Reseña de lectura 2 Diego Antonio Franco de los Reyes
Cano, Gabriela, “Debates en torno al sufragio y la ciudadanía de las mujeres
en México”, en Estudios sociológicos, Centro de Estudios Sociológicos-El Colegio de México, vol. XXXI, número extraordinario, 2013, México, pp. 7-20.
En este artículo, Gabriela Cano se dedica a revisar el contenido y los ejes de
discusión de los debates que se produjeron en torno a la discusión del sufragio femenino desde el fin de la Revolución Mexicana hasta la llegada del siglo XXI. El texto se inscribe en la historia de los movimientos sufragistas en México, de la ciudadanía política de las mujeres y del sistema político mexicano y su transcurso histórico en el siglo XX. La autora parte de una perspectiva de análisis que conecta la historia de las mujeres con la historia política de México. El largo periodo estudiado se enfoca en diversos aspectos de la problemática. Por ejemplo, se destaca el papel mujeres que se comprometieron y promovieron activamente el derecho a participar en actividades políticas y el voto femenino. Por otro lado, se distingue sobre el contenido de los discursos según hicieran énfasis en la igualdad o diferencia de las mujeres en relación con los hombres. Asimismo, se señala cómo se fue desplazando el contenido de estos debates en relación con las coyunturas políticas del siglo en cuestión. La exposición de Gabriela Cano comienza identificando el momento en que se perfiló el debate sobre el derecho al voto de las mujeres en el país, esto es, en el contexto de la Revolución Mexicana y debido a la participación de soldaderas en el conflicto —mujeres de sectores populares— y en las esferas de la política más allá de las cámaras o los partidos —mujeres de clase media—. Se sostiene que el contenido de los discursos y acciones de las y los promotores del voto femenino oscilaron entre dos posturas. Una que ponía el acento en la igualdad de las mujeres con los hombres y otro que hacía énfasis en la diferencia, que ponía en el centro de su argumentación a la maternidad como fuente de la ciudadanía de las mujeres. El sufragio femenino se aprobó en 1948 a nivel municipal y en 1953 a nivel federal. La autora afirma este retraso (en relación con otros países) se debió al rechazo de las élites liberales en el poder a un supuesto conservadurismo femenino generalizado. Pero esto no quiere decir que no hayan existido esfuerzos por promover su aprobación durante las décadas de 1920 a 1950. Por el contrario, se muestra que hubo varias mujeres con trayectorias diversas y posturas diferentes que pugnaron por la legitimidad de la ciudadanía política de las mujeres y por la aprobación del voto. Como recurso metodológico, la historiadora de El Colegio de México destaca la figura de algunas mujeres prominentes en la promoción del voto femenino y la articulación de sus discursos con las coyunturas políticas, así como el énfasis en la igualdad o en la diferencia de sus posturas. Asimismo, se presta atención en aquellos que tenían el poder de decidir sobre el curso de la participación política, la ciudadanía y el sufragio femenino: los hombres del Estado. Se perfila la idea de que el rechazo o aprobación del voto estuvo en relación con los equilibrios de poder de algunas coyunturas específicas de las instituciones en el Estado, pero también en función de la convergencia de intereses de las mujeres que fueron incorporándose a las estructuras del poder y de las políticas corporativas del Estado. Así pues, la autora destaca seis coyunturas importantes. Primero, la Constitución de 1917. Aquí se destaca el papel de algunas mujeres —Leonor Villegas de Magnón, Hermila Galindo— y hombres de la élite política y que promovieron las discusiones sobre el sufragio en el contexto de la creación de la nueva constitución desde una postura igualitarista. El voto no se legisló en la Constitución, por considerarlo una demanda minoritaria. El segundo momento se dio en el marco del conflicto entre Iglesia y Estado en los años veinte. En estos años las instituciones del Estado refrendaron su rechazo al voto femenino por considerar a las mujeres proclives a apoyar a la iglesia y tomar posturas políticas conservadoras. Un tercer momento destacado fue la derrota de una ley sufragista a finales de los años treinta, propuesta por el presidente Lázaro Cárdenas en 1937. El apoyo explícito de esta importante figura a los intentos sufragistas les dio mucha legitimidad y fuerza a algunas organizaciones promotoras del voto. Sin embargo, las manifestaciones en contra del reparto agrario y del radicalismo social del presidente