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La Pastora Marcela.

Un discurso por la belleza y la


libertad en el Quijote.

El personaje de la pastora Marcela en Don Quijote de la Mancha es

un rara avis en la literatura de la época. En su caracterización se mezclan

elementos normalmente contrarios a lo natural en el gusto de principios del

siglo XVII: lo pastoril con la razón o la mujer con la libertad. El discurso de la

pastora Marcela, hecho a raíz de la muerte del pastor Crisóstomo, ha sido

objeto de debate en torno a cuál es la verdadera intención del novelista

complutense, tema que trataremos más adelante. La intención de este artículo

es analizar los tipos de argumentos empleados por Marcela y sus f iguras


retóricas, y proponer nuevas formas de entender el discurso de la pastora y

del propio Cervantes.

Del capítulo XII al XIV de Don Quijote de la Mancha se nos cuenta la

trágica historia pastoril de Crisóstomo y Marcela. Pedro, un cabrero, es el

encargado de introducir al Quijote y a Sancho, y a nosotros, la desgraciada

historia del pastor estudiante Crisóstomo, el cual, además de ser pastor, habría

estudiado "astrología" en la Universidad de Salamanca, y ayudaba a los

pastores de la zona a planificar l a cosecha. Cervantes nos introduce un

Crisóstomo con buenas intenciones y que ha sido engañado por la pastora.

Posteriormente nos cuenta la historia de Marcela, haciendo hincapié en su

actitud altiva, insinuando que lleva la desgracia por donde pasa y deja ndo

entrever, en definitiva, un halo de maldad. Además, nos expone cómo muchos

hombres han intentado seducirla siempre con resultados infructuosos. Este

tipo de exposición se va a repetir durante toda la introducción a la historia.

Con ello, Cervantes introduce al lector la idea de que Crisóstomo era una

persona buena pero engañada y Marcela una mujer egoísta conocedora de su

belleza, de la cual se aprovechaba. No obstante, antes de la llegada de Marcela

al funeral de Crisóstomo, lugar en el que orará su fa moso discurso, ya se nos

prepara, a través de la ambigüedad, sobre la bondad -o "inmaldad", mejor

dicho- de la pastora a través de los personajes de Vivaldo y Ambrosio.


También lo hace, aunque esta vez como material de crítica para el lector, con

la canción de Crisóstomo, con la cual, por primera vez, escuchamos de la

mano de uno de los protagonistas los hechos y sentimientos de la historia.

En este contexto se produce el famoso discurso de la pastora, el cual no

reproduciré aquí en su totalidad por su exc esiva extensión. Es un discurso

compuesto en tres partes: la primera sobre la belleza, la segunda sobre la

libertad y la tercera una recapitulación. El discurso tiene un prólogo que se

interpreta cuando Marcela aparece en el funeral de Crisóstomo, donde

Ambrosio le pregunta sobre los motivos que tiene para estar en el mismo. La

pastora dice que su único objetivo es defenderse del juicio de los pastores,

contar su versión y persuadir a los presentes de su inocencia. El discurso

como tal, no obstante, comienza así:

"Hízome el cielo, según vosotros decís, hermosa, y de tal manera que, sin ser

poderosos a otra cosa, a que me améis os mueve mi hermosura; y, por el amor

que me mostráis, decís, y aun queréis, que esté yo obligada a amaros".

Con esta poderosa introducción se nos presentan los elementos

principales del discurso: la hermosura y la libertad -en contraposición a la


obligación-. Por otro lado ya se entrevé el tono literario del discurso, a través

de un estilo culto en sintaxis y co n la utilización de figuras elocutivas como

la prosopopeya .

Inmediatamente comienza el cuerpo argumentativo a través del concepto de la

hermosura. De esta forma, Marcela propone dos axiomas basados en una

dicotomía con los que fundamentar su primera argum entación: lo hermoso es

amable – lo feo es aborrecido; es, en cierta forma, una argumentación estética.

Lo hermoso, aún por hermoso, no debe de estar obligado a amar, porque

además puede ser que quien desea lo hermoso sea feo, que puede ser

aborrecido. En base a este razonamiento Marcela propone una reducción a lo

absurdo: si lo hermoso tuviera que corresponder a todos los deseos, se daría la

contradicción de un continuo de deseos caóticos y desengaños. En sus

palabras: "siendo infinitos los sujetos hermoso s, infinitos habían de ser los

deseos". Insiste entonces con el empleo del amor: que ni se divide, ni es

forzoso. Continúa su argumentación con la dicotomía:

"Si como el cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara

de vosotros porque no me amábades?"


Con este erotema Marcela identifica a los pastores con sí misma

haciendo que empaticen con sus propios sentimientos a través de una

situación totalmente contraria a los hechos. Aquí introduce Cervantes otro

elemento relevante: la justic ia. Marcela hará hincapié en lo injusta que es la

acusación por parte de los pastores en torno a su responsabilidad con

Crisóstomo. En base a este nuevo elemento Marcela compara su belleza con el

veneno de una víbora, la cual no es juzgada por ser venenosa debido a que el

animal no puede elegir sus dones ni maldiciones ya que éstas le son dadas por

la naturaleza. A continuación introduce uno de los recursos del discurso más

hermosos, en cuanto a ornatus , y con más poder de persuasión, a nivel

argumentativo, con la siguiente frase:

"...la hermosura en la mujer honesta es como el fuego apartado o como la

espada aguda, que ni él quema ni ella corta a quien a ellos no se acerca."

