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El descubrimiento del amor auténtico: Claves para

orientar la afectividad
Alfonso López Quintás
Madrid: BAC

Capítulo II
Los niveles de realidad y de conducta

1. Niveles positivos
• Nivel 1
• Por “objeto” se entiende una realidad mensurable, pesable, asible,
manejable…, que podemos situar frente a nosotros porque no nos sentimos
comprometidos con ella.
• Si adoptamos, por egoísmo, una actitud hedonista, solemos tomar
egoístamente las realidades de nuestro entorno (incluidas las personas)
como “medios para nuestros fines”; las rebajamos, así, al nivel 1 y corremos
serio peligro de entregarnos a las ganancias inmediatas, que nos reportan
solo gratificaciones sensibles y psicológicas, y bloquean, con ello, nuestro
proceso de crecimiento personal.
• Características del “hombre inmediato”
o Por afán de ganancias fáciles, el hombre inmediato se mueve
primordialmente en un nivel de sensaciones, en las que intenta
vanamente reposar pues “el tiempo huye”, se desplaza de modo
ineludible.
o El hombre de sensaciones se convierte en un gozador voluble que
renueva sin cesar las impresiones placenteras con la esperanza de
encontrar en la sucesión ininterrumpida de sensaciones una forma de
auténtica permanencia, que responde a modos superiores de
temporalidad.
o El gozador voluble considera ab-soluto, el amor impulsivo, erótico,
desgajado de la relación personal de amistad.
o El profesional del erotismo ser egoísta, interesado en torno a la propia
satisfacción.

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o El individuo egoísta orienta la vida de dentro afuera y reduce los seres
del entorno a medios para el logro de sus intereses.
o El individuo hermético que reduce por principio los demás hombres a
meros no-yo (considerados como seres manipulables) adopta una
actitud básica de sadismo.
o El obseso del dominio no tolera el riesgo que implica la vida creativa,
estrictamente personal. En vez del lento y respetuoso enamorar (nivel
2), practica el violento y expeditivo seducir (niveles 1 y -1).
o El seductor encapsulado en sí mismo (nivel 1) no engendra modos
auténticos de relación personal, no entra en el juego de la vida
comunitaria, y se siente “extraño” en el mundo rigurosamente
humano, el campo del lenguaje, de las instituciones, de los valores,
del orden ético y jurídico, de la experiencia religiosa (niveles 2, 3 y 4).
o El hombre que se siente extraño o extranjero en el mundo humano es
un ser iluso; estima que la entrega al vértigo del fluir sensorial le
permite tocar fondo en la realidad, a la cual de hecho solo roza
tangencialmente; piensa que la liberación anárquica del instinto y el
rechazo de las realidades que apelan al hombre a una labor co-
creadora (comunidad, lenguaje, formas diversas de juego, valores
éticos, realidades religiosas…) lo elevan a un plano de libertad
modélica.
o El hombre existencialmente escindido queda radicalmente alejado de las
fuentes que otorgan sentido a su vida. La conciencia de tal sinsentido
radical da origen al estado de desesperación.
o El ser que renuncia lúcidamente a conferir un sentido cabal a su existencia
adquiere la figura trágica de “hombre absurdo” (Albert Camus).
o El hombre absurdo que acepta hasta el fin el sinsentido de su existencia
puede presentar (según Sören Kierkegaard) dos formas básicas de
desesperación: 1) la “desesperación femenina”, entrega pasiva a las
impresiones exteriores, en una forma de diversión alienante que
significa una salida de sí en falso; 2) la “desesperación masculina”
rebelarse contra toda apelación procedente de las realidades valiosas.
El hombre que anhela desesperadamente no ser hombre cabal
destruye las bases de su existencia, se desfonda y asfixia lúdicamente.
• Nivel 2

