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Universidad Catolica de Salta


Facultad de Artes y Ciencias

 
 
INFANCIA Y AMOR MATERNAL : 
CONSTRUCCIONES SOCIALES  

El presente trabajo consiste en un abordaje al concepto de la infancia y la


maternidad y amor maternal como conceptos construidos a través del tiempo.
Philippe Ariés en su libro “​El niño y la vida familiar en el antiguo régimen” s​ e
fundamenta en planteamientos basados en el arte medieval y renacentista , en este
marco los niños no eran percibidos como una categoría específica, diferente y
pasaban de un periodo muy breve de dependencia con sus padres a formar parte de
la vida social del mundo adulto.
Ariès, además examina el papel del niño y la familia hasta el siglo XVIII y sostiene
que en la sociedad medieval no existía el sentimiento de la infancia tal y como hoy
lo conocemos y que los niños eran considerados como algo divertido y que no se
diferenciaban tanto del animal . Si el niño moría, cosa que sucedía muy a menudo
en los primeros años, la familia podía sentirlo, pero no constituía un gran drama y
pronto un nuevo hijo vendría a reemplazarlo. Los hijos eran abundantes y muy
pocos llegaban a la edad adulta. De esta manera y hasta finales del siglo XIII no
aparecen en el arte niños caracterizados por alguna expresión en particular, sino
más bien , son representados como hombres en tamaño reducido. Las personas de
la época no mostraban interés alguno por la imagen del niño, ello sugiere que la
infancia era vista como una etapa de transición que pasaba rápidamente y de la cual
enseguida se perdía el recuerdo.
El concepto de infancia, aparece entonces hacia principios del siglo XVII (
finalizando la edad media) en esta época comienza a verse una serie de cambios y
una paulatina transformación de actitudes y sentimientos frente a la infancia , se
producen también modificaciones frente a la crianza y responsabilidades del niño ,la
familia empieza a cumplir funciones afectivas y de contención, el niño sale entonces
del anonimato y pasa a convertirse en el centro de atención de las preocupaciones
familiares y sociales.

Por otro lado, hablando de las representaciones del amor materno, ​Elizabeth
Badinter (1981) en su libro, ¿Existe el amor maternal? , nos explica que el papel que
juegan las mujeres como madres dependen de la valoración social de la maternidad
en cada momento , es decir que estaría condicionado por cada sociedad y cultura.
Badinter trabaja el tema en tres grandes capítulos, que son las etapas que identifica
en lo que considera que es la evolución de la forma en la que la sociedad percibe y
 
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asume el amor maternal: una primer etapa es la del amor ausente, donde no
encuentra evidencias del amor de los padres por el niño, es más no existe una
preocupación por el bienestar de él; una segunda etapa es la que evidencia el
nacimiento de un nuevo valor: el amor maternal, y finalmente, el amor por la fuerza
donde se evidencian las estrategias que se siguen para buscar que la madre sienta
lo que la sociedad entiende por amor maternal.
El amor materno entendido como “aptitud natural” es subrayado por numerosos
autores como factor esencial para el desarrollo del niño.La estabilidad psiquica de la
madre era considerada como vital para prevenir una amplia variedad de miedos y
ansiedades infantiles.
Simone de Beauvoir (1998) pone en duda la presunta naturalidad de las conductas
maternales y propone situarlas en el campo cultural, separando el aspecto biológico
de la maternidad, de la valoración social de la misma.Esta última incluye aspectos
como la importancia que la mujer le del al hecho de ser madre, la intensidad con
que deseen o rechacen esta posibilidad, el lugar que le asignen a su vida y el tipo y
duración de los lazos afectivos y del cuidado que desarrollen en relación con sus
hijos (as)
Badinter coincide en resaltar la variabilidad del sentimiento materno indicando que el
instinto maternal es un mito, ya que la maternidad es un sentimiento variable que
depende de la madre, de su historia y de la Historia, demostrando a través de su
análisis que el rol de la madre es una construcción cultural.
Para mostrar la evolución del concepto del amor maternal la autora hace un
recorrido por lo que se entiende por amor en el seno de la familia, es así como
muestra que los niños no siempre han sido los pequeños reyes de los hogares, sino
más bien que su vida inicia convirtiéndose en un sacrificio para sus padres y como
tal es tratado, se apartan de él en cuanto pueden , dejándolos desde el momento
del nacimiento en manos de extraños que cuiden el o en el peor de los casos los
dejaban solos.
La tendencia de la madre a alejar el hijo del hogar maternal era un comportamiento
avalado por el padre y la sociedad. A partir del siglo XVII y hasta inicios del XIX, la
autoridad de la madre en el hogar es nula o es muy limitada. La mujer no siente que
sea alguien relevante en su familia y como tal actúa, no tiene autoridad no tiene
responsabilidades más que ayudar a su esposo en los deberes sociales , pero los
hijos no entran en el panorama.
Según Molina (2006) “​La tarea de las madres del siglo XX y XXI sería la de entender
a cada hijo como un individuo , estar atenta a su estado de desarrollo , ser objetiva y
reflexiva para responder a sus necesidades​” (Pág 98) .
Ya en el siglo XX e inicios del siglo XXI la crianza es una tarea colectiva , hay una
redefinición de roles parentales. La maternidad ya no es vista como sinónimo de
realización personal , las mujeres no tienen ya grandes cantidades de hijos y están
más abocadas en la búsqueda de una profesión e inserción laboral.
 
