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SUEÑO UNO

Una persona ha tenido el siguiente sueño: Se pasea por una calle en la que hay un niño jugando y
corriendo; aparece un coche y aplasta al niño.
La calle la reconoce como una por la que pasó la víspera. El niño es el hijo de su hermano, al que
visitó el día anterior. El accidente le recuerda un accidente que sucedió realmente unos días antes
del que se enteró por los periódicos.

SUEÑO DOS

Un joven enfermo sueña: Me hallo en un huerto y cojo una manzana. Miro con precaución en torno
mío para ver si alguien me ha visto.
Sus asociaciones son las siguientes: se acuerda de haber robado una vez, siendo niño, varias peras
en un huerto. El sentimiento de tener la conciencia sucia, que es particularmente vivaz en el sueño,
le recuerda una desventura de la víspera. Se encontró por la calle a una muchacha conocida, que le
era indiferente, y cambió con ella unas palabras; en ese instante pasó un amigo suyo y se apoderó
de él una curiosa sensación de malestar, como si tuviera algo que reprocharse. La manzana le
recuerda la escena del paraíso terrestre y el hecho de que él jamás ha comprendido por qué el
probar el fruto prohibido tuvo tan graves consecuencias para Adán y Eva. Siempre se había irritado
por aquella injusticia divina, dado que Dios había creado a los hombres tal como son, con su intensa
curiosidad y sus apetitos insaciables.
A la mente del que ha tenido el sueño acude, asimismo, el recuerdo de que su padre le castigó a
menudo de forma incomprensible por ciertas cosas, y con una severidad muy especial un día en
que fue sorprendido observando, a escondidas, a unas niñas bañándose. Esto se asocia con la
confesión de que últimamente se ha embarcado en una aventura sentimental con una criada,
aventura que todavía no ha llegado a sus fines naturales. La víspera del sueño ha tenido una cita
con la criada. El conjunto de estas asociaciones revela con toda evidencia la íntima relación del
sueño y de este acontecimiento de la víspera. La escena de la manzana, a juzgar por los materiales
asociativos que suscita, parece querer simbolizar evidentemente una escena erótica. Por otra parte,
una multitud de motivos diversos incitan a pensar que esta cita de la víspera repercute en los
sueños del joven: en ellos coge la manzana paradisíaca que la realidad le ha negado hasta entonces.
Todas las demás asociaciones se refieren al otro hecho de la víspera: esa curiosa sensación de haber
obrado mal, de tener la conciencia sucia, que se apoderó del joven mientras charlaba con una
muchacha que le era indiferente. Esta sensación se encuentra en la evocación del pecado original y
en la reaparición de las veleidades eróticas de su infancia, tan severamente castigadas por su padre.
Todas estas asociaciones convergen hacia la culpabilidad.
Consideremos estos materiales desde el punto de vista determinista inaugurado por Freud o, mejor,
para expresarnos como Freud, «interpretemos » este sueño. De la jornada anterior subsiste un deseo
insatisfecho; este deseo, en el sueño, es realizado en el símbolo de la manzana cogida. ¿Por qué la
satisfacción del deseo se envuelve en una imagen simbólica en lugar de realizarse en un
pensamiento sexual claro? Freud, por toda respuesta, llama la atención sobre el sentimiento de
falta, de culpabilidad, innegable en nuestro ejemplo, y dice: es la moral impuesta al joven desde su
infancia lo que, al esforzarse por reprimir los deseos de esta clase, confiere a una aspiración
completamente natural un tono molesto e ignominioso. Por eso el pensamiento incómodo
reprimido no puede abrir- se pasó sino de forma simbólica. Puesto que hay incompatibilidad entre
estos pensamientos y la conciencia moral, Freud supone, postula, una instancia psíquica a la que
llama censura y que velaría para impedir que el deseo indecoroso penetrara sin ambages en la
conciencia. Es claro que el sueño añade al episodio erótico de la víspera materiales que subrayan, en
primer lugar, un sentimiento de culpabilidad inherente al acto sexual. Esta asociación ha revelado,
el día anterior, toda su eficacia durante el encuentro con la muchacha que le era indiferente;
también en este caso la sensación de la conciencia sucia se superpuso espontánea e inopinadamente,
como si este encuentro implicara culpabilidad por parte del joven. Este episodio se mezcla también
con el sueño; se encuentra en éste amplificado por la asociación de materiales correspondientes, y
está representado, más o menos, bajo la forma del pecado original, que nos valió las calamidades
que todos sabemos
Yo concluyo que el sujeto de este sueño lleva en sí una tendencia, una inclinación inconsciente a ver
una falta, algunos dirían un pecado, en todo lo que afecta a la esfera y a las satisfacciones eróticas. Es
característico que el sueño se enseñoree del pecado original, cuyo castigo draconiano el joven, por
otra parte, no ha comprendido jamás. Esta relación muestra por qué el soñador no ha pensado
simplemente: «Lo que hago no está bien.» No parece saber—la idea ni siquiera le pasa por la
cabeza—que podría condenar sus iniciativas eróticas a causa de su dudosa moralidad. En realidad,
es este el caso.
Conscientemente, piensa que su conducta es, desde el punto de vista moral, totalmente indiferente:
todos sus amigos y conocidos hacen lo mismo; además, él no realiza nada por lo que alguien pueda
ofenderse.
INTERPRETACION DE LOS SUEÑOS

Estímulos y fuentes de los sueños.


a) Estimulo sensorial externo (objetivo).

A través de los estímulos externos, el contenido onírico cambia.


La hipótesis de que la excitación sensorial objetiva surgida durante el reposo no desempeña, como
fuente onírica, más que un modestísimo papel y que la selección de las imágenes mnémicas que se
trata de despertar queda determinada por otros factores. Los estímulos sensoriales en la fuente
onírica nos revela únicamente el origen de uno solo de los elementos, mientras que el contenido
restante se muestra independiente.

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