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Simon bolivar

Simón Bolívar nació en la ciudad de Caracas el 24 de julio de 1783. Sus padres fueron el Coronel
don Juan Vicente Bolívar y Ponte, y doña Concepción Palacios Blanco. Tenía tres hermanos
mayores que él -María Antonia, Juana y Juan Vicente- y hubo otra niña, María del Carmen, que
murió al nacer. Antes de cumplir tres años, Simón perdió a su padre, fallecido en enero de 1786.
La educación de los niños corrió a cargo de la madre, mujer de fina sensibilidad, pero también
capaz de administrar los cuantiosos bienes que poseía la familia. Además de la herencia paterna,
Simón era titular de un rico mayorazgo, instituido para él en 1785 por el Presbítero Juan Félix Jérez
y Aristaguieta.

En su ciudad natal transcurrieron sus primeros años, con ocasionales viajes a las haciendas que la
familia poseía en los Valles de Aragua. En 1792 falleció doña Concepción. María Antonia y Juana
contrajeron matrimonio bien pronto, y los dos varones de la familia, Juan Vicente y Simón,
siguieron viviendo con el abuelo materno, don Feliciano Palacios, tutor de ambos. La casona de la
familia daba al frente a la plazuela de San Jacinto, en pleno centro de la ciudad. Al morir el abuelo,
Simón quedó al cuidado de su tío y tutor Carlos Palacios. En julio de 1795, cuando cumplía 12
años, sufrió una crisis muy propia de la primera adolescencia: huyó del lado de su tío, para
acogerse a la casa de su hermana María Antonia y de su marido, hacia quienes sentía mayor
afinidad afectiva. A consecuencia de estos hechos, que pronto se arreglaron favorablemente,
Simón Bolívar pasó algunos meses como interno en la casa de don Simón Rodríguez (1771-1854),
nacido también en Caracas, quien regentaba entonces la Escuela de primeras letras de la ciudad.
Entre aquel genial pedagogo y reformador social, y el niño Simón Bolívar, se estableció pronto una
corriente de mutua comprensión y simpatía, que duraría tanto como sus vidas. Rodríguez se
marchó de Caracas en 1797. Antes y después de ser alumno suyo, tuvo Bolívar otros maestros en
Caracas, entre los cuales se cita a Carrasco y a Vides, quienes le dieron lecciones de escritura y de
aritmética, a fray Jesús Nazareno Zidardia, al Presbítero José Antonio Negrete, profesor de Historia
y de Religión, y a Guillermo Pelgron, preceptor de latinidad. Recibió también lecciones particulares
de Historia y de Geografía que le dio don Andrés Bello (1781-1865), quien atesoraba ya en su
juventud el caudal de conocimientos que habría de conducirlo con el tiempo a ser el primer
humanista de América.

La vocación de Bolívar era el ejercicio de las armas. En enero de 1797, ingresó como cadete en el
Batallón de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua, del cual había sido Coronel años atrás su
propio padre. No tenía aún 14 años cumplidos. En julio del año siguiente, cuando fue ascendido a
Subteniente, se anotaba en su hoja de servicios: Valor: conocido; aplicación: sobresaliente. El
adiestramiento práctico en los deberes militares lo combinaba Bolívar con el aprendizaje teórico
de materias consideradas entonces la base de la formación castrense: las matemáticas, el dibujo
topográfico, la física, etc., que aprendió en la Academia establecida en la propia casa de Bolívar
por el sabio Capuchino fray Francisco de Andújar desde mediados de 1798, y a la cual asistían
también varios amigos de Simón.
A comienzos de 1799, viajó a España. En Madrid, bajo la dirección de sus tíos Esteban y Pedro
Palacios y la rectoría moral e intelectual del sabio Marqués de Ustáriz, se entregó con pasión al
estudio. Recibió allí la educación propia de un gentilhombre que se destinaba al mundo y al
ejercicio de las armas: amplió sus conocimientos de historia, de literatura clásica y moderna, y de
matemáticas, inició el estudio del francés, y aprendió también la esgrima y el baile, haciendo en
todo rápidos progresos. La frecuentación de tertulias y salones pulió su espíritu, enriqueció su
idioma, y le dio mayor aplomo. En Madrid conoció a María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza, de
quien se enamoró. A fines de 1800 pensaba en constituir un hogar, asegurarse descendencia, y
regresar a su país, para atender al fomento de sus propiedades. Hubo un compás de espera: en la
primavera de 1801 viajó a Bilbao, donde permaneció casi todo el resto del año. Hizo luego un
breve recorrido por Francia que le condujo hasta París y Amiens. En mayo de 1802 estaba de
nuevo en Madrid, donde contrajo matrimonio, el día 26, con María Teresa. Los jóvenes esposos
viajaron a Venezuela, pero poco duró la felicidad de Simón. María Teresa murió en enero de 1803.
El joven viudo regresó a Europa a fines de ese mismo año, pasó por Cádiz y Madrid, y se estableció
en París desde la primavera de 1804.