Por una parte se identifica a sí misma como una mujer honesta. Por

otra, a través de dos comparaciones, se identifica como un objeto al que hay

que respetar por su poder y capacidad de herir: el fuego y la espada. El

argumento que esconde este enunciado es que ella no hiere como elemento
activo, sino que son los demás los que se hier en a sí mismos con ella como

elemento pasivo. Por otro lado, se puede ver el ingenio cervantino al utilizar

tres elementos potencialmente peligrosos (el veneno, el fuego y la espada) de

forma antitética en la defensa de Marcela. De nuevo, como señalaba

anteriormente, se juega con la ambigüedad de la naturaleza inmaliciosa de la

pastora.

Por último, en el argumentario basado en la hermosura, se introduce la

"belleza interior" -del alma- como recurso retórico. Marcela alega que la

honra y las virtudes son las que hacen al alma hermosa y que si ésta no lo es

entonces el cuerpo tampoco ha de parecerlo. De este modo, su argumento,

basado en la anterior deducción, es que si no es honesta con sus propios

sentimientos y se ve forzada a corresponder a quien no ama, entonces

perdería la belleza que le es propia y por la que se le culpa. Este argumento es

interesante porque crea una antilogía en los juicios de los pastores. Marcela

pone énfasis durante esta primera parte en que los pastores la culpan por su

belleza. En base a esto, crea la paradoja de que si correspondiese a los deseos

de Crisóstomo ya no sería bella y de que su belleza depende de mantenerse

honesta a los demás y a sí misma, poniendo, de este modo, su amor con

Crisóstomo como una antilogía insalvable.


La segunda parte trata el tema de la libertad. Para Cervantes tratar este

asunto no debió ser baladí debido a que él fue sometido a cautiverio en Argel

y luego en Sevilla, donde se piensa que se pudo gestar el Quijote , como

comenta López Gómez . No es extraño que, como veremos, tras la proclama de

libertad de la pastora Marcela, el Quijote proteja su huida cuando el discurso

llega a su término.

La pastora comienza esta segunda parte con una clara declaración de

intenciones: "Yo nací libre, y para poder vivi r libre escogí la soledad de los

campos". Cervantes anticipa en el discurso de Marcela una de las leyes

naturales que vendrían posteriormente: la libertad inherente del individuo. La

pastora enfatiza su posición con dos imaginativas metáforas: los árboles son

su compañía y los arroyos sus espejos. Y recuerda posteriormente: "Fuego soy

apartado y espada puesta lejos"; una recapitulación que continúa alegando

que ella nunca ha engañado con palabras -vuelve la honestidad- y que quien

se ha hecho daño ha sido p or sí mismo -y la pasividad-.

Utiliza la localización de la sepultura del difunto para dar énfasis a sus

siguientes palabras, en las cuales se expone que ella en todo momento advirtió

a Crisóstomo que su deseo era el vivir en soledad en el campo. Recordem os

que, desde su primera declaración, la soledad para Marcela representa la


libertad y con esa pseudometáfora va a seguir formando su argumentación.

Ahora culpa abiertamente al difunto con una bella metáfora marítima:

"...quiso porfiar contra la esperanza y navegar contra el viento, ¿qué

mucho que se anegase en la mitad del golfo de su desatino?"

En este punto, Marcela no sólo intenta persuadir sino que también se

defiende de las acusaciones del propio Crisóstomo. La forma en la que lo que

hace denota la ficcionalidad del propio personaje ya que es un texto

argumentativo con la suficiente complejidad como para dudar de que una

pastora en pleno discurso pudiese ejercer esa capacidad oratoria, lo cual

supone, realmente, un pasaje con una gran carga emocion al pero también con

una esencia muy risible. Marcela comenta:

"[Exposición]Quéjese el engañado, desespérese aquel a quien le faltaron

las prometidas esperanzas, confíese el que yo llamare, ufánese el que yo


admitiere; pero no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no

[reexposición] prometo, engaño, llamo ni admito."

Estructuralmente, y con cierto ornato debido a la musicalidad

cervantina, resulta un pasaje muy bien tejido. Enumera una serie de supuestos

que son después negados tajantemente con una estructura más directa. Lo que

hace Marcela es anticipar lo que vendrá en la siguiente parte: proponer un

precedente para los demás pastores; y retomar un elemento que ya había

expuesto: ella no hace daño a nadie pues no actúa en esos aspectos como

sujeto activo.

La última parte del discurso es una defensa de los juicios de los pastores

y una reexposición de su argumentario. De nuevo, la primera frase tiene un

gran peso argumentativo: "El cielo aún hasta ahora no ha querido que yo ame

por destino, y el pensar que tengo de amar por elección es escusado". Ella no

descarta enamorarse algún día pero pensar en buscarlo no le parece correcto,

no está en sus intenciones. Muestra, de este modo, que no es que sea una

egoísta que prefiere estar sola sino que aún no ha llegado quien la complazca.
De nuevo, como anticipábamos anteriormente, la pastora trata no sólo

de excusarse del juicio sino también de persuadir para crear un precedente

por si se vuelven a dar casos similares. Nótese el poderoso aforismo con el que

termina, una de esas sentencias cervantinas que siempre prevalecen:

"Este general desengaño sirva a cada uno de los que me solicitan de su

particular provecho; y entiéndase, de aquí adelante, que si alguno por mí

muriere, no muere de celoso ni desdichado , porque quien a nadie quiere, a

ninguno debe dar celos"

La pastora utiliza, de nuevo, una fórmula parecida a la que hacía al

final de la segunda parte con una exposición y una reexposición de distintos

supuestos. Lo curioso en esta ocasión es que repasa todos los adjetivos que los

pastores han utilizado para calificarla in absentia por lo que Cervantes dota al

personaje de una omnisciencia para enfatizar sus palabras. Otra vez se pone

de manifiesto la ficcionalidad del personaje, a la que se le otorga ca pacidades

muy superiores a las tradicionales tal vez con el fin de que sus palabras
persuadan más al lector. La forma de construcción es muy directa y clara al

utilizar paralelismos estructurales y elipsis.

