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Abstract
Chile ha experimentado, desde el nacimiento mismo como república independiente y
hasta muy avanzado su desarrollo como nación, un sentimiento de “politicidio”, es decir, una
percepción de naturaleza política que denotaba ser objeto y sujeto de una amenaza vital y
existencial para su seguridad. En torno a dicha postura, tenderá a edificarse, de manera lenta pero
progresiva, una sensación psicopolítica en cuanto a que Chile constituye un “Estado-fortaleza”:
Una entidad que es política y militarmente asediada por entidades vecinales, postura que tenderá
a dominar la mayor parte de su vida política, influenciando y dictando su posicionamiento de
seguridad y defensa. Hoy, frente a las sucesivas transformaciones políticas, sociales, económicas y
estratégicas que afectan al espacio sudamericano, se hace necesario revalorar teóricamente la
fuente original de dicha percepción de amenaza a fin de poder comprender la naturaleza del
desafío que Chile debe emprender al pensar y repensar su planeamiento político-estratégico en la
región.
1
Child, Jack., The American Souther Cone: Geopolitics and Conflict, Proceedings of the Conference of Latin
Americanist Geographers, Vol. 9, Contemporary Issues in Latin American Geography (1983), pp. 200-213.
Frente a dicho nuevo escenario, Chile, parece observar cómo su tradicional y
dominante postura de “Estado-fortaleza” se desvanece. Las fuentes de amenaza estatales
tienden, en una primera fase (1990-2001), a diluirse, generándose una tendencia a
repensar la postura geoestratégica y geopolítica que alimentó por décadas una visión
militarizada de la paz entre Chile y sus vecinos. En una segunda fase, desde el 2001 hasta
la fecha, se aprecia una cohabitación entre la postura de apaciguamiento o detente, con
otra tradicional. La percepción de politicidio, en estas últimas fases, deja de predominar y
determinar la postura de defensa chilena.
Hoy, frente a este los nuevos escenarios que se levantan y las nuevas fuentes de
riesgos y amenazas, es necesario retrotraernos a los orígenes más básicos de la
percepción de inseguridad chilena, en especial aquella que encuentra su origen en el
espacio vecinal y regional.
¿Por qué los Estados se temen? ¿Qué y cómo se genera una percepción de
amenaza estatal? ¿Qué factores influyen y determinan la generación de una determinada
percepción de inseguridad?
No cabe duda alguna que revolucionarios cambios sistémicos han sacudido los
equilibrios de fuerza y de intereses mundiales como consecuencia del desmantelamiento
de la URSS hace ya más de veintidós años. Transformaciones globales remecieron hasta
los más profundos cimentos de un orden internacional fundado en la polarización
ideológica así como en el duopolio de los destinos políticos, económicos y militares del
conjunto del planeta.
Si el advenimiento del siglo XXI es para muchos la señal de un nuevo período en el
desarrollo social humano, no cabe duda alguna que el año 1989 inaugura un cambio
medular en los pilares que sostenían el sistema internacional: el siglo XXI comenzó,
efectivamente, once años antes.
No cabe duda alguna tampoco que la transformación anterior trajo consigo dos
cambios cardinales en los pilares que sostenían las relaciones de estabilidad estratégica
del sistema internacional, aquel de naturaleza bipolar: por un lado, la difusión de la
potencia y, por el otro, lo que podríamos calificar como el “estallido de la amenaza”.
Ambos fenómenos introdujeron importantes cambios en el ámbito de la percepción de
amenaza del conjunto de los entes estatales en la escena mundial. La búsqueda de los
nuevos intereses nacionales presuponía, de manera clara, la identificación de los nuevos
factores de riesgo para el alcance de dichos mismos nuevos objetivos.
Hoy el sistema internacional aún se encuentra en proceso de transición
permanente.
A diferencia del período de Guerra fría, lo único previsible hoy es que el sistema
internacional, aún no ha encontrado un punto de equilibrio que garantice niveles de
estabilidad del sistema en su conjunto. La contracción política de algunas potencias
medianas y otras no tanto, ha generado la irrupción de amplios espacios vacíos que
buscan ser llenados, ya sea por otras entidades estatales en busca de estatus o de actores
subnacionales con tintes neopatrimoniales o con vínculos hacia el crimen transnacional. La
transición del sistema internacional dice relación de manera clara con la relación entre
potencia, contracción política y espacios vacíos.
En función de lo anterior, la tarea fundamental del Estado, como es aquella
asociada a proyectar un sentimiento de protección de los individuos bajo su tutela es
puesta en jaque. La percepción de amenaza estatal, es decir aquella “sensación interior
que resulta de una impresión material hecha en nuestros sentidos»2 se encuentra, hoy,
sometida a cambios constantes lo que tiende a imposibilitar el surgimiento de un régimen
de estabilidad estratégico capaz de disminuir, a un nivel predecible, las orientaciones del
comportamiento estatal vecinal, regional e incluso mundial.
2
Rae.es.
3
Fecha en que se firman los Pactos de Mayo.
avanzadas. Nuevos organismos de seguridad regional hacían ingreso en el concierto de
Estados sudamericanos, demostrando que las amenazas de tipo regulares comenzaban a
coexistir con otras de tipo no convencionales. Los flujos de poder se transforman, asi
como sus fuentes.