En la capital del naciente Imperio Francés los placeres de una vida social, mundana, y los estímulos
de orden intelectual, comparten la atención de Bolívar, no menos que el espectáculo fascinante de
una Europa en plena ebullición política. Frecuenta teatro, tertulias y salones, donde conoce a
bellas mujeres, pero trata igualmente a sabios como Alejandro de Humboldt y Amado Bonpland, y
asiste a las conferencias y a los cursos libres de estudios donde se divulgan los conocimientos y las
teorías más recientes. En esta época de su vida se entrega con pasión a la lectura. Se ha
encontrado de nuevo con Simón Rodríguez, cuyo saber y cuya experiencia hacen de él un
extraordinario compañero de conversaciones, lecturas y viajes. Van juntos a Italia, y cruzan a pie la
Saboya. En Roma, un día de agosto de 1805, en el Monte Sacro, Bolívar jura en presencia de su
maestro no dar descanso a su brazo ni reposo a su alma hasta que haya logrado libertar al mundo
Hispanoamericano de la tutela española. De nuevo se separan Bolívar y Rodríguez. El primero,
poco más tarde, asciende al Vesubio en compañía del Barón de Humboldt y de otros científicos.
Bolívar regresa a París, en donde se afilia a una logia masónica. A fines de 1806, conocedor de los
intentos realizados por el Precursor Miranda en Venezuela, Bolívar considera que ha llegado el
momento de volver a su patria. Se embarca en un buque neutral que toca en Charleston en enero
de 1807; recorre una parte de los Estados Unidos, y regresa a Venezuela a mediados del mismo
año.

Vive ahora como un joven aristócrata, atento al fomento de sus haciendas, y en 1808 sostiene un
sonado pleito con Antonio Nicolás Briceño por los linderos de una de ellas; pero piensa siempre en
el porvenir del país. En las reuniones que él y su hermano Juan Vicente celebran con sus amigos en
la quinta de recreo que poseen en Caracas a orillas del río Guaire, se habla de literatura, pero
también se hacen planes para la Independencia de Venezuela.

Llega el 19 de abril de 1810. La Junta establecida ese día nombra a Bolívar, en compañía de Luis
López Méndez y de Andrés Bello, comisionado ante el Gobierno Británico. Cumplida su misión,
Bolívar regresa de Londres a fines del mismo año. En Inglaterra ha visto el funcionamiento práctico
de las instituciones. En el seno de la Sociedad Patriótica de Caracas es uno de los más ardientes
abogados de la Independencia, que el Congreso proclama el 5 de julio de 1811. Bolívar se
incorpora al Ejército, y con el grado de Coronel contribuye en 1811, bajo las órdenes de Miranda,
al sometimiento de Valencia. En 1812, a pesar de grandes esfuerzos, no logra evitar que la plaza
de Puerto Cabello, de la cual era comandante, caiga en poder de las fuerzas realistas por una
traición. A mediados de 1812, el General Miranda capitula ante el jefe español Domingo de
Monteverde. En el puerto de La Guaira un grupo de oficiales jóvenes, entre los cuales figura
Bolívar, deseosos de continuar la lucha, arrestan al infortunado Precursor. Pero todos los
esfuerzos son inútiles. Bolívar logra salvarse gracias a la hidalguía de un amigo suyo, don Francisco
Iturbe, quien obtiene un pasaporte para él. Se traslada a Curazao, y luego a Cartagena de Indias,
donde redacta y publica su «Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un
caraqueño», uno de los escritos fundamentales, en el cual expone ya su credo político, así como
los principios que habrán de guiar su acción en los años futuros.

Comienzan entonces sus fulgurantes campañas militares, en las cuales alternarán victorias y
reveses hasta 1818, y a partir del año siguiente predominarán los triunfos. A la cabeza de un
pequeño ejército, limpia de enemigos las márgenes del río Magdalena, toma en febrero de 1813 la
Villa de Cúcuta, e inicia en mayo la liberación de Venezuela. La serie de combates y de hábiles
maniobras que en tres meses le condujeron vencedor desde la frontera del Táchira hasta Caracas,
a donde entró el 6 de agosto, merecen en verdad el nombre de Campaña Admirable con que se les
conoce. A su paso por Trujillo, en junio, había dictado el Decreto de Guerra a Muerte, con el
objeto de afirmar el incipiente sentimiento nacional de los venezolanos. Poco antes, a su paso por
la ciudad de Mérida, los pueblos le habían aclamado Libertador, título que le confieren
solemnemente en octubre de 1813 la Municipalidad y el pueblo de Caracas, y con el cual habrá de
pasar a la historia.

el período que va de agosto de 1813 a julio de 1814, la Segunda República, es en verdad el Año
Terrible de la Historia de Venezuela. La Guerra a Muerte hace furor, y los combates y batallas
indecisos, afortunados o perdidos, se suceden unos a otros con gran rapidez. A pesar de victorias
como la de Araure, la de Bocachica, o la primera batalla de Carabobo, y de resistencias tan
heroicas como la del campo atrincherado de San Mateo y de la ciudad de Valencia, tanto Bolívar
como el General Santiago Mariño (quien había libertado antes el Oriente del país) se ven obligados
a ceder ante el número de los adversarios, cuyo principal caudillo es el realista José Tomás Boves.
Éste triunfa en la Batalla de La Puerta (junio de 1814), y los patriotas se ven en la necesidad de
evacuar la ciudad de Caracas. Se produce una gran emigración hacia el Oriente del país. Allí,
Bolívar y Mariño ven su autoridad desconocida por sus propios compañeros de armas. El
Libertador halla de nuevo fraterno asilo en la Nueva Granada, donde interviene con varia suerte
en las contiendas políticas internas y logra que la ciudad de Bogotá se incorpore a las Provincias
Unidas. En mayo de 1815, hallándose frente a Cartagena, Bolívar abandona el mando para evitar el
estallido de la guerra civil.