" [exposición] El que me llama fiera y basilisc o, déjeme como cosa

perjudicial y mala; el que me llama ingrata, no me sirva; el que desconocida,

no me conozca; quien cruel, no me siga; [reexposición] que esta fiera, este

basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida ni los buscará, servirá,

conocerá ni seguirá en ninguna manera."

A partir de este punto se hace una recapitulación de todo lo expuesto

anteriormente: la honestidad, la soledad, la libertad (económica y de

condición), la pasividad, la justicia y el amor no buscado ("no amo ni

aborrezco a nadie").

Cuando vamos llegando al final se entreve una tendencia cada vez más

acusada hacia la valorización de la naturaleza dentro del discurso de Marcela.

En el final, la naturaleza es un elemento con una gran importancia, así como

la vida del campo. "La conversación honesta de las zagalas destas aldeas y el

cuidado de mis cabras me entretiene" dice Marcela haciendo ver que, para
ella, todo ello es suficiente. El discurso se remata en torno a esta idea de la

naturaleza como globalizadora de todos l os conceptos que se han ido

exponiendo, siendo la última frase una bella metáfora sobre la vida y la

muerte:

"Tienen mis deseos por término estas montañas, y si de aquí salen, es a

contemplar la hermosura del cielo, pasos con que camina el alma a su mora da

primera."

Todo este ejercicio retórico es capaz de persuadir al famoso hidalgo, el

cual, al término del discurso, protegió a la pastora de que nadie la

persiguiera. El discurso tiene un razonamiento inductivo en el que se van

aportando diferentes argumentos hasta una conclusión final y una

recapitulación de cada punto. Es un discurso que apela principalmente a la

razón y a la lógica, lo cual tiene la capacidad de impresionar al lector al

haber escuchado los argumentos patéticos y éticos de los demás p astores. Se

forma, de ese modo, un gran contraste entre las especulaciones, sentimientos y


deducciones de los pastores, y las razones, hechos y la inducción de la pastora

Marcela.

La historia de Crisóstomo y la pastora Marcela ha sido analizada desde

distintos puntos de vista. En la historia reciente, uno de los elementos que más

interés suscitan en la obra cervantina, especialmente con esta historia, es el

papel de la mujer. Obviamente, y con cierto presentismo, se ha relacionado el

discurso de Marcela con el feminismo, relacionándolo con la liberación de la

mujer. Ver a Cervantes como un feminista de la época, según mi opinión, cae

un poco en el absurdo ya que, al fin y al cabo, él era un hombre de su tiempo,

de su Zeitgeist . Entender el discurso de Marcela desde un ideologema

contemporáneo puede resultar en una falsa conceptualización del mismo. No

obstante, este tipo de aplicaciones presentistas o anacrónicas, de las cuales me

considero defensor, son útiles a la hora de "reescribir" nuevos significados a

obras de otros tiempos; siempre que tengamos en cuenta la "invención" que

hacemos al llevarlas a cabo.

Desde esta visión feminista aún existen ciertas imprecisiones que nos

recuerdan el tiempo en el que la obra fue escrita. Marcela es una joven

pastora con gran determinación pero que aún se ve a sí misma como un sujeto

pasivo. Es un fuego alejado. Como espa da no corta, sino que, con ella, otra
persona se puede cortar a sí misma. Esta pasividad nos muestra que la soledad

de Marcela tiene, de cierta forma, un halo pesimista; por su peligrosa belleza

ha de desterrarse a sí misma de la amistad o el trato masculi no y disfrutar

simplemente de las conversaciones de las mujeres de la aldea o, si no, de la

naturaleza. Esta soledad autoinducida de la mujer, esta especie de autoduelo

eterno, se verá posteriormente en otros personajes femeninos de la literatura

hispana, siendo uno de los más importantes el personaje de Amaranta en Cien

Años de Soledad de García Márquez. Ambos personajes comparten un

elemento: se ven a sí mismas como espadas puestas lejos. Por otra parte, la

pastora Marcela, en su huída, aún tiene que ser socorrida por el Quijote, por

lo que, a pesar de todo, aún se encuentra, como es lógico, el recurso del

caballero socorriendo a la dama propio de los libros de caballerías.

La visión pastoril de Cervantes en esta historia no es una visión

arcádica. La pastora Marcela es más el arquetipo diánico de la luna que la

pastora feliz y siempre satisfecha de la Arcadia. Marcela: independiente,

autoconclusiva, sin la necesidad de un hombre, en la soledad de los campos;

es totalmente el arquetipo de Diana -Artemisa, la diosa de la luna y enemiga

de cupido. Se caracteriza este arquetipo por la mujer innacesible y fría,

centrada en sus propias metas, cerrada al amor y carente de misericordia

inmerecida. Como vemos, este arquetipo se relaciona perfectamente con el


papel de Marcela. Entender a Marcela ya no como Diana sino directamente

como la Luna es una opción que no se ha considerado y que tendría también

sentido. Recordemos que por tradición la Luna se ha relacionado con los

trastornos psiquiátricos y especialmente con el suicidio. El arquetipo de

Diana, junto con algunas de las frases del discurso de Marcela, podrían

identificar directamente a la pastora con la locura lunática. Si se me permite

la literariedad, cuando Marcela alega que los arroyos son sus espejos, es

difícil no recordar el trágico y poético final del escritor chino Li Bai, que se

ahogó borracho intentando abrazar el reflejo de la luna en el río Yangtsé.

