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La matanza de Cascallares

Escribe: Guillermo F. Torremare


A Leonardo B. Halkett, in memoriam

Hace unos años Raúl Alvarado me comentó que a principios del siglo XX, en Cascallares, se
produjo una matanza de obreros rurales. “El que conoce la historia es Osvaldo Furlani” agregó.
Ganado por la curiosidad visité al dueño del dato y escuché su relato. Solidarizándose con mi
entusiasmo, al poco tiempo me mandó un escrito contando pormenorizadamente lo que conocía -por
haberlo oído de hombres mas viejos que él-, y también me alcanzó cuatro notas correlativas, publicadas
en los primeros meses de 1980 por La Voz del Pueblo, tituladas La huelga de los braceros y escritas
por el periodista Roberto Petrini.
Veinte años después el mismo diario, con idéntico título, publicó una crónica de aquellos hechos
elaborada por la profesora de historia Cristina García.
Lo contado en las publicaciones, si bien muy valioso, me pareció poco para lo que aparentaba
haber sucedido. Supuse que debían existir otras fuentes y me puse a rastrearlas. Acudí a La Nación en
la Biblioteca del Congreso Nacional y a La Vanguardia en la Universidad Popular Alejandro Korn de La
Plata. Hurgué varias y discontinuas publicaciones anarquistas en la vieja casona de la Federación
Libertaria Argentina de la calle Brasil en el barrio porteño de Constitución y en el mas moderno Centro
de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierda en Argentina. Revisé, por supuesto,
nuestro La Voz del Pueblo. Por último busqué los estudios y monografías hechos en análisis de los
conflictos sociales en el campo argentino por aquella época.
Con mi inquieto amigo Daniel Gago nos propusimos analizar lo sucedido en el lejano 1919 para
elaborar una suerte de cosmovisión del conflicto y en esa tarea intercambiamos ideas e impresiones,
entrevistamos –con poco resultado por cierto- a algunos contemporáneos del hecho y hasta visitamos la
Biblioteca Luz y Cultura de Cascallares para ver sí allí había algo que nos pudiera ayudara. Tenemos
pendiente el ambicioso trabajo final y quizá este relato le sirva de base.
Una amiga que viste uniforme azul me permitió revisar en la comisaría local los libros de
Ordenes del Día de la policía provincial correspondientes a los años 1919 y 1920, volúmenes que
milagrosamente se salvaron de la quema en esa institución tan refractaria a la memoria. Marisa Martín,
directora del Museo Mulazzi, me acercó dos expedientes que allí guarda el Departamento Histórico
Judicial de la Suprema Corte bonaerense y descubrí un increíble –y nunca terminado- proceso.
Lo que sigue es la aproximación a un hecho histórico que hubiera merecido ser tratado antes
-cuando había mas elementos, cuando sus protagonistas estaban vivos-, mejor y por parte de aquellos
que saben y se especializan en el estudio de estas cosas.
Esta historia, singularmente cruel, ocurrida entre nosotros a finales de 1919, se repitió a lo largo
de todo el siglo XX. Bajo otras formas hoy continúa.

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I.- Los braceros

Hacia las primeras décadas del siglo XX los campos de la zona de Tres Arroyos contaban con
gran cantidad de población estable. Según el censo de 1914, un tercio de los habitantes del partido,
alrededor de once mil personas, vivía allí. Así era necesario para desarrollar las tareas propias de la
explotación agropecuaria que se llevaban a cabo durante todo el año.
Tal actividad era, mayoritariamente, realizada por arrendatarios, siempre mas o menos pobres,
que alquilaban la tierra por períodos de entre dos y cinco años.
Aunque eran muchos, los trabajadores rurales permanentes resultaban insuficientes para
afrontar solos la cosecha. Por ello su número se multiplicaba a partir de la segunda y tercera semana de
diciembre.
Se estima que la pampa húmeda recibía anualmente mas de medio millón de trabajadores
golondrinas, algunos provenientes de distintos puntos del país, otros del sur de Europa y en esta zona,
muchos, de Siria.
Durante los primeros días del último mes del año se colmaban de foráneos los hoteluchos y las
pensiones ubicados en cercanías de la estación ferroviaria. Allí esperaban ser contactados para el
trabajo. Por aquellas épocas nunca fueron menos de 2.500.
Luego de comenzada la tarea llevaba algún tiempo el establecimiento de buenas relaciones
entre los nativos y los extranjeros. Aquellos, con frecuencia, se burlaban de las costumbres y el habla de
los turcos, al tiempo que admiraban su guapeza para el trabajo de estiba y reían ante la torpeza con que
lo realizaban. Era frecuente que durante los primeros días de trabajo común no se dirigieran la palabra y
que a la finalización de la jornada cada grupo hiciera rancho aparte. Los sirio libaneses no estaban
exentos de desconfianza hacia los criollos. Temían que estos les robaran o los hicieran echar. Cuando
esos miedos desaparecían solían confraternizar –esforzándose cada bando para entender y
comunicarse con el otro-, hasta la finalización de la cosecha.
En épocas de agitación laboral los turcos eran especialmente buscados por los patrones para
prevenir las huelgas y romperlas si alguna se concretaba. Lograban ello aprovechándose de sus
dificultades para comunicarse fluidamente con sus pares criollos, impidiéndoles acercarse a las
ranchadas de estos y confundiéndolos acerca del valor real del dinero para que no se hagan eco de las
demandas laborales.
Pero los extranjeros, cuando no eran engañados, respetaban las decisiones gremiales de sus
compañeros, entendían que no tenían intereses encontrados con los nativos y peleaban a la par de
ellos por las mismas reivindicaciones. Muchos de los que no volvieron a su país se convirtieron en
auténticos líderes gremiales.

2.- El clima social

El año 1919 comenzó con una de las peores represiones del movimiento obrero que recuerde la
historia argentina, la llamada Semana Trágica. Limitado inicialmente a un conflicto laboral en la

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metalúrgica Vasena y luego convertido –por solidaridad del resto de los trabajadores- en huelga general,
afectó a toda la ciudad de Buenos Aires, paralizándola por varios días. Alrededor de 700 obreros
muertos y mas de 4.000 heridos fue su saldo.
Las motivaciones de aquel hecho eran producto del estado de pobreza extrema en que vivía la
clase trabajadora. Los planteos por tal situación, a menor escala, se repetían en todo el país. Los
trabajadores rurales no eran ajenos a la agitación gremial que se vivía. Las tres organizaciones obreras
existentes en la época estaban presentes en la zona. El predominio era de la corriente sindicalista,
agrupada en la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) del IX Congreso, pero también actuaban
los socialistas y los anarquistas nucleados en la FORA del V Congreso. Las tres vertientes, si bien no
compartían las mismas estrategias de lucha, venían realizando en forma conjunta campañas contra la
carestía de la vida, ya que el período que va desde 1914 a 1918 fue especialmente difícil para los
obreros en razón de la crisis agrícola imperante con la consiguiente desocupación y caída de los
salarios.
Las condiciones en que se desarrollaba el trabajo rural eran pésimas. El órgano de prensa
socialista La Vanguardia, por entonces dirigido por Nicolás Repetto, publicó un pormenorizado informe
de la situación de los obreros del campo. Decía “En las estancias, en general, los obreros son
alimentados malísimamente y duermen en galpones entre cueros vacunos, fardos de lana, bolsas de
trigo, etc. o bien afuera, bajo los árboles, como las aves y las bestias de la creación” ... “en las chacras
pasa algo peor: en muchas los obreros duermen a campo raso, después de haber realizado una jornada
de trabajo brutal y con una alimentación, en la mayoría de los casos, deficientísima” ... “en las máquinas
trilladoras el sistema de trabajo es espantoso: empieza a las 4 de la mañana, terminando a las 8 de la
noche, alimentados con una bazofia detestable. Cenan a oscuras y duermen vestidos, sudorosos...”
A fines de 1918 comenzó a revertirse la depresión del sector, sin que ello tuviera como correlato
la mejora de las condiciones de trabajo o la recuperación de salarios de los peones. Esta situación,
sumada a la tesonera militancia de aquellas organizaciones gremiales y el predicamento que mantenían
sobre los trabajadores movilizaron el ya agitado clima social. La petición de aumento del jornal era
común a todos los trabajadores y a todas las tendencias obreras. Eduardo Sartelli, historiando los
conflictos obrero-rurales de la época y refiriéndose específicamente a la situación que se vivía en
diciembre de 1919, afirma “En verdad, el sur bonaerense, ya cercana la cosecha, era un hervidero
gremial.”