Aislado en Jamaica desde mayo hasta diciembre de 1815, aguarda impaciente el momento de
intervenir de nuevo en la lucha. Mientras tanto, medita acerca del destino de Hispanoamérica y
redacta en septiembre la célebre Carta de Jamaica, donde abraza con penetrante comprensión y
con visión profética el pasado, el presente y el porvenir del Continente.

Mientras que la derrota de Napoleón en Europa, y la llegada a Venezuela de un poderoso ejército


español que manda el General Pablo Morillo, infunden nuevos ánimos a los partidarios de la causa
realista, Bolívar se traslada a la República de Haití, en busca de recursos para continuar la lucha. El
Presidente de aquel Estado, Alejandro Petión, se los proporciona con magnanimidad. Pronto sale
de Los Cayos una expedición al mando de Bolívar, que llega en mayo de 1816 a la Isla de Margarita
y pasa poco después al Continente. Carúpano es tomado por asalto, y ahí da Bolívar, el 2 de junio,
un decreto que concede la libertad a los esclavos, el cual ratificará poco después. La expedición
pasa luego al puerto de Ocumare de la Costa, en donde Bolívar se ve separado accidentalmente
del grueso de sus fuerzas, y debe embarcarse de nuevo. Regresa a Haití, en donde organiza una
segunda expedición que llega a la Isla de Margarita a fines del año. A comienzos de 1817 Bolívar se
halla en Barcelona. Su objetivo es apoderarse de la Provincia de Guayana, y hacer de ella la base
para la liberación definitiva de Venezuela. En julio, la capital de aquella Provincia, Angostura (hoy
Ciudad Bolívar), es tomada por los patriotas. Se organiza de nuevo el Estado. Bolívar crea el
Consejo de Estado, el Consejo de Gobierno, el Consejo Superior de Guerra, la Alta Corte de
Justicia, el Tribunal del Consulado, y se preocupa por establecer un periódico (que aparecerá en
junio de 1818), el «Correo de Orinoco». Entre tanto, tiene que luchar no sólo contra los españoles
sino también contra la anarquía que se había insinuado en su propio campo: en octubre de 1817,
tras un juicio militar, el General Manuel Piar, uno de los principales jefes republicanos, es fusilado
en Angostura. Hacia esos mismos días, el Libertador dicta la «Ley de Repartición de Bienes
Nacionales», que habrá de contribuir a fortalecer el sentimiento patriótico.

En 1818 la campaña del Centro se inicia bajo favorables auspicios, pues el Libertador logra
sorprender en la ciudad de Calabozo al general realista Morillo, pero los republicanos son
derrotados en el sitio de Semén. Días después, en el Rincón de los Toros, Bolívar está a punto de
morir a manos de una patrulla realista, en plena noche. El 5 de junio está de nuevo en Angostura.
Llegan entonces un Agente Diplomático de los Estados Unidos y un gran número de voluntarios
europeos.

El Segundo Congreso de Venezuela, convocado por Bolívar, se reúne en Angostura el 15 de febrero


de 1819. Ante él pronuncia un Discurso que es uno de los documentos fundamentales de su
ideario político. Le presenta, también, un proyecto de Constitución. Poco después emprende la
campaña que habrá de libertar a la Nueva Granada. El ejército tramonta los Andes por el inhóspito
páramo de Pisba, y tras los cruentos combates, en julio de 1819, de Gámeza y del Pantano de
Vargas, obtiene un triunfo decisivo en la batalla de Boyacá, el 7 de agosto. Días después Bolívar
entra en Bogotá. Dejando organizadas las provincias de la Nueva Granada bajo el mando del
General Santander, el Libertador regresa a Angostura, donde el Congreso, a propuesta suya,
expide la Ley Fundamental de la República de Colombia en diciembre de 1819. Este gran Estado,
creación del Libertador, comprendía las actuales repúblicas de Venezuela, Colombia, Ecuador y
Panamá.

A estos acontecimientos que habían fortalecido la causa republicana, vino a sumarse la Revolución
Liberal que estalló en España en enero de 1820. La situación ha cambiado. En todas partes los
ejércitos de la República obtienen ventajas. Cartagena es sitiada, Mérida y Trujillo libertadas. El
nuevo Gobierno español intenta llegar a un acuerdo pacífico con los patriotas. Los comisionados
de ambas partes firman en Trujillo, en noviembre de 1820, un Tratado de Armisticio y otro de
Regularización de la Guerra. El Libertador y el General Morillo se entrevistan en el Pueblo de Santa
Ana. Algunos meses después, expirado el Armisticio, los ejércitos republicanos se ponen en
marcha hacia Caracas. El 24 de junio de 1821, en la Sabana de Carabobo, Bolívar da una batalla
que decide definitivamente la independencia de Venezuela. Los restos del Ejército Realista se
refugian en Puerto Cabello, que caerá en 1823. El Libertador entra triunfador en su ciudad natal en
medio de la alegría de sus conciudadanos.

