You are on page 1of 3

V DIOS HACE CASTILLOS DE LAS RUINAS

Parece algo muy normal voltear hacia los rincones de la casa y ver que hay
un desastre. Juguetes, trastes sucios, camas sin hacer, ropa por donde sea,
cocina batida, un desastre que parece no tener fin. Y especialmente para
una mama casada, ese desastre pareciera su peor enemigo.
Pero la verdad es que no es así, todo ese aparente desastre, no es otra
cosa más que la evidencia de crecimiento. Todo ese desastre en la casa es
la esencia de aprendizaje, exploración, y actividad continua en el hogar.
Un hogar sin tiradero, es un hogar sin gente, o sin vida. Si yo quiero que
mis hijos crezcan como gente, debo permitir que estén siempre activos.
Para formar parte de ese crecimiento, es necesario un desenvolvimiento
físico bien vigilado y canalizado, que les permita ir creciendo y
madurando. Pero al mismo tiempo es necesario enseñarles a los hijos a
recoger, limpiar, restaurar y ordenar, volviendo así el desastre en un
proceso de aprendizaje. Como ocurre en la cocina tal vez. Un proceso
donde todo en la cocina al principio está en orden, y se pone en desorden
para producir una comida deliciosa, pero finalmente se limpia todo
nuevamente para otro día volver a comenzar el ciclo.
Pareciera que la vida misma es algo dentro de una rutina. Pero tu vida
puede cambiar, sea quien seas, hagas lo que hagas, y esto es algo que Dios
mismo puede permitir en tu vida de dos maneras: Ya sea que las
circunstancias cambien tu vida, o ya sea que tú mismo luches por un
cambio en tu vida. Ambas formas las controla Dios por supuesto, pero
cada una tiene sus implicaciones.
Mi vida fue cambiada digamos que, de la primera forma. Las
circunstancias cambiaron mi vida, yo no busque ni luche por ese cambio.
Sin embargo ese cambio definitivamente ha transformado mi vida, la ha
hecho crecer, le ha dado sentido a todo y además me ha enseñado a mara
la vida como nunca antes.
Es en verdad triste ver como las personas no aprovechan la vida que Dios
les da, para vivirla cada día para felices, agradecidos, aprendiendo y
reconociendo que Dios es bueno en gran manera, dándonos una vida llena
de bendiciones. Tenemos esposo o esposa, hijos, un hogar, un trabajo,
padres, hermanos, amigos, una iglesia en fin.
Pero aun teniendo todo esto dado por nuestro Dios, muchos decidimos
derrumbar ese castillo que Dios nos ha regalado cambiándolo por ruinas.
Nuestro egoísmo, nuestros deseos egocéntricos, nuestra falta de fe,
nuestra superficialidad, van derrumbando cada día aquel bello reino el
cual Dios nos ofrece para vivir, el cual consta de vivir una vida entregada y
cercana a Él. Una vida cercana y entregada a Él, increíblemente trae un sin
número de bendiciones materiales que ni siquiera esperábamos tener.
A lo que me refiero con todo esto es que normalmente en nuestras vidas
nuestro deseo de cambio es para mal y no para bien. Mi vida como mujer
ha cambiado y la de mi esposo también. Y fue algo que ninguno de los dos
pedimos o buscamos, pero es algo que ahora creemos que fue totalmente
necesario para el crecimiento de nuestras vidas.
Después de vivir una vida rutinaria, donde todo era precisamente normal.
Un familia común y corriente, llena de ocupaciones y sin tiempo para
nada, más que para hacer lo mismo cada día, creo que sin tiempo para
Dios. Un día Dios nos enseñó a dedicarle tiempo a Él, y lo hizo
enseñándonos a hacerlo A SU MANERA.
Después de 12 años de matrimonio con dos hijos, Dios nos mando nuestro
tercer hijo con una discapacidad. Nuestras mentes como padres no
estaban capacitadas para entrar en esa nueva categoría de vida. Tener un
hijo con un problema neuronal lo cual no le permite hacer nada por sí
mismo. Sus órganos están atrofiados al grado que la única manera de
alimentarlo es a través de un tubo.
Para muchos esto es visto como un castigo, como una maldición, como
una gran tragedia, pero nosotros hemos aprendido a verlo como una
forma en que Dios EXPANDE TU VIDA sobrepasando tus propios límites e
ideas que tenías antes acerca de la vida, del amor, de la paternidad, de la
gracia de Dios.
Un hijo con esta discapacidad, nos ha enseñado a entender que los
discapacitados éramos nosotros realmente.
Suena duro decirlo pero, cuando no sabes agarrarle el sabor a la vida que
Dios te ha dado, creo que no se puede describir nuestra capacidad de
percibir la vida más que de esta forma: hemos sido incapaces de disfrutar
la vida que Dios nos da. Para mí antes el descanso era salir de vacaciones
en familia a lugares bonitos y hoteles de ensueño. Pero ahora en cambio,
el descanso para mi es poder dejar 10 minutos a mi hijo a cargo de mi
esposo para cuidarlo el, de manera que el niño no se ahogue por falta de
aire o atragantamiento de algún alimento mal administrado en el tubo al
que está conectado 24 horas.
Hoy Dios me ha enseñado a disfrutar la vida más que nunca. Hoy esos diez
minutos de descanso me saben a gloria, los cuales no los usos para dormir
unicamente sino para amar la vida como nunca, estar con mis otros dos
hijos, hacer los demás quehaceres. Dios ha expandido mi vida y la ha
hecho crecer tanto gracias a esta circunstancia, que de no ser así, seguiría
desperdiciando más años, meses, días y minutos de mi vida dedicándome
a derrumbar el reino que Dios me ofrece.
Con esto no estoy diciendo que mi vida antes era mejor al no tener un hijo
enfermo, sino lo que en verdad pienso es que mi vida ahora está en otro
nivel.
Esto es lo que me ha enseñado Dios y es lo que me ha enseñado su
Palabra. 1 Juan 2.15-16 me ha ayudado a entender ese nuevo nivel de vida
en el que vivo ahora. “No ames el mundo o las cosas del mundo. Si alguien
ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que está en
el mundo, los deseos de la carne, y los deseos de los ojos y el orgullo, son
cosas que no proceden del Padre, sino que vienen del mundo”.
Sin darme cuenta tal vez o consciente de ello, fui amando al mundo, al
querer construir mi familia bajo los principios de una sociedad corrupta,
llena de materialismo y superficialidad. Hoy ese imperio que una vez
construimos mi marido y yo al cual llamábamos hogar, un día se volvió
ruinas, pero hoy Dios lo está reconstruyendo cada día.
Mi esposo ya no tiene el trabajo que tenía, ni yo las ocupaciones de antes,
todo ha cambiado, pero ha sido para bien, lo más maravilloso de todo es
que aun así Dios provee y está derramando bendición de todo tipo a
nuestra familia cada día.

You might also like