. Los otros miembros del consejo se arremolinaban
alrededor, hablando en susurros saturados con preocupación, y sólo unos pocos
echaron un vistazo en nuestro camino.

—Theo, si puedes.

174
Theo se apartó de la multitud, dejando ir la mano de Ella en el proceso. Mientras
había estado en el Edén, no me había dado cuenta cuán cercanos eran ellos, pero
ahora rara vez veía al uno sin el otro. No es de extrañar que Ella hubiera estado de
un humor terrible mientras había estado conmigo y Calliope.

—¿Estás herida? —me dijo Theo, y negué con la cabeza.

—Es posible que Calliope le hiciera algo —dijo Henry antes de que pudiera
explicar—. ¿Te importaría examinarla?

Theo hizo un gesto para que me sentara en el banco cercano. Así lo hice y esperé
mientras sostenía sus manos, y esta vez la calidez dorada me inundó. Varios
segundos pasaron, y finalmente Theo se apartó, una línea formándose entre sus
cejas.

—Hay algo de daño superficial por la caverna, pero aparte de eso, no hay nada
más. Ella está bien.

—¿Estás seguro? —dijo Henry, y Theo asintió. Henry giró lejos de mí y agarró el
espaldar del banco tan fuerte que la madera se astilló bajo sus dedos.

—Eso no quiere decir que fuera algo mental, ¿no? —dije, mi voz enganchándose
con miedo—. ¿O me voy a volver loca?

Henry no se movió. A mi lado, Theo arrastró sus pies.

—Es más probable que ella simplemente no tuviera tiempo de terminar —dijo,
mirando a Henry—. No hay nada de qué preocuparse hasta que algo suceda.

—¿Y cuándo lo haga? —dijo Henry peligrosamente.

Theo frunció el ceño, y Ella se movió a su lado para tomar su mano. Él pareció
relajarse a su toque.

—Entonces trataremos con ello lo mejor que podamos. Sin embargo, hasta que
sepamos que hay un problema, no hay nada que podamos hacer al respecto.

—No —dijo Henry—. Supongo que no lo hay.

Sin previo aviso, salió furioso de vuelta hacia la puerta. Me puse de pie y murmuré
una disculpa mientras pasaba junto a Theo y Ella, y me apuré tras él.

—Henry, por favor, espérame.

175
Antes de que pudiera alcanzarlo, se deslizó en la antecámara y cerró la puerta de
un golpe detrás de él. El murmullo en el salón del trono quedó en silencio, y una
vez que todo el mundo se dio cuenta de qué estaba pasando, zumbidos curiosos
reemplazaron sus susurros, pero no me quedé allí para escucharlos.

Corrí por el pasillo, pero cuando di vuelta a la esquina, no había ni rastro de Henry
en el largo pasillo. Me di la vuelta, preguntándome si de alguna manera lo había
perdido en la antecámara, pero estaba vacía.

Él se había ido.

176
Capítulo 15
La Mala Hierba y la Rosa

Traducido por Miranda, yumigood y cookie3

Corregido por Aldebarán

P
asé la tarde registrando el ala entera en busca de Henry, pero nadie lo había
visto. La mayoría de las puertas estaban cerradas con llave, e hice un punto
evitando aquella detrás de la cual estaba Calliope, pero a menos que
estuviera en ella o hubiera cerrado la puerta con llave detrás de él a propósito, no
estaba en la parte del palacio con la que estaba familiarizada.

Para el momento en el que volví a la habitación, casi esperaba verlo en la cama,


esperándome. En su lugar estaba Pogo, quien me saludó con un emocionado
ladrido y meneando la cola. Tan terrible como me sentía, recogí a mi cachorro y lo
abracé, y él lamió mi mejilla. No era suficiente para echar completamente atrás mis
miedos y preocupaciones, pero era suficiente para mantenerlos a raya, por ahora.

—Te extrañé —dije, dándole una buena rascada detrás de las orejas. Mi madre ya
no estaba ahí, indudablemente habiéndose unido a los otros, y me senté con las
piernas cruzadas en medio de la cama que se suponía que compartiría con
Henry—. Espera hasta escuchar sobre el mes que he tenido.

Pero antes de que pudiera decir otra palabra, una sensación familiar me envolvió, y
una vez más me sumergí en la oscuridad. Esta vez, en lugar de reaparecer en la
amplia cueva donde Cronos trabajaba para escapar de su prisión, me encontré en
medio de una habitación apenas iluminada que se extendía unos seis metros a
cada lado.

En un lado no había nada excepto una ventana que daba afuera de la cueva, y un
fuego crepitaba en una chimenea de mármol en frente de la vista. No había
cortinas, y la única pieza de mobiliario era un sillón blanco. Henry estaba sentado
en el, agarrando los reposabrazos tan fuerte que temí que se rompieran.

177
—¿Henry? —susurré, insegura de si podía oírme o no. Por un instante en la entrada
hacia el Tártaro, pensaba que podía, pero ahora cuando traté de rozar mis dedos
fantasmales contra los suyos, no hizo nada más que parpadear.

La puerta en el lado opuesto de la habitación se abrió y cerró. Perséfone caminó a


través del suelo de mármol, descalzada y con un simple vestido de algodón. En la
tenue luz, se veía impresionantemente hermosa, y mordí mi labio. Con la posible
excepción de Ava, nunca había conocido a nadie en mi vida que tuviera el poder
de hacerme sentir como una mala hierba al lado de una rosa.

—Pensé que te encontraría aquí —dijo Perséfone.

—Vengo aquí para pensar —dijo Henry fríamente—. Pensé que ya estabas
marchándote.

—Decidí quedarme un momento. Necesitan tanta ayuda como consigan.


Especialmente tú. —Agarró la mano de Henry, la misma que había tratado de tocar
momentos antes—. Mi madre me dijo lo que pasó. Kate te está buscando por
todos lados.

Henry se encogió de hombros, y no se apartó.

—Preferiría no encararla todavía.

—¿Por qué? —dijo Perséfone, encaramándose en el reposabrazos. Exactamente la


misma pregunta que había estado muriendo por saber.

Por un largo instante, no respondió.

—Pudo haber muerto porque fui lo suficiente tonto como para ponerla en el
camino del peligro —dijo finalmente, sus palabras pesadas mientras caían de sus
labios—. No he hecho nada excepto ponerla en peligro desde que nos conocimos.
No puedo hacerlo más.

¿Ese era el motivo de por qué había corrido? ¿Porque pensaba que era un peligro
para mí? Algo dentro de mí se desenrolló. Eso era ridículo, y ahora que lo sabía,
podríamos hablar sobre ello. Podría arreglar las cosas.

Perséfone rodó los ojos, y por una vez estuve de acuerdo con ella.

—Lo que Calliope intentara hacer no es tu culpa, y Theo dijo que las pruebas
estaban bien. No le ocurrió nada.

Los tendones en el cuello de Henry destacaron por la tensión en su cuerpo.

178
—No lo sabemos con seguridad. Incluso si todo resulta estar bien, accedí a ponerla
en esa posición.

Y yo accedí a ir. No estaba completamente desesperada: ¿no entendía Henry eso?


Ya no era más mortal. Calliope no podía matarme, y finalmente tendría que
reconocer que no me iba a romper si alguien respiraba mal a mi alrededor.

Perséfone corrió sus dedos a través del pelo oscuro de Henry, y un bulto se formó
en mi garganta. No quería estar ahí viendo esto, pero no podía apartar mi mirada,
y no tenía ni idea de cómo volver a mi cuerpo. Verlos actuar tan cercanos a pesar
de estar separados miles de años… me dolió. Era como si Perséfone nunca se
hubiera marchado, y Henry simplemente estuviera confiando a su mujer algo que
había pasado durante el día.

Ese se suponía que era mi trabajo, pero no podía hacerlo cuando se estaba
escondiendo de mí. Aunque mi hermana lo conocía lo bastante bien como para no
necesitar buscar durante horas en los lugares equivocados.

—Ella ha pasado por cosas mucho peores durante las últimas semanas —dijo
Perséfone—. Tu chica nueva es fuerte, ¿no es cierto?

—Sí —dijo Henry—. Cuando decide hacer algo, es imposible contradecirla, las
consecuencias a la mierda.

Perséfone bufó.

—Suena como alguien más que conozco. Te ama, ya sabes. Más de lo que yo lo
hice alguna vez.

Dolor cruzó a través del rostro de Henry, pero se fue tan pronto como llegó.

—Ella no me conoce. Cuando sepa quién soy realmente, se irá.

—¿Justo como yo?

Él miró fijamente fuera de la ventana.

Perséfone se deslizó fuera del reposabrazos y sobre su regazo, y curvó sus brazos
alrededor de su cuello como si nunca le hubiera dejado. Mi garganta se tensó, y
clavé mis uñas en mis palmas. No quería estar aquí. No quería ver esto. No me
importaba cuán poco lo amaba Perséfone, y no importaba lo que mi madre o
James o Ava dijeran. Henry todavía estaba enamorado de ella, y siempre la
escogería por encima de mí.

179
Cuando la abrazó de vuelta, un sollozo burbujeó dentro de mí, y me giré hacia la
ventana. Incluso entonces podía ver su reflejo, y tratando tanto como pude, no
podía apartar la mirada. Era así. Nuestra relación —nuestro matrimonio— estaba
muriendo antes de que él siquiera le diera una oportunidad.

—A veces me pregunto cómo habrían sido las cosas si me hubiera quedado —


dijo—. Cómo habría sido de diferente nuestra vida juntos si nos hubiéramos
tomado más tiempo en lugar de precipitarnos.

—Más feliz —dijo Henry tranquilamente—. Completa.

—Quizás —susurró—. Quizás no.

Ambos estuvieron en silencio durante varios latidos, cuando Perséfone habló de


nuevo, se inclinó hacia él hasta que sus labios estaban a centímetros de los de él.
Cerré mis ojos.

—Mereces a alguien que te complemente —dijo ella—. Lo que pasó entre nosotros
no fue tu culpa. Somos dos personas diferentes, y no importa cuán fuerte te hayas
convencido que soy tu única e igual, no significa nada cuando tú no eres el mío.

Aguanté mi respiración. Lo estaba haciendo a propósito. Lo estaba apartando


entonces, ¿por qué? ¿Para que él no estuviese enamorado de ella por más tiempo?
¿Para hacerme sitio? Su corazón ya estaba bastante roto como estaba. ¿Cómo
debía encontrar todas las piezas y juntarlas de nuevo si ella las destrozaba?

—Detente —supliqué, sabiendo que era inútil. ¿No sabía lo que le estaba
haciendo? Por supuesto que lo hacía. Había conocido a Henry por un año, y era
insoportablemente obvio para mí. Ella lo había conocido por eones.

—¿Eres verdaderamente feliz con Adonis? —dijo Henry finalmente.

Perséfone sonrió débilmente.

—Cuando me despierto y la primera cosa que veo es su cara, sé que va a ser un


gran día. Eso no va a cambiar sin importar cuánto tiempo pase.

Henry coló sus dedos a través del pelo de ella, y Perséfone no hizo movimientos
para pararlo.

—¿Alguna vez lamentas marcharte?

No respondió enseguida. En cambio encontró su mano libre y enlazó sus dedos en


los de él.

180
—A veces. Extraño el sol… la cosa real, no el de mi eternidad. Extraño a mi madre.
Extraño a nuestra familia. Extraño las estaciones del año. Extraño cambiar. —
Presionó sus labios en los nudillos de él—. A veces incluso te extraño a ti. Adonis
es afortunado. Es como otra alma, realmente no se da cuenta de lo que está
pasando o que el mundo a su alrededor es falso. Yo lo hago, y a veces eso es
suficiente para marcar una diferencia.

Henry acarició su mejilla con el dorso de su mano, y sus ojos se movieron de la


ventana hacia ella. La miró de la forma que me había mirado la noche que
habíamos dormido juntos, y mi pecho dolió. ¿Por qué no podía despertar?

—Podrías volver.

Perséfone le dio una sonrisa triste.

—¿Qué pasa con Kate? No le harías eso. Te conozco mejor que eso. Puede que la
tengas engañada, pero puedo decir cómo te sientes sobre ella.

Henry estaba en silencio, y mi corazón latió tan fuerte que pensé que podría
explotar. ¿Lo hacía? ¿Le estaba pidiendo volver como su reina o como su mujer?
¿Podría incluso ella hacer eso?

Mareada, me incliné contra la ventana y deseé con cada fibra de mi ser que el
cristal desapareciera y me dejara caer. Por lo menos entonces no tendría que
escuchar esto. Pensé en irme a través de la puerta, pero si no podía irme a través
de la ventana, tampoco sería capaz de caminar a través de eso.

—Kate es muchas cosas para mí —dijo Henry finalmente—. Pero ella no eres tú.

Me dejé caer al suelo y me abracé las rodillas. Lo había hecho tan bien
engañándome a mí misma con que esto podría funcionar, que con el tiempo y un
poco de esfuerzo, todo estaría bien. Pero no podría ser. ¿Habría dicho esas cosas si
hubiera sabido que había una posibilidad de que pudiera estar escuchando? Por
supuesto que no. Él no era cruel, pero yo había escuchado de todos modos.

—Hades... —Perséfone se inclinó hacia delante y cerró la distancia entre ellos,


tocando sus labios con los suyos.

Mi estómago dio un vuelco, y yo escondí mi cara entre mis manos. Esto no podía
estar pasando. Esto era una pesadilla, una cosa no real. Me había quedado dormida
sin recordar, eso era todo. Me despertaría de pronto, y cuando lo hiciera, Henry
estaría mirándome dormir, y él se disculparía por el asalto. Hablaríamos, él me
besaría, y todo iba a estar bien otra vez.

181
No sabía cuánto tiempo duró. No lo quería saber, y para el momento que
Perséfone volvió a hablar, estaba casi rasgando mi pelo. ¿Por qué no podía volver?
¿Qué parte de mí quería verlo tan mal, que estaba dispuesto a someterme a este
tipo de agonía?

—La cosa es que yo no soy yo, tampoco —dijo en voz baja—. Yo no soy la persona
que amas. Esa persona nunca existió, y convertirme en ella en tu mente… te está
destruyendo. Tuvimos un buen día juntos, y el resto fue horrible. Era miserable, y
cuando yo supe que no quería estar casada contigo nunca más, te convenciste a ti
mismo de que estabas enamorado de mí. Pero nunca lo estuviste. Te enamoraste
de una persona que nunca existió.

Las lágrimas se derramaban sobre las rodillas de mis vaqueros. En un arranque de


desesperación, me pellizque el interior de mi duro codo, pero no sentía dolor.
Estaba atrapada.

—Dime —dijo Perséfone—. ¿Fue ese el tipo de beso que has estado imaginado los
últimos mil años pasados? ¿Tu corazón se ha detenido? ¿La habitación giró y todo
lo demás desapareció?

En el tiempo que le tomó a Henry para responder, dejé de respirar y levanté la


cabeza. Perséfone se encontraba todavía en su regazo, y se miraban con tal
intensidad que yo esperaba que la besara de nuevo, pero entonces lo vi. Había una
distancia entre ellos, como si se estuvieran alejando. Como si la estuviera
sosteniendo con el brazo extendido.

A medida que los segundos pasaban, una astilla de esperanza se alojó dentro de
mí, y me quedé temblando tratando de acercarme para que no hubiera ninguna
posibilidad de que me perdiera lo que iba a decir.

Excepto que mientras me aproximaba, él se inclinó hacia ella de nuevo, y ella no lo


detuvo. El aliento quedó atrapado en mi garganta cuando el mundo se disolvió
alrededor de mí una vez más, y Henry y Perséfone desaparecieron.

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182
Me pasé el resto de la noche llorando en la cama con Pogo acurrucado a mi lado.
Cada media hora más o menos, se despertaba bastante tiempo para lamer mis
mejillas antes de caer dormido. No tuve tanta suerte.

La lección que Perséfone había tratado de enseñar a Henry le salió por la culata, y
aunque ella abandonara el palacio mañana, eso no cambiaba el hecho de que
Henry siempre la amaría más. Quería odiarla por lo que había hecho, pero no había
sido la que irrumpió en nuestro matrimonio. Yo era la que la había buscado, y yo la
había convencido para volver a entrar en su vida anterior, a pesar de saber muy
bien cuáles podrían ser las consecuencias de que Henry la viera de nuevo. Lo único
que había hecho era tratar de disuadir sus sentimientos… de una manera retorcida
que había fracasado miserablemente, pero lo había intentado.

Y ahora lo había perdido por completo.

El sonido de la puerta de la habitación abriéndose me despertó de un sueño ligero.


Pogo se estiró, y cuando me senté, él se dejó caer en mi regazo panza arriba, al
parecer dispuesto a no dejarme ir a ninguna parte sin él.

Henry estaba en la puerta, y durante un largo rato, simplemente nos miramos el


uno al otro. Su rostro sin edad se estiró y sus labios se curvaron en una mueca, y
parecía como si no hubiera dormido en semanas.