Vuelve ahora la mirada hacia el Ecuador, dominado todavía por los españoles. Por Maracaibo se
dirige a Cúcuta, en donde se halla reunido el Congreso, y de allí a Bogotá. En 1822 dos ejércitos
patriotas tratan de libertar a Quito: Bolívar conduce el del Norte, y el General Antonio José de
Sucre el del Sur partiendo de Guayaquil. La acción de Bomboná, dada por Bolívar en abril,
quebranta la resistencia de los pastusos, mientras que la batalla de Pichincha, ganada por Sucre el
24 de mayo, liberta definitivamente al Ecuador, que queda integrado a la gran República de
Colombia. En Quito Bolívar conoce a Manuela Sáenz, el gran amor de los últimos años de su vida.
El 11 de julio Bolívar se halla en Guayaquil, en donde desembarca el día 25 el General José de San
Martín, procedente del Perú. Allí se abrazan y se entrevistan los dos ilustres capitanes de la
Independencia Suramericana. Lo que conferenciaron en privado, consta en los documentos
auténticos emanados de Bolívar y de su Secretaría General. El objetivo principal del General San
Martín, que era negociar sobre el destino futuro de Guayaquil, no pudo realizarse, puesto que la
Provincia se había incorporado ya a la República de la Gran Colombia. A mediados de 1823 la
situación político-militar del Perú se había deteriorado muchísimo. Llamado por el Congreso y por
el pueblo de aquella Nación, el Libertador se embarcó en Guayaquil el 7 de agosto y llegó a
comienzos de septiembre al Callao. La anarquía reinaba entre los patriotas. Bolívar, facultado
únicamente para dirigir las operaciones militares, se dedicó con tesón a reorganizar el ejército,
dándole como núcleo central los cuerpos que le habían acompañado desde Guayaquil. En enero
de 1824 Bolívar se hallaba enfermo de cuidado en Pativilca, en la Costa del Perú, donde recibió la
noticia de que la guarnición del Callao se había pasado a los realistas. Ante tantas dificultades, su
indomable espíritu se manifestó en su exclamación famosa: «¡Triunfar!».

Lima cae en manos de los realistas, pero el Congreso del Perú, antes de disolverse, nombra a
Bolívar Dictador -como en la antigua República Romana- con facultades ilimitadas para salvar al
país. Él acepta serenamente tan tremenda responsabilidad. Retirado a Trujillo, trabaja
infatigablemente; su genio y su fe en el destino de América operan el milagro. Emprende la
ofensiva, y el 7 de agosto de 1824, en Junín, derrota al Ejército Real del Perú. La campaña
continúa, y mientras Bolívar entra en Lima y restablece el sitio del Callao, el General Sucre, en
Ayacucho, pone el sello definitivo a la libertad americana el 9 de diciembre de 1824. Dos días
antes, desde Lima, Bolívar había dirigido a los gobiernos de Hispanoamérica una invitación para
enviar sus plenipotenciarios al Congreso que habría de reunirse en Panamá, el cual efectivamente
se celebró en junio de 1826.

Ha terminado la fase militar de la Independencia. El 10 de febrero de 1825, ante el Congreso


Peruano reunido en Lima, Bolívar renuncia los poderes ilimitados que le habían sido conferidos.
Dos días más tarde aquel cuerpo decreta honores y recompensas al Ejército y al Libertador, pero
éste no acepta el millón de pesos que se le ofrecían particularmente. Sale luego de la capital para
visitar a Arequipa, El Cuzco y las provincias que entonces se llamaban del Alto Perú. Éstas se
constituyen en Nación, y lo hacen bajo la égida del héroe: «República Bolívar», se llamó la que hoy
conocemos con el nombre de Bolivia. Para el Nuevo Estado Bolívar redacta en 1826 un Proyecto
de Constitución en el cual están expresadas sus ideas para la consolidación del orden y la
independencia de los países recién emancipados.
Entretanto, una Revolución acaudillada por el General Páez -«La Cosiata»- ha estallado en
Venezuela contra el Gobierno de Bogotá, en abril de 1826. Bolívar regresa a Caracas y logra
restablecer la paz a comienzos de 1827. Sin embargo, las fuerzas de disociación predominan sobre
las tendencias aglutinadoras. Bolívar se distancia más y más, política y personalmente, del
Vicepresidente Santander, hasta que sobreviene la ruptura total. El 4 de julio de 1827 Bolívar sale
por última vez de Caracas, se embarca en La Guaira, y por la vía de Cartagena llega a Bogotá. Allí,
el 10 de septiembre, presta ante el Congreso juramento como Presidente de la República.

