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RESUMEN DE LA FILOSOFIA DE KARL JASPERS

El pensamiento que tienen algunos de la filosofía es de asombro,


admiración, tienen una idea de que el labor es al increíble,
mientras que algunos lo desprecian. Siendo seguidores de la
ciencia, donde todo se demuestra y fue demostrado por varios
años, están en contra de la filosofía alegando que es algo que
no se pude demostrar. Siendo eso algo que no se puede
demostrar. Lo incognoscible seria el concepto ideal de la
filosofía. Las preguntas que se hacen en la filosofía son muy
trascendentales, temas como el origen del hombre, su esencia,
lo radical que viene a ser. Mientras que los conocimientos
científicos son más particulares. La filosofía llega a propios
chicos y niños, la ingenuidad, la curiosidad hacen que despierte
su espíritu filosófico, las preguntas tan interesante e reflexivas
hacen pensar a un adulto hasta el punto de que no tenga
respuesta y se limite a dar respuestas convencionales eso hace
que el niño con el tiempo pierde esa etapa filosófica. Así también
como los locos y niños dicen la verdad, tienen una originalidad
creadora. La filosofía se puede definir de varias maneras. Como
que sea el conocimiento de lo ente cuanto ente es.
Uno debería mantener despierta la razón, por la cual el
pensamiento reflexivo será más amplio y no caerá en facilidades
de explicación.
El solo negar a la filosofía ya se estaría tomando una postura
filosófica, la negación es una manera de pensar filosófica
también por lo tanto debería justificarse, pero eso sería algo
difícil, ya que no es algo que se pueda demostrar.
Los orígenes de la filosofía:
Factores geográficos, factor religioso, la ausencia de un libro
sagrado que gracias a ello no sobresalió una dogma; factores
políticos, el desorden y el caos de que gobierno sería el más
adecuado llevo a la participación de los ciudadanos con la
democracia; la esclavitud que propicio que a algunos individuos
a pensar, admira y contemplar lo que ve a su alrededor. Esto
llevo a un proceso donde se dejaría la imaginación y se daría
paso a la razón. Pasaron por varias etapas de los primero
filósofos hasta el más actual, como platón, Sócrates, etc. El
asombro fue el brote que ayudo a la apuración de la filosofía, la
antiguos pensadores contemplaron todo a su alrededor. Hubo
muchos factores que propiciaron su origen
Una vez que he satisfecho mi asombro y admiración con el
conocimiento de lo que existe, pronto se anuncia la duda. A buen
seguro que se acumulan los conocimientos, pero ante el examen
crítico no hay nada cierto. Las percepciones sensibles están
condicionadas por nuestros órganos sensoriales y son
engañosas o en todo caso no concordantes con lo que existe
fuera de mí independientemente de que sea percibido o en sí.
Nuestras formas mentales son las de nuestro humano intelecto.
Se enredan en contradicciones insolubles. Por todas partes se
alzan unas afirmaciones frente a otras. Filosofando me apodero
de la duda, intento hacerla radical, mas, o bien gozándome en la
negación mediante ella, que ya no respeta nada, pero que por
su parte tampoco logra dar un paso más, o bien preguntándome
dónde estará la certeza que escape a toda duda y resista ante
toda crítica honrada.
Muchos filósofos como Descartes con su duda metódica
pusieron a pensar a uno si existe, el pensar que si uno no existe
no pensaría. O en el caso de los estoicos, donde el placer era el
bien supremo y así muchos tomaban algo que se la esencia de
la cosa, buscar la felicidad del hombre, poner a prueba su
conocimiento. Las situaciones limites no llevan al límite, es
cuando el asombro y de la duda del origen van más profundo
aun.
La filosofía carece de resultados universalmente válidos y
susceptibles a ser sabidos y poseídos, mientras que las ciencias
dominan conocimientos imperiosamente ciertos y
universalmente aceptados. La filosofía a pesar de sus esfuerzos
no ha podido alcanzar a las ciencias, ya que en ella no hay
unanimidad acerca de lo conocido, ni tiene un carácter
progresivo para lograrlo. La dominación de la naturaleza y la
sociedad humana deben garantizar la existencia.
Jaspe dice no podemos escapar de la filosofía, ya que esta se encuentra
en todo lo que hacemos, que si además decidamos rechazar la filosofía,
estaremos profesando también una filosofía, pero sin ser conscientes de
ella.