Finalmente entró en la habitación y cerró la puerta. Sin venir a saludarme, se dirigió


a su armario y comenzó a ordenar a través de su ropa. Me sequé las mejillas para
asegurarme de que no había evidencia de mi sesión de llanto continuo, pero
habían estado secas durante horas.

Una vez que él había elegido una camisa limpia que era indistinguible de la que él
llevaba, esperaba que dijera algo, pero sin decir palabra desapareció en el cuarto
de baño como si yo no estuviera ahí. ¿Acaso pensaba tan poco en mí que no valía
la pena ni un saludo?

Durante su ausencia, debatí si deseaba o no continuar fingiendo que todo estaba


bien. La cobarde quería, pero sabía que si lo intentaba, sería tan miserable como
Perséfone había sido, y no quería estar triste nunca más. No podía pasar mi vida
esperando que él dejara a Perséfone a un lado y se centrara en mí en su lugar.

En el momento en que salió, yo sabía lo que tenía que decir. Todo dentro de mí
luchó contra las palabras que se derramaban de mi boca, pero tenía que decirlo, y
Henry necesitaba oírlo.

—No puedo seguir con esto.

183
Mi voz era apenas un susurro, pero Henry se detuvo a medio camino entre el baño
y la puerta. No me miró, pero sus manos formaron puños, y los tendones de su
cuello sobresalían como lo habían hecho en la habitación con las ventanas. El auto-
odio se apoderó de mí. Estaba haciendo lo mismo que Perséfone había hecho con
él; yo lo iba a abandonar. Antes de que hubiéramos tenido una oportunidad, yo
estaba declarando todo terminado.

No. Henry era el que se había dado por vencido. Él era el que lo había declarado
en el momento en que se negó a tocarme o tratarme como a su esposa. Él fue el
que nos había perdido en alguna parte; yo sólo estaba renunciando a la búsqueda,
también. No había nada que pudiera hacer, no había palabras mágicas que pudiera
decir para arreglar todo si él ya nos habíamos abandonado.

—¿No puedes hacer qué, exactamente? —dijo Henry, y oí la tensión en cada


palabra que decía, como si le costara un esfuerzo monumental formarlas. Mis
palmas estaban sudorosas, y más que nada quería retirar las palabras y pedir
disculpas y rogar que hablara conmigo, para que pudiéramos resolver esto, pero él
no iba a hacer eso. E incluso si lo hiciera, mañana las cosas volverían a esto, y
ninguno de los dos volvería a ser feliz de nuevo. No podía hacerle eso. No podía
hacerme eso a mí.

—Esto —dije en voz baja—. Nosotros. El año pasado, cuando éramos... antes de
que nos casáramos, pensé que ahora sería perfecto, y que iba a ser más feliz de lo
que he estado en mi vida estando contigo. Llegando a amarte por el resto de la
eternidad. Pero sin importar cuánto quiero amarte, no me lo permites, y no puedo
seguir con esto.

Henry no se movió. Yo quería que se acercara a la cama, tomar mi mano y que me


dijera que lo sentía, que iba a esforzarse más, pero no lo hizo. Se quedó mirando la
puerta en su lugar.

—¿Puedo preguntar lo que precipitó esta decisión?

Allí estaba, el elefante en la habitación. Lo que no debía ver. Lo que cambió todo.

—Tú besaste Perséfone.

De inmediato, varias emociones pasaron por su rostro. Choque, vergüenza,


humillación, ira, dolor y ¿alivio? Sí, alivio, también.

—No esperaba que ella te lo contara. Lo siento.

184
Silencio muerto. De todas las cosas que yo pensaba que podría decir, esa nunca
me pasó por la mente.

—¿Esa es tu respuesta? —solté—. ¿Que lo sientes porque me enteré? Perséfone no


me lo dijo, Henry. Fue este llamado don. Yo estaba en la habitación contigo. Vi
cada maldito segundo de ello. Oí cada palabra que le dijiste a ella. Te vi hacerlo.

Parpadeé rápidamente para detenerme de romper en llanto otra vez, pero estaba
luchando una batalla perdida. No le importaba. Él ni siquiera iba a fingir que había
hecho algo mal.

—¿Sabes qué me dijo James al final del verano? Me dijo que tenía una opción, y él
era el único que iba a hablarme de ella, porque todo el mundo estaba tan
preocupado por tu felicidad que no les importaba una mierda la mía. Le dije que
yo ya había hecho mi elección cuando me casé contigo, pero él seguía insistiendo,
esperando. No entendía lo que quería decir, pero ahora lo hago.

—James. —Su nombre fue retorcido y feo en boca de Henry—. Sí, por supuesto
que él te llevaría a dudar. Por razones puramente desinteresadas, estoy seguro.

—No estoy dudando de mí misma —le espeté—. Estoy dudando de ti. Te he dado
todas las oportunidades del mundo para demostrarme que me quiere aquí, y no
me has dado nada. Sales corriendo cada vez que crees que vas a tener que estar en
una habitación a solas conmigo durante más de dos minutos a la vez. No me tocas,
apenas me hablas, y ni siquiera me diste un beso desde que llegué aquí, y mucho
menos me tratas como a tu esposa. Como tu igual. James me advirtió que harías
algo como esto, y yo fui tan estúpida como para insistir en que se equivocaba.

Echarle en cara a James una y otra vez era cruel, pero no podía detenerme. De
todas las personas en mi vida además de mi madre, Henry era el único que se
suponía que me entendiera y conociera mejor, no James.

—Entonces tal vez debería dejar que tú y James estén juntos —dijo Henry, y el
tronar de su voz me puso la piel de gallina—. ¿Eso es lo que quieres Kate? ¿Mi
permiso para estar con él? Lo tienes. Durante la primavera y el verano, puedes
hacer lo que desees con quien quieras.

—¿Y qué pasa con el otoño y el invierno? ¿Se supone que me siente bonita y
espere el día en que decidas que me amas?

—Yo te amo.

—Entonces demuéstramelo.

185
—Estoy intentándolo —dijo bruscamente—. Mis disculpas si no es suficiente para
ti.

Rodé los ojos.

—No hacer nada nunca va a ser suficiente, Henry. Ahora mismo, desde donde
estoy sentada, parece como si ser mi esposo es la última cosa que quisieras ser.
Puedes decir que me amas todo lo que quieras, pero si lo único que haces es
actuar como si fuera lo contrario, entonces no puedo confiar en tus palabras nunca
más. —Mi voz se quebró—. Maldita sea, ¿siempre va a ser así? Dímelo ahora.
Ahórrame la miseria si nunca vas a mirarme de la forma en miras a Perséfone.

—No puedo simplemente dejar de sentir algo por ella —dijo Henry entre dientes—
. Ella fue parte de mi vida por mucho tiempo.

—Lo sé. Sé que la amas. No te estoy pidiendo que olvides de ella alguna vez
existió. Te estoy pidiendo que la pongas en el pasado, a donde pertenece, y vivas
tu futuro conmigo, no con un fantasma.

La garganta de Henry estaba apretada.

—Eso es lo estoy tratando de hacer.

—Pero no lo haces. —Pasé mis dedos por mi cabello, la frustración construyéndose


en mi interior—. Henry, la besaste.

—Ella me besó.

—Eso no importa. —Golpeé el colchón con mis manos, y Pogo se refugió debajo
de mi almohada—. ¿No lo entiendes? Lo querías. Lo disfrutaste. Querías más una
vez que terminó. Y todo lo que ella trataba de mostrarte es que no te ama más,
¿no lo entiendes? Yo sí lo hago. Te amo, y vas a perderme porque estás demasiado
asustado o demasiado… demasiado desinteresado o… no lo sé. No sé porque no
me dejas amarte de la forma que quiero.

Esperé a que Henry dijera algo, algo para ayudarme a entender, pero se quedó
callado. Frenéticamente busqué a través de cualquier excusa que le hubiese dado
desde que llegué, todas las posibilidades que se me habían ocurrido. Algo que
explicara que el hombre que amaba se convirtiera en un extraño.

Lo que él le había dicho a Perséfone, la razón por la cual se había ido corriendo de
la sala del trono esta tarde.

186
—¿Es porque crees que Calliope va a matarme en el momento en que te permitas
sentir algo verdadero por mí? Porque soy inmortal ahora, Henry. Ella no puede
matarme nunca más.

—Cronos puede. —Las palabras salieron tan ahogadas que me costó entenderlas,
pero ahí estaba. Su excusa. Me suavicé.

—Cronos no lo hizo. —Me deslicé al borde de la cama tan cerca que estaba a su
alcance en dos pasos, pero permaneció en su lugar—. Él nos persiguió, y cuando
tuvo la oportunidad de matarme, no lo hizo.

Finalmente Henry me miró, sus ojos brillaban con confusión, pero seguí hablando.
Si dejaba que cambiara el tema, nunca sería capaz de terminar esto.

—No necesitas gastar cada momento del día protegiéndome ahora. Se supone que
debo ser tu compañera, no tu carga, y si eso es todo lo que voy a ser para ti,
entonces no quiero estar aquí nunca más. Quiero que me ames. Quiero ansiar venir
aquí cada otoño. Quiero que el invierno sea mi estación favorita porque puedo
pasarla contigo. Así que dime que eso va a suceder, Henry. Dime que las cosas van
a mejorar, que no vas a pensar en Perséfone cada vez que me tocas. Dime que vas
a amarme tanto como la amas a ella, y que no voy a pasar el resto de mi eternidad
estancada en la comparación de los recuerdos de mi hermana.

Silencio.

—Por favor —le susurré—. Te lo ruego. Si no lo haces... si no lo haces, me voy a ir.


Y no quiero decir sólo por el verano. Voy a dejar el Inframundo, y no voy a volver.

Él se estremeció, y supe de inmediato que había dicho las palabras equivocadas,


pero no podía retractarme ahora.

—Tal vez es lo mejor —dijo él—. Estarás más segura en la superficie, y los demás
pueden protegerte.

—No necesito protección. —Estaba llorando en serio ahora, y mi garganta estaba


apretada y mi voz estrangulada, pero continué hablando—. Necesito saber que no
voy a ser miserable por el resto de mi vida.

—Yo no debería ser la única fuente de tu felicidad —dijo Henry con frialdad—. Si
ese es el caso...

—No lo es. Tú no lo eres. Tengo a mi madre y a Ava y…

187
—James —terminó por mí, y quise decirle que estaba equivocado, pero no quería
mentirle. James era mi mejor amigo—. Sí, me di cuenta. No voy a darte una excusa
para que te vayas. Si deseas hacerlo, entonces ahí está la puerta. Estoy seguro que
James estará feliz de tenerte toda para él. Ahora si me disculpas, tengo
preparativos que hacer.

Abrí mi boca para decirle a donde podría meterse sus suposiciones, pero sus
últimas palabras me pillaron con la guardia baja.

—¿Preparativos para qué? ¿Qué es tan importante que tienes que irte cuando
estamos en medio de esto?

—Mis disculpas —dijo frío—. Pensé que ya habías tomado la decisión de


abandonarme.

Agarré una almohada que estaba detrás de mí y se la lancé. Sin moverse un


centímetro, la detuvo antes de llegar a mitad de camino hacia él.

—Eres un imbécil —le espeté—. Si es así como tratabas a Perséfone, entonces


¿sabes qué? No la culpo por dejarte. De hecho, ella fue una idiota por esperar
tanto tiempo.

Una agonía indescriptible cruzó el rostro de Henry, y puse mi mano sobre mi boca
en el momento en el que me di cuenta de lo que había dicho.

—Oh, dios, lo siento, no quise…

—Sí, lo hiciste —dijo él—. Cada palabra.

Enterré mi cara entre mis manos y ahogué un pequeño sollozo. Mis pulmones
ardían, y todo lo que quería hacer era acurrucarme en la cama y llorar, pero no
podía. No cuando Henry estaba aquí. No cuando finalmente estaba hablándome.

—Odio esto —susurré—. Odio pelear contigo. No estoy pidiéndote la luna y las
estrellas, lo prometo. Sólo quiero que me ames, que me quieras, que quieras pasar
tiempo conmigo, hablar conmigo.

—¿Y qué esperas conseguir actuando así? —dijo él—. ¿Crees que diciéndome ese
tipo de cosas de alguna manera me hará olvidar todas las eras que ya he vivido?

—¿En vez de qué? ¿No decir nada en absoluto? He intentado darte tiempo. He
intentado arriesgar mi vida para salvar la tuya. He intentado todo lo que se pueda
imaginar, pero tú ni siquiera quieres hablar conmigo...

188
—Henry.

Alcé la vista al oír el sonido de la voz de Walter. Asomó la cabeza por la puerta, y
mientras se dirigía a Henry, me ignoró deliberadamente. No estaba segura si debía
estar agradecida u ofendida.

—Estamos a punto de comenzar —dijo él, y Henry asintió con la cabeza


lacónicamente. Tan pronto como la puerta se cerró, Henry soltó un suspiro como si
hubiera estado conteniéndolo durante siglos.

—Podemos continuar esto más tarde, si lo deseas, pero debo irme ahora. Estamos
preparándonos para la batalla. —Él dudó un segundo—. Los Titanes son más
fuertes en los solsticios, y esperamos que Cronos escape por completo en algún
momento a finales de diciembre, así que no queda mucho tiempo.

Cerré mis ojos. Si no hubiera sido tan estúpida como para colarme en la caverna
Perséfone habría manejado la situación y nada de esto hubiese pasado.

—¿Te importa si me tomo uno o dos días antes de irme? Quiero despedirme de
todos.

Al principio Henry no dijo nada, pero finalmente asintió con la cabeza.

—Tómate el tiempo que necesites.

Él estaba a medio camino de la puerta cuando solté abruptamente.

—¿Puedo visitarte alguna vez?

El momento que le llevó voltear a mirarme, pensé que vi un atisbo de sonrisa, pero
desapareció antes de que pudiera estar segura.

—Pase lo que pase entre nosotros, Kate, siempre querré ser tu amigo. Es —se
detuvo—, es más de lo que he tenido antes.

Más de lo que Perséfone le había dado. Eso me trajo un poco de consuelo, aunque
la distancia de su voz me impedía sonreír.

—Vendré a visitarte alguna vez.

—Entonces haré todo lo que pueda para asegurarme que no vuelvas a un palacio
vacío.

—Yo… ¿qué? —¿Pensaba que no iba a volver?¿O él iba a desaparecer? ¿Morir en la


batalla con Cronos? ¿Le importaría siquiera?—. Henry, ¿qué…?

189
Antes de que pudiera terminar, un trueno retumbó en la habitación, y Henry
desapareció de mi vista, dejándome sola con miedo y preguntas sin respuesta. Me
apresuré hacia la puerta y la abrí, esperando en vano que él estuviese allí, pero
estaba sola.

Se había terminado.

190
Capítulo 16
Campo de Batalla

Traducido por ro0., Little Rose y flochi

Corregido por Monicab

H
enry no regresó después de que la reunión terminara.

Me quedé en nuestra habitación todo el día mientras lo esperaba,


ensayando lo que iba a decir una y otra vez en mi cabeza, pero nada
sonaba bien. Demandando las cosas que quería del él —necesitaba de
él— no arreglaría nada. Tenía que decidirse a cambiar; trabajarlo
conmigo. Tratarme como a una igual y hacer lo que sea para mantener viva nuestra
relación. No lo podía hacerlo por él, y ninguna cantidad de presión iba a ayudar. En
cualquier caso, lo alejaría.

Sin embargo, pequeño milagro, me estaba yendo. Había apartado la ropa que iba a
traer conmigo, y todo el día pensé sobre lo que iba a ser y a dónde iría. No conocía
a nadie más en la superficie, y no tenía idea de cómo vivían los otros. ¿Tenían casas
como Henry? ¿Realmente existía el Monte Olimpo? ¿Tenía mortales que amaban y
a los cuales pasaban a ver cada par de años?

Parte de la razón por la que quería atrasar mi viaje era para darle a Henry la
oportunidad de que se diera cuenta lo que había salido mal entre nosotros, junto a
la posibilidad de arreglarlo. No estaríamos perfectamente bien en un día, lo sabía,
pero había una posibilidad de que él lo intentara. Al final, eso era todo lo que en
realidad quería.

Aunque, la otra razón por la que estaba retrasando el viaje era porque no sabía
qué hacer. Podía preguntarle a mi madre, supongo, o a James o Ava, pero estaban
planeando su estrategia para sobrevivir a la batalla con un Titán, y lo último que
necesitaban era otra cosa por la que preocuparse. No iba a abandonar y huir de mi

191
vida inmortal, pero no sabía dónde ir o cómo llegar ahí, y por ahora eso era razón
suficiente para quedarme.

El día pasó lentamente. Cada vez que escuchaba pasos en el pasillo, contenía la
respiración y esperaba que la puerta se abriera, pero nunca era Henry. Mi madre
vino dos veces, una vez después de la junta para decirme que estaría escasa de
tiempo mientras ayudaba a los otros a poner la trampa para Cronos, y la segunda
para desearme buenas noches. Con cada hora que pasaba, mi corazón se hundía
un poquito más, y finalmente renuncié a la esperanza de ver a Henry esa noche.