Nuevos actores estatales buscan acumular parcelas de poder, otros ceden parte de
éstas, otros simplemente las reniegan. Lo anterior genera un reordenamiento del mapa de
poder regional y subcontinental.
Bajo el prisma anterior, la percepción de amenaza chilena, vale decir, la proyección
de los factores que alimentan, influencian y determinan nuestro posicionamiento
estratégico en el Cono Sur, conocen un cambio mayor con respecto al ciclo precedente
(1902-1989). La capacidad de proyectar escenarios de conflicto y paz, de crisis y de
conciliación de intereses, es menos precisa pero a su vez más compleja.
El tradicional modelo sudamericano de equilibrio geopolítico se trasforma. De la
misma forma lo hace –o debería hacerlo- la percepción de amenaza y riesgos de Chile.
4
Tomkins, Silvan S. and Carroll E. Izard (1965), Affect, Cognition, and Personality: Empirical Studies New
York: Springer.
5
Ver, Ciclo del factor de Hostilidad. Leyton.
En el Medio Oriente, específicamente, la percepción de amenaza israelí es
«absoluta», es una de politicidio.
Desde la perspectiva de Seliktar, plasmada en su obra « New Sionism and Foreign
Policy System of Israel», la amenaza observada por la entidad hebrea sería «física» y no
meramente declaratoria y subjetiva. Dos factores producirían tal percepción. En un primer
momento, los árabes habrían, de forma reiterativa, indicado su intención de destruir
fisicamente el Estado de Israel a través de una Guerra Santa (yihad), entidad considerada
como un agente cultural externo y extraño al concierto de entidades musulmanas del
Medio Oriente.
En este sentido, el «politicidio» debe ser comprendido como el deseo de aniquilar
materialmente al embrionario y naciente Estado de Israel, ya sea mediante una guerra
prolongada en el tiempo; a través de un conflicto generalizado y total; o por medio de una
negación cultural y política sistemática del derecho a existir del Estado hebreo. Un
segundo factor estaría asociado, según este mismo autor, al apego histórico-religioso de
los judios a Eretz Ysrael, la tierra sagrada de Israel que coincide con el extinto Reino de
David -el cual integraba a todo el actual Estado de Israel, incluyendo a Gaza, Cisjordania, el
sur de El Libano, parte de Siria, y todo el Desierto del Sinaí.
Según esta perspectiva, el Politicidio implicaría entonces dos grandes enfoques.
Por un lado, el deseo de otra entidad estatal o paraestatal de destruir físicamente
a una entidad considerada como geopolíticamente extraña en el marco de una
determinada distribución del poder político en un espacio determinado, o en su defecto,
la absorbción de espacios territoriales esenciales para el mantenimiento de la autonomía
política de un Estado cualquiera. Un ejemplo claro son los países monoproductores de
materias primas para quienes la amputación de territorios ricos en determinados recursos
estratégicos implicarían consecuencias vitales para su desempeño político interno y su
seguridad externa.
La postura anterior implica considerar a una entidad política cualquiera como una
fuente de riesgo político para el alcance de ciertos objetivos nacionales permanentes de
un Estado o un conjunto de Estados, como es la supremacía sobre un espacio geopolítico
dado o un proceso de expansión territorial destinado a alcanzar el primer objetivo (caso
Prusia versus la Francia Imperial Napoleonica). De la misma manera, una postura de este
tipo podría estar asociada a reivindicar espacios territoriales considerados como
formando parte de una herencia política anterior (Alemania hitleriana vis-a-vis de Austria)
y que se desea reconstituir mediante una proyección de poder fáctico o el desplazamiento
de fronteras de seguridad o políticas.
Por otro lado, el Politicidio puede tomar una forma menos objetiva o física y más
subjetiva y política. En este sentido, ideologías de naturaleza irredentistas materializan
políticamente un enfoque que busca crear las condiciones necesarias para cristalizar un
fenómeno de politicidio. El objetivo del enfoque déjà de ser una aniquilación física del
Estado en cuestión, optando por favorecer un control político del aparato estatal, de su
clases política.
LAS CONDICIONES DEL POLITICIDIO
6
Volkian, Vamik., Chosen Trauma, the political ideology of entitlement and violence, Junio, 2004.
territorial, social, político, económico o incluso militar capaz de articular una movilización
colectiva en torno y función de intereses de corte nacionalistas cuando ello se perciba
como necesario. El trauma elegido se insertan al interior de un Síndrome post traumático.
Todo Síndrome Post Traumático (SPT) se genera por dos condiciones basales, entre
las que encontramos, por un lado, la experimentación de una amenaza a la integridad
física de la entidad (muerte o amenazas). Por el otro lado, se evidencian reacciones de
aprensión intensos frente a hechos sobre los cuales no se tiene la capacidad de influir en
su inicio o término. En este mismo sentido, el SPT tiene la característica a reeditarse, a
revivirse de manera permanente. Todo recuerdo o símbolo que materialice la
remembranza del proceso traumático no hace sino que reeditar un proceso de ansiedad.
El sentimiento de una pérdida territorial, de una ocupación militar o una percepción de
humillación.