3.- El panfleto

Fueron los anarquistas quienes propusieron decir no al trabajo en aquellas condiciones.


Convocaron a la huelga hasta tanto el jornal no sea llevado a 15 pesos diarios, cantidad que triplicaba a
la que hasta el momento se venía pagando. Los patrones y el gobierno no demoraron en rechazar de
plano el reclamo y proclamar que el movimiento estaba siendo gestado por “agitadores profesionales”
venidos especialmente para la cuestión.
Durante la mañana del sábado 13 de diciembre apareció esparcido en las calles céntricas de la
ciudad un panfleto, atribuido a los huelguistas, exigiendo la mejora salarial y la libertad de los presos

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detenidos en distintos puntos del país por atentar contra el orden social –en la época estaban en
vigencia las tenebrosas leyes de Residencia y de Defensa Social-, y dando cuenta de una alarmante
amenaza. El comunicado expresaba “Artículo 1: que la recolección de la cosecha deberá ser destruida
por el fuego y en forma total. Artículo 2: que para dar cumplimiento a esta voluntad revolucionaria, la
agrupación firmante ha desparramado emisarios por toda la zona agrícola, los cuales vencido el plazo
que se fijará oportunamente, procederán sin contemplaciones. Artículo 3: que la obra de nuestros
emisarios es entusiastamente secundada por los obreros rurales, quienes incendiarán corrales de
parvas y trilladoras. Artículo 4: que el cereal que escape de la destrucción sobre el mismo campo será
quemado en los vagones, en los tinglados de los ferrocarriles o en los mismos depósitos de los puertos
de embarque.”
Si bien la prensa local nada dijo, ese folleto no fue original de esta región. También se distribuyó
en las ciudades de Rosario y Buenos Aires y en varias zonas rurales de la provincia de La Pampa.
La Vanguardia se ocupó del panfleto en su editorial del 16 de diciembre. Tituló “El pretendido
plan terrorista - Una mistificación infame - El gobierno la deja cundir” para luego señalar que su autoría
no correspondía a sectores obreros. Allí, entre otros pasaje, se lee: “Tan absurdo es el ya sonado plan
terrorista, que probablemente nadie se habría ocupado de él si los mismos hombres del gobierno no
hicieran creer en su existencia” ... “La lucha social sería lo mas fácil para los trabajadores si bastaran
amenazas (nada costaría hacerlas cada día mas terribles) para ablandar a los que hoy están arriba.” ...
“Las supuestas amenazas terroristas, que son una fiel reproducción del pretendido ‘complot
maximalista’ de enero, sería un buen tema festivo si no tuviéramos la triste y vergonzosa experiencia de
la semana trágica, y si no tendieran a poner obstáculos a la marcha normal de las fuerzas populares, de
la organización gremial obrera y de la democracia social. No puede cabernos duda de que la política
criolla anda metida en esta inicua farsa.”
Por su parte, toda la prensa burguesa capitalina –que se hizo eco de la amenaza contenida en el
manifiesto distribuido- puso en evidencia la alarma de los representantes de los cerealistas y pidió
declaraciones oficiales sobre la cuestión. La Nación anunció “el ministro del interior ha manifestado que
el poder ejecutivo adoptaría las medidas necesarias para contrarrestar cualquier tentativa de huelga
subversiva, y relaciona los rumores terroristas con las demandas de aumento de salarios que parecen
iniciar los peones del campo en la proximidad de la cosecha.”
Por esta zona también se hacía creer que la autoría de la proclama correspondía efectivamente
a sus firmantes, los anarquistas jugados por la huelga, al tiempo que se propagaba un generalizado
temor que decidió a entidades patronales y autoridades locales a pedir la intervención directa del
Presidente de la Nación. Hipólito Yrigoyen los escuchó, dispuso que se extremen las medidas de
seguridad y ordenó la movilización hacia Bahía Blanca de una guarnición del Ejército.
La Unión de Trabajadores Agrícolas, que agrupaba a estibadores y braceros, negó la confección
y distribución del comunicado y la prensa anarquista culpó a la Liga Patriótica de su autoría,
entendiendo -igual que los socialistas- que el propósito del panfleto no era otro que generar una
situación de caos con entidad suficiente para justificar una suerte de represión preventiva.

4.- La huelga

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Lo cierto es que mas allá del origen de las amenazas difundidas, la huelga había sido lanzada y
alrededor de 2.500 trabajadores permanecían en la ciudad, alterando su habitual tranquilidad, a la
espera de la resolución del conflicto planteado.
El lunes siguiente a la difusión de la proclama, Domingo Echegoyen, intendente municipal de
extracción conservadora, pidió refuerzos policiales a La Plata con el fin de “hacer respetar el derecho al
trabajo”. El gobernador radical Camilo Crotto, importante terrateniente, en forma inmediata gestionó que
una partida de la gendarmería volante compuesta de 20 hombres se hiciera presente en Tres Arroyos.
La orden se cumplió inmediatamente y el día 17 los uniformados llegaban a la ciudad.
Desde el 15 de diciembre los braceros plegados a la huelga se habían constituido en piquetes y
dividido las tareas. Unos exhortaban a aquellos que aún aguardaban ser convocados al trabajo a no
concurrir y otros recorrían los campos para entrevistarse con quienes ya estaban en tareas para
pedirles que se adhirieran a la medida de fuerza. Al grito de “¡Viva la huelga!” saludaban a cada
trabajador que se incorporaba al movimiento. Cada hora eran menos los braceros que quedaban
trabajando, presumiéndose desde ese primer día que la acción sería un éxito.
Los sirio libaneses, si bien no eran convocantes, comprendieron el reclamo, permanecieron sin
trabajar y en muchos casos integraron los piquetes. De nada valieron la visitas que recibieron de los
emisarios de los empleadores afirmando que los argentinos eran haraganes y no querían trabajar.
La masiva adhesión al paro, la intransigencia patronal en torno a las reivindicaciones pedidas y
la amenaza de incendio difundida en el panfleto distribuido el día 13 generaron una situación de tensión
que no podría mantenerse por mucho tiempo.
Si bien no se había producido ningún hecho de violencia, los patrones temían que, de continuar
la situación, no se levantara la cosecha o bien lo peor, que se llegara efectivamente al incendio.
Las fuerzas de seguridad, convenientemente reforzadas, recorrían permanentemente la ciudad
vigilando de cerca los movimientos de los huelguistas.

