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Carta
Encíclica
“Laudato
si,
sobre
el
cuidado
de
la
Casa
Común”
Algunos
aspectos
generales
y
necesarios
para
comprender
este
documento
Óscar
A.
Segura
Centro
Dominico
de
Investigación
(CEDI)
Julio
2015
1.
Los
destinatarios
Quizás
no
extraña
la
cantidad
de
reacciones
que
esta
Encíclica
ha
generado.
Las
reacciones
van
desde
las
muy
generosas
hasta
las
más
mezquinas
y
viscerales;
también
desde
una
amplitud
considerable
de
ámbitos,
tanto
sectores
políticos
conservadores
como
sectores
progresistas
diversos.
En
este
sentido
se
puede
decir
que
la
Carta
ha
cumplido
su
primer
cometido:
hablarle
a
los
hombres
y
mujeres
de
buena
voluntad.
Bueno,
al
menos
se
entiende
que
la
frase
refiere
a
todas
las
personas
sin
distinción
religiosa,
y
en
este
sentido
no
hay
duda
de
que
ha
sido
un
paso
con
buen
suceso.
No
es
este
Papa
totalmente
original
en
esta
búsqueda
más
allá
de
la
Iglesia,
ya
lo
había
planteado
así
Juan
XXIII
en
la
década
de
los
sesenta.
Este
primer
aspecto
que
rescatamos
adquiere
mayor
relevancia
cuando
se
vuelve
la
vista
hacia
el
título
del
documento,
pues
carecería
de
sentido
hablar
solo
a
quienes
practican
la
fe
cristiana
bajo
la
denominación
católica
sobre
los
dramáticos
problemas
que
vive
el
planeta.
El
tema
de
la
carta
requería
de
este
carácter
ecuménico
e
incluso
de
comunicación
más
allá
de
una
determinada
creencia
religiosa.
2.
“Una
carta
a
muchas
manos”
No
solo
a
muchas
manos,
también
“a
muchas
cabezas”,
podríamos
decir.
Y
es
que
entre
las
diferentes
formas
de
reaccionar
está
la
del
intento
de
descalificación
por
carecer,
supuestamente,
de
carácter
científico.
En
efecto,
se
ha
querido
transmitir
la
idea
de
que
el
documento,
entre
otros
fallos,
establece
relaciones
de
causalidad
económica
que
no
corresponden.
En
otras
palabras,
que
no
tiene
rigor
de
método
para
establecerlas.
Hace
unas
semanas,
al
calor
del
drama
griego,
una
periodista
española
en
el
programa
“Cuadriga”
producido
y
transmitido
por
la
televisión
alemana
(Deustche
Welle),
descalificaba
los
aportes
de
Paul
Krugman
sobre
el
tema
debido
a
que
este
economista
“ganaba
mucho
dinero
y
no
sería
quien
se
quedaría
sin
alimentos
y
medicinas”.
Lo
que
quisiera
señalar
es
que,
sea
cual
sea
la
posición
desde
la
que
se
haga
una
crítica,
para
quien
así
lo
desee,
siempre
es
posible
recurrir
a
la
descalificación
sin
fundamento,
sean
un
Papa
que
habla
de
economía
o
un
economista.
Pero,
más
allá
de
esta
lamentable
actitud,
es
necesario
considerar
que
el
documento
no
es
-‐no
puede
ser-‐,
elaborado
por
una
persona
ni
con
base
en
una
única
disciplina.
Se
trata
de
un
trabajo
interdisciplinario
coordinado
por
el
papa
Francisco
en
el
que
intervienen
además
de
científicos
e
ingenieros
individuales,
las
academias
pontificias,
de
las
ciencias
y
de
las
ciencias
sociales.
Esto
lo
aclaramos,
pero
bastaría
leer
la
Carta
para
evidenciar
la
pluralidad
de
disciplinas
que
intervienen.
Solo
para
mencionar
algunas
de
las
personas
que
han
trabajado
en
este
proceso:
profesor
John
Schellnhuber,
fundador
y
directo
del
Instituto
de
Postdam
para
la
Investigación
del
Impacto
Climático;
Carolyn
Woo,
presidenta
de
Catholic
Relief
Services
y
ex-‐decana
1
del
Mendoza
College
of
Business
de
la
Universidad
de
Notre
Dame;
Valeria
Martano,
maestra
durante
20
años
en
la
periferia
de
la
ciudad
de
Roma;
Daniel
Kammen,
investigador
sobre
el
cambio
climático
y
ganar
en
2007
del
Premio
Nobel
de
la
Paz
junto
a
Al
Gore;
Jeffrey
Sachs,
economista,
director
de
Earth
Institute
de
la
Universidad
de
Columbia,
entre
otros
cargos;
John
Zizioulas,
Metropolitano
de
Pérgamo
en
representación
del
Patriarcado
Ecuménico
y
de
la
Iglesia
Ortodoxa.
También
hay
que
sumar
la
participación
de
otras
especialidades:
genetistas,
bioquímicos
,
astrónomos,
como
se
ve,
no
se
escatimó
en
la
riqueza
de
un
grupo
amplio
y
heterogéneo.