No estaba cansada, pero Pogo sí. Se acurrucó en la almohada a mi lado y roncaba


mientras yo miraba al techo y trataba de imaginarme cómo iba a terminar esto.
¿Henry se despediría? ¿Querría él realmente que lo visitara? ¿Los otros dioses me
ignorarían? Mi madre no lo haría, y podía contar con ver a Ava cada vez que se
aburriera y se sintiera sola, pero los otros, incluso James, no estaba tan segura, a
menos que él decidiese seguirme después de que no estuviera casada. ¿Lo dejaría?
No lo sabía, y me odiaba a mí misma por mi inseguridad. Por incluso pensar en
herir a Henry así, tanto como si estábamos juntos como si no.

Pasado medianoche, el aplastante peso de la realidad llegó. Una vez que dejara el
Inframundo, lo más probable es que no viera a Henry nunca más. No estaría en su
reino y fácilmente accesible, como Perséfone, pero estaba completamente segura
que él no me buscaría. No importaba cuantas promesas hiciera que me dejaría
visitar, lo mejor que podría esperar era verlo en las reuniones del consejo, si es que
él no decidía desaparecer.

Sollocé suavemente en mi almohada. Todo lo que había hecho desde el primer día
que entré a la Mansión Edén era para prevenir que esto pasara. Hice todo lo que
pude para salvar a mi madre y a Ava de morir, antes de saber que eran diosas, pero
mientras que les había fallado a ella dos, no le había fallado a Henry. Él seguía
existiendo por mí, porque yo lo amaba, porque me había casado con él y acepté
reinar en el Inframundo con él. Y ahora se lo estaba arrebatando.

Quería quedarme. Él necesitaba que me quedara, pero no podía seguir viviendo


así. Tenía que entender, él quería desaparecer cuando Perséfone lo dejó, y solo se
había quedado después de que la onceava chica muriera porque el consejo le
había pedido que intentara con una más. Pero no me había pedido. Dijo que me
fuera, y así lo haría.

192
En medio de la noche, escuché otros pasos, y esta vez no tocaron la puerta antes
de que esta se abriera y cerrara. Me levanté sobre mis codos y entrecerré los ojos
para ver entre la oscuridad.

—¿Henry? —pregunté sorprendida. Él había vuelto, medio día después de lo que


dijo que haría, pero no iba a ser exigente.

Se quitó los zapatos y los metió a su clóset.

—Perdón por molestarte. Vuelve a dormir.

No podía volver a dormirme cuando en primer lugar no había estado durmiendo,


pero mordí mi lengua y observé, segura de que se iría a otra habitación una vez
que hubiese terminado. Se cambió por unos pantalones para dormir de seda, y
mientras caminaba alrededor de la cama hacia su lado, mi corazón se aceleró.
Después de todo iba a dormir aquí.

—¿Hace mucho calor? —preguntó mientras se metía a la cama—. No estás bajo las
sábanas. —Parecía que estaba tratando la mayor distancia posible en la inmensa
cama. Si era porque no quería estar cerca de mí o porque quería darme espacio, no
lo sabía.

—No estaba durmiendo —le dije—. ¿Está todo bien en el consejo?

—Tan bien como las cosas pueden estar con este escenario. Ya hemos decidido
que roles tendremos cada uno, y tenemos que definir el calendario desde ahora
hasta el solsticio de invierno.

Faltaban casi dos meses, pero con todo lo que tenían que preparar, ¿era suficiente
tiempo? ¿Cuánto tiempo tomaba construir una trampa que detuviera a un Titán?

—¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?

—Pensé que te estabas yendo.

—Si hay algo que puedo hacer por aquí, entonces no tengo que irme ahora
mismo.

—Hay algo. —Se dio vuelta en su lado, alejando su mirada de la mía—. Mantente
lejos de los problemas, dime si algo sospechoso pasa y no vayas a ver a Calliope.
Además de eso, si hay algo más específico, seguro te lo haré saber.

Me hundí en la cama hasta que mi cabeza tocó la almohada. No me molesté en


meterme bajo las sábanas.

193
—Está bien —dije, tratando de esconder la decepción. ¿Eso era todo lo que era
para él, una carga que debía ser vigilada para que no se metiera en más
problemas?—. Entonces, no habrá ninguna diferencia para ti si me voy más
temprano que tarde.

Él estaba callado. Los minutos pasaron, y yo observaba la oscuridad, buscando algo


que decirle. Cualquier cosa que lo hiciera entender que quería quedarme, pero no
así. No cuando él no me quería aquí.

—James y yo nunca estuvimos juntos —dije tranquilamente—. Lo que sea que


pienses que pasó en Grecia, no lo hizo. Fuimos como amigos, eso es todo lo que
fuimos. Esperaba que aparecieras. Te buscaba en todas las partes a las que íbamos,
porque estaba tan segura de que me sorprenderías, y cuando no lo hiciste, me
dolió. Era como si no quisieras verme para nada.

Busqué su mano, pero en el último momento, la alejé. Ahora mismo no podía


manejar su rechazo físico por sobre todo.

—No te estoy dejando por él. No te estoy dejando por nadie, y jamás me habré ido
buscando algo mejor. Tú eres mi algo mejor, y desearía… desearía que yo fuese el
tuyo también.

Un rotundo silencio llenaba la habitación. Mi corazón se aceleró mientras esperaba


que dijera algo, cualquier cosa, pero ni siquiera me miró, la decepción rompió
cualquier esperanza que quedaba en mí. Me aparté de él, enterrando mi cara en la
almohada, luchando por convencerme de que estaba cansado y que se había
quedado dormido antes de que yo hablara. Había esperado mucho antes de
empezar, y no lo podía culpar por eso. Tendría que hacer un esfuerzo de repetirlo
en la mañana, y si eso fallaba, por lo menos sabría que hice todo lo que pude.

—Buenas noches —susurré y cerré mis ojos, segura de que no podría dormir muy
rápido. Incluso si lo hiciera, todos mis sueños serían pesadillas llenas de Calliope y
el momento en que Perséfone había besado a Henry, y no valía la pena revivir eso.
Esperaría hasta que estuviera tan exhausta que ni siquiera pudiera soñar.

Sin las sábanas, la habitación estaba helada, y tirité. Y el colchón se movió debajo,
y Henry puso un brazo a mi alrededor y presionó su pecho contra mi espalda.
Estaba cálido, y sus manos buscaron las mías hasta que las encontraron.

—Por favor no te vayas —dijo, y sus labios rozaron mi cuello. Temblé de nuevo,
pero esta vez era por una razón completamente diferente.

Por el resto de la noche ninguno de nosotros dijo otra palabra.

194


Me quedé.

Mientras las semanas pasaban, no hablábamos sobre nada de lo que le dije a


Henry y lo que él me dijo a mí. A veces él no volvía en la noche, pero esos eran los
días en que aparecía exhausto a la mañana siguiente, y asumía que había estado
trabajando. Actuábamos amistosamente durante los pocos minutos al día que nos
veíamos, pero eso era todo lo que éramos. En la noche, lo esperaba antes de irme
a la cama, cuando entraba, me abrazaba sin decir ninguna palabra. Nunca me besó
y nunca se disculpó, pero quería que me quedara, y por ahora, eso era suficiente.

Me mantuve ocupada mientras los otros se preparaban para la guerra. Exploré el


palacio, encontrando cada habitación más o menos exactamente donde había
estado en Edén, lo que hacías las cosas fáciles y aburridas. Un día intenté averiguar
cuántas habitaciones había, pero después de perder la cuenta dos veces, me
detuve.

Algunas veces James o Ava me encontraban, y pasábamos el día juntos hablando


de nada en particular y pretendiendo que no se veían terribles. La inminente
batalla ya había causados estragos en todos, pero cada vez que lo decía, me
aseguraban que habían pasado por cosas peores.

Evadía a Perséfone como a la plaga, y no me molestaba en ocultarlo. Cada vez que


ella entraba a una habitación, yo salía, generalmente con una excusa inventada
anteriormente. En las pocas ocasiones que era forzada a estar cerca de ella sin
ninguna escapatoria, mantenía mi cabeza baja y me quedaba callada, y ella nunca
me dirigió ninguna palabra. Si se sentía culpable —o si sentía que había hecho lo
correcto— no quería saberlo.

A pesar de lo inútil que me sentía, ganaba un poco de satisfacción sabiendo que al


menos no era una carga para nadie. Leía, exploraba, y mantuve la promesa que le
hice a Henry. También pasaba incontables horas luchando para mejorar mi
habilidad. Cuando quería ir a la caverna de Cronos, terminaba en la casa de
Perséfone, dónde Adonis había puesto flores esperando que regresara. Y cuando
quería saber que estaba pasando en la reunión, terminaba en la habitación llena de
ventanas otra vez, en dónde Henry había besado a Perséfone. O Perséfone había
besado a Henry. No importaba.

195
Más que eso, no tuve éxito. Cualquier paso que estuviese saltándome, no lo podía
descubrir, y a pesar de la insistencia de mi madre de que lo entendería en algún
momento, me sentía como una fracasada. No había dudas de por qué los otros
querían que me quedara fuera de la batalla. Yo no quisiera que yo ayudara
tampoco.

Cuanto más cerca estábamos del solsticio de invierno, más ansiosa me ponía. Aún
si los otros lo decían en voz alta o no, todas estas preparaciones eran mi culpa. Yo
había puesto a Henry en una posición donde había sido forzado a abrir la puerta.
Si algo les pasaba, sería mi culpa, y no podía lidiar con eso.

Ingrid era la única cosa por la que Henry y yo peleábamos. Él no quería que fuera a
ninguna parte cerca de la prisión de Cronos, y yo insistía en mantener mi promesa
de verla. Finalmente nos comprometimos, y Henry trajo a Ingrid al palacio por una
tarde una semana antes del solsticio.

Mientras que los otros estaban en el medio de las preparaciones, Ingrid y yo


vagábamos por los jardines de joyas, los cuales se extendían por la orilla de un río
negro que corría por las paredes de las piedras de la monstruosa caverna. El río
Styx.

—Estuve tan cerca de vivir aquí por siempre —dijo Ingrid con un suspiro, y nos
pusimos cómodas bajo el árbol dorado con rubís del tamaño de manzanas
colgando de sus ramas—. Eres tan afortunada.

—No lo llamaría suerte —le respondí, hundiendo mis pies en la arena negra—. Es
más como nepotismo.

Ella rió, y mientras se acomodaba junto al árbol dorado, tomé uno de los rubíes y
lo olfateé. Nada. Si Henry podía crear estas joyas tan hermosas, ¿por qué no podía
al menos darles la ilusión de un aroma? Yo guardaba las flores que me dejó en el
Inframundo en un jarrón de cristal en el medio de mi armario, e incluso después de
tanto tiempo, seguían oliendo a dulces. Pero bueno, eran reales. Algo así.

Dudé.

—¿Qué hubieras hecho si Henry nunca te hubiera amado tanto como tú querías?

—No podemos elegir cuánto nos ama una persona —dijo Ingrid mientras ponía un
dedo en el agua y se estremecía—. Me eligió para la prueba porque creyó que me
amaría como debía con el tiempo. No te habría escogido de no pensara lo mismo
de ti, ya sabes.

196
—No se siente así —murmuré, y cuando Ingrid me presionó, le dije todo lo que
ocurrió desde nuestro regreso de la caverna de Cronos. La pelea que tuvimos, lo
que me dijo, cómo me dijo que me fuera… y luego cambió de opinión al descubrir
que James y yo no habíamos hecho absolutamente nada. Cómo habíamos actuado
amablemente desde entonces, pero no como marido y mujer. Cuánto temía que
nunca cambiáramos eso.

Para cuando terminé, Ingrid me rodeaba con un brazo, y yo miraba la joya en mi


mano como si tuviera la respuesta a todas mis preguntas.

—Conocí a Henry cuando tenía siete —dijo mientras jugaba con un mechó de mi
cabello—. Era el inicio del siglo veinte, y mis padres eran inmigrantes alemanes. No
teníamos familia en América, por lo que después de su muerte, viví en un orfanato
en la Ciudad de Nueva York.

—Yo también crecí en Nueva York —dije en voz baja, e Ingrid sonrió.

—Creo que Henry tiene algo por las Neoyorkinas —dijo—. Y las chicas sin mucha
familia. Creo que siente que es más fácil que lo amemos si ya estamos solas.

Sacudí la cabeza. Ella tenía razón, claro, pero eso no hacía que fuera más fácil
recordar cuánto se odiaba Henry a sí mismo.

—Yo podría haber tenido una familia gigante en la ciudad y lo amaría de la misma
forma.

—Intenta decírselo a él —dijo Ingrid irónicamente—. Siempre ha sido así, sabes.


Convencido de que no merece ser amado, aunque crecí con él. Solíamos caminar
juntos. No estaba en esta forma, quiero decir, se veía como un chico de mi edad, y
por mucho tiempo creí que lo era. Era mi mejor amigo. Solíamos vagar por las
calles juntos, y hablábamos de todo… robábamos manzanas de los mercados y nos
metíamos en tantos problemas. —La piel alrededor de sus ojos se arrugó con su
sonrisa—. Hizo que mi miserable vida valiera la pena. Me dijo quién era realmente
el día que dejé el orfanato, y me llevó a su hogar en el bosque. Es hermoso. ¿Has
estado allí?

Asentí.

—La Mansión Edén.

—Fue el primer hogar real que tuve desde la muerte de mis padres. —Ingrid tomó
mi mano y entrelazó nuestros dedos. Sus huesos se sentían delgados, como los de
un ave. Como si al apretarlos con mucha fuerza podrían romperse—. Me dijo de

197
Perséfone. Y me dijo que mientras ella era su pasado, me quería en su futuro. —
Sacudió la cabeza—. Es algo tan ridículo de recordar, pero lo hago. Y cada vez que
me visita, pienso en eso y cómo no sólo lo decía porque creyera que necesitaba
oírlo. Nos amó a todas a su propia manera, Kate. A mí, las otras que murieron, a ti;
pero mira a cuántas ha perdido. Mira lo que le pasó con Perséfone. Cree que es el
culpable de todo ello, sabes, y esa culpa no va a desaparecer de un día para el
otro. ¿Puedes culparlo por contenerse?

Tragué. No, no podía. Y no tenía idea de que amó a las otras chicas como decía
amarme. Y toda esa pérdida… todo lo que yo había pasado con mi madre doce
veces peor, pero Henry no tenía al cáncer para culpar.

—Deberías haber pasado —dije suavemente—. Suena como si ambos hubieran


sido muy felices juntos.

—Probablemente. —La sonrisa de Ingrid se desvaneció mientras se concentraba en


el agua que corría—. Pero no lo hice, y ya no se puede volver atrás. Quiero que sea
feliz, Kate.

—Yo también —murmuré—. Lo intento. Realmente lo hago, pero siento como que
no me quiere.

—Está herido. Henry nunca ha sido bueno expresando sus emociones, y a veces
eso lleva paciencia. No es que crea que no la tienes. —Se apresuró a añadir—. Sólo
que él necesita más de la cantidad normalmente necesaria.

—Yo me quedaré —dije—. Por ahora, al menos. Pero no sé qué más hacer. No sé
cómo arreglar esto.

—¿Y si esto no necesita ser arreglado? —Ingrid se concentró en mí, con los ojos
verdes como platos—. ¿Y si todo ya es perfecto bajo la superficie, y la superficie es
lo que molesta?

Parpadeé.

—No lo entiendo.

—Crees que el problema es que Henry no te ama —dijo Ingrid, y me encogí de


hombros—. Pero yo te lo digo, todos te han dicho que sí lo hace. Por lo que tienes
dos opciones, puedes aceptar que estás equivocada y dejar que Henry te ame a su
manera, o forzarlos a ambos a vivir miserablemente hasta que comprendas que te
ama de todos modos.

198
Bufé.

—Eso no suena como una posibilidad.

—Por supuesto que lo es. Puedes escoger ser feliz o miserable, y eso está
completamente en tu poder. Henry no tiene que hacer nada.

—¿Y si te equivocas? —dije—. ¿O si sólo estás sobreestimando cómo se siente?

—Entonces le darás a Henry la oportunidad de realmente enamorarse de ti. —


Sonrió Ingrid—. ¿Acaso no sería divertido?

Pasé mis dedos por la fría superficie del rubí. Incluso tenía forma de manzana.

—Está ocupado con la batalla. Todos lo están.

—Aunque no por mucho tiempo. Y puedes poner excusas o puedes absorberlo y


ver las cosas desde su punto de pista, y ambos serán más felices por ello. No tienes
que hacer nada diferente. Sólo piensa en lo que él está pasando, y sé tú misma y
deja que ambos sean felices. Todo caerá en su lugar.

Me quedé en silencio. Eso es lo que había intentado hacer, pero nada había
cambiado. Esa noche que pasamos en la Mansión Edén… con o sin mi deseo de
estar con él había consumido todo, y había sido la primera cosa honesta que
realmente me permití sentir desde que llegué a la mansión. Esa pasión fue real. Y la
forma en que me besó…

Había estado muy segura de que fue real para él también. Quería eso de nuevo.
Quería esos besos, esos toques, que me mirara de esa forma. Quería volver a ser
esa persona para él.