5.- El primer incidente

Por la tarde del martes 16 una de las patrullas policiales advirtió -o montó la situación para
hacerlo creer así-, que uno de los obreros integrantes de un piquete llevaba un revolver.
Inmediatamente lo detuvo y condujo a la comisaría donde inició un sumario imputándole las faltas de
desorden y portación de arma de fuego. El oficial a cargo de la instrucción enseguida fijó la sanción:
pagar 30 pesos de multa o permanecer preso durante ocho días. Como era de esperar, el bracero no
tenía dinero para afrontar la pena y quedó alojado en el calabozo.
Cecilio Moreno, que así se llamaba, oriundo de Balcarce, se convirtió en el primer detenido
desde que se desató la huelga.
Sus compañeros no lo dejarían librado a su suerte. Al día siguiente, reunidos en la sede de la
sociedad de resistencia –como se llamaba entonces a la entidad gremial- ubicada en la calle Dean
Funes entre Chacabuco y 25 de Mayo, decidieron convocar a una asamblea para decidir cómo actuar

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frente a lo que consideraban un atropello policial. A las tres de la tarde se produjo la numerosa reunión
que decidió enviar una delegación hasta la comisaría para pedir por la libertad del huelguista.
Muy poco tiempo demandó esa gestión. En la sede policial, al instante de arribar, se les indicó
que Moreno continuaría detenido y que si intentaban modificar la situación por la fuerza serían
violentamente reprimidos.
Los obreros reunidos en asamblea, al conocer la respuesta de los uniformados, decidieron
-prácticamente sin debatirlo- dirigirse en manifestación hacia la comisaría para reiterar enfáticamente el
pedido. A las cinco de la tarde alrededor de 500 huelguistas comenzaron la marcha por la calle
Chacabuco. Antes de llegar a la segunda cuadra de la avenida Belgrano, donde se encontraba
emplazada la comisaría, la columna –que ininterrumpidamente vivaba la huelga- se había engrosando
con los muchos trabajadores que, aún sin tener relación con los braceros, solidariamente se sumaban a
su paso.
El comisario Andrés Carcano, famoso por cometer los excesos que siempre han caracterizado a
la institución en que revistaba, se encontraba desde la mañana en la vecina localidad de Micaela
Cascallares. Allí había ido para tomar contacto con los alarmados patrones y asegurarles que junto a los
hombres a su mando defendería la propiedad privada y no permitiría ningún desmán de parte de los que
él llamaba “revoltosos”.
La policía local, que espiaba a los huelguistas, comunicó telefónicamente a Carcano lo que
estaba sucediendo y dispuso -antes que aquellos iniciaran su marcha- una fuerte custodia de la
comisaría. De esa vigilancia también participaban civiles, muchos de los cuales se parapetaron con
armas largas en techos vecinos.
El comisario en Cascallares montó su Ford T y a toda la velocidad que el vehículo le permitía se
dirigió a Tres Arroyos para comandar personalmente las acciones. Logró llegar apenas un instante antes
que la columna obrera se acercara a la sede policial.
La manifestación, luego de recorrer íntegramente la calle Chacabuco, desemboco en la Avenida
Rivadavia. Por ella se encaminó hacia la comisaría. Se detuvo cuando faltaban 100 metros para llegar.
En la intersección de la Avenida Belgrano con las calles Sarmiento y Quintana esperaba Carcano,
Remington en mano y con varios subordinados a su alrededor. Solo 50 metros separaba a los
huelguistas del espectacular despliegue policial.
El comisario gritó pidiendo que sólo un hombre desarmado se adelantara para dialogar. Uno de
los obreros que encabezaba la marcha lo hizo y expresó:
--Queremos la libertad del bracero Cecilio Moreno.
--Lo dejaré en libertad previo pago de 30 pesos de multa y una vez disuelta la manifestación –
dijo el comisario.
El representante de los huelguistas insistió con el pedido y el jefe policial mantuvo su postura,
pero agregando que debían abandonar el lugar o comenzaría la represión.
No había muchas alternativas. A los braceros sólo les quedaba asaltar la comisaría y a los
policías comenzar a disparar. Estos últimos, quizá por formación, tuvieron reflejos mas rápidos.
Carcano, con voz de mando, ordenó preparar armas y tanto los uniformados como los colaboradores
civiles que estaban junto a ellos obedecieron de inmediato para luego comenzar a disparar al aire.

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La manifestación, manteniéndose unida, desanduvo el camino regresando a la sede de la
sociedad de resistencia.
Mientras tanto los vecinos Juan Pita, Antonio Garacoche y Luis Gondra se apersonaron en la
comisaría y ofrecieron pagar la multa para liberar a Moreno. El comisario aceptó, imponiendo como
condición que no lo condujeran al local gremial y que se limitaran a informar a los huelguistas de la
liberación. Así ocurrió, siendo otro vecino, de apellido Ciancaglini, quien ofreció su automóvil para
trasladar al liberado.
El incidente del primer detenido había concluido pero en toda la ciudad reinaba un clima de
nerviosismo y expectación. Aquella noche ni los cines ni los bares abrieron sus puertas.
El comisario, si bien había salido airoso de la situación, presumía que hechos de esa naturaleza
podrían repetirse. Mientras atendía a los distinguidos vecinos que habían ido a colaborar con él en la
defensa del orden, ordenó telegrafiar a su jefatura en La Plata comunicando lo ocurrido y pidiendo
urgentemente nuevos refuerzos, tanto para enfrentar posibles hechos de violencia como para garantizar
el derecho al trabajo de quienes quisieran hacerlo. Para quedar como un verdadero valiente ante sus
superiores contó, según relata el diario La Nación, que “había enfrentado a una columna de mas de
1.000 hombres.”
El jefe de policía provincial dio lectura al telegrama recibido e inmediatamente dispuso que
desde Bahía Blanca se trasladara una partida de 50 hombres al mando de tres oficiales. El tren
especialmente fletados para conducir a éstos arribó a Tres Arroyos a las tres de la madrugada. Una
hora mas tarde, desde La Plata, partió otro con 40 efectivos de la guardia de seguridad –25 de
caballería y 15 de infantería- al mando del capitán Quiroga y dos oficiales.
Sobre esos mismos sucesos, La Época, principal diario oficialista del país, informó que se había
estado frente a una tentativa de asalto a la comisaría tresarroyense.
Según el pintoresco relato de su corresponsal lugareño “Los obreros iban en formación cerrada
dirigidos por dos jefes a caballo, uno turco y otro español, ambos con gorra colorada y franja del mismo
color que les atravesaba todo el pecho. El comisario de policía tenía todo su personal acuartelado y
dispuesto a repeler la agresión. Un grupo de vecinos animosos se interpusieron cien metros antes de
que la columna llegara al local de la comisaría y con palabras amistosas y argumentos del momento,
pudieron evitar que la columna siguiera avanzando. Los manifestantes pedían la libertad del detenido y
amenazaban con rescatarlo a viva fuerza. Durante una hora continuó esa situación, hasta que algunos
vecinos, a fin de evitar consecuencias graves, pidieron la libertad del detenido, previo cobro de la multa
que se le imponía por la infracción cometida. La libertad inmediata del detenido originó una inmensa
alegría en los revoltosos, quienes al regresar para su local en columna cerrada y con sus jefes a la
cabeza, la exteriorizaron en forma bien evidente descerrajando infinidad de tiros, lo que originó el
consiguiente pánico en la población. La policía con su personal reducido, e impotente para contener
esos desmanes, y entendiéndolo así, muchos vecinos concurrieron con armas de precisión a ponerse a
disposición de la policía. Grupos de jóvenes armados recorren las calles de la ciudad relevando en sus
funciones a los agentes de policía que permanecen acuartelados.”
El 18 en la redacción de La Vanguardia leyeron lo publicado por el vocero yrigoyenista y notaron
una contradicción entre la versión de este y lo que les había telegrafiado Leonardo B. Halkett, periodista

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socialista que oficiaba como corresponsal en Tres Arroyos. Enviaron a uno de sus colaboradores a la
Jefatura de Policía con sede en La Plata pidiendo información sobre lo sucedido y recibieron como
respuesta “Carecen de fundamento las noticias de los diarios de ayer sobre el asalto a la comisaría de
Tres Arroyos por los obreros que en esa se encuentran en huelga. Que lo único que hay de real es que
habían sido detenidos algunos obreros por contravenciones cometidas, y que cuando concurriera un
grupo de compañeros al local de la comisaría, los detenidos ya habían recuperado la libertad por haber
oblado la multa respectiva. También se dispuso el traslado a esa localidad de 50 agentes para guardar
el orden y hacer efectiva la ‘libertad de trabajo’, en virtud de que hay muchos ‘agitadores’.”
De la lectura de las diferentes informaciones sobre lo acontecido pareciera que desde La Época,
diario alineado con el presidente Yrigoyen, se mostrara cierta incapacidad –hablan de la impotencia
policial- para resolver la cuestión, al tiempo que los funcionarios del gobernador Crotto entienden que
todo está en orden y que han tomado los recaudos para prevenir los problemas. Quizá la clave de lo
distinto de las expresiones deba buscarse en el enfrentamiento que por otras cuestiones ambos
mandatarios radicales mantenían en ese momento.

