El pensamiento que tienen algunos de la filosofía es de asombro,
admiración, tienen una idea de que el labor es al increíble, mientras que algunos lo desprecian. Siendo seguidores de la ciencia, donde todo se demuestra y fue demostrado por varios años, están en contra de la filosofía alegando que es algo que no se pude demostrar. Siendo eso algo que no se puede demostrar. Lo incognoscible seria el concepto ideal de la filosofía. Las preguntas que se hacen en la filosofía son muy trascendentales, temas como el origen del hombre, su esencia, lo radical que viene a ser. Mientras que los conocimientos científicos son más particulares. La filosofía llega a propios chicos y niños, la ingenuidad, la curiosidad hacen que despierte su espíritu filosófico, las preguntas tan interesante e reflexivas hacen pensar a un adulto hasta el punto de que no tenga respuesta y se limite a dar respuestas convencionales eso hace que el niño con el tiempo pierde esa etapa filosófica. Así también como los locos y niños dicen la verdad, tienen una originalidad creadora. La filosofía se puede definir de varias maneras. Como que sea el conocimiento de lo ente cuanto ente es. Uno debería mantener despierta la razón, por la cual el pensamiento reflexivo será más amplio y no caerá en facilidades de explicación. El solo negar a la filosofía ya se estaría tomando una postura filosófica, la negación es una manera de pensar filosófica también por lo tanto debería justificarse, pero eso sería algo difícil, ya que no es algo que se pueda demostrar. Los orígenes de la filosofía: Factores geográficos, factor religioso, la ausencia de un libro sagrado que gracias a ello no sobresalió una dogma; factores políticos, el desorden y el caos de que gobierno sería el más adecuado llevo a la participación de los ciudadanos con la democracia; la esclavitud que propicio que a algunos individuos a pensar, admira y contemplar lo que ve a su alrededor. Esto llevo a un proceso donde se dejaría la imaginación y se daría paso a la razón. Pasaron por varias etapas de los primero filósofos hasta el más actual, como platón, Sócrates, etc. El asombro fue el brote que ayudo a la apuración de la filosofía, la antiguos pensadores contemplaron todo a su alrededor. Hubo muchos factores que propiciaron su origen Una vez que he satisfecho mi asombro y admiración con el conocimiento de lo que existe, pronto se anuncia la duda. A buen seguro que se acumulan los conocimientos, pero ante el examen crítico no hay nada cierto. Las percepciones sensibles están condicionadas por nuestros órganos sensoriales y son engañosas o en todo caso no concordantes con lo que existe fuera de mí independientemente de que sea percibido o en sí. Nuestras formas mentales son las de nuestro humano intelecto. Se enredan en contradicciones insolubles. Por todas partes se alzan unas afirmaciones frente a otras. Filosofando me apodero de la duda, intento hacerla radical, mas, o bien gozándome en la negación mediante ella, que ya no respeta nada, pero que por su parte tampoco logra dar un paso más, o bien preguntándome dónde estará la certeza que escape a toda duda y resista ante toda crítica honrada. Muchos filósofos como Descartes con su duda metódica pusieron a pensar a uno si existe, el pensar que si uno no existe no pensaría. O en el caso de los estoicos, donde el placer era el bien supremo y así muchos tomaban algo que se la esencia de la cosa, buscar la felicidad del hombre, poner a prueba su conocimiento. Las situaciones limites no llevan al límite, es cuando el asombro y de la duda del origen van más profundo aun. La filosofía carece de resultados universalmente válidos y susceptibles a ser sabidos y poseídos, mientras que las ciencias dominan conocimientos imperiosamente ciertos y universalmente aceptados. La filosofía a pesar de sus esfuerzos no ha podido alcanzar a las ciencias, ya que en ella no hay unanimidad acerca de lo conocido, ni tiene un carácter progresivo para lograrlo. La dominación de la naturaleza y la sociedad humana deben garantizar la existencia. Jaspe dice no podemos