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INTRODUCCION

El presente trabajo, realizado en el marco del curso “Auxiliar


Forense”, pone de manifiesto el primer caso de antropofagia registrado en el
departamento Garay de la provincia de Santa Fe, República Argentina.

Durante el año 1936, la comunidad del corredor costero de la


provincia de Santa Fe se vio conmocionada tras la noticia de un caso de
secuestro y violación cuyo punto culminante fue una práctica de
canibalismo. El victimario, de identidad dudosa puesto que se le adjudicaban
tres nombres diferentes, confesó voluntariamente haber comido al menor
que dijo haber secuestrado.

Los hechos aquí consignados tuvieron lugar en la localidad de Cayastá


en el transcurso del año 1936 y los datos detallados a continuación fueron
extraídos del expediente del caso y, a partir de la información obtenida, se
realizaron observaciones pertinentes con la finalidad de aplicar los
conocimientos adquiridos durante las clases del curso mencionado ut supra.

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En el mes de mayo de 1936, la policía de la localidad de Cayastá
(Santa Fe) toma conocimiento de la desaparición de un menor de nombre
Eusebio Lugones. Tras varios días de búsqueda infructuosa, la desaparición
de Eusebio conduce a los integrantes de la fuerza policial a develar un
horrendo caso de canibalismo precedido por privación ilegítima de la
libertad y violación.

El 19 de enero de 1936, Juan Cruz Lugones se presenta en el


Destacamento Policial de la localidad con la finalidad de denunciar que el
día anterior, a las 9 horas, ha desaparecido del paraje El Dorado su hermano
Eusebio Lugones, de 11 años de edad. Lugones manifiesta también suponer
que el niño pudo haberse ahogado.

Los integrantes del destacamento emprenden la búsqueda por la zona


ribereña de acuerdo con la denuncia realizada. En este punto se desprende,
dados diferentes testimonios, que el menor pudo haberse ido con un
desconocido de más o menos 40 años en una canoa. Si bien se detallan los
datos de la canoa y del individuo, no se puede precisar el rumbo tomado.
Nos encontramos aquí frente a pruebas subjetivas que, si bien pueden
colaborar con el esclarecimiento del caso, no revisten la seriedad suficiente
como para ser tomadas en cuenta.

El día 20 de enero del mismo año, se inicia la búsqueda por las islas y
costas del Río Paraná. Se dispone, además, vigilancia en la zona recorrida y
el día 23, después de haber inspeccionado debidamente los lugares
mencionados durante tres días, no se obtiene ningún resultado. Con respecto
al estado meteorológico, la policía informa que los fuertes temporales han

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impedido proceder con la rapidez que la situación demanda. Esta falta de
prontitud, de celeridad se presenta como una situación potencial de riesgo. Si
bien no se sabe exactamente qué fue lo que pasó con el menor, los riesgos
que supuestamente podría estar atravesando se maximizan con la falta de
acción. Hoy, transcurridos ya tantos años, podría inferirse que los oficiales
que tomaron la denuncia de Juan Cruz Lugones desestimaron la desaparición
del niño.

Transcurre el tiempo y, según consta en el expediente, el 23 de mayo


los integrantes de la fuerza policial dan con el paradero de quien resultaría
ser el victimario. Se encuentran con una persona armada con una escopeta.
Después de una larga charla se hace evidente la enajenación mental del
individuo. Se lo interroga con respecto a una carne que se veía colgada en
unos ganchos y responde que era carne vacuna perteneciente a un novillo
que había carneado el día anterior. Ese mismo día se secuestra del lugar una
damajuana y su contenido.

Posteriormente, se procede a la detención del individuo cuyo nombre,


según dijo, era Aparicio Garay. Inmediatamente, Garay indica el lugar de la
carneada donde también podían observarse huellas que le pertenecían. Se
incautan, además, unas tripas que se encontraban a unos 3 ó 4 metros del
rancho y que, según Garay, pertenecían al menor que se había comido.