6.- En Cascallares

La aledaña localidad de Micaela Cascallares, si bien pequeña, por aquellos tiempos tenía
importante vida propia. Contaba con una subcomisaría, varios hoteles y bares y hasta alguna casa de
tolerancia. Era uno de los principales centros agrícolas de la zona. Allí también se habían instalado los
piquetes de huelga.
El miércoles 17, antes de salir de apuro para Tres Arroyos, Carcano dejó el destacamento
policial al mando del subcomisario Dhers. Ese día, por la noche, este decidió hacer una razzia para
amedrentar a los huelguistas. Personalmente detuvo a varios de ellos, todos sirio libaneses, aduciendo
que estaban en un prostibulo, armados y exhortando a la violencia.
Por la mañana del día siguiente sus compañeros, anoticiados de la detención, convocaron a un
mitin para las cuatro de la tarde en el local donde habían instalado la sede gremial. Mas de 300
braceros concurrieron a la reunión y varios de ellos hicieron uso de la palabra analizando qué conducta
asumir en la emergencia. A excepción de Dhers y cuatro agentes, todas las fuerzas policiales del
pueblo, a caballo y armadas, custodiaban de cerca la asamblea obrera. Al igual que el día anterior en
Tres Arroyos, resolvieron que una delegación concurriera hasta el destacamento policial y solicitara la
libertad de los detenidos. La suerte de éstos fue la misma que habían tenido sus pares en la cabecera
del partido. El subcomisario se había mostrado intransigente y amenazado con reprimir.
Dos versiones distintas circularon sobre lo que ocurrió después.

7.- La historia oficial

Según la policía, el juez de la causa y la prensa burguesa, los huelguistas, ante la firme posición
de la autoridad policial, decidieron dirigirse hacia la subcomisaría con el propósito asaltarla y liberar a
los compañeros presos. Desoyendo las advertencias policiales se encaminaron hacia aquella con total

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determinación. Cuando faltaban 50 metros para llegar se produjo el choque con las fuerzas del orden.
Los gendarmes, que eran un número muy inferior a los huelguistas, estaban armados con fusiles
Remington y éstos con revólveres y escopetas. No dicen quien disparó la bala que inició el tiroteo, pero
si que éste habría durado 10 minutos y que el saldo fue de tres peones muertos y varios heridos, no
reportándose lastimado alguno entre los servidores públicos.
Al cabo de la refriega los manifestantes que lideraban la lucha, venidos de afuera, se habrían
escapado, al tiempo que los braceros expresaban ser víctimas de los engaños de aquellos.
Muchos fueron detenidos aunque no hay coincidencias sobre su número. Mientras la prensa
lugareña informó que serían entre 200 y 250, el diario La Nación consignó sólo 150. Todos los medios
acordaron en que habían sido encerrados en vagones de carga ubicados en la estación ferroviaria y en
que muchos presos presentaban heridas graves.
El 19, muy temprano, el juez del crimen del Departamento Judicial Costa Sud, doctor Ernesto
Núñez Monasterio, acompañado por su secretario, Joaquín Cisneros, por el jefe de investigaciones,
comisario Nemesio Llanos y por 50 efectivos policiales llegó a Cascallares. Luego de entrevistarse con
las autoridades locales y de asegurar que su actuación sería ejemplificadora, dispuso que todos los
detenidos fueran trasladados al asiento de su juzgado en Bahía Blanca.
El día siguiente La Nación publicó la opinión del juez sobre los sucesos. El corresponsal
bahiense del diario contó “El magistrado, difiriendo amablemente a mi pedido me transmitió sus
impresiones, no ocultándome que tiene la convicción de que nos encontramos en presencia de una
amenaza gravísima para la tranquilidad pública y para la seguridad del trabajo y la producción en esta
zona. Miles de individuos, empezó mi interlocutor, se aglomeran en las estaciones de tránsito en franca
actitud de revuelta y en mas de una localidad hay comerciantes obligados por la presencia de la turba a
proporcionarles cuanto pide ante el peligro de un asalto a sus negocios. Los peones braceros
capitaneados por conocidos agitadores provenientes de Balcarce, Zárate y Berisso, han sentado sus
reales en la campaña sur de la provincia, extreman las exigencias a los chacareros habiendo llegado a
solicitar en forma de ultimátum no solo jornales de 14 pesos diarios, sino hasta un menú especial de
comidas en el que no falta un medio litro de vino para cada peón. La falta de respeto a la autoridad ha
cundido entre todos ellos y ese hecho se ve agravado por la escasez de fuerzas para contener tanto
desborde, a punto tal que hay poblaciones enteramente desguarnecidas.” ... “Se trata de un movimiento
francamente subversivo.” ... “Me ha sido satisfactorio comprobar que sólo dos ciudadanos argentinos
han prestado su concurso a los revoltosos, siendo éstos, en su mayoría, españoles y turcos, siguiéndole
en número los rusos. Entre los que se fugaron en la refriega de Cascallares presumo que debe haber
heridos y que han de encontrarse muchas armas entre los trigales en que se internaron.” ... “En
presencia de las declaraciones del juez del crimen y de las funestas consecuencias que puede acarrear
un descuido en la inmediata represión de éstos desmanes, debe presumirse que el gobierno nacional
prestará su ayuda inmediata, proporcionando fuerzas del ejército y de la armada, que en épocas
análogas prestaron tan importantes servicios, recordándose siempre elogiosamente la actuación de la
marina en esta ciudad, durante las pasadas huelgas. A los detenidos en la cárcel se les ha secuestrado
numerosos panfletos incendiarios, incitando al asalto y las depredaciones.”

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Desde Tres Arroyos, a última hora de aquel 19 de diciembre de 1919, el juez remitió un
telegrama al Jefe de Policía provincial señalando “Someto a la consideración de V.S. y del personal a
sus órdenes, al comisario de este partido don Andrés Carcano, empleados y tropa que con él
colaboraron en la tarea de evitar con la mayor diligencia y plausible cordura la producción de hechos
graves que intentaron promover cantidad de huelguistas exaltados.” Al día siguiente el Comisario de
Ordenes Vieyra Latorre agradeció la comunicación a Núñez Monasterio y ordenó que el elogioso texto
vaya a parar al legajo personal de Carcano.
Mientras tanto la Municipalidad disponía una partida adicional de dos mil pesos para distribuir
entre las fuerzas de seguridad que habían trabajado “en la defensa del orden y la tranquilidad”.