—¿Qué crees que ocurriría si tan solo fuera con él y lo besara? —dije e Ingrid rió.

—Creo que te dejaría. ¿Y si eso es lo que espera que hagas, Kate? ¿Y si está
esperando por una señal justo como tú lo haces, y ambos dan vueltas en círculos,
esperando, esperando, esperando?

—Entonces supongo que será mejor que uno de nosotros haga algo —murmuré, e
Ingrid me abrazó.

—Esa es mi chica.

Yo habría sido mejor en esto si él hubiera ayudado, si me hubiera dicho lo que


sentía en lugar de dejarlo para mi imaginación, pero de todas formas lo intenté.
Desde esa tarde, en lugar de preocuparme por nuestros momentos de silencio, lo

199
miré. No estaba divagando para decir algo o ignorándome. Su mirada era distante
y fruncía el ceño, y finalmente me dejé a mí misma admitir que no era por mí. Era
la batalla, Calliope, Cronos… todo excepto yo. Porque conmigo, al menos sonreía.

Y en vez de concentrarme en cada vez que no me tocaba, busqué en mi memoria


cada vez que lo hizo. Su brazo a mi alrededor mientras dormía, el roce de sus
dedos en mi mejilla, incluso la forma en que me miraba después de un día
particularmente largo. No me besaba; no me abrazaba. No me dijo que me amaba
otra vez. Pero eventualmente me permití ilusionarme con que lo haría. Él lo estaba
intentando a su manera, y eso debería ser suficiente por ahora. Porque si no lo era,
ambos seríamos miserables, y él no se lo merecía. Yo tampoco.

Mientras la última semana antes del solsticio pasaba, esperé la oportunidad de


hacer lo prometido y besarlo apropiadamente. Pero Henry pasaba más y más
tiempo encerrado en reuniones con los otros miembros del consejo, y para cuando
llegaba a la cama, colapsaba con apenas un buenas noches. No había notado que
podía cansarse, pero cuando le pregunté a mi madre durante los pocos minutos al
día que podía verla, su respuesta fue contundente:

—No nos cansamos de hacer cosas normales de humanos. Es cuando usamos


nuestros poderes que nos agotamos.

Eso explicaba por qué al parecer no necesitaba dormir más, aunque cuando estaba
con Henry, me las arreglaba. Necesitaba más de lo que él se permitía tomar, y me
negaba a levantarlo temprano o tenerlo hasta tarde sin importar cuánto quería que
supiera cómo me sentía. Ahora no era el momento, y no lo sería hasta después de
la batalla. Si es que había un después de la batalla.

No me permitía pensar en esa parte. Él tenía que sobrevivir; no había otra opción.
Si Cronos no lo mató en esa caverna, no lo mataría ahora. No mataría a ningún
dios. Tenía que creer que todo estaría bien.

En las horas previas al solsticio de invierno, el consejo se reunió, sus tronos


formando un círculo que se alineaba con los de diamante blanco y negro para
Henry y para mí. Dudé en tomar el mío, dado que yo no tenía nada que ver con
organizar la batalla y no iba a participar, pero Henry insistió.

Antes de que la reunión comenzara, Perséfone se acomodó en el brazo de la silla


de nuestra madre como si lo hubiera hecho millones de veces antes. Me miró, y me
retorcí al comprender que probablemente mi trono le había pertenecido a ella
cuando era reina. Perfecto.

200
—Hermanos y hermanas, hijos e hijas —dijo Walter. Miró alrededor del cuarto con
gravedad, tomándose tiempo para examinar cada rostro, y se saltó el trono vacío
de Calliope como si no estuviera allí—. Hemos pasado meses anticipando esta
noche, y finalmente ha llegado.

Henry se sentó rígido, con la barbilla en alto y una expresión en blanco. Las bolsas
bajo sus ojos eran púrpuras, tan malas como las de mi madre en su último año de
vida, y las líneas en su rostro profundas como nunca antes. Sentí temor, y me forcé
a no pensar en la posibilidad de que él colapsara en la batalla y muriera de todas
formas. Debería haberle dado más tiempo para dormir. Debería haber insistido en
estar en otro cuarto para no interrumpirlo. Debería haber hecho tantas cosas que
no hice, cosas en las que Ingrid y Perséfone habrían pensado.

—Nuestro enemigo es fuerte, no hay que negarlo —dijo Walter—. Pero lo


vencimos una vez, y estoy confiado en que volveremos a triunfar.

La esquina de los labios de Henry se curvó. Walter estaba mintiendo. Incluso yo


sabía que la posibilidad de que tuvieran éxito sin Calliope era baja, y ella estaba
encerrada en un cuarto en el palacio, sin cooperar después de tanto tiempo. Lo
que sea que hizo durante la primera guerra había sido esencial para asegurarles la
victoria, y sin ella, cada uno de ellos estaba planeando la derrota. Todo lo que
podía esperar era que no empujaran hasta pasar el punto de retorno.

—Me gustaría proponer un brindis —dijo Walter, y a su lado Xander hizo un gesto.
Aparecieron copas de vino frente a todos nosotros, flotando en el aire—. Para
todos aquí, con mi más profundo amor y afecto. Lo que sea que ocurra esta noche,
sepan que estoy orgulloso de cada uno de ustedes. Somos una familia, y ninguno
de nosotros será olvidado.

Sentí nauseas, y todo lo que pude hacer fue murmurar junto a los otros y beber un
poco de vino. Estaban preparándose para morir después de todo. Quizás no todos
ellos, pero la posibilidad me aterró. Si siquiera uno de ellos no volvía con vida… no
podría vivir con esa culpa.

Nadie dijo una palabra tras eso. Todos se sentaron en silencio y miraron al reloj
avanzar más y más cerca de la medianoche, y yo miré fijamente los rostros de todo
el mundo a mi alrededor. Mi madre. Henry. Ava. James. Todos arriesgarían sus
vidas. Egoístamente me pregunté qué me pasaría si ninguno de ellos sobrevivía.
¿Me quedaría en el palacio con ninguna forma segura de regresar a la superficie, o
Cronos vendría detrás de mí para terminar el trabajo? Si fuera la única que
quedara, esperaba que lo hiciera.

201
Justo antes de que el reloj diera la medianoche, Henry se estiró para tomar mi
mano. Su piel era cálida, y a diferencia de la mía, su palma estaba seca. Por un
segundo, su agarre se apretó, y el horror serpenteó a través de mí. ¿Me estaba
diciendo adiós?

—Por favor, vuelve —susurré para que solo él pudiera escucharme. Él asintió una
vez, un gesto tan pequeño que me pregunté si lo había imaginado, y me soltó.

Henry se puso de pie, y así también lo hicieron los otros. A través del círculo, Ava
sostuvo la mano de Nicholas, y aparté la mirada. Había conocido al consejo hace
un año. Ellos se habían conocido unos a otros desde los albores de la humanidad,
y todo lo que yo estaba sintiendo era insignificante a lo que ellos estaban pasando.

Cuando el reloj empezó a sonar, Henry entró en el centro del círculo, y los otros se
unieron a él. Mi madre me sonrió con tristeza, y levanté mi mano en un adiós
silencioso.

Cuando sonó el doceavo repique, ellos se habían ido.



Me hundí contra el brazo de mi trono, mi rostro enterrado entre mis manos


mientras grandes sollozos se escapaban de mí. Abrumada con la impotencia,
empujé mi mente hacia la batalla y luché por verlos. Tenía que saber lo que estaba
sucediendo.

Alguien me tocó el hombro, y pegué un salto, casi saliendo disparada de la


plataforma. Mi visión estaba borrosa, pero distinguí a una rubia con ambas manos
en sus caderas, y por un aterrador momento pensé que era Calliope. Me lo tendría
bien merecido que me matara ahora mientras los otros estaban lejos.

—Todo saldrá bien —dijo ella, y dejé escapar un audible suspiro de alivio cuando
reconocí la voz de Ava. Me limpié los ojos con las mangas, y lentamente empecé a
ver mejor.

—¿Ava? —Mi cara se enrojeció cuando me di cuenta de que ella debió haberme
visto quebrarme de esta manera—. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿No deberías estar
con los otros?

202
—Alguien tenía que asegurarse que no saldrías corriendo tras nosotros otra vez —
dijo ella, y a pesar de que ella estaba bromeando, sus palabras fueron un golpe
bajo—. Además, nunca he sido buena en los combates. Soy más del tipo de
persona de hacer el amor, no la guerra. Ven acá, estás hecha un desastre. ¿Cómo lo
conseguiste en tan solo treinta segundos?

Un pañuelo apareció de la nada, y dejé que limpiara mis mejillas y nariz. Era una
cosa tan maternal que hizo que mis ojos se llenaron de lágrimas nuevamente, y
ella frotó mi espalda consoladoramente.

—Vamos a sentarnos, ¿sí? —Me llevó a una de las bancas acolchadas, evitando por
completo los tronos—. No te preocupes tanto. Todos son realmente buenos en lo
que hacen, y tenemos un plan fantástico. Volverán antes de que te des cuenta, lo
prometo.

Su tranquilidad era agradable, pero ella no tenía manera de saber, y no podía


tragarme las falsas esperanzas.

—Si algo pasa, será mi culpa —dije entre lloriqueos—. Soy quien causó esto.

—Oh, Kate. —Ava me abrazó—. No me digas que realmente crees eso. Claro que
no es tu culpa. La única persona culpable es Calliope, y para cuando terminemos
con ella, no volverá a hacerle daño a nadie nunca más.

—No pueden derrotar a Cronos sin ella —dije—. ¿Y si él los mata? Walter, dijo…

—A Papi le gusta ser dramático —dijo Ava, y a pesar de todo lo que quería creerle,
no pude—. No estoy diciendo que vaya a ser fácil, pero ninguno de ellos dejará
que nada malo les pase a los otros. ¿Qué clase de familia seríamos si lo
hiciéramos?

No tuve una respuesta para eso. Las cosas malas sucedían. Ninguna cantidad de
amor podría arreglar eso. Si se pudiera, mi madre nunca habría sufrido cáncer.
Cerré mis ojos y me relajé, esperando que por una vez mi don cooperara y pudiera
ver todo lo que estaba pasando. Sin importar de qué tipo de dolor sería testigo sin
ser capaz de ayudar, sería definitivamente mejor que sentarse aquí esperando,
estaba segura de ello.

—¿Estás intentando verlos? —dijo Ava, rompiendo mi concentración.

Abrí mis ojos y asentí. No tenía sentido mentirle sobre ello.

203
—No lo hagas, cariño —dijo ella, tomando mi mano y poniéndola entre las suyas—
. No quieres ver eso.

Un nudo se formó en mi garganta.

—No puedo… no puedo quedarme aquí y esperar —dije, mi voz quebrándose—.


¿Cómo puedes estar tan tranquila cuando ellos podrían morir?

—Estoy calmada porque sé que esperar —dijo ella—. Incluso si pudieras conseguir
que tu poder funcione, estás tan acostumbrada a cómo pelean los mortales que no
entenderías lo que está pasando de todas maneras. Henry va a necesitarte cuando
regrese, y no quieres agotarte por estar observando.

Bajé la mirada al suelo de mármol. Si importar lo que Ingrid dijo, sin importar
cómo actuó Henry hacia mí, el hecho seguía siendo que Perséfone estaba a su lado
en la batalla. Y si algo le pasaba a uno de sus hermanos, no vendría a mí con su
dolor.

—Tendrá a Perséfone.

Ava resopló.

—Oh, por favor. En el momento en que tenga una oportunidad, volverá corriendo
junto a Adonis.

—No estoy tan segura de eso. —Dudé—. Ella lo besó.

—¿Qué? ¿Quién?

—Perséfone —dije—. Ella besó a Henry.

—¿Cuándo? —dijo Ava con incredulidad—. Ella lo odia, por qué haría…

—Ella estaba intentando probarle que su relación se encontraba en la imaginación


de él. —Apoyé mi cabeza contra la banca—. Fue la noche que regresamos. Estaban
solos en esa habitación con un montón de ventanas, y él estaba sentado, y ella se
subió a su regazo. Hablaron un rato, y ella lo besó. No quise verlo —agregué, en
caso de que ella pensara que había estado espiando a propósito—. No pude
controlarlo. Pero lo vi, tan claro como el día. No fue solo un besito tampoco, y sé
que Henry lo disfrutó.

—Sí, probablemente lo hizo —dijo Ava, y debió haberse dado cuenta de lo


completamente inútil que fue, porque agregó con rapidez—: ¿Las cosas han estado
mejor entre ustedes? Es decir, ¿con que frecuencia sacuden las sábanas?

204
Fruncí el ceño.

—¿Qué? Te refieres a… nunca. No hemos... para nada, no desde esa única vez.
¿Cómo puedes siquiera…? —Me detuve. Claro que preguntaría algo como eso; ella
era Ava—. Él… me estrecha entre sus brazos a la noche, supongo, pero ni siquiera
nos hemos besado.

Ava se quedó con la boca abierta.

—¿Estás hablando en serio? Dios mío, Kate, ¿por qué no viniste al instante a mí?

—Intenté decírtelo —dije, desconcertada. ¿Cómo había pasado que esto


súbitamente se había vuelto mi culpa?—. ¿Qué hubieras hecho de todas formas?
¿Obligarlo a quererme? No quiero que suceda así, Ava.

Ella puso sus ojos en blanco.

—Honestamente, ¿crees que haría eso? De eso no se trata el amor, Kate, pero pude
haberle dado un codazo en la dirección correcta. Sin usar mis poderes —agregó
cuando la miré—. Algún día aprenderás a confiar en mí. Ahora, esa bruja no estará
cerca por siempre, ¿y qué vas a hacer cuando esté fuera del camino?

No me gustaba Perséfone, pero seguía siendo mi hermana, y la actitud de Ava


hacia ella me hacía daño.

—¿Por qué se odian? —dije—. Entendí que te gustaba Adonis también, pero ¿no
tienes bastantes juguetes?

—Has visto a Adonis —dijo Ava con una sonrisa atrevida—. ¿Lo llamarías
simplemente otro juguete?

—No, pero…

—Exactamente. Lo vi primero, y ella me lo robó, simple y llano. Incluso puedes


preguntarle a Papi.

—No quiero preguntarle a Walter —dije con brusquedad—. ¿No debería Adonis
tener algo que decir al respecto?

Ava atrapó su labio inferior en un puchero.

—Nos quería a ambas. Esa es la razón por la que Perséfone renunció a su


inmortalidad, ya sabes. Ella quería tenerlo en el Inframundo todo para ella en vez
de tener que compartirlo conmigo.

205
Y mientras tanto, Henry tuvo que observar como su esposa luchaba con Ava por el
derecho de estar con un mortal. Perséfone había hecho lo correcto, dejándolo,
pero por el bien de Henry, deseé que ella lo hubiera dejado antes de engañarlo por
la espalda. O en frente.

—No sé qué voy a hacer cuando ella se haya ido —dije—. Pero siempre y cuando
quiera que me quede, y siempre y cuando se esté esforzando en que lo nuestro
funcione, no voy a abandonarlo como ella hizo.

—Sé que no lo harás —dijo Ava, apoyando su cabeza sobre mi hombro—. Esa es
en parte la razón por la que te elegimos, ya sabes.

—Sí, bueno, eso es lo único que tengo a mi favor. Soy una inútil.

—Has sido inmortal por nueve meses. Date tiempo antes de decidir que estamos
equivocados. No nos equivocamos, por cierto —agregó—. Solo en caso de que
decidas desafiarnos.

Dudé. No se lo había dicho a nadie más, ni siquiera a mi madre, pero necesitaba


contárselo a Ava. Si ella realmente podía ayudar, entonces necesitaba saberlo todo.

—Iba a dejarlo.

Ava permaneció en silencio, y cuando finalmente habló, casi susurró.

—Lo sé. Estoy contenta de que no lo hicieras.

La miré fijamente.

—¿Lo sabes? ¿Cómo?

—Henry nos contó —dijo ella—. Justo después que le dijeras que lo harías.

Escondí mi rostro en mis manos, obligándome a respirar con calma. Por supuesto
que todos lo sabían. Ninguno de ellos podía guardar un secreto para salvar sus
vidas.

—Nadie intentó convencerme de lo contrario. ¿Hablaste con Henry? ¿Es esa la


razón por la que…? —Tragué saliva, mi garganta en carne viva debido a mis
sollozos—. Por eso me pidió que me quedara, ¿no?

—Claro que no —dijo Ava—. Kate, deja de hacerte esto. Ninguno de nosotros le
dijo nada a Henry, y ninguno te habló porque James insistió en que era tu elección.

Un nudo se formó en mi garganta, y me obligué a hablar a través de el.

206
—Esa noche, cuando Henry volvió… le dije que James y yo no estuvimos juntos. Y
entonces me pidió que me quedara.

—¿En serio? —dijo Ava, animándose—. Bueno, eso lo aclara todo, ¿no?

—¿Que es qué?

Ella suspiró.