Otra visión que tiene cierto calado en la actualidad es la del Cervantes

protoliberal. El significado quijotesco de la palabra liberal, al menos tal como

se usa en la obra, es el de ser generoso, lo que puede contradecir la acepción y

las tesis contemporáneas sobre el asunto. No obstante, dentro del Quijote, en

el cual hay mucha teoría económica, según al gunos autores como Eric Clifford

Graf relacionada principalmente con la coetánea Escuela -económica- de

Salamanca; encontramos que el dinero tiene cierto protagonismo. Por poner

un ejemplo de su importancia: el desapego a lo material del Quijote, frente a

su alter eger ego Alfonso Quijano, es uno de los signos principales del delirio

del hidalgo para sus allegados. En el caso de la pastora Marcela, sólo una
alusión se hace a propósito del apartado económico y, sin embargo, pesa sobre

ella una gran importancia. El enunciado dicta así:

"Yo, como sabéis, tengo riquezas propias y no codicio las ajenas; tengo

libre condición y no gusto de sujetarme..."

Marcela utiliza un argumento económico como recurso persuasivo. La

pastora alega que es independiente económ icamente y justo después lo

relaciona con la libertad. No sabemos si estas riquezas son muchas o pocas y,

a pesar de ello, entendemos perfectamente que su verdadera importancia es el

poder librarla de codiciar riquezas ajenas o sujetarse en busca de susten to. De

este modo, Cervantes nos relaciona la independencia económica con la

libertad vital.

Don Quijote de La Mancha es una parodia de los libros de caballerías y

estos, a su vez, toman recursos fundamentales del amor cortés. El amor cortés

es un amor platónico, adultero, asimétrico e inconcluso. El amante ve a la

dama como un inalcanzable al que sólo tiene acceso a través de los juegos y
los dobles sentidos. Por ello, es un amor oscuro o frío, en términos de

radiación, como describía McLuhan , es decir, s e irradia poca información por

parte de la dama que es completada por el amante, en este caso a través de la

ilusión. El amor de Crisóstomo y Marcela es un amor anti -cortés, una gran

parodia de las características que esperamos encontrar en el amor de los

libros de caballerías.

La localización del amor cortés, nobiliaria por tradición, se traslada a

los campos de la Mancha y a sus personajes humildes. Un pastor estudiante

que trata de cortejar a una pastora independiente es una vuelta de tuerca al

tópico del amor cortés que, de forma muy probable, llamaría la atención a los

lectores, conocedores de toda la literatura caballeresca, y que produciría un

efecto muy risible. De igual forma, el "mal de amores" que padece Crisostomo

es exagerado hasta resultar enfe rmizo. Primero, por la canción/poema que

compone para su amada. En ella, lejos de idealizar positivamente a su amada,

como hacía el amor cortés, vuelca toda su irá en palabras groseras llenas de

despecho. Un aspecto interesante de esta canción es la dedica ción, en segunda

persona, dirigiéndose directamente a la dama, con la que comienza a mostrar

su desprecio. Recuerda a otro poema despectivo, esta vez más cercano en el

tiempo, de Jaime Gil de Biedma escrito como autocrítica. Hablo, por supuesto,

del conocido e imitado Contra Jaime Gil de Biedma. Ambos poemas,


despechados y despectivos, comparten en sus primeros versos esa agresiva

segunda persona dedicada. El segundo aspecto es el suicidio. El suicidio por

amor no era propio del amor cortés, a pesar de que autores como Dante o

Petrarca muriesen figuradamente de amor por Beatriz y Laura

respectivamente. La muerte de amor más cercana de la literatura hispana pre -

Quijote la encontramos en el suicidio de Melibea tras la muerte de Calisto y,

sin embargo, la situación es completamente distinta a lo que encontramos en

Crisóstomo. La muerte de Crisóstomo se relaciona más con el amor

inalcanzable del joven Werther de Goethe. Ambas historias, pese a sus

diferencias históricas, argumentales y estructurales, comparten el trágico

final del amor llevado al extremo. No obstante, es en la figura de la dama

donde Cervantes rompe el tópico del amor cortés sustancialmente.

Marcela es, como nos hace ver el escritor complutense, la mujer más

bella de la zona, deseada por todos y a la vez, temida. Ella, lejos de sentirse

alagada o compungida por la muerte del pastor, decide utilizar la razón para

sobreponerse a la situación y, fríamente, se defiende de las acusaciones de los

pastores sin sentir, según parece, ningún tipo de compasió n por Crisóstomo.

La distancia emocional que toma Marcela dota al personaje de una

profundidad nueva. No. No es la dama superficial propia del amor cortés, sino

una mujer con la suficiente inteligencia emocional como para manejar a la


perfección la intensa situación en la que se encuentra. La distancia además

proporciona al lector otra pista: quizás tampoco hubo juegos ni secretos

propios del amor cortés. Al final resulta que, al igual que le pasa a Alfonso

Quijano con los libros de caballerías, que acaba p or hacerlos reales hasta sus

últimas consecuencias; tal vez Crisóstomo leyó demasiados libros de amor

cortés y comenzó a delirar con sus propias ilusiones. Desde luego, Cervantes

parece jugar con esa idea al contarnos una historia incompleta a través de

comentarios, especulaciones, ambigüedad y, luego, al final, los alegatos de los

protagonistas, siendo éstos totalmente contrarios.