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Las madres han pasado de estar presente en casa a todas horas y encargarse de
todos los aspectos domésticos y escolares de los hijos, a ser una figura que tiene
también obligaciones fuera de casa.

El libro ​El niño y la vida familiar en el antiguo régimen se plantea como objetivo, mostrar el
desarrollo del “sentimiento de la niñez” desde la Edad Media hasta nuestros días, en otras
palabras mostrar cómo se hace consiente la sociedad de la particularidad de la niñez. Partiendo
de documentos como las representaciones pictóricas y escritos, el autor nos hace consientes del
desarrollo de las representaciones de la niñez –lo que a su vez, nos ayuda a acercarnos a los
significados que ostentaba esta etapa de la vida. Es así, que podemos observar que en la Edad
Media “el sentimiento de la infancia no existía”​1​sin embargo, poco a poco –dependiendo del
espacio geográfico- se desarrolla esta “conciencia de la infantilidad” y aunado a ésta, se van a ir
transformando las formas de interacción entre la niñez y el mundo de los adultos.El autor va a
demostrar dos hipótesis importantes, la primera es la afirmación de que “[nuestra sociedad
antigua tradicional] no podía representarse bien al niño, y menos todavía al adolescente”​2​es
decir, que no existía un léxico tan especializado como el actual, que pudiera designar las
diferentes etapas de la vida. La segunda hipótesis “pretende demostrar el nuevo espacio
ocupado por el niño y la familia en nuestras sociedades industriales”​3​por lo tanto, plantear cómo
el niño se convierte en un objeto de afecto, cuando anteriormente era tan inestable y efímero
que “no había tiempo ni ocasiones para para que su recuerdo se grabara en la memoria y en la
sensibilidad de la gente”.​4
El conjunto de palabras que designa a la niñez, parece ser más ambiguo en cuanto se retrocede
más en el tiempo, debido a que parece ser que no había un interés por una etapa en la que el
niño era bastante frágil. Es así, que podemos encontrar una gran cantidad de palabras
ambiguas que definen –con limites muy difusos- las etapas de la vida, que se refieren a
“nociones que en aquel tiempo eran científicas, e igualmente correspondía a un sentimiento
popular y común de la vida”.​5​Sin embargo, es esta ambigüedad en el concepto de niñez y
juventud la que nos hace conscientes de que se carece de una especial atención en la niñez
durante la Edad Media. Es importante agregar, que la mayoría de la gente no se sabía su edad,
la razón era que la mayoría de las personas se inscribía en las etapas de la vida –que eran
representadas alegóricamente con las estaciones del año- sin embargo, uno o dos años de
diferencia entre la edad que tenían y la que creían tener no era extraño. Creemos que el autor,
hace una interesante reflexión en cuanto al tema de las edades, ya que muestra, el corto tiempo
que duraba la niñez y la carencia de una definición exacta. Una idea que apoya la anterior, es el
análisis de las obras de arte que presenta, es decir muestra que “el arte medieval no conocía la
infancia o no trataba de representársela” 6​ ​ya que no se debe a una “torpeza” pareciera que se
debe a una sociedad en la que no existía la infancia como la concebimos nosotros. la
representación de los niños, como hombres con tamaño reducido es usada por el autor para
poner de manifiesta esta carencia del sentido de la infancia, y también es un buen punto de
inserción para hablar de su corta duración si la comparamos con la infancia actual. Es decir, que
el niño lo dejaba de ser tan pronto y podía sostenerse así mismo; a los siete años, una persona
era mezclada en el mundo de los adultos, en el cual recibía la “educación”.
El arte medieval representaba hombres completos reducidos de tamaño, si bien no hay que
olvidar que el arte medieval no es realista; no busca representar cuerpos con exactitud. El autor,
menciona que esta “resistencia a aceptar en el arte la morfología infantil se encuentra en la
mayoría de las civilizaciones arcaicas”.​7 No es hasta el siglo XIII que comienzan a aparecer
 
