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La sucesión apostólica Francisco Javier Jiménez Martínez

LA SUCESIÓN APOSTÓLICA

1. INTRODUCCIÓN AL CONCEPTO DE SUCESIÓN APOSTÓLICA

Ateniéndonos a la Sagrada Escritura dos grupos que se mencionan: “los apóstoles” y “los
Doce”. Estos dos términos no se pueden identificar totalmente, si bien Lucas tiende a identificarlos.
En el caso de Pablo, tenemos una clara no identificación de ambos conceptos. Pablo se autodefine
apóstol por parte de Dios porque él ha visto a Cristo resucitado. Incluso se refiere con el calificativo
de apóstol, en textos de Pablo y de los Hechos, a otras personas: enviados a iglesias, fundadores de
iglesias... Pero según los datos que nos ofrece la Escritura, para calificar a una persona como
apóstol, es necesario que se cumplan ciertas premisas. Podemos hablar, en primer lugar, de testigos
visuales de Cristo Resucitado. En este aspecto se da un carácter de irrepetibilidad al apostolado. Es
necesario que los apóstoles sean testigos directos de la resurrección para después dar testomonio de
ello a la comunidad. Podemos citar aquí el pasaje joánico de Tomás (cfr. Jn 20, 19ss), ausente en la
comunidad cuando Jesús se hace presente entre ellos. Más tarde, será necesario que Tomás vea, que
toque al Resucitado, no como expresión de la falta de fe de éste, sino con la intencionalidad de
expresar la necesidad de que se de un contacto directo entre el Resucitado y el apóstol, para después
poder dar testimonio verdadero. El creer sin haber visto se aplica a la comunidad posterior. También
podemos citar aquí el texto de Jn 20, 3-10, donde el discípulo amado y Pedro van al sepulcro y lo
encuentran vacío. El carácter de negatividad del sepulcro vacío hace que los dos vuelvan a casa, no
van a anunciar al Resucitado, pues aún no es un creer pleno, no está fundado en la palabra de Jesús.
El Resucitado les da una misión y les transmite unos poderes para ello, que se explicitarán en el
envío del Espíritu (tenemos aquí otra característica del apóstol)1.

En el sentido de estas dos características no puede haber una continuación en el apostolado.


Pero la sucesión apostólica de la Iglesia consiste también en la fe, en el testimonio del evangelio, en
la misión y la edificación de las comunidades, etc. Se puede hablar de una sucesión apostólica de
toda la Iglesia universal2, en el sentido en que toda la Iglesia es apostólica y se haya incluida dentro
de la sucesión de los apóstoles.

No podremos hablar de apóstoles hasta después de Pentecostés que es cuando la Iglesia


existe como una comunidad unificada. Después de esto conoceremos al Resucitado, testimoniado
por los apóstoles que nos transmiten el acontecimiento de Cristo.

Pero ¿qué hacer tras la muerte de los apóstoles? En un principio la escatología se


consideraba que era inminente, pero con el paso del tiempo, y sabiendo los apóstoles que iban a
morir, surge la necesidad de encontrar un medio para perpetuar el acontecimiento de Cristo,
creándose estructuras ministeriales. Además, ven necesario conservar el depósito y perpetuar la obra
de los apóstoles, incluyendo que no podrán hacerse presentes ni a todas las generaciones ni a todas
las naciones. Se plantea también el problema de la dirección de las comunidades, algo que había
preocupado ya a Pablo. Los ministros sucesores deben conservar ese testimonio de los apóstoles y
1 Los dos aspectos constitutivos de apóstol están presentes en: SCHLINK, E., Die apostolische Sukzession, en Der
kommende Christus und die kirchlichen Traditionen, Gotinga 1962, 160-195.
2 KÜNG H., Die Kirche, 1967.

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transmitirlo a las comunidades.

2. OFICIO ECLESIÁSTICO Y SUCESIÓN

La función de los oficios es la edificación de la Iglesia, y esa función es asistida por el


Espíritu, pero esa función no asume por completo la apostolicidad pues no se identifican con los
testigos oculares del Resucitado.