Se observa que una de las expresiones políticas más claras y objetivas asociadas a
dichos traumas psicopolíticos dice relación con el surgimiento de ideologías irredentistas
(inspiradas del fascismo italiano ¡Italia irredenta!), en otras palabras un cuerpo de ideas
articuladas en torno a aspiraciones políticas concretas, físicas y reales destinadas a
“recuperar algo perdido”, como territorios, límites o grupos humanos, absorbiéndolos
mediante el desplazamiento de límites fronterizos. En este sentido, el irredentismo tiene
la característica de declarar la no-renuncia a recuperar determinados espacios con una
alta valoración simbólica, económica o militar, todo ello en función de alimentar
ideológicamente y sostener políticamente, en el tiempo, a sociedades con clara tendencia
hacia la fragmentación. La ideología irredentista, no puede tomar forma en ausencia de
liderazgos políticos que directa o indirectamente no elijan un trauma ni decidan explotarlo
sociopolíticamente. Volkian avanza en su obra, Blind Trust: Large Groups and Their
Leaders in Times of Crisis and Terror, (Volkan, 2004), la existencia de dos tipos de
liderazgos, uno de ellos “reparativo”, cuyo accionar busca solidificar la identidad del grupo
sin que ello implique devaluar o criminalizar al otro grupo “victimario”. Identifica, sin
embargo, a otro liderazgo, el “destructivo”, el cual se da como objetivo el solidificar el
sentimiento de amenaza de su propio grupo, de animadversión hacia el victimario, incluso
de venganza.
Vamik Volkian señala que en tiempos de estrés colectivo, tales como crisis
económicas, cambios políticos drásticos, movimientos sociales o guerras, los grupos
humanos socializados, tienden a buscar la protección y adoptar posturas de defensa de
sus propias identidades. En este sentido Erikson7 avanza el concepto de “core identity”
describiéndolo como “un persistente (sentido de) semejanza al interior de uno mismo…un
persistente sentido de compartir un tipo de carácter esencial con otros”.8 Todas las
sociedades poseen ese core identity, una identidad nuclear, la cual se expresa a través de
relaciones y vínculos sociales subjetivos tales como sentimientos de unificidad étnica,
religiosa o nacional. Kernbergs es claro en señalar que “siempre existe un implícito
liderazgo primitivo en la fantasía de pequeños así como de grandes grupos humanos, un
liderazgo cercano al ideal primitivo de ego maternal…el cual pareciera siempre estar
defendiéndose de las amenazas a su propia identidad y de la violencia de grandes
grupos”.9 En ese sentido, la sumatoria de los sentimientos de identidad individuales se
erige como la identidad nuclear general compartida por grandes grupos humanos. Es así
como cualquier acción percibida como atentatoria a esa unificidad nacional por dichos
grandes grupos (sociedad nacional que comparte un territorio especifico) desde otro, es
considerada como un acto de animadversión u hostil.
7
Erikson, E.H., (1956), The Problem of Ego Identification. Journal of the American Psychoanalytic
Association, 4:56-121.
8
Ibid,. Pp.57
9
Kernberg O.F., (1989), Mass Psychology Through the Analytic Lens, Paper presented to The Looking Glass.
10
Anzieu, D. (1984), L´illusion Groupale, Nouevelle Revue de Psychanalyse, 4:73-93.
Señalemos que el liderazgo, bajo este enfoque, desempeñará un rol central en la
movilización mental del evento traumático y su materialización en acciones concretas. El
liderazgo desempeñará la tarea de “reactivarlo” sobre la base de lo que podríamos
calificar como “hitos históricos trasformadores”, eventos propios a la evolución social de
los grupos humanos, organizados en torno a entidades estatales o políticas, los que
despiertan sentimientos de revanchismo, de venganza o de revictimización social. El
liderazgo asume el rol de magnificar y estructurar los “hitos” en torno a ideas políticas e
ideologías políticas de corte irredentistas. Volkian identifica siete características del
accionar social del líder. Siete características que, sí puestas en práctica juntas, crean un
liderazgo constructivo o negativo:
Este tipo de liderazgo negativo se caracterizará, según la visión de Volkian, por poner en
práctica una planificación política destinada a:
11
Vamik D. Volkian., Transgenerational Transmission and Chosen Traumas, paper presentado en XIII
International Congress, International Association of Group Psychotherapy, Agosto 1998.
Lo interesante aquí es que dicho “trauma psicopolítico” se evidenció en función de
dos supuestos axiomas, todos ellos erróneamente planteados: Primero, la idea según la
cual el conflicto y Chile frenaron una fase de reorganización política y económica peruana.
Todo indica que la decadencia post-independentista peruana fue consistente en el
“tiempo político” del país del norte, no se detuvo. El caudillismo limeño gobernó la fase
que va desde 1826 –nacimiento mismo del protoestado peruano- hasta el comienzo
mismo de la Guerra con Chile. Un trauma interno, es decir la incapacidad de las clases
dirigentes en orden a frenar el fenómeno caudillista y la fragmentación político-étnica del
espacio peruano parecen haber impedido la estabilización del proceso de afirmación de la
institucionalidad peruana, fenómeno que incluso parece extenderse hasta hoy en día.
Los axiomas antes señalados no son más que dos ejemplos, y no hacen sino que
desnudar los síndromes post traumáticos que evidencia la sociedad peruana en función de
la imagen de Chile. No cabe la menor duda que las dos condiciones necesarias para el
surgimiento del SPT en la sociedad peruana están presentes. La amenaza a la integridad
física, bajo la forma de un conflicto que se saldó por una larga ocupación de su capital por
una potencia externa, por la pérdida de territorios y la amenaza de desmembramiento.