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algunos rasgos de lo que será la niñez moderna, gracias a la representación de los ángeles que
aparecen con la apariencia de un hombre joven, e incluso para el siglo XIV un poco afeminado.
Tampoco hay que dejar de lado la importancia de la representación del niño Jesús, debido a que
“con la maternidad de la Virgen, la pequeña infancia entra en el mundo de las
representaciones”.​8​Creemos que es muy interesante este análisis iconográfico del arte
medieval, y la posterior comparación con las épocas posteriores, para poder observar cómo se
representa a la niñez cada vez más real. También es importante remarcar que el autor también
coteja documentos como diarios, y poemas y otros documentos, ya que tan solo una
representación que no corresponda con la realidad, no podría por sí solo demostrar la existencia
o no del “sentimiento de la infancia”, del mismo modo quien analice el arte abstracto, podrá
observar elementos que no correspondan a un realismo exacto, sin embargo, eso no quiere
decir que no tengamos conciencia del concepto que se está representando. Para la época
gótica, encontramos la aparición de los niños desnudos, esta figura también será usada para
representar una “alegoría de la muerte”. Lo importante es que en los siglos XIV y XV, estas
representaciones no cambiaran mucho, sin embargo a partir del siglo XIV “El tema de la santa
infancia no dejará […] de amplificarse y diversificarse”​9​lo que nos deja ver que ese “sentimiento
de la infancia” iba ganando terreno entre la sociedad de aquella época. Sin embargo, es hasta
los siglos XV y XVI, que se desprende una rama laica de las representaciones infantiles en la
pintura que van a devenir en los cuadros de costumbres, sin embargo “no nos engañemos una
vez más: esas escenas de costumbres no se refieren a la descripción exclusiva de la infancia,
sino que frecuentemente aparecen niños entre sus protagonistas principales o secundarios”.​10​Lo
que nos indica que, aunque la infancia aparece cada vez más en la iconografía en los siglos XV
y XVI, lo cierto es que aparecen aún como personajes secundarios, lo que nos hace conscientes
de la frontera inexistente entre niños y adultos y también el de la “representación de la infancia,
por su aspecto gracioso o pintoresco”​11​, poco a poco la niñez, comienza a tomar importancia,
desarrollándose y apareciendo como el protagonista de un cuadro –posteriormente de
fotografías- incluso cuando éste muere –a partir del siglo XVI.
En el ámbito de la indumentaria, tampoco existía un tipo específico de ropa, más bien la
indumentaria medieval era un símbolo de estatus social, más que un medio de distinción de la
edad. Sin embargo, es a partir del siglo XVII, que la ropa infantil comienza a ser un símbolo de
diferenciación de la edad. Aunque en el sexo la separación no es tan clara, debido a que los
niños pequeños y las mujeres llevan el mismo vestido hasta los cuatro o cinco años. Así,
podemos observar que la indumentaria de los infantes, se desarrolla no muy diferentemente del
traje de las mujeres del cual solo se distingue porque tiene una abertura enfrente. Sin embargo,
la diferenciación con la ropa de los adultos nos habla de dos cosas, la primera es que la ropa
infantil se desarrolla con un fin práctico, debido a las aperturas hacia adelante, y también un fin
estético. Sin embargo, al igual que con las pinturas, la indumentaria infantil pronto tomará rasgos
propios que lo harán diferenciarse definitivamente de la indumentaria de adultos, lejos de ser
una mera copia en pequeño. Así se llega a la “adopción del pantalón para los niños [que fue] en
parte la consecuencia de este interés nuevo por el uniforme”​12​que se desarrolla durante el siglo
XIX. También pudo haber influido, la búsqueda de una mayor comodidad. La única reflexión que
creemos conveniente es que la indumentaria infantil se reservó casi principalmente a lo0s
hombres, la indumentaria para mujeres se limitó a una copia de los vestidos de una mujer en
pequeño, aunque con el tiempo adquirió pequeños rasgos distintivos como moños. No es hasta
el siglo XIX y XX, que la niña adquiere un traje propio diferenciado del de la mujer.
El mundo de los juegos, tradicionalmente no estaba limitado a los niños como hoy en día, de
hecho en este aspecto –como en muchos otros- tampoco estaba bien delimitado el mundo de
los adultos y el de los niños ya que era común que jugaran juntos. También era muy usual
exigirle a los niños a muy temprana edad el aprendizaje de un instrumento lo que se puede
observar “la precocidad con que se enseña la música y la danza a los hombrecitos de esa
época”​13​por lo que no era raro encontrar en grandes cantidades lo que hoy se ha convertido en
algo extraño y curioso de ver es decir, un “niño prodigio”. Es decir, que una gran cantidad de
saberes que antiguamente se enseñaban a una edad muy temprana, la sociedad actual las ha
velado. También encontramos algunos juegos, que consideramos peligrosos como el tiro con
 
