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La época positivista fue también el tiempo de la mirada optimista por el desarrollo del
Perú (representado por El Perú contemporáneo, de García Calderón, 1907). Pero la
crisis, especialmente política, que vivió nuestro país en la segunda década del siglo XX,
tuvo su impacto en el pensamiento de Belaunde. Aparecieron ante sus ojos con una
claridad que no había percibido antes, los males históricos del Perú. El desencanto y el
escepticismo cubren este nuevo momento político.
La conciencia de la nueva etapa tiene su verificación en el memorable discurso que
Belaunde ofreció en 1914, titulado “La crisis presente”. Es el tiempo de la Gran Guerra
europea y del derrumbe de los paradigmas vigentes. En dicho discurso, Belaunde
expone su preocupación por las inexistentes bases institucionales.
En “La crisis presente”, Belaunde ataca, en páginas formidables que todos debemos
leer, a la “clase dirigente” por su inmoralidad, a los partidos por deambular tras los
caudillos y no tener programas, al gabinete por no cumplir con su función y al
parlamento por no ser eficaz en su papel fiscalizador y legislador. Asimismo, denuncia
la situación de sometimiento de la clase media (atada económicamente y con el lastre
de una educación no apta para las labores técnicas y productivas, debiendo
arrinconarse en la burocracia para sobrevivir), fustiga a la burocracia inútil y corrupta,
pero, sobre todo, protesta y acusa a un régimen que por su incapacidad ha concluido
en el absolutismo presidencial, estableciendo un paralelo siempre citado entre el
virrey y el presidente.
Belaunde también señala lo que a su juicio son los tres grandes males de la república:
la plutocracia costeña que más aspira a irse del país, la burocracia militar inmiscuida en
funciones políticas que no le competen, y el caciquismo parlamentario como cómplice
del feudalismo. Sobre este último explica su presencia gigantesca en el deformado
sistema electoral que, eliminado el sufragio universal consagrado en la Constitución de
1860, la elección se centra en las provincias y no en los departamentos, ocasionando
una terrible desproporción entre electores y elegidos. Así, jurisdicciones poco pobladas
eligen a gran número de representantes con el agravante de que estos caciques
provinciales no cuentan con una cultura superior, independencia de todo interés local,
ni con la aptitud receptiva ante la opinión pública, bases de todo buen parlamento. La
solución la encuentra Belaunde en la emancipación y tecnificación de la clase media,
única capaz de formar el verdadero partido liberal en el Perú.