La llamada y el envío del Resucitado se harán patentes en otras personas ajenas a los
apóstoles por medio del Espíritu formando así la continuación de ese ministerio apostólico que a
partir de la segunda generación quedará definido en el episcopado. Obispo (que proviene del griego
επισκοπος), que etimológicamente significa observar desde lo alto o vigilar, indica a estos
primeros pastores que suceden a los apóstoles y que mantienen con ellos un vínculo de continuidad,
cuya función sería la de “apacentar” la comunidad, guiarla y presidirla. Ya lo dirá san Ireneo de
Lyon, que “podemos enumerar los obispos que fueron establecidos por los apóstoles”3. Igualmente,
Hegesipo nos ofrece sus listas de obispos que acreditan el origen apostólico. Se trata de la
transmisión ininterrumpida del testimonio apostólico, como ya hemos apuntado anteriormente. Esta
continuidad se manifiesta a través de la imposición de manos y la oración4 y exige la profesión de
fe. Esta misión especial, recibida mediante la imposición de manos, se traducirá posteriormente en
los tres grados del ministerio eclesiástico: obispo, presbítero y diácono. En la misma líena que san
Ireneo se mantendrá Clemente de Alejandría, donde, en su Carta a los Corintios, afirma que los
representantes actuales de las iglesias vienen de los apóstoles en sucesión.

El obispo, confiado a una Iglesia local, tiene una jurisdicción plena, inmediata y ordinaria
sobre ella. El obispo debe guardar la fe y la tradición recibida y transmitirla a la Iglesia, es
administrador de los misterios de Dios, según se afirmará en LG 21. Y este ser cabeza de la Iglesia
local pierde todo su sentido si se le desvincula de Cristo, en el nombre del cual el obispo es cabeza
de la Iglesia local.

Este oficio no se entiende sino en cuanto edificado colegialmente, lo cual nos evoca el
colegio de los doce. Este oficio es contemplado desde la unidad de toda la Iglesia, que a su vez está
en comunión con el Señor. La colegialidad tiene la plenitud de autoridad sobre la Iglesia Universal,
gozando también de la infalibilidad. La colegialidad episcopal con respecto a la colegialidad de los
apóstoles indica que cada obispo es sucesor de los apóstoles en cuanto colegio.

La sucesión apostólica se realiza mediante el gesto sacramental de la imposición de manos y


la oración. Se estableció en el Concilio de Nicea que los obispos consagrantes fuesen tres, como
mínimo, indicando así que el nuevo obispo ha sido recibido dentro del colegio episcopal, y también
manifestando el vínculo de la Iglesia local con la Iglesia universal. El obispo realiza su oficio en
comunión con todos los obispos unidos al Papa, evocando en todo ello al colegio de los apóstoles
que permanecieron desde el principio unidos con Cristo.

3 IRENEO DE LYON: Adversus haereses, III, 1: PG 7, 848.


4 BENEDICTO XVI: Audiencia General del miércoles10 de mayo de 2006.

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3. LA SUCESIÓN APOSTÓLICA DE LA IGLESIA UNIVERSAL

Hans Küng5 será uno de los más importantes teólogos que proclaman la sucesión apostólica
en relación a toda la Iglesia universal. Considerará que hay continuidad en cada uno de los
miembros de la Iglesia y no sólo en cuanto a los ministerios eclesiales. Remitiéndonos a la Iglesia
primitiva, sabemos que “tenían conciencia de haber sido edificadas sobre el fundamento de los
apóstoles y profetas de la primitiva Iglesia”6.

