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Cuarta conferencia

Dornach, 11 de septiembre 1924

Mis queridos amigos! Hoy en nuestras contemplaciones vamos a intercalar un


capítulo de antroposofía, que ante legos no necesita ser tratado con tanto detalle,
pero que nosotros vamos a necesitar cuando queramos proseguir con las
explicaciones de responsabilidad sana y de irresponsabilidad enfermiza patológica,
que son importantes de reconocer tanto para el médico como para el sacerdote.

Ante todo es de especial importancia, que se pueda entrar a mirar dentro de la


cuestión: En un ser humano ¿qué es realmente heredado, qué es todo lo que
proviene de la línea hereditaria, y qué no es heredado sino que tiene que ser
introducido de otra manera en la entidad humana? – De que uno sea capaz de
diferenciar estos - se podría decir - ingredientes de la entidad humana, de eso
depende enormemente mucho en la evaluación del ser humano sano y del enfermo.
Cuando desde mundos espirituales suprasensibles el ser humano entra al mundo
sensible, es decir, cuando se realiza el enlace con lo que le es dado proveniente de
la herencia, cuando él lo enlaza con lo que él trae consigo de vidas terrenas
anteriores y de la permanencia entre muerte y nuevo nacimiento, entonces vemos
cómo el ser humano se desarrolla, primero como niño, de día en día, de semana en
semana. Pero mientras uno no tome en cuenta al ser humano como cuatrimembrado
según cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral y organización del yo, uno no
estará entonces en condiciones de entender este desarrollo, porque en este
desarrollo uno no puede trasver de qué manera está involucrado cada uno de los
miembros de la entidad humana, que tienen ciertamente un origen totalmente
diferenciado, que provienen de mundos diferentes.

El ser humano tiene en primer lugar su organismo físico. La manifestación más


llamativa en este organismo físico es ésta, que en el primer período de su vida
hasta el cambio de dientes, tiene dentro del mismo los dientes de leche (los
primeros dientes), que se recambian en la segunda dentición. Ahora este cambio de
dientes yo diría que es nada más que lo más extremado que ahí se recambia en el
ser humano. Pues en verdad, el ser humano materialmente, lo que recibe como
cuerpo físico con la niñez, lo que ha recibido con el nacimiento, sólo lo porta en sí
hasta la segunda dentición. Nosotros estamos eliminando (quitando, mudando)
continuamente la materia física de nuestra forma.
Si uno quiere ser preciso, el proceso por cierto es más complicado de lo que uno
podría imaginar al decir simplemente: En el transcurso de siete a ocho años el ser
humano se deshace de (elimina, expulsa) toda su materia física y la renueva.-
Ciertamente que hay algo concordante en ello, pero sólo basta observar
específicamente la segunda dentición, entonces uno ya va a encontrar que se lo
tiene que imaginar de una manera modificada. Pues si la cosa en esa abstracción
fuera correcta, nos tendrían que salir nuevos dientes cada siete años. Pero esto no
es el caso; nos salen solamente una vez. Pues justamente los dientes son parte de
aquello que no experimenta una renovación después de un primer recambio. Son un