—Eres adorable. Despistada, pero adorable. Henry pensó que querías estar con
James porque pasaste el verano con él. Así que estaba dándote la oportunidad de
irte.

Lo sabía, o al menos lo había sospechado. Aunque eso no hacía que fuera más fácil
escucharlo.

—Pero no quiero estar con James.

—Y una vez que él lo entendió, te pidió que te quedaras, porque eso es lo que
realmente quiere. —Ava me sonrió de una manera atrevida—. ¿Lo ves? A veces no
todo es pesimismo y negatividad.

Sorbí las lágrimas, y el peso en mi pecho se aligeró.

—¿Realmente lo crees?

Ava presionó un beso sonoro en mi mejilla.

—Lo sé.

Esperar era una tortura. En las siguientes horas, hablamos sobre todo y sobre nada.
Cuando nos quedamos en silencio, intenté nuevamente ver lo que estaba pasando,
pero no funcionó. Cada vez que el reloj repicaba, me preguntaba quién faltaría
cuando el consejo regresara, si es que alguno de ellos regresaba. Ava siguió
tranquilizándome de que no tener noticias eran buenas noticias, pero ¿cuánto
tiempo pasaría antes de que ella reconociera que algo debía haber ido mal?

A las seis cuarenta y cinco, algo hormigueaba contra la parte de atrás de mi cuello.
Ava y yo nos recostamos sobre la otra, medio dormidas, y seguimos
despertándonos cada pocos minutos para ver si habían vuelto. Cuando abrí un ojo
vi una extraña bruma a nuestro alrededor, y por un momento pensé que estaba
soñando.

Y entonces escuché una risita y el chasqueo de unos tacones contra el mármol, y


mi sangre se volvió hielo.

207
—Buenos días —dijo Calliope mientras doblaba la esquina para enfrentarnos—. Se
ven cómodas, ¿no?

Sin ninguna advertencia, la bruma se volvió niebla y nos envolvió.

208
Capítulo 17
Cenizas y Sangre

Traducido por Gaby828, LizC y Aldebarán

Corregido por Marina012

A
brí mi boca para gritar, pero nada salió.

—Oh, detente —susurró la voz de Calliope a través de la niebla, haciendo


eco a mi alrededor—. De todas maneras, no hay nadie aquí para ayudarte.

Me incliné hacia Ava, pero se había ido.

—¿Qué le hiciste? —dije, tropezando sobre mis pies. Mis rodillas se doblaron, pero
me negué a darle a Calliope la satisfacción de verme caer.

—La tendrás de vuelta pronto —dijo mientras se aparecía a través de la niebla


frente a mí—. Te dije que Cronos me liberaría. ¿No amas cuando todo funciona al
final?

Un calor malevolente se extendió a través de mí, el mismo que sentí cuando


enfrenté a Calliope después que los hermanos la capturaron.

—¿Qué quieres? —gruñí, agarrando mi estómago. ¿Qué me estaba haciendo?


Tenía que haber una manera de detenerlo.

—Ya te dije lo que quiero —dijo—. Voy a lastimarte de la misma manera que tú me
lastimaste a mí. Voy a quitarte lo que más amas, y no podrás detenerme. —Palmeó
mi mejilla, y donde tocaron sus dedos, mi piel ardió.

Golpeé su mano lejos.

—¿Dónde está Henry? ¿Qué le has hecho?

209
—Nada —dijo ella, sus ojos abiertos inocentemente—. ¿No confías en mí? De
verdad, Kate, debes aprender a no sospechar tanto. Te saldrán arrugas, y no
querrías pasar toda la eternidad luciendo como una mujer vieja, ¿verdad?

La niebla retumbó, y Calliope me guiñó un ojo.

—Eso me recuerda, hay alguien que quiere conocerte.

Un hombre de cabello negro apareció a su lado, pero no era sólido como ella. En
cambio, la niebla parecía ondular a través de él, como si fueran la misma cosa, y
cuando el dio un paso adelante, vi que sus ojos eran del mismo gris que nos
rodeaba.

Cronos.

—Kate, querida —murmuró, su voz como un trueno silencioso. Cepilló sus dedos
contra mi mejilla con un toque de pluma que reverberó a través de todo mi
cuerpo—. He esperado tanto por este momento.

Él se parecía a Henry. Esa era la peor parte. Era mayor, pero la forma de su cara, el
color de su cabello que colgaba hasta sus hombros, incluso la manera en que se
movía… todo sobre él me recordaba a Henry.

¿Había un parecido físico? Henry era el mayor de los hermanos… ¿Había sido
creado para parecerse a Cronos? ¿O Cronos intentaba parecerse a él? ¿Por qué
haría eso?

—Cronos —dije rígidamente, juntando mis manos temblorosas—. ¿Qué les hiciste?

—Todos están a salvo, te aseguro, querida. —Cronos sonrió, y todo el calor dejó mi
cuerpo—. ¿Te gustaron mis regalos?

—¿Re-regalos? —tartamudeé—. ¿Qué regalos?

Cronos tomó mis manos entre las suyas y las separó con facilidad. Cubrió mi palma
vacía, y cuando se alejó, yo estaba acunando una flor azul y dorada que olía a
caramelo.

La niebla parecía cerrarse en torno a mí, y todo el aire desapareció de mis


pulmones. Todo el tiempo había sido Cronos.

—Pero… ¿por qué? Tú ni siquiera… yo no…

Se inclinó hacia mí, sus labios frotando mi mejilla y mi mente se quedó


extrañamente en blanco, como si, también, estuviera llena de niebla.

210
—Puedo darte todo lo que quieras, querida —murmuró, y sus palabras lavaron a
través de mí, cálidas y tentadoras hasta que excavaron tan profundo en mi mente
que no podía sacudirlas—. Un hogar, una familia, y yo te amaría mucho más de lo
que él nunca podría. Nunca serías la segunda mejor para mí. Podrías ser mi
eternidad.

Mientras hablaba, Calliope desaparecía, dejándonos juntos en el capullo de la


niebla. Mis ojos se cerraron, y me balanceaba mientras mi cuerpo gritaba que me
alejara de él. Sin embargo, una parte de mí no quería. Me estaba diciendo a verdad;
por supuesto que lo estaba. Me amaría por siempre. Y la forma que dijo mi
nombre, la forma en que se acurrucó en mi interior…

—Ven conmigo, querida —susurró—. Dame tu mano, y te llevaré lejos de aquí.


Algún lugar tan exquisito como tú, donde puedas ver el cielo. Donde nunca te
faltará amor.

Exhalé. Sería tan simple. Una eternidad en el sol con alguien que me amaba… ¿qué
otra cosa mejor había para la vida?

Mi mano estaba a medio centímetro de la suya cuando una ola de energía me


empujó de nuevo al banco. Cronos gruñó y se dio la vuelta para enfrentar a un
enemigo que no podía ver, y yo luché por levantarme, pero esa misma fuerza me
sujetó en mi lugar.

Una silueta dio un paso hacia nosotros, y otra ola de energía atravesó la sala del
trono.

—Solo voy a advertírtelo una vez, Cronos —dijo una voz, oscura y peligrosa—.
¡Mantente malditamente alejado de mi esposa!

Jadeé como si estuviera saliendo a la superficie después de pasar mucho tiempo


bajo el agua, y la niebla a mi alrededor desapareció. Aturdida, me doblé, el calor
girando dentro de mí como si me hubieran golpeado en el estómago. Pero no era
Cronos ni el extraño poder que había tenido sobre mí. Era Calliope, y esta vez lo
que sea que había hecho había funcionado.

—Henry —me atraganté, y se arrodilló a mi lado—. Lo siento… Cronos, no era… No


era mi intención… y Calliope, ella escapó…

Él me recogió en sus brazos y suavemente me sentó otra vez en el banco.

—Cálmate. No hiciste nada malo. ¿Cómo te sientes?

211
Lo miré y a esos ojos que brillaban como la luna, y por un aterrorizante segundo,
no sentí nada. No amor. No dolor por la forma en que Perséfone lo consumió. Solo
vacío.

Y luego colisionó a través de mí, sacando todo de balance por muchos segundos.
¿Cómo Cronos había hecho eso? ¿Cómo me había hecho no amar a Henry, solo
por unos minutos?

Lancé mis brazos a su alrededor y enterré mi cara en su hombro, colgando para


salvar mi vida. Una vez más, fue Calliope, no Cronos. Era su poder… ese del que
Henry estaba tan asustado. Ellos habían trabajado juntos así Cronos podía alejarme
de él. Era la única explicación.

—Te amo —balbuceé, inhalando su esencia. El olía a ceniza y sangre—. Te amo


tanto. Lo siento, no quise…

—Todo está bien ahora. Estás a salvo —dijo, frotando mi espalda como Ava había
hecho minutos antes.

Mi estómago se revolvió. Oh, dios.

—¿Dónde está Ava?

Otra mano fría toco mi nuca. Mamá.

—Ava está con Walter por allá, cariño —dijo ella, señalando una mancha oscura
varias filas hacia abajo. Los hombros de Ava se sacudieron, y Walter la abrazó,
susurrándole cosas que no podía escuchar—. Nicholas fue capturado.

Mi cabeza palpitaba, y tomó todo lo que tenía no enfermarme sobre el suelo de


mármol.

—¿Están todos los demás…?

—Estamos vivos —dijo otra voz. James.

Henry levantó la mirada.

—¿La trampa se mantiene?

—Sí. No es perfecta, pero nos conseguirá algo de tiempo. ¿Qué sucede?

—Calliope escapó con Cronos —dijo Henry.

212
James murmuró una maldición y se dejó caer a mi lado. Yo no solté a Henry, pero
encontré la mano de James y la apreté. Él agarró la mía a cambio.

—¿Y ahora qué? —le dijo a Henry.

—Esperamos. ¿Los otros están viniendo?

—Ella está herida —dijo James—. Theo y Sofia la están tendiendo. Todos los
demás están bien.

Enterré mi cara en el hombro de Henry y me tomó varias respiraciones temblorosas


calmarme. Cronos y Calliope estaban atrapados. Henry y mi madre y James estaban
bien, y todo estaría bien.

Excepto por la parte en la que Ava podría acabar de perder a su esposo.

Esperamos que los otros llegaran, y lo hicieron, uno por uno. Algunos de ellos
estaban ensangrentados, y otros se alejaban sin un rasguño. Perséfone regresó del
brazo de Dylan solo luciendo el desgaste. Pero Ella…

Ella y Theo aparecieron juntos hacia el borde del círculo. Ella estaba acostada en el
piso, temblando y del color de la tiza mientras una piscina de sangre se extendía a
su alrededor, y me entumecí. Su brazo derecho se había ido. Las manos de Theo
estaban a cada lado de su cabeza, y su ceño fruncido mientras la miraba a los ojos.
Incluso cuando los demás se reunieron a su alrededor, no apartó la mirada. Apoyé
la cabeza en el pecho de Henry, incapaz de ver.

—¿Calliope te lastimó? —dijo Henry silenciosamente así que solo yo pude


escucharlo, y asentí. No era dolor físico, pero ahora entendía a qué se refería.

—Se ha ido ahora —mentí. La niebla mental había desaparecido con ella y Cronos,
pero un dolor se quedó donde el calor ardiente se deslizó a través de mí—. Estoy
bien.

Henry se quedó en silencio, y me consolé con el hecho de que decir la verdad no


haría ninguna diferencia. No había nada que él pudiera hacer al respecto, no
cuando Theo estaba ocupado con Ella, y yo no lo habría querido de otra manera.
No importaba lo que Calliope me había hecho. Fuera lo que fuera, estaba viva y en
una pieza.

—El consejo se reunirá de nuevo en cinco minutos —dijo Walter—. Theo, lleva a
Ella a su cuarto y acuéstala allí. Ya conozco tu decisión.

213
Theo no asintió, pero en un abrir y cerrar de ojos, él y Ella se habían ido, dejando el
suelo de mármol manchado de escarlata. Un silencio sepulcral llenó la sala del
trono hasta que mi madre se levantó y, con un gesto de su mano, la sangre
desapareció.

Si tan sólo fuera así de simple. Tal vez entonces podría pretender que no
estábamos cayéndonos de bruces en el comienzo de una guerra brutal.



En esta ocasión, Henry no me tocó.

Cuando Walter se levantó para abordar lo que quedaba del consejo, dejé mi mano
sobre el brazo de mi trono en caso de que él quisiera tomarla, pero permaneció en
su lado. Apenas me había mirado desde que había confirmado que Calliope me
había hecho algo, y luché por no dejar escapar toda la verdad de ello. No había
nada que pudiera hacer para arreglarlo de todos modos, y tanto como aún amara a
Henry, no importaba qué más me hubiera hecho.

—Vamos a seguir luchando contra Cronos —dijo Walter, y Henry apartó la mirada
de su hermano—. No va a ser fácil, y después de lo que pasó hoy, no voy a pedirle
a ninguno de ustedes que ayude. Si no se sienten preparados o dispuestos a
arriesgarse a sí mismos por esta causa, pueden irse, y nadie va a pensar menos de
ustedes por ello.

Estaba segura de que tan unido como era el consejo, nadie se echaría para atrás.
Así que cuando Dylan y Xander se levantaron, los miré, sorprendida. Ambos
reconocieron al consejo con un movimiento de cabeza, y Dylan lideró la salida de
la sala del trono. Sabía que él pensaba que era una batalla perdida, pero nunca
hubiera esperado que él o cualquier otra persona abandonaran al resto del
consejo.

Ninguno controlaba a los demás, al parecer. Con Theo y Ella también


desaparecidos, sólo diez de nosotros permanecimos, y estaba segura de que
Perséfone no tenía intención de quedarse allí para la lucha. Si Henry insistía en que
no podía tomar parte de nuevo, entonces el número se reducía a ocho.

—Muy bien —dijo Walter—. La trampa que hemos construido nos durará hasta el
solsticio de invierno que viene, y tengo la intención de aquí a entonces que…

214
—Hermano —dijo Henry—. Si me lo permites.

—Por supuesto —dijo Walter, y Henry se puso de pie, tieso.

—Hermanas y hermanos —dijo, centrándose en los pilares detrás de las bancas en


lugar de sobre los demás miembros del consejo—. Lamento decir que he decidido
retirarme de la guerra, también.

Mi boca cayó abierta, y un murmullo recorrió los restantes miembros del consejo.
Ava, quien se parecía a un niño acurrucado en su trono enorme hecho de conchas
de mar, comenzó a llorar.

Walter cambió su peso, como si estuviera a punto de dar un paso hacia adelante,
pero en el último momento cambió de opinión.

—Contamos contigo —dijo lentamente—. Juntos, con un poco de tiempo, tenemos


una oportunidad, pero sin ti…

—El Inframundo es mi reino, no el mundo de arriba. Voy a cerrarlo y asegurarme


de que Cronos permanezca atrapado hasta el solsticio de invierno, pero he tomado
mi decisión —dijo Henry—. Les pido que todos entiendan que no fue tomada a la
ligera.

Mi madre se puso de pie, y tenía la misma mirada en su rostro que había usado
cuando había decidido pintar mi cabello púrpura a los once años y hacerme un
tatuaje cuando tenía catorce. Ninguna de esas cosas había sucedido.

—Henry, todos estamos asustados de los riesgos, pero si te niegas a ayudarnos,


perderemos. Seguramente ya lo sabes. La sangre que Cronos ya ha derramado…

—Es una vergüenza, y aquellos de ustedes que están lesionados tienen mi más
sentido pésame —dijo Henry—. Tú más que nadie deberías entender por qué estoy
haciendo esto, Diana. Kate es el objetivo de Calliope, y no puedes negar que es un
milagro que nada le sucediera hoy. Ya le he fallado dos veces, y no voy a permitir
que pase por tercera vez.

Me puse en pie antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo, el dolor de mi


culpa y pesar rápidamente reemplazado por la furia.

—No te atrevas a usarme como excusa para abandonar a tu familia. Calliope


vendrá tras de mí ya sea que pelees con ellos o no. No voy a esperar y dejar que no
hagas nada sólo para que todo el mundo me pueda culpar cuando el consejo
pierda.

215
—Nadie te culparía, querida —dijo Walter—. Henry, sin ti, la pérdida es inevitable.
No hay nadie más capaz de detener a Cronos, y si Calliope no ve el error de su
camino con los años…

—Lo siento —dijo Henry—. No voy a cambiar de opinión. No eres una excusa,
Kate. Si doy un paso a un lado y sello el Inframundo, sin importar el resultado de la
guerra, voy a ser capaz de mantenerte a salvo sin dejar mis funciones y velar por
los muertos.

—¿Por qué no puedes luchar de todas formas? —dije—. Todo el mundo va a morir
si no lo haces.

—Todo el mundo puede morir si lo hago —dijo—. No voy a arriesgar tu vida. Ya


hemos visto las dimensiones de Calliope al tratar de destruirte, y con Cronos
interesado en ti, es demasiado peligroso.

Antes de que pudiera chisporrotear una réplica, Perséfone se levantó.

—¿Qué pasa con los otros Titanes? Si Henry…

—¿Qué otros Titanes? —dije, mi corazón latía con fuerza.