Desde un plano interno, la amenaza a la integridad física del espacio peruano en manos de
sus propios habitantes, como es el caso de la amenaza indigenista y el estallido étnico y
social producto del sistema económico esclavista que se mantenía vigente hasta antes de
la guerra con Chile, sin olvidar las guerras civiles secesionistas internas.
Finalmente, queda claro que el temor a una reedición de las mismas condiciones
que gatillaron la conflagración trinacional aún están presentes, tal es el caso de la
asimilación de los capitales “chilenos” en Perú a las condiciones antecedentes al mismo
conflicto. Si todo recuerdo o símbolo reactiva el síndrome en cuestión, Arica es un
recuerdo permanente en la conciencia psicopolítica peruana.
12
Acepción encontrada en el Diccionario de la Real Lengua Española. www.rae.es.
limeños. La pregunta medular queda planteada ¿Cómo solucionamos, definitivamente, las
relaciones de animosidad histórica con Perú? ¿Existe una solución conciliatoria o sólo la
disuasiva y coercitiva? ¿Existe una "tercera vía"? ¿Cómo solucionar la cuestión peruana?
Una generación deposita en la otra los traumas no evidenciados por la última a fin que sea
ésta la que a su vez transmita imágenes deshumanizadas del “otro”. La próxima
generación tiene la tarea inconclusa de “limpiar” el “honor vapuleado”, revalorizar el
orgullo lesionado o reintegrar el espacio físico perdido. El caso peruano es uno de
naturaleza y alcance psicopolítico. Los efectos traumáticos en la sociedad peruana aún
están frescos en su memoria histórica, pero lo más complejo de todo es que el sistema
político limeño tiende a alimentarse de éste.13
13
Leyton, Salas., Cristian. Chile y Perú: Una Rivalidad Duradera. Ediciones Akihllleus, 2011.
14
Esta puede ser real o potencial, general o específica, limitada o absoluta.
La evaluación de las capacidades letales, el emplazamiento geoestratégico de la
fuente de amenaza y la existencia misma de algún grado de hostilidad determinan, en
conjunto, la existencia o no de profundidad estratégica. Esta evolución es fundamental en
la elaboración, no solo de políticas militares sino que además de las políticas de defensa
de los estados. El grado de inseguridad que la adquisición de una determinada capacidad
bélica puede despertar en un estado cualquiera está sometida a la apreciación que los
órganos de decisión y de planificación político-estratégicas elaboran a partir de su propio
emplazamiento geográfico así como del emplazamiento de sus zonas vitales. En este
sentido, la evaluación de las capacidades letales del estado A y B tienen una incidencia
central en la valoración de una profundidad estratégica cualquiera.
Siendo el factor geográfico casi inmutable en el tiempo, será el factor tecnológico
y su difusión los que influenciarán la percepción de peligro o de seguridad de los Estados.
15
Libro de la Defensa Nacional de Chile, Capitulo 2 Territorio y Defensa, pp. 120-121.
16
Ibid., pp. 1122-123.
intervecinal sostenido en el tiempo, marcaron por décadas dicha percepción.
Cuando hacemos referencia al término de politicidio, buscamos ilustrar algunas
formas a través de las cuales la percepción de inseguridad chilena se ha expresado a lo
largo de nuestra historia.
a. En un primer momento, y de la forma más explícita, el temor a un
politicidio del Estado-nación en su conjunto emerge como respuesta y
consecuencia de la formación de la Confederación Perú-Boliviana en 1836.
La guerra de naturaleza defensiva que el Estado chileno entabla en contra
de esta amenaza percibida como determinante y decisiva, utilizando el
concepto avanzado por Diego Portales, para la sobrevivencia nacional en
los primeros años de nuestra vida republicana, ilustra la idea
precedentemente avanzada.
b. Subsecuentemente, la Guerra del Pacífico también parece darse como
objetivo garantizar la sobrevivencia del Estado-nación chileno. Transitamos,
así, desde la problemática de un politicidio absoluto hacia la pérdida lenta
pero progresiva de la capacidad de influencia chilena en el Pacífico, de allí,
al aumento en las capacidades bélicas del vecino peruano y boliviano como
consecuencia de los ingresos que los yacimientos de guano, primero, y de
salitre luego, podrían aportar. La Guerra del Pacífico, siendo un conflicto
bélico defensivo en términos políticos, pero ofensivo en términos
doctrinarios, permitirá a Chile garantizar una relativa pero activa influencia
en las costas del Pacífico. La percepción de amenaza de inseguridad, en
este caso, se acelera. Si bien es cierto la entidad estatal chilena acrecienta
sus arcas fiscales y de allí sus capacidades bélicas, aumenta la percepción
de amenaza por parte de los Estados vecinales. Las tres entidades
identifican un “enemigo” común. En este caso, la percepción de amenaza
chilena, velada, de un politicidio futuro se ve reflejada en la nueva postura
internacional del país al retrotraer su pasada intención de proyección de
potencia política y militar en el ámbito regional hacia una postura
eminentemente continental.
