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LAURA PERLS
El concepto de agresividad se basa principalmente en los efectos que esta tiene para las personas
expuestas a ella. La agresividad de los niños pequeños les causa muchas molestias e irritación a los adultos,
por lo tanto se ve como algo indeseable e intentan quebrar la voluntad del niño. Corriendo el peligro de
inhibir no sólo lo que llamamos “mala conducta” (llantos y gritos, mordiscos y rabietas, el que arañe, rasgue
o rompa cosas), sino pudiendo reprimir también su curiosidad. Condición indispensable para el desarrollo
intelectual del niño, para el desarrollo de su capacidad, para aprender y estudiar, para que entienda a la
gente, las situaciones y las circunstancias.
Exigir respeto por parte de los padres supone que el niño no debe cuestionar a los adultos, sino que trague
sin morder, masticar ni digerir. Anulando que se pueda ser capaz de actuar y pensar de forma
independiente, basándose en su intuición y voluntad, convirtiéndose fácilmente en victimas de cualquiera
que asuma el mando.
No se puede reprimir un instinto, solo se puede inhibir sus manifestaciones. La energía agresiva permanece
dentro y tiene que encontrar una salida. Esta suele desembocar en neurosis y delincuencia.
Propone revisar nuestro concepto de agresividad. Y dice: La agresividad no es solamente una fuerza
destructiva sino que es la fuerza que impulsa todas nuestras actividades y sin la cual no conseguiríamos
hacer nada. La agresión no sólo nos hace atacar sino que también hace que nos enfrentemos con las cosas
difíciles de la vida; no solo destruye sino que construye; no sólo nos hace robar y hurtar, sino que también
impulsa nuestros intentos de conseguir y conservar las cosas a las que tenemos derecho.
La agresividad forma una parte indispensable de la constitución de ser humano, tenemos que utilizarla,
desarrollarla y convertirla en una herramienta útil para organizar nuestras vidas. Por lo que recomienda no
ponerle trabas a la agresividad del niño sino estimularla y ofrecer el apoyo adecuado.