escapar de la filosofía, ya que esta se encuentra en todo lo que hacemos, que si además decidamos rechazar la filosofía, estaremos profesando también una filosofía, pero sin ser conscientes de ella. Platón y Aristóteles partieron de la admiración en busca de la esencia del ser. Descartes buscaba en medio de la serie sin fin de lo incierto la certeza imperiosa. Los estoicos buscaban en medio de los dolores de la existencia la paz del alma. El deseo es de lograr un suelo seguro, de la profundidad del ser, de eternizarse. Cuando ya conozco viene la duda, ya que ante un examen crítico no hay nada cierto. Cada conocimiento ligado a nuestros sentidos puede ser un engaño. Da el ejemplo de esto en la frase de Descartes: “pienso, luego existo”, donde se pone en duda hasta la existencia, pero no el pensar. Después de todo este proceso es cuando me doy cuenta de que no he pensado en mí mismo en mi situación. Es decir de manera resumida Jasper dice que el origen del filosofar reside en la admiración, en la duda, en la conciencia de estar perdido. Es decir, comienza el filosofar con una conmoción total del hombre y siempre trata de salir del estado de turbación hacia una meta. Únicamente con comunicación se realizara otra verdad. Así se demuestra que la filosofía hoy y siempre tiene su esencia en la coparticipación. En estos tiempos, que representan un corte radical en la historia debido a todos sus cambios. Jasper dice que existe una condición fundamental a la que estos tres orígenes (la admiración y el conocimiento; la duda y la certeza; el sentirse perdido o angustiado y el encontrarse a sí mismo resultan subordinados, y es la COMUNICACION ENTRE LOS HOMBRES. oda filosofía impulsa a la comunicación, la filosofía se expresa, y solamente en la comunicación se alcanza el objetivo de la filosofía LO CIRCUNVALANTE En qué consiste esto? Todas estas maneras de ver tienen, una cosa en común: interpretan el ser como algo que me hace frente como un objeto al cual me dirijo mentándolo. Este protofenómeno de nuestra existencia consciente es tan natural para nosotros, que apenas advertimos lo que tiene de enigmático, porque no preguntamos en absoluto por él. Lo que pensamos, aquello de que hablamos, es siempre algo distinto de nosotros, es aquello a que nosotros, los sujetos, estamos dirigidos como algo que nos hace frente, los objetos. Cuando hacemos de nosotros mismos el objeto de nuestro pensamiento, nos convertimos, por decirlo así, en algo distinto de nosotros, y a la vez seguimos existiendo como un yo pensante que lleva a cabo esta actividad de pensarse a sí mismo, pero que sin embargo no puede pensarse adecuadamente como objeto, porque es siempre de nuevo el supuesto de todo volverse algo objeto. Llamamos a este descubrimiento fundamental, de nuestra existencia pensante, la separación del sujeto y el objeto. En esta separación existimos constantemente cuando estamos despiertos y somos conscientes. Podemos movernos con nuestro pensamiento y volvernos con él como y adonde queremos: lo cierto es que en dicha separación siempre estamos dirigidos a algo objetivo, sea el objeto la realidad de nuestra percepción sensible, sea el pensamiento de objetos ideales, como los Así pues, está todo objeto, todo contenido del pensamiento, inserto en la doble separación. Está primero en relación a mí, el sujeto pensante, y segundo en relación a otros objetos. En cuanto contenido del pensamiento no puede serlo nunca todo, nunca el conjunto del ser, nunca el ser mismo. Todo ser pensado significa ser destacado sobre el fondo de lo Circunvalante. Es algo en cada caso particular lo que hace frente tanto al yo como a los demás objetos LA IDEA DE DIOS Cuando el hombre renuncia plena y totalmente a sí mismo y a sus propias metas, puede mostrársele esta realidad como la única realidad. Pero no se le muestra antes, no abstractamente, sino sólo sumiéndose en la existencia del mundo, donde se muestra por primera vez en el límite. Las palabras de Jeremías son ásperas palabras. Ya no están vinculadas a una voluntad de acción histórica en el mundo, la