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Lecturas emergentes

EL GIRO DECOLONIAL EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES


(VOL. 1)

JULIANA FLÓREZ FLÓREZ

-0,
.Ji ·-·~-,

Pontificia Universidad
JAVERIANA
--Bogotá,-.- -

~- •...,
(.L)
INTRODUCCIÓN
EL GIRO DECOLONIAL EN EL ESTUDIO DE
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

Antiglobalización, antisistema, alterglobalizados, de resistencia a la globali-


zación, de solidaridad global son algunos de los adjetivos más usados para
referirse a ese sujeto de estudio tan en boga durante los últimos años: los
movimientos sociales. Y es que a principios del milenio, estos actores colecti-
vos consiguiero!l'acaparar la escena pública mundial. Mientras retumbaban
las protestas globalmente coordinadas a favor de la paz, se contagiaba el
optimismo del Foro Social Mundial con el famoso lema "Otro mundo es
posible". A la par, en las universidades proliferaban debates, asignaturas,
investigaciones y tesis sobre los movimientos sociales; los anaqueles de las li-
brerías de pronto estuvieron disponibles para las mu.chas publicaciones que
,, cruzaban ese tema con otros de gran interés en el momento (globalización,
tecnologías de la información y la comunicacióp [TIC], ciudadanía, inmi-
gración, etc.), Estos acontecimientos, además de otros tantos, nos permiten
asegurar que en la última década ha habido gran fe~_vor por los movimientos
sociales.
Este libro sigue ese fervor, Se pliega fácilmente a la moda de anali-
zar esos actores y, sin embargo, busca desafiarla, al explorar -como diría
Boaventura de Sousa Santos (2003)- temas subteorizad_os; es decir, pro-
cesos de la acción social para los cuales la academia no dispone de herra-
mientas teóricas, porque los considera irrelevantes o, simplemente, no los
ha detectado. Concretamente, este trabajo explora en dos volúmenes un
par de ideas marginales en el estudio de los movimientos sociales: decolo-
nialidad y subjetividad,
Este primer volumen está dedicado a la decolonialidad, El inte-
rés por explorar este tema surge de constatar que la mayoría de teorías de

19
IN!ROOUGGJÓN 11
20 LECTURAS EMERGEN1ES · TOMO 1
Pueblo venezolano), con el fin de tender puentes que permitieran a la gen-
movimientos sociales, con independencia de la perspectiva coriceptual, tien- te de Cataluña solidarizarse con las comunidades de base afectadas. A la
den a concluir que el análisis de los movimientos latinoameriéanos merece par que disminuyó esta demanda, fueron aumentando las interrogantes en
una excepción. Si bien parten de que la función primordial de todo movi- torno al entonces Ílacicnte gobierno de Hugo Chávez. La plataforma se re-
miento contemporáneo es mostrar los límites de la modernidad, entienden configuró dando paso al CoHectiu Cayapa de Solidaritat amb Vene,;:uela
que los movimientos latinoamericanos no pueden cumplir tal función, de- (Colectivo Cayapa _de Solidaridad con Venezuela), cuyo propósito principal
bido a qne la región todavía carece del suelo moderno donde afincarla. En er~ d1scut1r en d1st111tos escenarios de Barcelona el panorama político de ese
pocas palabras, consideran que el análisis de dichos movimientos no puede pa1s Y sus efectos a escalas regional y mundial. Nos reuníamos en la Casa de
mostrar los límites de una modernidad que todavía no conocen las socie- la Solidaritat donde concurrían más de una veintena de colectivos de solida-
dades de donde emergen. En un tono exagerado, incluso llega a afirmarse ridad con casi la totalidad de países de América Latina y El Caribe. Por eso
que el punto de partida de los movimientos del Norte es el de llegada de los mismo, ~a platafor~,a c?ntaba con un amplio margen de maniobra (rápidos
del Sur. ·, circuitos de d1fus1on, solidos referentes locales de organización, años de ex-
No quería pasar por alto el carácter excepcional atribuido a los mo- periencia de otros colectivos, etc.). Dos de nuestros temas centrales fueron
vimientos latinoamericanos; mucho menos su sesgo eurocéntrico. Tampoco la política petrolera y el Plan Colombia.
quería buscar afanosamente evidencias de lo auténtico de la región (ello nos Atendiendo a esta última iniciativa, a finales del 2000, con otros gru-
devolvería la falsa imagen que paradójicamente construyó el pensamiento pos a_rt1culamos la Plataforma No al Plan Colombia cuyo objetivo fue de-
anticolonial de una América Latina felizmente armónica y sin ningún tipo nuncrnr el patrocuuo del Estado espaüol al desdichado plan propuesto p()r
de fisuras). No podía, por otro lado, desestimar la importancia de algunas el gobierno colombiano y promovido por el de Estados Unidos. Haber na-
de esas teorías por el mero hecho de ser eurocéntricas, ya que valoro mu- cido en Colombia era otra razón para estar presente en esta iniciativa. Una
chos de sus aportes; de hecho me costaría trabajo pensar la acción colectiva de las principales estrategias asumidas, en coordinación con colectivos eu-
sin las articulaciones temporales y precarias que proponen Laclau y Mouffe ropeo: afines, fue la denuncia directa de las personas afectadas. Apoyamos
o siu la alta reflexividad que Melucci le atribuye. De modo que la salida no una gira de organizaciones colombianas que explicarían en varias ciudades
era desecharlas sin más ni más. Una via más sugerente es impulsar el giro eu,ropeas sus preocupaciones y demandas respecto al Plan Colombia. Fue
decolonial en las teorías de movimiehtos sociales. Ese es el propósito de este as1 como el 31 de marzo del 2001 recibimos a un representante de la red
primer volumen. Proceso de Comunidades Negras (PCN) de Colombia.
Pero este propósito no responde a una incomodidad exclusiva con . De su_ vfaUa':1~ impactó que se presenlara con un proverbio que
los libros. Esa incomodidad analítica estuvo anclada en tres condiciones re- expresa el pnnc1p10 etlco ubuntu de la filosofía a(dcana usado en la costa
lativas al lugar desde donde sentí la necesidad de escribir. En términos de la pacífica colombiana: "Soy porque somos';. Según-~xplicó el líder, significa
epistemología situada del feminismo (que veremos en el segundo volumen), que s1 la lucha de otrns pueblos avanza, la suya también avanza y viceversa
diríamos que esas condiciones limitaron y al mismo tiempo propiciaron las (Proceso de Comunidades Negras, 2001). A la luz de mi interés investigativo
lecturas emergentes que propongo. por leer los antagonismos internos de los movimientos en clave subjetiva,
Una de ellas, estrechamente vinculada a mi i11terés por estudiar en este proverbio me invitaba a pensar en las paradojas que encierra vivir (y,
clave subjetiva los disensos dentro de los movimientos, fue mi experiencia por tanto, luchar) desde un "ser comunitario". El tremendo desafío de tener
de activismo en Barcelona. Desde que llegué a vivir a esa ciudad -y toda- q_ue forjar una identidad colectiva y dejar a la vez que fluyan las contradic-
vía más después de haberme marchado- supe que una de sus mayores se- cwnes con quienes se busca una identificación. Se trataba de una reflexión
ducciones es la intensiva y permanente actividad política. Quizá por ello no bastante sugerente para las mismas redes que organizaban el evento.
me sorprendió que en diciembre de 1999, a raíz de las trágicas inundaciones Inmersas en solidaridades intercontinentales, el CoHectiu Cayapa
que sufrió Venezuela -el país donde crecí-, se articulara la Plataforma Y la Plataforma No al Plan Colombia tenían cada vez más dificultad para
de Solidaritat amb el Poble vene,olano (Plataforma de Solidaridad con el
12 LECTURAS EMEílGEMlES · TOMO 1 INTRODUCCIÓN 13
(que exploro en el s d
gestionar los disensos que surgían en su interior. En el p,rimer caso, estaba me indicaron q e~nn o volumen). Pero sobre todo, ambas experiencias
resultando muy tenaz poner sobre la mesa las diversas posturas respecto al ' . ue cua quier tipo de reflexión debía empezar por decolo ·
1as perspectivas académic d , . rnzar
gobierno bolivariano de Venezuela, a su carácter revolucionario, así como me. El princi io d as e 1os movimientos de las que venía nutriéndo-
al sentido que le estábamos dando a las luchas solidarias en general. En el pueblo a pue~l ) e procurar ~na solidaritat de poble a poble (solidaridad de
0 ' que por mas de cuare t - ,
segundo, fueron cerrándose progresivamente las oportunidades para con- lectivos de la Casad I S _.d .
' e ª 0 1 1 antat daba al t
11
ª ano_s veman ensayando los co-
t l
versar sobre las molestias que suscitaban los distintos sentidos atribuidos a céntricas de jerarquizar la re! ., 'N ras e con as pretensiones euro-
' · acion ol'te-Sur muy t l ¡·
la resistencia en Colombia y, por ende, la decisión sobre los sectores del país especializada. Allí en la ¡¡ v· ' presen e en a iteratura
' 1
ca e ista egre del barrio El R ¡ d'
con los que había que tejer lazos solidarios. Paradójicamente, el malestar bien son muchos los riesgos la . . ,. ava ' apren i que si
' , , paciencia y el tiempo r .d
tendía a manifestarse en situaciones poco importantes para definir el hori- formas de relacionarnos más si 't . equen o para tejer
' , me neas, no solo vale la h l
wnte político de esas organizaciones. Por ejemplo, a petición del PCN el 21 que además lo necesitamos de Ll l l . pena acer o, sino
n aco y otro.
de mayo del 2001 celebraaios una concentración conmemorativa de los 150 Otra condición que posibilitó y lim't, 1 . .
aüos de la abolición de la esclavitud colombiana en la Avenida Marqués de ., l ¡ o a mismo tiempo mi . .
mac10n a os movimientos desde l . aprox1-
a perspectiva decolo 1 · ¡ f .
Argentera, donde quedan las.olicinas de inmigración; la evaluación negati- trabajo con el PCN . p . , . i ia ue mi posterior
va que hizo la plataforma de dicha acción se centró, por un lado, en el poco miento antiglobalización de lo
· ' º'
qne no traba¡ar con cualqui
.
¡ . d
er co ect1vo e1movi-
s que yo misma era part , A •h
impacto mediático del evento (a pesar de que ese día nuestra protesta quedó sin estar relacionada con las ciencias sociales b ' e. na, m1 ermana,
registrada en los libros.de la policía) y, por otro, en la escasa coordinación chas de las personas que traba amos est 'o serv~ agudamente que mu-
(pues.no todo el mundo vistió una camisa negra como habíamos acordado). o hijos e hijas de irnn·g t J, os temas, habiendo sido inmigrantes
' · 1 ran es, nos complicamos la vid . d ·
La plataforma sin embargo desestimó que a raíz de la concentración melancolías familiares con tesis doctorales' T l a mtenta o resolver
hubo un importante enrolamiento de activistas; prácticamente se duplicó el trabajar con el PCN era una e · ª vez tenga razón. Para mí,
número de miembros y aumentó la diversidad de posturas frente al tipo de . ·. de nna , xcusa-para volver a Colombia. y hacerlo des-
., perspectiva adulta, que diera inteligibilidad , .
solidaridad que debía tejerse con Colombia, Era todavía más urgente abrir clus1on y guerra difuminado po · ,L un escenan_o de ex-
' r 1a nosta1gia de quien s h b' h
la discusión sobre los distintos significados de ese tejido. A los pocos me- de su país siendo muy ¡,equeña De b· _· e a 1a marc ado
'. sea a comprender. ' , d 1
'
ses de esa concentración y tras h,1ber 'participado muy activamente en la podemos decir que está atravesando un e.· . . . ese pa1s e que no
"Contra-cumbre del Banco Mundial" (junio del 2001) y la Campaña con- la forma de vida <¡ue ha conoc·d d d phuodo ?·e cnsis, porque la crisis es
1 0 es e ace mas de 1 d· · l (
tra la Europa del Capital (2002), la Plataforma se disolvió para unirse a otra 1995). Acercarse al PCN se cruzaba t , ne 10 s1g o Taussig,
más amplía, vinculada, esta vez, en torno a las denuncias contra el Área de mi propia biografía. Pero ese de;eo.'c~~:n::~:on el dese,º de rec~~figurar
Libre Comercio de la Américas (ALCA). De esa desarticulación, no obstan- encuentro con ese movimiento f l '' dfsboido lo prev1s1ble. Mi
ue una 1ermosá posil -¡- , d d
te, quedó un sólido colectivo de solidaridad con Colombia. Por su parte, el trarme, por medio de la Col b. d >l 1Cta e reencon-
om ia nega a (la Colombi )
CoHectiu Cayapa se reconstituyó en una red de mayor impacto mediático: el mis lugares: el Caribe venezolano el saturado a negra ' con otro de
CoHectiu Bolivariano Cayapa. Ambas organizaciones siguen compartiendo
. .
. espiritualidades residuales' Jo, .
' , , azul de s,i ma
b
·t
r, sus n mas, as
¡
. ' s aromas y sa ores todo , . d
agendas de resistencia en el centro y de solidaridad con la periferia 1. Ambas rechazada y a la vez disfrutad lt ' s impregna os de la
a cu ura negra. Intuyo que 'St ··bTd d d
se constituyeron además en el terreno donde creció mi interés por compren- conexión entre costas difícilmente fue c . e a pos1 J J a e
der en clave subjetiva los disensos que surgen dentro de los movimientos del PCN o t ¡ . nd1
ompre da por los Y las activistas
· ·· a vez me equivoque y s . 1
to es que a ra_íz de la reconstrucción dee~a:~1i:1d~i::i~eh;.~nt~nd\do. Lo cier-.
1 Va!d1ia la pena explorar hasta qué punto la dificu\\ad para gestionar disensos tiene que ver con el modo particular gunas de sus activistas derivé las reflexiones del segund~\:;:;e71t:e~~it~:
como las organizaciones de base e11ropeas, en su afán de radicalidad, están reaprop1ándose de ciertos discursos de
organizaciones latinoamericanas de manera ta! que terminan homogeneizando los sentidos de lo político cons\ruidos en
esa región. Además de privilegiar el análisls de saberes que circulan del Norte hacia e\ Sur, habría que estudiar con más 2 Expresión de mi amigo brasilero José Jorge Carva!ho, quie11 vivió varios .Íiios en Venewela.
detalle la circulación en dirección contiaria yasí tener bases para cuestionar su impacto global.
INTRODUCCIÓN 15
1
marcado la historia de la reoión< ·C,
241 LECTURAS EMERGENTES· TOMO 1 perspectivas críticas qu
'
b • ' omo conectar ese pensamiento con las
e emergen desde el t . d
sobre cómo los movimientos gestionan a su favor los antagoifismos inter- dad? ¿Con qué vías contam 'l cen ro mismo e la moderni-
' os o cua es podemos . d
nos. En ese sentido, el PCN fue una condición de posibilidad de este libro. entre las perspectivas cr't· d c1ear para ten er puentes
1 icas e Améric L r l d
Por tratarse de un movimiento latinoamericano, si seguía el diag- producción de saber subalterno? a a tna y as e otros 1L1gares de
nóstico eurocéntrico de la literatura especializada, de entrada tenía que asu- La obstinación por responder esta .. . .
mir que el PCN -como cualquier otro movimiento de la región- requería dncirla a un compromiso pol'ti· " clase de mqmetudes no podía re-
1 co con lo p O · " (l
un análisis excepcional; excepcional en tanto que su contexto y objetivos ción evidenciados en los Estud. C r pw os procesos de hibrida-
ios u1turales h·ice rato¡ b'
de lucha son 'ajenos' a la experiencia moderna. En vez de seguir este miope a az de esa idea de lo pro¡,io) • 1, e10
. tampoco pod'a ' ia ian mostrado lo
f l 1 . t •b .
parámetro de la academia, preferí entender que el arduo contexto de lucha hecho de estar mirando desde un 1ugar re at1vo·
1 . [a pe ª n•i mr• ese( empeño al
del PCN (guerra, desplazamiento forzado, racismo e invisibilización de los so.cioconstruccionisrno).
. Siendo , .' b . _, ·
asl1 o vta11a que la mism nena como
, , ddiría el
aportes afro a la construcción de la nación), así como sus metas (por ejem- erta es una construcción social d d a noc1011 e peri-
fito. En la raíz de muchas de n· pro ~cto e la geopolítica del conocimien-
plo, la redeilnición de.)os bosques tropicales del Pacífico colombiano como 1 is rnquietudes estaba el ¡ l
territorio de alegría, paz y libertad'), constituyen complejos desafíos a las ló- alcance universal de los valo res europeos decimonó . rec lazo p a a idea del
gicas moderno/coloniales.Y, por tanto, poderosos elementos para impulsar el reflexionar sobre el alcance de a acc1on . , colectiva
. de mcos.
h •, ( bantes de
or eso,
1
giro decolonial. Reconociendo su potencial para retar los límites de la mo- gar e la subjetividad en las teo 11as
d
., . "e, movumento
. . ) ' regwn l .Y so re el lu-
dernidad, sí podía adentrarme luego en el tema de la subjetividad.· . quise desprenderme de su eurocentrismo. s , con e giro decolonial
La última condición relativa al lugar desde donde conocía y que me . • Con base en estas tres condiciones ba· . .
llevó a abordar la perspectiva decolonial tiene que ver con el hecho de haber dad, este volumen articula una . d ' Y JO el signo de la decoloniali-
8 ene e 1ecturas emer t b
sido estudiante de un programa de doctorado del "Primer Mundo". Pero un ·. ·. e movimientos sociales • So n re f·Jex1ones
. si t , • gen fes so re las teorías
d
programa que no es ni tan del Primer Mundo, porque queda en el Estado es- no tanto la consecnción de la v d· d b s e111at1Cas y rescas que buscan
·. er a so re los mov· ·
pañol, y, como se sabe, dentro de Europa esa es una escala baja en el proyec- sacar a flote otras sendas de co ., im1entos sociales como
•. · • rnprens10n d l ·, ¡
.to moderno. Y sin embargo, el programa se "salvaba" por estar en Cataluña, .
.. no es. dar la "respuesta correcta" sobre los :n: a_cc10n_ c~ ectiva. M_i interés
que en el imaginario social es lo más europeo de ese Estado y cuna de la . c.ambiar las reglas del 1·uego No h 11 ' v1m1entos de la región smo
,1
·· · a aran ento . ¡ ¡·
1 definición de movimientos soci l . nces en e ibro apegos a una
misma modernidad. a es 111 tampoco un ordei d .
Aunque tenía claro que quería teorizar sobre y desde Latinoamérica, 1as muchas.definiciones existentes. s·111 em b argo :sí · rn
t o mventario de
lu,bía que especificar qué significa hacerlo estudiando fuera de allí. Por as lecturas emergentes <¡ue aq , . ' '' me m eresa resaltar que
l ' ui presento están en d ud· 1 .
ejemplo: ¿qué hacer frente a la incomodidad que suscitan las explicaciones conceptuales que propone Ignac·10 Men d.10 a: -;. ·· e a con os cnterios
1
psicologistas del subdesarrollo y la barbarie del "Tercer Mundo"\ ¡Cómo
Un movimiento social designa un entramado rel . , . .
estudiar los movimientos incorporando los interesantes debates latinoa- sos que expresan los diferentes .. d , . ac,onal (de limites d1fu-
- g.ia os de implicación en el · •
mericanos? Pensaba en las discusiones de los años ochenta sobre la insta- aglutmado en torno a una identidad 1 . . mov1m1ento)
lación de la posmodernidad en América Latina (Sánchez Vázquez, Vargas de incidir en los procesos de . b" co_eclt,va que, en virtud de los deseos
Lozano, Hinkelammert, Roig, Guadarrama)'. ¡De qué manera podía res- wm w socta propios de tod
esencadena una movilizac., , . o contexto social,
catar el ímpetu ernancipatorio del pensamiento crítico latinoamerica- d ,on no esporad1ca (c·iracteri" d e
convencionales de acc,·o·n) et1 d ond e el movi . ' l. . za a por iormas no
no? ¿Y cómo hacerlo sin terminar ahogándolo en el binarismo moderno multiplicidad de actores ·o! t' (t· mien o interrelaciona con una
(de oprimidos y opresores) que oculta las dolorosas divisiones que han ,. ec ,vos avorablcs o des!: bl
puestas: actores institucionales u otro t'ipo de movmuentos
.. a~ora es a sus pro~
sociales) que