c. Las consecuencias políticas, militares y económicas de la Guerra del Pacífico
marcarán la percepción de amenaza chilena hasta el año 1989. Un sistema
de paz armada se instaurará entre Chile y sus vecinos. El temor de un
politicidio ya no recae en una destrucción de la convivencia nacional y luego
de una absorción de nuestro país por una potencia vecinal, sino que en la
perdida de ambos extremos del territorio nacional, fundamentalmente del
norte, pulmón del sistema económico chileno.
d. La fase inaugurada por el fin del régimen militar y el regreso del
democrático inauguran otra realidad político-estratégica, esta vez, de
transición en donde la disuasión cohabitará con la cooperación. En este
caso, la percepción de amenaza chilena es una de transición. Las
capacidades militares en adquisición demuestran que la percepción de
politicidio aún está latente, sin embargo, la coyuntura internacional parece
dictar otro sentido.
¿Cómo evoluciona dicha percepción en el tiempo?
LA CONFEDERACIÓN PERÚ-BOLIVIANA.
17
Carta a Manuel Blanco encalada, 10 de septiembre de 1836, " …Va Ud., en realidad, a conseguir con el
triunfo de las armas la segunda independencia de Chile".
18
Para una visión histórica de estos hechos consultar Encina, Francisco A., Resumen de la Historia de Chile,
Tomo II, Editorial Zig-ZagSantiago, Chile, 1954.
que significaba para Chile la suma de las intenciones no declaratorias del Mariscal Santa
Cruz con las capacidades potenciales que se traducían en la unificación de ambos Estados.
La empresa que significaba la creación de esta colosa confederación de Estados se
fundaba, básicamente, en dos estrategias: Por un lado se buscaba debilitar
institucionalmente a los Estados vecinales, mientras que la segunda estrategia radicaba
en la puesta en obra de acciones militares directas. De esta forma, Santa Cruz utiliza la
lógica del tradicional divide et impera. La lucha fratricida entre Gamarra y Salaverry
alimentada por el Mariscal le permitió, en su momento, dividir a la naciente entidad
peruana en dos, Alto y Bajo Perú, luego vencer a uno de ellos, el gobernado por Salaverry,
para luego dar forma, el 28 de octubre de 1836, a la Confederación Perú-Boliviana
reconstituyendo en los hechos al extinto virreinato.
Tal y como es conocido, la amenaza real detrás de los hechos recaían en las
intenciones presumidas y personificadas por Santa Cruz en orden a recrear, en los hechos,
no sólo el virreinato peruano en cuestión, sino que en el mediano plazo el extinto imperio
inca. Para Chile tal escenario significaba el desplazamiento de las fronteras de la
Confederación hasta el Rio Maipo, ésto es, absorbiendo territorialmente Santiago.
La política de desplazamiento progresivo de las fronteras internacionales fundadas
en el utis possidetis ius de 1810, principio que congelaba los límites territoriales de las
antiguas construcciones coloniales, no parecían ser respetadas por el Mariscal boliviano.
La ocupación de la caleta de Cobija por parte del Mariscal, violando de paso la soberanía
chilena en el Desierto de Atacama19, ilustra de alguna forma dicha intención. De esta
manera, se va arraigando en la conciencia política de los más prominentes hombres de
estado chilenos la idea según la cual la independencia de Chile volvía a estar en peligro.
19
Según consta en el "Plano general del Reino de Chile en la América Meridional" realizado en 1793 por
orden del entonces virrey del Perú Don Francisco Gil y Lemos. Carmona, L., Guillermo., Historia de las
Fronteras de Chile, Los Tratados de Limites con Perú, Editorial Andrés Bello, 1981, pp. 24-25 y cartografía 2,
pp. 18-19.
antemano no poniesen a ello una barrera de contención ".20
Luego, en una carta dirigida a don Manuel Blanco Encalada, Diego Portales
sostendrá,
"… En el supuesto que prevaleciera la confederación a su actual organizador y
ella fuera dirigida por un hombre menos capaz que Santa Cruz, la existencia de Chile
se vería comprometida".21
A su vez, el presidente chileno, Prieto Vial en una carta dirigida al mismísimo Santa
Cruz sostendrá,
"La mudanza que Ud. ha creído percibir no es obra de Chile, es obra de sucesos
que no hemos tenido parte; es el efecto de un nuevo orden de cosas que
perturbando el equilibrio de las repúblicas del Sur, ha impuesto a cada una de ellas
la obligación de proveer, no ya a la conservación de bienes y derechos secundarios
sino a su existencia misma. Esta república, en particular, ha visto amenazada a un
tiempo su tranquilidad interior y su independencia, que son toda la vida de las
naciones".22
La fracasada expedición de Freire, entre otras conspiraciones23, desde puertos
peruanos y en barcos de este origen nacional demostrarán a la clase política nacional que
las intenciones de Santa Cruz, en cuanto a introducir puntos de quiebre al interior del
sistema político chileno, constituían un modus operandi propio a una campaña de
debilitamiento interno de las repúblicas vecinas para luego hacerlo, si necesario, por la vía
de la fuerza.
