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La paz de Duque es una política de mano dura

Montaje: Mateo Rueda (pacifista.tv)

La concesión de dispositivos, creados especialmente para lidiar con ex guerrilleros


de las Farc, es la medida del presidente Iván Duque que divide a Colombia y su intento de
paz. Es necesario percibir que la victoria de Duque desde las urnas ha confirmado que
muchos colombianos aún no están preparados para perdonar a la guerrilla marxista tras
más de 50 años de conflicto armado. Eso porque los uribistas no tienen como objetivo
político un acuerdo de paz con las Farc. A ellos les gusta tener la guerrilla como enemiga
para unificar al país detrás de sí y así justificar su política de mano dura. Este es el
resultado final de una conciliación con los medios de una guerra.
Desde su campaña en 2016, Duque prometió que no destruiría el acuerdo, sino que
haría las cosas a su manera. En general, esto significó retrasar cuanto era posible el trabajo
de la JEP (Justicia Especial de Paz), el tribunal para ex guerrilleros y ex militares que define
a las polémicas amnistías y penas alternativas, intentar remendar el acuerdo en lo que trata
el narcotráfico como el crimen pasible de indulto y poner el foco mismo sólo en el más fácil,
la política de reinserción de los ex guerrilleros en la sociedad.
Este proceso resumidamente titulado "Farc" es sólo uno de los capítulos de la
violencia histórica en Colombia. En el campo colombiano, a diferencia de los antiguos
guerrilleros brasileños comandados por los nordestinos, se enfrentan diversos grupos
ideológicos como el ELN (Ejército de Liberación Nacional), los ex paramilitares y los carteles
de la droga (Bacrim o bandas criminales). Es cierto que la guerrilla planteaba muchas
dificultades para las negociaciones, ya que no paraba, como era pedido, de secuestrar y
extorsionar mientras estaba dialogando, con la excusa de que, sin eso, no había medios de
sobrevivir.
Se sabía desde la negociación con las Farc que no bastaba con firmar la paz con
esa guerrilla, era necesario también pacificar al resto del país, neutralizando a las otras
guerrillas, carteles y ex guerrilleros. Si esto no ocurre y es prioridad de política seria y
estatal, otras muertes de los líderes sociales por ejemplo también continuar, otro efecto
secundario negativo del acuerdo de paz aún mal implementado. El conflicto fue negociado
en un modelo de justicia transicional, por lo que no convencional. La narración que siempre
debe estar en rigor es el papel central de la paz como elemento político y capaz de dar
bajas a homicidios en el país. Con respaldo internacional sin precedentes, Duque no
conseguirá inversiones relacionadas con la paz si va hacia arriba del acuerdo como propone
y es criticado.
La reparación de los puntos que considera problemáticos es posible, pero deberían
ser hechos no sólo con tacto político e inteligencia estratégica, sino respetando una
legislación que el Congreso colombiano aprobó y del cual la Corte Suprema es hoy su
guardián. La acción más agresiva en este último punto puede ser considerada abuso de
poder. Dado que las tomas brutales de decisión de su padrino político, ex presidente Álvaro
Uribe, no es de esperar mucho.

Português
A paz de Duque é uma política de mão-dura
A concessão de dispositivos, criados especialmente para lidar com ex-guerrilheiros
das Farc, é a medida do presidente Ivan Duque que divide Colômbia e sua tentativa de paz.
É preciso perceber que a vitória de Duque desde as urnas confirmou que muitos
colombianos ainda não estão preparados para perdoar a guerrilha marxista depois de mais
de 50 anos de conflito armado. Isso porque os uribistas não tem como objetivo político um
acordo de paz com as Farc. Gostam de ter a guerrilha como inimiga para unificar o país
detrás de si e assim justificar sua política de mão-dura. Esse é o resultado final de uma
conciliação com os meios de uma guerra.
Desde sua campanha em 2016, Duque prometeu que não destruiria o acordo, mas
que faria as coisas à sua maneira. Basicamente, isso significou atrasar o quanto fosse
possível o trabalho da JEP (Justiça Especial de Paz), o tribunal para ex-guerrilheiros e
ex-militares que define as polêmicas anistias e penas alternativas, tentar remendar o acordo
no quesito que trata o narcotráfico como crime passível de indulto e colocar o foco mesmo
apenas no mais fácil, a política de reinserção dos ex-guerrilheiros na sociedade.
Esse processo resumidamente intitulado “Farc” é só um dos capítulos da violência
histórica na Colômbia. No campo colombiano, diferente dos antigos guerrilheiros brasileiros
comandados pelos nordestinos, se enfrentam diversos grupos ideológicos como o ELN
(Exército de Libertação Nacional), os ex-paramilitares e os cartéis da droga (Bacrim ou
bandas criminales). É certo que a guerrilha colocava muitas dificuldades para as
negociações, uma vez que não parava, como era requisitado, de sequestrar e extorquir
enquanto estava dialogando, com a desculpa de que, sem isso, não tinha meios de
sobreviver.
Era sabido desde a negociação com as Farc que não bastava assinar a paz com
essa guerrilha, era necessário também pacificar o resto do país, neutralizando as outras
guerrilhas, cartéis e ex-guerrilheiros. Se isso não ocorrer e for prioridade de política séria e
estatal, outras mortes dos líderes sociais por exemplo também irão continuar, outro efeito
colateral negativo do acordo de paz ainda mal implementado. O conflito foi negociado em
um modelo de justiça transicional, portanto não convencional. A narrativa que sempre deve
estar em rigor é o papel central da paz como elemento político e capaz de dar baixas a
homicídios no país. Com respaldo internacional sem precedentes, Duque não conseguirá
investimentos relacionados à paz se for para cima do acordo como propõe e é criticado.
Consertar os pontos que considera problemáticos é possível, mas deveriam ser
feitos não só com tato político e inteligência estratégica, mas respeitando uma legislação
que o Congresso colombiano aprovou e do qual a Corte Suprema é hoje sua guardiã. A
ação mais agressiva neste último ponto pode ser considerada abuso de poder. Dado a
tomadas brutais de decisão de seu padrinho político, ex-presidente Álvaro Uribe, não é de
se esperar muito.

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