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Las confesiones de “Apfel”, el patriarca de los Von Appen que lideraba desde Chile las

operaciones nazis para América Latina

Autor: Equipo: Felipe Díaz, Tamy Palma y Sebastián RIvas


30/06/2017 | 11:10 PM

Los archivos recientemente desclasificados por la institución sobre el mítico


Departamento 50 –el que investigó las conexiones de los nazis en Chile entre 1939 y
1946– entregan más luces sobre el rol de Albert Julius Von Appen Oestmann como quien
encabezaba un profundo esquema infiltrado en distintas capas de la sociedad chilena. Éste
es el relato de su rol en los años de la guerra.
El significado de la palabra “Apfel” es cotidiano para cualquier alemán: “manzana”. Pero
se sabe que las palabras significan cosas distintas dependiendo de dónde y cómo son
ocupadas. Hace siete décadas, en medio de uno de los momentos más complejos de la
historia de la humanidad y en el corazón de Chile, “Apfel” era otra cosa. La palabra clave
con la que, según la pista que seguía el Departamento 50 de la Policía de Investigaciones,
se identificaba al jerarca de la estructura nazi no sólo en Chile, sino en toda América
Latina.

“Apfel” encabezaba en la región la denominada red “Kriegsorganisation 2” (Organización


de Guerra 2), comisionada directamente desde el Abwehr, el aparataje de espionaje
militar del régimen de Adolf Hitler. La labor de ese grupo no era menor: convencer y
entrenar a personas para que se convirtieran en agentes nazis en los países que se
vinculaban al bando de los Aliados. Y, en el caso de Latinoamérica, además tenían un
objetivo especial: destruir el Canal de Panamá, centro estratégico de las operaciones
navales estadounidense.

Los documentos desclasificados por la PDI hace una semana y entregados al Archivo
Nacional tienen a “Apfel” mencionado en numerosas ocasiones. Y son estos textos los que
fijan una identidad a ese nombre en clave: el capitán de la marina mercante alemana
Albert Von Appen Oestmann, quien fue apresado y expulsado del país en 1945, y cuya
preparación incluía entrenamiento especializado en Alemania. Ésta es la historia de la red
y de su participación, de acuerdo a los archivos y al libro “La PDI contra los nazis”, un
trabajo inédito de la propia institución.

La clave PYL

El 8 de julio de 1942, un documento llegó al Departamento 50 de la PDI desde el Special


Intelligence Service, la repartición especializada del FBI de Estados Unidos para luchar
contra el espionaje nazi. El texto, denominado Memorándum Confidencial N° 36, incluía
un detalle crucial: el descubrimiento de una radio clandestina que operaba desde Chile y
se conectaba con Hamburgo, en Alemania, con mensajes cifrados y valiosa información.
Cada radio de ese sistema se identificaba con un código de tres letras. La radio de Chile
era “PYL”.

De acuerdo a la información estadounidense, existían registros de las conversaciones


desde el 28 de abril de 1941, cuando se había logrado descifrar el código encriptado. Y si
bien la mayor parte de los datos era información del movimiento de buques y sistemas de
defensa, un aspecto preocupaba al FBI: sospechaban que la estación actuaba “como una
transmisora de informaciones recibidas de agentes del Eje que operan en Chile, Argentina,
Perú, Colombia, Ecuador, Guatemala, México y Estados Unidos”, según constaba en el
documento.

El documento también aseguraba que la locación física de la radio era Valparaíso, e


incluso señalaba una dirección: Avenida Alemania 5508, en pleno Cerro Alegre, en el
domicilio de Guillermo Zeller, quien, aunque reconocía ser un radioaficionado, afirmaba
que su transmisor no estaba vinculado con las presuntas operaciones.

Pero en ese momento, la mayor preocupación estadounidense era dar con “Apfel”.
“Probablemente la persona más importante que no ha sido identificada, de las que han
aparecido en los mensajes, es una persona designada con el nombre de Apfel”, indicaba el
mismo informe.

La inquietud era porque, de acuerdo a las interceptaciones, “Apfel” había “comunicado a


Alemania a través de PYL que tiene suficiente dinero a mano para empezar su trabajo de
sabotaje en los países ubicados en la parte sur de Sud América (sic)”.

Los interrogatorios de 1942

En ese momento, los equilibrios políticos internos chilenos estaban en juego. El gobierno
de Juan Antonio Ríos –elegido el año previo tras la muerte de Pedro Aguirre Cerda- recibía
fuertes presiones estadounidenses para que tomara un claro lugar en los bloques de la II
Guerra Mundial, algo que sólo haría al año siguiente con la ruptura de relaciones con
Alemania, Japón e Italia, los países del Eje.