Por último, dentro del amor cortés la dama no tiene voz propia,

escuchamos sus pensamientos y emociones a través del amante. C ervantes da

voz a la dama -o a las damas- del amor cortés canalizando su hipotético

discurso en Marcela. De este modo, el autor propone un nuevo punto de vista

a toda la lírica del amor cortés y, más que eso, propone que la dama cortejada

no corresponde ni espolea el amor de los poetas sino que son ellos los que se

hacen sus propias ilusiones. Desde una perspectiva contemporánea,

especialmente por nuestra concepción postromántica del poeta, el escenario

que propone Cervantes no nos resulta ajeno ni chocante ; sin embargo, para

sus coetáneos, la historia de desamor de los pastores debió resultar una

parodia totalmente exagerada e hilarante.


Cervantes tenía clara la intención no sólo de esta pequeña historia sino

también de la historia del Quijote: parodiar, r omper tópicos, producir risa y

suscitar la autorcrítica. En el discurso de Marcela, como un epítome,

encontramos los temas principales de la historia del caballero de la triste

figura; encontramos el amor, la locura , la libertad y la honestidad. También

vemos la ruptura de los tópicos con pastores que hablan de su amor como

letrados, a pesar de que sus paisanos, como subraya inteligentemente

Cervantes, no paran de emplear vulgarismos. Se nos seduce en el discurso de

Marcela con el valor de la libertad y de la honestidad. Y por último, aunque

yo creo que con cierta ironía, se critica la figura de la mujer en el amor

cortés.

Este episodio, como tantos otros del Quijote, demuestra la capacidad

cervantina de mezclar la parodia con un corpus ideológico y unos

conocimientos literarios profundos y complejos. En él, en definitiva, se

concentran muchos, casi todos, los rasgos que hacen de la obra de Cervantes

la "primera" novela moderna: inter y metatextualidad, parodia, extensión de la

forma y el género y un empleo magnífico de los puntos de vista.


(Este texto, junto a otro complementario sobre el Quijote como primera

novela moderna, lo escribí para la asignatura Retórica cultural, comunicativa

y literaria bajo la supervisión del catedrático de Teoría de la Literatu ra y

Literatura Comparada Tomás Albaladejo. Si os ha interesado la historia de la

pastora Marcela, la podéis leer completa por aquí)

Yo nací libre: El discurso feminista de la pastora Marcela en el Quijote

Publicada en abril 29, 2017 por libretequiero

Esta vez les dejamos un fragmento del Quijote, donde la pastora:

Marcela realiza un discurso feminista sobre la libertad. Les gustará. Los

hemos extraído de Mujericolas, echadle una mirada al este blog, está muy

bueno.

Yo nací libre». El discurso feminista de la pastora Marcela en El Quijote

La libertad llevó a configurar la mayoría de los personajes femeninos de

Don Quijote. Los principios de independencia y libertad rigen las vidas de las

mujeres que aparecen en la mayoría de los capítulos que aparecen en la

historia.
Entre las damas cultivadas y seguras de sí mismas, en donde se cumple

de una forma más radical el pensamiento de un Cervantes anticipado a su

tiempo, está el personaje de Marcela, que encabeza su manifiesto con el

famoso grito: «Yo nací libre».

Marcela reivindica el privilegio de vivir sin trabas, sea soltera, casada u

holgando a su antojo de lo que llama su libre condición.

Este que sigue es un fragmento de su discurso a los amigos del fallecido

Crisóstomo, que se suicidó porque ella no lo aceptaba como futuro marido: «El

cielo aún hasta ahora no ha querido que yo ame por destino, y el pensar que

tengo que amar por elección es excusado. (…) Yo como sabéis tengo riquezas

propias y no codicio las ajenas; tengo libre condición, y no gusto de sujetarme

(…) Y en diciendo esto, sin querer oír respuesta alguna, volvió las espaldas y

se entró por lo más cerrado de un monte».

Cuando los amigos de Grisóstomo responsabilizaron a Marcela del

suicidio del primero, que tomó la decisión de quitarse la v ida por los desdenes

de la resuelta doncella, Marcela, en la cima de una peña realiza un precioso


discurso defendiendo su inocencia en aquella muerte y su libertad frente a la

tiranía del amor.

Se trata de una perfecta pieza de oratoria en la que se efectúa una

defensa de los derechos de la mujer en una época en la que esta se encontraba

sometida, primero a su padre y, después, a su marido, que, casi siempre, se lo

elegían sin su consentimiento.

Y es que según José Miguel Lorenzo Arribas “El discurs o feminista de la

pastora Marcela termina de una manera incomprensible en un contexto

patriarcal: «tengo libre condición, y no gusto de sujetarme; ni quiero ni

aborrezco a nadie; no engaño a este ni solicito aquel, ni burlo con uno ni me

entretengo con el otro».

