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TRABAJO OBLIGATORIO CALIFICABLE 2

1) Leer la Primera Parte titulada “Las Bases. Siglo VII y VIII” de Guerreros y
Campesinos. Desarrollo inicial de la economía europea (500-1200) de Georges
Duby (se encuentra en el aula virtual para descargar).
2) Elaborar un texto propio sobre los capítulos 1 y 2 (economía y sociedad) que no
supere las 4 carillas de cuadernola en manuscrita o los 5 mil caracteres con
espacios en hoja A4 fuente TNR 12 en computadora. Este texto debe ser pasible de
colectivización.

Capítulo 1:
En el clima de decadencia en que vivía Europa en los inicios de la Edad Media
denominada como Alta Edad Media, el nivel de civilización era tan bajo que la vida
humana se desarrollaba entorno a los aspectos más básicos de la sobrevivencia.
La aparición de la Peste Bubónica sobre el siglo VI da lugar a interpretar el mapa europeo
como semi-vació, y sus escasos pobladores en estado de desnutrición que se mostraron
vulnerables ante esta epidemia. Por esto es que la riqueza en aquel tiempo y en aquellas
circunstancias no era ni la posesión de tierras ni la riqueza de metales, sino en el poder
sobre los hombres.
Uno de los problemas esenciales con los que se topa la historiografía son las herramientas
de trabajo que utilizaban en la agricultura. Por ello es que la única referencia de la que es
posible valerse son los textos de la ya época carolingia que, sin embargo, se refieren a los
dominios mejor organizados y que por lo tanto contaban con lo mejor conocido hasta
entonces. Los únicos y escasos objetos de metal (los de mayor valor) empleados en la
agricultura estaban destinados para cortar la hierba y el trigo. Así también, en el
monasterio de Corbie en Picardía existía un solo taller en donde se compraba hierro y
donde se llevaban a arreglar todas las herramientas. Pero no se fabricaba, eran los propios
campesinos quienes construían y reparaban sus útiles con sus propias manos.
El instrumento básico era el arado que era utilizado para el cultivo de cereales, el cual era
construido en la casa campesina. Sin embargo, era una herramienta que no alcanzaba a
remover profundamente las tierras ligeras para estimular la regeneración de la fertilidad.
En este sentido, el arado era –como lo dice el autor- un “arma irrisoria”.
También es sabido que en las regiones menos civilizadas se desarrollaba una técnica
superior a la romana, donde las lenguas eslavas informan de un arado verdadero que se
encontraba extendido por Europa central como para recibir un nombre específico. Estos
datos ayudan a suponer que los pueblos germánicos primitivos probablemente hayan sido
quienes promovieron el uso del metal en los instrumentos agrícolas.
Estos datos nos ayudan a hacernos de una imagen sobre una sociedad agraria mal
equipada y obligada a producir sus alimentos de forma precaria.
La sociedad mediterránea esperaba de su tierra cereales panificables y vino; después
habas y guisantes, y por último aceite. Tales costumbres alimenticias habían sido modelo
por el prestigio que significaba estar relacionadas con la civilización clásica.
En este sistema, la producción de cereales se basaba en una rotación bienal del cultivo: la
tierra sembrada durante un año era dejada en reposo al siguiente. Esta disposición exigía
una clara separación entre las zonas de pasto y las tierras de labor.
Pero el paisaje romano se degrada también porque la agricultura de llanura es frágil, la
amenazan los merodeadores y el abandono del drenaje, además por el retorno a tipos de
aldeas.