cual existió antes a lo largo de la vida, para hacer posible a la postre, y a través de tan perfecto fracaso, únicamente semejante experiencia. Esas palabras hablan simplemente, sin fantasías, y contienen una insondable verdad, justo porque renuncian a todo contenido de la enunciación, a toda consolidación en el mundo. La idea de dios en la filosofía es más un problema que fue tocado en la edad media y que ahora sigue tocándose, tal es el caso de San Agustín de Hipona, que decía que la razón estaba subordinada a la razón; o Santo Tomas de Aquino que la fe y la razón se complementan una a la otra La cuestión de Dios se discute sobre la base de proposiciones contradictorias, que vamos a recorrer una tras otra. La tesis teológica es ésta: de Dios sólo podemos saber porque Él se ha revelado desde los profetas hasta Jesús. Sin revelación no tiene Dios realidad para el hombre. No en el pensamiento, sino en la fidelidad a la fe es accesible Dios. EL REQUERIMIENTO INCONDICIONAL
Raras son las figuras filosóficas que sin pertenecer
esencialmente a una comunidad de fe de este mundo, y levantándose sólo sobre sí mismas ante Dios, realizaron el apotegma de que filosofar es aprender a morir. Séneca, que había esperado durante años la sentencia de muerte, superó sus prudentes esfuerzos por salvarse, de suerte que finalmente ni se negó entregándose a acciones indignas, ni perdió el dominio de sí, cuando Nerón pidió su muerte. Boecio murió inocente, de una muerte a que le condenó un bárbaro, filosofando con la conciencia serena, vuelto hacia el verdadero ser. Bruno superó sus dudas y su entregarse a medias a la alta resolución de una resistencia tan inconmovible como desinteresada, hasta montar a la hoguera. La cuestión es si puede concebirse en una forma exhaustiva el hombre en general por aquello que es posible saber de él. O bien si el hombre es por encima de esto algo, digamos una libertad, que se sustrae, a todo conocimiento objetivo, pero que le está presente como inextirpable posibilidad. De hecho es el hombre accesible para sí mismo de un doble modo: como objeto de investigación y como "existencia" de una libertad inaccesible a toda investigación. En un caso hablamos del hombre como de un objeto; en el otro caso, de ese algo no objetivo que es el hombre y de que éste se interioriza cuando es propiamente consciente de sí mismo. Lo que es el hombre no podemos agotarlo en un saber de él, sino sólo experimentarlo en el origen de nuestro pensar y obrar. El hombre es radicalmente más que lo que puede saber de sí. La ciencia crítica enseña en el curso de su progreso que no sólo toda imagen del mundo ha caído hasta aquí hecha pedazos como falsa, sino que las unidades sistemáticas del conocimiento que son de hecho sendos temas de las ciencias difieren múltiple y esencialmente por sus raíces. Esto tiene lugar tanto más claramente cuanto más fecundo resulta el conocimiento. Mientras que las unidades te vuelven más universales —ante todo en la física—, tanto más decisivos se revelan los saltos que hay que dar entre ellas, entre el mundo físico, el mundo de la vida, el mundo del alma, el mundo del espíritu. Cierto que estos mundos se hallan en conexión. Están ordenados en una serie gradual, de tal suerte que la realidad de los grados posteriores presupone para existir la de los anteriores, mientras que la realidad de los anteriores parece poder tener lugar sin la de los posteriores, como, por ejemplo, no hay vida sin materia, pero sí materia sin vida. Se han hecho intentos vanos para derivar los posteriores de los anteriores; en ningún caso se ha conseguido a la postre sino que saliera a luz con mayor claridad el salto. El todo uno del mundo al que pertenecen todas las unidades que puede investigar el conocimiento, no es él mismo una unidad que pudiera someterse digamos a una teoría universal, o que como una Idea pudiera iluminar por adelantado la investigación. No hay una imagen del mundo, sino sólo una sistematización de las ciencias. Cuando el que filosofa enuncia esos principios de fe, se trata de algo análogo a una