You are on page 1of 3

EL ENTE

A
llá donde la vista humana jamás llegará a posar siquiera los ojos de su
imaginación, existe un lugar donde las estrellas que lo circundan nunca
mostrarán sus brillos al cielo que nosotros podamos observar con los más
potentes artilugios. Tan alejado, que ni las leyes de la vida o la muerte se asemejan a las
que aquí rigen nuestros destinos. Tan apartado, que la distancia que nos separa de él
sólo se cuenta por cifras imposibles e inexistentes y produce vértigo siquiera llegar a
comprender tales límites. Allá se halla flotando en el vacío un asteroide, orbitando
alrededor de un débil sol anaranjado que lo baña con su tenue luz de eterno atardecer.
Su razón de ser es un misterio tan grande como el nuestro, y sus orígenes tal vez sean
tan remotos como el mismísimo tiempo. Y allí plantada habita la criatura que tan
alejada está del cielo o del infierno y de sus códigos, como la roca que es su hogar está
separada de nuestro mundo.

Como una flor de carne gigantesca y horrenda, que agita y enrosca


compulsivamente centenares de tentáculos y protuberancias, y los arrastra en
ininterrumpidas contorsiones por la superficie. Otras formas prominentes se retuercen
en el aire escarbando en la ligerísima atmósfera que envuelve éste pequeño mundo. Y
en el centro de la colosal masa de tonos fucsia y magenta, un espantoso ojo que mira
estático al cielo infinito. Tan grande, que su pupila se compone así mismo de millares
de otros pequeños ojos hasta adquirir un diámetro excepcional.

Y ese ojo contempla paciente el espacio y busca las estrellas que lo iluminan,
para descubrir nuevas, cada vez más lejanas. Reconoce y asimila su ubicación, y su
inteligencia crece con cada nuevo lucero creando nuevas y desconocidas constelaciones
todavía más lejanas que su diminuta parcela de cosmos.

Y su poder aumenta con su magnificencia, cada año más, cada siglo más…
El afán de la criatura por buscar y aprender, discerniendo la luz de aquella
profunda oscuridad, se afianzaba con su tremendo poder y alcance, digno de una deidad.
Y ello le hizo descubrir pequeños seres, que a grandes distancias de donde ella estaba,
se desplazaban por la negrura de una estrella a otra. Su ansia por averiguar de ellos
aumentó de tal modo que al fin quiso conocerlos, porque entendió que no existía
solitaria y que el universo no sólo estaba concebido para su exclusiva contemplación.

Con su imponente inteligencia logró crear un lenguaje aún a costa de


gigantescos plazos de tiempo, para modelarlo, ajustando hasta perfeccionarlo, y
proyectarlo después al espacio. Frotó sus tentáculos susurrando pensamientos y los
envolvió en una burbuja telepática. Luego los condujo por invisibles raíles de
psicoquinesia allá donde esperaba encontrar esos seres. Su indescifrable mensaje se
propagó hasta alcanzar cotas jamás pensadas, y así llegó a entretejerse con los cielos
poblados de ondas, provocando que algunos curiosos volviesen sus atenciones hacia el
origen de la señal.

Como el espacio no contempla las prisas, hubieron de pasar siglos para ver que
su roca era un objetivo por descubrir y descifrar. Pero la criatura tenía tiempo y
paciencia de sobra para esperar respuestas mientras continuaba esparciendo su mensaje.

Así llegaron los primeros enviados, y la perplejidad de la criatura aumentó al ver


cuán distintos eran de ella y entre sí mismos. Sus ansias acrecentaron su afán por saber
cada vez más cosas de los seres que habitaban los cielos.

Y allí donde la vista humana jamás llegará a posar ni siquiera los ojos de su
imaginación, habita una criatura que, con su enorme ojo, busca sin cesar en las
profundidades del cielo. Y entre estrellas y nebulosas encentra a las pequeñas y curiosas
formas que navegan entre ellas, y las atrae hacia sí para mantenerlas cautivas
eternamente y aprender todo lo que se puede aprender de ellas.

En la agreste superficie se debaten en una huída sin final cientos y cientos de


seres, muy diferentes entre sí, procedentes de los más diversos y remotos lugares,
luchando inútilmente por escapar de los enormes y espantosos tentáculos que se
retuercen por la superficie buscando atraparlos. Y al final, las gelatinosas extremidades,
cuando ya no alcanzan más allá, se entreabren dejando escapar decenas de miles de
pequeños y feroces arácnidos imitados de otro lejano lugar y que ahora forman una
extensión de sí misma. Su tarea es atrapar a los fugitivos para devorarlos. Luego
volverán a introducirse de nuevo por las aberturas para transportar sus pedazos a la base
de la criatura, que absorbe sus jugos y conocimiento con deleite para extraer su esencia
pura. Y una vez concluida la terrible tarea, cuenta con el don heredado de reconstruir la
estructura original de sus capturas regenerándolas en sus entrañas, gestándolas dentro de
su útero hasta devolverlos a su estado original. Una vez adultos, los expulsa fuera para
dejarlos de nuevo escapar al horror. Observa con atención cómo huyen, cómo se
desplazan, luchan y se debaten por los escarpados terrenos. Cómo intentan aliarse
cooperando entre ellos a pesar de sus lenguajes incompatibles, intentando inútilmente
llegar a sus naves descompuestas. Y así año por año, y por décadas y por siglos. Y
cuando siente que de una criatura ya no puede sonsacar nada más de su inherencia pura
como ser vivo e inteligente, lo hace suyo para siempre; lo absorbe, lo asimila y lo
integra dentro de su estructura vital. Así nacen nuevos ojos con que engrosar su gran
pupila, un poco más sabios, mejor dirigidos y mucho más ansiosos.

Y a pesar de sus millares de capturas siempre sabe hallar entre los espacios
siderales criaturas nuevas de las que aprender.

***

————————————

You might also like