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El giro pragmático de Richard Bernstein

Anthropos/UAM-Iztapalapa, México, 2013.

“El humanismo profundo de Richard Rorty”

Inicios no analíticos

Una de las leyendas engañosas acerca de Rorty es que comenzó su carrera como un filósofo analítico

pero reaccionó contra la filosofía analítica. Es verdad, su reputación filosófica inicial estuvo basada en

varios destacados artículos que fueron elaborados en el límite de la filosofía analítica, especialmente

aquellos que tienen que ver con el problema mente-cuerpo y el carácter engañoso de los argumentos

conceptuales y trascendentales. Pero esto ignora sus diez años de estudio en Chicago y Yale. [...] A partir

de McKeon y del ambiente intelectual en general de Chicago, Rorty desarrolló un conocimiento

sofisticado y comprehensivo de la historia de la filosofía. p. 222

En Yale Rorty trabajó con el metafísico especulativo más audaz del siglo veinte, Paul Weiss. Escribió

una deslumbrante disertación de 600 páginas titulada “El concepto de potencialidad” (que nunca

publicó) bajo la supervisión de Weiss. Examinó los tratamientos de la potencialidad antiguo

(Aristóteles), moderno temprano (Descartes, Spinoza y Leibniz) y contemporáneo (Carnap y Nelson

Goodman). p. 223

La importancia de esta fase temprana de la obra de Rorty para su subsecuente filosofar no puede ser

sobre estimada. Antes de que comenzara a tomar seriamente la filosofía analítica, ya tenía un

entendimiento comprehensivo y sutil de la historia de la filosofía. Se identificaba más cercanamente

con la gran tradición metafísica (más tarde le llamó «Platonismo») y buscó mostrar su relevancia

contemporánea. p. 223

La “traición”

En 1967, Rorty publicó su famosa antología El giro lingüístico, que fue diseñada para mostrar los

distintos modos en que los filósofos del lenguaje han concebido la filosofía y el método filosófico a lo

largo de los 35 años previos. Su introducción provee una visión general metafilosófica de las distintas

corrientes de filosofía del lenguaje. En la sección conclusiva de esta introducción, formula la pregunta:

“¿Está el giro lingüístico destinado a sufrir el mismo destino que las ‘revoluciones en filosofía’ previas?”

p. 226
La década de 1970 fue una de las más creativas y turbulentas de la vida intelectual de Rorty. Sus

desencantos con las pretensiones de la filosofía analítica se incrementaron dramáticamente. Se

encontraba leyendo ávidamente a los pensadores que despreciaba la mayor parte de los filósofos

analíticos como «no realmente» filósofos: Nietzsche, Heidegger, Derrida, Foucault, Gadamer y

Habermas. En 1978, a la relativamente temprana edad de 47, fue elegido vicepresidente (presidente

elegible) de la División Este de la American Philosophical Association, antes de la publicación de La filosofía y

el espejo de la naturaleza. En el momento, la División Este era la fortaleza de la filosofía analítica (en la

reunión en la que Rorty presidió en 1979, hubo una rebelión de los filósofos «pluralistas», quienes

eligieron a John E. Smith como el nuevo presidente). Cuando fue elegido vicepresidente (presidente

elegible) de la División Este de la APA, las credenciales analíticas y la reputación de Rorty estaban

basadas en sus artículos y en la introducción a El giro lingüístico. Pero cuando La filosofía y el espejo de la

naturaleza apareció en 1979 causó sensación. Muchos filósofos analíticos se pusieron furiosos. Sintieron

como si uno de los suyos los hubiera traicionado —como Judas. pp. 226-227

El pragmatismo no figura de forma prominente explícitamente en el libro, aunque en su introducción

rorty nos dice que Dewey, Heidegger y Wittgenstein son “los tres [p. 228] filósofos más importantes de

nuestro siglo”. pp. 227-228

El ironismo humanista

Desde ese momento y hasta el final de su vida, Rorty desafió encarnizadamente todos y cada uno de los

intentos de defender que existe cualquier límite sobre nosotros —excepto aquellos que vienen de

nuestros congéneres humanos. Esta es la clave de su afirmación de que la solidaridad debe reemplazar

la preocupación filosófica sobre la objetividad. p. 229

Cuando Contingencia, ironía y solidaridad fue publicado en 1989, muchos filósofos pensaron que Rorty

había simplemente renunciado a la filosofía. En los círculos analítocos se puso de moda descalificar a

Rorty ─uno no necesitaba más tomárselo en serio. Parecía estar escribiendo para “géneros literarios”.