3 [xpresión del Proceso de Comunitlades Negras de Colombia.


4 Para una introducción a este tema puede revisarse la obra Crítica de la razón latinoamericana, de Santiago Castro-

Góinez (19%).
INTRODUCCIÓN 27

Con lo anterior no quiero decir que esta última deba ser la única
26 \ LECTURAS EMERGENTES. TOMO 1 ." . .
aproximación a los movimientos sociales; un tipo de teorías puede parecer-
. . . 1 pío decurso de la movilización emprendida poi
afectan y condtcionan e pro , nos más interesante o aburrido que otro, pero no obstante, todos han sido
. •,ento social (Mendiola, 2002, P· l l) indispensables para consolidar el heterogéneo campo de estudio en el que
e1 mov1m ·
fi , . , ·.
ue es sencilla, .
sustancio· sa y, sobre todo, se inscribe este libro, Sin el legado y las inquietudes que dejan las teorías de
Me gusta esta de 1111c10 n porq ·t .' 0 espacial y relativo al corte disciplinar e interdisciplinar sería imposible trazar la transdiciplina-
. l demos incorporar1e un en en
abierta. Por e1emp o, po . h de las movilizaciones de esta re- riedad de las lecturas emergentes de los movimientos sociales.
.1 com¡,rende, mue as ',
territorio (cruc1a para 'ªdelas pocas que apuntan Estructuré este primer volumen en tres capítulos. El primero,
. t d fi. ición porque es ui. ·
gión). También tomo es ª e n , do volumen (las relaciones "Modernidad y efervescencia de las teorías de movimientos sociales lati-
. t al ·ten1a que desarrollare en e1segun
d irecta1nen e, . noamericanos", plasma el clima de excitación en el que empieza a evaluarse
imientos soe1ales). d •
internas d e 1os mov gentes exige una os1s su- el potencial de los movimientos de esa región para retar los límites del pen-
Si bien e_l ejercicio de hacer lecfturas emelr1· caciones alternativas a las samiento decimonónico, ya fuera por su carácter novedoso (primera mitad
. no para o recer exp
ficiente de irreverencia_ coi l l El desafío está en entablar un intenso de la década) o por su naturaleza idenlitaria o estratégica (segunda mitad de
. , mifica anu ar as .., l .
ya existentes, no s1g . . d lor heurístico y analítico, .Y, a mismo la década).
diálogo con ellas, reconoc;'en o su va El segundo capítulo, "Modernidad y desencanto de las teorías de mo-
tiempo, sus límites. · . d t . distinguí tres tipos de teo- vimientos sociales latinoamericanos", muestra que muy pronto la decepción
En este difícil proceso de t~Je: y es eJe:, ¡ s de corte disciplinario, o . se apoderó de esos análisis. Recoge argumentos de muy diversas teorías que
. l t rías de movimientos socia e , . T
r[as. Primero, as .. eo, ·- do la dimensión estratégica (teona de la m~v1 '.- coinciden en diagnosticar que los movimientos latinoamericanos difícil-
sea aquellas que enfatizan l't·cos) la dimensión idenl!tana mente pueden transformar la racionalidad moderna debido a que sus luchas
' , d los procesos po 1 1 , . .
zación de recursos, teona e . . ) bas (teorías de los marcos m- siguen ancladas en la Ilustración, o sea, que están todavía pataleando por
. s ident1tanos o am
(teorías de los para d igma d" . . 'ª del saber en torno a los mo- alcanzar la modernidad.
onfigurar una 1sc1p111" ,
terpretatívos), b uscan e . . 't lo recoge este tipo de teonas. Por lo incómodo e insuficiente que resulta este diagnóstico, lo re-·
.. 1
vimientos socia es., 0 ,
s bre todo el primer cap1 u ·
"ón colectiva de corte interdisciplinano,
. .
bato en el tercer y último capítulo: "Claves para: ti~a lectura decolonial
. Segundo, las teonas dedl~ acci, d·sc·1pl"1nas logran construir un len- de los _movimientos sociales latinoamericanos". En vez de proponer nue-
b' do de 1yersas 1 . -
es decir, las que b e ien . ctiva Nótese que a diferencia vos conceptos o definiciones "más completas", n¡itáctica apunta a cambiar
, edoso sobre la acc16 n co1e . , ,
guaje comun y nov ., lect.iva como una categona mu- los términos del debate sobre el escaso potencial que la literatura atribuye
. t pelan a la acc1on co fi
de las anteriores, es asª . . . . Fl segundo capítulo se a n- a los movimientos latinoamericanos como actores. ·críticos de la moderni-
, amplia que la de mov1m1entos sooa1es. ,
eh ornas, . dad'. Basándome en el trabajo del Programa de Iri~estigación Modernidad/
ca en estas teor_ías. . de la acción colectiva de corte Colonialidad de América Latina y de otras perspectivas provenientes de re-
' l s perspectivas ·
Finalmente, estan ª· t·t n no tanto teorías acaba- giones también fronterizas con la m<Ídernidad (Sousa Santos y Chakrabarty),
. .. l entido en que cons 1 uye · .
transdisciplmano, en e s . . tos sociales en part1cu1ar recojo y exploro seis claves analíticas para impulsar el giro decolonial en las
. l . t sobre los movumen .
das como reflex10nes a l!er as . , . t l' <lose entre diversas disc1- teorías de movimientos sociales y, a partir de ahí, captar" cómo los movi-
, l t· n general que ms a an
Ysobre la accion co ec .
iva e ,; .
, , · llá de los limites concre
tos de cada una de ellas. mientos latinoamericanos han subvertido los límites de la modernidad,
Plinas nos invitan a ir masª .d d \ car el colapso de la fron- pero de la modernidad tal y como se ha instalado en esa región. Entablo
. . ¡· t l ién en el sent1 o e ,us .
Pero transd1sc1p ,nar am' . . l onocimiento producido el debate predominantemente con las teorías eurocéntricas y por tanto, no
· por tanto asum11 e c
tera entre doxa y ep1steme y . ' l;dez ue se toma el de la academia y, sigo la pista de trabajos sustanciales producidos durante la última década
or los movimientos con la misma va '. q . conocimiento con ellos. En
P , ocurar constru11 ese
en el mejor de los casos, pr , ' .. iro decolonial, tienen un
,t"1dos el tercer capitulo y, en gene1 a1 e1 g s Cambiar los tórmir1os del debate es una expresión que Wal!er Mignolo introduce para el giro decolonial (2000).
am b os se1i
horizonte transdisciplinario.
\
1

28 \ LECTURAS EMERGENlES. lOMO 1 •


. Jo los de Raquel Gutié_rrez, Julíéta Lemaitre
en la región como, por eJemp . , d A icio (trabajos que en sí mismos
Ripoll, Raúl Zibechi o Juan Ricar o par
son propuestas decolo~iale~). t ibución puntual y apuesta de este libro CAPÍTULO 1
. Si hay que preC1sar, a con r . a ar abordajes de los moví-
es una abierta invitación a crear, ~dapbtar yiaes'.1~; la modernidad, así como
las categonas mar . MODERNIDAD YEFERVESCENCIA DE LAS TEORÍAS DE
mientos que co1apsen I t decoloniales de los movimientos
. · trica· hacer ec uras
su. perspectiva eurocen . , b . 'd s y esquemáticas de los movi.-
. MOVIMIENTOS SOCIALES UUINOAMERICANOS.
sociales ¡Al)and onemo
s las lecturas a ut n