Al mismo tiempo, Hitler y los nazis eran mirados con simpatía por un grupo relevante de la
sociedad. De hecho, apenas cinco años antes, en 1937, el Movimiento Nacional Socialista
chileno había conseguido escoger tres de los 146 diputados en juego en las elecciones: su
congresista más famoso sería Jorge González von Mareés, que, entre otras anécdotas, es
recordado por haber hecho un disparo al aire en pleno Congreso Nacional.

Pese a este escenario, el Departamento 50 seguía muy de cerca los pasos de quienes
pudieran estar vinculados a operaciones del bloque. Así, a fines de octubre de 1942 se
realizaron interrogatorios a una serie de personas en Valparaíso para conocer en
profundidad cuál era su relación con Alemania y los nazis.

Uno de los interrogados fue Albert von Appen, sobre quien recaían sospechas porque en
1941 había estado realizando además una serie de viajes internos a distintas ciudades de
Chile. Según se señala en “La PDI y los nazis”, en esa instancia Von Appen habría relatado
su historia, su llegada a Chile y, además, habría reconocido ser miembro del NSDAP, el
partido nazi, desde 1933.

Von Appen arribó en 1937 al país, de acuerdo al testimonio contenido en el libro. Según
aseguró, era representante en Chile de una empresa naviera alemana, la Hamburg-
Amerika Line. Aunque reconoció los viajes al interior de Chile, dijo que habían sido por su
trabajo, y también señaló que pertenecía a uno de los grupos o blocks de militantes nazis
en la actual región de Valparaíso.

Sin embargo, al ser consultado sobre si tenía algún rol en el entramado nazi, Von Appen
negó cualquier vinculación. En la declaración, fechada el 29 de octubre de 1942, se indica
que “consultado acerca de sus actividades como saboteador, manifiesta que en su vida se
le hubiera ocurrido desempeñar tal cargo y textualmente dice que él es un desguasador”.
Más aún, se le preguntó directamente por “Apfel”, el nombre clave del jefe operativo de
los espías alemanes en Latinoamérica. Su respuesta fue concreta: dijo que lo único que
sabía era que ea palabra, en alemán, significaba “manzana”.

La confesión de 1945

En esa ocasión, Von Appen quedó en libertad porque no habían pruebas suficientes en su
contra. De acuerdo a los archivos de la PDI, su habilidad para resistir los interrogatorios
era alta. No sería hasta dos años y medio después cuando, finalmente y en la víspera de la
caída nazi, el Departamento 50 conseguiría la ansiada confesión de la pieza clave del
espionaje alemán en Latinoamérica.

Marzo de 1945 era un mes complicado para el régimen de Hitler. Derrotado en Francia
tras el desembarco aliado, con la Unión Soviética avanzando en el frente oriental y con la
caída de Berlín como una realidad cercana, el afinado entramado nazi empezaba a
mostrarse resquebrajado, como en la antesala de la ruptura final.

También eran tiempos difíciles para los nazis chilenos. Un hecho había despertado las
alertas en los organismos de inteligencia: la explosión al interior de la fragata “Lautaro” el
28 de febrero de 1945 frente a las costas peruanas, un incidente que dejó 20 muertos. El
“Lautaro” era un buque que había sido construido en los astilleros de Hamburgo y donado
por Alemania en 1941, debido a que había quedado internada en 1939 en el puerto de
Valparaíso en el inicio de la guerra.
El episodio recordaba otro incidente previo, el del barco mercante chileno “Toltén”, que el
13 de marzo de 1942 fue torpedeado por un submarino alemán mientras cruzaba frente a
las costas de Nueva Jersey, en Estados Unidos, causando 27 muertos. En el caso del
“Lautaro”, había sospechas de que la explosión se debiera a un sabotaje. Y aunque ese
hilo terminaría descartándose, el hecho le permitió a Investigaciones conseguir la
autorización para detener nuevamente a Von Appen y someterlo a una serie de
interrogatorios.

Sería recién el 25 de marzo de 1945, en el cuarto intento, cuando Von Appen haría su
esperada declaración policial. Allí, ante un equipo liderado por el propio jefe del
Departamento 50, Hernán Barros Bianchi, comentó que su rol había comenzado en 1939,
cuando, durante una visita a Alemania, un marino le preguntó “si yo estaba dispuesto a
regresar a Chile para organizar en este país, con personal de mi elección y absoluta
confianza, un grupo de saboteadores para actuar en Argentina, Chile y Perú”.

Como la manzana que finalmente cae del árbol, los investigadores tuvieron luego de ello
la confirmación de su pista crucial. “Se acordó que yo actuaría con el sobrenombre de
Apfel, nombre que se eligió de común acuerdo considerando el parecido con mi apellido,
Von Appen. Recibí allí como primera instrucción la orden de buscar mis colaboradores en
los puertos y entre gente que tuviera relación con los estibadores, especialmente
comunistas”, indicó.