confesión. El filósofo no debe utilizar su no saber para sustraerse a toda respuesta. Filosóficamente permanecerá sin duda cauto, repitiendo: no sé; tampoco sé si creo; pero semejante fe, la expresada en semejantes principios, me parece tener sentido, y quisiera atreverme a creer así y tener la energía de vivir de esta fe. En el filosofar siempre habrá, por ende, una tensión entre lo visiblemente indeciso del enunciar fluctuante y la realidad de la conducta decidida. Tampoco debemos hacer de la historia la divinidad. No necesitamos asentir a la sentencia atea de que la historia universal es el juicio universal. La historia no es una última instancia. Fracasar no es un argumento en contra de la verdad pues se halla fundada en la trascendencia. Cruzando transversalmente la historia y apropiándonosla así, echamos el ancla en la eternidad. Nosotros somos semejantes lepidópteros y estamos perdidos cuando dejamos de buscar la orientación de la tierra firme. Pero no nos contentamos con permanecer en ella. Por eso es nuestro aletear tan inseguro y quizá tan ridículo para aquellos que están bien sentados en la tierra firme y satisfecha, y sólo somos comprensibles para aquellos de quienes se ha apoderado la inquietud. Para éstos se convierte el mundo en punto de partida de ese vuelo del que todo depende, que cada cual tiene que iniciar por sí y osar en comunidad, y que en cuanto tal nunca puede volverse objeto de una doctrina propiamente dicha. La multiplicidad de las manifestaciones de la filosofía es extraordinaria. Los Upanichads se pensaron en las aldeas y bosques de la India, en una soledad apartada del mundo, o en la íntima convivencia de maestros y discípulos; Kautilya pensó siendo un ministro que fundó un reino; Confucio, siendo un maestro que quería educar a su pueblo enseñándole la verdadera realidad política; Platón, siendo un aristócrata a quien le parecía imposible la actividad política a que estaba destinado por su nacimiento en su comunidad, a causa de la corrupción moral de ésta; Bruno, Descartes, Spinoza, siendo hombres independientes que querían desnudar la verdad para ellos en un pensar solitario; Anselmo, siendo el cofundador de una realidad aristocrático-eclesiástica; Tomás, siendo un miembro de la iglesia; Nicolás de Cusa, el cardenal, en medio de la unidad de su vida eclesiástica y filosófica; Maquiavelo, siendo un avisado estadista; Kant, Hegel, Schelling, que eran profesores, en conexión con su actividad docente. Hacer de una filosofía pasada la nuestra es tan imposible como producir por segunda vez una antigua obra de arte. Sólo se puede engañosamente copiarla. No tenemos, como los lectores piadosos de la Biblia, un texto en que poseamos la verdad absoluta. Por eso amamos los viejos textos como amamos las viejas obras de arte, hundiéndonos en la verdad de los unos como en la verdad de las otras, acudiendo a ellos; pero siempre queda una lejanía, algo inasequible y algo inagotable, con lo que sin embargo constantemente vivimos, y por último algo en que nos encontramos con el manantial del filosofar actual. Pues el sentido del filosofar es la actualidad. No tenemos más que una realidad, aquí y ahora. Lo que por esquivez omitimos, nunca retorna, pero si nos dilapidamos, también perdemos el ser. Todo día es precioso: un instante puede serlo todo. Pecamos contra nuestra misión cuando nos perdemos en el pasado o en el futuro. Sólo a través de la realidad actual es accesible lo intemporal, sólo adueñándonos del tiempo llegamos allá donde se ha extinguido todo tiempo. En fin creo que de todo este resumen la filosofía es una ciencia que aporta a la sociedad en hacer que despierte su espíritu filosófico, saber que pasa a su alrededor, ponerse a preguntar ¿soy feliz? ¿Qué debo hacer con mi vida? ¿Cuál es el propósito de la vida de los seres humanos? ¿Cuál es nuestro origen? ¿Qué está mal en el mundo? , son algunas de las interrogantes que uno se podría hacer. El gran legado que dejo los filósofos anteriores tienen que seguir y seguir indagando, pero que al final sea para el bien de la sociedad.