8.- La otra historia

Una versión diferente tiene el militante obrero Osvaldo Furlani, dirigente del Sindicato de Peones
Rurales de Adolfo Gonzáles Chaves, quien personalmente recibió el testimonio de dos participantes en
los hechos que no se conocían entre sí.
Uno de ellos, de apellido Velásquez, le contó que -junto a su hermano, apodado El Zurdo-
participó del mitin en Cascallares. Y que el objeto de éste –la libertad de los huelguistas- rápidamente
derivó hacia el reclamo por el cual se mantenía la medida de fuerza. Recordó que al poco tiempo de
empezar la asamblea aparecieron varios patrones chacareros que eran arrendatarios y que lo
impresionó lo bien que habló uno de ellos, de origen vasco, parado sobre un cuarré. Para sorpresa de
todos, dirigiéndose a los otros patrones presentes, dijo que tenían que dar el aumento y estar junto a los
trabajadores porque sus verdaderos enemigos eran los cerealistas y los dueños de los campos.
Según Velásquez, esa posición fue compartida por los otros chacareros y al cabo de un rato
todos estuvieron de acuerdo y el aumento estaba conseguido. En ese momento fue cuando –al decir del
testigo- “atacaron los ‘cosacos’ y se armó un entrevero en el callejón, habían llegado de callado y
estaban escondidos a caballo detrás de un corte de vagones. Caían muertos y heridos por todas partes.
Entre la polvareda de la calle pasó disparando una yegua tordilla ensillada con montura de milico, la
monté de un salto y fui a dar a Copetonas, donde la largué porque no me gusta montar yegua y menos
con montura.”
Al cabo de 2 años Velásquez se encontró con su hermano en un arreo de Juárez a Azul. Ambos
se habían dado por muertos mutuamente. El Zurdo le contó que para salvarse se había metido, junto a
otros peones, en una fonda y que cuando llegó la policía un patrón dio la cara por ellos, pero los milicos
igual se los llevaron a sablazos y rebencazos. Los encerraron en vagones de carga y luego los llevaron
a Bahía Blanca, desde donde los largaron a los pocos días.
El otro relato corresponde a Baluf Iza, apodado El Turco Julio, dueño de un despacho de bebidas
junto a la balanza de pesar cereales en Chaves, donde solían concurrir a tomar la copa los estibadores
que trabajaban en la Cooperativa La Defensa.
Furlani recuerda que en una oportunidad, estando en aquel bar y siendo él delegado sindical, se
armó una discusión entre varios compañeros acerca de un reclamo laboral. Algunos de ellos eran
reacios a acompañar la decisión del sindicato y el viejo árabe –que habitualmente no participaba de

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esas charlas- terció a favor de su tesis y contó parte de su historia. Dijo que luego de haber trabajado
con camellos de carga en la construcción de un ferrocarril en Siria, se fue a Marsella y allí se embarcó,
como golondrina y junto a otros paisanos, en la bodega de un barco francés. Sus contratistas eran otros
árabes, casi siempre parientes, que habían hecho viajes anteriores y hablaban algo de castellano. Estos
arreglaban las condiciones de trabajo.
El primer destino de Iza y sus compañeros de viaje fue Cascallares, donde los mantenían
aislados de todos los otros obreros del lugar. No lo sabían pero tenían el rol de rompehuelgas. A través
de un paisano que estaba establecido y que ya hablaba el idioma local, a escondidas tomaron contacto
con los representantes de los trabajadores y supieron del reclamo. Les pareció justo lo que se pedía y
comprendieron que no tenían contradicciones con los otros peones. Provocando la indignación de los
contratistas se sumaron a la huelga. Al igual que Velásquez, recordaba el tiroteo y la fiereza de la
policía, puntualmente que un comisario dejó tuerto de un latigazo a un cabecillas de los árabes. Logró
escaparse y si bien no supo cuántos habían muerto, siempre creyó que fueron muchos. Nunca mas
volvió a Cascallares. Se instaló en Balcarce y Mar del Plata para trabajar en la cosecha de papa, que en
esa época se hacía a canasta. Como era bastante ahorrativo, después de muchas temporadas juntó
unos pesos y puso el comercio en Chaves.

9.- Lo que contó El Debate

También quedó testimonio escrito de esta última versión.


Fue dado por el diario El Debate, cuyo primer número data del 1º de enero de 1920. La
publicación era dirigida por Leonardo B. Halkett, un joven socialista de 28 años, que hasta ese momento
se había desempeñado como corresponsal de La Vanguardia. Francisco Irurozqui Garro, de 39, hacía
de jefe de redacción.
El nuevo matutino, en aquella primera edición se hizo eco de denuncias contra la policía
originadas en su actuación durante la represión del movimiento huelguista. Luego de relatar el incidente
de la pérdida del ojo de parte de un turco por un latigazo policial, indicó que se sucedieron “atropellos de
todo calibre, ocultación de muertos y heridos y muchos otros hechos mas que criticables, punibles y que
revelan el desconocimiento mas craso de lo que significa la palabra Humanitarismo.”
El día siguiente volvió sobre el tema informando que “mientras eran conducidos a Bahía Blanca
los 200 braceros detenidos en Cascallares, después de sufrir el suplicio impuesto por el juez
Monasterio, fallecieron en el tren de 25 a 30 sujetos. En pleno campo, según versiones fidedignas,
cayeron también, faltos de toda asistencia médica, muchos obreros que al sentirse heridos, huyeron del
sitio del desastre, espantados por la carnicería.”
El día 17 de enero El Debate cuenta el casual encuentro de su cronista con uno de los detenidos
en Cascallares:
“-¿Qué le ocurre amigo?
-Nada señor, ando buscando cómo conseguir la lingera que quedó en el galpón de Cascallares
(responde a media lengua porque es austriaco).
-¿Y qué hacía usted en Cascallares?

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-Yo venía del Mar del Plata y me quedé en Cascallares a buscar trabajo. Paraba en la fonda de
Alvarez, pero no podía conseguir nada porque la gente andaba muy revuelta.
-¿Usted estaba en Cascallares cuando ocurrió la matanza de los braceros?
-Si, yo salí a la calle y caminé hacia donde pasaba la matanza. Cuando salió la policía y rodeó a
los braceros, los que no estábamos mezclados en nada volvimos a la fonda.
-Y cuando la policía inició las detenciones en masa, ¿dónde estaba usted?
-En el galpón señor, luego vino la policía y nos arreó a todos. Cuando llegamos nos entraron a
empujones y nos ordenaron ponernos de rodillas y levantar los brazos. Decían que era orden del juez. A
los que no levantaban los brazos o no querían hincarse, los amontonaron en un rincón y les hicieron
una descarga dejándolos medios muertos o muertos del todo.
-¿Después qué pasó?
-Así nos tuvieron hasta que ordenaron llevarnos a la estación y nos metieron en el tren para
Bahía Blanca. En el sitio que yo ocupaba en el vagón iban quince trabajadores mas. De ellos nueve
estaban contusos, con ellos se ensañó la policía. Después dos soldados nos exigieron todo; yo les
entregué $ 112 y la pipa de fumar. El dinero se lo guardó un soldado y el otro rompió la pipa contra el
suelo insultándome.
-¿Cuántos días estuvieron presos en Bahía Blanca?
-Veinticinco días. Nos largaron a las 8 de la noche del día 13. Primero nos insultaron y nos
retaron, después nos dijeron que estábamos en libertad.
-¿Y los demás compañeros?
-Mas de 80 hombres vienen descalzos y a pie de Bahía Blanca, porque no tienen con qué pagar
el tren. A mi me lo pagó un paisano austriaco. Ahora vengo de hablar con un compañero que llegó de
Cascallares, y dice que muchos fueron a la fonda de Alvarez a buscar la lingera y en la fonda le dijeron
que había llegado la policía y había sacado todas las lingeras y las había quemado.
-¿Qué traía en la lingera?
-Tenía una libreta del Banco de la Nación Argentina en Mar del Plata, con $ 450 de depósito.
Tenía también la cédula de identidad de Buenos Aires y el pasaporte del cónsul. Ahora pienso trabajar
en algo para poder ir a Mar del Plata a ver si recupero el dinero. También en la lingera había bastante
ropa.”
El día 19 de enero, el mismo periódico, con el título “El salvajismo en acción”, recoge el relato del
bracero español Belarmino Suárez. En uno de sus pasajes dice “El trabajador se aproximó al cónsul de
España en Bahía Blanca, el que le trató deferentemente, y fue en persona a ver al juez Dr. Núñez
Monasterio, para que la justicia o la policía suministraran a su paisano los medios necesarios para
trasladarse al lugar en que encuentre medios de trabajar. Pero el juez no quiso atender al cónsul. Con la
ayuda de un paisano el bracero vuelve a Cascallares, en la fonda reclama su lingera, pero la policía
había recogido a todas y tenía que ir a la comisaría a cobrarla. Allí fue el pobre denunciante, Belarmino
Suárez, a reclamar lo que le pertenecía. En vez de hacerle entrega de su lingera, le propinaron una
paliza brutal...” ... “Cometido el vandálico hecho, le sustrajeron el reloj y 70 centavos que llevaba en el
bolsillo. Robado, molido a palos, lo largaron a la calle.”