Cualquiera que fuese la propia opinión final de La filosofía y el espejo de la naturaleza, éste estaba atestado

de argumentos complejos ─el tipo de argumentos que los filósofos reconocen, admiran y atacan. Pero en

Contingencia Rorty se burlaba del argumento filosófico para favorecer la invención romántica de

vocabularios nuevos y originales. p. 230

Todos estaban atacando a Rorty, y él parecía disfrutar al máximo de la atención que estaba recibiendo.

Pero había una línea de la crítica que realmente lo escocía: “Se me dice en ocasiones, por parte de gente

exasperada en ambos lados, que mis puntos de vista son tan extraños como para ser meramente
frívolos. Se sospecha que no diré nada para dar un respiro, que estoy sólo divirtiéndome al contradecir a

todos los demás. Esto duele.” Rorty estaba en lo correcto. Esto es precisamente lo que muchos de sus

críticos pensaron, sin importar su orientación política o filosófica. Este tipo de crítica —que él era

insensible moral y políticamente— lo impulsó a escribir su borrador autobiográfico, «Trotsky y las

Orquídeas Salvajes», un ensayo en el que buscaba explicar cómo llegó a sus puntos de vista actuales. p.

230

A pesar de las duras (y a veces maliciosas) críticas de Contingencia, muchos de los temas característicos

de Rorty son evidentes: el énfasis en la radical contingencia histórica, su sentido de ironía y esperanza

social sin fundamento, la necesidad de extender la compasión y solidaridad humanas, y su creencia de

que la literatura puede ser más efectiva al fomentar esto que la argumentación filosófica. p. 231

Puedo ahora clarificar lo que entiendo por el humanismo profundo de Rorty. Ya sea que Rorty se esté

ocupando de tópicos metafilosóficos abstractos, ya de asuntos filosóficos acaloradamente debatidos

concernientes a la verdad, la objetividad y la naturaleza de la realidad, o ya de sus asuntos éticos y

políticos concernientes a los derechos humanos, o incluso del papel de la religión en nuestras vidas

cotidianas, hay un tema dominante que surge repetidamente. No hay nada en que podamos confiar a

excepción de nosotros mismos y nuestros congéneres. No existe autoridad exterior No existe autoridad exterior

a la que podamos apelar ─ya sea que la concibamos como Dios, la Verdad o la Realidad. p. 233

La crítica de Bernstein

A través de los años se me ha preguntado muchas veces: ¿cuál es la diferencia que hace la diferencia

entre usted y Rorty? Y la respuesta que doy es que yo comencé mi carrera convencido de la crítica de

Dewey por la búsqueda de la certeza y su llamado por una reconstrucción de la filosofía. Nunca he

experimentado el tipo de desilusión que Rorty experimentó. Nunca pensé que uno tenía que criticar el

representacionalismo, la epistemología tradicional, y el fundacionalismo una y otra vez. La tarea, como

Dewey ha indicado, era reconstruir la filosofía. No vi a Platón como el «platonista» que Rorty

caricaturiza, sino más bien como el gran defensor de un diálogo en curso, sin término, que Rorty llegó a

defender. Rorty sufrió del síndrome del «Dios que falló». p. 236

En ocasiones escribió como si cualquiera que pensara que había un modo filosófico propio de hablar

acerca de la verdad, la objetividad y «hacerse de las cosas rectamente», fuera «culpable» de idolatría —

de doblegarse ante una autoridad externa. Pero Rorty se queja demasiado. p. 237

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