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El cerebro emocional y sus decisiones:

El punto de partida
sería pensar en una
situación concreta en la
que se diera este tipo
de conflicto. Por
ejemplo imaginemos
que estamos en un
concurso en el que se
nos ofrece mucho
dinero por hacer algo
que nos aterra
profundamente.
¿Cómo decide el cerebro a que respuesta hacer caso?, ¿Cómo ignora uno de los
procesos por el otro?, ¿Qué determina que gane el miedo o el deseo?

¿Dónde se toman las decisiones? Las diferentes zonas del cerebro y su función.

 Amígdala: Se encarga del reconocimiento y respuesta ante estímulos


amenazantes o peligrosos. Es una respuesta bastante rápida.
 Núcleo accumbens: Es el sistema de recompensa del cerebro. Nos lleva a
buscar actividades placenteras (y evitar las que no lo son). La respuesta es
bastante inmediata.
 Córtex prefrontal: Permite que evaluemos y controlemos nuestros deseos
instintivos basándonos en la experiencia y el contexto. Puede controlar la
activación de la amígdala, modulando la respuesta emocional y también
puede evaluar la activación del núcleo accumbens ponderando el peso de la
ganancia. Inhibe la conducta impulsiva y es el encargado del razonamiento,
de sopesar el peligro real de la situación, las consecuencias a corto y largo
plazo, los beneficios potenciales, etc…

Experimentos e hipótesis:

Este es un tema que aún no


está resuelto dado a la gran
variedad de factores que
interceden e influyen en un
procesamiento tan complejo.
Es por ello que la mayoría de
experimentos se basan en
decisiones más simples e
intentan aislar todas las
variables que puedan interferir
y camuflar los resultados.
El estudio de Newsome: Bill Newsome de la universidad de Stanford entrenó a un
grupo de monos para observar una pantalla con puntos en movimiento y luego elegir
hacia qué lado se movían la mayoría de puntos. La dificultad estaba en que el ratio
de puntos que se movían a un lado u a otro era casi de 50:50. Pero al final el mono
debía decidir. Si acertaba se le recompensaba con zumo. Newsome podía así
controlar muchas variables, la calidad de la evidencia sensorial, el tamaño y
frecuencia del refuerzo, etc… Al medir la actividad de las neuronas durante la toma
de decisiones (se les implantaron electrodos en el cerebro) podían observar como
las variables influían en la activación de las diferentes áreas. Sus experimentos
encontraron activación de
cientos de miles de
neuronas en el córtex
prefrontal. Así como la
activación celular
aumenta,
en algún momento el
patrón de activación
de unas neuronas ganará
sobre la activación de
otras y la decisión será
tomada. Estudiando
las imágenes de la
activación neuronal en varias repeticiones los experimentadores llegaron a poder
predecir (según la actividad neuronal que presentaba el mono en ese momento) que
decisión iba a tomar e incluso identificar cuando el mono estaba cambiando de
decisión (el patrón neuronal se invertía).

Si bien es cierto que no se puede comparar el experimento arriba citado con el


ejemplo inicial ya que es otro tipo de decisión en la que influyen muchos más
procesos y factores, lo cierto es que se extrapola en cierta manera la idea de que
probablemente algún factor de funcionamiento similar se produzca en humanos
aunque de manera mucho más compleja. Aún queda mucho para que podamos
predecir la respuesta de un sujeto en función de su activación cortical.

Conviene matizar que en el ejemplo al principio comentado (el concurso) intervienen


emociones muy intensas y no está claro como el córtex prefrontal puede
regularlas. En humanos las emociones son más complejas y el procesamiento es
diferente, llegando las emociones a poder controlar y saturar el córtex prefrontal
impidiendo su correcto funcionamiento. Es más, el valor que tenga un miedo
determinado o se le asigne a un refuerzo concreto variará de una persona a otra,
esto es postulado por algunos como un factor perteneciente a la personalidad (que
puede deberse a variaciones en la conectividad entre las regiones cerebrales que
antes se han citado).