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El periodista de El Debate, luego de escuchar al español, se apersona ante el subcomisario
Dhers planteándole la cuestión, pero éste “nada dijo, dando la callada por respuesta, en un asunto que
causó la indignación pública acá en Tres Arroyos, pues mas de un vecino de insospechable conducta
vio en el estado en que habían puesto los salvajes policíacos de Cascallares al desventurado Belarmino
Suárez. Seguramente que para el señor Dhers, lo ocurrido no tiene importancia alguna, como que
desde la noche trágica del 19 de diciembre en Cascallares, vienen cometiéndose atropellos sin fin.”

10.- ¿Cuántos muertos?

Con certeza poco se sabe de los resultados reales de la represión a los obreros en huelga. Lo
único que no tiene contradicción es que de parte de la policía no hubo bajas.
El ocultamiento de la verdad por parte de las autoridades de la época, el silencio cómplice de
gran parte de la población –lo que imposibilitó que los hechos se documentaran o trasladaran por
narración oral-, el escaso arraigo de una tradición de memoria, el desinterés por la historia local,
sumado todo ello a que la mayoría de las víctimas eran muy pobres y foráneas –a veces extranjeras- y
por lo tanto sin posibilidad de que alguien se interese por sus destinos, imposibilita conocer
acabadamente el saldo final de la matanza. A estar por los relatos que hemos trascripto y lo expuesto en
el periódico de Halkett, los muertos fueron muchos mas que los tres braceros denunciados por la
policía.
Cuando el autor planteó a Furlani el interrogante sobre el número de víctimas, este señaló “no
sé, pero viejos colonos que sembraron en Cascallares me contaron –unos 5 o 6 distintos y hombres
serios- que cuando se engavilló en esa cosecha aparecieron muchos muertos en los rastrojos, talvez
heridos graves que se escondieron en los trigales o cadáveres llevados a ocultar.”
Dando crédito a los testimonios rescatados por aquel dirigente sindical, a lo expuesto en el
momento por el sector del periodismo no comprometido con el poder y a los indicios que surgen de la
poca documentación oficial existente, juzgamos correcto no haber vuelto al tema mencionándolo como
La huelga de los braceros. Resulta mas propio aludirlo como La matanza de Cascallares.

11.- El acuerdo

Luego de la represión el Poder Ejecutivo provincial ordenó a la policía que se mantenga alistada
para continuar con su tarea si la agitación volvía y comisionó al Inspector del Trabajo de la provincia,
ingeniero Figueroa Ozan para encontrar una solución que concilie los intereses de las partes. “Después
de estar unos días acá (Tres Arroyos) y otros en coronel Dorrego, dejó las cosas peor que como
estaban.” contó el corresponsal de La Vanguardia el 29 de diciembre. Ese mismo día, en una columna
titulada “Solución satisfactoria”, relató “Los quintistas se fueron del lugar al no poder tener éxito y por
estar todo muy vigilado por la policía. Los braceros entendieron que debían acercarse a los colonos y a
los dueños de las máquinas. Le pidieron a Halkett que interviniera consiguiendo una reunión con la

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Unión de Agricultores. Así lo hizo. Presentó el pliego de condiciones y luego de discutirse se firmó un
acuerdo entre aquellos y la Unión de Trabajadores.”
El acuerdo expresó: “Con el propósito de poner fin al conflicto económico creado entre los
braceros agrícolas y los colonos, se han realizado gestiones encaminadas a buscar una fórmula de
solución que satisfaga y contemple por igual lo intereses de ambas partes. Estas gestiones se han
hecho entre los representantes de la Unión Agraria de Tres Arroyos y de la sociedad obrera Unión
Trabajadores Agrícolas, por medio de reuniones, llegándose a preparar el pliego de condiciones que se
publica en este manifiesto.
“En consecuencia, la Unión Agraria y la Unión de Trabajadores Agrícolas han acordado
recomendar a los agricultores y braceros que acepten como fórmula de solución la tarifa de salarios,
horario y condiciones generales que aquí se expresar:
“Tarifa de salarios: engavilladores, por día, 8 pesos cada uno; cargadores de carros, por día, 8
pesos; manejantes de carros, por día, 8 pesos; enganchadores, por día, 8 pesos; horquilleros, por día, 8
pesos; enganchadores, por día 8 pesos; yuguyeros, por día, 8 pesos; estibadores, por día, 8,50 pesos;
emparvadores, por día, 9 pesos; cosedores de bolsas, por día y competentes, 11 pesos; manejantes de
regadoras, por día, mínimo 10 pesos; embolsadores, por día, 9 pesos; caleros, por día, 12 pesos;
caballerizos, por mes, 120 pesos; cocinero de chacra, hasta 30 personas, por mes, 120 pesos;
cocineros de trilladora, hasta 30 personas, por mes, 150 pesos; sereno, por mes, 140 pesos; aceitero,
por mes, 170 pesos; aprendiz fogonero, por mes, 160 pesos; fogonero, por mes, 200 pesos; aguatero,
por mes, 160 pesos; ayudante fogonero, por mes 140 pesos.
“Horario: ... Total de la jornada, 10 horas de trabajo diario, las que podrán ser distribuidas
convencionalmente entre colonos y braceros.
“Alimentación: A las 7 a.m. fiambre, mate cocido y galleta; a las 11.30 a.m. puchero abundante,
sopa, galleta y medio litro de vino por persona; a las 3 p.m., mate cocido y galleta; para la cena,
estofado y guiso, sopa, galleta y medio litro de vino. Durante todo el día se suministrará a los
trabajadores agua fresca y limpia.
“Correrán por cuenta de los agricultores los gatos que se originen para el transporte de los
obreros, como ser viajes por galera o por ferrocarril y comida hasta llegar a punto de destino. Toda
trilladora deberá estar provista de carpas o lonas para el caso de lluvia evitar que se mojen lo obreros.
Los estibadores no pesarán ni apuntarán. El pago de los jornales se efectuará en la chacra o bien se
convendrá el pago de mutuo acuerdo, por vales a cobrar en la ciudad o estación mas próxima...
“Trabajos a destajo se efectuarán mediante precio convencional con los trabajadores, así como
el relacionado con el personal menor de edad...
“Como garantía de efectividad del acuerdo realizado entre la Unión Agraria de Tres Arroyos y la
Unión de Trabajadores Agrícolas, el presente manifiesto será firmado por los representantes de dichas
instituciones y por los representantes de la prensa...
“Por la Unión Agraria de Tres Arroyos, por los agricultores y comerciantes: José Cerro, Ramón
Jiménez, F.F. Altegui, Adolfo toro Toro y Pedro Echeto, y por los obreros: Eduardo C. Blanco, Modesto
Semovilla, Ramón Huire, José Berazategui, Esteban Callejo, José Rodríguez, Julio Parera y Francisco
Cazarbo.”