Capítulo 2:
La sociedad romana y las germánicas no pueden ser consideradas igualitarias. Las
migraciones, al ruralizar a la aristocracia romana y mezclarla con la nobleza bárbara,
consolidaron las desigualdades y las revitalizaron.
Es posible distinguir tres posiciones económicas claramente diferenciadas: los esclavos
(totalmente cosificados), los campesinos libres y finalmente, los “grandes” (dueños del
trabajo de los demás y sus frutos). Esta configuración condicionaba todo el movimiento
de la economía.
Los esclavos son en efecto, propiedad de un dueño durante todo el transcurso de la vida,
inclusive, los hijos de mujeres esclavas son obligados a vivir en el mismo estado de
sumisión. Son concebidos como instrumentos, pueden ser vendidos, comprados o
regalados. “No había casa aristocrática, laica o religiosa, que no dispusiera de un
equipo doméstico de condición servil”. Esta población servil se reconstruía por la
procreación natural, por la guerra y por el comercio. A su vez, un hombre libre podía
optar por enajenar su persona en caso de necesidad, o ser reducido a la servidumbre en
castigo por algún delito cometido.
El cristianismo si bien no condenaba la esclavitud, prohibía que se redujese a
servidumbre a los bautizados. Los matrimonios mixtos y la práctica de la manumisión
llevaron a la aparición de nuevas categorías intermedias entre la libertad completa y la
esclavitud.
La frontera entre la libertad y la servidumbre se encontraba delimitada por reglas
jurídicas. En las provincias romanizadas la libertad campesina era menos consistente y no
excluía la sumisión a formas estrictas de explotación económica. Los “colonos” (gran
parte del campesinado), se encargaban de cultivar tierras ajenas. Es decir, si bien eran
considerados libres, también eran prisioneros de una red de servicios que limitaban su
independencia.
A los “grandes”, a los jefes del pueblo y a los establecimientos eclesiásticos es que
pertenecían los “mansos” mejor construidos, de mayor extensión, poblados por gran
cantidad de esclavos y con importantes rebaños.
Al rey le corresponde (a partir de las estructuras políticas creadas después de las
migraciones bárbaras) el poder de mandar, de administrar la justicia y dirigir el ejército.
El “palacio” lo constituye el conjunto de hombres ligados al soberano por relaciones
domésticas: parientes, servidores y jóvenes pertenecientes a la aristocracia que
completaban su educación cerca del rey. Alguno de sus fieles, eran enviados fuera de la
corte para extender la autoridad real.
La iglesia cristiana también ocupaba un lugar entre los “grandes”. Los patrimonios
eclesiásticos no cesaban de enriquecerse gracias al movimiento de donaciones piadosas.
Las limosnas procedían ante todo de los reyes y de los nobles, pero también en menor
medida, de los más pobres.
3) Explicar la vinculación que hace el autor entre mentalidades y economía que resume
en la trilogía: “Tomar. Dar. Consagrar”

Las actitudes mentales tienen una incidencia tan determinante como la de los factores de
producción o de las relaciones de fuerzas entre los distintos estratos de la sociedad. Este
mundo “salvaje” se halla dominado por el hábito del saqueo y las necesidades de la
población, sumada también la fascinación de la antigüedad clásica en cuanto a sus formas
materiales. Los intercambios de bienes dependen en gran medida del acto de arrebatar y
ofrecer.
En cualquiera de los casos, estas tres cuestiones o “trinidad” hacen referencia a las
relaciones de intercambio de bienes y servicio en una sociedad demarcada profundamente
por tradiciones religiosas (cristianas) y heredadas (romano). Al referirnos a intercambio
en dicha época, no nos estamos refiriendo a un comercio propiamente dicho.
La civilización nacida de las grandes migraciones era una civilización de la guerra y de la
agresión, entre la acción guerrera y el saqueo no existían diferencias, todo extranjero era
una presa y todo territorio ocupado por extraños eran territorios de caza. La guerra era la
fuente de esclavitud.
El tributo anual no es sino una recolección del botín codificada, normalizada, en
beneficio de un grupo lo bastante amenazador como para que sus vecinos tengan interés
en evitar sus depredaciones.
Por ejemplo, al firmar la paz entre tribus de fuerzas iguales era conveniente mantenerla
cuidadosamente mediante regalos mutuos que garantizaban de alguna forma la duración
de la paz. El regalo es, en la estructura de la época, la contrapartida necesaria de la
captura; ningún jefe de guerra guarda para sí el botín ganado en una campaña, sino que lo
distribuye. La distribución, la consagración, son la condición esencial del poder.
“Tanto como de protegerse de los agresores, tanto como de servir y de producir, estos
hombres, a pesar de la precariedad de su existencia, se preocupaban de ofrecer y de
sacrificar. De estos aspectos dependen también, a sus ojos, la supervivencia. Porque en
todas las sociedades un gran número de las necesidades que rigen la vida económica son
de naturaleza inmaterial; proceden del respeto a ciertos ritos…”

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