ª pleJ'idad de sus propuestas
1A . émonos a captar a com
mientos del Sur. rnesgu .
y contextos de lucha srn pedir a cam
· b'
w ga
rantías absolutas de éxito, cuando

m. siquiera
. . las tenemo$ .... en la academia.
La década de los ochenta significó un punto de inflexión en el estudio de la
acción colectiva. P()r es<lS años, el mundo asistió a una proliferación sin pre-
• cedentes de movimien·tos sociales que venían a constatar la importancia de
. de conflicto hasta entonces descuidados por el mundo académico:
efsexo/género, la raza/etnia, la sexualidad, la juventud, los territorios, la na-
o la paz, entre muchos otros temas, fueron el centro de numerosas
luchas por cambiar aquellas formas de vida que se habían
, .,;,,:;,,1h1<io limitadas.
El gran impacto de esta diversidad de conflict()s.por primera vez llevó
a los movimientos como un sujeto central para la transforma-
! Desde entonces y hasta hoy, los movimientos son considerados
ú'lia Clave analítica de la actual sociedad globalizµda e, incluso, un elemento
para comprender los límites de la modernidad (en cuanto proyecto
'1nucho más amplio del que la globalización sería sofo la última fase).
Este capítulo examina las discusiones de los años ochenta sobre el
de los movimientos latinoamericanos para retar los límites de la
ofrecer alternativas a esta. Empezaremos revisando los deba-
la primera mitad de la década, referidos casi siempre.al carácter nove-
•./•.;, ;;,;,,~ "- los movimientos y su capacidad para cuestionar el orden mundial
pc,sotn:o. En la segunda parte estudiaremos los análisis de la última mitad
década de los ochenta, marcados algunas veces por la dimensión estra-
otras por la identitaria. Cerramos el capítulo explicando el clima de
eJ',;l'•vesce1nci.~ en el que empiezan a redefmirse los movimientos Jatinoarne-
i."-A''º" como actores críticos de la modernidad.

29
- 30
1

LECTURAS EMERGENTES · TOMO 1


MOOERNIOAD YEFERVESCENCIA Ot LAS TEORÍAS OE MOVIMIENTOS SOCIALES LATIIJOAMERIGANOS

estructural exigidos por el FMI (para refinanciar la deuda) y la consecuente


31

disminución de los servicios públicos (alcantarillado, agua, luz, etc.), el au-


PRIMERA DISTINCIÓN ANALÍTICA: LO NUEVO YLO VIEJO DE_ mento de la delincuencia, las migraciones del campo a la ciudad, la urba-
LOS MOVIMIENTOS LATINOAMERICANOS (1980-1985) _nización precaria y la economía informal (Calderón, 1986); las medidas de
En la construcción de América Latina y El Caribe el tema de la_ ac- represión adoptadas por los regímenes dictatoriales del Cono Sur, la con-
ción colectiva 110 ha sido una novedad. Como argumenta Fernando Mires, trainsurgencia en los países democráticos de Centroamérica y la seguridad
isodios históricos de la región remiten a ese tema: las guerras de nacional en Suramérica y México (Escobar y Álvarez, 1992); la instalación
h
mucose P 1 1 ·"
Independencia y las posteriores guerras civiles y federa es, a co~!uncion cada vez más sólida del narcotráfico y los constantes escándalos de corrup-
· · tos qtie representó la Revolución Mexicana, la. fusion. entre ción que trajeron la pérdida de legitimidad de los mecanismos políticos con-
d e n1ov11111en .
movimientos urbanos e indígenas que hizo posible la Revolu~ión Boliviana, vencionales, etc.
el movimiento pluriclasista y democrático que fue la Revol~c1ón c,ubana (al Estos acontecimientos, además de otros tantos, transformaron el pa-
inicio), el carácter democrático y popular del sandinismo m~araguense, s~n norama mundial; así, exigieron también cambiar las perspectivas de su áná-
algunos ejemplos del_papel central que desempeflarnn, en a _construcc10n lisis. Ya entrados los años ochenta, se registra otro gran acontecimiento que
del continente, las revoluciones lideradas por movimientos sooales, Y no obligaría a reconsiderar todavía más el horizonte del pensamiento político y
por partidos ni clases (como sí sucedió en Europa) (Mires, !98~, 1996), Sm sus teorías sociales: la proliferación de movimientos sociales.
embargo, no fue hasta la década de los ochenta :uando esta contm~~ Yfirme A las experiencias de los aflos cincuenta y sesenta del movimiento de
presencia de la acción colectiva regional empezo a ser foco de atenc1on en los los derechos civiles de Estados Unidos, de las lnchas de descolonización. y
espacios académicos'. , . . . contra el apartheid en África, las mujeres sufragistas, los movimientos estu-
Durante las dos décadas anteriores, el mundo babia v1v1do impor- diantiles y pacifistas alrededor del mundo, se sumaron numerosas acciones
tantes acontecimientos: las contradicciones del bloque socialista (sobre todo colectivas. En América Latina, a los clásicos movimientos de la región se su-
tras la ruptura chino-soviética y el estancamiento de los ,Pª'.ses de ~u:opa perpusieron luchas de distinta naturaleza.
Central y del Este e, incluso, de la propia Unión de Rep~bhcas ~ociahstas Así, a la par de movimientos como el campesino de Santiago del
.Soviéticas [URSS]) (Franquesa, 1996); el fracaso _de las pollt!c~~ behc~~ e m- Estero (luchando en distintas regiones de Argentina 'contra la tenencia pre-
tervencionistas promovidas para la gperra de V1etnam; la cns1s del sistema caria de sus tierras y la expropiación ilegítima por parte de "señores" urbaa
monetario internacional acaecida\ras sucesivas devaluaciones del dólar ado~- nos que continuamente venían a reclamarlas) o,_el movimiento sindicalista
tadas unilateralmente por Nixon, al saltarse las reglas del Fondo ~onetano de los trabajadores metalúrgicos de Sao Paulo (que reivindicaban una ma-
Internacional (FMI) y, además, llevarse al traste las reser~as en d~fares que yor autonomía y participación política frente a las p,olíticas tecnocráticas del
muchos países tenían en Estados Unidos'; también, la ynmera ~ns1s petr<:· Estado brasileflo, la reducción de salarios, los efectos· de la automatización
lera que evidenciaba el agotamiento de la fuente energet1c~ ~el s1ste~a capi- industrial y la llegada de transnacionales al país), se sintió la fuerza de mo-
talista (Martínez y Vidal-Villa, 1996); el impulso de las poht1c~s ~eohbera!es vimientos emergentes.
de Reagan y Thatcher, que llevarían al aumento del recorte p~bhco Ydanan Entre estos, el movimiento urbano Superbarrio de Ciudad de México
inicio al desmantelamiento del Estado de bienestar; el defimtivo despfa~~- (constituido por los vecindarios con fines de autogestión, ánte la escasa res-
.ento hacia un modelo de organización laboral flexible; la nueva divzswn puesta del Estado tras el terremoto de 1985), el movimi~nto de derechos
mi .. t oló
internacional del trabajo industrial, asociado con 1a reconvers10n ~en . , • humanos impulsado por las Madres y Abuelas de la Plaza ele Mayo (y su
ica y la aparición de las tecnologías de la información y la comumcac10n exigencia de justicia con los presos políticos y desaparecidos de la dictadura
fnC); ]a crisis de la deuda latinoamericana que siguió al excesivo ende~da- argentina), el movimiento indígena cocalero del Chapare boliviano, con su
miento de gobiernos irresponsables; la adopción de los programas de a;uste digna resistencia de más de quinientos años; los movimientos de la Iglesia de
base luchando contra la exclusión en El Salvador; los paros cívicos colombianos
" poi el acuerdo de Bre\oíl Woods el Fondo Moneta1io Internacional (FMI) estableció el
Recor demos nue desde 19 'l'l, ' • t · ·t ·o 1
patrón dólar y su libre conver!ibilidad en oro a una paridad fija corno base del sistema mone ano mernaci na.
l

¡
32 LECTURAS EMERGENTES· TOMO 1 MODERNIDAD YEFERVESCE ¡ · !
1CIA DE LAS lEOlllAS UE MOVIMIENTOS SOCIALES IJHl110AMERICANOS / 33
estructura organízativa era , . .
que se levantaron para deri1andar derechos fundamentales (educación, salud, descentralizada que jer, n_ias reticular, horizontal, fluida, participativa y
etc.) y el acceso y mejoramie11t.o de servicios públicos (alcantatíllado, vías, ban en los espa:ios mi arruca y centralizada. Sus estrategias se desplega-
transporte, reducción de tarifas, etc.)2 • pasado de la fáb . - crlo e la vida cotidiana. Su escenario de acción había
Estos movimientos, entre muchos otros, dejaron una rica experiencia - nea y e campo a las ciud, d, h b' .
anos antes Castells (1974). . a es, como a ia sugerido unos
organizativa en la endeudada América Latina de los años ochenta, lo que nos
permitió afirmar, con Escobar y Alvarez (1992), que esos años significaron Las identidades articuladas orlos NM , . ,
se, también conte.inplaban la .P _ . S ya no se limitaban a las de da-
para la región no tanto una "década perdida" en la carrera por el desarrollo ' ' mu1ttp11c1dad h ·b · ¡ d
terlocutor era la sociedad civil ad , l e I ne ez e la pertenencia. Su in-
económico, como una "década ganada" en términos de acción .colectiva'. " emas e e1Estado y 'l, .
eran tanto los partidos políti . ' por u timo, sus aliados no
En ese momento, los debates académicos sobre movimientos, cen- cos como otros movimi t . . l
podemos cuestionar la validez a lt d . en os SOC!a es. Hoy por hoy,
trados hasta entonces en el sujeto revolucionario o el pobre por desarro- , u ranza e muchos de esto . , . d
d ad ; no obstante, en ese momento f _ s·cntenos e nove-
llarse (como veremos.¡-µás adelante), se reorientaron a estudiar el profundo ue e1,!ve postularlos par d
eran las rupturas dejadas por la a , , l , a compren er cuáles
cambio en la naturaleza de la acción colectiva (Calderón, Piscitelli y Rey na, , , . cc1on co ect1va emergente. .
1992). De las disensiones norte-europeas se adoptó la categoría nuevos mo- En Amenca Latina el tema de la novedad t b'é
entendía que los movimientos laf , am l n tuvo su apogeo. Se
vimientos sociales (NMS) para referirse a estas luchas emergentes articu- , moamencanos habían camb. d d
mente, no solo porque SL1s de1n·111d· l . ,a o ra ical-
ladas en torno a un sujeto político identitario (movimiento hon1osexual, ' <IS eran re at1vas al ' b· d
distribución de servicios O porq e d , d, am ito e consumo y
étnico, nacionalista,·la segunda ola feminista, etc.), que se distinguían de las u Cten ian su autono ,
dos y agrupaciones de izquierda ortod x· . . . 'm1a respecto a parti-
"viejas" reivindicaciones inspiradas, más que todo, en un sujeto de derecho o as, sino tamb1en por d' ,
cacolectiva se basaba en la afirm , , l l '. ' qne su lllan,i-
(por ejemplo, el movimiento sindicalista o la primera ola feminista)'. De ahí acion < e a solidaridad y 1 1 h
jerarquías (Slate1; 1988). a uc a contra las
que -siguiendo a Calderón (1986)- se asuma qne uno de los mayores im-
Muchos estudios se preocuparon or ' 110st . .
pactos de esta novedad de los movimientos haya sido ampliar el marco de terizaba a los NMS latinoame . .. ,P rar la diversidad que carac-
. interpretación de la acción colectiva hacia un horizonte identitario, más allá ( ncM10s, as1 como el ín1 actO
tando en la región. Por eJ'empl , l . P que estaban susci-
de la discusión del Estado-nación y los ámbitos laborales y jurídicos. o, segun a publicación L
sociales, coordinada por Elizabeth ¡ ¡· d· os nuevos movimientos
' los NMS eón los paradigmas identi-
Para esta perspectiva que asocia ' emame iadosdelos - ·h
mocratización del Cono Sur log ad . anos oc enta, la de-
tarios (Mendiola, 2002) fue crucial puntualizar en qué consistía la novedad. r a para ese entonces hab' 'd b
el movimiento obrero pero tamb'. , ' ta s1 o posi le por
Los movimientos no se relacionaban de la misma manera con el resto de actores ' ten por 1a o1a de mov·n . t
mujeres, rock nacional derecho h . : . ' 11en os emergentes de
sociales; su acción colectiva había dejado de estar subordinada a las diná- , ' s umanos, vecmos etc (Jel, 1985) U
mas tarde, el estudio comparado L . . . . ' · lll, , n año
micas de los partidos políticos y, por ende, habían ganado una mayor auto- . d
drna ' os movimientos socia/es a t 1 , . .
o por Fernando Calderón anal' , l . _. -;.·_ n e a crisis, coor-
nomía respecto al Estado. Sus objetivos ya no estaban orientados a controlar '
noamericanos (Argentina Brasil Cl .1 C l
izo os movumentos de
,
, l
nueve pa1ses ati-
el Estado (como productor de lo social), sino a promover ante él una demo- uruguay y Venezuela) con' el obj'et'' ll de, d omb1a
0
. '
Ecuador p p
, araguay, erú,
cracia igualitaria y participativa. Sus demandas habían pasado del ámbito , ivo e eternunar:
económico-material al cultural-simbólico; la producción como principal es- La relación entre pnkticas sociales y cri . [ . , . .
r:':_-•-l
fera de acción había sido reemplazada por la distribución y el consumo. Sn

