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Prdélogo La lengua de la emancipacién Es precise desconfiar de los titulos. El lector que, en la Belgica oén la Francia de los alos 1820, tomaba en sus manos un libro inticulado «Lengua materna» podia caer facilmente en el error: en apariencia sdlo se trataba de un métado para uso de los taacstros , ensefiando cémo habla que iniciar a los nifos en la escritura, luego en la lengua y en fin en todo lo que constituia en de esc esa ¢poca la ensefianza de los colegios, de la aritmetica a la geogra- fia o de la cronologia a la retérica. El lector argentine de hoy po- dria, simétricamente, ver all{ un testimonio sobre debates pedagé- gicos con das siglos de antigiiedad. ¥ sin embargo esta obra de apariencia inofensiva o anticuada conten/a una potencia de subver: cl corazén de nuestro presente. Esta potencia se sostiene en dos palabras: emancipacidn intelectual. En esto residen la apuesta del libro y Ja potencia que lo anima, La obedience progresidn de los nm cuyo eco Tesuena todavia en 1 SEP éjercicios propuesta a los maestros tend{a hacia un sélo fin, hacia una insurreccidn inédita destinada a derrocar la mas radical de las dranias que se ejercen sobre los humanos: la que los declara inca- paces de servirse de su propia capacidad de pensar y de conocer. Pues, antes de la tirania declarada, evidente, que prohibe alos in- dividuos la libre expresidn de los pensamientos, existe la tiranta mucho mds radical que les impide concebirse enteramente como seres pensantes, Esta tirania no necesita de ningun aparato represi- vo ya que se identifica con un orden de cosas que ella hace recono- cer como evidente por aquellos mismos a los que oprime. En efecto, :quién rechazaria constatar que existen sabios ¢ ignorantes, que los ignorantes no pueden aprender mds que si los sabios le ensefan su ciencia, que por ende los sabios deben adaprar su cien- cia a la ignorancia de los ignorantes, explicdrsela, partiendo de lo mds simple para ir paso a paso hacia lo més complejo, pero que el éxito mismo de su esfuerzo depende de las capacidades intelectua- les que la naturaleza ha repartido desigualmente entre los alum- nos? Este conjunto de evidencias ha respaldado las pricticas de la pedagngla desde la noche de los tiempos. El siglo en el que nacié Jacotot habia ampliaco esta visién de la progresién ordenada del saber en vista de la evolucién misma de la humanidad. El pragrese de las luces hacia pasar a la humanidad a la adultez. Pero lo hacla progresivamen: por detrds del progreso general. Ese retardo hacia de ¢l un animal inadaprado a las condiciones nuevas, siempre susceptible de ex- . El pueblo ignorante—el pueblo nifio- estaba atin presar esa inadapracin en reacciones funestas para el orden social. Correspondya pues a las elites esclarecidas dar la instruccién al pue- blo, hacerlo acceder, paso a paso, al grado de saber necesario y suficiente para que tome su lugar en la sociedad y en el orden gubernamental modernos, Es tado este edificio ¢l que trastorna el autor de Lengua mater na,al revocar su evidencia mejor admitida: la necesidad de que los 12 ignorantes aprendan mediante las explicaciones dadas por los sa- bios. Esta evidencia es demasiado natural como para que algdn razonamiento pueda jamds quebrantarla. Es preciso oponerle he- chos, hechos tales que sdlo el azar pueda producirlos. Y justamen- teen el caso de Joseph Jacotot el azar se encargé de ello. Durante la Revolucién francesa y el Imperio napolednico, él habia ensefia- do, segtin el viejo método, todo tipo de ciencias, de la retérica a las maremiticas yal derecho. Pero el retorno de la monarquia lo habia obligado al exilio en un pais, Bélgica, por entonces someti- doaladominacién holandesa. La necesidad de comunicarse con estudiantes que ignoraban el francés, en tanto que él mismo igno- raba cl holandés, lo habia conducido a un procedimicnto impro- visado: dar a esos estudiantes una edicidn bilingiie de un clisico de la literatura pedagégica francesa, el Telémaco de Fenelén, pedirles que aprendan una parte de memoria, Icer el resto y resumiclo sir- vigndose Gnicamente de las palabras aprendidas en el mismo li- bro. El éxito inesperado de esta experiencia azarosa habia ido mu- cho mas alla de lo que esperaba. Un hecho hasta alli increible se habia impuesto para cl profesor Jacotot como para todo el mun- do: es posible confrontando simplemente un texto escrito en su lengua maternaa un texto escrito cn una lengua desconocida, apren- der no solamente el sentido de las palabras de esa lengua sino sus formas de construccién y de cxpresién. Eso es posible sin que ningtin maestro asista al alumno y le explique, paso a paso, la formacién de las palabras de la lengua y las reglas de su gramatica. Este hecho extraordinario obligaba a plantear una pregunta que, ella también, era impensable hasta entonces: Para qué sirven en- tonces las explicaciones? ;Para qué sirven si se puede aprender sin ellas? A pregunta impensable, respuesta igualmente impensable. Jacotot la formula asi: las explicaciones no sirven para ensefiar al alumno fo gue no podria aprender sin ellas; sirven para ensefiarle que no podria aprender sin ellas, sirven para ensefiarle su propia Gb

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