La Convención Nacional reunida en Ocaña en 1828 se disuelve sin que los diversos partidos hayan
logrado ponerse de acuerdo. Bolívar, aclamado Dictador, escapa en Bogotá, en septiembre de
aquel año, a un atentado contra su vida; poco después ha de ponerse en campaña para
enfrentarse a las fuerzas del Perú que han penetrado en el Ecuador, en donde permanece durante
casi todo el año de 1829. A pesar de estar enfermo y de sentirse cansado, lucha por salvar su obra.
A comienzos de 1830 vuelve a Bogotá para instalar el Congreso Constituyente. Venezuela se agita
de nuevo y se proclama Estado Independiente. En la Nueva Granada la oposición crece y se
fortalece. El Libertador, cada vez más enfermo, renuncia a la Presidencia y emprende viaje hacia la
Costa. La noticia del asesinato de Sucre, que recibe en Cartagena, le afecta profundamente. Piensa
marchar a Europa, pero la muerte le sorprende en San Pedro Alejandrino, una hacienda situada en
las cercanías de Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830. Días antes, el 10, había dirigido a sus
compatriotas su última proclama, que es su testamento político.

Sobresalió entre sus contemporáneos por sus talentos, su inteligencia, su voluntad y abnegación,
cualidades que puso íntegramente al servicio de una grande y noble empresa: la de libertar y
organizar para la vida civil a muchas naciones que hoy ven en él a un Padre. Sus restos mortales,
traídos a Venezuela con gran pompa en 1842, reposan hoy en el Panteón Naciona
Simón Rodríguez
Simón Rodríguez nació en Caracas el 28 de octubre de 1769. Pedagogo, pensador filosófico,
escritor de densas obras de contenido histórico y sociológico, y conocedor a fondo de la sociedad
hispanoamericana. Fue maestro y mentor del Libertador Simón Bolívar.

En 1794, presenta al Ayuntamiento sus Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de
primeras letras de Caracas y el medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento. Se trata
de un planteamiento crítico de la enseñanza colonial. En 1795, cuando el niño Bolívar se fuga de la
casa de su tutor, es enviado a vivir en la casa de su maestro Simón Rodríguez, bajo la tutoría de
éste.

Juntos parten en marzo de 1805, a un viaje que los lleva a Lyon y Chambery para luego atravesar
los Alpes y entrar en Italia: Milán. El 15 de agosto de ese mismo año, suben al Monte Sacro,
en Roma, y Rodríguez recoge para la posteridad el juramento que allí su discípulo hace: "Juro
delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor; y juro por mi
patria; que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que
nos oprimen por voluntad del poder español".

Don Simón Rodríguez, precursor y animador de la inquietud bolivariana, es por antonomasia


el Maestro del Libertador; antes de que éste independizara a América, Rodríguez (su "Maestro
Universal") hace su tarea: independiza a Bolívar, lo divorcia de la realidad tradicional y lo acerca a
la verdad futura; le ayuda a conseguir la perspectiva propia de un creador, a intuir su faena y a
calcular las fuerzas de sus auxiliares y sus enemigos. Simón Rodríguez llama a Bolívar a ser
terriblemente cuerdo entre aquellos mediocres que se autoestima depositarios del buen juicio y
de la sensatez, y a los ojos de los cuales la Independencia tenía que ser una locura singular.

Simón Rodríguez solía decir: "No quiero parecerme a los árboles, que echan raíces en un solo
lugar; sino al viento, al agua, al sol, a todas esas cosas que marchan sin cesar". En los años finales
de su vida, Simón Rodríguez va a Guayaquil, donde se perderá buena parte de su obra a causa de
un incendio que devastó a buena parte de la ciudad. En 1853, emprende un nuevo viaje al Perú,
acompañado por su hijo José y su amigo Camilo Gómez, quien lo asistirá en el momento de su
muerte, ocurrida en el pueblo de Amotape el 17 de julio de 1853. Setenta años después, sus
restos fueron trasladados al Panteón de los Próceres en Lima, y desde allí, al siglo justo de su
fallecimiento, fueron devueltos a Caracas, ciudad natal, donde reposan en el Panteón Nacional.
Andrés bello
La vida de Andrés Bello (1781-1865) conoció de cerca tres grandes períodos de la historia
latinoamericana: vivió sus primeros treinta años de vida en plena colonia española (Venezuela),
luego siguió desde Londres todos los movimientos y las victorias independentistas, y finalmente
conoció de cerca cinco lustros de vida latinoamericana independiente. Nació en Caracas y tuvo
una educación de élite y a la antigua, plenamente universal: latín, escolástica, castellano, inglés,
francés, medicina, matemáticas, filosofía, historia y geografía (fue profesor de esta materia de
Simón Bolívar). En 1796 Bello ingresó al Seminario y Universidad de Santa Rosa de Caracas. El 14
de junio de 1800 recibió el grado de bachiller en artes.

A pesar de que Caracas no concentraba para la época, ni mucho menos, los recursos culturales o la
acción oficial de España, era una ciudad que llamaba la atención por su actividad y nivel cultural a
cualquier europeo que la visitaba. Bello destacaba en las tertulias caraqueñas con algunos
poemas, por sus redacciones en la Gazeta de Caracas, y se le conoció en alguna época con la
denominación de Cisne de Anauco.