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caso extremo. Pero el decurso del desarrollo del ser humano en la Tierra en
resumidas es así, que a medida que va ganando en años, cada vez va reteniendo
(conservando) algo más de la vieja materia física. Es cierto que un recambio en
períodos cíclicos de siete a ocho años tiene lugar en la mayoría de las partes de la
materia física, pero en el ser humano tenemos que distinguir entre eso y el algo
que siempre va quedando retenido ; a los siete años son solamente los dientes los
que entonces aparecen y permanecen, pero después de las siguientes repeticiones
rítmicas de esos períodos de transición en la entidad humana, también siempre se
detienen partes de lo material que no se recambian, a pesar de que efectivamente
la mayor parte del ser humano en el decurso de siete a ocho años recambia su
materia. De modo que para los aproximadamente siete primeros años de vida hay
que decir de manera radical, que la totalidad de la materia que el ser humano
tiene cuando nace, la elimina (se la quita), no retiene nada de ella, sino que
únicamente retiene las fuerzas que actúan y esencian en ella, que esas fuerzas se
apropian de toda la nueva materia adquirida para los primeros siete años de vida
de tal manera, que el ser humano tiene la renovación de su cuerpo físico hasta
exactamente los dientes con la segunda dentición. Pero con eso, mis queridos
amigos también se hace comprensible, que el principio hereditario en sí, así como lo
presenta la ciencia natural moderna, sólo es válido para los primeros siete años.
Solamente durante estos primeros siete años de edad la cosa es así, que el ser
humano recibe heredado de padres y antecesores las particularidades
(características) que lleva en sí. En cierto modo, el cuerpo físico para estos siete
primeros años de vida representa una especie de modelo en base al cual el artista
que trabaja en el ser humano, que en estos años consta del cuerpo etérico, cuerpo
astral y yo, elabora un cuerpo físico nuevo. Eso justamente es lo que vemos, cómo
trabajan conjuntamente, yo diría cómo entran en una interacción que trabaja
artísticamente, aquello que el ser humano trae consigo desde mundos espirituales:
su individualidad, su entidad , y lo que él recibe heredado. Si el ser humano es una
naturaleza vigorosa con respecto a su individualidad interior, si trae consigo una
astralidad y entidad yoica fuerte, interiormente intensa, que a su vez vigorizan al
cuerpo etérico, entonces veremos retoñar a un ser humano que desde su interior
se atiene poco al modelo, sino que se ciñe al modelo sólo en las líneas generales.
Para aquel que tenga un sentido para conformaciones verdaderas, para ése ya va a
saltar a la vista, que naturalmente porque el modelo general humano tiene que ser
mantenido, porque ya hay una afinidad para la forma humana que se hereda –
rasgos de ella se mantienen más allá del cambio de dientes -, pero para la
observación más sutil es completamente evidente, cómo en individualidades
interiormente fuertes, después del cambio de dentición entran cambios
considerables que provienen debido a que la fuerte individualidad se atiene poco al
modelo que le fue entregado por la herencia.

Cuando investigamos en una individualidad tal como la aquí ya a menudo


mencionada Santa Teresa, entonces por esa fuerte individualidad a la que mencioné
justamente ayer, en esas naturalezas uno encontraría cómo en sus primeros siete
años de vida se parecen mucho a sus padres, pero cómo a los nueve o diez años

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toman formas que lo sorprenden a uno porque recién entonces se pone de relieve
la verdadera individualidad. De modo que la herencia, lo hereditario en el sentido
más estricto de la palabra, solamente es válido para el primer período de vida, y lo
que después aparece como hereditario, en realidad no es hereditario - eso hay que
reconocerlo - eso es trabajo, es elaboración en base al modelo que fue heredado.
Lo elaborado que se origina, se asemejará más o menos al modelo. Pero no es
herencia, es copiado, es reproducido de las características heredadas. El
científico netamente académico considera que todo prosigue según el principio
hereditario común. Aquel que ve dentro de la naturaleza esencial del ser humano,
sabe que con respecto al parecido con los padres, cualitativamente aparece algo
completamente diferente después del cambio de dentición a como fuera antes del
cambio de los dientes. Antes del cambio de dientes verdaderamente son las
fuerzas de la herencia, de lo hereditario. Después del cambio de dientes son las
fuerzas que trabajan en base al modelo. Para un modo de ver exacto, uno no puede
decir que lo que el ser humano lleva dentro de sí entre los siete y los catorce
años, entre el cambio de dientes y la madurez sexual, lo haya heredado, así como
uno no puede decir de alguien que está sentado en la galería de arte y copia la
Madonna Sixtina, que su pintura retratista ha obtenido su característica por
herencia de la Madonna que cuelga en la galería. Pero ya es así, que eso casi se
cree.

Pero ahora ustedes ven, en qué tipo de trabajo, de labor participa


principalmente el cuerpo etérico, qué trabajo tiene el cuerpo etérico; pues en
estos años hasta el cambio de dientes todavía es poco lo que participan el cuerpo
astral y la organización del yo en el trabajo. El cuerpo etérico forma un nuevo
cuerpo físico humano en base al modelo. ¿Por qué hace esto? Esta pregunta por
cierto está formulada de manera insólita, porque no se puede hacer este tipo de
preguntas de porqué ante la naturaleza. Aquí se trata de hacer una pregunta
retórica. ¿Por qué hace él eso? Él lo hace, porque él - así como el ser humano en
general en toda su naturaleza, en toda su entidad - no está todavía predispuesto
(dotado) a recibir otro tipo de impresiones del mundo exterior que no sean un tipo
de impresiones de índole muy especial. Y aquí damos (nos encontramos) con un secreto
(misterio, enigma) muy importante del desarrollo humano, a un secreto que contesta a
la pregunta: ¿Qué es lo que en realidad percibe un niño? - Lo que da respuesta a
esta pregunta está muy alejado de los conceptos que uno tiene actualmente. Pero
ustedes ya se van a dar cuenta de lo que es la idea, si expongo el asunto de la
siguiente manera.