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• Si tengo una tabla, puedo hacer con ella lo que desee (encender una estufa,
tapar un hueco…), pero no puedo jugar en sentido estricto… convierto la
tabla en tablero y puedo sobre él jugar (por ejemplo) al ajedrez. Para ello,
debo obedecer al reglamento y someterme a los cauces que me marca el
tablero. Pierdo, así, voluntariamente buena pare de mi libertad de maniobra,
pero adquiero una nueva forma de libertad (la libertad creativa), la
capacidad de llevar a cabo esa actividad lúdica de carácter bélico.
o La actitud de dominio, posesión y manejo debe ser cambiada por una
actitud de respeto, estima y colaboración.
o Esta transformación de una realidad y de nuestra actitud respecto a
esa realidad transformada nos eleva a un nivel superior, que
podemos denominar nivel 2.
o Notemos que ambas transformaciones las realizamos en virtud de la
ley natural que nos insta a crecer. Ese impulso no nos viene de fuera,
sino de nuestra misma naturaleza.
✓ La transformación del papel en partitura
• Una hoja de papel es un mero objeto, en el sentido
indicado. Deja de ser una realidad cerrada en sí (un
objeto) y se convierte en una realidad abierta (un ámbito),
pues se dirige a quien entienda el lenguaje musical y le
revela una composición.
• El intérprete que compra una partitura la posee en
cuanto es un fajo de papel, pero, vista como partitura,
no puede tratarla a su arbitrio; debe respetarla,
estimarla y colaborar con ella si quiere dar vida a la
obra que en ella se expresa.
✓ Las experiencias reversibles
• Pero un día abro el libro y aprendo el poema de memoria,
es decir, “de corazón” (como dicen expresivamente los
franceses e ingleses), porque asumo las posibilidades
estéticas que alberga, y lo declamo creativamente,
dándole el tipo de vida que el autor quiso otorgarle.
• En ese momento, el poema actúa sobre mí, me nutre
espiritualmente, y yo configuro el poema, le doy el

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ritmo y el tempo debidos, le otorgo vibración humana,
lo doto de un cuerpo sonoro.
• Esa experiencia de declamación no es meramente
“lineal”; no actúo yo solo en ella.
• Es una experiencia reversible, de doble dirección, porque
ambos nos influimos mutuamente: el poema influye
sobre mí y yo sobre el poema.
• Fijémonos en los cambios realizados. Cambió el poema
(pasó de ser algo ajeno a mí a constituirse en principio
interno de mi actuación); cambió mi actitud respecto a
él (pasó de lineal a reversible), y surgió una forma
nueva, maravillosa, de unión con el poema: la unión de
intimidad.
• Él y yo formamos un mismo campo de juego. En esto
consiste ser íntimos. La unión de intimidad solo es
posible en el nivel 2, el de la creatividad.
• Este segundo descubrimiento (el de las experiencias
reversibles) es prometedor porque nos abre inmensas
posibilidades de relación con las realidades más
valiosas de nuestro entorno y hace posible el
acontecimiento más importante de nuestra vida: el
encuentro.
• Ahora sí podemos descubrir por dentro lo que significa
encontrarse.
✓ La experiencia reversible más lograda: el encuentro
• Para encontrarme con otra persona, no basta que me
acerque físicamente a ella.
• La cercanía lograda no equivale a una relación de
encuentro, pues no implica, de por sí, vecindad espiritual.
• Para crear este modo de vecindad, necesitamos recibir
activamente las posibilidades que la otra persona nos
ofrezca y otorgarle las nuestras.
• Es la forma de crear unidad profunda en el nivel 2.
Pertenece a su lógica que la unión de intimidad solo se
logra mediante esa donación y apropiación de

