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La transformación ‘moderna’1
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Palabras liminares
i. Nuevamente nos acercamos a Heidegger para pensar lo que nos ocupa.
Vamos hacia Heidegger por varios motivos, que por cierto nos caben. Porque se
ocupó y le puso a pensar aquella misma ‘cosa’ que aún hoy nos acucia; porque
su atención fue respetuosamente demorada, y su decir, lúcido; finalmente,
porque, ya a esta distancia temporal de su pensar, también nosotros hoy somos
antropológicamente heideggerianos… Pensaremos con-tra sus huellas --‘con’ y
‘a través de’ sus escritos.
Trabajando ‘entre’ sus palabras, por cierto que haremos hermenéutica.
Sin embargo será norma que, en última instancia, todo control semántico se
ejecute por la vía y desde la autoridad del fenómeno --en ese sentido haremos
fenomenología. Ahora bien, nos atendremos a todo fenómeno en cuanto concreta
realidad que se mueve y (nos) pro-mueve. Y siendo así… No pensamos que siempre
a todo fenómeno le preceda en tiempo y le conceda en modo una conciencia
intencional; más aún…, ni siquiera pensamos que toda vez la conciencia esté a
cargo de la alteridad fenoménica: pues, por el contrario, es propiedad de
algunos fenómenos ejercer propio tiempo y propio modo. (En ese ejercicio del
tiempo --se dan antes-- y del modo --actúan distinto--, radica su poder y
decisividad. Hay fenómenos hacedores de la ‘hominidad’ del hombre.) Por lo
dicho, acaso nos vaya mejor la expresión “fenoménica”, antes que
“fenomenología”. Hacemos fenoménica. Insistimos… Hay, no siempre, pero
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impera, el que manda y rige –a los hombres, en los hombres, concretos —y
según propio modo.)
Lo nuestro es simplemente una elección… --y en modo alguno hay
subvaluación de la actividad ‘especialista’ –que además, no sabemos hacer. Más
nos interesa (es un intento) ‘liberar’ lo cartesiano del organismo de aquella chica,
que intentar saber lo que Descartes ‘en verdad’ procuró decir y pensar en su
tiempo. Aquel Descartes, ya nada nos hace; pero en cambio hay ‘cosas
cartesianas’ –de dudoso ‘cartesianismo’, claro-- que gravitan en nosotros.
Entonces, en concordancia con lo dicho, y tal como adelantábamos,
intentaremos pensar con y a través de Heidegger… Pero no nos ocuparemos de
su pensamiento. Con Heidegger, pensaremos al Arte y le Religión modernos
que nos han llegado, contactan y viven en nosotros. (Seguimos a Heidegger,
pero seguir, al menos en la ‘vida campeana’, no es perseguir. Vamos con él, a
nuestras ocupaciones –que también fueron las suyas…)
iii. Abordaremos Arte y Religión (occidentales) en sus procesos de
‘transformación’ ocurridos en los originales ‘tiempos modernos’ –siglos XV,
XVI, XVII--, y prioritariamente desde dos planos o aspectos: el de la obra en sí
misma –en tanto cosa-- (plano físico), y el de la relación hombre-obra –los procesos
de ‘producción’ y ‘recepción’ (plano estético-antropológico). En razón del
carácter íntimamente constituyente que lo moderno tiene en nosotros (los
hombres de hoy), con cierta ‘regularidad’ efectuaremos en nuestras
apreciaciones trasposiciones temporales hacia el Arte y la Religión de la
actualidad.
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Sostiene Heidegger que hay cinco “fenómenos esenciales” que
caracterizan a la era moderna. En cuanto fenómenos se trata de eventos sensibles;
en cuanto esenciales: cumplen mismos rasgos metafísicos, gnoseológicos,
antropológicos –aquellos que hacen-definen a una época, rasgos omnipresentes
y dominantes de un tiempo. Desde otro respecto, los fenómenos esenciales son
aquellos que permiten monitorear, recurriendo a una expresión de G. Bateson
(1982), la ‘pauta que conecta’ --en este caso: a una época.