2 En Colombia, los paros cívicos se organizaron desde 1957, pero fue on la década de los ochenta cuando se convirtier.on
tas que las sociedades sudamericanas
cle sus posibilidades de construir sujetos
sociales. (1986, p. ll)
f:~: J
en teimmos ele las respues-
sido capaces de generar, y
mentales de nuevos órdenes
en una forma de protesta común. Solo en\re 1982 y 1984 alcanzaron arealizarse 58 µarns clvicos (Rojas, 1996}.
3 la expresión década perdida fue difundida por econombtas para relerirse alos desastrosos años ochenta, posteriores
Los resultados arrojaron un profundo camb' . ,
al endeudamiento de los años setenta ydedicados, casi exclusivamente, al pago de los !n\ereses de In deuda externa.
tos de la región, respecto a la estructura de .• . lO _en los mov1m1en-
4 Este tránsito de! suieto político de derecho a uno de corte más identi\ario es claro en el feminismo, que pasa de la
primera ola (centrada en la lucha _por la igualdad de los derechos de las mujeres res¡iecto a los hombres) a la segunda· fragrnentada), la estructura orga , t" ( panicipacion (más dispersa y
ola (preocupada por valorar la diferencia idenlilaria de las pdmeras respecto a los segundos). ' mza iva que iba desde formas de acción
MOOERNlíl/iO y EFERVESGEIIGIA DE LAS TEORÍAS DE MOVIMIEIIJIIS SOCIALES I.JlllilOAMERICANOS
34 LECTURAS EMERGENTES· TOMO 1 35
Esta perspectiva supuso un distanciamiento de las teo1·1'as f .
familiares y comunitarias, hasta protestas y rebeliones urbilnas), la tran- .
l1stas • b ' unc1ona-
que oto1ga an a los movimientos un P l d . .
~ . . . ape secun ano en la trans-
sitoriedad; los aspectos sincrónicos y diacrónicos de su desárrollo, la dis- lormac1ón social Por eJemplo, siguiendo a Mires (1993) d. ,
.
Latrnoamenca , . . , inamos que en
tribución múltiple y heterogénea dentro de un mismo espacio geográfico, se vio cuestionada la sociolog' d f . .
. . , "d ' ia e corte unc10nahsta que
el efecto sobre las relaciones sociales y su propia imagen y, finalmente, la en su v1s10~ . eshistorizada" de la sociedad y reducida a modelos, habí~
concepción de la vida. dado poca cabida al terna de los movimientos'.
Como nuevos campos de conflicto, el estudio arrojó: industrializa- Esta visión de los NMS ta b· ' t · .
m len raJo un distanciamiento de las ro-
ción y condición obrera, calidad de vida, consumo colectivo y descentrali- puestas de corte marxista, que entendían los movimient I p
zación, tierra, mercado, etnia y Estado, libertad, género y cultura, así como ción de la lucha de clases O . ., os como pro onga-
1 por opos1c1on a ella, ya sea al analizar la relación
guerra y política. Por último, la investigación indicó que los NMS latinoa- ent:e os conceptos de movimiento y clase o, por el contrario al m t .
mericanos habían cambiado, porque, además de ser defensivos, empezaban s1 bien el primero no e, 1 1 ' os ra1 que
. r emp aza a segundo, esta es una categoría de amílisis
a ser propositivos, al, generar espacios de resistencia basados en valores co- y no¡~ realidad a la que se refiere dicha categoría (Mires, 1993). En un senti-
lectivistas, de autogestión, solidaridad, etc., que potenciarían la reconstitu- ~:~ast~pho, con ~aclau Y Mouffe, podemos decir que la irrupción de los
ción de nn sistema de o,posición sólido y, por tanto, del sujetó histórico que a no un cuest1o~amiento crítico y corrosivo, pero necesario, acerca
con tanta urgencia nec~sitaba la región (Calderón, 1986). Estudios de este de los fundamento~ teoricos y políticos que habían constituido tradicional-
tipo indicaban que asistíamos a un momento de gran valor heurístico para mente el honzonte intelectual de la izquierda r t
el análisis de laacdón colectiva.
, .
'h.
rió la conflictividad social por ese' entonces _,as nut~vas or1'.1~s que adqui-
izo en iar en cns1s uno de los
m ás f uertes asideros del pensamiento crítico:
Los nuevos movimientos sociales (NMS): de la retaguardia
al centro del debate Toda una concepción del socialismo fundada en la centralidad ontológica
El énfasis en el tema de lo nuevo tuvo una importancia tanto heurís- <l_e la clase obr~ra) en la afirmación de la revolución como momento funda-
c1onal en el transito de una 50 · d d . . .
tica como analítica. La novedad anunciaba una doble fractura. Por un lado, c,e a a otra, Yen la 1lus16n y posibilidad de
se rompía con la tradición de los enfoques clásicos de la acción colectiva, de- una voluntad colectiva perfectamente una y hon1ogénea. (Laciau y Mouffe
1985, p. 2) . . · · '
'
sarrollados entre mediados d<l los siglos XIX y XX; por otro lado, se produ-
cía una ruptura con los enfoques funcionalistas y marxistas, predominantes Con este vuelco total, los análisis de movimientos vinculados con el
durante los años sesenta y setenta. Detengámonos en esta última ruptura tem_a del desarrollo o el de la revolución se quedaban cortos para <far cuenta
(luego atenderemos la otra). de las demandas y estrategias de los NMS Defi ·t· t . .
h ,, , n1 lYamen e, 1os mov1m1en-
La visión de la sociedad que traían consigo los NMS había dejado de b
tos a un pasado de la retaguardia a ocupar u11 l . •.. t I l d
, ' , ugar cen ra en os ebates
ser la de un conjunto de estructuras y relaciones de clase que solo podía ser contemporaneos sobre la transformación social:
alterada con la modernización desarrollista o con grandes cambios revolu-
cionarios que quebraran la alianza entre la clase dominante y el capitalismo El ~urgimiento de la nueva ola del feminismo, los movimientos contesta-
internacional, de ahí que su estudio dejó de remitir al análisis de estructu- tanos de las minorías étnicas, nacionales y sexuales, las luchas ecolÓ . -,
anti. t't . l , gic,ty
ras, ya fuera en términos de modernización o de dependencia (ambos vin- . -rns I L~c10na es, as1 como las de las poblaciones marginales, el movi-
culados con el desarrollo y relativos a la producción) (Escobar, 1996). Se m1~nto anti nuclear y las formas atípicas que han acompañado a las lucha
entendía, además, que la función transformadora de los movimientos ya no sociales en los países de la periferia capitalista, implican la extensión de 1:
era marginal respecto a la del Estado o los partidos políticos; las luchas de
los NMS no buscaban compensar las fallas del primero ni tampoco reforzar 5 Mires cita corno ejemplo la sociología de la integración d Z r - , . . . .,
producto de la modernización a la que asiste el primer n ~ e rne1~0 YT1_rorn, para ~urenes la desmtegracron socía1
las demandas de los segundos. Los movimientos por sí mismos tenían la ca- Tercer Mundo puede ser remediada con la Intervención ~el:°E º1 ydque ace ,t1enipos paso aformar parte constitutiva del
s a o.
pacidad de orientar la producción de lo social.
MOOEnNIOAO YEFERVESCENCIA DE LAS JEDRÍAS DE MOVIMIEIITOS SOCIALES LJ\JINOAMERICANOS 37

36 LECTUR~S EMERGENTES· TOMO 1 En esta misma línea, Tilly y Shorter (1974) muestran que la acdón
. t· idad social a una amplia variedad de terr.enos que crea el P.oten- colectiva de "Las huelgas en Francia (1830-1968)" no incluía únicamente ac-
con fl 1c iv ' • d d · más libres · ciones violentas y no permitidas por el .sistema (destrucción de maquinarias,
. l -pe1·o solo el potencial-
cia . para el avance hacia soc1e
) a es i

democráticas e igualitarias. (Laclau y Mottffe, 1985, p. 1 sabotaje, tumultos); también involucró acciones admitidas y legalmente re-
glamentadas (manifestaciones, votación, abstención electoral, participación
. . , t· el número de estudios empíricos sobre los NMS fue en partidos políticos, sindicatos, planes de seguro y otras actividades coo-
Ba¡o esta op 1ca, . t Jcia
creciendo vertiginosamente y, con ellos, el optimismo sobre si nnpor ª'.a e~ perativistas) y que suelen adjudicarse exclusivamente a los movimientos
•ue tal el entusiasmo, que se llegó a un momento de plen.a e ervescenc'. contemporáneos. Sin establecer una continuidad total entre movimientos
F , M' , ( ) - hubo una tendencia a considerar movimiento clásicos y contemporáneos, muchos argumentos de este tipo prefieren no
l que -segun ires 1993 . d · ·
:acial a casi cualquier forma de acción colectiva. En ese chm.~ e opt1~1is, alabar el tema de la novedad de los movimientos (Nash y Tavera, 1994),
mo, no es sorp rende nte que pronto emergiera una preocupac10n por a nar Otra cuestión que acaparó las discusiones optimistas de la primera
el debate sobre la novedad. . .. . ¡ _ mitad de los años ochenta fue determinar si la novedad se refería a los movi-
Algunas discusfones se centraron en determinar si iealmente os ;:~a mientos o a las lecturas que se hacía de ellos; si hab(a que hablar de "nuevos
. ·entos de los años ochenta eran nuevos respecto a los precedentes. kf movimientos" o, más bien, de "nuevas miradas" delos movimientos. En am-
vmu Cl , Offe representante de la Escuela de Fran ·urt bos casos, determinar a qué categoría pertenecían los movimientos se tornó
ciertos autores, como aus , b men
. , a ciertarriente hay una ruptura radical entre am os mo - casi más importante que el propio estudio de estos. El efecto de tan tenaz
contemporane , . d - h nta dice el
tos de la acción colectiva. Los movimientos e 1.os anos oc .e .-1 .- discusión fue crear una frontera entre la acción colectiva clásica y la conte111-
. . . uran· ui1 "nuevo paradigma político", al cuest10na1 e crec1 poránea, que, si bien fue heurísticamente útil, trajo graves dificultades desde
autor- maug •d d los valo-
mien:~
r~s q d
: ;~~:: ~~!:a~~:~~:~i::~í~~2~~;::: :~~u:i~;o ;:;~:nestar, l~
ducc·io' i1 fordista y la democracia formal de los partidos poh-
:1
el momento en que fue reificada.
Como sostuvo Alberto Melucci por esos años, tanto la postura que
defendía la etiqueta de los NMS corno aquella que apostaba por la novedad
s1stema e pro ·d l'f s
. Así mismo su tendencia es mantenerse ajenos a los parl! .os po l ico , de su lectura compartían la misma limitación epistemológica: e11tender los
t icos. , ,. ostar por un proyec-
reivindicar una nueva manera de hacer po1tllca y no ap . d' 1 movimientos como objetos empíricamente unitario•s e inmutables. En ese
to (meta)histórico en particu1ar.1Asprc_os t am bos que. los, diferencia ra 1ca - sentido, afirma el autor, quien los investiga asume peligrosamente la exis-
d 1 · ientos clásicos (Offe, 1988, 1992). tencia de agentes sociales coherentes que van moviéndose a lo largo del flujo
mente pe oslmovit~rio autores como Craig Calhoun (1994) insisten más histórico (Melucci, 1988). Una posición bien pa}adójica si pensamos que el
or e con r , t ráneos
continuidad entre los viejos· movimientos y 1os con empo . carácter cambiante del conocimiento a partir del ct¡al se investiga se le niega
en la l identidad como núcleo articulador de las luchas no es al sujeto investigado. '·
Argumentan que a
Llll asunto para nada novedoso:
Inconvenientes de trazar una frontera entre lo nuevo y lo viejo
Las olíticas de la identidad no son nuevas ni están limitadas a ideologías. r,os-
mat:rialistas o estadios de desarrollo. Han sido parte y parcela de las p.oht1ca: Como puede sospecharse, el excesivo énfasis en esta frontera analíti-
ca de la novedad trajo graves problemas. Por un lado, dejai-on de considerar-
modernas y la vida social durante cientos de años. Solo que ~•.n temdovi~a
. con vana·. das se las múltiples continuidades entre ambas formas de movilización (Escobar,
competir , formas
, , de pensamiento sobre las pohticas ,y la t
1997). Por ejemplo, las que destacan muchas feministas de la segunda ola y
social más universalizantes y nega doras (Ie la diferencia y son premamen
, . e
s que han configurado la naturaleza no solo de nuestras pollt1cas smo corrientes posteriores, cuando insisten en que sus demandas son posibles
esas la . e • 9 23)'
de nuestro pensamiento academICO. (Calhoun, 19 4, p,
obreros y sindicales (o movimientos clásicos) que aparecen en Gran Bretaña a mediados del siglo XIX y se extienden
al resto (!e Europa a fin de siglo lucharon por tiansformar las relaciones ef/ la producción, a diferencia da los que les
lhoun 110 siempre argumenta afavor de la contlnui_d.ad ~e las
6 Traducción libre. Por otro lado, vale!~ p~na resa'.t~r quefª uevos no la encuentra entre aquéllos y las mov1\Jzac1ones
precedieron, que cuestionaban las relaciones de producción (Laclau y MÓuífe, 1985).
luchas. Si bien la halla entre los movimiento~ c~a:1co~ ~ ~s XIX (~artista owenista, etc.), Según él, los movimientos
¡"
comunitaritas de flnales del siglo XVU! Yprmc1pms ( e sigo ,
MOOERIIIDAO YEFEIIVESCENCl.4 OE LAS fEORÍAS OE MOVIMIENTOS SOCIALES UlflllOAMERICANOS 39
38 LECTURAS EMERGENTES• TOMO 1
La democracia liberal como objetivo por alcanzar de los movimientos lati-
gracias a las luchas del feminismo de la primera ola, tanto femirÚstas libera- noamencanos • en ese entonces era el punto de parti·da
<
de ¡os mov1m1en
· · tos
les como socialistas-marxistas. del Norte (M_ainwarning y Viola, 1984). Al parecer, la tesis de estos autores
Otra dificultad del debate sobre la novedad fue pasar por alto el he- eqmpara la dunensión discursiva de las prácticas sociales con 1 "
te culturar'. o meramen~
cho de.que los viejos estilos políticos seguían presentes en las nuevas formas
de movilización (Escobar, 1997). No es un hecho desconocido la continua . , Otro grave inconveniente del debate entre lo mtevo y lo viejo (que
preocupación de activistas por no reproducir en sus movimientos el cliente- tambien a,rastran los argumentos anteriores) fue generalizar las condicio-
lismo, la burocratización o la institucionalización. nes de emergencia de los movimientos norte-europeos a las del resto del mun-
Del mismo modo, el énfasis en el tema de la discontinuidad muchas do. Por e¡emplo, tomemos la lectura de Offe sobre los• NMS . Segun, ¡
e autor,
veces llevó a generalizar ciertos rasgos negativos a todas las formas "anti- com~ r_espues_ta a las contradicciones de la sociedad posindustrial, estos
guas" de hacer pol/tica (Escobar, 1997). Fue entonces común subestimar el movimientos

