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Estas son las palabras con que se despidió el reconocido arquitecto Sir Norman Foster en una
entrevista realizada para radio hace unos años, confirmando su importancia y necesidad de
implementación en todo el mundo, especialmente en la arquitectura y el urbanismo, como
disciplinas que articulan arte, ciencia, técnica y ambiente, con un producto constituye un hecho
construido, tangible que genera impacto en el entorno en que se emplaza.
El valor de la articulación de agendas está en ayuda al reconocimiento de los valores de cada lugar
por parte de los involucrados, en constituir un horizonte general, una visión de ciudad que oriente
los objetivos de desarrollo urbano hacia un mismo lugar garantizando permanencia de las
comunidades: sostenibilidad social, cultural y económica garantizando la permanencia en un lugar
y mejor calidad de vida alcanzada con las intervenciones de mejoramiento.
¡Cada esfuerzo por pequeño que sea cambia todo a nuestro alrededor!
La producción de estrategias articulando intereses otorga mayor valor a una intervención urbana,
cuando los usuarios tienen participación activa en el proceso de diseño urbano del sector en
donde viven, llegan a identificarse con el mismo, valoran lo que tienen, propician su
mantenimiento y mejora, en consecuencia se apropian del mismo, lo Vitalizan.
La sostenibilidad de los lugares que producimos
en aspectos sociales y culturales vale tanto como
la rentabilidad económica.
Con base en esto la ciudad será entonces un escenario para la interacción en comunidad y como
individuos. En la contemporaneidad, nuestras ciudades han caído en la frivolidad, pensadas desde
una base funcional surgida de los índices y sistemas, terminan consolidando grandes zonas
edificadas pero con bajas calidades ambientales, olvidando al principal actor de la escena ¡la
gente! Por lo cual es necesario pensar como la gente común, dejar léxicos especializados, y pensar
en la vida misma, producir una visión.
Tales principios no solo abordan aspectos formales como las relaciones espaciales, también se
podría pensar en que orientan a la sostenibilidad a través de su proporción y relaciones con el
entorno, como la de ser “compacto”: con límites claros: la calle sirve para transitar en forma lineal
ya que esta demarcada por los frentes de los edificios en el sentido de la misma, la plaza a cambio
es un lugar para estar, conectado a otros por medio de calles pero en su interior usualmente está
dividido en sub-espacios que generan microclimas, que sirven para estar y transitar, se vale de
elementos para que la gente se referencie y se relaciones con otros lugares en la distancia, más su
principal cualidad es la de congregar las principales actividades de un sector en edificios de
proporción significativa que no estarían en ningún otro lugar del entorno próximo.
Estos son algunos de los elementos que podría tener una intervención sostenible, porque
implementar árboles, paneles fotovoltaicos y purificadores de agua es solo una parte del grupo de
estrategias para lograr la sostenibilidad de la arquitectura y las ciudades en Colombia.
Basta con preguntarnos: ¿Qué deseamos que suceda en un lugar? ¿Que esperamos lograr?
¿Queremos pasear por el malecón del río? ¿Para lograr que? ¿Queremos transitar por las calles de
manera segura? Ser coherentes en nuestras decisiones ¿Cuál será su impacto en el entorno?
¿Estamos dispuestos a sacrificar hábitos de nuestra vida diaria para vivir mejor en comunidad?
Estar dispuestos a hacer el mayor esfuerzo ¿Cómo podemos lograrlo?, cuando esté hecho ¿Cómo
lo mantenemos?
Cada administración de la ciudad busca mostrar resultados, pero no basta con mejorar la imagen
de la arquitectura como pretenden hacer con el centro la ciudad, porque no existe desarrollo
urbano sin bienestar social, ¿sin garantía para las comunidades, cuál será el resultado de este
proyecto? ¿En cuánto tiempo veremos sus impactos?
Tenemos el ejemplo de lo sucedido con el parque Tercer milenio y la plaza de San Victorino de la
ciudad de Bogotá, realizado bajo la administración de Enrique Peñalosa, con la intención de
mejorar las calidades del centro, ambos proyectos fueron en su momento ganadores de premios
nacionales de arquitectura, su impacto no fue el esperado, un mal diseño paisajístico del parque
impide que la gente que transita por los alrededores sepa lo que sucede en el interior, gran parte
del día el parque permanece casi vacío o con permanencia de indigentes y ladrones. El segundo no
es mejor, la prostitución infantil, los malos olores, la inseguridad son parte permanente de la vida
de comerciantes y visitantes, ya no solo de estos lugares sino en todo el centro, deteriorando
incluso reconocidas intervenciones aledañas, tan importantes como el eje ambiental de la avenida
Jiménez, el cual genera un gasto mensual de 20 millones de pesos para el mantenimiento de las
fuentes.
Al final tales intervenciones produjeron una implosión de la indigencia, la drogadicción, ya que los
primeros años se contrajo el área donde había mayor cantidad de focos, pero con el tiempo estos
se trasladaron y expandieron a otras zonas de la ciudad.
Con base en lo anterior no podemos permitir que los gobiernos de turno manoseen nuestros
requerimientos como ciudad, ni la arquitectura ni mucho menos la infraestructura vial generan a
corto plazo una valorización de nuestra calidad de vida porque su impacto no se mide en 5 años
sino en 10 o 15 años como sucedió en Potrero grande, con la urbanización Santa Elena y otros
proyectos de gobiernos anteriores en anteriores que hoy presentan un sin número de
problemas.