Aunque
no
se
trata
de
hacer
una
mención
exhaustiva,
resulta
suficiente
para
trazar
un
bosquejo
de
los
perfiles
y
experiencias
representadas
en
estas
personas.
Así
también,
para
evidenciar
el
esfuerzo
por
un
diálogo
científico-‐
ético
muy
amplio,
para
el
cual
esta
composición
heterogénea
era
totalmente
necesaria.
3.
El
irrenunciable
carácter
político
de
un
documento
social.
Francisco,
como
líder
espiritual
y
político,
no
desconoce
el
difícil
y
complejo
rol
que
juega
como
Obispo
de
Roma.
Ante
la
pregunta
de
si
esta
es
una
“encíclica
verde”,
rescata
el
carácter
social
que
envuelve
al
documento.
No
es
este
un
detalle
menor,
todo
lo
contrario.
Quedar
en
el
ámbito
de
una
“llamada
a
la
conciencia”
sería
fácil,
poco
problemático
pero
también
bastante
insulso.
Es
decir,
mencionar
el
deterioro
ambiental
y
dar
un
recorrido
por
las
vías
de
constatación
más
comúnmente
señaladas,
sería
sencillo.
Mensajes
respecto
al
cuido
del
ambiente
hay
en
todo
lado,
afortunadamente.
Pero,
siempre
es
posible
quedarse
en
la
dimensión
romántica
de
la
cuestión,
siempre
es
posible
“descafeinar”
el
mensaje
para
que
pase
desapercibido
de
sectores
poderos
directamente
responsables
o
de
nuestra
propia
indiferencia
cómplice
frente
a
los
grandes
problemas
medioambientales.
De
manera
que,
lamentablemente
decir
“verde”
hoy
puede
ser
tan
inofensivo
como
decir
“hay
que
reciclar”.
No
es
que
reciclar
esté
mal,
¡es
totalmente
necesario!
Pero,
también,
totalmente
insuficiente.
Así
mismo,
verde
hoy
puede
ser
un
detergente
o
un
partido
político.
Por
tanto,
se
entiende
esta
necesaria
ruta
de
evasión
ante
una
etiqueta
que
puede
resultar
tremendamente
inofensiva.
La
Carta
Encíclica,
no
es
en
nada
“inofensiva”,
va
de
frente
y
no
tarda
en
recalcar
la
interrelación
compleja
y
destructiva
de
la
actividad
humana
sobre
el
deterioro
del
medio
ambiente
y,
a
su
vez,
de
este
sobre
las
condiciones
de
vida
de
quienes
son
más
vulnerables
en
esta
sociedad
planetaria
de
hoy.
Podría
ser
vista
como
una
encíclica
verde
-‐en
el
peor
de
los
sentidos-‐,
pero
nos
parece
que
sería
una
lectura
interesada
y
sesgada,
se
trata
de
un
documento
que
expresa
con
bastante
claridad
la
responsabilidad
humana,
de
las
empresas
y
los
estados
así
como
de
las
personas
que
callamos
ante
este
proceso
pernicioso
que
urge
revertir.
Más
aún,
señala
las
responsabilidades
de
unos
y
otros
en
este
quehacer
destructivo
al
que
nos
ha
llevado
este
paradigma
tecnocrático
dominante
sobre
el
cual
estamos
parados
hoy.
Esto,
desde
luego,
justifica
el
carácter
político
de
un
documento
social.
2
4.
Algunos
puntos
clave,
a
manera
de
síntesis
•
Instrumento
para
el
diálogo:
ya
se
mencionaba
que
al
inicio
del
documento
está
expresamente
plasmada
la
intención
de
dirigir
la
Encíclica
a
los
hombres
y
mujeres
de
buena
voluntad.
Se
entiende
que
esta
intención
es
una
consideración
ante
la
urgencia
de
responder
ante
la
problemática
que
se
expondrá,
pero
no
a
partir
de
un
vínculo
religioso,
el
problema
a
tratar
es
de
absoluto
interés
para
toda
la
humanidad.
Esta
intención
inicial
se
confirma
a
lo
largo
del
texto.
En
varias
oportunidades
reconoce
la
existencia
de
otros
modos
de
pensar
y
de
referirse
a
los
temas
que
se
abordan.
Al
no
desconocer
esto,
de
manera
implícita
se
dispone
a
una
actitud
dialógica
que
es
necesaria
para
superar
este
momento
de
la
historia
humana
en
el
planeta.
En
una
de
las
actividades
realizadas
por
el
CEDI
sobre
este
documento,
un
joven
asistente
comentaba
que
estaba
seguro
de
que
los
gobiernos
sabían
lo
que
había
que
hacer,
solo
quedaba
hacerlo.
Suscribo
en
buena
parte
que
sobre
algunos
temas
hay
bastante
claridad,
lo
que
respecta
a
nuevas
fuentes
de
energía
no
fósiles
por
ejemplo.
Pero,
más
allá
de
“saber”
o
“no
saber”,
están
en
medio
los
intereses,
muy
poderosos
en
algunos
casos,
para
que
las
cosas
no
dejen
de
ser
como
son.