El 20 de mayo, a las 8 horas los funcionarios, en compañía de


Aparicio Garay, se trasladan al islote de Racine con la finalidad de realizar
indagaciones para dar con el paradero del menor en cuestión. Ya en el islote
el detenido confiesa que las tripas encontradas el día anterior en el costado

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sur del rancho pertenecían al menor Lugones, a quien él mismo asesinó de
un tiro cuando quiso escaparse en su canoa. Confiesa, también, haber
tirado el cuerpo en pedazos chicos frente al rancho y, posteriormente, haber
quemado sus ropas. Allí se secuestra una hebilla y se observan señales
evidentes de la quemazón. Garay señala, además, un lugar donde se
observan pastos manchados con sangre e indica que allí fue donde
despedazó a la criatura. Tras varias horas de búsqueda del cuerpo se
secuestra, del fondo del río, más o menos a 6 metros de la orilla, la parte
correspondiente al cráneo que se ve serruchado en la parte frontal y en las
mandíbulas. Se incautan, por otra parte, huesos completamente desprovistos
de carne y serruchados en su totalidad.

El 21 de mayo se interroga al detenido, cuyas respuestas relacionadas


con su identidad y su procedencia son imprecisas. Afirma saber cuál es la
causa de su detención. Vale aclarar en este punto que al detenido se lo
responsabilizaba, además, de haber robado y carneado un novillo. Con
respecto al caso que nos compete, declara cómo ha sido su encuentro con la
víctima y los hechos sucedidos posteriormente. Aparicio llega al rancho
donde se encontraba el chico, quien le ofrece mate y, después de una charla,
lo invita a pescar. Ambos se suben a la canoa y comienzan a recorrer y a
avanzar por el río. Según consta en el expediente, después de dos cuadras
Aparicio le sugiere al muchacho que abandone la canoa y el mismo se niega;
posteriormente ya no lo deja bajar. Fue así como recorrieron varios lugares,
entre los que se detallan Burgos, Florencia (entre Ituzaingo y Corrientes);
permanecen cuatro días en la casa de una amiga del imputado llamada
Ernestina Montenegro. Llegaron después a Paraguay donde permanecieron
18 ó 20 días y emprendieron el regreso por la zona de Cayastá, invirtiendo el

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tiempo en cazar carpinchos y durmiendo donde los sorprendía la noche. Días
después, llegan a Reconquista, a partir de este momento transcurren varios
días hasta que llegan al lugar en el cual Aparicio fue detenido. Hacía nueve
días que se encontraba en el lugar de la detención; y se observaban
evidencias de su afincamiento, puesto que ya tenía un rancho en
construcción y un sembradío de sandía y zapallo.

Garay refiere, además, que, mientras venían río abajo, el menor


intentó escaparse más de una vez. En La Paz, cuando fueron a vender
pescados, el menor quiso huir y fue interceptado por un marinero quien,
tomándolo del brazo, se lo entregó a Garay. Este se lo llevó rápidamente
evitando así que el niño se fuera hacia la zona de las colonias, ya que allí
hubiera sido imposible encontrarlo. Ese mismo día abusó del menor quien,
según Aparicio, no se resistía. Agrega que el chico estaba enfermo de los
intestinos y que él lo curaba con yuyos. Finalmente, el menor engordó lo
suficiente como para que el victimario pudiera obtener 6 litros de grasa de su
cuerpo que conservó en una damajuana y el resto lo utilizó para engrasar
fierros pero, como no le resultó útil, lo guardó para venderlo como aceite.

Transcurridos 5 ó 6 días de permanencia en el islote de Racine, el


menor intenta escaparse nuevamente en la canoa. Allí Garay le dispara a 70
metros con una escopeta que apoyó en su hombro izquierdo y cuyo impacto
fue en la parte trasera del hombro derecho de la víctima. Se hunden la canoa
y el menor y, una hora después, el cuerpo aparece flotando en la superficie.
Esto ocurre entre las 12 y las 13 horas. Garay retira el cuerpo del agua y lo
lleva al rancho y, a los 3 ó 4 metros le abre el vientre para ver lo que tenía en
las tripas ya que, según declaró anteriormente, el chico estaba enfermo de

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los intestinos. Acto seguido, comienza a cortar el cadáver con una suerte de
espada con un mando improvisado ad hoc.