Platón y Aristóteles partieron de la admiración en busca de la
esencia del ser. Descartes buscaba en medio de la serie sin fin
de lo incierto la certeza imperiosa. Los estoicos buscaban en
medio de los dolores de la existencia la paz del alma. El deseo
es de lograr un suelo seguro, de la profundidad del ser, de
eternizarse. Cuando ya conozco viene la duda, ya que ante un
examen crítico no hay nada cierto. Cada conocimiento ligado a
nuestros sentidos puede ser un engaño. Da el ejemplo de esto
en la frase de Descartes: “pienso, luego existo”, donde se pone
en duda hasta la existencia, pero no el pensar. Después de todo
este proceso es cuando me doy cuenta de que no he pensado
en mí mismo en mi situación. Es decir de manera resumida
Jasper dice que el origen del filosofar reside en la admiración,
en la duda, en la conciencia de estar perdido. Es decir, comienza
el filosofar con una conmoción total del hombre y siempre trata
de salir del estado de turbación hacia una meta. Únicamente con
comunicación se realizara otra verdad. Así se demuestra que la
filosofía hoy y siempre tiene su esencia en la coparticipación. En
estos tiempos, que representan un corte radical en la historia
debido a todos sus cambios. Jasper dice que existe una
condición fundamental a la que estos tres orígenes (la
admiración y el conocimiento; la duda y la certeza; el sentirse
perdido o angustiado y el encontrarse a sí mismo resultan
subordinados, y es la COMUNICACION ENTRE LOS
HOMBRES. oda filosofía impulsa a la comunicación, la filosofía
se expresa, y solamente en la comunicación se alcanza el
objetivo de la filosofía
LO CIRCUNVALANTE
En qué consiste esto? Todas estas maneras de ver tienen, una
cosa en común: interpretan el ser como algo que me hace frente
como un objeto al cual me dirijo mentándolo. Este
protofenómeno de nuestra existencia consciente es tan natural
para nosotros, que apenas advertimos lo que tiene de
enigmático, porque no preguntamos en absoluto por él. Lo que
pensamos, aquello de que hablamos, es siempre algo distinto de
nosotros, es aquello a que nosotros, los sujetos, estamos
dirigidos como algo que nos hace frente, los objetos. Cuando
hacemos de nosotros mismos el objeto de nuestro pensamiento,
nos convertimos, por decirlo así, en algo distinto de nosotros, y
a la vez seguimos existiendo como un yo pensante que lleva a
cabo esta actividad de pensarse a sí mismo, pero que sin
embargo no puede pensarse adecuadamente como objeto,
porque es siempre de nuevo el supuesto de todo volverse algo
objeto. Llamamos a este descubrimiento fundamental, de
nuestra existencia pensante, la separación del sujeto y el objeto.
En esta separación existimos constantemente cuando estamos
despiertos y somos conscientes. Podemos movernos con
nuestro pensamiento y volvernos con él como y adonde
queremos: lo cierto es que en dicha separación siempre estamos
dirigidos a algo objetivo, sea el objeto la realidad de nuestra
percepción sensible, sea el pensamiento de objetos ideales,
como los
Así pues, está todo objeto, todo contenido del pensamiento,
inserto en la doble separación. Está primero en relación a mí, el
sujeto pensante, y segundo en relación a otros objetos. En
cuanto contenido del pensamiento no puede serlo nunca todo,
nunca el conjunto del ser, nunca el ser mismo. Todo ser pensado
significa ser destacado sobre el fondo de lo Circunvalante. Es
algo en cada caso particular lo que hace frente tanto al yo como
a los demás objetos
LA IDEA DE DIOS
Cuando el hombre renuncia plena y totalmente a sí mismo y a
sus propias metas, puede mostrársele esta realidad como la
única realidad. Pero no se le muestra antes, no abstractamente,
sino sólo sumiéndose en la existencia del mundo, donde se
muestra por primera vez en el límite. Las palabras de Jeremías
son ásperas palabras. Ya no están vinculadas a una voluntad de
acción histórica en el mundo, la cual existió antes a lo largo de
la vida, para hacer posible a la postre, y a través de tan perfecto
fracaso, únicamente semejante experiencia. Esas palabras
hablan simplemente, sin fantasías, y contienen una insondable
verdad, justo porque renuncian a todo contenido de la
enunciación, a toda consolidación en el mundo.
La idea de dios en la filosofía es más un problema que fue tocado
en la edad media y que ahora sigue tocándose, tal es el caso de
San Agustín de Hipona, que decía que la razón estaba
subordinada a la razón; o Santo Tomas de Aquino que la fe y la
razón se complementan una a la otra
La cuestión de Dios se discute sobre la base de proposiciones
contradictorias, que vamos a recorrer una tras otra. La tesis
teológica es ésta: de Dios sólo podemos saber porque Él se ha
revelado desde los profetas hasta Jesús. Sin revelación no tiene
Dios realidad para el hombre. No en el pensamiento, sino en la
fidelidad a la fe es accesible Dios.