Por
ello,
reconocer
que
hay
otras
perspectivas
o
modos
de
acercarse
al
problema,
es
vital
para
adentrarse
en
un
diálogo
necesario.
No
hay
otro
camino.
El
diálogo
supone
promover
espacios
para
la
discusión
pero
estos
deben
ser
efectivos.
Así
también,
lo
más
natural
es
que
aquellos
que
no
les
interesa
propiciar
cambios
obvien
esta
necesidad,
pero
aquellos
que
crean
en
este
camino
deben
también
exigirlo
y
recurrir
a
la
persistencia
y
a
las
formas
más
adecuadas
para
exigirlos.
Una
primera
forma
muy
correcta
es
partir
de
que
no
se
tiene
la
verdad
ni
la
última
palabra.
Esto
rompe
de
entrada
cualquier
posibilidad
de
discusión,
la
Carta
lo
parece
entender
y
a
partir
de
ello,
su
tono
y
lenguaje,
así
como
el
modo
de
abordar
las
temáticas,
son
un
paso
interesante
en
esta
línea.
•
Expone
las
complejas
interrelaciones
detrás
de
la
problemática
ambiental:
el
desarrollo
del
conocimiento
como
quehacer
humano,
conlleva
ventajas
únicas
que
como
especie
tenemos.
Sin
total
conciencia
de
esto,
no
siempre
se
reconoce
que
el
modo
usual
de
conocer
comporta
límites
al
conocimiento
que
finalmente
tenemos
de
Nuestra
Casa.
Un
primer
paso
altamente
necesario,
es
reconocer
que
las
aproximaciones
que
utilizamos
para
crear
ese
conocimiento
de
las
cosas
puede
resultar
en
ideas
equivocadas
o
inexactas.
Por
ello,
reconocer
las
interrelaciones
de
los
fenómenos
de
la
naturaleza
y
de
nuestra
convivencia
planetaria
es
vital.
Absolutamente
vital.
Parece
muy
evidente,
incluso
de
un
modo
que
no
requiere
discusión,
que
la
actividad
humana
degrada
el
planeta
o
que
al
tomar
recursos
de
este
rompemos
equilibrios
frágiles,
de
los
cuales
somos
parte.
Pero,
mientras
haya
disciplinas
del
conocimiento
que
en
sus
expresiones
dominantes
no
comprendan
estas
dinámicas
complejas,
no
sabrán
cómo
desarrollarse
armónicamente
con
la
realidad
de
la
Casa
Común.
No
solo
se
trata
de
que
las
disciplinas
no
tengan
la
capacidad
de
constituirse
de
modo
empático
con
el
planeta
-‐un
buen
ejemplo
de
esto
es
la
ciencia
económica-‐,
hay
intereses
que
las
validan
y
lucharán
para
que
no
cambien,
también
hay
gente
que
se
encuentra
cómoda
en
el
tanto
su
campo
de
trabajo
continúe
siendo
como
hasta
ahora.
Por
esta
razón
es
que
resulta
preponderante
insistir
en
aquello
que
nos
ayuda
a
comprender
mejor
Nuestra
Casa
y
el
modo
en
que
interactuamos
con
ella
3
y
entre
nosotros.
•
El
poder
de
la
acción
social
organizada:
En
un
documento
que
no
es
nada
ingenuo,
hay
una
idea
que
aparece
en
varias
ocasiones.
Se
trata
del
poder
que
reside
en
las
personas
cuando
se
organizan.
En
Bolivia,
en
el
segundo
encuentro
con
los
Movimiento
Populares
en
2015,
advertía
del
protagonismo
de
estos
ante
la
lentitud
para
reaccionar
de
los
gobiernos
y
de
las
mismas
empresas.
Lo
cual
es
comprensible
pero
no
aceptable,
especialmente
cuando
se
trata
de
la
naturaleza,
pues
lo
que
está
hoy
y
desaparece,
podría
hacerlo
para
siempre.
De
manera
que
se
devela
una
doble
posibilidad
de
acción
viable
desde
la
organización
social:
la
presión
ante
autoridades
políticas
y
empresariales;
y
segundo,
la
capacidad
de
desarrollar
proyectos
que
comporten
otras
vías
de
relación
social,
económica
y
ecológica.
Este
punto
reviste
una
importancia
especial,
precisamente
porque
nos
recuerda
que
somos
capaces
de
crear,
y
de
hacerlo
en
solidaridad,
lo
cual
resulta
fundamental
en
este
momento.
Para
ello
no
recurre
a
fundamentos
abstractos,
señala
experiencias
que
están
ocurriendo
en
todo
el
mundo
y
que
se
podríamos
interpretar
como
expresiones
de
una
mejor
forma
de
sociedad,
más
justa
y
armonioso
con
el
planeta.
Se
trata
del
rol
social
de
los
Movimientos
populares,
pues
en
su
afán
de
lograr
un
mejor
planeta
empujan
la
historia
y
también
a
aquellos
que
aun
no
perciben
la
urgencia
de
responder
al
llamada
de
la
Madre
Tierra.