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EXTRACTO ENTREVISTA A NELLY RICHARD:

Habla usted sobre la pasividad e indiferencia que generan los lenguajes del neoliberalismo.
¿En qué consisten estos lenguajes?

R: El neoliberalismo es una doctrina económica y una técnica de gobierno que produce


saberes funcionales que se ajustan a las dinámicas del mercado. El paisaje del conocimiento
pasa a ser tecnificado y deja pocos recursos para el arte y la estética. La sociedad de consumo
y el capitalismo hiperintensivo domestican la subjetividad y presentan sus imaginarios a
través de distintos medios y recursos, con un desfile incesante de imágenes que generan una
visualidad liviana, sin gravedad, dejando muy poco espacio para la crítica.

Si todo pierde peso y se banaliza, ¿qué papel tiene el arte?


R: Es un desafío para el arte crítico, especialmente cuando se ocupa de la memoria y de
trabajar el recuerdo. Cada práctica creativa diseña su propia estrategia para cuestionar esos
modelos sociales, esa imagen enteramente satisfecha.

¿Se impone el regreso al arte político?


Hay que ir con cuidado aquí y distinguir entre el arte político de la representación y lo político
en el arte. El arte de reclamo, la legitimidad moral del compromiso con una causa o la
denuncia no bastan.
Hay que ir con cuidado aquí y distinguir entre el arte político de la representación y lo político
en el arte. El arte de reclamo, la legitimidad moral del compromiso con una causa o la
denuncia no bastan.

¿De ahí parte la diferencia entre el arte político y el crítico?


El crítico es una emancipación de la subjetividad que invita al espectador a tomar un papel
activo en la reelaboración del mensaje de la obra y a cuestionar la hegemonía cultural. Se
sitúa en un lugar distinto del arte político de las buenas intenciones, o dependiente de un
mensaje ideológico. Hay un arte que pugna por reintroducir en el discurso normalizador de la
transición los residuos de la memoria.

¿Qué problemas plantea la iconografía del recuerdo?

En la posdictadura en Chile surgieron sitios de la memoria, homenajes a los detenidos-


desaparecidos que son importantes por su dimensión ritual, dado que el neoliberalismo lo
quiere borrar todo. Pero en el arte no basta con poner en escena imágenes del pasado, hay
que lograr que el pasado dialogue con el presente y produzca alguna conmoción. No basta
con conmemorar, hay que volver a dotar de energía al recuerdo, entablar una conversación
con un presente disconforme. El boom de la memoria de 2004 permitió en Chile transmitir
una conciencia, dejar claro que eso que se dice que ocurrió, sí pasó. Parecía que la batalla se
había ganado, pero todo puede ser revertido.
¿Es el campo cultural un camino para la reconciliación o el encuentro?
La palabra reconciliación me genera dudas porque implica ese no seguir dándole vueltas al
pasado. Y el arte tampoco es espacio de encuentro, no borra el conflicto. Sí puede hacer una
reparación simbólica, por su dimensión metafórica, haciendo visibles o restituyendo la validez
de problemáticas sumergidas en el olvido o en la insignificancia.

En un mundo en el que el arte está tan cotizado como mercancía, ¿qué papel debe
desempeñar la crítica?
El canon modernista de la crítica hace tiempo que se fracturó. El mercado dicta los gustos y
las preferencias. Pero no hay que pensar en la academia como método sino como una
dimensión que atraviesa la práctica, las obras. La crítica está llamada a cuestionar el sentido
común, la idea de que las formas hablan por sí mismas. Y la interpretación de los signos hoy
sigue siendo fundamental, porque no son algo transparente sino campos de disputa en los
que chocan distintas visiones del mundo. El ejercicio crítico problematiza lo que el mercado
simplifica. Se trata de descifrar esa fuerza y enseñar a tomar partido, de luchar contra el
consumo acrítico, y activar otras lecturas.

ENTREVISTA DIARIO EL PAÍS, 25 de abril de 2019.


https://elpais.com/elpais/2019/04/24/ideas/1556119065_185470.html?fbclid=IwAR2euAX2
24I5Hx4-vPUllCAXILofDSMhXldTH8Is7sVzBK4BpXuQ8JZNcvc

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