Marcela no tiene al varón como medida del mundo; ni siquiera se opone

a él, como pretenden los machos que tratan de ridiculizar y zaherir las

propuestas feministas. Simplemente, no reconoce como interlocutores a

quienes solo ven en ella un buen par tido, por sus riquezas, hermosura, y sexo.
Sólo don Quijote estuvo a la altura de las circunstancias. Si la

liberación del galeote le ha valido fama de libertario, el episodio de la pastora

bastaría para sumarle el calificativo de feminista.” El discurso feminista de la

pastora Marcela – Centro Virtual …

Cervantes las pastora

Discurso de Marcela: «Hízome el cielo, según vosotros decís, hermosa, y

de tal manera que, sin ser poderosos a otra cosa, a que me améis os mueve mi

hermosura; y, por el amor que me mostráis, decís, y aun queréis, que esté yo

obligada a amaros. Yo conozco, con el natural entendimiento que Dios me ha

dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que, por razón de ser

amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama. Y

más, que podría acontecer que el amador de lo hermoso fuese feo , y, siendo lo

feo digno de ser aborrecido, cae muy mal el decir “Quiérote por hermosa;

hasme de amar aunque sea feo”. Pero, puesto caso que corran igualmente las

hermosuras, no por eso han de correr iguales los deseos, que no todas

hermosuras enamoran; que algunas alegran la vista y no rinden la voluntad;

que si todas las bellezas enamorasen y rindiesen, sería un andar las

voluntades confusas y descaminadas, sin saber en cuál habían de parar;


porque, siendo infinitos los sujetos hermosos, infinitos habían de ser los

deseos. Y, según yo he oído decir, el verdadero amor no se divide, y ha de ser

voluntario, y no forzoso. Siendo esto así, como yo creo que lo es, ¿por qué

queréis que rinda mi voluntad por fuerza, obligada no más de que decís que

me queréis bien? Si no, decidme: si como el cielo me hizo hermosa me hiciera

fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no me amábades? Cuanto

más, que habéis de considerar que yo no escogí la hermosura que tengo; que,

tal cual es, el cielo me la dio de gracia, sin yo pedilla ni escogella. Y, así como

la víbora no merece ser culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella

mata, por habérsela dado naturaleza, tampoco yo merezco ser reprehendida

por ser hermosa; que la hermosura en la mujer honesta es como el fuego

apartado o como la espada aguda, que ni él quema ni ella corta a quien a ellos

no se acerca. La honra y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el

cuerpo, aunque lo sea, no debe de parecer hermoso. Pues si la honestidad es

una de las virtudes que al cuerpo y al alma más adornan y hermosean, ¿por

qué la ha de perder la que es amada por hermosa, por corresponder a la

intención de aquel que, por sólo su gusto, con todas sus fuerzas e industrias

procura que la pierda?»


«Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos.

Los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos

mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y

hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos. A l os que he enamorado

con la vista he desengañado con las palabras. Y si los deseos se sustentan con

esperanzas, no habiendo yo dado alguna a Grisóstomo ni a otro alguno, el fin

de ninguno dellos bien se puede decir que antes le mató su porfía que mi

crueldad. Y si se me hace cargo que eran honestos sus pensamientos, y que

por esto estaba obligada a corresponder a ellos, digo que, cuando en ese

mismo lugar donde ahora se cava su sepultura me descubrió la bondad de su

intención, le dije yo que la mía era vivir en perpetua soledad, y de que sola la

tierra gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura; y si

él, con todo este desengaño, quiso porfiar contra la esperanza y navegar

contra el viento, ¿qué mucho que se anegase en la mitad del golfo de su

desatino? Si yo le entretuviera, fuera falsa; si le contentara, hiciera contra mi

mejor intención y prosupuesto. Porfió desengañado, desesperó sin ser

aborrecido: ¡mirad ahora si será razón que de su pena se me dé a mí la culpa!

Quéjese el engañado, desespérese aquel a quien le faltaron las prometidas

esperanzas, confíese el que yo llamare, ufánese el que yo admitiere; pero no


me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo ni

admito».

«El cielo aún hasta ahora no ha querido qu e yo ame por destino, y el

pensar que tengo de amar por elección es escusado. Este general desengaño

sirva a cada uno de los que me solicitan de su particular provecho; y

entiéndase, de aquí adelante, que si alguno por mí muriere, no muere de

celoso ni desdichado, porque quien a nadie quiere, a ninguno debe dar celos;

que los desengaños no se han de tomar en cuenta de desdenes. El que me

llama fiera y basilisco, déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me llama

ingrata, no me sirva; el que desconocida, n o me conozca; quien cruel, no me

siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida

ni los buscará, servirá, conocerá ni seguirá en ninguna manera. Que si a

Grisóstomo mató su impaciencia y arrojado deseo, ¿por qué se ha de c ulpar mi

honesto proceder y recato? Si yo conservo mi limpieza con la compañía de los

árboles, ¿por qué ha de querer que la pierda el que quiere que la tenga con

los hombres? Yo, como sabéis, tengo riquezas propias y no codicio las ajenas;

tengo libre condición y no gusto de sujetarme: ni quiero ni aborrezco a nadie.

No engaño a éste ni solicito aquél, ni burlo con uno ni me entretengo con el

otro. La conversación honesta de las zagalas destas aldeas y el cuidado de mis


cabras me entretiene. Tienen mis dese os por término estas montañas, y si de

aquí salen, es a contemplar la hermosura del cielo, pasos con que camina el

alma a su morada primera.»

La pastora Marcela [Cuento. Texto completo.]

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/cervan/la_pastora_marc

ela.htm

Fuente: Las mujericolas (http://mujericolas.blogspot.com.es/2012/04/yo -

naci-libre-el-discurso-feminista-de.html), revisado 30-04-17

Crítica kantiana del discurso de la pastora Marcela

¿Es, por ventura, el Don Quijote sólo una bufonada?