Entre los resguardos que tomó la inteligencia alemana estuvo hacerlo regresar a Chile en
diciembre de 1939 a través de una extensa ruta, que incluyó pasos por Rusia, Japón y San
Francisco, en Estados Unidos, desde donde viajó en buque a Santiago. Luego de ello, en
1940, viajó a Buenos Aires a reunirse con Dietrich Niebühr, el jefe de los espías nazis a
nivel sudamericano.

“Él había recibido instrucciones de que un ciudadano alemán se le presentaría bajo el


nombre de Apfel. Yo conocía con anterioridad a Niebühr, pero él no se imaginaba que yo
fuera el Apfel que se le había anunciado”, dijo Von Appen en su declaración, agregando
luego que reclutó a una persona, Wilheim Lange, quien “aceptó ser en Argentina mi
agente y la misión de buscar colaboradores”.

Polvos bomba, claves y “Nightclubs”

Los detalles de la confesión de “Apfel” eran precisos e insospechados. Por ejemplo, Von
Appen reveló que Niebühr le había entregado en Buenos Aires “cinco o seis cajitas de
madera de más o menos diez por diez centímetros y por uno de alto, que contenía cada
una ocho tubitos de cobre que estaban perfectamente disimulados, todos de más o
menos ocho a nueve centímetros, y que contenían un explosivo llamado ‘polvo negro’.
Estos tubos tenían un grosor más o menos como la mitad de un cigarrillo corriente”. Esos
explosivos eran de altísimo poder y podían servir para operaciones de sabotaje a gran
escala.
No menos sorprendente era el sistema de clave que había diseñado a partir de un
ejemplar de un diccionario español-alemán Junkers. “el sistema de la clave convenida fue
el siguiente: Se asignó a cada letra de la palabra ‘Nightclubs’ un número correlativo del
cero al nueve; es decir: Nightclubs – 0123456789”, comenzó relatando Von Appen.

“Se dividió estos diez números en dos grupos de cinco y se convino en que nuestros
mensajes estarían formados por grupos de cinco letras, que al traducir su valor
correspondiente en números indicaría que las tres primeras cifras de la página del
diccionario y las últimas correspondían al número de orden de las palabras en la página
del diccionario”, remató “Apfel”.

La declaración de Von Appen indicaba que él había coordinado directamente el


nombramiento de agentes en Bolivia y Perú, y que, siempre en 1940, también había
viajado a Brasil para reunirse con un misterioso ciudadano alemán denominado “Doctor
Braun”, identificado posteriormente como Georg Blass y quien viajó directamente desde
Berlín para encontrarse con la rama latinoamericana de los agentes nazis.

También Von Appen reconoció que jugó un activo rol en conseguir la fabricación de
diferentes tipos de bombas; algunas para sabotajes y otras, por ejemplo, para ser
instaladas a bordo de los buques alemanes mercantes, para que se hicieran estallar en
caso de que cayeran en manos de los Aliados.

Sabotajes y dineros

Otra parte de la confesión señalaba que Von Appen había tenido entrenamiento
especializado en la escuela de sabotajes del Abwehr en Hamburgo, y que uno de sus
contactos clave en Chile era Ludwig von Böhlen, quien oficiaba como agregado aéreo y
marino de la embajada alemana en el país.

A mediados de 1942, de acuerdo a Von Appen, ambos tuvieron una conversación sobre las
operaciones en curso. “Me manifestó que estaba en antecedentes completos de mis
actividades de los nombres que componían la organización en Sudamérica”, relató
“Apfel”, agregando que el diplomático le señaló que “en el caso de que no hubiera
embajada, yo debería proceder a ejecutar actos de sabotaje si se producía la declaración
de guerra”, indicándole además que contaba con un presupuesto de hasta 250 mil pesos
de la época, una alta suma de dinero.

Pero cuando a fines de ese año fue interrogado por el Departamento 50, Von Appen
intentó salir del país. Aunque se había autorizado su retorno a Alemania, finalmente se
quedaría debido a que no se llegó a acuerdo en quién sería su reemplazante. Sería en esa
circunstancia cuando el Departamento 50 conseguiría la confesión, que luego ayudaría a
un “efecto dominó” con la caza de otros agentes nazis en diferentes países
latinoamericanos.
Von Appen sería expulsado de Chile poco tiempo después. En 1952, regresaría al país, esta
vez para quedarse, y con el oficio que, según había declarado, era el que inicialmente lo
trajo a tierras chilenas: el de la marina mercante, donde construiría con el tiempo un
importante grupo empresarial. Lejos del tiempo en que, como “Apfel”, lideraba la red nazi
de agentes para todo un subcontinente.

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