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Del Arte…
De la Religión…
a. Arte por el arte. Arte sólo arte. Se trata del inicio de la concepción de
Arte hoy vigente; del Arte tal como hoy lo entendemos y escolásticamente se lo
enseña: proceder diverso a las artesanías, a los oficios, las tecnologías… Por
cierto que tal concepción no nos sorprende ni nos extraña, aunque es dable
recordar que ni en Grecia ni en la Cristiandad el Arte se concebía como diverso
a las mencionadas actividades…
El término ‘téchne’, en Grecia, no remite exclusivamente a la actividad
artística; dice más ampliamente: un saber reglado, que permite su enseñanza-
aprendizaje. La téchne consistía en “un saber que sabía lo que hacía” –dice A.
Ruiz Díaz (1974). Apunta en su “Estudio preliminar” al Ión de Platón:
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técnico reúne en general lo teórico con lo operativo: es un saber
hacer. (Platón, 1974: 12)
Pero aun así, quedan al interno de las artes todas las actividades práctico-
productivas –desde la arquitectura, hasta la medicina.
Arte por el arte… No hay dependencia en el tiempo de producción artística
–se inicia el artista a ser ‘libre creador’. Dice Oliveras (2007):
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Arte sólo arte… No hay dependencia tampoco en el espacio de la actividad
del arte –la obra es ahora ‘libre acción’. Frente al arte de la Cristiandad,
íntimamente tutelado por una intencionalidad educativa y religiosa
(evangelizadora), el arte del s. XV aparece y se proclama ‘independiente’. La
obra: ‘creación’ en sentido fuerte –realización: materialización completa…
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Oliveras: “no es ella diferente de la filosofía; por el contrario, ‘es filosofía’…”
(Oliveras, 2007: 102)
Ahora bien, obsérvese que en lo profundo, si nos atenemos a la intimidad
de la obra de arte, no hay un arte puro –un ‘arte por el arte’. Pues no hay arte-
arte, sino arte-estético –esto es: fundamentado y estructurado por otro/s
saber/es. Y es éste el modo-moderno-de-ser: la esencia dominante/replicante de la
Modernidad. Es decir, no hay arte puro, pero tampoco hay ciencia, ni
tecnología, ni filosofía puras. En este ‘tiempo moderno’ todos y cada uno de los
saberes/actividades deberán también tener del otro –de los otros saberes. El artista:
científico y filósofo; el científico: filósofo y artista; el filósofo, científico y artista.
Y ello, insistimos, porque a partir de la Modernidad –y formalmente a partir de
la institución del Principio de razón…--, al Ser lo decide el Pensar –el Ser
reclama fundamento en el Pensar--, y al Pensar/Saber se lo concibe como
construcción calculante, y fundamentadora.
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En procura de una mejor comprensión de la ‘transformación’ del Arte en
la Modernidad, proponemos unos contrastes –con Grecia y la Cristiandad.
En Grecia el arte posee una inescindible faz religiosa: lo divino se expresa
y establece ‘artísticamente’. Pero la obra no comporta sostén ni estructura
científica –al modo moderno. De hecho, Platón se esfuerza por pensar al Arte
desde los ‘conceptos’, y en no pocas ocasiones su logos conceptual fracasa en las
capturas –véase por caso el Ión, en donde lo que sea la poiesis artística es cosa
que huye del pensar filosófico, al punto de obligar al diálogo a un final en
estado de ‘abierto’. (Parece ser el arte…, aparece el arte a Platón: como cosa
diversa al pensar conceptual.) Por su parte Aristóteles ‘colecta’ en su Poética y en
conceptos las estrategias y actuaciones actuadas por los dramaturgos, pero no los
anticipa con propuestas prescriptivas y fundamentadotas; su estética no es
normativa, sino descriptiva. La filosofía estética de Aristóteles abreva en el arte:
y es que es el arte saber anterior, autónomo, y por lo tanto libre de ‘filosofía’. En
síntesis, la heterogeneidad y precedencia del arte respecto la Filosofía y la Ciencia –
en Grecia--, no hace más que acreditar la libertad e independencia de tal
saber/actividad respecto los saberes conceptuales. El arte fue, pudo ser y supo
ser, con enorme efectividad, libre del logos conceptual…
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en ello: afecta y significa. Lo que queremos indicar es –proponemos un ejemplo-
- que a la ‘Paz divina’ –como idea— debe no sólo precederle sino iniciarle, el
‘silencio monacal’; y lo que es más…, es por la vía y en el modo de este silencio
terrenal que los seglares ‘entienden’ la idea… La alegoría no puede ser pura
promesa sin anticipo sensible, y si lo es…, no funciona, no evangeliza. Ahora
bien, jamás la idea precede a la imagen; pero tampoco la imagen precede al
contacto. Es decir, en el origen de la ‘significación’ de la idea de Paz, hay
seguramente, aun antes de cualquier ‘imagen’, un sensible y táctil modo de ser del
mundo que se habita… Así fue y por ello, que las Catedrales evangelizaron:
pues fenoménicamente se anticiparon y propusieron –así condujeron a los
hombres ‘del siglo’ hacia la fidelidad.