mauguran un 'nuevo paradigmac: poli'ti·co' , c uya acc1·ón se ca-
potencial transformador_ de movimientos "viejos". Por ejemplo, Lehmann ractenza por '.u~triple eje compuesto por: una nueva clase media (con sus
(1990, citado en Foweraker, 1995) define las organizaciones de la Iglesia de necesidades basicas ya cubiertas, que habían crecido en un Estado de bien-
base latinoamericanas (sobre todo, orientadas por la teología de la libera- est~r), sectores desmercantilizados (con una posición periférica respecto al
ción) como formaciones populares que no llegan a constituir movimientos. meicado ele traba¡o) y elementos de la vieja clase media (Offe, 1988). Esta
A pesar de ser numerosas -opina ese autor- son descentralizadas y pe- acertada lectura dific1lmente puede calzar con contextos distintos al euro-
queñas; tan pronto e_mergen, decaen y desaparecen; se limitan a comentar peo. Y no tiene por qué hacerlo.
la Biblia, a hacer trabajos de desarrollo, proyectos de salud, y, a veces, se in- De modo, que más allá de las semejanzas entre los NMS de distintas
volucran en luchas por las tierras y en la defensa de los derechos humanos. partes del mundo, hubo que considerar las diferencias. De ahí que fueran
Indudablemente, los escuadrones de la muerte de El Salvador, res- muy esclarecedores artículos como el de David Slater (1988), "New social
ponsables del asesinato de activistas de la Iglesia de base, entre ellos el psicó- m_ovements and old política] questions: sorne problem of socialist theory
logo Martín Baró, no estarían muy de acuerdo con subestimar el potencial with relation to Latín America", que destaca las diferencias entre los NMS
transformador de movimientos "clásicos" afines al principio emancipador
,1
europeos Y latinoamericanos, tomando como referencia el rol del Estado:
de la teología de la liberación. 1 su grado de penetración en la vida de la sociedad civil, sus funciones como
Por otro lado, debido al excesivo énfasis en el debate sobre la discon- ES tado de bk~estar, su grado de centralización del poder y, por último, el ·
tinuidad de los movimientos, fue común establecer una correspondencia en- grado de eros10n de su legitimidad. ·
tre las dicotomías cultura-economía y nuevo-viejo, de modo tal que los NMS Un _últi~.º inconvenien:e de ,;eificar la .{rontera entre Jo viejo y Jo
fueron caracterizados por tener demandas relativas a los ámbitos cultural y nuevo fue ~onve1 ltr la aut~~omia en fetiche" (Hellman, 1992). Asumir que
simbólico, mientras que los viejos por tener demandas respecto a los ámbi- c~alqmer tipo de vrnculacion con el Estado merma la autonomía del movi-
tos económico y material. miento. Por ejemplo, Mainwarning y Viola consideran que los movimientos
Como señala Hellman, con base en esta dicotomía, muchos estudios europeos_ Y e_stadounidenses de los años ochenta emergieron de una densa
norteamericanos tendieron a concluir que los movimientos de América Y comumcat1va sociedad civil: espacios públicos, instituciones políticas de
Latina, a pesar de centrarse en la esfera de la distribución y el consumo, no i'.epresentación, un sistema legal autónomo y un marco de derechos conso-
podían considerarse NMS, pues sus demandas seguían ancladas al ámbi- lidado (qu~ le otorga el derecho a reunirse, a opinar, etc.). Según los autores, ·
to material (Hellman, 1992). Por ejemplo, en su aproximación a la cultura la exJS:encia de una sociedad civil (autónoma), en la que se ejerce una serie
política de los NMS de Argentina y Brasil, Mainwarning y Viola sostienen de pohtJcas de_ mfluencia, se presupone, pero no se aplica al caso latinoa-
que en el Norte son "viejas" esas demandas puntuales de servicios básicos mencano (Mamwarning Y Viola, 1984). Por tanto, allí difícilmente puede
(agua potable, títulos de tierras, trarrnporte), que las clases populares lati- hablarse de NMS.
noamericanas hasta el momento empezaban a reivindicar frente al Estado.
40 LECTURnS EMERGHllES · TOMO 1
'' ecto al E t d
MODERNIDAD YEFERVESCENCIA DE LAS TEORÍAS DE MOVIMI_EHTOS SOCIALES LJ\TINOAMERICANOS

Además, seüala la autora, partir de la autonomía total d 1 NMS .


e os tes-
41

En la misma línea, Lehmann seüala que a pesar del aparente desafío P · • s a o Y otros actores sociales trae el efecto de e11t en der que esos
movumentos
d . 't· 1nacen • signados
. por una imperfección de la mst1tuc1onahdad· ·. . .
de los movimientos latinoamericanos hacia la política formal, estos tienden emoc1 a tea atrnoamencana o por unas oportunidad, -1· .. el
. d es imita as para abrir
a contar con el Estado u otras fuentes de soporte material, al reproducir di- espacios e expresión política. Se trata de una excesiva . t·t¡·,ca . el a preocu-
., d l . . y JUS
námicas clientelistas, de corrupción y de fraude electoral. Incluso, los mo- pac1on e a 1zqu1erda europea por el tema de h bu t·· .,
•, • • < rocra 1zac10n en las or·
vimientos de la región que no negocian con el Estado, tampoco salvan su ga111zac1ones
. centrahzadas, que primó en los 'ana, 1tsts . . d e 1os movimiento .
autonomía, pues· proliferaron en regímenes dictatoriales y/o autoritarios 1atrnoamer.icanos ·c1 f¡ y muchas veces llegó a hacer de la au . tonomta , un ,,etiches
que impiden la formación de una sociedad civil de la cual aquéllos ten- En ese., sent1 o, a rma Hellman, habría que con st'd era,. que los movnmentos . . .
drían que emerger (Lehmann, 1990, citado en Foweraker, 1995). ,. b ien pueden renovar los conceptos de los pa r t·te1os, proveer diferentes
taro •
También en esta dirección, Foweraker argumenta que los movimien- v1as para comprender sus problemas así como r f
p 11 ) , . ' e rescar su cultura política
tos latinoamericanos surgidos durante los aüos ochenta, lo hicieron bajo (¡ •,e· man, 19 92 • As,, es pertmente recordar con Orlando I''ª1s Bord a (1992)
. '
regímenes autoritarios;..dictaduras militares y Estados de bienestar débiles, a tmportancta que tuvo el apoyo de los movimientos a los t'd d . '
que impedían la creación y consolidación de una sociedad civil (requisito uie d ¡d ¡¡ d • par t os e tz-
ql p r a'dpara d e• , · esarro o e nuevas culturas ¡,olíticas · ' en 1os anos - . oc11enta·
fundamental para su emergencia y consolidación). Un ejemplo de un mo- e arti. o os Irabalhadores ' de Brasil·' hAlian ' za at emsta, en México· el·
C ·d .
vimiento sin autonomía, según el autor, es el feminista chileno o argentino, eam b 10 90, en Perú, o. la Causa R, en Venezuela. '
cuyas activistas tuvieron que orientar sus estrategias y agendas a la defensa Por .
. , otro ,lado,
. habría que tomar en cuenta que e,¡ P1anteamtento de la
de derechos humarios, constantemente transgredidos por las fuerzas mili- autononua. en termmos absolutos se debe a la conce· pcton
. , mtSma
·. de lo social
.
tares y paramilitares del Estado. Por tanto, afirma el autor, estamos frente a como un sistema cerrado. Laclau y Mouffe ofrecen u na cl·an.d ad a1respecto:
movimientos carentes de autonomía (Foweraker, 1995). Un último ejemplo
en esta misma línea lo ofrecen Tironi (1989) y Zermeüo (1989), para quienes " años, [... J se ha ·discutido ªbnnc1antemente acerca del con-
En los últimos
los NMS latinoamericanos perdían su autonomía, al contraer compromisos cepto
¡- de
. autonomrn respecto al Estado" [· · ·] pero, 1a mayor parte de esas
con otros movimientos (como el obrero) o con ciertas instituciones (como la <
11 tscus10nes
·, • l'd se han planteado en términos tales
( , qu.eh . an con <luc1·do a un ca-
Iglesia de base) (Mires, 1993). Es cierto que los NMS se caracterizaron por . qon sm_sa t a. La razón es que, en general, se ha:'ihtentado explicar dicha
ser más autónomos que los mov\mientos clásicos respecto a los partidos po- dutonom1a , en un , marco que acepta el sup ues.o
t·. d e una sociedad
. suturada
líticos y al Estado, pero no por eso tenemos que transar la realidad a favor · -a.t~aves por e¡emplo, de la determinación ~n· última instancia por la eco-
de la teoría. El hecho de que los movimientos cuestionen los mecanismos de n~mia- y entonces el problema de la autonomía relativa, ya sea al Estado o
representación convencionales no debe confundirse con un rechazo total y ·¡ YMouue,
de cualquier otra enhdad, resulta insoluble· (L.ªF.ªU ce 1985, p. 161)