Los “tria munera Christi” se hacen presentes en todos los bautizados, que participan del
único sacerdocio de Cristo, teniendo en sí las funciones sacerdotal, profética y regia7. Todo
bautizado recibe directamente de Cristo, a través de la Iglesia apostólica, el don de la fe apostólica y
el testimonio apostólico para dar un culto espiritual, a través de los dones del Espíritu Santo. Esto es
lo que hace que los bautizados sean Iglesia8. Esto supondrá la superación de la separación del
Pueblo de Dios en jerarquía y laicos, en cuanto a una Iglesia docente y activa y a una Iglesia
disidente que debe dejarse llevar y conducir por la jerarquía que tiene el “poder sagrado”9. Toda la
Iglesia forma una unidad, y toda ella constituye el único cuerpo de Cristo, una Iglesia toda ella
edificada sobre el fundamento de los apóstoles, mediante la transmisión de la fe, formando una
única comunidad de fe. Es más, se afirmará también que “la totalidad de los fieles no puede
equivocarse en la fe”10.

La sucesión apostólica de los que ostentan el ministerio eclesial se haya incluida dentro de la
sucesión apostólica de toda la Iglesia universal. En el compendio del Catecismo de la Iglesia
Católica dice así “la Iglesia tiene una sola fe, una sola vida sacramental, una «única sucesión
apostólica», una común esperanza y la misma caridad”11, y esto se hace visible en la comunión en la
fe y en los sacramentos. Toda la Iglesia, en cada uno de sus miembros, es sucesora de los apóstoles,
y debe guardar el depósido de la fe y el testimonio apostólico, y, en distinción de ministerios,
proclamar el Reino de Dios, porque “el Espíritu Santo llama a todos los hombres a la predicación
del Evangelio”12, ya que es responsabilidad de todos los fieles el anuncio de la fe católica.

4. LA SUCESIÓN APOSTÓLICA EN LAS IGLESIAS PROTESTANTES

Las comunidades eclesiales que surgieron de la Reforma tuvieron que rechazar al principio
de la imposición de manos que las ponía en línea de sucesión apostólica. Si bien es cierto, se
distingue en el Decreto sobre el Ecumenismo13 del Concilio Vaticano II sobre las “Iglesias de tipo

5 KÜNG, H., Die Kirche, 1967.


6 SCHILLEBEECKX, E., El ministerio eclesial. Responsables en la comunidad cristiana, Ediciones Cristiandad,
Madrid 1983.
7 LG 10-11.
8 AA 3.
9 FORTE, B., La Iglesia icono de la Trinidad. Breve eclesiología, Ediciones Sígueme, Salamanca 2003.
10 LG 12
11 Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio, 161.
12 AG 15.
13 UR 3.

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católico” (Iglesia Ortodoxa, Iglesia Anglicana, Iglesia Nestoriana...) que reclaman para sí la
sucesión apostólica y las de “tipo protestante” que la rechazan. El Concilio afirma que en las
iglesias protestantes existen elementos de iglesia y que sus acciones pueden tener una eficacia
saludable. Pero el sacerdocio ministerial, según la doctrina católica, solo se confiere a través de la
imposición de manos, algo inadmisible para la doctrina protestante.

La estructura de las iglesias protestantes es de tipo carismático, al modo de las comunidades


fundadas por Pablo, según la cual toda la comunidad de los fieles es apostólica, y es la comunidad
la que juzga la fidelidad de sus ministros. Todos los fieles tienen participación en los ministerios
carismáticos. Y así pues, no se puede admitir una imposición de manos, sino como una imposición
de toda la Iglesia, aunque también es cierto que la ordenación fue considerada con cierta seriedad,
sin olvidar a Calvino que atribuía a la ordenación el valor del sacramento. Según la doctrina católica
es necesaria la obtención del sacerdocio por medio del sacramento para que la validez en la
administración de sacramentos. Por ello, el pastor protestante es considerado como escindido de la
sucesión apostólica y sus actos son considerados como inválidos. El protestante considera que sólo
el bautismo confiere a la persona el único sacerdocio. Afirmaba Lutero que “la verdadera sucesión
apostólica es el Evangelio, y todo el que predica el Evangelio está dentro de la sucesión apostólica.
En caso de aceptación de la sucesión apostólica por las iglesias protestantes, la fundación de su
iglesia quedaría sin justificación y tendrían que reconocer como inválida la autoridad de su pastor.
Karl Barth se opondrá fuertemente a la fundamentación de la sucesión apostólica en la ordenación.
Para él, la sucesión apostólica solo es legítima cuando hay seguimiento de los apóstoles en el
discipulado. El acento, como ya mencionábamos, se pone sobre el sacerdocio de todos los
creyentes, dando así una gran importancia al laicado.