Es pertinente agregar aquí que la criminalística estudia la mecánica de


los hechos, el cuándo, el dónde y el por qué. Dice el declarante que descarnó
los huesos a los que serruchó para obra pero, al ver que no servían porque
no eran macizos sino esponjosos, los tiró al río frente al rancho. Todos los
datos que han sido referidos por el declarante se constituyen en pruebas
válidas para la aplicación y el desempeño de la ciencia criminalística.

Retomando la declaración de Garay, el mismo confiesa que, después


de haber tirado los huesos al río, un poco de carne les dio a los perros, a los
que les gustó la carne cristiana, y lo demás lo colgó en ganchos, un poco
fritó con grasa (también obtenida del cadáver del niño); señaló la parte de los
muslos y agregó que, una vez que el paladar se acostumbró (a ese sabor) lo
comió ya que al principio no le gustaba. Refirió, inclusive, que le arrancó a
la víctima el cuero cabelludo y lo tiró al río; posteriormente, dijo que el
mismo día que mató al menor arrojó todo al río y a la noche durmió
tranquilo.

Hasta aquí, los datos consignados en el prontuario de Aparicio Garay


o Nazario Palmas o Agustín Zamora.

Después de que el expediente siguiera su curso legal, el juez Dana


Montaño, interviniente en la causa, resuelve lo siguiente: “RESUELVO:
sobreseer definitivamente esta causa a favor de Aparicio Garay o Nazario
Palmas o Agustín Zamora y ordenar su reclusión en el “Hospicio de las

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Mercedes” de la Capital Federal” por no existir en esta1 establecimiento
apropiado…”

Anteriormente, en la sentencia se aclara que “… el causante tiene sus


facultades mentales alteradas, que es un sujeto senil con delirio
sistematizado cuya evolución no puede precisarse… debe ser internado en
un establecimiento adecuado para su enfermedad…” por lo tanto, la
resolución de este caso se encuadra dentro de lo dispuesto en el artículo 34
inciso 1 del Código Penal de la República Argentina.2

Con respecto a la enajenación o alienación del sujeto, hay una serie de


datos periféricos a su práctica caníbal que confirman que Garay,
efectivamente, tenía sus facultades mentales alteradas. En una entrevista que
mantuvo el criminal con un cronista del diario “El Litoral”3 pocos días
después de que este hecho saliera a la luz, Garay dice haber actuado en
función de “el horario”. Supuestamente, según él, el horario era un ser no
definido, inconsistente, que le indicaba lo que debía hacer y cómo y cuándo
debía hacerlo.

En otra entrevista, en este caso con un cronista del diario El Orden4,


Garay hizo referencia al “horario” de esta manera: “El horario es mi Dios. Él
manda, yo soy su sirviente. Manda a todos los hombres. En el horario están
1
La expresión “en esta” hace referencia a la ciudad capitalina de Santa Fe que no contaba con un
establecimiento en el cual se lo pudiera recluir a Aparicio Garay.
2
Título V. Inimputabilidad. Art 34. No son punibles: 1º el que no haya podido en el momento del hecho, ya
sea por insuficiencia de sus facultades, por alteraciones morbosas de las mismas, o por su estado de
inconsciencia, error o ignorancia de hecho no imputable, comprender la criminalidad del acto o dirigir sus
acciones (…)
3
En la edición del día 21 de mayo del año 1936, este diario publica una nota relacionada con este caso de
antropofagia; posteriormente, en la edición del 7 de agosto del año 2008, se hace referencia a la nota
publicada por aquellos años.
4
Diario El Orden, edición del día 22 de mayo de 1936.