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posibilidades, pues con ello se crea un estado de
enriquecimiento mutuo.
✓ Las condiciones del encuentro
• Para conseguir ese estado de irradiación de mutuo
entendimiento, concordia y colaboración, debemos
cumplir las condiciones del encuentro:
• La primera y primaria es la generosidad, la actitud de
disponibilidad y entrega. En ella se inspiran todas las
demás.
• La apertura al otro ha de ser generosa y veraz. El que
miento no es generoso en la entrega. Se da a medias. Tal
ambigüedad suscita desconfianza y bloquea el
encuentro. El mentiroso no puede encontrarse de veras.
• La confianza surge cuando uno tiene fe en el otro, lo ve
como fiable, digno de hacerle confidencias, que generan la
relación de intimidad propia del encuentro.
• La intimidad generada por la confianza se traduce en
fidelidad y cordialidad. Esta significa la tendencia a poner
corazón en cuanto se hace. Ser fiel es algo mucho más
valioso que el mero aguantar. Aguantan los muros y las
columnas las cargas que les impone el arquitecto (nivel
1). El hombre está llamado a la tarea creadora de ser fiel,
es decir, de crear en cada momento lo que prometió en un
momento (nivel 2).
• Cuando uno se abre a otra persona de modo cordial, su
comunicarse es un decidido darse (nivel 2). Cuando hay
donación de sí mismo, el acto de dar algo se sitúa en el
nivel 2, e incluso en el nivel 3 si supone una afirmación
incondicional de los valores de la bondad y la unidad.
• Cuando dos personas se dan cordialmente a una
realidad valiosa y se unen íntimamente a ella, se
vinculan profundamente entre sí, aun sin pretenderlo.
✓ El descubrimiento de los valores y las virtudes
• Encierra valor todo aquello que coopera a nuestro
crecimiento personal. Cuando los valores son asumidos

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por nosotros como un canon de vida y un principio
interno de acción, reciben el nombre de virtudes.
✓ Los frutos del encuentro
• Si una persona tiene la suerte de dar con otra que está
dispuesta a vivir de forma virtuosa –asumiendo los
valores antedichos–, puede vivir con ella la experiencia
decisiva del encuentro y experimentar sus grandes
frutos.
✓ Entre ellos destacan los siguientes:
• Energía interior. Cuando dos o más personas viven una
verdadera relación de encuentro, advierten que, sin
saber cómo brotan en su interior fuerzas desconocidas
que les permiten superar las adversidades diarias.
• Luz.
• Intimidad. Al encontrarnos, ganamos una relación de
intimidad con otras realidades abiertas o ámbitos que
nos ofrecen posibilidades creativas: obras culturales,
juegos, valores, personas, instituciones…
• Alegría. Al cobrar conciencia de que estamos creciendo
y desarrollándonos, sentimos alegría, gozo profundo.
• Felicidad. El entusiasmo implica plenitud de vida,
conciencia de haber satisfecho el afán natural de unirse
con lo valioso y elevado. Esta unión nos realiza
plenamente, nos lleva a la meta, que supone nuestro
máximo bien. El vernos, así, bien hechos y acabados (es
decir: per-fectos) nos colma de felicidad interior.
• Nivel 3
• El descubrimiento del ideal de la unidad
o El encuentro nos llena de energía, gozo y felicidad.
o Es el encuentro el ideal de la unidad.
o El ideal de la unidad nos afirma en la orientación al bien, la
concordia, la verdad, la justicia, la belleza.
o Esta afirmación nos lleva a expresar con toda firmeza: “El bien hay
que hacerlo siempre, el mal nunca. Lo justo, siempre; lo injusto,
nunca. La concordia, siempre; la discordia, nunca…”.