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transformaciones en la ‘hominidad’ del hombre. El cine, por caso, nos ha hecho
‘soñar’, ‘narrar’, ‘percibir’ cinematográficamente. Análogamente, las Catedrales
en particular, el arte de la Cristiandad, en general, ‘hizo’ al hombre medieval a
su semejanza, y sin esperar ni depender de las conceptuosas traducciones
teológicas y filosóficas. (Hablamos de ‘hominidad’ y no de ‘humanidad’ porque
pensamos que el arte no muta sólo ‘lo ideológico’, sino incluso ‘lo corpóreo’ del
hombre. El arte no cambia sólo ideas, subrepticiamente modifica la materia.)
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nos ofrece la apreciación de los Victorinos –concretamente Hugo de San Víctor--
acerca de la belleza sensible.
Tomamos como fuente a E. De Bruyne (1958). Hugo de San Víctor
(Celeste Jerarquía) despliega cuatro rasgos (cuatro ‘definiciones’) de la belleza –
aquella ‘fenoménica’ que algunas obras suelen ejercer--; la que sigue es la
última…
A. 2. Religión y obra
Hemos estado pensando –abriendo en consideración-- la “estetización
del arte”; nos iniciamos ahora a recorrer el quinto fenómeno esencial de la
Modernidad: la desdivinización o pérdida de los dioses…
i. La Modernidad se cristianiza.
La cristianización de la Modernidad por lo pronto, y como suceso
histórico, es un proceso anterior e íntimo a los tiempos modernos. La
Modernidad surge desde la Cristiandad. Ahora bien, los procesos poiéticos –sean
de orden biológico, social, o incluso químico— son verdaderos ‘saltos’ respecto
los ‘tiempos’ precedentes, y de salida. En ese respecto, cuando hablamos de
‘surgencia’ –de la Modernidad, desde la Cristiandad--, en modo alguno estamos
pensando en un proceso de ‘parto’, o expulsión completa del tiempo moderno,
a partir de la Cristiandad. La Modernidad configura todo un ‘tiempo’ que tiene
autonomía en sus reglas, pautas y criterios, y novedad en sus sentidos,
propiedades y realidades… Ahora bien, del mismo modo que el agua (H2 O),
que es líquida, pro-viene de dos gases (H y O), la Modernidad aun siendo un
‘mundo’ distinto al de la Cristiandad, comporta ‘transformados’ y
‘resignificados’ muchos de sus componentes.
Veamos… El Dios en que se ocupa y del que piensa y habla la
Modernidad es el Dios cristiano --ninguna duda cabe… No es Zeus, ni
Dionisos, no es Apolo… Sin embargo es una divinidad ‘transformada’ –y por lo
tanto que comporta ‘otros’ caracteres, ‘otro’ lugar entre las realidades, y ‘otro’
vínculo con el hombre –que los tenidos por la Cristiandad primera. (Nos
referimos a aquella comprendida entre los siglos II y XIV.) En otros términos, y
más precisamente, la cristianización de la Modernidad se efectuó bajo el modo de
una modernización de la Cristiandad. Esto es: lo cristiano, pasó a ser bajo sentido
moderno.
Caso 1… La divinidad cristiana --en la Modernidad--, ya no fue entidad
viva y libre…, sino más bien fundamento, causa, razón, principio…, y según sus
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modos ‘modernos’ –de ser y entenderse. Más particularmente, toda vez que la
ciencia moderna pensó al Dios cristiano no hay duda de que siempre ya ejecutó
un ‘paso’ previo… Ese paso es transformatorio: mutó Dios de ser-vivo, a idea-
mental. ¿La razón…?