Perséfone me lanzó una mirada.

—¿Me dejarías terminar? Si Henry no quiere ayudar, entonces bien. Obviamente no


hay nada que ninguno de nosotros pueda decir para que cambie de opinión. —Sus
ojos resplandecieron cuando miró a Walter—. Padre dijo que nadie sería juzgado
por irse. Y antes de lanzar un ataque, Kate, no somos los únicos que podemos
luchar contra él. No todos los otros Titanes fueron encarcelados. Si tenemos suerte,
aquellos que no lo fueron podrían estar dispuestos a ayudarnos.

—Las posibilidades que los otros Titanes acuerden luchar a nuestro lado después
de que los usurpáramos son infinitesimales —dijo Walter, con una expresión de
endurecimiento—. Tampoco sería prudente que nos arriesguemos en darle aliados
a Cronos.

—¿Ni siquiera vale darles una oportunidad? —dijo Perséfone.

—Rhea podría ayudarnos —dijo James, quien había permanecido callado hasta
ahora—. Sé dónde está.

—No tenemos el tiempo de cortejarla —dijo Walter—. Tenemos que prepararnos,


y convencerla de ir en contra de su compañero, sin duda, llevará tiempo…

216
—Entonces déjame hacerlo —dije, sonando mucho más valiente de lo que me
sentía—. Quiero hacer algo.

—Kate… —dijo Henry, pero lo interrumpí.

—No. Tomaste tu decisión, ahora déjame tomar la mía. Si no vas a participar,


entonces tenemos que encontrar a alguien más que lo haga.

—Henry tiene razón —dijo Walter—. No has tenido experiencia con los Titanes
antes. Eres nueva en esta vida, y una mala palabra…

—Entonces envía a alguien conmigo.

—No podemos escatimar a nadie —dijo Walter con fuerza—. Si quieres ir…

—Considérenme.

Ava habló en voz baja y sin convicción, pero su voz se elevó por encima de Walter,
y él se detuvo. Mientras intercambiaban miradas, algo parecía pasar entre ellos.

—Muy bien —dijo Walter, y la esperanza revoloteó en mi interior. Finalmente no


sería inútil. Incluso si Rhea no quería ayudar, por lo menos tendría la oportunidad
de tratar de compensar la retirada de Henry por mi culpa. No podía sentarme y no
hacer ninguna maldita cosa cuando sin importar lo que cualquiera hubiera dicho,
sabía que su pérdida sería mi culpa.

Una sombra pasó sobre Henry, oscureciendo las líneas de su rostro, hasta que
estuvo casi irreconocible.

—Kate, por favor. Cualquiera que sea la preocupación que tengas acerca de tomar
la culpa de esto, ¿cómo crees que me sentiría si hicieras esto porque me retiré y lo
peor te pasara?

Algo se rompió dentro de mí. De todas las cosas que podía usar contra mí, ¿esta
era la ruta que eligió?

—Ese es el problema, Henry. No sé lo que sientes por mí. Todo el mundo parece
tener una opinión al respecto, pero de la única persona que quiero saberlo es de ti.
No me lo vas a decir sin importar lo mucho que ruegue… todo lo que haces es
arriesgar la vida de todos los que amo para mantenerme a salvo. ¿Cómo crees que
eso me hace sentir?

Por un momento, parecía desconcertado, pero rápidamente lo enmascaró con una


expresión neutral.

217
—Antes de conocerte, estaba dispuesto a desaparecer. Si algo llegara a sucederte,
mis deseos no cambiarían.

Al principio pensé que lo había oído mal. Me había manipulado antes —todo el
consejo lo había hecho— pero nunca había usado su vida en contra de mí. Esa era
una línea que pensé que no se atrevería a cruzar. Al parecer, me había equivocado.

—Perdóname por no estar preocupada —le dije, mis palabras chorreando


sarcasmo a medida que cada pequeño peldaño que habíamos tomado en las
últimas semanas se desmoronaban—. Ahora que Perséfone está de vuelta en tu
vida, imaginé que querías quedarte todo el tiempo que haya siempre y cuando
tengas la posibilidad de que ella te bese otra vez.

Henry se quedó inmóvil, y detrás de mí oí a mi madre sisear:

—¿Otra vez? ¡Perséfone!

Ese nudo doloroso en mi pecho regresó.

—Sé que no soy ella y que nunca lo seré, pero ¿sabes qué, Henry? Eso es algo
bueno, porque a diferencia de ella, yo no voy a traicionarte. No voy a enamorarme
de otra persona y decidir que no vales la pena, porque tú lo vales para mí. Siempre
y cuando me quieras aquí, me quedaré, pero sin importar cuánto te ame no voy a
dejar que me manipules de esta manera. No es justo para mí, no es justo para el
consejo, y tienes que detenerlo antes de que nos destruya por completo. Sé tan
miserable como quieras. ¿Quieres enredarte con ella a pesar de que no te ama? ¿A
pesar de que no me has siquiera dado un beso de buenas noches desde que
llegué? Bien. Evítame durante años… demonios, evítame durante eones. Pero no se
te ocurra tratar de impedirme hacer lo poco que puedo hacer para ayudar a evitar
que el mundo se desmorone.

Mientras que Henry me mira fijamente, su boca ligeramente abierta, me dirigí a


Walter. Henry no tuvo voz y voto en lo que hice esta vez.

—Si no te importa, voy a alistarme. Cuanto antes tengamos a otro Titán de nuestra
parte, mejores oportunidades tendremos de ganar.

Walter asintió, y yo bajé de la plataforma y caminé a través del círculo,


enfocándome en el frente. Sin dejar que ninguno de ellos me viera quebrarme.

Nadie me siguió a través de los pilares y la antecámara. Una vez que cerré la
puerta, me apoyé en ella y cerré mis ojos, tratando de calmar mi acelerado
corazón. Había hecho lo correcto. Henry no me había dejado otra opción, e incluso

218
si él se apartaba ahora, al menos sería en serio y no porque pensara que no lo
amaba.

La puerta se abrió detrás de mí, y me tropecé. Perséfone se deslizó en el cuarto y


rápidamente cerró la puerta, y en esos pocos segundos, escuché a varios miembros
del consejo gritándose unos a otros.

—Bueno, tú ciertamente sabes cómo hacer una salida —dijo Perséfone


irónicamente, pero su sonrisa cayó—. Lo siento por lo que viste. No tenía idea.

Como si yo siendo inconsciente de ello lo habría hecho mejor.

—No importa —murmuré, toda la lucha drenándose fuera de mí—. Sé por qué lo
hiciste.

—¿Lo haces? —Ella se sentó en uno de los bancos e hizo un gesto para que me le
uniera. Me senté en el otro extremo, tan lejos de ella como podía—. Sé cómo se
siente él acerca de mí. Nunca ha sido ningún secreto, y no importa cuán
fuertemente lo desanime, sigue creciendo cada vez más fuerte. Esa fue una de las
razones por la que decidí renunciar a mi inmortalidad —añadió—. Porque sabía
que con el tiempo llegaría a tal punto que él no sería capaz de soportarlo más, y le
había hecho suficiente daño como estaba.

Como una historia bonita que era, no le creí. Perséfone no era más que una
egoísta. Tal vez no tanto como pensé inicialmente, pero había visto suficiente para
saber que mis primeras impresiones no eran completamente equivocadas.

—Estás haciendo lo correcto —dijo, haciendo eco de mi propia certeza—. Entiendo


el porqué Henry se retira de la pelea, pero lo está haciendo por las razones
equivocadas.

—¿Quieres decir que mantenerme con vida no es una razón suficiente?

—Sí, eso es exactamente lo que quiero decir —dijo y yo hice una mueca. Aunque
no había ningún sentido en seguir discutiendo. Ella tenía razón—. Te guste o no,
eres solo una persona. Cronos rasgará al mundo entero en partes si escapa de la
isla.

—¿Piensas que no lo sé? —espeté—. Si pudiera entregarme y detener todo esto, lo


haría, pero no puedo porque Calliope los quiere muertos a todos ahora. No
necesito que me lo restriegues en la cara.

Perséfone suspiró.

219
—Lo siento. Parece que no puedo decir nada bien, ¿verdad?

Eso podría ser fácilmente resulto si ella dejara de tratarme como si no supiera
nada. No lo sabía, pero no había razón para que fuera tan ofensiva sobre eso.

—De todos modos —dijo Perséfone después de unos segundos pasados en


silencio—. Eso es lo que quería asegurarme… de que sabías la razón por la que lo
besé. Lo lamento.

Me miré las manos. Preferiría morderme los pulgares que tener esta conversación.

—No estoy molesta contigo por besarlo. Estoy molesta con Henry por quererlo.

—Sabías antes de que pasara que él lo haría —dijo—. Yo también. Pero, ¿sabes
qué? Él no lo disfrutó.

Le di una mirada cautelosa.

—¿Qué quieres decir?

—Así que no escuchaste esa parte después de todo —dijo con un dejo de
petulancia—. Ya me lo imaginaba. No habrías enloquecido si lo supieras.

Fruncí el ceño. Era lo suficiente difícil ser civilizada con ella sin que actuara así.

—Solo dímelo ya, ¿puedes?

Ella puso los ojos en blanco.

—Ese temperamento te meterá en problemas algún día. Le pregunté a Henry si era


tan bueno como él había esperado, y admitió que no lo había sido. Le tomó un
tiempo, pero creo que comprendió que lo que tuvimos nunca fue real.

No dije nada. Aun si yo estaba equivocada, eso no cambiaría la forma en que él me


había tratado los anteriores meses. No cambiaría cuánto había querido besarla, en
primer lugar.

Perséfone tiró de un rizo rubio, y cuando lo dejó ir, saltó de regreso a un espiral
perfecto. Ella probablemente nunca había tenido un mal día de cabello en su vida.

—Toda nuestra relación fue mi culpa por ser demasiado joven y asustadiza. No
estaba preparada para el matrimonio, y lo supe antes de casarme con él. Lo
correcto hubiera sido posponerlo unos cien años y lograr conocerlo primero. Si
hubiera hecho eso, no se sabe qué podría haber pasado. Pero no esperé, y ambos
pagamos el precio.

220
—Henry más que tú —murmuré.

—Henry más que yo. —Estuvo de acuerdo—. He tenido que cargar con esa culpa a
lo largo de mi otra vida. Desde que lo dejé, he esperado que alguien venga y le dé
otra oportunidad. Alguien como tú —dijo, empujando mi brazo. Rehuí a su
contacto, y ella dejó caer la mano sobre su regazo—. Sólo porque no funcionó
entre nosotros no quiere decir que no lo amo. No de la forma que él quiere, pero
todavía me importa lo que le sucede. Estoy contenta de que te encontrara. Estoy
contenta de que Madre decidiera intentar otra vez por una hija de la cual podría
estar finalmente orgullosa.

En ese momento, algo de mi animosidad hacia Perséfone se derritió, y


tentativamente me acerqué a ella. Tan difícil como fue para mí soportar la presión
de estar a la altura de las expectativas de mi madre, nunca había considerado lo
difícil que había sido para Perséfone ir en contra de ellos en primer lugar.

—Está orgullosa de ti. Lo dijo ella misma. Y… sabe que mereces la oportunidad de
ser feliz. Sé eso, también —agregué—. Sólo deseo que Henry pueda mirarme de la
forma en que te mira a ti.

Perséfone envolvió sus dedos alrededor de los míos.

—Deberías estar contenta de que no lo haga. Cuando él me mira, le duele. Pero


cuando te ve… —Ella sonrío débilmente—. Tiene esperanza. No estoy sorprendida
de que no te hayas dado cuenta. Me tomó un tiempo leerlo también. Sin embargo,
pasé miles de años con él, y conozco esa mirada. La vi el día que nos casamos. No
olvidas la primera vez en que alguien te mira de esa manera.

Mordí mi labio. Quería creerle. Mucho. Ella conocía a Henry; no ganaba nada
mintiéndome, y si había una oportunidad de ella estuviera siendo honesta, lo tenía
que tomar.

—¿Cómo hago eso? ¿Cómo consigo que me ame?

—Sólo sé tú. —Perséfone palmeó mi mano y se levantó—. No le tomará mucho


tiempo ver lo que tiene. Yo voy a irme.

—Está bien. —Empujé mi cabello detrás de mis orejas—. Probablemente te veré


antes de irme.

—No lo harás. —Ella sonrió brevemente, y en ese momento se pareció tanto a mi


madre que la volví a mirar—. Me voy tan pronto como la reunión termine. Me he
alojado aquí el tiempo suficiente, y tan divertido como ha sido batallar con Cronos,

221
extraño a Adonis. Regresaré si ellos me necesitan —añadió—. Hasta entonces, me
voy a casa.

—Oh. —Alivio se apoderó de mí, seguido inmediatamente por culpa. Tan terrible
como había sido en el comienzo y por mucho que quería odiarla por lo que le
había hecho a Henry, ella lo estaba intentado. Y seguía siendo mi hermana—.
Gracias. Por todo.

—En cualquier momento. —Ella colocó su mano en la puerta, pero antes de abrirla,
dudó—. Puedes venir a visitarme, si quieres. Me gustaría. Nunca he tenido una
verdadera hermana antes, y sería bueno llegar a conocerte. Por mucho que ame a
Adonis, algunas veces él puede ser un poco… monótono.

Le dirigí una pequeña sonrisa. De algún modo eso no me sorprendió.

—Me gustaría eso, también. Siento haber irrumpido sobre ti e interrumpido en tu


otra vida de esa forma.

—Yo no. —Ella guiñó y desapareció de nuevo en la sala del trono.

La puerta se cerró, ahogando las discusiones del consejo una vez más. Todavía no
estaba segura de cómo sentirme con respecto a Perséfone, pero al menos ahora
tendría la oportunidad de llegar a conocernos en nuestros propios términos. Si
sobrevivía.



Una hora más tarde, había esparcido la mitad de mi armario a través de la cama y
Pogo estaba enterrado debajo de una pila de suéteres. No sabía dónde Ava y yo
estaríamos yendo, así que tenía que prepararme para cualquier posibilidad.
¿Dónde permanece un Titán sin ser notado, de todos modos? ¿Sobre una montaña
en algún lugar? ¿La Antártica? ¿El Desierto del Sahara? De cualquier manera, las
posibilidades eran infinitas y no muy prometedoras, lo que significaba que tenía
que estar lista para cualquier cosa.

—¿Crees poder aguantar extrañarme por otros pocos meses? —le dije a Pogo
cuando cavó para sacarse a sí mismo. Mi ropa olería a perro ahora, pero no me
importaba. Sería un lindo recuerdo de él cuando estuviera sola.

222
Él dejó escapar un suave yip, y sonreí a pesar de mí misma.

—Te extrañará —dijo una voz detrás de mí. Sorprendida, solté las botas que estaba
metiendo en la única maleta que pude encontrar.

Esperaba que se quedara lejos, pero allí estaba, sus hombros cuadrados y sus
tormentosos ojos.

Henry.

223
Capítulo 18
Acorralada

Traducido por Merlie, Caami y Maru Belikov

Corregido por Marina012

M
i boca se secó, mientras levantaba las botas y las arrojaba sobre la cama.
Estaba tan convencida de que no iba a querer tener nada más que ver
conmigo que no me había molestado en pensar qué decir. No tenía
ninguna razón real para disculparme, a excepción quizás de haberle gritado
delante de todos, pero eso era de lo único de lo que me arrepentía.

—Lo siento por el desorden, solo estaba…

—Empacando. Sí, ya lo veo. —Él hizo un gesto con la mano, y mi maleta ya llena
pareció vaciarse. Cuando abrí mi boca para protestar, vi que no había hecho que
nada desapareciera; la maleta solo se había hecho más profunda—. ¿Es un mal
momento?

Lo último que quería era pelear con él, pero no podía irme en buenos términos del
Inframundo, de esta manera o de otra.

—Tengo unos minutos —le dije, doblando un par de jeans—. ¿Qué fue toda esa
discusión?

La esquina de la boca de Henry hizo una mueca de fastidio.

—Lo que se podría esperar. Diana no estaba contenta conmigo, y tampoco lo


estaba Walter. Sospecho que a pesar de nuestra discusión anterior, tampoco lo
estás tú.

Consideré la idea de mentir, pero no serviría de nada.

224
—No, no lo estoy —le dije—. Pero nosotros nunca… lo hablamos. No quiero ser
una persona que trata de obligar a otra sentir algo que no sientes. Quiero decir lo
que dije. No me iré a menos que no me quieras aquí nunca más.

—Deseo que te quedes, sin embargo, aquí estás, empacando tres meses antes —
dijo en voz baja, y me detuve.

—Conoces el porqué —murmuré—. Estaré de vuelta tan pronto como encuentre a


Rhea.

—¿Por cuánto?

Suavemente agarré la bota que se había caído de la boca de Pogo.

—Por tanto tiempo como me quieras.

—Eso va a ser un tiempo muy largo.

Exhalé y sonreí, sintiendo como si mi pecho se librara de un gran peso.

—Bien.