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las horas. Las horas son el tiempo. Es la vida de los hombres. El horario me
dijo: ¡no lo dejes ir!... y yo no lo dejé ir. ¿Qué podía hacer? Yo soy un
sirviente”

En otra nota publicada posteriormente por el mismo diario5, se supo


que Garay cometió otro brutal asesinato en el Hospicio “Las Mercedes”,
lugar destinado para su reclusión. Según sus propias declaraciones, mató a
un compañero “porque este no lo dejaba dormir. A cada momento se
levantaba de la cama que ocupaba en el mismo pabellón haciendo un ruidito
que le molestaba, por eso lo había seguido hasta el baño donde, armado de
un rastrillo lo agredió hasta darle muerte”.

Esas fueron las últimas noticias que se han tenido con respecto al
paradero del asesino, nunca más se supo de él.

En la actualidad, los familiares del menor asesinado viven en la


localidad de Cayastá. Si bien el caso tuvo, en su momento, una repercusión
asombrosa y masiva, para los familiares de la víctima representa no sólo un
recuerdo doloroso sino, además, un evento que los ubicó en un lugar de
exposición que no les es grato ocupar. Sabemos de modo fehaciente la
reticencia que manifiestan cada vez que el caso de Aparicio Garay es
mencionado en alguno de los medios de comunicación o en cualquier tipo de
charla.

5
Diario El Orden, edición del día 10 de Octubre de 1938.

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Aquí se detallan las diferentes áreas de la investigación que
intervinieron o pudieron haber intervenido en la resolución del caso como
así también algunas irregularidades que se han ido observando durante la
lectura del expediente. Se detallan, por otra parte, datos específicos del
hecho ocurrido.

Pruebas Subjetivas: este tipo de pruebas se refieren, por ejemplo, a los


relatos de personas que puedan aportar datos para la resolución o
esclarecimiento del caso. En relación a la desaparición de Eusebio Lugones,
una vez que su hermano radica la denuncia ante la jefatura de policía, se
desprende la posibilidad testimonial de que el menor se haya ido con un
desconocido como de 40 años en una canoa, estos testimonios incluyen
descripciones tanto de la canoa como del individuo.

Datos sobre el lugar del hecho: lugar donde se encuentra al declarante, el


islote de Racine.

Víctima: la víctima de este suceso fue identificada como Eusebio Lugones,


oriundo de Cayastá, de 11 años de edad.

Victimario: identificado como Aparicio Garay, Nazario Palmas o Agustín


Zamora.

Criminalística: estudia el mecanismo de los hechos, cómo, cuándo, dónde.

Estudio emocional de individuo: ¿Por qué lo hizo? ¿Qué lo indujo a


cometer semejante hecho? De acuerdo con las declaraciones del imputado y

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con la sentencia del juez, Garay presentaba signos severos de alteración y
enajenación mental.

Se evidencian también pruebas de conducta desviada que se patentizan en


las reiteradas violaciones sexuales que Garay cometió sobre el niño.

Antropometría: se examinan los huesos: fémur, tibia y cráneo lo que


permite determinar que se trataba de una persona menor de 15 años.

Balística: se utilizó una escopeta de caño calibre 12. El tiro fue ejecutado a
unos 70 metros de distancia del menor.

Al momento de mencionar algunas de las irregularidades observadas,


cabe destacar que, desde un comienzo, el caso fue bastante irregular y la
manera de abordarlo presentó muchos errores durante todo el procedimiento,
errores que podrían atribuirse al escaso desarrollo tecnológico y científico de
la época.

Los oficiales de la policía no salieron en búsqueda del menor


argumentando que los fuertes temporales obstaculizaban sus tareas. El
tiempo es un factor importante y decisivo.

Cuando el personal policial da con el paradero del responsable del


crimen, quien les indica el lugar donde había descuartizado el cuerpo, no
recogieron las evidencias que representaban los pastos manchados con
sangre cuyo análisis podría haber arrojado luz sobre el caso.