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arco, eran juegos habituales a tan temprana edad. En este aspecto, toma una gran importancia
la moral, ya que muchos juegos que velamos a la niñez, no es por lo peligroso, o debido a la
complejidad de las reglas. Sino porque la moral actual nos impide permitirles a los niños hacerlo.
Un ejemplo son los juegos de azar que según el autor, eran muy comunes en los siglos
anteriores al XIX, cuando se implanta una moral que los relega a la avaricia. Los juegos de azar
no eran moralmente malos, sino vistos solamente como una forma en la que la gente podía
perder su dinero, por eso algunos persuadían de no hacerlo, sin embargo, si no tenías nada que
perder era lícito hacerlo debido a que te podías hacer rico. En este mismo contexto de la moral,
podemos hablar del comportamiento sexual de la infancia, las prácticas relacionadas como los
juegos que tienen que ver con tocamientos de los genitales, son bastante frecuentes en el siglo
XVI y principios del XVII. La represión de los instintos sexuales era tardía para nuestros
estándares, ya que hasta los siete años –edad en la que el niño pasaba a ser adulto- se le
reprimían esta clase de juegos, sin embargo, como a los siete ya era adulto, nada le impedía
comenzar con su vida sexual precozmente –para nuestros estándares- pues ya a los catorce era
bastante común el matrimonio. La moral se nos antoja tan floja, que a algunos podría parecerles
una barbaridad las prácticas infantiles que en otras épocas tenía la infancia. Sin embargo,
creemos que cuando se refiere a los musulmanes –si bien es cierto que la moral musulmana
carece del ´proceso de radicalización de los valores europeo del siglo XIX, no podemos asumir
que otros pueblos –aunque su comportamiento sea similar al de la Europa antigua- sirvan de
referencia para estudiar el pasado. Dicho de otro modo, es una práctica muy usada durante todo
el siglo XIX y el XX, principalmente por antropólogos, el asumir que para estudiar las sociedades
antiguas hay que estudiar las actuales “primitivas” porque no han sido “contaminadas” por el
proceso de la civilización.
En conclusión, podemos aplaudir el libro, debido a que las aportaciones que realiza en el estudio
de la niñez, son acertadas en cuanto a que deja ver las diferentes formas en las que era
observada la niñez en la Europa desde la Edad Media hasta los siglos XIX y XX. No menos
importante son los análisis del arte, de los juegos y de las jergas lingüísticas propias de la niñez
–aunque también del ámbito familiar en general- que ayudan a representar mejor que hay un
interés en la niñez creciente a partir del siglo XV pero que prolifera durante el XVII. El problema
de la forma de querer a los niños, también es abordado por el autor, lo que nos habla de
distintas formas de sociabilización familiar, desde el niño efímero que puede morir y que incluso
no se cuenta, hasta el niño que es considerado el futuro y en el que descargamos todas
nuestras frustraciones.
 
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CONCLUSIÓN

A través de esta ponencia de índole teórica se buscó indagar sobre fundamentos


conceptuales construidos e instituidos a través de la historia, tomando para ello
aportes de autores como Philippe Ariés, quien nos brinda una aproximación a lo que
fué el descubrimiento de la infancia a través del tiempo y cómo este mismo
concepto a partir de su gestación se convierte paulatinamente en una construcción
social.
A partir de los aportes de Elizabeth Badinter se pone en evidencia que el amor
maternal y la maternidad es una inminente construcción social ya que es vivida de
manera subjetiva teniendo en cuenta los aspectos físicos, psicológicos, económicos
y fundamentalmente las costumbres y tradicones de cada sociedad.De esta manera
se concluye también, que el instinto maternal no existe ya que si fuese una conducta
instintiva estaría presente en todos los pueblos y sería mas visible cuanto menor
fuese la sofistificación cultural del mismo. Así el ser madre, depende de las
relaciones que cada una construye en sí misma, basadas en los elementos de su
entorno social, histórico y cultural.

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