En este sentido, Portales comunicará, de manera directa y franca, a Manuel Blanco
Encalada que,
" Cree el Gobierno, y este es un juicio también personal mío, que Chile sería o
una dependencia de la Confederación como lo es hoy Perú, o bien la repulsa a la
obra ideada con tanta inteligencia por santa Cruz debe ser absoluta ", para luego
agregar, "La conquista de Chile, por Santa Cruz, no se hará por las armas en caso de
ser Chile vencido...todavía le conservará su independencia política, pero intrigara en
los Partidos, avivando los odios de los parciales de O'Higgins y de Freire, echándoles
unos contra otros. Cuando la descomposición social haya llegado a su grado más
culminante, Santa Cruz se hará sentir. Seremos entonces suyos." 24
20
Carta de Diego Portales a Casimiro Olañeta, 10 de diciembre 1836, en Sotomayor Valdés, Ramón, 1830-
1903, Historia de Chile durante los cuarenta años trascurridos desde 1831 hasta 1871 /por Don Ramón
Sotomayor Valdés, Santiago de Chile: Impr. de la Estrella de Chile, 1875.
21
Sotomayor Valdés, Ramón, 1830-1903, Historia de Chile durante los cuarenta años trascurridos desde
1831 hasta 1871 /por Don Ramón Sotomayor Valdés, Santiago de Chile : Impr. de la Estrella de Chile, 1875-
v. ; 24 cm., pp. 236.
22
Carta de Joaquín Prieto a Santa Cruz, 1 septiembre 1836, en Sotomayor Valdés, Ramón, 1830-1903,
Historia de Chile durante los cuarenta años trascurridos desde 1831 hasta 1871 /por Don Ramón Sotomayor
Valdés, Santiago de Chile : Impr. de la Estrella de Chile, pp. 190-195.
23
Sin duda la mayor conspiración fue, desde el punto de vista histórico, el asesinato mismo de Diego
Portales el 6 de junio de 1837 bajo las órdenes del Coronel Vidaurre. Este hecho demostrara al país en
general, reluctante a entrar en guerra con la Confederación el verdadero alcance y sentido de las influencias
políticas de Santa Cruz.
24
Sotomayor Valdés, Ramón, 1830-1903, Historia..., pp. 232.
De esta forma, no solo se expresan los sentimientos de politicidio del Estado
chileno, y ello en términos generales, sino que, además, se explicitan la manera según la
cual dicha amenaza podría materializarse en el futuro próximo.
En términos esquemáticos podemos extrapolar las percepciones de inseguridad
que despertó la Confederación.
El sentimiento de suicidio25 político que significaba una postura de inmovilismo
frente a la ruptura del equilibrio de poder presentes en aquel momento pero que podrían
traducirse en una amenaza de invasión de Chile por parte de las fuerzas unidas del nuevo
ente estatal nortino26. Frente a esta realidad, el Estado chileno sólo objetaría una acción
armada restauradora del statu quo ante sí la independencia de Bolivia y Ecuador, entre
otras peticiones de forma, eran garantizadas27. En otras palabras, la conditio sine qua non
de la paz era la autodisolución de la Confederación. Para ello, Chile busca sino la
conformación orgánica de una alianza con las Provincias de la Plata y Ecuador, al menos
un apoyo político de éstas. Frente a esta posibilidad Casimiro Olañeta levanta su reclamo
oficial a Portales quien le responde,
"¿Qué tendría de ilícito o de menos honroso que el Gobierno de Chile procurase
acarrearse la buena opinión y cooperación de los otros en un objeto que va a cada
uno de ellos nada menos que la existencia?"28
La negativa de Santa Cruz fue considerada un casus belli que justificaba el inicio de
la segunda guerra de independencia.
El 20 de enero de 1837 en Yungay la guerra iniciada el 11 de noviembre de 1836
llega a su fin. Chile disuelve manu militari la Confederación. El 20 de marzo del mismo año
es disuelta oficialmente.
En el ciclo del factor de hostilidad, el conflicto juega un papel central en la
generación de las variables determinantes de la aparición de un grado de hostilidad
interestastal.
El Estado chileno al identificar la amenaza para su seguridad como absoluta y vital
a partir de la enseñanza que su proceso de emancipación le entregó, esto es, 24 años
antes, aplicó la misma lógica hacia lo que podía constituirse y de hecho lo era, un estado
revisionista del orden regional.
25
"La posición de Chile frente a la Confederación Perú-Boliviana es insostenible. No puede ser tolerada ni
por el pueblo ni por el gobierno, porque ello equivaldría a su suicidio. No podemos mirar sin inquietud y la
mayor alarma la existencia de dos pueblos confederados, y que, a la larga, por la comunidad de origen,
lengua, hábitos, religión, ideas, costumbres, formarán como es natural, un solo núcleo. Unidos estos dos
Estados, aun cuando no más sea que momentáneamente, serán siempre más que Chile en todo orden de
cuestiones y circunstancias"
26
En una carta enviada a un dirigente del exilio peruano en Chile, Portales sostiene, "Estamos cansados de
asegurar y publicar los principios que guían la política del gobierno de Chile en su relación con el Perú libre de
Santa Cruz, pero nada basta a extirpar los recelos que tal vez se fingen con innobles deseos. Por resultados,
se nos amenaza con que la causa de santa Cruz se hará nacional para repeler cualquier invasión de Chile."