Dio un paso hacia mí y me tocó la mejilla.

—Disfruto viendo tu sonrisa. Quiere decir que he hecho algo bien. Me temo que
muchas veces no lo he podido decir.

—Está bien. —Incliné mi cabeza en su mano. Él ahuecó mi cara y pasó el pulgar


contra mi mandíbula—. Perséfone me dijo que habías dicho que no era tan bueno
como esperabas. Cuando la besaste, quiero decir.

Algo brilló detrás de sus ojos, pero se había ido antes de que pudiera decir lo que
era.

—No, no lo fue. Me parece muy poco alegre mostrar afecto a alguien que no lo
devuelve.

—Sí, a mí también. —Cubrí sus manos con la mía y presioné mis labios contra su
palma—. Duele ser el que ama más.

Henry se acercó más así que nuestros cuerpos estaban a sólo unos centímetros de
distancia. A pesar del calor que irradiaba de él, me estremecí.

225
—Si me hubieran desencadenado, hubiera despedazado a Calliope en la caverna.
Si Walter me lo hubiera permitido, lo habría hecho en el momento en que la tuve
sola en el palacio.

Inspiré con suavidad.

—¿Se supone que eso es romántico?

—Se supone que es la verdad. —Se me quedó mirando, y mi aliento quedó


atrapado en mi garganta—. Si yo fuera un hombre mejor, sería capaz de mostrar el
amor y el afecto que te mereces. Como no lo soy, sólo te puedo ofrecer lo que soy
capaz de dar. Pero te aseguro, sólo porque no lo demuestre no significa que no lo
sienta.

Era exactamente lo que todos habían estado tratando de decirme desde


septiembre, pero al oír las palabras viniendo de Henry finalmente creí en ellas.

—Creo que lo estoy entendiendo —le dije con voz ronca—. No quiero que seas
alguien que no eres.

—Entonces confía en mí cuando digo que no hay nadie más con quien preferiría
estar. —Pasó los dedos por mi pelo haciéndome cosquillas en el cuello con las
puntas—. Ni siquiera Perséfone. Ella fue mi pasado, y nunca será mi futuro. Hubo
un tiempo en el que luché por ella, pero pelear por alguien no tiene sentido si no
será feliz junto a ti.

—¿Estoy haciendo lo correcto, entonces? —le dije—. Luchando por ti.

Rodeó mi cintura con los brazos, y estaba tan cerca que podía sentir su aliento en
mi mejilla.

—No —dijo él, y la palabra hizo que mi estómago se contrajera. Pero antes de que
pudiera entrar en pánico, continuó, su voz suave y destinada sólo a mí—. Nunca
tuviste que luchar por mí, para empezar. Soy tuyo y lo he sido desde el momento
en que te vi.

Todas las preocupaciones que me hicieron enfermar, cada horrible pensamiento,


cada duda, merecida o no, Henry pudo haberlas evitado si simplemente hubiera
dicho eso desde septiembre. Incluso la forma en que Perséfone lo había besado,
podría haberlo entendido si no me hubiera quedado sola con mis temores por
tanto tiempo. O tal vez si hubiéramos hablado de ello antes, ella nunca habría
tenido que besarlo en primer lugar. Exhalé un suspiro de alivio.

226
—Hubiera sido bueno saberlo tres meses atrás.

El fantasma de una sonrisa agració sus facciones.

—Sí, supongo que podría haber sido así, y lo siento por como he actuado. Voy a
hacerlo mejor en el futuro. —Presionó sus labios en mi frente—. Por favor no te
vayas.

En ese momento, lo último que quería hacer era dejarlo, y enredé mis brazos
alrededor de él.

—Sabes que tengo que hacerlo. No puedo quedarme quieta y no hacer nada, y sin
Rhea, podríamos morir todos. Vale la pena el riesgo. Lo sabes.

Henry suspiró.

—Eres demasiado obstinada para tu propio bien.

—Me han dicho que es cosa de familia. —Pasó un momento, y le dije en voz baja—
: Cuando vuelva... ¿estaría bien contigo si me quedo?

Él frunció el ceño.

—¿Por qué no? Haría cualquier cosa para que no te vayas, pero eso no quiere decir
que no te daré la bienvenida cuando regreses.

—No, quiero decir… —dudé—. Nuestro acuerdo. ¿Tengo que dejarte cada
primavera, o puedo quedarme aquí contigo?

Él se quedó quieto, asimilando lo anterior. Contuve la respiración mientras


esperaba su respuesta, y se alejó lo suficiente para mirarme, sus ojos buscando los
míos. Sin embargo, no encontró la mentira que estaba buscando.

—¿Quieres quedarte aquí todo el año? ¿Conmigo?

—Contigo. Como tu esposa.

—Como mi esposa. —Se hizo eco de él, con la mirada cada vez más lejana. Me
mordí el labio.

—¿Está bien? Al permanecer aquí todo el año no estaría violando ninguna regla ni
nada, ¿verdad?

—Yo soy el que hace las reglas. Si deseas quedarte, entonces puedes. —Él acunó
mi cuello, su palma caliente contra mi piel desnuda—. Estaría muy agradecido si lo

227
hicieras, pero no a menos que estés segura de que es lo que quieres. Tendrás la
oportunidad de visitar la superficie cada vez que quieras, pero es triste aquí abajo.
—Él vaciló, como si no supiera si debía seguir o no—. Perséfone solía decir que
una vez que ves el sol, es imposible ser verdaderamente feliz sin él.

—Probablemente voy a ir por unos días de vez en cuando —dije, sacudiéndome la


punzada de celos dentro de mí ante su mención de Perséfone. Él simplemente no
quería ponerme en la misma situación. Yo podía entender eso, y si íbamos a tener
alguna oportunidad de que esto funcionara, tenía que hacerlo. Perséfone había
sido una parte muy importante de su vida, y de alguna manera, todavía lo era. Yo
podía luchar contra ello o aceptarlo, y en ese momento, habría hecho cualquier
cosa para que dejara de sentirme tan condenadamente miserable todo el tiempo.
Incluyendo tragarme mi orgullo y perdonar a mi hermana por lo que le había
hecho a Henry, y a Henry por aún amarla—. Pero mientras que la superficie tiene el
sol, me gustaría mucho más estar aquí con ustedes.

Apoyó la frente contra la mía.

—Sería un honor.

Nos quedamos así durante un buen rato. Me di cuenta de que la cicatriz de plata
del primer ataque de Cronos se asomaba desde debajo del cuello de Henry, y lo
tracé. Él estaría a salvo en el Inframundo, y no tendría que preocuparme por su
seguridad ya. Por la de todos los demás, sí, pero no la de Henry.

—En la reunión del consejo... —Hizo una pausa y pasó el pulgar contra mi labio
inferior—. Dijiste que no te he dado un beso de buenas noches desde que llegaste.
Sé que aún no es de noche, ¿pero ahora sería un momento propicio para poner
remedio a eso?

Le sonreí con tanta fuerza que los músculos de las mejillas se tensaron. Había
pasado mucho tiempo desde que había sonreído así. Me lo había perdido.

—Ahora sería perfecto.

Cuando sus labios tocaron los míos, el deseo me inundó, entrelazándose con un
delicioso triunfo. Calliope no había ganado. Sin importar lo que me había hecho o
cuántos Titanes envió a matarme, nunca alejaría a Henry de mí.

Envolví mis brazos alrededor de su cuello y dejé que mi cuerpo se moldeara contra
los contornos del suyo. No había ningún sustituto para el calor que me llenaba,
ninguna cantidad de tiempo sosteniéndome por la noche compensaba la falta de

228
esto entre nosotros. Fue perfecto. Henry, con todas sus imperfecciones, y yo con la
mías… juntos, éramos correctos.

Me colocó en el colchón y arrojó los montones de ropa a un lado para dejar


espacio para los dos. A los pies de la cama, Pogo dejó escapar un ladrido molesto
y saltó al suelo. Le daría una agradable rascada de panza más tarde, porque ahora,
a menos que Cronos apareciera en el dormitorio, nada me iban a alejar de Henry.

Cuando él jugó con el dobladillo de mi suéter, me lo quité y lo arrojé en medio de


la otra ropa. Extendió su mano sobre mi vientre desnudo y se separó de mí,
mirándome con una mirada desconcertada en sus ojos.

—¿Qué es? —le dije, recuperando el aliento—. ¿Está todo bien?

Le tomó un momento responder.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto?

Toda duda que tuve antes se precipitó de nuevo, pero después de un momento de
pánico vertiginoso, recordé lo que Perséfone me había dicho acerca de la noche de
bodas de ella y Henry. Esta sería la primera vez que haríamos esto sin la influencia
de un afrodisíaco, y si él pensaba que había una posibilidad de que pudiera
reaccionar como Perséfone lo hizo, entonces su duda tenía mucho sentido. Me
obligué a respirar de forma constante.

—Completamente.

Henry pareció aceptar eso, pero cuando se inclinó para besarme de nuevo, otra
posibilidad horrible me vino a la mente, y volví la cabeza en el último momento
por lo que me besó la mejilla en su lugar.

—¿Por qué? ¿No lo quieres? No tenemos que hacerlo si no quieres, todo está bien.
Puedo esperar. Quiero esperar si tú lo haces.

—Te prometo que quiero hacer esto más que otra cosa en el mundo —dijo
presionando sus labios contra la esquina de mi boca—. Lo he querido desde que
regresaste, pero pensé que darte algo de tiempo sería prudente.

—Y ahí estaba yo, pensando que preferías dormir en una piscina de lava que
conmigo —bromeé, pero no era del todo falso. Le di un beso rápido a cambio—.
Tenemos que trabajar en todo esto de hablar el uno con el otro. Tendríamos más si
lo hiciéramos.

229
—Sí, lo haríamos —dijo antes de capturar mis labios una vez más. Yo diestramente
desabroché su camisa, y cuando se abrió, me aparté de nuevo.

—No te enojarás otra vez y arrojarás cosas cuando esté hecho, ¿no? —le dije, y
Henry me dio una mirada que lanzó una descarga de electricidad por mi espina
dorsal. La mirada que Perséfone había mencionado. La mirada que yo sabía que
nunca podría olvidar ahora que la había visto.

—¿Podrías por favor hacer silencio y dejar que te bese?

Riendo, lo tiré de vuelta hacia mí.

—Soy toda tuya.

Se sacó la camisa y pasó las manos por mis costados, y todo el mundo pareció
desvanecerse. Él era lo único que podía ver, lo único que podía sentir, y no lo
habría querido ninguna otra manera. Por primera vez desde que había llegado al
Inframundo, estaba en casa.



Henry y yo pasamos el resto de día y de la noche en la cama, hablando y riendo y


sacudiendo las sábanas, como Ava lo había llamado tan delicadamente. Entre
dormidos y enredados juntos, con mi cabeza en su pecho y su brazo a mi
alrededor, la misma posición en la que habíamos dormido durante mi estancia en
la Mansión Edén. Era familiar y reconfortante, y con tanta incertidumbre que
teníamos delante de nosotros, lo necesitaba mucho.

En medio de la noche, me desperté para sentirlo cerniéndose sobre mí,


mirándome. Atrapada entre el sueño y la conciencia, pasé la mano por su pecho,
metiendo el dedo en su ombligo.

—¿Está todo bien?

—Perfecto. —Una bola de luz brillante apareció cerca de la parte superior de la


cama con dosel—. Simplemente estaba pensando en el futuro.

—¿Qué pasa con eso? —le dije—. Si vas a tratar de convencerme de no ir tras
Rhea, puedes olvidarte de…

230
—Siempre saltando a conclusiones. —Se rió y me besó, y yo obedientemente
callé—. Quise decir lo que sería tenerte aquí todo el año. Nunca he tenido a nadie
pasando tanto tiempo en el Inframundo conmigo antes.

—Yo quiero eso —le susurré—. Tú eres mi familia ahora.

Esperaba que me besara de nuevo, pero en lugar de eso se apartó. En las


condiciones de poca luz, pensé que me estaba estudiando, pero mi visión estaba
nublada por el sueño, y no podía estar segura.

—¿Todavía quieres ser mi reina?

—Por supuesto —dije, confundida—. Pensé que estaba implícita con la cosa de ser
tu esposa.

—No tienes que asumir los deberes de la Reina del Inframundo ya si sientes que
no estás lista —dijo Henry—. Eres mi esposa, no importa cuál sea el papel que
desempeñes en el trabajo que hago.

No le respondí de inmediato. No podía controlar el poder que tenía hasta ahora;


independientemente de los otros que vinieran gobernando el Inframundo, no
había ninguna garantía de que sería capaz de controlarlos, tampoco.

—¿Crees que puedo hacerlo?

—Sí —dijo Henry inequívoco—. Quizás no puedas entender todo de inmediato,


pero con el tiempo, no tengo ninguna duda de que serás la mejor compañera que
podría pedir. Tienes un don raro…

—¿Cayendo todo sobre mí y arruinando cada elección que hago? —dije con ironía,
y él presionó su dedo en mis labios.

—No todas las elecciones —bromeó, y su expresión se tornó sombría—. Me


gustaría que te pudieras ver de la forma en que yo te veo. Tienes la extraordinaria
habilidad de unir a la gente cuando solo quieren irse y no volver nunca más. Ves
las soluciones más simples cuando a menudo sólo vemos complicaciones, y tienes
esperanza en la más imposible de las situaciones. Pero más que nada, entiendes a
la gente. Cuando ves a alguien, no ves sus acciones. A pesar de lo que puedas
sentir por ellos, ves sus motivaciones y tienes compasión para entenderlos. Así es
como yo sé que serás una gran reina. Ni siquiera yo tengo ese auto-control.

231
No estaba tan segura de que él estuviera en lo cierto, pero la sinceridad en su voz
detuvo mis objeciones. No importaba que su visión de mí estuviera o no sesgada,
lo que importaba era que él creía en mí.

Tracé un patrón invisible en el hueco de su clavícula. La cosa más inteligente a


hacer sería esperar. Esperar hasta el final de la guerra, hasta que pudiera cerrar los
ojos y ver cualquier lugar y cualquier persona que quisiera, esperar hasta que
entendiera completamente lo que era vivir, sin hablar de morir; pero mientras
Henry me miraba con esos ojos del color de la luna, brillando en la tenue luz que
flotaba por encima de nosotros, supe mi respuesta. Pondría mi vida en suspenso a
la espera de la muerte de mi madre; no iba a esperar más. No podía acabar con la
esperanza de Henry sólo porque no estaba cien por ciento segura de que podía
hacer esto. Henry lo estaba, y eso significaba más para mí de lo que podía en
realidad expresar.

—Sí —le dije sin una pizca de incertidumbre—. Quiero ser tu reina, siempre que
seas capaz de hacer la ceremonia. En cuanto vuelva, si lo deseas.

Henry tomó mis manos entre las suyas, y una brillante luz amarilla apareció entre
ellas, etérea y caliente contra mi piel.

—No veo una razón para esperar.

Mis ojos se abrieron con sorpresa, pero no me di la oportunidad de tener segundos


pensamientos. Esto era lo que yo quería. Me había preparado para esto desde el
momento en que Henry me había encontrado en el río junto al cuerpo muerto de
Ava, y Henry tenía razón. No había ninguna razón para esperar.

—Yo tampoco.

Él sonrió, y eso era todo lo que necesitaba para saber que estaba tomando la
decisión correcta.

—Como mi esposa, has aceptado tomar las responsabilidades de la Reina del


Inframundo —dijo, las mismas palabras que había dicho exactamente tres meses
atrás—. Decidirás con imparcialidad y sin prejuicios sobre las almas de aquellos
que han partido del mundo superior, y desde el equinoccio de otoño al de
primavera de cada año, deberás dedicarte a la tarea de guiar a aquellos que están
perdidos y proteger a todos de daños más allá de sus vidas eternas.

Contuve la respiración, sabiendo lo que venía a continuación.

232
—¿Tú, Kate Winters, aceptas tu papel como Reina del Inframundo, y te
comprometes a respetar las responsabilidades y expectativas que el puesto
conlleva?

Esta vez no lo dudé.

—Sí —susurré—. Cien por ciento sí.

La luz entre nuestras manos desapareció, y por un momento nos lanzó a la


oscuridad. Antes de que pudiera siquiera parpadear, todas las luces de la sala
aumentaron a un resplandor cegador —entre nuestras manos, flotando encima de
nuestra cama, aún en las velas ardiendo— y una gran campana resonó en la
habitación. A través del palacio. A través del Inframundo entero, por lo que yo
sabía.

—Mi reina —dijo Henry, besándome los nudillos—. Es un honor.

Me sonrojé.

—¿Eso es todo, entonces? —dije—. ¿Soy… soy reina?

—Estoy seguro de que el consejo requerirá una ceremonia más formal, pero tú eres
mi reina. —Me tomó de la barbilla, y apretó sus labios contra los míos, castamente
al principio, pero a medida que pasaban los segundos, la promesa de más
formándose entre nosotros—. Ahora que estás despierta, tengo que decir que sería
una lástima desperdiciar esta hermosa noche simplemente hablando.