El ser humano, digamos, vive en el mundo espiritual entre la muerte y un nuevo


nacimiento es decir una nueva concepción (pizarra, arriba). En este mundo espiritual
está rodeado de realidades completamente diferentes a las que se encuentran aquí
en el mundo físico. Es un mundo completamente diferente. Él sale de este mundo
espiritual cuyas leyes las vamos a indicar por medio de esta línea (blanca), él sale de
este mundo entrando en el mundo físico (amarillo), continúa su vida en el mundo
físico con un cuerpo físico que él recibe; pero en este mundo físico siguen actuando

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las mismas fuerzas que están aquí (rojo), aunque se encuentren ocultadas por la
visión (el mirar) sensorial del ser humano. Si ustedes observan un árbol, mis
queridos amigos, es así que en él actúan las mismas fuerzas espirituales en las que
ustedes están entre muerte y nuevo nacimiento, sólo que están tapadas,
encubiertas por la materia física del árbol. En todas partes en el mundo físico en el
que estamos entre el nacimiento y la muerte, actúan también las fuerzas
espirituales en el trasfondo de las entidades físico-sensoriales. De modo que la
actividad del mundo espiritual nos la tenemos que pensar (imaginar) continuando
dentro del mundo que vivenciamos entre nacimiento y muerte. Entonces en los
primeros siete años de vida es así, que el niño no puede reunir en verdad con su
entidad total nada más que esto espiritual que está en todos los colores, en todas
las formas, en todo el calor, en todo el frío. Cuando entra en el mundo físico, el
niño percibe totalmente la continuidad de las actividades espirituales, después
cada vez en grado menor hasta la segunda dentición. Una sensación sensorial – eso
uno no lo tiene en cuenta – es algo completamente distinto para un niño que para un
adulto. Una impresión sensorial es para el niño algo completamente espiritual. Por
eso también resulta así que cuando el niño – como lo digo en la pedagogía – tiene a
su lado a un padre irascible, que el niño no percibe consciente en el gesto iracundo,
sino que lo moral allí dentro en el gesto, eso pasa directamente a su cuerpo. De
modo que el niño en el período en el que trabaja con las fuerzas para hacerse su
cuerpo físico, que ahora es el suyo propio en base al modelo, que en esta época en
realidad está completamente orientado a los trasfondos espirituales, trabaja a
partir de la espiritualidad. ¿Pero qué significa eso? ¿Qué actúa en realidad ahí
cuando actúa la espiritualidad? Aparentemente actúan colores, formas, calor,
frío, aspereza y tersura en las sensaciones sensoriales. ¿Pero qué es lo que en
realidad actúa? En verdad sólo actúa todo aquello, que de alguna manera tiene que
ver con una naturaleza yoica (naturaleza de yo). Sobre el niño hacen impresión
solamente entidades espirituales ocultas que tienen que ver con una naturaleza
yoica, es decir ante todo entidades espirituales de las jerarquías superiores del
ser humano para arriba, pero también las almas grupales de los animales, las almas
grupales de los seres elementales. Todo eso actúa sobre el niño de verdad, y a
partir de estas fuerzas espirituales, desde esta grandiosa dinámica espiritual, él
se va formando en base al modelo su segundo cuerpo, que poco a poco va creciendo,
y que a la medida que se va efectuando el cambio de dientes está como segundo
cuerpo. Éste recién es el cuerpo que el ser humano se construye como su primer
cuerpo propio después del nacimiento, y que ha salido construido como cuerpo
físico desde el mundo espiritual.

Vean ustedes, en esta edad tenemos entonces un tipo muy especial de leyes en
todo lo que acciona en el niño, en toda la torpeza, en toda la desorientación con
las que el niño está activo anímicamente, con las que se mueve el niño, y que
provienen a que tiene que haber una constante adaptación al mundo físico, dado que
alrededor del niño de manera soñadora semi-inconsciente está todavía aquel
mundo, en el que en realidad el niño está inmerso todavía, el mundo espiritual.
Alguna vez se dará, cuando la medicina haya alcanzado su correcta espiritualidad,

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que en este mutuo encontrarse del mundo físico y espiritual durante los primeros
siete años de vida, uno verá las verdaderas causas más profundas de las
enfermedades infantiles, y obtendremos más de un esclarecimiento sobre aquello
que justamente hoy día cuando se consultan las obras médicas, sólo se tienen
explicaciones verbales. Son sólo explicaciones verbales, explicaciones formales,
pero que mirándolo bien no conducen a ninguna realidad.