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Una vez incautada la damajuana que, supuestamente, contenía grasa
del menor, se la envía a depósito, no previendo que la misma debía ser
conservada en frío para evitar así su descomposición.

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Lo que nos cuenta un vecino6.

Ramón recuerda el caso de Aparicio como una de las tragedias más


cruentas que le ha tocado vivir a lo largo de su vida. Nacido en 1915 y
radicado en la zona hasta la actualidad, rememora sin dificultad aquel
nefasto año de 1936. Con sus 95 años puede darnos una descripción de
Garay que coincide ampliamente con las fotografías publicadas en los
medios, lo único que nos aclara es que en las fotos Aparicio se ve más alto
de lo que en realidad era: “y eso que yo mismo lo vi con cadenas cuando lo
trajeron para que lo viéramos los del pueblo… no éramos muchos en esa
época… algunos le gritaban cosas, lo insultaban… yo no sé por qué la
policía lo dejó ahí, lo podrían haber matado… la gente pasaba a verlo, acá
son todos curiosos… qué vergüenza que era, también, para nosotros, los del
pueblo, que nos conocieran o que hablaran de esta zona por el tipo que se
comió a una criatura”.

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La verdadera identidad de la persona que habló con nosotros no es revelada pues él mismo nos pidió que
la reserváramos dada la cercanía que mantiene con los familiares de la víctima.

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CONCLUSION

El juez Dana Montaño sobreseyó a Garay puesto que consideró que


padecía un estado de “alteración mental” que lo hizo cometer semejante
aberración contra un semejante, valga la redundancia. La alienación del
victimario, su anormalidad, permitieron que fuera liberado de ir a prisión y
que se lo recluyera en el Hospicio “Las Mercedes”

Si hablamos de “anormalidad” en el caso que nos compete, no


debemos perder de vista que la contrapartida de este término es la
“normalidad”. Garay no se adecuaba a las normas que rigen la conducta de
los individuos dentro de una sociedad; normas que tienen que ver con la
legalidad y con el deber ser del ser humano. Todos los individuos, como
actores sociales, tienen algo en común que los une, que los vincula, que los
condiciona y que, en determinadas situaciones los enfrenta. Pero esos
enfrentamientos también se encuentran enmarcados por la legalidad y por la
adaptación a la norma.

Garay transgredió la norma, violó reiteradas veces el contrato social


que traban entre sí los individuos. Esa violación, realizada dentro de un
estado de enajenación dada su “mente alterada” le valió la reclusión, el
aislamiento del grupo social al que pertenecía pero con el que no se
identificaba. El hombre no sólo se identifica con otros hombres sino,
también, se identifica (y se determina) con el medio en que vive. Hombre y
medio suelen conformar una unidad indisoluble.

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El victimario practicó un acto de canibalismo, un caníbal es aquel que
come a otro de su misma especie pero, a la vez, fue un antropófago por
comer a un ser humano. Es natural comer para nutrirnos, la cadena
alimenticia está así planteada y se elimina una vida en pos de la subsistencia
de otra; pero el comer de la misma especie es un hecho PROHIBIDO.

Este acto de canibalismo relaciona al victimario con una absoluta y


extrema barbarie. A partir de la lectura de la información trabajada, podemos
inferir que Garay adolescía de los preceptos y normas que enmarcan la vida
de los seres humanos en sociedad.

En definitiva, era una persona cuya psiquis no encuadraba dentro de


los parámetros normales; debido al estilo de vida que él llevaba se podría
decir que era un animal. A esto se le suma la presencia en Garay de delirios
perversos, ya que contó con una frialdad sin igual todo lo que le hizo a la
víctima por quien, en algunos momentos, parecía sentir afecto.

En lo que respecta al accionar policial, queda expuesta una falta de


compromiso profesional que redundó, en aquel momento, en una
irresponsabilidad social cuyo resultado fue la muerte de Eusebio Lugones,
quien se vio sometido a penas y tratos crueles que culminaron con su
muerte.

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