—¿Estás sugiriendo que celebremos? —le dije, mis cejas se elevaron


juguetonamente. Pensaba que ser reina se sentiría diferente de alguna manera,
como si algo dentro de mí hubiera cambiado fundamentalmente, pero me sentía
igual. Seguía siendo yo, y con Henry a mi lado, era todo lo que necesitaba ser.

—Estoy sugiriendo que esta será nuestra última noche juntos por un tiempo —
murmuró—, y me gustaría sacar el máximo provecho de ella.

Sin mediar palabras le di un beso, vertiendo cada pedacito de esperanza y felicidad


y amor dentro de mí en él. La luz estaba atenuada cuando me bajó a la cama de
nuevo, y por primera vez en mucho tiempo, estuve segura de que todo iba a estar
bien.



233
Cuando llegó la mañana, los dos estábamos sombríos. Después de haber pasado
veinte minutos tratando de plegar y meter todo lo que pensé que podría necesitar
en mi maleta, Henry hizo un gesto con la mano y se las arregló para empacar mis
cosas por mí en cuestión de segundos. Fingí no estar celosa, pero por dentro
esperaba que Ava supiera hacer lo mismo. Si no lo había, íbamos a pasar la mitad
del tiempo tratando de cerrar esa mierda y hacer todo encajar, y teníamos cosas
mucho más importantes en las que centrarnos.

Nos encontramos con mi madre, Walter, James y Ava en el vestíbulo del ala de
invitados poco después. Henry y yo caminamos al lado del otro, con su brazo
alrededor de mis hombros, y me preocupaba que él no estuviera dispuesto a
dejarme ir. Apenas había pronunciado una palabra desde que había cerrado la
cremallera de mi maleta, pero cada vez que nuestros ojos se encontraban, me daba
una pequeña sonrisa dolorida, como si tratara de demostrar que no estaba
molesto conmigo. Ayudó, pero no impidió la punzada de culpa cada vez que
pensaba en la posibilidad de no poder volver a casa.

Ava lucía como el infierno. Sus ojos estaban rojos e hinchados, y por primera vez
desde que la había conocido, su pelo no estaba peinado. Sus ropas estaban suelta
y eran del tipo que llevas para a cama, no los tops ajustados y las faldas
reveladoras que por lo general llevaba. Se quedó mirando el suelo con las manos
metidas en los bolsillos, y no hizo más que parpadear cuando su padre se trasladó
junto a ella para reunirse conmigo.

—¿Estás lista? —dijo Walter, y yo asentí. Henry tiró mi maleta detrás de él, y Walter
puso su mano sobre el hombro de Ava—. Querida, ¿serías tan amable?

Ava finalmente levantó los ojos del suelo, y un momento más tarde, mi maleta
desapareció.

—Está segura —dijo cuando abrí la boca para protestar—. La tendrás cuando
lleguemos allí.

—¿Dónde vamos exactamente de todos modos? —dije, y James me entregó un


sobre pesado de pergamino, la gente de la orden deben haberlo utilizado hace
miles de años.

—Rhea se mueve mucho —dijo—. Sin embargo, ella ha estado en el mismo lugar
durante los últimos años, por lo que podrían tener suerte y encontrarla antes de

234
que siga su camino. He anotado las direcciones. Si llegan allí y no pueden
encontrarla, Ava sabe cómo ponerse en contacto conmigo.

Eché un vistazo a Ava. ¿Ella aún estaba en esto? Revolvió sus pies y se negó a
encontrarse con la mirada de nadie, y ciertamente no se veía como si estuviera a
punto de ir en un viaje relámpago para encontrar a un Titán. Por mucho que yo
quería tratar de sacarla de ello, ella tenía derecho a actuar de esa manera. Nicholas
se había ido, y por lo que sabía, nunca lo volvería a ver.

James parecía tener los mismos pensamientos que yo. Él miró a Ava, su boca
abierta como si estuviera a punto de decir algo, y luego se detuvo.

—Quizás debería ir también —dijo él—. Para asegurarme de que la encuentres.

—No —dijo Walter—. Mientras sean menos los que participen en la planificación,
más probabilidad hay que ganemos.

Le ofrecí a James una pequeña sonrisa.

—Está bien. Si te necesitamos, te buscaremos, pero no creo que sea una buena
idea, tampoco. Obviamente aquí te necesitan.

Aunque no estaba mintiendo, mis razones para querer que él se quedara no tenían
nada que ver con si Walter lo necesitaba o no. James fue la primera persona con la
que Perséfone había estado a espaldas de Henry, e incluso aunque Henry sabía
cuánto lo amaba, no tenía intención de darle una razón para cuestionarlo.
Desafortunadamente por ahora, James solo se convertiría en otro obstáculo, y
Henry y yo teníamos muchos de esos últimamente.

Henry me dejó ir lo suficiente para dejar que mi madre me abrazara, y deseaba con
todas mis fuerzas que esta no fuera la última vez que la viera. Si Rhea era como
Cronos, no había seguridad de lo que pasaría, y ya sea que quisiera o no, tenía que
prepararme para lo peor.

—Cuídate, cariño —murmuró mi madre, y cepilló una hebra de mi cabello fuera de


mis ojos—. Estoy tan orgullosa de ti.

Mi cara se volvió caliente.

—Te amo.

—También te amo, cariño.

235
Ella me liberó y fui hacia James, quien me dio un incómodo abrazo y una palmada
de amigo en el hombro.

—Mantente a salvo. Si alguna vez se pierden, no dudes en hacer que Ava me


contacte.

—No lo haré. —Me detuve y me incliné cerca así solo él me escucharía—. Elegí a
Henry. Después que regrese, me quedaré con él todo el año. Todavía seré tu
amiga, pero Henry es mi esposo, y lo amo. Y siempre lo escogeré a él.

Algo que no reconocí pasó por la cara de James, y asintió.

—Mientras sea tu decisión, la respetaré —dijo, e incluso aunque sospechaba que


eso cambiaría en el momento que él pensara que Henry no fuera el esposo que
James creía que debería ser, pero por ahora no presionaría el tema.

—Gracias —dije, y James me besó ligeramente en la mejilla, un silencioso adiós a


mí y a una eternidad a lo-que-podría-haber-sido.

Y entonces era el turno de Henry, se acercó a mí, enterrando su nariz en mi cabello.


Por un momento, sus brazos fueron tan firmes alrededor de mí que pensé que no
me dejaría ir, pero eventualmente lo hizo. Tomé sus manos.

—Volveré tan pronto como pueda, lo prometo —dije, aunque sabía que esa era
una promesa que quizás no sería capaz de mantener—. Sólo recuerda todo lo que
tenemos por delante, ¿de acuerdo?

—Por favor no vayas —dijo silenciosamente—. Haré lo que me pidas, pero


simplemente no sé lo que haría si algo te pasara.

—Nada me pasará. —Me puse de puntillas, y aun cuando todos estaban mirando,
lo besé, profundamente por unos pocos segundos antes de regresar de mala gana
a mis talones—. Necesito hacer esto, y después de que esté terminado, no pelearé
contigo por tu decisión de quedarte fuera de la guerra. Tienes mi palabra que me
quedaré quieta, también.

Él todavía parecía infeliz, pero al menos asintió. Henry ahuecó la parte de atrás de
mi cuello y me besó otra vez, y cerré mis ojos, deseando que no tuviera que irme
para nada. Todos los deseos del mundo no cambiarían el peligro en el que todos
estábamos, y podía esconderme con Henry para protegerme o podía hacer algo al
respecto. Justo como siempre elegiría a Henry, ya había hecho mi elección,
también.

236
—Te amo —susurré cuando él se alejó, y por un breve momento, su cara se arrugó,
como si estuviera a punto de llorar. Rápidamente cambió otra vez, y la única señal
de cómo realmente se sentía era los contornos rojos en sus ojos.

—También, te amo —dijo—. Por favor regresa a casa.

—Lo haré.

Dándole un último beso en la mejilla, me uní a Ava al otro lado del final de la cerca
y me despedí con la mano, pero solo mi madre me devolvió el gesto.

—Vámonos —le dije a Ava, uniendo su brazo con el mío. Sin decir una palabra
abrió la puerta, y sin mirar atrás, caminamos a través del jardín de joyas hacia el
portal que nos regresaría a Edén.



El viaje hacia el portal y a través de la roca fue tan discordante como había sido
cuando James me había guiado la primera vez hacia abajo. Mantuve mis ojos
firmemente cerrados y me sostuve a Ava tan apretada como me atreví, pero
ninguna cantidad de pretender que estaba en otro lugar mantendría a raya las
náuseas.

Al final cuando terminamos de movernos. Abrí mis ojos. El patio de la Mansión


Edén rodeándonos, y dejé salir un suspiro de alivio. Eso no era algo que quisiera
hacer muy a menudo, y evadir el portal sola muy bien podría haberme convencido
de quedarme en el Inframundo con Henry.

Afuera, era el helado invierno. Nieve cayendo en gruesos grumos, enredado en los
árboles que bordeaban el camino hacia la puerta, y alcé mi cara hacia el cielo,
sacando mi lengua con esperanzas de atrapar un copo.

—He extrañado la nieve —dije—. ¿Por qué nadie tiene la idea de una vida perfecta
llena de nieve después de la muerte? ¿Qué hay de especial sobre el clima cálido de
todas maneras?

Lo dije como una broma, pero Ava se quedó congelada, su agarre en mi codo
fuerte.

—Espera.

237
—¿Qué? —dije—. Ava, tenemos que ir.

Ella negó con su cabeza.

—No, no todavía, deberíamos buscar a Henry o a James o…

Me sacudí del agarre de su mano.

—Sé que estás molesta acerca de Nicholas, pero mientras más pronto
encontremos a Rhea, más pronto seremos capaces de rescatarlo. No podemos
hacer eso si regresamos a decir adiós.

—No es eso. —Ava tragó, pero yo ya estaba en mi camino hacia la colina—. Kate,
detente…

Se apresuró detrás de mí, y apresuré mis zancadas. Lo que sea que estaba
molestándola podía esperar hasta que estuviéramos en un avión hacia donde sea
que la nota de James especificaba.

Ava me alcanzó a unos cuantos metros de la cerca, y agarró mi brazo otra vez.

—Kate, por favor, no entiendes…

—Hola, Kate. —Calliope entró en el camino de tierra que corría paralelo a la


puerta, con una sonrisa diabólica retorciendo sus labios.

Me congelé. No podía ser. Un miedo glacial corrió a través de mí, borrando todo lo
demás que sentí esa mañana. Iba a morir. Calliope iba a asesinarme y atar mi
cuerpo a través de las puertas de Edén para que Henry me encontrara cuando
viniera por mí.

—No puedes —dijo desesperadamente Ava—. Calliope, por favor, no lo


entiendes…

—Por supuesto que entiendo.

La cerca se abrió, y Calliope torció su dedo hacia nosotras. Presioné mis pies a la
tierra, pero una fuerza invisible me arrastró hacia ella, pasando el límite de la
Mansión Edén. Ava tomó mi brazo, tratando en vano de detenerme.

—Hiciste bien —dijo Calliope a Ava—. Tu esposo estaría orgulloso de saber que su
esposa está dispuesta a llegar a tales extremos para garantizar su seguridad, y
ustedes cosecharán las recompensas de la lealtad que me han demostrado.

238
Mi boca cayó abierta. Los ojos de Ava se llenaron de lágrimas, y ella intentó tomar
mi mano, pero la empujé lejos.

—¿Sabías que ella estaría esperando?

—Lo siento —susurró—. Lo siento, mucho, Kate. No sabía.

—Por supuesto que sabías —dijo Calliope con un movimiento de su mano, y la


cerca se cerró—. No pretendas que no tienes nada que ver con esto, Ava. Mentir es
muy poco atractivo.

—¿Por qué me harías esto a mí? —le dije a Ava, sorprendida—. ¿Por qué le harías
esto a Henry y al resto del consejo?

Ava sorbió las lágrimas.

—Calliope, no puedes, por favor. Haré lo que sea, solo… no puedes. Ella está
embarazada.

Embarazada. Parpadeé. ¿Quién? ¿Calliope? Ambas me miraron, la cara de Ava


hecha un lío por la culpa y desesperación y la cara de Calliope brillando con
satisfacción, y todo el aire dejó mis pulmones.

Yo. Ava se refería a mí.

Luché contra la fuerza que me mantenía. Necesitaba regresar. Regresar a la


seguridad y al Inframundo y a Henry, pero mis pies estaban clavados al suelo.

—Sí, lo sé —dijo Calliope—. Jugaste tu parte admirablemente, Ava.

Miré hacia atrás y adelante entre ella, tan enferma que difícilmente podía ver bien.

—No lo entiendo, como podrías tú posiblemente… ¿Ava, qué hiciste?

—Nada —lloró—. Lo juro, Kate, no hice nada. Ella… ella quería que yo los hiciera
dormir juntos, pero no lo hice, te lo prometo.

Mi corazón palpitaba. No, Ava no tenía nada que ver con el día anterior, estaba
segura de ello. No fue como el afrodisiaco que Calliope nos había dado en Edén.
Ava había sabido, sin embargo. Ella sabía, y no hizo una maldita cosa para
detenerlo.

—No pude saber que estabas embarazada hasta que llegamos aquí —dijo Ava—.
Lo siento tanto. Nunca lo hubiera…

239
—Pero no lo estoy —dije, desorientada—. No puedo estarlo. Nosotros solo…

—Todo lo que tenías que hacer era dormir con Henry —dijo Calliope—. Yo hice el
resto.

Ella movió su dedo, y caí de rodillas en la nieve. La cosa que ella me había hecho,
me di cuenta, horrorizada. La diosa del matrimonio y mujer. Y la fertilidad.

Este había sido su plan todo el tiempo.

—Te dije que te quitaría lo que más amabas —dijo Calliope, y una gran roca negra
apareció en su mano. Era la misma clase de roca que había estado en la caverna, y
la niebla se arremolinaba en su interior. Ella se rió—. ¿Qué, creíste que me refería
Henry?

Una ola de nausea pasó a través de mí.

—Por favor —susurré. Sus ojos se estrecharon, y sabía que no tenía esperanza.

—Tú misma te hiciste esto —dijo ella—. Y a tu hijo. La venganza es una perra,
¿verdad?

Con eso, ella golpeó la roca contra la parte trasera de mi cabeza, y mi mundo se
volvió negro.

240
Guía de Dioses
Zeus — Walter

Hera — Calliope

Poseidón — Phillip

Demeter — Diana

Hades — Henry

Hestia — Sofía

Ares — Dylan

Afrodita — Ava

Hermes — James

Atenas — Irene

Apolo — Theo

Artemisa — Ella

Hefesto — Nicholas

Dionisos – Xander

241
Próximo libro
Amor o vida.
Henry o su hijo.
El fin de su familia o el fin del mundo.
Kate debe elegir.
Durante nueve meses de cautiverio, Kate
Winters ha sobrevivido a una diosa
celosa, un vengativo Titán y un embarazo
que nunca pidió. Ahora la Reina de los
Dioses quiere a su hijo no nacido y Kate
no puede detenerla… hasta que Cronos le
ofrece un trato.

A cambio de su lealtad y devoción, el Rey


de los Titanes perdonará a la humanidad
y dejará que Kate se quede con su hijo.
Sin embargo, aunque Kate acepte, él
destruirá a Henry, a su madre y al resto
del Consejo. Y si se niega, Cronos
destrozará el mundo hasta que el último
dios y el último mortal estén muertos.

Con el destino de todos a los que ama descansando sobre sus hombros, Kate debe
hacer lo imposible: encontrar una manera de derrotar al ser más poderoso de la
existencia, aunque le cueste todo.

Aunque eso le cueste su eternidad.

242
Sobre la autora

Aimée Carter
Nació y creció en Michigan, donde reside actualmente. Asistió a la Universidad de
Michigan en Ann Arbor y recibió una licenciatura en Arte Cinematográfico y
Culturas (una forma elegante de decir que fue obligada a ver un montón de
películas viejas) con una subconcentración en Guionista. Escribe. Mira muchas
películas nuevas. Lee muchos libros. Tweetea demasiado. Ama a los perros y tiene
dos mimados Papillones. Su primera novela para jóvenes adultos fue The Goddess
Test, publicado por Harlequin Teen. Su secuela, Goddess Interrupted salió en enero
de 2012 y la finalización de la trilogía, Goddess Inheritance, saldrá en febrero del
2013.

http://www.aimeecarter.com

243
Agradecimientos
Moderadora

flochi

Staff de Traducción

flochi roO. Xhessii

ƸӜƷYossƸӜƷ dark&rose Caami

Shadowy gaby828 Bobo Tofee

Simoriah cookie3 Maru Belikov

areli97 LizC Miranda.

Akanet Mona Yumigood

rihano Aldebarán Little Rose

nahirr Merlie

Staff de Corrección

Marina012 La BoHeMiK Aldebarán

Monicab Nony_mo Julieta_Arg

Recopilación y revisión

Marina012

Diseño

Paovalera

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Para más lecturas, visita:
www.bookzinga.foroactivo.mx

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