El cuerpo etérico está absolutamente ocupado con esto durante los primeros
siete años de vida; por eso desarrolla con calma aquellas capacidades que abarca
(contiene) en el segundo septenio, capacidades autónomas del cuerpo etérico, las
capacidades de la memoria que se dirigen más hacia el intelecto. El que tiene el ojo
adecuado para esto, ve la gran transformación en la vida anímica, cuando el primer
período de vida de siete años pasa al segundo. El cuerpo etérico es aligerado de su
trabajo que él - en el pleno sentido de la palabra - tenía que realizar en la
composición (Ausarbeitung: elaboración perfeccionada, ampliada) del segundo cuerpo. Él está
aligerado; y de qué manera se lo alivia, eso uno recién lo entiende cabalmente,
cuando uno sabe, que el ser humano no vuelve a tener dientes nuevos a los catorce
años, sino que permanecen (se quedan) los que tiene, pero que también se quedan
otras cosas en la naturaleza físico-material. Eso que queda, pero que también tiene
que ser reemplazado en los primeros años de vida, eso alivia (aligera, descarga) al
cuerpo etérico, eso se libera (queda libre) dentro del cuerpo etérico.
Cuantitativamente es algo pequeño, pero cualitativamente es algo inmensamente
importante. Eso es lo que entonces se hace inmensamente activo como propiedades
anímicas. Lo que el ser humano ahorra debido a que no tiene que hacerse una
tercera dentadura, debido a que no tiene que construir de nuevo otras cosas que
se tratan por la evolución de la misma manera como los dientes, debido a eso
sobra (resta, queda) algo del cuerpo etérico. Lo que ahí sobra – en el primer
septenio había afluido al desarrollo físico – lo que ahora sobra del desarrollo físico,
actúa puramente anímicamente, como lo es conforme a su naturaleza. Con las
capacidades, a las que ustedes apelan en la escuela como maestros, que ustedes
cultivan (educan), el niño ha realizado la gran mutación de los dientes de leche a los
dientes permanentes y otras cosas más. Con las fuerzas que el niño ahorra porque
no necesita formar una tercera dentadura, con ellas comienza a desarrollar las
capacidades del alma. Eso sucede en las profundidades de la naturaleza humana,
de modo que para el primer septenio lo anímico está metido del todo adentro en el
desarrollo físico, que tenemos que interpretarlo tanto como anímico-espiritual así
como físico-corporal. En el primer septenio del ser humano vemos - en el sentido
más cabal de la palabra - algo espiritual siendo eficaz (activo) en el cuerpo.

Pero ahora, ¿cómo se presenta sin embargo eso frente a la evolución cósmica en
general? Vean ustedes, dentro del cosmos, esas fuerzas con las que trabaja el alma
en el primer septenio, esas son fuerzas del sol. Del sol no bajan brillando
solamente los rayos de sol etérico-físicos, sino que del sol, en los rayos solares
etérico-físicos, bajan brillando fuerzas, que son idénticas a aquellas con las que
nuestro cuerpo etérico renueva su cuerpo en el primer septenio: es entidad solar la

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que actúa ahí. ¡Miren ustedes al niño, cómo en base al modelo se elabora su segundo
cuerpo físico! Esas son todas fuerzas que son absorbidas a partir de la luz solar
(Sonnenschein: brillo del sol, luz solar, rayo/s solar/es). Hay que entender eso, cómo el ser
humano se integra en el cosmos. Y cuando de esa manera como lo he descrito con la
segunda dentición, el ser humano tiene disponibles ciertas fuerzas etéricas, que a
su vez van a repercutir sobre la organización astral y la organización del yo, el ser
humano se hace accesible en la segunda época de su vida para lo que no lo fue en la
primer época: se hace accesible para las fuerzas de la luna.

Las fuerzas del sol son fuerzas etéricas en el primer septenio, las fuerzas de la
luna a las que se hace accesible con el cambio de dientes, ellas son idénticas con las
fuerzas de su cuerpo astral. De modo que el ser humano con el cambio de los
dientes entra de la esfera solar – en la que también sigue permaneciendo, pues ella
sigue activa – en la esfera lunar, y ahora él con las fuerzas lunares trabaja en si
mismo entre el cambio de dientes y la madurez sexual. Con las fuerzas de la luna él
ahora se elabora su tercer cuerpo terrenal, su segundo propio, en el que no se
recambia tanto como en el primer período de vida, pero que de todos modos se
recambia mucho. Pero nuevamente sobran (quedan) fuerzas, que ahora son de
naturaleza astral. Ellas modifican lo anímico así como se modifica lo anímico en la
época de la madurez sexual. Ellas se liberan del trabajo en el cuerpo, de modo que
el ser humano ahora, cuando entra en la madurez sexual, entra en una época de la
vida donde él muestra libre (liberado) en lo anímico aquello, con lo que entre el
cambio de dientes y la madurez sexual todavía ha de trabajar dentro de su cuerpo
físico.