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o Cuando estamos dispuestos a afirmar esto, con la energía de las
convicciones fuertes, podemos estar seguros de que hemos ascendido
al nivel 3.
• Del ideal depende todo en nuestra existencia
o Si descubrimos el ideal verdadero, optamos por él y elegimos
siempre en función de la energía que irradia, experimentamos una
transformación que eleva toda nuestra vida a un nivel de excelencia.
✓ La “libertad de maniobra” se transforma en “libertad
creativa”.
✓ La vida anodina se colma de sentido.
✓ La vida pasiva se vuelve creativa.
✓ La vida cerrada se torna abierta, relacional.
✓ El lenguaje pasa de ser mero medio de comunicación a
vehículo viviente del encuentro.
✓ La vida temeraria (entrega al vértigo) se torna prudente,
inspirada en el ideal de la unidad.
✓ La entrega al frenesí de la pasión se trueca en amor personal.
o El descubrimiento de estas siete transfiguraciones completa la
experiencia de nuestro desarrollo personal en doce fases.
✓ La libertad creativa
• Todo joven descubre con facilidad que actúa con libertad
creativa (o libertad interior) cuando, entre varias
posibilidades, elige la que mejor responde al ideal de la
unidad, no a sus propias apetencias.
✓ El sentido
• Una acción tiene sentido cuando está bien orientada.
Nuestra vida desborda sentido y felicidad cuando se
orienta hacia el ideal de la unidad. “Toda vida
verdadera es encuentro”, escribe Martin Buber. La vida
lo es todo (es plenitud de sentido) cuando se polariza
en torno al encuentro y el ideal de la unidad.
✓ La creatividad
• Colaborar a fundar modos de encuentro en el hogar, en
el puesto de trabajo, en un centro académico… es una
actividad netamente creativa, no inferior (aunque

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menos espectacular) que las llamadas “creaciones
artísticas” o las invenciones técnicas.
• Una madre que amamanta y cuida a su hijo con la
debida ternura es creativa en alto grado, por la razón
profunda de que crea con él esa “urdimbre afectiva” (o
ámbito de tutela y afecto) que, según los científicos, es
indispensable para desarrollarse plenamente como
persona.
✓ La relacionalidad
• El grano de trigo no es mero producto de una actividad
fabril; es el fruto de una múltiple confluencia de
elementos: el agricultor se relaciona con sus mayores,
aprende de ellos el arte de trabajar la tierra y recibe
unas semillas; las deposita en la madre tierra y espera a
que el océano evapore agua, se formen nubes, las
arrastre el viento, caiga la lluvia, se rieguen los campos,
el agua conecte los nutrientes con las semillas, y al final,
el padre sol dore la mies…
• Al recoger la cosecha, el agricultor siente en cada fruto
la vibración de todo el universo. Por eso no lo ve como
un producto de su esfuerzo sino como un don, el fruto
de una múltiple interrelación que escapa a su poder.
Debido a su carácter relacional, el trigo y el pan
presentan un alto valor simbólico, y expresan
nítidamente la unión entre el huésped y el anfitrión,
que parte, reparte y comparte con él el pan de la
amistad.
✓ El lenguaje y el silencio auténticos juegan el papel de vehículos del
encuentro
• La palabra auténtica proviene del silencio auténtico,
visto como la capacidad humana de recogerse y prestar
atención conjunta a las tramas de relaciones que
estructuran las realidades complejas.

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• Estas “palabras silenciosas” (inspiradas en el
recogimiento) forman la base de la comunicación
humana auténtica.
✓ La caída en el “vértigo” y el proceso “extático” hacia lo mejor
de sí mismo
✓ El proceso de éxtasis o creatividad
• Si soy generoso y desinteresado, al ver una realidad
atractiva (por ejemplo, una persona) no tomo esa
atracción como un motivo para querer dominarla, es
decir, seducirla y fascinarla (nivel 1), sino como una
invitación a respetarla, estimarla y colaborar con ella,
intercambiando posibilidades de todo orden. Ese
intercambio da lugar a una relación personal de
encuentro (nivel 2).
• Al encontrarme, siento exultación, alegría y gozo por
partida doble, pues con ello perfecciono mi persona y
colaboro a enriquecer a quien se encuentra conmigo. Y
me eleva a un nivel de excelencia personal, siento
entusiasmo, un gozo desbordante que supone el grado más
alto de la alegría.
• Al adentrarme en un estado de plenitud personal,
siento felicidad, veo que he llegado a una cumbre.
Ciertamente, la felicidad se da en lo alto, en los niveles
2 y 3, no en el nivel 1. Ese ascenso hacia lo elevado, lo
“per-fecto” o bien logrado, fue denominado por los
griegos “éxtasis”. Lo bien logrado en cuento al
desarrollo personal viene dado por la vida auténtica de
comunidad, que se configura mediante una trama de
relaciones de encuentro.
• Al vivir en estado de encuentro, sentimos que hemos
realizado plenamente nuestra vocación y nuestra misión
como personas, y ello nos procura paz interior, amparo y
gozo festivo, es decir, júbilo.

