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Si te marchas

Si te marchas hazlo de noche,o mejor aún, de madrugada.


Escúrrete desde la cama hasta el piso de parqué raído.
Como la boa se desliza al río, como cocodrilo a la orilla.
Si te marchas deja la tele encendida y el ventilador apagado.
Sal como ladrón de un museo, en silencio y envuelta en las sombras.
No tropieces con la alfombra, no despiertes al perro.
Si te marchas pasa por la cocina y llévate algo para el camino.
Destapa aquella botella que guardamos para un día especial
y tómate uno por lo que fuimos. Sin hielo para no hacer ruido,
sin prisa para que lo disfrutes. Si te marchas no voltees a ver,
asegúrate de llevártelo todo. Si te marchas, ten por seguro
que aunque me dejes en aquella curtida cama, me llevas contigo.
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Si te quedas

Si te quedas abre las ventanas, no olvides en donde están las maletas.


Memoriza en donde están los muebles, para no volver a tropezar con ninguno.
Si te quedas, hazlo con todo y tu mente, alimenta la chimenea con nuestro pasado.
Antes que tus libros, ordena tus ideas, antes que tus revistas, lee mis labios.
Si te quedas, comparte la mitad de tu mente, así como compartes la mitad de la cama.
Sacude el polvo que han dejado las dudas quita los candados que cierran tu alma.
Si te quedas, te ruego no apagues tu luz.
Cenemos cada noche una sopa de letras, conversaciones abiertas como gavetas,
sin temor alguno a ser registradas.
Si te quedas, no me des espacio, prefiero mil veces que me des cariño.
Si te quedas, te suplico que nunca me entere, que estuviste pensando en marcharte.

Leyes de la espiritualidad.

La primera dice:
"La persona que llega es la persona correcta",
es decir que nadie llega a nuestras vidas por casualidad, todas las personas que nos rodean, que
interactúan con nosotros, están allí por algo, para hacernos aprender y avanzar en cada situación.

La segunda ley dice:


"Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido".
Nada, pero nada, absolutamente nada de lo que nos sucede en nuestras vidas podría haber sido de
otra manera. Ni siquiera el detalle más insignificante. No existe el: "si hubiera hecho tal cosa...
hubiera sucedido tal otra...". No. Lo que pasó fue lo único que pudo haber pasado, y tuvo que
haber sido así para que aprendamos esa lección y sigamos adelante. Todas y cada una de las
situaciones que nos suceden en nuestras vidas son perfectas, aunque nuestra mente y nuestro ego
se resistan y no quieran aceptarlo.

La tercera dice:
"En cualquier momento que comience es el momento correcto".
Todo comienza en el momento indicado, ni antes, ni después. Cuando estamos preparados para
que algo nuevo empiece en nuestras vidas, es allí cuando comenzará.

Y la cuarta y última:

"Cuando algo termina, termina".


Simplemente así. Si algo terminó en nuestras vidas, es para nuestra evolución, por lo tanto es
mejor dejarlo, seguir adelante y avanzar ya enriquecidos con esa experiencia.

“Búscame cuando te apetezca, cuando notes que me echas de menos, cuando te mueras de ganas
de tenerme, cuando no tengas a nadie que te diga que te quiere, cuando extrañes las risas, las
caricias, las conversaciones, los abrazos y las locuras. Búscame cuando necesites a alguien que te
sorprenda, cuando te des cuenta que nadie tiene esos detalles, cuando necesites que te digan lo
especial que eres, lo bonita que es tu sonrisa y lo bien que te ves cuando te enfadas. Búscame
cuando mires el celular esperando que te hable, cuando salgas y sin darte cuenta me busques con
la mirada entre la gente… cuando inesperadamente alguien te toque la espalda y al girarte esperes
que sea yo.”

“Tus palabras quedaron retumbando un largo rato en mi mente. Te odie un instante, me dieron
ganas de lanzarme contra ti y golpearte con fuerza. Se me estaba quebrando la ilusión, la
esperanza estaba agonizando. Abriste la boca y pronunciaste las palabras precisas para dejarme
en claro que este juego sólo lo estaba jugando yo.
En ese instante no entendí, me moleste y comencé a llorar. Noche tras noche me repetía lo que
me habías dicho, cucharadas masoquistas de amarga realidad para matar las dudas. Todavía
llegaba a pensar, a imaginar que no querías lastimarme y por eso me pedías de manera sutil que
no te amara, que no me enamorara de ti, que tú no podías, ni sabias quererme. Creí que eras
injusto y malo, que aun sabiendo lo que sentía por ti, me arrojabas al desierto, al desamparo.
Pero no, hoy entendí que estaba lastimada y mi mente me hacía sentir víctima. Me estabas
liberando, me estabas dando libertad. Quitabas las cadenas que tontamente até a tus huellas, a tus
pasos. Liberabas la esperanza que había enjaulado por ti. Me regalabas paz, ahora no me
comerían las ansias por pensarte lejos y ajeno mío. Me regalabas autonomía y amor. Al pronunciar
esas palabras desatabas los nudos de mi mente. Llore al darme cuenta que habías sido bueno,
muy bueno conmigo. Que me arrojabas al universo, al infinito para que el sol me cubriera y el
viento acariciara los lugares que me dolían. Me habías liberado, me habías regalado el amor a
manos llenas.”

Hablando con pericos, Mercedes Reyes Arteaga

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