Creemos que en el proceso de la toma de decisiones nuestra mente lógica es quien


lleva el mando, pero no es así. En realidad, cuando debemos elegir entre diferentes
alternativas, se pone en marcha un complejo mecanismo donde las emociones y la
razón se entremezclan.

La sabiduría del cerebro emocional

A lo largo del tiempo las emociones


han sido vistas como un obstáculo en
la toma de decisiones, se suele decir
que estas nublan la razón y que nos
hacen elegir de manera impulsiva.
Sin embargo, en verdad las
emociones son el primer tamiz y uno
de los más importantes por el cual
pasan todas nuestras decisiones.

El proceso de toma de decisiones


funciona de manera muy sencilla:
recopilamos la información que proviene del medio y en cuestión de segundos
creamos diferentes panoramas que se corresponden con las diversas alternativas
de solución que tenemos a nuestro alcance.

Estas alternativas se envían a la amígdala, una estructura que se encarga de


conferirle un significado emocional a los estímulos. En este punto se realiza una
rápida evaluación emocional y se decide si algunas decisiones serían demasiado
peligrosas o dolorosas desde el punto de vista afectivo. Entonces las desechamos
inmediatamente y nos concentramos en el resto de opciones.

En la práctica, el sistema límbico y la amígdala como eje central, nos avisa de que
una situación o solución podría causarnos daño y nos alerta para que nos alejemos
de ella tomando otro camino. Por supuesto, este mecanismo no solo nos indica los
peligros, sino que también resalta las soluciones más apetecibles teniendo en
cuenta sus resultados
desde el punto de vista
de sus repercusiones
emocionales.

Se trata de un
mecanismo que en
muchas ocasiones
ocurre a nivel
inconsciente, ya que
son muchas las
hipótesis a barajar.
Gracias a él, nuestra
mente consciente no
se sobrecarga con demasiadas alternativas sino que descarta rápidamente las
opciones extremas que no resultan viables.
¿Cómo sabe la amígdala cuáles son las decisiones “buenas” y “malas”?

Por una parte, la amígdala busca en una especie de base de datos que contiene
patrones pre programado e innato, como la reacción de defensa ante los
depredadores. Por otra parte, también se basa en las experiencias que hemos ido
acumulando a lo largo de la vida. Por ejemplo, si en el pasado tomamos una decisión
y esta nos causó daño, esta información se queda grabada y después la amígdala
se encarga de activarla cuando nos encontremos nuevamente ante una disyuntiva
similar.

Una vez que hemos tomado esta “decisión emocional”, entra en juego el lóbulo
frontal, que es donde planificamos nuestras acciones y valoramos los pros y los
contras de cada decisión desde una perspectiva más racional. Además, esta
estructura es fundamental porque nos permite vislumbrar a largo plazo las
consecuencias de nuestros actos. En este punto comienzan a incidir nuestros
valores, creencias y estereotipos, ya que siempre intentamos llegar a la solución
que mejor se adapte a nuestra forma de ser y pensar.

Como ya has visto, el proceso de toma


de decisiones no es un proceso
sencillo, sobre todo si se trata de
encrucijadas importantes. El rumbo de
nuestra vida está determinado por las
pequeñas y grandes decisiones que
tomamos constantemente. Desde
elegir tomar un helado o una
manzana, hasta decidir a qué
queremos dedicarnos
profesionalmente. Si nuestro cerebro
emocional nos juega una mala pasada
podemos tomar decisiones con consecuencias negativas, este es por ejemplo el
caso de las personas víctimas de alguna adicción.
Universidad Mariano Gálvez
Carrera: Psicología Clínica
Curso: Neurofisiología
Docente: Doctora. Fabiola Moscoso

Tema:
El cerebro emocional y sus Desiciones

Nombre:
Brisna Michelly García Hernández
3016-17-17319

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