La Ciencia consiste en sus teorías, y éstas en plexos conceptuales en que
cada componente se define por el todo, y al interno del todo sistemático. Así, no
hay modo de que la ciencia piense a Dios, sin transformarlo en un preciso
concepto científico. (Tal proceso transformatorio no es privativo de la ciencia
moderna, pues ya Aristóteles hubo de señalar que siempre toda ciencia
comporta al menos dos presupuestos, uno de existencia, y el otro de esencia. El
biólogo supone que ‘hay’ vida; pero además: que la vida es ‘tal cosa’, ‘de tal
manera’ –una definición o concepto de Vida.) La Ciencia moderna entonces
debió partir de ‘sus’ supuestos ‘teórico-conceptuales’ –pues jamás habría podido
pensar o acceder a lo extraño y heterogéneo. Así bautizó a lo divino: le dio modo
de ser objeto científico.
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Así como el Arte se ‘estetiza’, la religión se ‘cientiza’. Tales procesos son
de modernización –en cuanto en ambos casos se exige fundamentación para que el
saber o actividad en juego sea… –‘real’.
i. Proceso de producción.
Esto significa que (…) el arte pasa a ser expresión de la vida del
hombre.
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la obra –como cosa material--, pero aun antes y más esencialmente, creador de
la forma (morphé) --que en los nuevos tiempos tomará otros nombres…, ‘plano’,
‘boceto’, ‘esquema’--, y creador/elector de la materia (hylé) --todo ente sensible,
en tanto conjunto de propiedades, ‘para cada caso’.
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Aparte. A tal punto el hombre de estos tiempos se percibe
‘substrato’ de todo lo que hay, que lo divino mismo,
insistimos, acabará por devenir un producto más del
hombre solitario. La naturalizada idea de que “Dios es un
constructo que nos damos para procurarnos satisfacción o
evitar insatisfacción…”, es tesis que va en ese sentido.
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cargo… --en ello consiste el ser-sujeto moderno. Nada debe salirse del soporte y
entonces del control o la posibilidad ‘Humana’.
En adelante, y por largo tiempo –al menos hasta el s. XX--, la obra ya no
será mayor que el hombre… Por lo que el artista –de máxima— será ‘genio’, y el
receptor –de mínima-- requerirá, ‘estar capacitado’, ‘tener condiciones‘, ‘ser
especialista’… (Las afirmaciones contemporáneas: “No tengo ‘capacidad’ para
el arte…”, o “Carezco de ‘sensibilidad’ para la belleza”, además de eximir a los
artistas de efectividad estética e incluso del muy sano ‘sentimiento de culpa’,
encuentran en lo antedicho su ocasión de ser y sostenerse. El arte que se dice
Arte –contemporáneo— parece no lograr abrir hombres y pro-mover
receptores… Es –según definición-- tal Cosa, y a ello deben atenerse los artistas
y los espectadores –tanto los ‘capaces’, como los ‘incapaces’. Quienes quieren
Arte deben ir a buscarlo… La obra, poco y nada HACE.) Insistimos… La noción
de ‘genio’ y el requisito receptivo de ‘capacidad’ se sostienen sobre la idea de
que el hombre es sujeto, esto es: metafísicamente, una realidad en sí;
gnoseológicamente, una conciencia a cargo; antropológicamente, una
interioridad pura y autosuficiente; estéticamente, una fuente perfecta y única –
causa eficiente.
La vivencia, en tanto afección sensitivo-cognitiva interior, será en adelante
la manera a que se destinará y en que se recibirá la obra de arte… La obra será
al hombre y para el hombre. La obra lentamente irá consumiendo y agotando
su ser, en el ser-recibida. La evolución de la Modernidad (el tiempo en que
estamos y somos) acabó elaborando obras ‘a medida’ de los receptores y a estos,
los receptores, ‘constructores/controladores’ de las mismas obras (Rating
‘minuto a minuto’). Aunque claro está…, a costa de que no sea el hombre-
receptor otra cosa que siempre sí-mismo; esto es, siempre consumidor-que-
consume-su-expresión --¿o su excrecencia?
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Iremos en busca del proceso que afectó al arte…, ahora en la Religión.
i. De la producción.