absoluto de estos. Y aquí vale la pena ampliar este debate tomando los apor- Tomando en cuenta lo anterior, prefiero la propuesta d H 11 d
a 1al°" ¡ t , d ¡ e e man e
tes de Judith Adler Hellman. l ' izar
l' f¡ • , a au onomia e os NMS latinoamericanos
' c 'd d
ons1 eran o que su pro-
Según esta autora, pretender una "autonomía total" de los movimien- , era~ton ~n 1os aüos ochenta estuvo estrechamente vinculada con la su resíón
tos pone en un mismo saco a diferentes tipos de articulaciones; por ejemplo, de la izquierda y el descontento con los regímenes autoritarios de l D ~
el cese de actividades de un movimiento tras el cumplimiento parcial o tot~ acuerdo
· d .con su tesis,
. los llamados NMS pasaron 1
' cupar e espac10 vac10 de-e
a o . regt ~- ~
de sus demandas por parte del Estado, la adherencia del movimiento a un lª de otras formas de representación y orgamzac1on
. . , popu-
¡ o potd · e la supresión
. d ..
líder carismático o, por último, la puntual vinculación geográfica o temáti- ar, a 11erencia e Europa occidental (Italia Ale , . F .
- d. l E . ' mama, rancia -y podemos
ca de un movimiento a un partido o coalición de partidos, cuyo programa ana. . tr e. ,stado. espaüol-) ' donde los NMS' se expand.teron Justo
. cuando los
político sea acorde a sus demandas'. pat t1dos dorganizados formalmente y las agrupaciones <le 1zqu1er
. . d a estab an
empezan o a gozar de soporte electoral e influencia política.
7 HeUman habla t.le diferentes Hpos Ue cooptaciones. Preled cambiar e! término por el de 'articulaciones', porque me
parece que evitarla confusiones.
MOOERi-1101\0 YEFERVESCENGIA OE I.AS TEORÍAS DE MOVIMIEIHOS SOCIALES LATINOAMERICANOS 43
42 LECTURAS EMERGEIITES · TOMO 1 ~eneralizar ciertos rasgos negativos a todas las formas "antiguas" de hacer po-
Lo que hacían los NMS latinoamericanos era extender el espacio político lrt1ca, establecer una correspondencia entre las dicotomías cultura-economía
disponible a la ciudadanía, y llevar a la arena pública lo concerniente a la vida Y nuevo-viejo, generalizar las condiciones de emergencia de los movimientos
cotidiana y personal. Ellos representaron un desarrollo paralelo, pero no una norte-europeos a las del resto del mundo y, por último, convertir la autonomía
sustitución de las formas tradicionales de participación política (Hellman, 1992). en "fetich~", fuernn inconvenientes que pusieron sobre la mesa la complejidad
En suma, el hecho de que los movimientos cuestionen la legitimidad de la accron social y obligaron a reconocer que en vez de una novedad "abso-
de los mecanismos convencionales de representación política no significa, de luta" había una ruptura cualitativa respecto a los movimientos del pasado, en
ningún modo, el rechazo absoluto a estos, mucho menos al poder. Como in- su manera de concebir y estructurar la novedad (Melucci, ]994).
sistiré a lo largo de este trabajo, hay que refrescar la idea de Deleuze y Guattari . Los movimientos clásicos empezaron a entenderse como redes pre-
(1987) de que la propiedad primordial del poder es su capacidad para circular vias capaces, algunas veces, de promover la proliferación de nuevos mo-
de lo macro a lo micro y viceversa; por eso no podemos enclaustrar las prác- vimientos (Mendiola, 2002). Sin embargo, pasaría algún tiempo antes de
ticas políticas de los moyjmientos en los espacios cotidianos ajenos al Estado. que el te~a de la novedad se entendiera como una necesidad analítica y no
Aunque sus deniandas y formas de lucha sean alternativas a los meca- como_ un,, sello de gar~ntí_a política". Como propusieron un tiempo después
nismos de representación propios del ámbito estatal, una de sus finalidades es Arturo Escobar Y Soma Alvarez (1992), defender a ultranza la novedad de
suscitar cambios en la esfera política convencional. De no contemplar la_tensión los_movimierüo~ no había sido tan importante como el esfuerzo por reno-
va_r el entendrmrento de los complejas dinámicas desplegadas por los movi-
entre la necesidad de dialogar con el Estado y, al mismo tiempo, confrontar-
mientos sociales; preguntarse, por ejemplo, por la continuidad y la ruptura
lo, terminaríamos pon:onsiderar cnalquier vínculo movimiento-Estado como
de las luchas, por lo que hay de nuevo en lo viejo y de viejo en las nuevas
una cooptación. Al hacerlo, también correríamos el riesgo de anclar el análisis
identidades, o por los aspectos potencialmente innovadores del reencuentro
de los movimientos en la imagen moderna del sujeto libre y autosuficiente; un
histórico entre lo nuevo y lo viejo.
ideario que nos ha traído ya bastantes prejuicios. Además, volveríamos a la idea
de masa propia del enfoque clásico del comportamiento colectivo, según la cual Pisando la segunda mitad de los años ochenta había cierto acuerdo
-como veremos más adelante- los movimientos se desarrollan al margen de con la propuesta de Melucci (1994) de abandonar la categoría de.NMS, con-
Siderando, sin embargo, su valor heurístico. Las discusiones de los años ve-
los canales institucionales. Una perspectiva desde la que sería difícil tomar en
nidero.s tomarían otro rumbo. •·
serio, por ejemplo, la interpelaciónldel r~ovimiento indígena al Estado boliviano
y la histórica llegada de Evo Morales a la presidencia boliviana.
También desde esta mirada perderíamos de vista la importancia de
SEGUNDA DISTINCIÓN ANALÍTICA: ENTRE LA IDENTIDAD
ciertas jugadas estratégicas, por ejemplo, las realizadas por la Plataforma en YLA ESTRATEGIA (1985-1990) ;·
Defensa del Ebro para entrar en diálogo con la ministra de Ambiente del
Entrando a la segunda mitad de los años ochenta, algunos autores
Estado español, tan pronto como fue nombrada por el entonces entrante go-
bierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), del 2004. Catalogar dicha Y autoras mantenían su optimismo sobre los nuevos movimientos socia-
les (NMS)_ latinoamericanos. Otros, por el contrario, consideraban y si-
reunión como una cooptación por parte del Estado de la red de organizaciones
que defienden el cauce natural del Ebro obviaría su crucial influencia en las de- guen considerando que en las regiones periféricas hay poco: "espacio [... ]
cisiones que el Estado español tomó en ese momento respecto al "Plan hidro- para la mtervencrón de los NMS que, no obstante, impregnan tímidamen-
lógico nacional". No podemos obviar ejemplos de este tipo, a la espera de que te la :ultura cotidiana de algunos sectores sociales" (Piqueras, 2002, p. 55).
los movimientos mantengan una autonomía absoluta respecto al Estado. Ya bien entrada la segunda mitad de la década, esta postura empezaba a
ser común en la academia, mermando así el optimismo sobre el potencial
transformador de los NMS latinoamericanos. Esta vez, la discusión estaría
Considerar las múltiples continuidades entre las viejas y nuevas for- marcada por una dicotomía distinta a la novedad-antigüedad.
mas de movilización, pasar por alto la vigencia de los viejos estilos políticos,
1 MODERNIDAD y EFrnVESCENCIA DE LAS TEORÍAS DE MOVIMIENTOS SOCIALES LATINOAMERICANOS 45
1

44 \ LECTURAS EMERGHITES · TOMO 1 (Mencliola,


• 2002). Con este tipo de conceptos 1 la TMR a¡,un·ta h acra
· los si-
·
guientes. problemas: la elección de aliados e interlocutores , el proc =e~d
Justo a mediados de los aüos ochenta, Jean Cohen piíblica el que clutamiento yJa ~~nstrucción de lazos sociales duraderos (Diani, 1998).
se convertiría en un valioso. artículo para la literatura de movimientos: · S~ aphcac10n al. con.t~xto latinoamericano ha dado cuenta, por ejem-
"Estrategia o identidad: nuevos paradigmas teóricos y movimientos so- l b
plo, de como mov!lizacion de recursos de camaradería fue crucial para
ciales contemporáneos". Allí distingue las teorías según si enfatizan la que el movimiento clandestino Los Montoneros , tras ¡a san _
. se consolidara
.,
dimensión estratégica o identitaria de la acción colectiva. El primer en- gnenta represion que vivió la Argentina de los afíos sesenta y setenta (Della
foque, predominante en la literatura anglosajona, explica la emergen- . Porta, 1998). En esta misma línea para el caso colombiano se ha argumen-
cia y el desarrollo de los movimientos sociales a partir de cuestiones tado_ que, .s,i bien la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 favoreció la
como participación, organización de recursos, racionalidad, expectati- prohferac'.?n del movimientos afro, también puso en marcha una serie de ·
vas, oportunidades políticas, liderazgo, redes de movilización, intereses, movilizacwn de recursos que muchas veces llevó a la competench entre l
conflictos, etc. El segundo enfoque, dominante en Europa, enfatiza las d' · d l , os
t .; · istmtos sectores e movimiento y a s1i consecuente fragmentación (Pardo
dinámicas por medio.,.de las cuales los actores sociales construyen nue- • ·· · y Alvarez, 2001).
1
vas identidades (Cohen, 1985). '
Bajo esta distinción entre la dimensión estratégica e identitaria de la
acción colectiva pueden rastrearse las teorías contemporáneas de los mo-
1 é}i\ d~;Lati~::!eé~~:::~·:::: ~i:/::~ef:~ :ri!i::~!:,Tp~! :}~;a:º;!::;:~~
vimientos sociales de corte más disciplinar: la teoría de la movilización de l."+Ni t···•·•··· . ;~~:r:i;~:~:re~1:,~o~::i:!::r;:;:~~:~o~ª~s~~;~~uyni:;!~::e: :~~::.~t:r:::

.;.~:.~:l,;~:;;:!:r~~;;::s:::,~l:if:
recwsos, la teoríade.los procesos políticos, las teorías del paradigma identita-
rio y, por último, la teoría de los marcos interpretativos'. Revisémoslas bre-
vemente de la mano de Ignacio Men<liola (2002), para luego referirnos a sus
aplicaciones particulares en Latinoamérica'. .·
.\li1*)'
,.H.C• ... • · 1·que·tpresupone la teona (Shurman, 1989, citado en Foweraker 1995) A t
, · d l , • es as
Las estrategias: los movimientos desde una perspectiva micro l}W {••· ~:~:~~~~;;ª ;:R'.c;!:1::e~;:~;;~i:!:1;0:~~:~\~;;sd:r~~~:~e~~::~~;l:~nte
· Quizá la primera teoría contemporánea de movimientos sociales •,<:,,:·:
.,. . . de tipo
. más .macrosoc1· al , asi' como su t end enc1a
. .a red ucir los movimientos
icas
que logró institucionalizarse en1el m\mdo académico fue la teoría de lamo,
vilización de recursos (TMR), de autores como McCarthy, Zald, Obershall,
··••··••·•.•.•·.•.··•.<.·. ,
· ·· ·a una orgamzación
b' · racional que intenta logra., r· unos beneficios a part'ir d.··,·
e.
..
•• ';'}/ unos o Jetivo_s previamente calculados (Mendiola, 2002).. ,·.·.· .·.
Della P9rta o Diani. Según esta teoría, la racionalidad instrumental (cál- L if/ · ,
De ahi .que en los últimos años, la TMR s.~ haya orientado a estudia;
culo de costos-beneficios) y la organización racional (movilización y ges- l ) . • ~-cara~te'.· reticular de la acción colectiva. Por ejemplo, el trabajo de Mario
tión de recursos) son aspectos básicos para comprender el contexto de ¡ )'{{. . iam msiste en que las redes sociales no son un simple canal para la circu-
desarrollo de los movimientos sociales. 1 •}/:Y. fació~ de recursos materiales o de información indispensable para la acción.
Inspirado en la economía neoclásica, un concepto central de esta teo-
ría es la elección racional, según la cual toda toma de decisión y conduc-
¡. ••vN: •·• Al _mismo tiempo, representan las oportunidades para transmitir símbolos
1
'{i}:.\ . Y sigmficados, y, por tanto, para la construcción de representaciones com-
ta se basa en el máximo aprovechamiento de energía y en la optimización ¡ .... ·· ····· · partida~ de la acción (Diani, 1998), al imprimirle un carácter más simbólico
de beneficios. Ot,a noción clave es la estructura de oportunidad, entendi- a la acción colectiva.
da como las características del contexto político que restringen o facili- ··· Si como dice Mendiola, c,on la teoría de movilización de recursos
tan la irrupción, consolidación y pervivencia de los movimientos sociales se responde al cómo de la acción colectiva de los movimientos, con la se-
gu~da propuesta del enfoque estratégico que revisaremos se responde al
s Como se explicó en la introducción, se entiende que estas teorías contemporáneas son de corte mas disciplinario, en el cuando de el·JC h a accion.
· ' Se trata d e la teoría de los procesos políticos (TPP),
sentido de que buscan confiuurar una disciplina del saber sobre \os movimientos sociales.
9 Mendiola (2002) identifica estas cuatro tendencias predominantes en las leodas contemporáneas de movimientos
sociales, que tomaremos corno gula.
l
[""
l,IODEílNIOAIJ YEFERVESCENCIA DE LAS TEORÍAS DE MOVIMIENTOS SOCIALES LATINOAMERICANOS 47
46 LECTURAS EMERGEIITES · TOMO 1 ¡
sistema político, al estudiar la organización política, las iniciativas estratégi-
desarrollada por autores como Tarrow, McAdam, Tilly, Kriesi, Boshi Y 1 cas de los movimientos y su impacto en las instituciones estatales, las leyes y
Valladares, Foweraker, Craig y Koopmans. Su lectura de los movimientos las prácticas de lucha. Según Foweraker (1995), si en Europa los movimien-
sigue partiendo de la racionalidad instrumental como la TMR, pero, a di- tos emergen como respuesta a la progresiva secularización de la sociedad, en
ferencia de ella, enfatiza el contexto institucionalizado como ámbito para Latinoamérica lo hacen como respuesta a la aguda centralización del poder
generar transformaciones. De ahí que la esfera del Estado cobre especial re- y la toma de decisiones por parte del Estado. En ese sentido, afirma que los
levancia en sus análisis. Uno de sus conceptos clave es el de la estructura de movimientos de esa región emergen como respuesta a la excesiva interven-
oportunidad.política. ción de la administración pública en la vida económica y social".
Inspirado en la TMR, este concepto se refiere al conjunto de varia- Con conclusiones distintas, en Brasil, Renato Boschi (1999) hace un
bles asociadas con el ámbito institucional, cnya relación determina el grado estudio comparado de las experiencias de presupuesto participativo en Belo
de apertura que tiene el Estado respecto a las reivindicaciones de los movi- Horizonte y Salvador, entendiéndolas como una forma de participación po-
mientos. Clarament.e, se centra en los factores contextuales que promueven pular en la administración pública que, surgidas en las últimas dos décadas
la aparición y la con'únuidad de los movimientos. Es una noción afortunada en Brasil, otorga a la democracia participativa mayor coherencia y contribu-
para pensar, por ejemplo, en las restricciones que ha tenido él desarrollo del ye a la maduración y la popularización del modelo de gestión pública.
movimiento estudiantil colombiano bajo las políticas de seguridad demo- Las críticas a la aplicación de la TPP a los movimientos latinoameri-
crática impulsadas pbr el gobierno de Uribe. · canos se enmarcan en.las que recibe esta teoría en general. Por un lado, se Je
Otro aporte conceptual de esta teoría es el de los aliados influyentes, cuestiona el reduccionismo de la política al ámbito institucionalizado, perdien-
referido a quienes favorecen en el Estado la receptividad de las demandas Y do de vista los desafíos simbólicos promovidos por los movimientos sociales
propuestas del movimiento o, simplemente, evitan sn represión por parte de (Melucci, 1989), así como los procesos por medio de los cuales ellos constru-
aquél (McAdams, 1990, citado en Mendiola, 2002). Una aplicación de este yen su concepción del problema, las soluciones y el contexto (Mendiola, 2002).
concepto, por ejemplo, es la alianza que tejió el movimiento afrocolombia- También, se le critica el hecho de obviar aquello que acontece .en la propia so-
no con el movimiento indígena o con sectores académicos (Orlando Fals ciedad civil, donde se constituyen los movimientos y se suscitan los cambios
Borda, Jaime Arocha y Nina de Friedman, entre otros) para hacer escuchar (Cohen, 1985). Por último, se le cuestiona perder de yista .el análisis de elemen-
sus demandas durante los días cla've de la Constituyente de los años noventa. tos como la sostenibilidad del movimiento, los conf\íctos internos, las líneas de
Otro aspecto interesante de la TPP es atribuir a los movimientos socia- fractura ideológica o los rituales por privilegiar en •:el análisis de la emergencia
les la función de agente mediador entre las instancias estatales y la sociedad ci- y el declive de los movimientos (Gould, 2004, citddo en Latorre, 2005),
vil (Tilly, 1993). Con autores como Rucht (1999, citado en Mendiola, 2002), esta Si el enfoque estratégico, al intentar respond.er al cuándo y alc6mo de
mediación ha sido ampliada a esferas transnacionales. En América Latina, la la acción colectiva de los movimientos (Melucci, :f99.4, citado en Mendiola,
TPP ha sido ampliamente acogida para estudiar la función mediadora entre la 2002), habría hecho un excesivo énfasis en el análisis micro, a las teorías del
ciudadanía y el Estado que cumplieron los movimientos durante la democrati- otro enfoque que distingue Cohen se les reprocha lo contrario.
zación de los aii.os ochenta. Por ejemplo, en el caso de Brasil, Freire-Medeiros y
Chinelli argumentan que desde los aii.os setenta y ochenta diversos movimien-
La identidad: los movimientos desde una perspectiva macro
tos venían cumpliendo la función de abrir espacios de participación ciudadana, Predominantes en la literatura europea, las teorías del paradigma iden-
función que durante la siguiente década fue complementada por las organiza- titario (TPI) (Melucci, 'fouraine, Offe, Klandermans, Riechmann, Fernández
ciones no gubernamentales (ONG) con valores comunitarios, afectivos y de pa- Buey, Pizzorno, Dalton, Ketchler) se centran en responder al porqué de la
rentesco o bien, obstaculizada por las ONG, dada su tendencia a despolitizar la
acción colectiva (cfr. Dagnino, 2001; Freire-Medeiros y Chinelli, 2003). 10 A?i!~renda de esos autores yal haber crecido en un lado del mundo donde, por ejemplo, es riesgoso asistir aun hospital
publico Ydonde aviones cxtranferos aprovechan la noche para acuatizar en los ríos ammónlcos y robarse toneladas de
Otra aplicación de la TPP a América Latina es la de Foweraker y Craig peces, considero que tendríamos que hablar de la 'poca intervención' del Estado.
(l 990), quienes se centran en la interacción de los movimientos populares y el
MOOERIIIOAO YEFERVESCENCIA
' OE LIS • OE MOVIMIF.tnOS SOCIALES UITINOAMERICANOS
1 lEORIAS 49