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• El éxtasis por ser creativo es exigente: pide generosidad,
apertura veraz, fidelidad, cordialidad, participación en
tareas relevantes.
• Este proceso extático podemos visualizarlo en una línea
ascendente:
7. Vida comunitaria
6. Felicidad (paz, amparo, júbilo)
5. Entusiasmo
4. Alegría, gozo
3. Encuentro
2. Respeto, estima y colaboración
1. Generosidad
✓ El proceso de vértigo o fascinación
• Supongamos que me hallo ante una persona que me
resulta atractiva debido a las dotes que ostenta. Si soy
egoísta y me muevo solo en el nivel 1… lo rebajo a
condición de mera fuente de sensaciones placenteras y
procuro dominarlo (es decir, fascinarlo, seducirlo) para
ponerlo a mi servicio.
• Cuando logro ese dominio, siento euforia, exaltación
interior. (Notémoslo bien: No digo exultación, gozo sino
exaltación, euforia. Es decisivo matizar bien el lenguaje
si queremos evitar la corrupción de la mente y, con ella,
la de la vida personal y comunitaria).
• Esa forma de exaltación es tan llamativa como efímera,
pues se trueca rápidamente en decepción al advertir
que no puedo encontrarme con la realidad apetecida
por haberla reducido a mero objeto de complacencia.
• (Recordemos que con los objetos [nivel 1] no podemos
encontrarnos [nivel 2]).
• Al no encontrarme con ella, no desarrollo mi
personalidad, pues soy un “ser de encuentro”. Ese
bloqueo de mi crecimiento personal se traduce en
tristeza, que es un sentimiento de vacío, de alejamiento de
la plenitud a la que tiendo por naturaleza.

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• El proceso de vértigo es falaz y traidor: nos promete, al
principio, una vida intensa y cumplida y nos lanza
súbitamente por una pendiente de excitaciones
crecientes, que no hacen sino apegarnos al mundo
fascinante de las sensaciones (nivel 1) y alejarnos
inevitablemente de la vida creativa (nivel 2).
• Personas entregadas a algún tipo de vértigo: de
ambición o de poder, de evasión a través de la
embriaguez o la droga, de cultivo de la sexualidad
desgajada del amor, de entrega descontrolada al juego
de azar…
• La caída en el abismo al que nos conduce el proceso de
vértigo queda visualizada en una línea descendente:
1. Actitud de egoísmo
2. Goce, euforia, exaltación superficial
3. Decepción
4. Tristeza
5. Angustia
6. Desesperación
7. Soledad asfixiante y destrucción
✓ La función decisiva de la afectividad en nuestra vida personal
• Los sentimientos superiores no se reducen a meras
sensaciones, reacciones espontáneas de nuestra
sensibilidad ante ciertos estímulos. Son los modos como
nuestra persona entera vibra y se conmueve al percibir
un valor.
• Esa vibración no se queda en sí misma, como sucede
con las meras sensaciones, por intensas que sean; remite
a la realidad que la suscita. Los sentimientos tienen, por
ello, un alto valor cognoscitivo.
• Es una vibración profunda, que eleva todo mi ser hacia
planos de vida superiores.
• De ahí la conveniencia de cultivar los sentimientos y
promover una auténtica “cultura del corazón”, que
afine al máximo nuestra sensibilidad para los grandes