Recordemos aquella expresión heideggeriana respecto el arte moderno…
Esto significa que (…) el arte pasa a ser expresión de la vida del
hombre. (Heidegger, 1998: 63)
Vattimo:
Lo que me gustaría subrayar es que el problema del futuro de la
religión podría también traducirse en el problema, más
restringido, pero sumamente importante, del futuro de la
Iglesia. El futuro del arte, por ejemplo, también está relacionado
con el futuro de los museos. ¿Qué esperamos de los museos?
¿Esperamos que todas las pinturas del pasado sean destruidas
por la nueva creatividad? (…) (Vattimo – Rorty, 2006: 106-7)
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Contesta Rorty. (Y pareciera que para no dejarnos dudas…)
Rorty:
Una solución sería que todo el mundo se fuera de la vieja
Iglesia y fundara una nueva. Hay un buen libro de Harold
Bloom, titulado La religión en los Estados Unidos, donde habla de
los mormones, los cientistas cristianos, los baptistas del sur…
Llega a la conclusión de que hay una gran tradición
estadounidense: “Si no te gustan las Iglesias, funda la tuya
propia”. El lema del libro es que ningún verdadero
estadounidense se cree más joven que Dios. (Vattimo – Rorty,
2006: 107)
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La pérdida de dioses es el estado de indecisión (del hombre)
respecto a dios y los dioses…
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sujeto de la cultura, el sólo y puro hombre… Nuevamente recuperamos a
Todorov en aquel ya referido escrito –para generar contraste. Cuando refiere a
Colón, señala que hay para él tres “esferas de realidad”, según las que
percibe/interpreta –y a partir de las que decide sus viajes y su vida--: la esfera
‘humana’, la ‘estética’, y la ‘religiosa’ (en formato de Palabra sagrada: la Biblia).
Colón, curiosamente, quien abre la Modernidad –la inicia y establece para
todos--, no es hombre-moderno –sino de “mentalidad medieval”. De haberlo
sido, de haber sido ‘moderno’, al menos la esfera religiosa no habría tenido
regencia alguna, o lo que es apenas una variante: habría sido pasible de libre
interpretación --no habría sido ‘realidad’ directriz y mandante en relación a sus
intereses y decisiones.
Transcribimos el texto…
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forma de su fe en Dios y la estrategia de sus interpretaciones.
(Todorov, 1987: 23-4)
ii. De la recepción.
El correlato en el plano religioso, del ‘arte como objeto de la vivencia’, es
la religión como sola experiencia subjetiva –vivencia--, esto es: sin transformación
antropológica. Sea una experiencia de ‘sensación’ –placentera o displacentera--, o
una experiencia de mero ‘cumplimiento’ –sin ‘estímulo’ alguno--, en ambos
casos hay siempre una última y definitiva remisión al hombre –como destino y
pauta (sujeto) de lo-que-se-recibe (lo divino).
Pero sin embargo las Religiones originarias no acreditan tal ‘comienzo’…
Primero. Los hombres ‘religiosos’ no se perciben a sí mismos como
sujetos –esto es: en tanto realidades idénticas a sí mismas, y autosuficientes
respecto todo y cualquier alteridad. Todo hombre y ‘lo humano’ que el hombre
pudiera hacer –por caso la Historia del hombre— siempre ya resultan abiertos a
lo divino. Siendo así, no hay lo uno y lo otro –hombre frente a divinidad--, sino
más bien uno-y-otro –en donde los vínculos ‘existenciales’ se resuelven
distintamente: uno ante otro; uno en otro; otro en uno; uno hacia otro… No hay
hombre religioso puro y solo; el hombre, su ‘hominidad’ y su ‘humanidad’ se
deciden en y desde el vínculo con la divinidad. (Diríamos que tal característica
no vale solamente para el hombre cristiano o el hindú…, pues también para el
griego la existencia humana se resuelve desde una “apertura teándrica” --W.
Otto-.)