el progreso víalala industrializa


y económica t .1. • , ¡a total autonomía entre las esferas política
c1on,
' na ura eza umversal de los derech . d l "h b " .
acción colectiva de los movimientos (Melucci, 1994)._Más que conceptos, las cualquiera de estos frentes 1 . os e om re ' etc. Desde
, e pensamiento decim n ' · b . d
TPI ofrecen una serie de cond_iciones que explican la proliferación de los movi' <lamente cuestionad l .. . . o orneo esta a sien o profun-
'
Para las TPI 1 o por as te1vmd1caciones d 1 . .
e os movumentos emergentes.
mientos contemporáneos. Una condición para que se articularan los múltiples ' a apuesta de los movim. t .
movimientos de los años ochenta fue la necesidad de abrir espacios simbólicos en poner sobre la mesa los límites d l· ten os, sm embargo, no se agota
dónde inscribir identidades distintas a la de clase: el género, la sexualidad, la ge- alternativas a /a racionalidad d . e ~ modenudad: ellos también ofrecen
ecimononrca Cuando .
neración, la etnia, la religión, el vínculo al territorio, etc. La visibilidad de todas sajes y sistemas de acción t · iecrean nuevos men-
' es os actores están redefi . d b
esas identidades mostró el urgente deseo de ampliar los parámetros del orden tanto los problemas como las p .bl , men o sim ólicamente
' os1 es vias para afronta1·! (M l .
social, de modo que cubrieran demandas distintas a las del proletariado. En este sentido Anthony G'dd 1 ens C<ms1dera . os e ucc1, 1989).
' a los · •
En ese sentido, las luchas articuladas en torno a esas múltiples os actores llamados a ofrecer paut'as s10-n1 . ·nteattvas
. ' paramovimientos . ¡ como
1,
identidades constituyeron un desafío simbólico a los códigos culturales de ,ormaciones
. de la modernidad p t· º1
. ar icu armente, entiende ' potencia l es trans-
. .
la sociedad contemp.o,ránea (Melucci, 1994). m1entos obreros ofreceríaii 'alte111a . ¡·,vas a 1a acumt 1 . , d que os mov1-
Otra razón qu~ ·argumentan las TPI para explicar la proliferación de actual contexto de mercados competí\" 1 ¡' acion e capital en el
movimientos de los años pchenta fue la falta de legitimidad del sistema político a la transformación industrial d ¡, tvos;l os eco ogistas lo han_'an frente
e ,1 natura eza· los r, 0 · · ifi
y la necesidad y posibilidad de transformarlo. ante el control militar de los 1ned·1os d ev1oencia·y . 1 '. , ' v11111en_tos
'¡· paci stas,
Desde el momento en que los movimientos introducen nuevos temas mientas democráticos serían los llamados a dar ' ' por _u tuno, los movi-
por dirimir, otros protagonistas y unas prácticas democráticas alternativas a Ia información y la falta de .. , ' . ' alternativas al control. de
superv1s10n social (Gidd, 1990)
las convencionales empiezan a cuestionar profundamente la dificultad de re- perspectiva, los movimientos'' además de veh"!CU lar 1'dens, . , Desde
d entidades son g· esta t
solver los conflictos dentro de los parámetros institucionalizados. Ponen en res e proyectos que intentan sortear los límites del . ' es o-
evidencia que la sociedad moderna, tal y como está definida (con su Estado, (Offe, 1988). pensanuento moderno
sus partidos políticos, eK), no puede solucionar los problemas contemporá- Sumidas en este análisis macro, las TPI tienden a b . 1 , .
neos. Ya no bastan las jerarquías ni las burocracias informales, tampoco la rei- cas concretas por medio de las cuales lo . . . o viar as pract1-
. vindicación de un modo y relaciones de producción distintas por parte de una trnyen continuamente sus identidades ~:aovu~t:entos c;ondstruyen y recons-
, d ¡ e '" en tea espera a De aht' que ¡
clase social concreta. La emergencia ' de los movimientos vendría a mostrar eonas e ellloque estratégico l s ¡ · . · as
que los conflictos contemporáneos desbordan el núcleo simbólico-político de
tricos sobre la moviliz . , e reproc ien 1a ausencia de estudios empí-
. . l ac1on de recursos, necesaria para la consolidación del
la identidad de clase y que no es posible solucionarlos únicamente median- y os procesos
mov1m1ento
2002). De cierto d . po¡
l't"!COS 1mp
. 1.tcados ensu desarrollo (Mendiola,
te la alianza entre sindicatos y partidos políticos fomentada por el Estado de mo o, este paradigma reptt ¡ f . d .
bienestar (Offe, 1988). Desde esta perspectiva, los movimientos étnicos emer- discusión de ¡ · . , e ª en encia reificadora de la
, a pnmera mitad de la decada en torno al tema de 1 .d d
gen por la imposibilidad de los sindicatos, partidos tradicionales y grupos . · ¡a t·moamericanos las TPI so
En los ana'I'tsts . ,l a nove a .
armados ilegales de hacerse eco de las demandas y reiVindicaciones de las po- de mayor acogida; incluso el excesivo ,;n~asis en 1: d~1za ~s, qu:ha~ go~ado
blaciones, por ejemplo, indígenas o afro. sido costoso. Muchas veces se asó , '. . tmens:on t ent1tana ha
Pero quiza el mayor aporte de las TPI haya sido entender que la prolife- cotidianas, cruciales para con{olid!.ºr alto el anahSis de practicas concretas y
ración de movimientos no era producto exclusivamente del agotamiento de la 1989; Starn 1992) Ta b", . 't _Y, desarrollar los movimientos (Alvarez,
identidad de clase o de la falta de legitimidad del sistema político vigente, sino, tinuo evolu;ivo C~m::e~~~;: secteil1d10 a inscribir la acción social en_ un con-
. ' an o1en y Arato una mu ·t d
también, de un efecto mucho más amplio (y que recoge a los dos anteriores): evolucionistas sería la diferenci . , ' es ra e estos análisis
1
la tendencia de la modernidad a homogeneizar y comprimir las identidades y tos contemporáneos como dej_ac1~n que iace Habermas entre los movimien-
diferencias bajo "el reinado de lo Uno" (expresión de Gloria Bonder, 1998). De ción sistemática del " . d densivdos, en cuanto se defienden de la coloniza-
e rnun o e vi 'a" y promueven cam 6_tos . mstitucionales
.
ahí que la proliferación de los movimientos se considere como una respuesta a
los límites de seguir pensando el futuro de la humanidad en términos modernos:

¡
50 LECTURAS EMERGENTES· TOMO 1
i MODERIIIDAO y EFERVESCENCl11 DE !.AS TEORÍAS DE MOVIMIEIITDS SOCIALES LATINOAMERICAIIOS
'k 51
En ellas es crucial el conce to d "J. ,,
en la sociedad civil, y los movimientos pretéritos, como ofensivos, por romper por Snow y Bendford (1992) p e rarne o marco cognitivo definido
con las identidades existentes para insertarse en la sociedad política. y condensa la experiencia ~t~;~:l~; esque_~ia mterpretativo que simplifica
En esta clasificación -dicen las autoras- pareciera que el desarrollo 1 tos, situaciones producida~ en el e t y codificar los objetos, acontecímien-
de los movimientos sigue una especie de modelo lineal, según el cual, en el Su función primordial es servir n or~o presente o pasado de un individuo.
primer estadio se crea la identidad y, en el segundo, las estrategias de acción: cados que guían la .. ,' . .de base para atribuir Yarticular los signifi-
' , acc1on co1ect1va (Hunt B f. d
se va de lo expresivo (definido como "lo emocional"), a lo instrumental (defi- Mendiola, 2002). Según Diani (1 998), est; a e~bor. ,Y Snow, 1994, citados en
nido como "lo racional") y de la organización informal a la formal (Cohen y experiencia que pe1·mi·ten 1 tn ucion de sentido a la propia
. os marcos cogn y r
Arato, 1992), y¡íodríamos añadir, de las reivindicaciones de tipo cultural a las de reducir los mároenes de i _ ·fd b 1 ivos iene, a su vez, la función
de tipo político. En consecuencia, la acción social queda inscrita en un con- , b , nce1 l um re de la acción colectiva des le ad
A traves de los marcos cognitivos lo , . . p g a.
tinuo evolutivo, en el que la identidad es entendida como una precondición como protagonistas de la acci , . ' . , s movurnentos se construyen
de la acción estratégiq .. La opción -empieza a concluirse hacia finales de los tas y a la audiencia a la ue s:~i ~e:o tamb1en consfruyen a sus antagonis-
años ochenta- no es tanto sacrificar una de las dos dimensiones en pos de la tipos de marcos: de diag!ó t (dr g¡,n ..Este .c,ompleJo proceso requiere tres
5
otra ni supeditar la una a,la otra, como considerarlas simultáneamente. ico e a sJtuac10n problemática · ·
1os actores responsables de dicha situació ) d
el
, '. e ll1Justa y e
y ·t ., , . . n , e pronostico (de las táctica
Entrelazando identidad y estrategia: procesos cognitivos
de los movimientos
ti::c~;:te7~:~ ie~1 segu1: para corr:gir esa situación problemática) y de
cabo la a . , iguale.) razonamiento persuasivos que justifiquen llevar a
m/
La síntesis de ambas dimensiones de la acción colectiva surge como 1~92; Hu~~:~::~~:~t1v; que cambk esa situación de injusticia) (GamsQn,
una necesidad ineludible a finales de los años ochenta. En ese momento se . . y now, 1994, citados en Mendiola 2002) El , ·1 d l
mov1m1ento estaría en función de i , .. , ' . , ex1 o e
habla de la importancia de atender los condicionantes políticos de la ac- Benford 1992) A , . 1 mponer su v1s10n de la realidad (Snow y .
,
. .
• s1 mismo os mensaJ
'
•¡·
es mov1 izac1ores que usan los líderes
ción colectiva, sin descuidar sus desafíos simbólicos. Se lanzaron publi- de los movnrnentos serán más fi · , •
caciones que entrelazaban las dimensiones estratégica e identitaria de los esquemas mentales de las perso~~::c1:ss CL!ant~-m~s coherentes sean con los
· movimientos; por ejemplo, las editadas por Klandermans Kriesi y Tarrow la acción (Díani, 199S). que se mtentHeclutar o implicar en
("From structure to action: colnpahng' social movement research", 1988),
por Escobar y Álvarez ("The making of social movements in Latin America: ., Cl'on_ base en esta teoría, Ricardo Delgado an~líza los marcos de. a
cion co ecttva desarrollados . . ·.• e-
identity, strategy and democracy", 1992) o por McAdam, McCarthy y Zald jóvenes y trabajadores. Entre r◊:re:!:~:::c;~~:; c~llmbianas de mujeres,
("Movimientos sociales: perspectivas comparadas", 1999). ta ría la presencia· del discu . . d l ar l os en esos marcos es-
En esta misma dirección de síntesis, pero desde una perspectiva colectivos califican com .wo
0
e ~derechos, como a;11alizador desde el cual los
o m¡ustas 1as s1tuac1ones adversas e f l
conceptual, se desarrolló una tercera vertiente teórica de los movimien-
::nizaciones hacen un análisis de dichas condiciones a-~sc;l~s ::i~:~;;lo::~;
tos sociales (Mendiola, 2002): la teoría de los marcos interpretativos (TMI)
nunc1~n, entre otras cosas, la carencia de bienes sociales básicos '
o marcos cognitivos, propuesta por autores como Benford, Snow, Gamson, educac1on, salud y servicios públicos) Ot . .. , (empleo,
Meyer y Laraüa. Inspiradas en las propuestas del interaccionisrno simbólico ., l . , ro aspecto comun a los marcos de
(específicamente, en la etnornetodo/.ogía de Goffman), estas teorías explican :~:~::. e~ e~1t;lab;rados por las organizaciones sería la definición como
.ino e ·sta o (centralizado, ineficiente y clienter ) (
los procesos cognitivos que dotan de sentido el contexto político de los mo- 2009). Vemos en este análisis que los marcos e ·t· isfta ?elgado,
vimientos sociales". ogm 1vos son ructiferos en