Hernnan Cohen

POR EDUARDO ZEIND PALAFOX

Domingo 26 de abril de 2015, 17:47h

Flip

Meter en un discurso hipérboles y expresiones literarias delata

confusión ideológica, y prueba de ello son las siguientes palabras de ella: “el
verdadero amor no se divide”. La palabr a “amor” representa un concepto sin

objeto. El amor no es material, no es ni divisible ni indivisible. El amor,

lógicamente, no tiene grados: se ama o no se ama. El amor, por no ser materia,

no tiene durabilidad, ni causas perceptibles, ni puede mezclarse con otros

sentimientos, pues haciéndolo sería otra cosa, pero no amor. “El amor, un

encuentro de dos salivas. Todos los sentimientos extraen su absoluto de la

miseria de las glándulas. No hay nobleza sino en la negación de la existencia,

en una sonrisa que domina paisajes aniquilados”, ha dicho Ciorán.

A la pastora le exigen una quimera, amor, y ella, que no sabe que es

una quimera, asegura que no lo dará si Dios no se lo manda. Ella cree que

rompe una estructura política porque niega un concepto metafísi co. Cualquier

estructura política mal acaba cuando se sustenta en un concepto sin objeto

como lo es el amor.

Leemos que la “hermosura”, encarnada en Marcela, es “fuego apartado”

y “espada aguda”, afirmación insostenible, pues ya se había dicho que todo lo

“hermoso” es amable. Saltan a la vista los estragos que las antinomias que Kant

ha descrito en su obra causan en el entendimiento humano, que siempre


quiere justificar sus motivos con discursos bastante mal hilvanados. Por

pensar sólo nimiedades se dicen sólo nimiedades. Por decir lo que todos dicen

nunca llegamos a un lenguaje auténtico. Todos somos víctimas de tamaño

defecto. Pero sigamos.

La pastora dispensa un juicio relacional, disyuntivo, que dice: “Pero,

puesto caso que corran igualmente las hermos uras, no por eso han de correr

iguales los deseos, que no todas las hermosuras enamoran”. Vuelve la pastora

a contradecirse asegurando que “no todas las hermosuras enamoran”. ¿No

decía que todo lo hermoso es amable? Para no cansar al lector enlistaré los

restantes dogmas que se encuentran en el discurso que analizamos: 1) “La

honra y las virtudes son adornos del alma” (conceptos todos sin objeto); 2) “Yo

nací libre” (objeto sin concepto); 3) “la víbora no merece ser culpada por la

ponzoña que tiene, por hab érsela dado naturaleza” (comparación forzada,

pues la relación que hay entre la víbora y la pastora, que es la de haber

recibido algo de la naturaleza, está estibada sobre la idea de “naturaleza”, que

es un objeto sin concepto).

Podríamos decir que los tres ejes del discurso de la pastora son la

libertad, Dios y el alma. Ella se tiene por víctima, por resultado de la voluntad
de Dios, pero al mismo tiempo por un ser libre capaz de espontaneidad, lo

cual la lleva a proferir el sigu iente sinsentido: “si como el cielo me hizo

hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no

me amábades?”. Es imposible imaginar que somos otros. Podemos imaginar

que vestimos como los otros, que hablamos como los otros, pero no q ue somos

estrictamente otros.

No encuentro en el discurso de la pastora Marcela ningún “axioma” de

la intuición, nada material que sustente la credibilidad del cap. XIV del

Quijote. Hablo, claro, sólo desde la perspectiva kantiana. No conozco a nadie

que por meras promesas de amor, que son “anticipaciones” de la percepción,

se haya suicidado o haya mudado radicalmente su vida. Lo dicho demuestra lo

que todos saben, que la literatura no otorga claridad discursiva, lógica, pero sí

claridad intuitiva, estétic a. Pero las representaciones que la claridad estética

nos da son como los ejemplos, que nos distraen y que nos impiden ver la

totalidad de las cosas, según Kant.

En dificultades se verá quien use el discurso de la pastora Marcela para

fundamentar o para ilustrar sus tesis políticas, pues la política trata de lo

concreto y el discurso que hemos analizado trata de meras abstracciones,


tanto, que llega a decir que “los deseos se sustentan con esperanzas”,

afirmación que carece de principios científicos y de d emostración y que

algunos han querido usar para justificar la libertad de la mujer.

El discurso de la pastora Marcela, contrariando a Imperiale, no es el

discurso de una mujer extraordinaria, sino el de un hombre genial, el de

Cervantes, que disfrazó lo que opinaba sobre los hombres con voz femenina.

Es imposible crear un discurso revolucionario, femenino o iconoclasta con la

retórica clásica, pues los motivos que nos obligan, por ejemplo, a probar

nuestros asertos echando mano de la voz popular, también n os obligan hacer

caso de la voz popular; y si nuestro pueblo es uno imperado por hombres, uno

donde la opinión masculina es la que más pesa, tenemos que un discurso

basado en la voz popular no puede ser un discurso representativo de la

sensibilidad de la mujer. La pastora Marcela, como dice Gerchunoff, es

fantástica, imposible, pero tiene un “encanto esencial” que saca de la

metafísica de Cervantes, que anduvo siempre, como su caballero, buscando

algo, ya aventuras y batallas, ya amigos y almas afines.

Ya podemos responder las cuatro preguntas que al principio hicimos.