En 1802 Bello fue nombrado oficial segundo de la gobernaci6n de Venezuela, ascendiendo en


1810 a oficial mayor. Lo confirmó en ese puesto la Junta de Gobierno que asume el 19 de abril de
ese mismo año. En junio es agregado a la misión enviada ante el gobierno británico, formada por
Simón Bolívar y Luis López Méndez, en busca de apoyo inglés para asegurar las victorias
independentistas en Latinoamérica. Al partir a Londres, Bello gozaba ya de fama de hombre de
letras. Tras la reconquista española de Venezuela después de su declaración de independencia,
Bello se queda sin apoyo económico venezolano. Entre 1812 y 1822 Bello no tuvo trabajo estable.
Se ocupó en transcribir los manuscritos de Jeremías Bentham, y dio clases particulares de francés y
español. También fue institutor de los hijos de William Richard Hamilton, a la sazón subsecretario
de Relaciones Exteriores. En mayo de 1814, contrajo matrimonio con Mary Ann Boyland, de
20años, quien le dio tres hijos. El 9 de mayo de 1821, ella murió. Luego se asó en segundas
nupcias, en febrero de 1824, con Elizabeth Antonia Dunn, también de 20 años, quien le
acompañaría hasta el fin de sus días y con quien tendría nada menos que doce hijos, tres de ellos
nacidos en Londres, y los demás en Chile.

En Londres Bello vivirá durante 19 años, conociendo a los hombres más representativos del
mundo hispánico de Londres: Blanco White, Gallardo, Salvá, Egaña, Mendívil, entre los cuales el
primero y más importante de estos contactos fue su coterráneo Francisco de Miranda. Bello vivió
en su casa de Grafton Street hasta 1812, ocupando y trabajando en su gran biblioteca.

Se dedica a la investigación histórica, a crear revistas enciclopédicas destinadas a los países


hispanoparlantes [Biblioteca Americana (1823) y el Repertorio Americano (1826 - 27)], revistas
que incluían trabajos de investigación, creación, crítica y divulgación científica y literaria sobre
toda clase de materias que podían interesar a América; él mismo se dedica también a la crítica y a
la poesía. Se imbuye en Londres de nuevas costumbres, maneras de pensar y de hacer política, de
bibliotecas y cantidad de libros. Decisiva para su formación jurídica fue su adhesión a la escuela
utilitaria de Jeremías Bentham. En Londres Bello madura sus ideas y va preparándose para
colaborar en la estructuración cultural de muchas naciones que recién veían nacer sus nuevas y
fundamentales instituciones; en otras palabras, Bello se preparaba para colaborar en la
independencia cultural de Latinoamérica. Independencia que el sabía debía ser también,
agradecida. De lo que se trataba según lo que muchas veces dijo, era de aprovechar todo el
progreso cultural y científico de los europeos y del mundo en general, para que Latinoamérica no
tuviera que pasar por los mismos sufrimientos y demoras por los que pasaron los europeos para
lograrlo. Latinoamérica debía actualizarse rápidamente, alcanzar el nivel cultural y científico
europeo, y desde allí aportar a la humanidad.

En 1829 Bello llega a Chile; se quedará hasta el fin de sus días, y será entre Santiago y Valparaíso
que escribirá gran parte de toda su obra. En Santiago, Andrés Bello inspira, organiza y funda la
Universidad de Chile. Como legislador, redacta el Código Civil de Chile, el mismo que servirá de
base para varios otros códigos civiles latinoamericanos. La actividad de Bello durante sus treinta y
tantos años en Chile es fecunda: periodista, poeta, filósofo, educador, organizador y político. El 13
de julio de 1829, el presidente Francisco Antonio Pinto nombra a Bello oficial mayor del Ministerio
de Hacienda, con un sueldo de 2 mil pesos anuales. Pero ejercería en el ministerio de Relaciones
Exteriores, ocupando el cargo que correspondería hoy al de subsecretario. En 1830 se encarga
Andrés Bello de la redacción de las secciones extranjera y cultural del recién fundado diario oficial
“El araucano”. En 1832 se le otorga la nacionalidad chilena. Ese mismo año integra la Junta de
Educación, proponiendo los planes y programas educativos de todos los colegios del país. En 1837
es elegido senador de la República, y reelegido en dos períodos sucesivos, hasta el año anterior al
de su muerte, 1864. En 1840 se crea una comisión de parlamentarios para la elaboración del
Código Civil: Bello y Egaña fueron los senadores nombrados. Este último muere en 1846. Bello
continuó trabajando hasta completar la que fue una de sus más grandes obras. En 1842 se fundó
la Universidad de Chile, tras la aprobación de su nueva ley orgánica. Bello fue designado rector, y
reelegido mientras vivió.
José Antonio Páez
Nació el 13 de junio de 1790 en Curpa, cerca de Acarigua.
Hijo de Juan Victorio Páez y María Violante Herrera.
A los ocho años entra en la escuela de doña Gregoria Díaz, en la población de Guama.

A los 17 años, su madre lo envía a una importante misión en Patio Grande, cerca de Cabudare.
Llevaba una espada vieja, un par de pistolas de bronce, bastante deterioradas y doscientos pesos
para gastos personales. De regreso de su misión, cuando pasaba por Mayurupí lo asaltaron cuatro
forajidos, disparó su arma y mató de un tiro al que parecía el jefe. Escapa de la justicia ocultándose
en una hacienda donde trabajó de peón.