Segundo. Tal vínculo hombre/divinidad… a. Es óntico e histórico –es un
encuentro ‘concreto’ y no sujeto a estado de cosas ni lógica procedimental
alguna. Es un ‘evento existencial’, no una ‘estructura existenciaria’. (La
singularidad de tal vínculo es todo un problema para la ciencia, que no logra
pensar mas que aquello que entra en ‘clases’ y supone reiteración o continuidad.)
b. No es potestad/capacidad humana. Contrariamente, es vínculo ‘a favor de lo
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divino…’. El hombre ante lo divino se sabe ‘menor’. (Saber que no es idea ni
sospecha, sino más bien reconocimiento perceptivo, de una superioridad divina
que se muestra –al hombre y en él-- por la vía de un dominio singular y
concreto.) Entonces… Siendo el hombre en-vínculo con lo divino, y lo divino
dominante: el encuentro es EMPÍRICO –una experiencia--, y el efecto,
TRANSFORMATORIO –una metamorfosis--.
De tal ‘zona original’ emerge la Religión como saber original –esto es, no
reconducido a otro saber que le instituye. En estos casos, la Religión ya no es
propuesta ‘ideológica’ del hombre a los hombres, ni obra que se apaga en la
utilidad o beneficio humano; en estos casos la Religión es saber emergente, de un
encuentro existencial –hombre/divinidad-, que le precede, le promueve, y le
fecunda.
Consideraciones finales
Acerca del arte…
(Ampliamos y precisamos una idea ya iniciada…) Escolásticamente los
hombres de hoy hemos recibido la ‘idea’ de que el arte moderno fue aquel que
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se liberó de sus ataduras religiosas. Es lo que hemos aprehendido, y es lo que
repetimos --como pericos. Pensamos…: que es una verdad grosera y fuerte –
gruesa y poderosa, pero en ello: excluyente y desatenta.
No hay duda alguna de que el arte moderno tomó libertad, tomó vuelo
de tierras religiosas, por cierto; y tampoco de que no cesó en su trayectoria
hasta autoproclamarse: “arte por el arte”. Sin embargo, consideramos que al
menos esta última afirmación es excesiva –que abarca demasiado. Pues el arte
moderno –a pesar de pretensión de libertad--, quedó íntima y esencialmente
estructurado como saber bajo fundamento –modo cognitivo que instituyera el
dominante Principio de razón suficiente. No fue un saber per se; no fue
completamente libre –reclamó desde entonces y para ser: un soporte en un otro
saber. (Acaso el punto de desarrollo más ‘perfecto’ de tal movimiento, lo
ofrezca el arte conceptual –que en su ser, tiende a la desaparición, si se le quita el
‘fundamento’.) El arte moderno se libera de la Religión, así es: pero ‘lo
moderno’ se la hace íntimo y constituyente. En adelante el arte será
fundamentado: no arte por el arte, sino más bien arte por la Ratio –el arte moderno
será ‘arte por el Arte’.
Contrariamente, y es probable que tal cosa parezca sorprendente, el arte
cristiano sí se ejerce puro y libre (arte por el arte: obra por la obra) –saber sin
mezcla y volado de cualquier ‘otro’ saber fundamentador. Lo es, en cuanto no
reclama autorización ajena para realizarse y ser –lo es en cuanto se trata de un
saber por sí mismo y desde sí mismo. El arte de la Cristiandad –como también el
arte griego— es saber original –no remite a ningún otro-- y singular –carece de
equivalentes, análogos y substitutos--; es saber emergente desde una práctica –
mas no saber práctico que remite a teoría--; siempre azaroso saber, e incierto,
aunque en ocasiones ‘eficaz’ y ‘fecundo’ –propiedades sobre las que se sostiene,
vive y pervive.
El arte de la Cristiandad es saber todavía diverso a la Ciencia, la
Filosofía, las Teologías –natural, sobrenatural. (No el arte moderno, que reclama
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a la ‘mente’, a la ‘imaginación’, a la ‘técnica’, la ‘filosofía’.) Así planteado puede
aceptárselo entonces como una traducción original y singular del Cristianismo: el
arte de la Edad Media hizo Cristiandad –tan legítima y efectivamente como el pensar
Patrístico. (Desde la Modernidad, por el contrario, que la Religión ha perdido al
arte como interpretante original. Hoy ya no hay arte religioso, sino arte sobre la
Religión –el arte tematiza a lo religioso, pero no lo gestúa… Es decir, aun el arte
religioso contemporáneo es procedimentalmente ‘moderno’.)