27
Las Cámaras reunidas por el Presidente Prieto para votar la declaración de guerra, autorizaron al
Presidente y Gobierno para enviar a Lima, como ministro plenipotenciario a don Mariano Egaña, con seis
exigencias, entre las cuales la más importante encontramos 2. La independencia de Bolivia y de Ecuador,
que Chile mira como absolutamente necesarias para la seguridad de los demás estados sudamericanos. 4.
Limitación de las fuerzas navales del Perú.
28
Sotomayor Valdés, Ramón, 1830-1903, Historia de Chile ..., ibid, pp. 251.
En este caso, la guerra contra la primera alianza Perú-boliviana si bien aparecerá
en los anales históricos como el primer encuentro bélico entre Chile y sus vecinos
nortinos, no generará grandes consecuencias sobre las percepciones de inseguridad
regionales. Las razones parecen simples. Las consecuencias del conflicto no se soldaran
por ganancia o pérdida de territorio para uno u otro estado. El utis possidetis ius es
respetado en su generalidad, salvo para el caso de la caleta de Cobija que introduce el
germen del futuro conflicto regional que se soldará, finalmente, por la generación de un
factor de Hostilidad entre Chile y sus vecinos. En otras palabras, la violación al estatus quo
territorial por parte de Bolivia introducirá la semilla de una hostilidad que ira in crecendo
a lo largo del tiempo.
En términos generales, las consecuencias de la guerra en contra de la
Confederación se expresarán sobre la base de tres grandes efectos:
1. Aparición de un factor embrionario de hostilidad entre Chile y Bolivia como
consecuencia de la ocupación de parte del territorio chileno. La caleta de
Cobija siendo el factor generador de un conflicto territorial futuro que ya
comienza a gestarse,
2. Emergencia de una afinidad de intereses entre Perú y Bolivia. El pasado
histórico común entre ambos estados, así como la comunidad de intereses
y de características nacionales y raciales que existen entre ambos pueblos
les impulsa a adoptar una posición de alianza natural,
3. Aparición de un sentimiento de aprehensión hacia las (potenciales o reales)
capacidades bélicas intervecinales.
Este punto es central. Lentamente el factor fuerza comienza a constituirse
en una variable de desconfianza entre Chile, Perú y Bolivia.
29
La primera crisis del crédito emergerá como consecuencia de dos grandes factores, primero como
resultado de la decadencia del yacimiento de plata de Chanarcillo que producía por si solo el 74% de este
producto y a la perdida delos mercados de California y de Australia. Podríamos sumar a esto dos grandes
factores las guerras civiles de 1851 y de 1859 que desviaron recursos, tanto humanos, materiales como
intelectuales hacia vicisitudes internas.
30
La decadencia del mineral de Chanarcillo a fines de 1858 agudiza la crisis en cuestión, luego en 187º es
descubierto el mineral de plata de Caracoles que entregara a Chile un respiro por algunos a no solamente,
finalmente el papel que juega el cobre en la crisis de 1873-1878 será fundamental como resultado de la baja
de su precio el cual cayo desde 108 libras esterlinas en 1872 a 39libras esterlinas en 1878. Tal y como lo
sostiene Encina, el "golpe de gracia lo dio la baja del cobre".
31
Se reconoce la soberanía chilena hasta el paralelo 24, mientras que toda la producción que se realice
entre los paralelos 23 y 25 se repartirían por mitad entre ambos estados.
desencadenado un proceso de reconquista.
Terminado el conflicto con España, la hostilidad entre Chile y sus vecinos
emergerá. La semilla plantada en el proceso previo y luego de la guerra contra la
Confederación comienza a manifestarse en las relaciones políticas, económicas pero
sobre todo militares entre Chile y sus entes vecinales nortinos.
Podemos decir que el factor de hostilidad se desarrolla, en términos de un proceso
de animosidad interestatal que con llevará a Chile y particularmente Perú al
establecimiento de una activa y creciente rivalidad entre los años 1865 y 1874. Ahora
bien, si la relación de hostilidad entre Chile y Perú estará íntimamente ligada a una
competencia de influencia, la rivalidad con Bolivia será eminentemente territorial.
La Guerra del Pacifico cristalizará, en cuanto a ella, las relaciones de hostilidad.
32
Varas, Antonio, Correspondencia de don Antonio Varas sobre la guerra del Pacífico /con los señores
Eulogio Altamirano ... [et al.]. Actas del Ministerio Varas-Santa María, abril-agosto 1879, Santiago de Chile :
Impr. Universitaria, 1918, pp. 251-252.
33
Bulnes, Gonzalo, Guerra del Pacífico /Gonzalo Bulnes, Santiago : Del Pacífico, 1955-1956, Vol. 1, pp.64.
de amenaza de uno y de otro de los actores en presencia. Mientras que para Perú,
principal actor en el conflicto futuro, Chile constituye una potencia revisionista del orden
sudamericano, y más precisamente del orden de la costa pacífica del Cono sur, Perú deja
ver una postura más bien pro status quo. En otras palabras, Perú adopta una posición
similar a la que el Estado chileno adoptó casi treinta años antes. La firma del tratado
defensivo entre Perú y Bolivia (1873) son muestras claras de esta percepción de amenaza.