Así nosotros trabajamos en el primer septenio exclusivamente con lo que nos


viene del sol, y cuando tenemos al niño en la escuela entre el cambio de dientes y la
madurez sexual, entonces son las fuerzas solares las que quedaron libres para lo
anímico. Esto es lo grandioso, lo majestuoso en la comprensión del desarrollo
humano, que con el niño entre el cambio de dientes y la madurez sexual, cuando
uno cultiva (educa) su alma, que uno tiene que hacer con puras fuerzas solares. El
alma infantil está tan emparentada con lo que vive en el rayo del sol, que uno se
puede alegrar en el alma (que a uno se le puede expandir el corazón) ante semejante
conocimiento, un conocimiento tal que verdaderamente esparce luz sobre lo que
sucede entre el ser humano y el cosmos.

Las fuerzas de la luna en esta segunda época de la vida todavía son utilizadas
para lo corporal, todavía no se han liberado para lo anímico. Se liberan con la
madurez sexual, entonces colaboran en el alma, y el profundo cambio que ahora
aparece en lo anímico con la madurez sexual se debe a que en lo anímico se
impregnan las fuerzas lunares, de modo que lo que el ser humano hace por todos
lados en el actuar después de la madurez sexual, es un accionar conjunto entre
fuerzas solares y lunares.

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Con esto miramos dentro de las profundidades del desarrollo humano. Y nos
quitamos la costumbre de hablar de la herencia ( de lo hereditario) en el sentido como
lo hace la burda ciencia académica, pero por otro lado también vemos lo que vive en
el quehacer humano infantil. En el quehacer humano infantil y en el pensar humano
infantil vive el sol. Es por supuesto el sol el que nos irradia desde la piedra, ya que
ella no tiene fuerzas de luz, ella sólo nos refleja la luz del sol. En eso consiente el
investigador científico, pero eso es lo más ínfimo, lo más abstracto, mis queridos
amigos. El niño entre los siete y los catorce años también nos refleja irradiando
las fuerzas del sol. Así como nosotros de la luz de la piedra podemos hablar como
la luz reflejada del sol, así nos es permitido designar como sol lo que el niño hace
en su segundo septenio. El sol no está solamente allá donde aparece concentrado.
Esta visión de la física, que el sol está solamente ahí (en la pizarra, a la izquierda), se
asemeja a la de una persona que ve la sopa en una olla y en el centro un ojo de
grasa y cree que la sopa es solamente esa mancha de grasa. Sí, nuestras visiones de
la física suelen ser muy pueriles, y cuando uno las revela como son, entonces la
gente se ríe. Uno sólo desearía que se ría más ante la realidad. Pues es realmente
para reírse lo que hoy se considera como ciencia. Si se considera a la gota de
grasa como si fuera la sopa, eso lo mismo como si al sol allá arriba se lo toma como
la gota de grasa de la luz del sol, mientras que él como la sopa llena todo el mundo.

Con esto a su vez se abren las miradas a la relación entre las fuerzas de la luna y
las fuerzas de la reproducción. Pues las fuerzas de la reproducción ahora también
poco a poco van formando este segundo cuerpo propio, que se elabora entre los
siete y los catorce años y está listo, cuando se inicia la madurez sexual. De modo
que lo que el ser humano en esta época se incorpora como fuerzas reproductivas,
es justamente efecto lunar. Las fuerzas de la reproducción están relacionadas por
completo con las acciones lunares, son resultados de los efectos de la luna.

Ahora el ser humano está en condiciones de formarse su tercer cuerpo propio –


el cuarto desde el punto de vista exterior – después de la madurez sexual hasta el
inicio de la década de los veinte. Los períodos en los años posteriores ya no son más
tan estrictos como para los períodos entre el cambio de dentición y la madurez
sexual. Cada vez va quedándose más de la sustancia, que se consolida dentro del
ser humano, se hace estructura permanente. Mucho de verdad se va haciendo
paulatinamente estructura permanente en el ser humano. Cuanto mayor se va
haciendo el ser humano, tanto menos materia se elimina y renueva de los huesos.
También en el resto del organismo algunas partes van necesitando más tiempo que
otras para la eliminación, y se hace evidente lo que es sencillamente válido para los
dientes: Cuando uno los ha tenido por segunda vez, entonces, que uno los siga
teniendo más tarde dependerá de cuanto tiempo se mantienen después de
terminados, así como teniendo un cuchillo uno es dependiente de cuánto tiempo
dura. El cuchillo no puede renovar su materia. Los dientes tampoco se pueden
renovar fundamentalmente. Ciertamente que todo está fluyendo, que hay un cierto
renovar, pero va pasando al estado de la no-renovación, y así los tenemos como lo
que efectivamente ejecuta el proceso vital mucho más lentamente que el resto del