¿A qué metafísica servía Cervantes? Cervantes, padre de Don Quijote y de la


pastora Marcela, tal vez no creía ciegamente en los valores teologales, en la

fe, en la esperanza y en la caridad. Marcela no era mala, pero tampoco

piadosa o caritativa; era, y su gusto por árboles y arroyos lo dice, medio

pagana, medio griega. La metafísica de Marcela, la de Cervantes, era la

renacentista, amante del individuo, de la naturaleza, de los paisajes, de l a

libertad.

¿Y no es lógico que un hombre tan desgraciado como Cervantes se

sostenga de una metafísica antikantiana? ¿Y no es natural que una mujer con

el alma de Cervantes se muestre dura ante blandengues incapaces de

contenerse ante la belleza? Borges, como Cervantes, decía que para él cada

mañana la realidad se parecía más a una pesadilla y que por eso leía obras de

teología o de metafísica.

¿Cuál era la religión de Cervantes según lo dicho por la pastora

Marcela? Todo individuo, declárese ateo, agnós tico, judío o islámico, cree en

algo, y la pastora creía en la libertad, en el libre albedrío. Ella veía en la

naturaleza el lugar idóneo para ser libre, lugar contradictorio, pues es justo la

naturaleza el lugar menos libre que hay, pues en ella todo obed ece a alguna

ley, según Kant. Para la pastora la libertad era no tener que acatar los
dictados matrimoniales, no tener que cargar el peso de la familia. Prefería las

ataduras rurales, que son materiales, a las sociales, que son metafísicas. Mejor

es acarrear agua que acarrear opiniones. Más quería, de acuerdo al texto,

tratar con árboles y arroyos que con hombres. Tal vez deseaba, usando el

lenguaje de los místicos, unirse a Dios a través de su creación.

¿Qué moral tenía Cervantes según el discurso de la pastora Marcela?

¿Qué creía que debía hacer? Toda sociedad, para sobrevivir, para

perfeccionar su economía, divide el trabajo, división que genera jerarquías

políticas, es decir, derechos y obligaciones. Después de analizar el discurso de

la pastora notamos que ella, por ser meramente un ser metafísico, sólo tiene

restricciones y derechos, mas ninguna obligación social (¿no era Cervantes un

ser con derechos que no le daban dinero y con muchas obligaciones?). ¿Era la

vida de la pastora la vida ideal para Cer vantes? Ella no quiere quemar ni

cortar con su belleza para mantener su honestidad. Pero una vida dirigida por

simples restricciones no es una vida libre, ni material ni espiritualmente.

Sólo pueden soportar una vida guiada por la restricción los que tien en

fe, y ya vimos que Marcela no es mujer de fe. Algún autor valiente escribirá la

vida del “fuego apartado” del que hemos estado hablando. Indigno de
imitación es cualquiera que rechace una vida llena de obligaciones. El

discurso de la pastora, antes de s er sometido a los rigores de Kant, parecía

loable, pero ahora parece un simple pretexto para no vivir entre los hombres.

Pero ésta es sólo mi opinión.

¿Qué era el ser humano para ella? Cualquier tribu o nación necesita

definir, determinar qué es el hombr e, para trazar caminos hacia el futuro.

Algunas sociedades piensan que el hombre es un ser social y otras que es un

ser fabricador de utensilios; otras ven en el hombre un artista y otras un

fornicador. Para la pastora los hombres eran seres destemplados, bajos,

imprudentes, niños ocupados en bagatelas y no en altas cuestiones metafísicas.

Pero calificar al ser humano por su mediocridad para la metafísica

imposibilita la invención de cualquier antropología. Sin antropología, que es

el estudio lógico del hombre, no hay filosofía, y alguien sin filosofía es

alguien carente de metafísica. La metafísica, vemos, cuando no se sustenta en

la crítica acaba siendo ideología, inutilidad, una bufonada.

Fuentes de consulta:

BLOOM, Harold, ¿Dónde se encuentra la sabidu ría?, Punto de lectura,

Madrid, 2006.
BORGES, Jorge, Prólogos con un prólogo de prólogos, Alianza Editorial,

Madrid, 2005.

CERVANTES, Miguel de, Don Quijote de la Mancha, Alfaguara, Madrid,

2004.

CROSAS, Francisco, ¿Quintiliano en el Quijote?, Depósito Académico

Digital de la Universidad de Navarra. Recuperado de:

http://dadun.unav.edu/bitstream/10171/4488/1/.pdf

GERCHUNOFF, Alberto, Retorno a Don Quijote, Editorial Sudamericana,

Buenos Aires, 1951.

IMPERIALE, Louis, Marcela como construcción ideológica de

Grisóstomo: la dura realidad de la ficción. Recuperado de:

dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/91827.pdf

KANT, Immanuel, Crítica de la razón pura, traducción de García

Morente, Porrúa, México, D .F., 2005.


PAZ, Octavio, El arco y la lira, Fondo de Cultura Económica, México,

D.F., 2008.

Pueden leer más artículos del autor en:

Blog personal: http://www.donpalafox.blogspot.com

Diario judío: http://diariojudio.com/autor/ezeind/

El Cotidiano: http://www.elcotidiano.es/category/columnistas/critica -

paniaguada/

Leonardo: http://leonardo1452.com/author/eduardo_palafox/

Deliberación: http://www.deliberacion.org/?s=Eduardo+Zeind
crítica kantiana Don Quijote de la Mancha MIguel de Cervantes

pensamiento Edvardo Zeind Palafox Filología Pastora Marcela artículo de

opinión

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