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Fue notable la mejora conseguida en torno a la jornada laboral y a la comida. Queda la duda
sobre si también lo fue el aumento salarial. La suma acordada de 8 pesos diarios está solo 3 pesos por
encima de lo que venían ganando y 7 por debajo de lo que se reclamaba originalmente.
Aquel mismo 29 de diciembre, La Prensa dedica su editorial al tema, titulada “Solución del
conflicto agrario”, en la que señala “Examinados los pormenores del pacto, se comprueba que si los
braceros no ven satisfechas sus mas extremas exigencias han conseguido apreciables mejoras en los
jornales y en la alimentación, así como en ciertos gastos que antes gravitaban sobre su bolsillo; aparte
de que el nuevo horario a observar les garantiza descansos oportunos y reparadores en el curso de la
faena diaria. No hay memoria de que alguna huelga rural o urbana, ni la mas vigorosa y apasionada que
haya conocido el país, se resolviera por la acción de los sindicatos o de los jefes de la agitación con
resultados tan halagadores para los obreros como los que acaban de documentarse en Tres Arroyos
mediante un tranquilo debate entre los colonos y sus peones”.
El día siguiente La Vanguardia también trata la cuestión y se adjudica el mérito de su resolución.
Bajo el título “Éxito de la mediación socialista. La buena táctica” expone que “... el feliz desenlace se
produjo gracias a la mediación del Centro Socialista local, representado por nuestro activo compañero
Halkett.” ... “Desde que se inició la agitación de los peones del campo, llamamos la atención de estos
últimos sobre la necesidad de no complicar sus reclamaciones de índole gremial con ciertas
sugestiones a la violencia propaladas por espíritus demasiados exaltados o elementos de oscura o
ignota procedencia. Sostuvimos desde el primer instante que era necesario proceder con gran cautela
en este primer gran ensayo de reclamación generalizada a todo el país de los peones del campo frente
a las tareas de siega y de la trilla. Satisfechos de la parte de mérito que nos corresponde, seguiremos
propiciando la táctica socialista para la solución de estos conflictos pues es la única que se atiene a las
exigencias de los obreros, considerados a la luz de sus posibilidades, de su oportunidad y de su
convivencia.”
Si bien ambos diarios, distintos en su concepción e intereses, coincidieron en saludar
entusiastamente la solución arribada, valoraron de diferente manera la actuación de sus actores. Para el
matutino burgués “... la rápida y sensata solución alcanzada en Tres Arroyos fue posible por la actitud
enérgica que el poder ejecutivo provincial y la misma justicia ordinaria asumieran para someter a los
agitadores de oficio a las sanciones legales.” Para el vocero socialista “Las actitudes del gobierno, de la
policía y de la justicia crearon en Tres Arroyos un estado de tirantez completamente estéril y hasta
contraproducente...”

12.- La prevención

El ejecutivo provincial, pasado el conflicto, se decidió a intervenir en la materia de cara al futuro.


El 24 de enero de 1920 el gobernador Crotto dictó un decreto con el cual, bajo la excusa de organizar la
distribución de braceros en su territorio, establecía un sistema de control de los trabajadores por el cual
prometía premios –consistentes en trabajo en las obras públicas y prioridad para adquirir una parcela de
tierra fiscal- para aquellos que tuvieran “buena conducta” a los ojos de los patrones.

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Ello fue informado sin eufemismos por el diario La Nación el día siguiente. Bajo el título “El P.E.
organiza comisiones de vecinos para la vigilancia de la conducta de los obreros. Beneficios ofrecidos”,
el matutino de los Mitre manifestó “Con arreglo a indicaciones del departamento del trabajo, el poder
ejecutivo bonaerense dictó ayer un decreto disponiendo que, a partir del 1º de febrero del corriente año,
el departamento provincial del trabajo nombrará como representantes en cada uno de los pueblos de las
zonas agrícolas una comisión de tres vecinos elegidos entre las personas mas ponderables de la
localidad. A esa comisión irán dirigidas por tandas, en el número que la misma reclame, los trabajadores
de la cosecha. Siempre que estos carezcan de medios de traslación, el ministerio correspondiente los
proveerá de los pasajes de traslado. El departamento provincial del trabajo publicará con 15 días de
anticipación al levantamiento de la cosecha el número de obreros que se necesite encada región,
salarios, y también si existe algún otro gremio en huelga en la misma localidad. Por la citada dirección
se le entregará a cada obrero un carnet, del que quedará un facsímil en el departamento provincial del
trabajo, en el que se especificará, además de los datos personales, la clase de trabajo que ha efectuado
en épocas anteriores. En el mencionado carnet, el patrón y un miembro de la comisión que represente
al departamento provincial del trabajo, especificará asimismo, la buena o mala conducta del obrero
durante su trabajo en la era. Una vez terminada la recolección, a la presentación de dicho carnet,
teniendo en cuenta la buena conducta, el departamento quedará encargado de proporcionarle trabajo
de invierno en las cuadrillas vecinales en las grandes obras de los caminos de Olavarría y Bahía Blanca
y en todos aquellos en que el P.E. necesite trabajadores. Terminado un ciclo de 10 años de consecutiva
labor con demostraciones de buena conducta en la era y en la obra, el P.E. considerará título suficiente
para que dicho obrero tenga la preferencia para la adquisición de una parcela de tierra, para el caso de
que la legislatura convierta en ley el proyecto de fomento de la producción presentado a su
consideración por el actual P.E.. Finalmente establece que quedan comprendidos en los mismos
beneficios los agentes de policía, guardianes de seguridad, cuerpo de bomberos, guardianes de
cárceles, gendarmería volante, gendarmería de islas y policía caminera que tengan prestados servicios
durante 10 años sin interrupción y sin antecedentes de mala conducta.”
Será a partir de la puesta en vigencia de esta norma que a los trabajadores golondrinas que
viajaban gratis en ferrocarril durante la época de cosecha se los llamará con el nombre del gobernador
que dispuso para ellos tal facilidad, crotos.
Ni el acuerdo al que se arribara en Tres Arroyos ni las promesas del decreto señalado impidieron
la agitación en otros lugares de la provincia. La huelga que a los primeros días del año se desatara en el
sur de Santa Fe se extendió rápidamente al norte bonaerense. La información de lo que allí estaba
sucediendo puso en alerta a la policía local, que pidió refuerzos a la jefatura provincial para redoblar la
vigilancia.
En vista de esta situación la Liga Patriótica Argentina redobló sus esfuerzos para difundir su
doctrina y sumar adherentes. El agobiante calor de aquel verano no fue obstáculo para que su
presidente, el doctor Manuel Carlés, visitara Bahía Blanca con el propósito de disertar en el Teatro
Municipal y en la Plaza Rivadavia, explicando cómo enfrentar a quienes pretendían “subvertir el orden
social” según lo relatara el diario La Nueva Provincia de aquella ciudad.