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valores, incremente nuestra capacidad de admirar su
grandeza y comprometernos seriamente en la
realización de los mismos.
• ¿Qué tipo de unidad supone el amor auténtico?
• La sensación gozosa que te proporciona tomar un dulce
apetitoso no la puedo compartir, aunque me sienta muy
unido a ti. Se da dentro de los límites de tu organismo.
• En cambio, el amor verdadero surge siempre en una
interrelación personal. Es, por naturaleza, dialógico.
Procede de una actitud de generosidad y fomenta el
espíritu de generosidad. Amar de verdad,
generosamente, es un arte que debemos aprender.
• Para realizar ese tránsito del nivel 1 a los niveles 2 y 3 y
dar a nuestra vida la alta dignidad a que está llamada,
hemos de experimentar la serie de transfiguraciones
que realizamos al optar por el ideal de la unidad:
1. Los objetos se convierten en ámbitos;
2. La mera cercanía, en relación de encuentro;
3. Las exigencias del encuentro, en valores y
virtudes;
4. La creación de unidad, en el ideal de la vida;
5. La libertad de maniobra, en libertad creativa;
6. Los meros hechos, en acontecimientos
creativos;
7. El pensamiento relativista, en pensamiento
relacional;
8. El lenguaje visto como pura comunicación, en
actividad creadora de vínculos;
9. La atracción pasional o erótica, en amor
personal.
• Nivel 4
• Si queremos explicar cómo es posible que seamos incondicionalmente
buenos incluso con quien no está a la recíproca, debemos ascender al nivel 4
(el religioso), y reconocer que esa bondad absoluta tiene inspirada por la
convicción de que también esa persona alberga una dignidad ab-soluta

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(desligada de cualquier condición) por haber sido creada a su imagen y
semejanza por un Ser infinitamente bueno, justo y veraz.
• Al sentirnos religados, en el núcleo de nuestra persona, a Quien es la
bondad, la verdad, la justicia, la belleza y la unidad por excelencia, situamos
nuestra vida en el nivel 4.
• Integración de los niveles positivos
๏ Debido a nuestra condición corpórea y espiritual, los seres humanos
tendemos por naturaleza a integrar nuestras diversas potencias, las
instintivas y las espirituales, y a procurar que estas orienten aquellas
hacia el encuentro, y por tanto, hacia el bien, la justicia, la belleza, la
verdad y la unidad.
✓ En cambio, si autonomizamos nuestra tendencia a poseer y
dominar y poner todas las realidades a nuestro servicio
(actitud propia del nivel 1), nos volvemos inauténticos, falsos,
pues nuestra verdad de hombres se patentiza cuando nos
abrimos para crear encuentros (nivel 2) de modo bondadoso,
justo y bello (nivel 3).
✓ Este poder de ordenar todas las potencias a la creación de
modos de unidad relevantes es privilegio del espíritu. Bien
entendida, la energía que procede de la opción por el ideal de
la unidad no se opone a la energía que albergan las fuerzas
instintivas. Cuando nuestra meta es lograr los modos más
valiosos de unión, ambas formas de energía se complementan,
no se oponen.
๏ Quedarse en el yo aislado reduce el alcance de nuestra realidad
personal y la empobrece. Limita nuestro haz de relaciones al campo
de nuestros intereses vitales, más egoístas que altruistas. Nos retiene
en el nivel 1, frenando la tendencia natural hacia los niveles 2, 3 y 4.
✓ Lo ajustado a nuestra naturaleza espiritual es ejercitar la
fuerza de unificación que proviene del espíritu… Los seres
humanos somos “seres de encuentro”. Los somos por ser
“ambitales”, ya que cada ámbito tiende de por sí a abrirse a los
demás, ofreciéndoles posibilidades y recibiendo las que ellos le
otorgan.
✓ Lo normal es vivir ascendiendo.