5. LA SUCESIÓN APOSTÓLICA EN LA CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA SOBRE LA


IGLESIA

La doctrina sobre la sucesión apostólica que aparece en el Concilio Vaticano II se hace


presente, sobre todo, en el número 20 de LG, si bien, en los números siguientes aparecen
importantes relaciones. Podemos citar, como característica, la siguiente frase de LG 20:
“Establecieron, pues, tales colaboradores y les dieron la orden de que, a su vez, otros hombres
probados, al morir ellos, se hiciesen cargo de su ministerio”. Será en el episcopado donde se
manifieste la sucesión apostólica, que se remonta a los inicios de la Iglesia en los primeros
apóstoles. La función primordial que tienen estos sucesores es la de recibir y predicar el Evangelio
“hasta el fin de los tiempos”, como una voluntad manifestada por Jesús a sus apóstoles, los cuales
se aseguraron de continuar la transmisión.

Los obispos son designados como sucesores directos de los apóstoles, y el ministerio
episcopal destaca sobre los demás ministerios. Ya afirmaba san Ignacio de Antioquía que no puede
existir una Iglesia local sin su obispo, y san Ireneo de Lyon que fundaba la sucesión en la tradición
apostólica. Son importantes las primeras listas de obispos que se remontan a los apóstoles: Ireneo de
Lyon, Hegesipo, Eusebio de Cesarea... En los primeros siglos los obispos asumían el gobierno de
las comunidades con la colaboración de los presbíteros y los diáconos, en sus tres funciones:
enseñanza, culto y gobierno. Esta es la estructura que presenta Ignacio de Antioquía14. El obispo
14 IGNACIO DE ANTIOQUÍA: Philad., Praef.: Funk, 264.

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gobierna la comunidad y sus colaboradores están, desde la obediencia, alrededor de él. Clemente de
Alejandría también se mantenía en estas afirmaciones.

En el texto conciliar se nos habla también de un “paralelo con el primado de Pedro”, cuya
autoridad perdura en el Papa, e igualmente en los obispos como sucesores de los apóstoles15.

Al final del texto cabe destacar la conclusión dogmática: “el Sagrado Concilio enseña que
por institución divina los obispos han sucedido en lugar de los apóstoles como pastores de la
Iglesia”. Está sucesión se hará patente mediante el sacramento. Se quiere subrayar aquí también que
el episcopado no es un elemento meramente de derecho eclesiástico. También es cierto que no se
explica como sucede esa sucesión. En el número 21 se hablará de la sacramentalidad del
episcopado, que es la plenitud del sacramento del orden. Los apóstoles enviaron a sus sucesores
mediante la imposición de manos. Es también necesaria la comunión con la Cabeza y la
colegialidad del episcopado, como se afirmará en los números siguientes. El oficio eclesiástico está
estructurado colegialmente, como una instancia sucesora del colegio apostólico, donde todo obispo
es sucesor de los apóstoles y todo el colegio en conjunto es también sucesor del colegio apostólico.
Esta colegialidad se amplía al obispo con sus sacerdotes, e incluso con el pueblo fiel.

Ya apuntábamos también anteriormente que el sacerdocio único de Cristo16 se hace presente


en todo creyente por medio del sacramento del bautismo, por lo cual se da también una sucesión
apostólica en cada miembro bautizado de la Iglesia, además de que todo cristiano está sujeto a los
carismas del Espíritu con el fin de la edificación de la Iglesia.

