En el caso de los adictos al poder corrupto, el contexto social puede ser decisivo en el paso desde el predominio más o menos marcado de la relación intrusiva al predominio de la auténtica organización perversa... vulnerables por su narcisismo, sus necesidades afectivas, su fragilidad emocional, sus contactos o por otras facilidades para ser corrompidos. Ahora ya no hay tanta necesidad de espiar a las víctimas, vigilarlas, sorprenderlas en las esquinas: miles de víctimas potenciales se hacen trasparentes voluntariamente en las redes sociales informatizadas, en el panóptico digital del Big Data, multiplicando exponencialmente el poder y la discrecionalidad de los corruptores.