En 1810 organiza a los llaneros en favor de la independencia, convirtiéndose en su máximo


representante y al que le llamaban 'taita' ('padre'). En la acción de Mata de la Miel(16 de febrero
de 1816), derrotó, con sólo 500 hombres, a 1.800 soldados del coronel Francisco López. Ascendido
a teniente coronel y en El Yagual, volvió a aniquilar a las fuerzas de López, que esta vez contaba
con 2.300 hombres. En la batalla de Mucuritas (28 de enero de 1817) disponía de 1.100 llaneros
con los que derrotó al general La Torre que dirigía un ejército de 4.000 soldados y en la batalla
de Las Queseras del Medio (2 de abril de 1819), venció al realista Pablo Morillo. En la batalla de
Carabobo (24 de junio de 1821), fue ascendido a general en jefe.

Después fue jefe absoluto del departamento de Venezuela, integrante de la República de la Gran
Colombia. En 1826 fue destituido por el Senado y se vio obligado a entregar el mando el 29 de
abril. Al día siguiente estalló el movimiento llamado 'la Cosiata', Páez retomó el poder. Simón
Bolívar viajó desde el Perú y en Puerto Cabello (1 de enero de 1827) decretó una amnistía total y
lo confirmó en su cargo.

En 1830 Venezuela promulgó su Constitución y se convirtió en presidente de la República(1830-


1835). Es nuevamente elegido para el periodo 1839-1843. Fomentó la educación, la agricultura, la
artesanía y la inmigración, creó el Banco Nacional (1841) y trasladó los restos del 'Libertador'
desde Santa Marta hasta Caracas (1842).

En 1848 se levantó en armas contra José Tadeo Monagas y fue derrotado. Invadió el país en el año
siguiente, pero otra vez fue vencido, detenido y más tarde desterrado. En septiembre de 1861
regresó a Venezuela y estableció un régimen dictatorial.

Firmó el Tratado de Coche en 1863, y viajó a Nueva York (Estados Unidos), ciudad en la que
falleció el 6 de mayo de 1873. Sus restos fueron repatriados y sepultados en el Panteón Nacional,
el 19 de abril de 1888.
Manuela Sáenz
(Manuela Sáenz y Aizpuru o Sáenz de Thorne, también llamada Manuelita Sáenz; Quito, 1795 -
Paita, Perú, 1856) Patriota ecuatoriana. Esposa del doctor J. Thorne (1817), se convirtió en la
amante de Bolívar (1822), al que acompañó en todas sus campañas y al que, en una ocasión, salvó
la vida (1828), lo que le valió el apelativo de Libertadora del libertador. Su presencia al lado del
Libertador, durante los años cruciales de la gesta emancipadora, marcaría indeleblemente
numerosos acontecimientos en los albores de la vida republicana. Siguió el curso cronológico de
los principales sucesos políticos y militares de los que fue testigo o protagonista: el encuentro de
Bolívar y San Martín en Guayaquil, las batallas de Pichincha y Ayacucho, el conflicto entre el
Libertador y Santander, la rebelión de Córdova y la disolución de la Gran Colombia. A la muerte de
Bolívar fue desterrada a Perú. no Manuela Sáenz

No ha sido fácil para la historia de la América independentista incluir en su nómina de próceres el


nombre de Manuela Sáenz. Si su condición de mujer ya lo hacía difícil, su estatus de amante del
Libertador complicaba aún más las cosas. La historiografía del siglo XIX, temiendo por la memoria
del "más grande hombre de América", se encargaría de omitir la presencia de esta mujer en su
círculo. Con todo y con ello, las anécdotas se dieron a conocer, y la misma historia se vio en la
necesidad de otorgarle a Manuela Sáenz la categoría de heroína.

Nació en 1795 en Quito, ciudad por entonces de aires afrancesados, en la que los grandes salones
que acogían a la aristocracia marchaban al ritmo de una concepción laxa de la moral y de las
distracciones entre criollos y españoles, que pronto se convertirían en una sangrienta guerra entre
patriotas y realistas. Era hija natural de Simón Sáenz, comerciante español y realista, y de María
Joaquina de Aizpuru, bella mujer hija de españoles de linaje, quien en el futuro tomaría partido
por los rebeldes.

Desde muy joven entró en contacto con una serie de acontecimientos que animarían su interés
por la política. En 1809 la aristocracia criolla ya se hallaba conspirando contra el poder de los
hispanos, y a partir de entonces comenzaron a sucederse un conjunto de revueltas sangrientas.
Quizá las circunstancias familiares llevaron a Manuela a optar por los revolucionarios: presenciaba
desfiles de prisioneros desde la ventana de su casa, y se maravillaba de las hazañas de doña
Manuela Cañizares, a quien tuvo por heroína al enterarse de que los conspiradores se reunían
clandestinamente en su casa.