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ser humano, mucho más lentamente con respecto a la intensidad, por eso se
deterioran en relación inversamente veloz con respecto a la calidad de la duración,
que se deterioran antes de que se puedan deteriorar los otros miembros de la
naturaleza humana que siempre se renuevan. Pero si los dientes estuviesen
expuestos a las mismas leyes como otras muchas partes de la naturaleza humana,
entonces no podría haber dentistas. Pero si las otras partes de la naturaleza
humana estuviesen expuestas a las leyes de los dientes, entonces en nuestra
civilización moderna todos nos moriríamos bien jóvenes. Y probablemente esta
parte de Suiza (Dornach), de la que se dice que los dentistas están muy ocupados
porque los dientes se deterioran fácilmente, no estaría tan poblada de gente, pues
se la consideraría como un lugar de mortalidad precoz. Así es como están
relacionadas las cosas.

Ahora vean ustedes, el ser humano por lo tanto en su interior está activo
(trabaja) en el primer septenio con las fuerzas del sol, en el segundo septenio con las
fuerzas de la luna. La fuerza del sol se mantiene, pero se le agregan mezclándose
las fuerzas de la luna. En el tercer septenio, desde la madurez sexual hasta
entrando en la década de los veinte, se incorporan en la entidad humana las fuerzas
mucho más sutiles (finas) de los restantes planetas del sistema planetario. En la
entidad humana se presentan ahí las otras fuerzas planetarias en el proceso de
crecimiento, y como éstas actúan más débilmente, mucho más débilmente que el sol
y la luna sobre el ser humano, por eso también las cosas que el ser humano
entonces toma (incorpora, asimila), se hacen exteriormente mucho menos evidentes.
Nosotros no notamos más con tanta intensidad, cómo en el inicio de la década de
los veinte, estas fuerzas comienzan a actuar en lo anímico-espiritual. Son las
fuerzas planetarias las que comienzan a actuar en lo anímico-espiritual, y aquel que
tiene el conocimiento, él contempla entonces al ser humano de tal manera, que nota
en esa mutación peculiar que el ser humano experimenta al principio de la década
de los veinte: hasta ahí sólo habían hablado sol y luna desde el quehacer humano,
ahora las fuerzas planetarias modifican esta actividad del sol y de la luna. Los
métodos burdos, las observaciones groseras tienen incluso muy poco sentido para
captar esta mutación, pero ella está.

Ahora vean ustedes - esto es verdaderamente así - que para aquel que
contempla al ser humano con respecto a salud y enfermedad, le es necesario el
conocimiento de estas relaciones. Pues ¿qué sabemos en realidad de un ser humano,
digamos entre sus once y doce años de edad, si no sabemos que en él están
trabajando las fuerzas de la luna?

Pero ahora surgirá en el interior la pregunta: ¿Cómo prosigue todo?


También más tarde el ser humano tiene que renovar cosas, si bien las partes a
renovar se van haciendo menores.
Vean, ustedes, hasta los veintiuno, los veintidós años actúan sucesivamente sol,
luna, sistema planetario en el crecimiento humano. Después todavía hasta los
veintiocho años actúan las constelaciones de las estrellas fijas (zodíaco); eso ya se

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sustrae mucho a la observación. Recién con la sabiduría mistérica (sabiduría de los
Misterios) se ve el actuar de todo el zodíaco (cielo de estrellas fijas) en el ser humano
entre el inicio de su década de los veinte y el final de su década de los veinte.
Después el mundo (cosmos) deviene duro. No quiere trabajar más dentro del ser
humano; el cosmos se endurece (se hace duro, deviene duro). De esta relación peculiar del
ser humano hacia el mundo en sus veintiocho, veintinueve años de edad, en que el
cosmos se hace duro, de eso la ciencia actual apenas si sabe algo. Aristóteles
todavía se lo enseñó a Alejandro al decirle: Como ser humano, uno choca entonces
contra el cielo de cristal; éste es duro. – Con eso, el cielo de cristal - que está
por fuera de la esfera del zodíaco - adquiere su importancia, su realidad para la
visión humana. Con eso uno comienza a darse cuenta, que el ser humano en el
universo no encuentra más fuerzas para renovar cuando está a fines de la década
de los veinte. ¿Por qué pues no nos morimos entonces a los veintiocho años? Este
cosmos que nos rodea, en realidad nos deja morir a los veintiocho años. Es verdad,
el que conoce la relación del ser humano con el mundo, él mira ahora al cosmos con
la consciencia: ¡O mundo, en realidad tú me mantienes solamente hasta el final de la
década de los veinte! – Pero reconociendo justamente esto, es que uno recién
empieza a comprender bien al ser humano en su naturaleza.