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13.- Desacato a la autoridad

Dos días después de su salida llegó a manos del juez Ernesto Núñez Monasterio la edición del
19 de enero de El Debate. Frente a las denuncias contenidas en el ejemplar el magistrado se vio en una
disyuntiva: guardaba silencio –lo que implicaría un tácito reconocimiento de las brutalidades allí
relatadas- o hacía algo para, al menos, salvar la consideración pública sobre su cargo.
Se decidió por la segunda opción. En gruesas hojas Romaní, de su puño y letra, escribió “Bahía
Blanca, enero 22 de 1920. Autos y Vistos y Considerando: 1º) Que en el libelo aparecido en la ciudad de
Tres Arroyos con el nombre de diario ‘El Debate’, nº 15, correspondiente al día 19 del mes en curso, se
publica bajo el epígrafe de ‘El salvajismo en acción’ un artículo en el que al hacer apología en forma de
comentario de los hechos delictuosos ocurridos en la Estación Cascallares que son de pública
notoriedad, se formulan injuriosas apreciaciones respecto de la forma en el infrascripto ejerció su
ministerio.
“2º) Que la calumnia y la injuria propalada en tales términos constituye por parte del articulista la
comisión del delito de desacato previsto y penado por el Código Penal en su artículo 235 inciso 1º, toda
vez que van dirigidas a quien inviste autoridad y en esa razón y con motivo del ejercicio de funciones
que le son propias, bastando para formar juicio definitivo sobre el particular la simple lectura de las
expresiones que se emplean.
“3º) Que la responsabilidad criminal de los sujetos cuyos nombres aparecen publicados en el
libelo de referencia como del Director y del Jefe de Redacción de ‘El Debate’ surge de inmediato, dado
que si ellos no fueron autores del artículo, vale decir del delito, son, sin duda cómplices en su
convicción, ya que prestaron la cooperación necesaria para que fuera publicado.
“4º) Que en tal virtud, tratándose de un delito de acción pública, existe un verdadero interés
social en castigar al culpable que el agraviar con tales términos al magistrado, atenta, en verdad contra
la dignidad de la justicia, que se pretende mancillar produciendo su menosprecio en el concepto público.
“En consecuencia, de acuerdo con lo preceptuado en los artículos 132 de la Constitución y 172
inc. 1º del Código de Procedimiento Penal, decretase la detención de Leonardo B. Halkett y F. A.
Irurozqui Garro, Director y Jefe de Redacción respectivamente, a quienes se alude, debiendo librarse
oficio telegráfico al comisario de Policía de Tres Arroyos a fin de que proceda al inmediato cumplimiento
de esta resolución, haciéndoles saber que la privación de su libertad lo es por encontrarse prima facie la
semi plena prueba e indicios vehementes de ser cómplices en el delito de desacato a la autoridad,
practique la diligencia que establece el artículo 206 del Código de Procedimientos y los remita
comunicados a la cárcel de esta ciudad y a disposición del proveyente. Dese intervención al Agente
Fiscal. Firmado: Núñez Monasterio.”
El comisario Andrés Carcano y su segundo, subcomisario Raúl E. Sevilla, con gusto detuvieron
personalmente a los periodistas, quienes pasaron la primera noche en la comisaría local y al día
siguiente, convenientemente esposados, fueron trasladados a la Cárcel Departamental de Costa Sud,
en Bahía Blanca. “La detención se hizo mediante un enorme despliegue de fuerzas, como si se tratara
de terribles criminales ... Se hace notar que tal proceder contrata con el usado en otras ocasiones con

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ciertos homicidas, quienes fueron tratados a cuerpo de rey por las mismas autoridades...” señaló La
Vanguardia luego de titular “Abusiva detención de dos periodistas”.
El 24 por la mañana y defendidos por el abogado Emilio Gichard, prestaron declaración frente a
Núñez Monasterio, quien increíblemente ostentaba las condiciones de víctima, acusador y juez, todas al
mismo tiempo.
Ambos procesados relataron no haber sido autores del artículo en cuestión, el que, dijeron, les
fue entregado firmado por Belarmino Suárez y le dieron cabida en el diario suponiendo exactas las
afirmaciones que allí se denunciaban.
Ese mismo día, a las seis de la tarde el secretario del juzgado recibió un telegrama de la jefatura
policial informando que ni Halkett ni Irurozqui Garro tenían antecedentes penales.
Una hora mas tarde el magistrado concurrió a su despacho y, nuevamente de puño y letra,
redactó la resolución que brindaba la libertad provisoria a los detenidos: “Atento a lo que resulta del
antecedente telegráfico y teniendo en cuenta que la penalidad que en caso de condena pudiera
corresponderles a Leonardo Harkett y Francisco Irurozqui Garro, no excederá en su termino medio de
dos años de prisión, de acuerdo con lo que establece el art. 172 del Cód. de Proced. Resuelvo dejarlos
en libertad provisoria una vez que hayan constituido domicilio legal y real no pudiendo ausentarse por
mas de tres días del lugar de su residencia sin previo consentimiento del juez de la causa.”
El órgano de prensa socialista, en su edición del 26 de enero, relató cómo fue la vuelta al pueblo
de los detenidos. Dijo “En la estación los esperaba un numeroso gentío que dio vivas jubilosos al
descender aquellos del tren, formándose luego una gran manifestación de aprecio que acompañó a
ambos periodistas hasta la redacción de El Debate.”
En la misma resolución por la determinó la libertad de Halkett e Irurozqui Garro, teniendo en
cuenta el hecho que originaba el procesamiento, Núñez Monasterio se consideró a sí mismo “falto de la
imparcialidad y rectitud que debe primar en todos los actos de la justicia” y se inhibió de seguir siendo el
juez de la causa y la remitió a juez de feria del Departamento de la Capital.
El juez platense Justo Chanetón la recibió el 5 de febrero y el 6 resolvió que quien debía
tramitarla era el juez criminal Alfredo Vázquez, de Bahía Blanca. El 27 de abril este último se excusó
señalando que, dado el delito imputado, el tema era de competencia de la Justicia de Paz
tresarroyense. Allí fue a parar el expediente, en el que consta una única intervención del Juez de Paz E.
Cazalas señalando “Hágase saber el juez que a conocer.” Sin mas fojas útiles, la causa nunca prosiguió
y hoy forma parte del Departamento Histórico Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la provincia
de Buenos Aires.
Los periodistas de la zona –y también los de la ciudad de La Plata- se solidarizaron con sus
colegas de El Debate, llegando a solicitar el traslado de Carcano, a quien veían como enemigo de la
libertad de prensa y obstáculo para el cumplimiento de la labor informativa. Tuvieron éxito en la petición
pero por poco tiempo. El comisario fue reemplazado por otro, llamado Laurent, quien investigó el
proceder de su antecesor llegando a la conclusión que nada malo había hecho y que correspondía su
reposición en el cargo, lo que así se hizo.
Todo volvió a estar como entonces.

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Bibliografía consultada:

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Diario La Vanguardia.-
Diario La Voz del Pueblo.-
Expedientes judiciales correspondientes al Departamento Histórico Judicial de la Suprema Corte
de Justicia de Buenos Aires.-
Suplemento Tres Arroyos, un siglo del diario La Voz del Pueblo.-
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Eiras, Carmen Teresa y Pérez Vassolo, María Elena. Historia del Partido de Tres Arroyos, Tres
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Gori, Gastón. El Pan Nuestro, Quilmes, 2002.-
Hora, Roy. Los Terratenientes de la Pampa Argentina. Una historia social y política 1860-1945,
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Martota, Sebastián. El Movimiento Gremial Argentino, t. II, Buenos Aires, 1965.-
Oddone, Jacinto. Gremialismo Proletario Argentino, Buenos Aires, 1963.-
Pianetto, Ofelia. Mercado de trabajo y acción sindical en Argentina 1890-1922, Buenos Aires,
1984.-
Policía de la Provincia de Buenos Aires, libro compilando los Orden del Día correspondientes a
1919 y 1920.-
Pucciarelli, Alfredo R. El Capitalismo Agrario Pampeano 1880-1930, Buenos Aires, 1986.-
Sartelli, Eduardo. De estrella a estrella ... de sol a sol. Huelgas de braceros en Buenos Aires
1918-1922, en Ansaldo, Waldo, Conflictos obrero-rurales pampeanos 1900-1937, Buenos Aires, 1993.-

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