Acerca de la Religión…
La palabra cristiana (Cristianismo) nace en lenguas semitas --‘hebreo’,
‘arameo’. Esto implica que los sentidos y realidades ‘cristianos’ –en Occidente--
fueron trans-puestos en principio a dos lenguas: el griego y el latín. Surge la
Cristiandad, como primera traducción-interpretación de la palabra de Cristo a lo
propio (Cristiandad primaria), y tal mensaje es el que retoma y al que refiere el
hombre moderno. Ahora bien. Hay una segunda transposición en la historia del
ser-occidente –y es ésta íntima y constitutiva del hombre de Hoy--: aquella que
comete la Modernidad, ‘modernizando’ a la ciencia y la filosofía, aunque a la
vez, al arte y la religión.
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La religión se ‘moderniza’ (Religión), mas lo que acaba siendo decisivo –
para lo que somos--, es que lo hace hacia todos –para todos--, y con irrestricta
efectividad –lo logra. Es decir... La religión deviene en la Modernidad ‘sistema
de creencias’: y ello va a ser para los científicos, pero, lo que es aún más
instituyente, así va a serlo también ‘para los religiosos’. La religión moderna, los
‘nuevos’ religiosos (nuevos y modernos cristianos, si se quiere…), adoptan la
identidad que le confiere el adversario… También puede pensarse que la
Religión, en su mutación, obtuvo un adversario. (Incluso nos parece una idea
más adecuada a los hechos.) Lo cierto es que se hizo y propuso a sí misma como
un igual a los saberes fundamentados modernos (ciencia, filosofía, técnica) --al
fin y al cabo un ‘sistema de creencias’ no es sino un ‘sistema de conceptos’, esto
es: Teoría--, y por ello compitió con la Ciencia --se le opuso, la confrontó...
Desprecio, devaluación, fueron posiciones mutuas, por cierto; pero el
enfrentamiento y la polarización de base se dieron: porque ambos saberes se
percibieron como lo mismo. (La ‘paridad’, aún hoy se entiende bajo el ‘sino’ de la
‘identidad’ o la ‘igualdad’ –no como el ‘estar a un lado’, no como el ‘estar a la
par’.)
Esta religión modernizada fue aquella a la que combatieron filósofos y
científicos; esta Cristiandad moderna (ya no es la Cristiandad primaria) es a la que
remitimos reflexivamente hoy; y aún más, la que se vive y hasta propone desde
los ámbitos religiosos. Sólo unos casos… El Catecismo católico hoy no es sino
un ‘aprovisionamiento de ideas’. La Religión cristiana…: cosa que se discute y
dirime públicamente entre hombres y mujeres, agrupados, en Asambleas. (¿Por
qué no…? Si al fin y al cabo se trata de ideas, la que delibera y resuelve debe ser
la Comunidad.)
En la Modernidad –cosa que aún nos pasa--, lo religioso de la Religión se
resuelve desde la ‘idealidad’ –de la manera que quiera entendérsela…, pero
siempre tomada como aquella ‘zona’ que excluye al cuerpo propio en su ‘dicción’
–a la psiquis--, y al otro en tanto cosa-que–se-sale-de-sí y ad-viene. Siendo así…
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Una vez que la Religión ya no es pasible de ‘propiedades’ ni ‘alteraciones’,
porque sólo ‘reconoce’ y ‘tolera’ aquellas cosas ‘razonables’ y ‘conversacionales’
–formulados y públicos ‘temas’, ‘cuestiones’, ‘problemáticas’, ‘misterios’…--,
deviene entonces perfectamente posible…: hacer Oraciones como reclamos,
pero sin ejercicios; Cristianismo sin cristo; Religión sin religados; Catecismo con
laicos y en aulas, pero sin teólogos; Dogmas, desde Asambleas, pero sin santos…
Pues bien, para el fin del final, dos ‘cosas’ queremos agregar… Una.
(Antes que nos señalen que lo dicho ‘no vale para TODO el arte y la religión de
la Edad Media’ y la ‘Modernidad’…) Que lo pensado y dicho no tuvo nunca
intención alguna de ser una ‘universalización’ de los sucesos y hechos artísticos
y religiosos del Occidente medieval y moderno. Que no ha sido nuestro interés
señalar lo que siempre fue…, sino apenas: que hay cosas que también hubieron –y
aún hay. Dos. Una idea de H. Michaux (1985):
Fin
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