Pues ¿qué sucede ahora con él, cuando el cosmos lo abandona con respecto a las
fuerzas formativas que él se plasma? ¿Qué pasa ahora? Pasa lo siguiente en ese
momento peculiar donde a los veintiocho años el ser humano empieza a mostrar
claramente, que las antiguas fuerzas de crecimiento han caducado del todo.
Algunas personas empiezan a decaer ya entonces (eingehen: encogerse, decaer, fenecer),
otras siguen manteniendo las fuerzas de crecimiento que se van alejando
(fortschwimmen: se alejan nadando). Pero hasta Goethe se achicaba, cuando se midió al
empezar a reanudar la segunda parte de su “Fausto”. En ese entonces lo midieron,
mas ya había empezado antes a encogerse. Vean ustedes, a partir de este
momento en que el mundo nos abandona, tenemos que encargarnos de nuestra
propia renovación a partir de las fuerzas que habíamos incorporado (asimilado,
incorporado aufnehmen) hasta aquí. Ciertamente que entonces, dado que las partes a
renovar se hacen cada vez menos, no podemos trabajar en nuestra nueva
corporalización (Verleiblichung) en la misma grandiosa medida como el niño trabaja
hasta sus dientes, cuando se forma el primer cuerpo propio de acuerdo al modelo.
Pero nosotros hemos acumulado dentro nuestro muchísimas fuerzas de sol y luna y
estrellas que necesitamos, que llevamos dentro nuestro dado que a partir de los
veintiocho años empezamos a atender nosotros la renovación de nuestro cuerpo
físico material. Ahí con respecto a la entidad humana en su forma, nosotros
devenimos el ser humano independiente (auf sich gestellt: de pie en sí mismo) en la Tierra
. Con eso empero el ser humano, - el ser humano totalmente de pie en sí mismo en
la Tierra - llegando a ese punto y seguidamente sobrepasándolo, con eso el ser
humano tiene un punto en el tiempo al que él tiende, y al que sobrepasa (supera) , del
que ayer ya llamé la atención desde otro punto de vista (pizarra, centro). El ser
humano tiende, si lo puedo dibujar así, desde su niñez donde él toma tantas
fuerzas cósmicas, tiende cada vez más hacia un punto tal que está al final de sus

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años veinte, donde deja de atender su crecimiento a partir de fuerzas cósmicas.
Lo que él sigue haciendo a partir de ahí, eso lo hace a partir de las fuerzas de su
propio cuerpo. Aquí en el centro hay un punto, en que el ser humano deja de
elaborar en sí fuerzas cósmicas, donde él empieza de elaborarse las fuerzas a
partir de su propio cuerpo. Sólo que en la vida real eso no se separa tan netamente
como aquí en la representación esquemática.