Por causa de las propias revueltas, sin embargo, se ausentó de la ciudad para refugiarse junto a su
madre en la hacienda de Catahuango. Allí se convirtió en una excelente amazona, mientras su
madre le enseñaba a comportarse en sociedad y a manejar las artes del buen vestir, el bordado y
la repostería. Tiempo después ambas regresaron a Quito, y la madre decidió internarla en el
convento de monjas de Santa Catalina; tenía entonces diecisiete años.
La fascinación de Manuela por la vida pública y su ímpetu rebelde la harían abandonar
prontamente la clausura del convento. Aprendió a leer y a escribir, virtudes éstas que le
permitieron iniciar una relación epistolar con su futuro amante: Fausto Delhuyar, un coronel del
ejército del rey. Con él se fugó para descubrir más tarde el infortunio de su infertilidad, y la
desgracia de estar al lado de un charlatán. Las habladurías del amante le significaron la obligación
de contraer matrimonio con James Thorne, un médico de cuarenta años que comerciaba con su
padre y al que nunca llegaría a amar.

Corría el año 1819 y Manuela deslumbraba en los grandes salones de Lima, junto a su amiga Rosita
Campuzano. El resto de la América estaba convulsionada. Simón Bolívar ya había liberado el
territorio de la Nueva Granada y se disponía a fundar en Angostura la Gran Colombia. Entrado el
año de 1820, José de San Martín se encontraba de camino hacia Perú. Los limeños comenzaban a
conspirar, y la Sáenz se convertía en una de las activistas principales. Las reuniones se realizaban
en su casa y las disfrazaba de fiestas; actuaba de espía y pasaba información. Participó en las
negociaciones con el batallón de Numancia, y en 1822, una vez liberado Perú, fue condecorada
"Caballeresa del sol, al patriotismo de las más sensibles".

Con la excusa de acompañar a su padre, Manuelita marchó hacia Quito. Colaboró activamente con
las fuerzas libertadoras: llevaba y traía información, curaba a los enfermos y donaba víveres para
los soldados. El 16 de junio de 1822, Simón Bolívar entró triunfalmente en la ciudad y, después de
un cruce de miradas, fueron presentados en un baile en homenaje al Libertador.

A partir de entonces mantendrían una relación pasional. Los compromisos del Libertador no
impedían los encuentros amorosos, y mientras duraba la ausencia, Manuelita participaba
activamente en la consolidación de la independencia del Ecuador. Bolívar le regaló un uniforme,
que ella utilizaba a la hora de sofocar algún levantamiento. La muerte de su padre la motivó a
regresar a Lima. Fue nombrada por Bolívar miembro del Estado Mayor del Ejército Libertador;
peleó junto a Antonio José de Sucre en Ayacucho, siendo la única mujer que pasaría a la historia
como heroína de esta batalla. Una vez aprobada la Constitución para las nuevas naciones, marchó
a Bogotá junto al Libertador.

Eran los tiempos del corto esplendor de la Gran Colombia. Manuelita militaba activamente en el
partido bolivariano y se encargaba de llevar los archivos del Libertador. Durante el día vestía de
soldado y, junto a sus fieles esclavas de siempre, se dedicaba a patrullar la zona. Cuidaba las
espaldas de Bolívar. El 25 de septiembre de 1828, gracias a su intuición, lo salvó de un atentado
dirigido por Francisco de Paula Santander, enfrentándose a los conspiradores mientras su
protegido huía descolgándose por una ventana; a raíz de este acontecimiento Bolívar, de regreso a
palacio, le dijo: "Eres la Libertadora del Libertador". Solía organizar en su casa representaciones en
las que era habitual la burla hacia los enemigos del Libertador; la "quema de Santander" era una
de las actuaciones preferidas. Los amores eran nocturnos y se prolongarían hasta la huida de
Bolívar a Santa Marta en 1830.

Siete meses más tarde, al conocer la muerte de su amado por medio de una carta de Peroux de
Lacroix, decidió suicidarse. Se dirigió a Guaduas, donde se hizo morder por una víbora, y fue
salvada por los habitantes del lugar. Antes de la muerte del Libertador se levantó una ola de
calumnias en su contra por parte de Santander, y Manuela decidió escribir, como forma de
protesta, La Torre de Babel(julio de 1830), motivo por el cual se le emitió una orden de prisión.
Seguidamente, tuvo lugar la persecución de los colaboradores de Bolívar, que la consideraban
peligrosa. Así, el 1 de enero de 1834, le ordenaron que abandonara la nación en un plazo de trece
días. Mientras tanto, fue encerrada en la cárcel de mujeres y conducida en silla de manos hasta
Funza, y de allí, a caballo, hasta el puerto de Cartagena con destino a Jamaica.

Manuela volvió al Ecuador en 1835. El presidente Vicente Rocafuerte, ante la noticia de su llegada,
determinó su salida del país. Esto le llevó al destierro. Se radicó en el puerto de Paita, donde
subsistió elaborando dulces, tejidos y bordados para la venta, ya que las rentas por el
arrendamiento de su hacienda de Catahuango, en Quito, no le eran enviadas. En la puerta de su
casa se podía leer English Spoken; era querida por la gente del pueblo y bautizaba niños, con la
condición de que se llamaran Simón o Simona. Fue visitada por muchos hombres importantes,
entre los que figuraron Simón Rodríguez, Hermann Melville y Giuseppe Garibaldi. Uno de los
visitantes del lugar trajo consigo la difteria, enfermedad que contrajo Manuelita y de la que murió,
ya pobre e inválida, a los 60 años de vida.

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