invocaron de nuevo el supuesto conservadurismo femenino, por lo que la reforma fue vetada y su curso legislativo se interrumpió en el contexto de las elecciones de 1940. La aprobación del voto femenino el nivel del municipio en 1948, y a nivel federal en 1953, constituye el cuarto momento referido. Aquí destaca la figura de Amalia Castillo Ledón, quién fue una política que luchó por la expansión de la presencia femenina en la política y en la vida familiar y se incorporó a las instituciones creadas en el PRI para promover la actividad política de las mujeres. Castillo Ledón optó por una postura maternalista, es decir, en la que se retomaba el papel de las mujeres como madres, pero que se extendía como forma de comportamiento legítima incluso en el campo de la política. Fue representante del gobierno en congresos internacionales y, a decir de la autora, fue la mujer más poderosa de su época en México, portando una imagen de mujer de clase media, consumidora, cosmopolita, elegante y maternal. Una quinta coyuntura es el feminismo de la nueva ola de los años setenta que ya no hace tanto énfasis en la ciudadanía política sino en cuestiones más sociales. La discriminación a pesar de la igualdad jurídica, el derecho al aborto, las violencias contra las mujeres, un reclamo contra los esquemas y roles de género y el rechazo a las sufragistas que se incorporaron a las instituciones son sus demandas. Este feminismo, más radical que los anteriores, tenía como referentes la Revolución Cubana y las protestas de 1968. Se reivindicó la diferencia, pero se luchó contra la imagen de la mujer maternal y nacionalista. Finalmente, se destaca que, a finales del siglo XX, la cuestión de la ciudadanía política regresó como tema fuerte debido a la desigualdad en el acceso a cargos públicos de alto nivel en el marco de la democratización del sistema político mexicano. Aunque las mujeres representaban más de la mitad de los votantes, su acceso a cargos de representación y toma de decisiones seguía siendo limitado. Por ello, retornó el énfasis en la ciudadanía política. La autora demuestra que las discusiones en torno al voto y a la ciudadanía de las mujeres durante el curso del siglo XX no versaron solamente sobre los derechos políticos de las mujeres. También estuvieron implicadas otras cuestiones tales como el genero mismo, los roles femeninos y masculinos en la sociedad y en la política y la nacionalidad. Por último, se concluye que el contenido de las discusiones se desplazó de la justicia de incorporar a las mujeres como votantes a la injusticia del sistema político mexicano que se reclama democrático e igualitario pero que casi no permite el acceso a las mujeres a los cargos altos de poder. El trabajo de Cano destaca por el hecho de identificar a algunas figuras individuales femeninas que incidieron en las discusiones, así como en las relaciones que entablaron con el Estado para conseguir sus objetivos, en el marco de un sistema político corporativo y nacionalista. Resulta ilustrativo el esclarecimiento que se hace de las posturas de las mujeres involucradas, que no siempre fueron a favor del voto o de la capacidad política de las mujeres. Asimismo, es interesante cómo la autora muestra que la aprobación del voto fue resultado de la incorporación de las mujeres a las instituciones corporativas del Partido Revolucionario Institucional y con un discurso que, si bien defendía la ciudadanía de las mujeres, lo hacía desde una posición de se remitía al rol tradicional de las mujeres como madres y como moralizadoras del hogar. En algunos momentos el texto parece más descriptivo que explicativo. Su corta extensión y el largo periodo de análisis no se prestan para realizar explicaciones profundas. Por otro lado, el tratamiento de las coyunturas es desigual en cuanto a los párrafos dedicados. Las primeras cuatro coyunturas están mejor presentadas, pues se citan a sus protagonistas, las pugnas internas, y ciertas contradicciones. Mientras que las últimas dos son revisadas brevemente, sin señalar sus contradicciones e impacto. El uso de fuentes primarias también tiene este sesgo en la exposición. En las primeras coyunturas de identifican y citan documentos de la época. En las siguientes solo se refiere bibliografía secundaria. En resumen, el trabajo vale como una introducción a esta temática pues señala momentos relevantes, actores significativos, y ejes de discusión transversales, aunque cambiantes. Si se quiere conocer más sobre este tema o se esperan explicaciones profundas este no es el texto indicado. Así pues, hay que leer este texto con estas reservas.