En la vida a menudo ya hay en la temprana niñez acciones – yo diría -


anticipadas a partir del propio cuerpo. Entonces lo notamos en las manifestaciones
patológicas del niño, en los huesos que se hacen frágiles, quebradizos, pero
especialmente en formaciones lipídicas precoces de los niños; mas detrás de esto
está esta relación. En cada momento de su vida, el ser humano tiende o bien hacia
este punto, o él tiende a alejarse de este punto. Ustedes comprenden fácilmente,
que hay una especie de punto nulo, una especie de hipomoclio (fulcro) un tipo de
punto cero, donde en el tiempo estamos entre nosotros y el mundo. Nosotros en
nuestra dinámica interior siempre tenemos un tender hacia él o un tender a
alejarnos de él. Eso que acontece en el ser humano tendiendo hacia ese punto cero
o alejándose de él, es un tender a un cero o de un cero. Es algo que hacemos con
respecto a una nada. Tendemos hacia aquello donde el cosmos ya no actúa, donde el
ser humano todavía no actúa. Entre ambos hay una especie de cero. Nosotros
tenemos ahí dentro nuestro algo que está orientado hacia una nada. Eso hace que
seamos seres libres, que tengamos responsabilidad. Eso está fundamentado de tal
modo en la constitución humana - que somos seres libres responsables - porque
nosotros en el pasaje (cruce) del cosmos hacia nosotros pasamos por un punto nulo
(punto cero), así como el brazo de la balanza de derecha a izquierda, de izquierda a
derecha pasa por un punto cero, que no acata las leyes a los que está expuesto el
resto de la balanza. Ustedes pueden imaginarse, si tienen una balanza (pizarra, dibujo
a la derecha) que aquí son válidas las leyes mecánicas que ustedes estudian, que aquí
valen las leyes de la mecánica y que le dan a la balanza una determinada
configuración, ya sea de esta manera que esto esté arriba y lo otro abajo, y
viceversa. Esas son las leyes de la balanza, de la palanca. Pero si ustedes toman
este punto – ustedes pueden llevar la balanza de un lado a otro, su restante
configuración debido a las fuerzas de la mecánica es la misma en todos lados
adonde sea que lleven la balanza – este punto es libre. Lo pueden llevar adonde
quieran, como si no estuviese ligado con una balanza, la balanza queda
completamente intocada por él. De la misma manera, cuando con su vivencia
anímica el ser humano se toma en el punto al que primero tiende pero después se
aleja de él, así es activo primeramente el mundo, después él mismo, el ser humano.
Aquí no hay nada activo. Pero en la tendencia hacia él o alejarse de él, puede vivir
manifestándose, (sich ausleben: tiene varias acepciones= gozar la vida, vivir a fondo, desplegar o
agotar las fuerzas vitales, expresar, manifestar) aquello del ser humano que no está
condicionado ni por la naturaleza ni por el cosmos, donde está asentado un
hipomoclio (fulcro), ahí está el punto de origen de su libertad. Ahí uno comprende la
responsabilidad.

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Por lo tanto, si por ejemplo a una persona de treinta y cinco años uno quiere
poder determinar el grado de su capacidad de responsabilidad de una manera
objetiva – no solamente como lego y por diletantismo - , entonces uno tiene que
preguntarse: ¿Está quizás actuando demasiado lo que se ha formado anómalamente
hasta el punto al final de la década de los veinte? Este punto ¿está orientado más
o menos hacia la juventud o más hacia la vejez? -
La persona está plena de capacidad de responsabilidad cuando este punto es
normal, si de acuerdo a la exteriorización vital de la persona uno puede formarse
un juicio sobre toda esa vida humana de tal manera, que este punto es normal.
Si este punto está corrido demasiado hacia la juventud, es decir si el mundo deja
de actuar demasiado pronto sobre la persona, entonces habrá que examinar a esta
persona si no sufre fácilmente, aunque más no sea en grado leve, bajo ideas fijas
(obsesiones), si ella no podría fácilmente estar determinada anímicamente, de modo
que no se le pueda atribuir la total responsabilidad de sus actos.

Si este punto está demasiado tardío, uno tendrá que preguntarse si por su
naturaleza interior la persona no está impedida a desarrollar la total libertad del
alma, si no está demasiado intensamente determinada físicamente y que por eso de
nuevo no se le puede atribuir la total responsabilidad.

Pero llamados realmente a juzgar en el sentido más sutil, son el médico y el


sacerdote, que tienen que saber que uno puede juzgar el desarrollo de una persona
de tal manera, que uno puede decir aproximadamente – vamos a detallar más el
tema porque a la medicina pastoral también corresponde una profunda fisiognomía
(Physiognomik) – a partir de su talla, si él se vive (se manifiesta) en equilibrio, si uno
puede decir que en él el hipomoclio de vida está en el lugar correcto, es decir en el
momento correcto, o si es precoz o tardío.

Estas son cosas que en la antigua sabiduría de los Misterios se han considerado
como sumamente importantes para la apreciación de la vida, estas son cosas que se
han olvidado pero que tienen que volver a ser incorporadas en la ciencia del ser
humano, si la ciencia del ser humano ha de influir en el sentido más abarcante y
quiere actuar médica y pastoralmente en el justo sentido.
Continuaremos mañana.

Diciembre 2012, en el marco de la traducción de la 3ª edición de 1984 del “Curso de medicina-pastoral” de Rudolf
Steiner, a cargo del Dr. Hans W. Zbinden, Editorial Rudolf Steiner, Dornach, Suiza, realizada en etapas mensuales
a partir de agosto 2012 por Norma Priemer en Rosario para profesionales de su amistad. Versión del segundo
pulido de julio 2016 y cotejada además con la 4ª edición.

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