La extensión de las actividades chilenas en las salitreras de Tarapacá podría haber jugado
un rol central en la cohesión peruano-boliviana, así mientras para Perú cualquier perdida
por parte de Bolivia del litoral podía repetirse en su contra, para Bolivia el estatus quo le
garantizaba su acceso a un territorio obtenido ilegítimamente.
La identificación que hacen las autoridades peruanas en orden a considerar que
Chile tenía la intención de ocupar un territorio que a los ojos peruanos no le pertenecía y
que por lo tanto actuando de dicha forma pondría en jaque la independencia de un Estado
sudamericano era intolerable.
Para Chile en cambio, se desprende una necesidad imperiosa, y ello a la luz del
imperativo comercial impuesto por la naciente estructura económica chilena fuertemente
dependiente de los recursos mineros, de establecer un presencia, ya no solo de hecho en
territorio peruano y más allá del paralelo 23, sino que hacerlo in ius, en derecho. De esta
forma, la violación del tratado de 1874 justifica y legitima el fin de la vigencia del tratado
del 10 de agosto de 1866 el cual le entregaba a Bolivia un enclave en litoral del Pacífico.
La competencia bélica naval que se desata entre Chile y Perú en el período
inmediato al conflicto con España demuestra que el factor Fuerza comienza a ocupar un
rol preponderante en la rivalidad que hasta ese momento sólo estaba circunscrita a lo
comercial. El gobierno peruano al adquirir dos poderosas plataformas de guerra, el
Huáscar y la Independencia introducen un factor central en la ecuación de seguridad. De
esta forma, el equilibrio naval chileno-peruano se ve seriamente desbalanceado. En el
transcurso del año 1871 la administración de Federico Errázuriz Zañartu decidirá la
compra de dos plataformas navales con el fin de restablecer la paridad perdida34.
La supremacía naval peruana introducía una asimetría entre las potenciales
intenciones chilenas, su voluntad política en llevarla a cabo y sus capacidades materiales
permitiéndole alcanzar su objetivo. La muestra de fuerza realizada por naves peruanas
frente a la bahía de Mejillones a fines de 1872 demostrará, de alguna forma, el poder de
influencia que podría ejercer el estado peruano en caso de manifestar una voluntad
análoga.
El arribo del "Cochrane" en diciembre de 1874 tenderá a nivelar el balance del
principal instrumento de proyección de poder bélico regional, el naval. El poder de fuego
del Cochrane quedará demostrado el 8 de octubre de 1879 en Punta de Angamos al
doblegar al Huáscar. De esta forma, la adquisición de la supremacía naval permitirá a Chile
proyectar no solo una capacidad de fuego a lo largo de la costa, sino que además de
proyectar una capacidad bélica permitiéndole conquistar y ocupar vastos territorios
gracias a la movilidad estratégica que dicha capacidad le entregaba.
34
La autorización es acordada por el congreso el 28 de diciembre de 1871, Sesiones Extraordinarias de 1871,
2, Congreso, cámara de diputados, pp. 511-512.
Las consecuencias políticas y económicas de la Guerra del Pacifico son
ampliamente conocidas.
Una vez absorbidos los territorios del norte (1883 Tratado de Ancón; Tratado de
Paz con Bolivia 1904) Chile adopta una postura pro status quo, mientras que Perú y Bolivia
son identificados como potencias revisionistas. Argentina emerge como la gran la
amenaza, lo cual es representado por la carrera armamentista que ambos Estados
inauguran prontamente. Los Pactos de Mayo (1902), si bien no pondrán fin a esta
competencia bélica, oficializarán el surgimiento de una hostilidad chileno-argentina que se
alimentará a través del tiempo, en particular en la segunda mitad del siglo recién pasado y
que sellará una de las principales características de la percepción de amenaza chilena en
el siglo XX, su virtual encierro geoestratégico. Una asfixia geopolítica y geoestratégica que
dictará su posicionamiento por algo más de un siglo.
Durante la revolución de 1891, un hecho significativo demostrará hasta qué punto
la estructura geopolítica chilena era bicéfala.
La Escuadra Nacional, en aquel momento bajo las ordenes de una de las partes en
pugna, el Congreso, considera que el primer objetivo militar es la ocupación del norte
chileno, más precisamente de sus recursos mineros. Su objetivo era uno solo, "tomar
posesión de la rica zona salitrera, que sería la caja de caudales de la revolución". La
conquista de la zona salitrera debía permitir, por un lado contra con recursos financieros
para organizar su capacidad bélica, mientras que por otro lado, negar tales recursos al
régimen balmacedista.
Algunos años después, Alejandro Garland, intelectual peruano muy influyente en
los medios políticos peruanos en los albores del siglo XX en Perú, sostendrá:
"Argentina…sabe que si Chile no hubiera adquirido los millones de Tarapacá no
habría acumulado los armamentos que hoy día posee, y que ello le hubiera
permitido imponer la fronteras de los Andes...No existe argentino que no comprenda
que sin Tarapacá Chile sería impotente"35
Bibliografía
35
Garland, Alejandro., Los conflictos sudamericanos en relación con los Estados Unidos, Lima, Imprenta
Industrial, 1900, citada por Burr, Patrick., By Reason or Force, Chile and the Balancing of Power in South
America, 1830-1905, University of California Press, Barkley,1974, pp. 230.
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24 cm.
Varas, Antonio, Correspondencia de don Antonio Varas sobre la guerra del Pacífico /con
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