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๏ Este movimiento ascendente o “extático” viene promovido por las
normas juiciosas que recibimos. Esas normas nos instan a integrar
nuestras energías en orden a la creación de unidad: “No os canséis de
hacer el bien”, nos exhorta san Pablo. “Por tanto, siempre que
tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos…” (Gál 6, 9s). Las
normas de este género nos instan a subir a niveles altos, vivir
creativamente, considerar los niveles 2 y 3 como nuestro hogar.
✓ La vida biológica, con toda su trama de pulsaciones vitales,
encierra un gran valor. Toda actividad realizada con buena
salud suscita cierta dosis de grado. Lo agradable es valioso, no
sólo por ser placentero sino por indicarnos que estamos ante
algo saludable. Pero reducir toda actividad a fuente de goce es
un reduccionismo ilegítimo, ya que el valor de lo agradable
debe supeditarse a otros valores superiores, por ejemplo la
propia salud y el bien de los demás.
✓ Para realizar un valor superior (por ejemplo, cuidar a un
enfermo), debemos con frecuencia renunciar a valores
inferiores, como puede ser un rato de descanso.
✓ Pero esa renuncia no implica una represión (el bloqueo d
nuestro desarrollo personal), sino un ascenso a los niveles donde
se da el encuentro. Supone, por tanto, la elevación a lo mejor de
nosotros mismos. No hay aquí conflicto alguno entre lo que, de
forma un tanto vaga, se denomina vida y espíritu.
• De lo antedicho se desprende que nuestra forma de vivir es éticamente
valiosa (es decir, justa) cuando se ajusta a nuestra realidad personal y a las
realidades vinculadas con nosotros.
๏ Los problemas morales son, en buena medida, cuestiones ontológicas,
relativas al modo de ser de nuestra realidad y de las realidades de
nuestro entorno vital.
๏ Nuestra realidad humana es auténtica y verdadera cuando florece en
una vida generosa de encuentro (nivel 2), que nos exige, para ser
perdurable, optar decididamente a favor de la unidad, la bondad, la
verdad, la justicia, la belleza (nivel 3). Necesitamos el nivel 1 porque
debemos cubrir múltiples necesidades, pero no hemos de considerar
la satisfacción de estas como nuestra meta en la vida. Ese nivel nos

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sirve de apoyo para ascender a niveles superiores (el 2, el 3, el 4), que
vienen exigidos por nuestra realidad de personas, si la vemos en su
última raíz.

2. Niveles negativos
• Nivel -1
• Al no estar compensada esta tendencia al propio bienestar (nivel 1) con la
voluntad de hacer felices a los demás (nivel 2), corremos el riesgo de
tornarnos egocéntricos e insensibles, poco o nada preocupados de ser
bondadosos, justos y veraces con ellos, así como de unirnos a ellos y
procurarles una vida bella.
• Al unirse esta insensibilidad con la costumbre de supeditar el bien de los
demás a nuestros intereses, no tenemos mayor dificultad en hacérselo ver
abiertamente, con lo cual herimos su sensibilidad y quebrantamos su
autoestima. Iniciamos, con ello, el proceso de vértigo y bajamos al nivel -1.
• Nivel -2
• Si alguien considera a otra persona solo como un medio para sus fines (por
tanto, como una posesión), y no ve satisfechas sus pretensiones, puede
llegar a desahogar su frustración con insultos e incluso con malos tratos,
psíquicos y físicos. Se trata de una ofensa de mayor gravedad que la anterior
y supone la caída en el nivel -2.
• Nivel -3
• Una vez entregados al poder seductor del vértigo del dominio, podemos
vernos tentados a realizar el acto supremo de posesión que es que es matar a
una persona para decidir d aun golpe todo su futuro. Al hacerlo, nos
precipitamos hacia el nivel -3.
• Nivel -4
• En esta caída hacia el envilecimiento personal, cabe la posibilidad de llevar
el afán dominador al extremo de ultrajar la memoria de los seres a quienes
se ha quitado la vida. No pocos terroristas han mancillado las lápidas que
guardan los restos de sus víctimas. Esta vileza los hunde en el abismo del
nivel -4.

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