6. CONCLUSIÓN

En la actualidad, la problemática que sugiere la sucesión apostólica es la de cómo unirnos


más al acontecimiento de Cristo, un acontecimiento que es mediado en la comunidad eclesial, por la
continuidad doctrinal y sacramental de los ministros con los apóstoles. El ministerio se presenta
como garantía de la doctrina de los apóstoles.

Hoy tenemos una gran diversidad en cuanto a la comprensión del significado de sucesión
apostólica. Todas las iglesias admiten la sucesión en la fe y la participación en la misión universal
de la predicación del Evangelio. En el plano ecuménico, la Iglesia Ortodoxa, la Anglicana, la
Nestoriana... admiten una sucesión apostólica en continuidad con los apóstoles, pero el problema lo
tenemos al chocar con las iglesias protestantes que rechazan la sucesión apostólica en el ministerio
eclesial, a partir de la imposición de manos, pues consideran más bien una sucesión en todos los
miembros de la iglesia que se da mediante el bautismo, pues solo existe un sacerdocio, el de Cristo,
del que forman parte todos los bautizados. Esto fue considerado como un ataque a la jerarquía
eclesiástica. Más aún, hay grupos con un pensamiento más radical que niegan que la Iglesia
Católica tenga la sucesión apostólica, pues esta se habría perdido en el Concilio de Constanza.

Otra de las cuestiones más planteadas es si existe la sucesión apostólica fuera de la cadena
de la imposición de manos, y hasta qué punto existe ésta. La doctrina católica oficial afirma que los
15 LEÓN XIII, ASS 28.
16 LG 10.

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obispos son los sucesores de los apóstoles, los cuales entran a formar parte de la sucesión mediante
la legítima ordenación episcopal con la imposición de manos. Hay autores que ven en esto una
absolutización de la mediación jerárquica y un estrangulamiento clericalista y jurídico, pues cuando
decimos “Credo Ecclesiam apostolicam”, nos referimos a toda la Iglesia en su totalidad, pues es
ésta la que debe figurar en la sucesión de los apóstoles. Por eso habla Hans Küng de “sucesores
especiales” de los apóstoles cuando se refiere a los que ejercen el ministerio eclesial.

Se trata de una cuestión compleja que aún sigue presente en el pensamiento de muchos
autores dada su enorme importancia y la gran polémica que conlleva en el plano ecuménico.
Podríamos terminar nuestra exposición con una pregunta abierta y de difícil respuesta: ¿existe de
manera absoluta la sucesión apostólica en el presupuesto de la imposición de manos o puede darse
también al margen de los oficios eclesiásticos?

FRANCISCO JAVIER JIMÉNEZ MARTÍNEZ

BIBLIOGRAFÍA

– BREUNING, W., Sucesión apostólica, Sacramentum Mundi, Herder, Barcelona 1976.


– CONCILIO VATICANO II, BAC, Madrid 2004.
– CONGAR, Y. M., La apostolicidad de la Iglesia, MyS IV/1, 547-582.
– FORTE, B., La Iglesia icono de la Trinidad. Breve eclesiología, Ediciones Sígueme,
Salamanca 2003.
– JOURNET, C., Teología de la Iglesia, Desclée de Brouwer, 1966 (tercera edición).
– KÜNG, H., Algunas tesis sobre la naturaleza de la sucesión apostólica, Concilium 34, 58-
68.
– PHILIPS, G., La Iglesia y su ministerio en el Concilio Vaticano II, tomo primero, Herder,
Barcelona 1968.
– REMMERS, J., La sucesión apostólica de la Iglesia universal, Concilium 34, 40-57.
– SCHILLEBEECKX, E., El ministerio eclesial. Responsables en la comunidad cristiana,
Ediciones Cristiandad, Madrid 1983.
– VILLAIN, M., ¿Puede darse la sucesión apostólica fuera de la cadena de la imposición de
manos?, Concilium 34, 95-114.

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