11 Recordemos dos aspectos subrayados por la etnometodología, Uno, el carácter intencional de los agentes sociales y su
inherente reflexividad en el sentido de ser conscientes de las reglas que eslán siguiendo en la interacción, de modo ta! y muestra ~ue los significados son elaborados Y com rd
que pueden reconstruirlas y, ademk,, cambiarlas. Otro, el conlexlo adquiere una importancia primordial y dete1mina el lñlguez y Martínez, 2002). par I os en cada proceso de int_eracción contextualizado (Garay,
significado de las acciones, lo cual convierte las regl~s socíalcs en algo llc.xible yen permanente estado de elaboración,
MODERHIDAD YEFERVESCENCIA o¡ LAS TEORIAS
• DE MOI/IMIEN/OS SOCIALES IATIIIOAMERIGANOS 53
\, 1
\ ámbito público de las multitudes, lo cual rov . . . .
52 ! LECTURAS EMERGENTES· TOMO 1 Bon), re~resivos (Freud) o represivos (ReiJi) (;a~~·á:stados pnm1genios (Le
su función de diagnosticar las injusticias que afronta la población, así como 1 pstcologta de las. multitudes ' de Gust ave LeBon (1983• l994).[189r.J)Obras como La
~
.
de definir quiénes son los antagonistas de la acción colectiva. la multitud, de Gabriel Tarde (1986 [1904]) o la 15 ,.· , ; La opinión y
Algo interesante de la TMI es que incorpora la noción de motiva- ¡ análisis del yo, de Sigmund Freud (l9Zl) ' . . icologia de las masas y el
D . . ' consolidaron este enfoque
ción para explicar cómo un movimiento crea una identidad que articula la esde su perspectiva, las movilizaciones b .
existencia de un "nosotros". Sin la fuerza y compromiso de la identidad de \
1
piente proceso de modernización indust .. 1 °
rera~ en contra del inci-
un "nosotros" no es posible pronosticar cuáles son las estrategias por desa- ¡ paternalista del mundo artesanal l . n,1. que rompia el corporativismo
. , as protest,ts campesinas 1 1 d
rrollar para sortear las injusticias diagnosticadas. Así, identidad y estrategia prectos
• de cereales ' los malos trato f .
' s 111 nng1 os a la servidu b al za elos
. .d . por e
quedan estrechamente vinculadas por medio de procesos cognitivos. msmos de reclutamiento y los privilegios del clero o . ~ _re, os meca-
Por otra parte, el hecho de resaltar la elección racional que contri-
1 de las sufragistas por extender sus derechos (Nash' ' poi ultimo, la lucha
buye decisivamente a la construcción de la identidad (Foweraker, 1995) todas masas irracionales que reaccionar . y Tavera, 1994), fueron
es una de las mayore~ virtudes de estas propuestas. Pero, en su intento tecnológicos e institucionales que. . on_coyuntura.lmente a los cambios
acompa nab·tn la co ¡·d ..
por orientar el análisis de la acción colectiva hacía los aspectos cognitivos, talismo et'.ropeo de mediados del siglo XIX. ' ' nso I ac1on del capi-
relegan otros aspectos de la acción colectiva referidos al ámbito afectivo Mas adelante, las teorías del comp t .
que también son claves para desarrollar las estrategias de acción colecti- das.~on auge en Estados Unidos hacia me::.~:~:1::::i;~~e;;º:1 ~~sarroll;-
va. Como su nombre lo indica, tienden a reducir la experiencia a procesos acc1 n colectiva como un comportamiento desviad . . ' e '.meron a
cognitivos (sobre la carga moderna que arrastra consigo tal reduccíonismo cionalista (Parsons, Smelser Ol · t ) , º· Pa1a la cornente fuµ-
' son, e c. as1 como para l d l .
volveremos en el segundo volumen). nismo simbólico
. . de la Escuel d e Ch'icago' ( Park, Kornhauser
ª a e)' mteraccio-
G )
los mov1m1entos emergen por la dificultád de . ur:, etc. '
se a las lógicas de modernización instituciona~;;!ºs.se~to;es parn a¡ustar-
LA EFERVESCENCIA DE (LAS TEORÍAS DE) LOS MOVIMIENTOS SOCIALES temporánea. Por ejemplo, para la teoría de la ripia~, e a soCiedad con-
LATINOAMERICANOS (1970), las acciones colectivas están' el . dpas vacwn
1 camilla ared relativa,
· l de
· Gurr

· Hacia finales de los aüos ochenta, las teorías co~temporáneas, tanto de privación que surge por . . . ' . · unr e sentimiento
.. . 1a (rnsencia e1e experiencias l . .
identitarias como estratégicas, habían ' sido revisadas, sintetizadas y, todavía b1lidad
. de satisfacer detenninad as expectativas. Desde'' o tpor a 1mpos1- .
más importante, todas coincidían en entender los movimientos como acto- quienes participan
· en los inov1·m1·entos son person :.. · f1es a perspectiva,
·
res reflexivos, que funcionaban bajo una organización altamente racional y tienden a aislarse del (nuevo) orden instituid l as In ue11c1ables y que
en un campo de mutua interacción con las instituciones. Esta visión de los tes de un proyecto racional. o, a .~rnrse a protestas caren-
movimientos, innegociable para estas teorías, no solo produjo un distancia- Para los enfoques clásicos de la acción colee . , . .
miento radical de los enfoques funciona listas y marxistas, sino que, además, comportamiento colecti·vo . . tiva, el pstcosocial y del
, 1os movimientos busc V
suscitó una segunda ruptura (anunciada anteriorinente). social percibida como insatisfactoria No ob, . an ca_m 1ar una situación
Las teorías sobre los NMS lograron descentrar una perspectiva muy tisfaccíón es producto de su i . eld stante, entienden que esa insa-
. la modernizadó ncapac1 a para comprender las dinámicas de
anterior a la de los aüos sesenta y setenta: la de los enfoques clásicos desa- n y que su respuesta colectiva se , . l
rrollados entre mediados del siglo XIX y el XX. Recordemos que tanto en su da descontrolada. Como dice Ca . ' ' r~ siempre a de una hor-
lo de la famosa obra del ar t·' nnDen FJena Balbas, parafraseando .el títu-
vertiente psicosocial corno del comportamiento colectivo, estas teorías de- gen l!lO onungo Faust' s ·
finieron los movimientos como sujetos carentes de una visión crítica de su ,teorías clásicas el individuo es "c1·v1·11·za ., " Y l•¡ masa
, non mo arm1ento,
"l b · "pa.ra( las
contexto histórico. fenemos, entonces, que por su mirada irracional~ d . )ar ane 1994).
Las teorías del enfoque psicosocial con las que se institucionaliza los enfoques clásicos privilegian al indi v1'd uo como
' e~viada
su¡eto de lo colectivo,
depositario de la
el estudio de los movimientos hacia finales del siglo XIX, en Europa, en-
tienden que las lógicas racionales y privadas del individuo se disipan en el

1
MODERNIDAD y lfEllVES .
54 LECTURAS EMERGrnTlS · TOMO 1 : CENCIA OE L/1S !EORIAS llE MOVIMIENTOS SOCIALES LATINOAMERICANOS
55
Un último aspecto co ,
racionalidad moderna (Méndiola, 2002) y, por tanto, hunden la acción de los la crisis de la modernid d i~un_ a estos debates que quisiera señalar es que
movimientos en un desasosiego pasajero y sintomático frente al progreso de ª comc1de
proyectos de la moder 111. 1. d .
con la lOb 1·1 .,
g a zac10n; es decir, que los
' ,\ emp1eza11 ta b ¡
la modernidad. !izado. Más allá del rep h ' ª 111 ª earse una vez se han globa-
Por su parte, las teorías contemporáneas ya vistas (TMR, TPP, TI, roc e a1eurocentrisn d .. ,
mos en el tercer capítulo) l0 . 10 e esta v1s1on (que discutire-
TMI) son fieles a las teorías clásicas, al considerar que los movimientos res- c , importante es . •
e,ectos perniciosos de la racionalidad d . qu~, ~egun esta perspectiva, los
ponden a una situación social percibida en términos de insatisfacción y que palabras de Mendiola se h . ecunonon1ca se han globalizado. En
su propósito final es cambiarla. Sin embargo, se distancian tenazmente de . ', an extendido a tod O ¡ ... d .
miento), han penetrado distint· .e e leJt O SOC!al (ensancha-
ellas, al definir los movimientos no corno actores carentes de una perspecti- as es,eras de la v'd ( f d' .
recen no tener una autoli1n1·tac·ó 1 1 a pro un izac1ón) y pa-
va crítica del progreso, sino, rnuy por el contrario, como actores críticos de la . ' n que pudie . f
Úrreversibilidad) (Mendiola, 2002). ra renar su modelo de gestión
modernidad; actores reflexivos sobre los efectos perniciosos de la lógica del
. . . ~ajo esta consigna de la ci-isis de la m . .
progreso, con dinámic¡,s organizativas altamente racionales y que, en vez de htizac10n que de ella se despre 11d, 1 . . ~denudad globalizada y lapo-
darle la espalda a la institucionalidad, la interpelan continuamente. En ese p ' e, os movurnento ¡ ·
resentados por las teorías cont . s co iran gran relevancia.
sentido, las teorías de los años ochenta y noventa suscitaron lo que Mendiola . emporaneas (TMR TPP
SUJetos que en el plano micro . . ' , TI, TMIJ como
(2002) llama la "crisis d_e la plausibilidad de los enfoques clásicos".. y conct eto tienen una l'
autoorganización (enfoques estraté icos) amp 1a capacidad de
Este giro radical en la concepción de los movimientos, entre otras co- to han desarrollado una profund· g. fl y que en el plano macro y abstrae-
sas, tuvo que ver.cóti lá irrupción de la globalización como categoría de aná- foques identitarios), los movimie ª1· te e~1vl idad sobre la modernidad (en-
lisis vinculada con la crisis de la modernidad. Un punto de partida común a , n os soeza es empiezan a 'd
e1ave anal,tíca para el estudio 't. d l . cons1 erarse u11a
las discusiones sobre dicha crisis es que durante las últimas décadas ha habi- en zco e a modernid d E t • .
todas las ciencias sociales se 1, b ª · s o no s1g111fica que
do un tránsito hacia otro momento histórico: el paso de la sociedad liberal a ,ayan a o cado al est d 1· d 1 .
¡afortunadamente! Antes 61.•,n . . . u º e os movunientos,
• , supuso mscnbir s , ¡· ·
la del capitalismo tardío (Habermas, 1973), de la sociedad de producción a la
de reproducción (Castells, 1986), de la sociedad industrial a la posindustrial
(Touraine, 1988), de la modernidad¡,. la modernidad radicalizada (Giddens,
va mucho más amplia seüalada
ruptura de los límites de com '
R l
rr. M l . u ana 1s1s en una perspecti-
e UCCJ (1988): aquella que pretende la
pati nhdad de un sistema en crisis
ota a representación pretérita de lo . .. . .
1990), entre otros 12 • Con indep~ndencia del nombre dado a este cambio, lo explosiva, irracional y desviada l . s movmnentos como una masa
importante es que todos estos debates denotan "un cambio de sensibilidad" controladas incapaces ele com' _asdqueluna vez f'.1eran en Europa hordas des-
en las vivencias cotidianas de la modernidad (Castro-Gómez, 1996). Lamo- , IJJ en er os benefici d ¡
(Revolucióo Industrial 1110 <!er , . . , · os e progreso moderno
dernidad no puede seguir entendiéndose como la progresiva conquista de la ' 1,1zac10n tecnológ'" J .
como pioneras de la crít1·c l d . ica, etc. ' comienzan a verse
naturaleza, ni como garantía de la emancipación del "hombre". Sus proyec- ' a ª. a mo ern1dad E] tO •
radical es su validez parci·al pa d · asup espinoso de este giro
ra e1caso e 1os • ...
tos se han mostrado limitados y hasta catastróficos. De modo que en nuestra mismo que por los años ochent l b', . mov1m1entos del Sur. El opti-
cotidianidad resulta cada vez más difícil sostener las promesas modernas. a 1a 1a mundado ¡ . T • ¡
tos latinoamericanos se dist'pó h .. . os ana 1s1s e e movimien-
Otro aspecto común a estos debates es el carácter paradójico que le ac1a e11l!lal de la di d
desencanto: las formas de conciencia J' .. , . ~ca a para dar paso al
atribuyen a la globalización. Corno bien explica Ulrich Beck (1997), los ac- nas (o de zonas como Asia y Af . ) po 1t1ca, y mov1hzac1ón latinoamerica-
tuales riesgos globales hacen que se resquebrajen los pilares del tradicional d esafiar los límites del nea no teman el suf¡ .. t. .
. icien e potencial para
sistema de seguridad (moderno) y, sin embargo, al mismo tiempo, prodncen pensamiento decimo ' · . El , .
analiza con detalle este desenlace. non1co. prox1mo capítulo
una politización involuntaria de todos los campos de la actividad social y
abren espacios para la acción política.

12 CstoY excluyendo expresamente aquellas propuestas \eóricas que apuntan al tránsito hacia un momento histórico que
desborda la modernidad, como las de Boaventura de Sousa Santos oautores del glro decolonlal, que tralaremos en el
próximo capítulo.

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