EL REQUERIMIENTO INCONDICIONAL

Raras son las figuras filosóficas que sin pertenecer


esencialmente a una comunidad de fe de este mundo, y
levantándose sólo sobre sí mismas ante Dios, realizaron el
apotegma de que filosofar es aprender a morir. Séneca, que
había esperado durante años la sentencia de muerte, superó sus
prudentes esfuerzos por salvarse, de suerte que finalmente ni se
negó entregándose a acciones indignas, ni perdió el dominio de
sí, cuando Nerón pidió su muerte. Boecio murió inocente, de una
muerte a que le condenó un bárbaro, filosofando con la
conciencia serena, vuelto hacia el verdadero ser. Bruno superó
sus dudas y su entregarse a medias a la alta resolución de una
resistencia tan inconmovible como desinteresada, hasta montar
a la hoguera. La cuestión es si puede concebirse en una forma
exhaustiva el hombre en general por aquello que es posible
saber de él. O bien si el hombre es por encima de esto algo,
digamos una libertad, que se sustrae, a todo conocimiento
objetivo, pero que le está presente como inextirpable posibilidad.
De hecho es el hombre accesible para sí mismo de un doble
modo: como objeto de investigación y como "existencia" de una
libertad inaccesible a toda investigación. En un caso hablamos
del hombre como de un objeto; en el otro caso, de ese algo no
objetivo que es el hombre y de que éste se interioriza cuando es
propiamente consciente de sí mismo. Lo que es el hombre no
podemos agotarlo en un saber de él, sino sólo experimentarlo en
el origen de nuestro pensar y obrar. El hombre es radicalmente
más que lo que puede saber de sí.
La ciencia crítica enseña en el curso de su progreso que no sólo
toda imagen del mundo ha caído hasta aquí hecha pedazos
como falsa, sino que las unidades sistemáticas del conocimiento
que son de hecho sendos temas de las ciencias difieren múltiple
y esencialmente por sus raíces. Esto tiene lugar tanto más
claramente cuanto más fecundo resulta el conocimiento.
Mientras que las unidades te vuelven más universales —ante
todo en la física—, tanto más decisivos se revelan los saltos que
hay que dar entre ellas, entre el mundo físico, el mundo de la
vida, el mundo del alma, el mundo del espíritu. Cierto que estos
mundos se hallan en conexión. Están ordenados en una serie
gradual, de tal suerte que la realidad de los grados posteriores
presupone para existir la de los anteriores, mientras que la
realidad de los anteriores parece poder tener lugar sin la de los
posteriores, como, por ejemplo, no hay vida sin materia, pero sí
materia sin vida. Se han hecho intentos vanos para derivar los
posteriores de los anteriores; en ningún caso se ha conseguido
a la postre sino que saliera a luz con mayor claridad el salto. El
todo uno del mundo al que pertenecen todas las unidades que
puede investigar el conocimiento, no es él mismo una unidad que
pudiera someterse digamos a una teoría universal, o que como
una Idea pudiera iluminar por adelantado la investigación. No
hay una imagen del mundo, sino sólo una sistematización de las
ciencias. Cuando el que filosofa enuncia esos principios de fe,
se trata de algo análogo a una confesión. El filósofo no debe
utilizar su no saber para sustraerse a toda respuesta.
Filosóficamente permanecerá sin duda cauto, repitiendo: no sé;
tampoco sé si creo; pero semejante fe, la expresada en
semejantes principios, me parece tener sentido, y quisiera
atreverme a creer así y tener la energía de vivir de esta fe. En el
filosofar siempre habrá, por ende, una tensión entre lo
visiblemente indeciso del enunciar fluctuante y la realidad de la
conducta decidida.
Tampoco debemos hacer de la historia la divinidad. No
necesitamos asentir a la sentencia atea de que la historia
universal es el juicio universal. La historia no es una última
instancia. Fracasar no es un argumento en contra de la verdad
pues se halla fundada en la trascendencia. Cruzando
transversalmente la historia y apropiándonosla así, echamos el
ancla en la eternidad. Nosotros somos semejantes lepidópteros
y estamos perdidos cuando dejamos de buscar la orientación de
la tierra firme. Pero no nos contentamos con permanecer en ella.
Por eso es nuestro aletear tan inseguro y quizá tan ridículo para
aquellos que están bien sentados en la tierra firme y satisfecha,
y sólo somos comprensibles para aquellos de quienes se ha
apoderado la inquietud. Para éstos se convierte el mundo en
punto de partida de ese vuelo del que todo depende, que cada
cual tiene que iniciar por sí y osar en comunidad, y que en cuanto
tal nunca puede volverse objeto de una doctrina propiamente
dicha.
La multiplicidad de las manifestaciones de la filosofía es
extraordinaria. Los Upanichads se pensaron en las aldeas y
bosques de la India, en una soledad apartada del mundo, o en
la íntima convivencia de maestros y discípulos; Kautilya pensó
siendo un ministro que fundó un reino; Confucio, siendo un
maestro que quería educar a su pueblo enseñándole la
verdadera realidad política; Platón, siendo un aristócrata a quien
le parecía imposible la actividad política a que estaba destinado
por su nacimiento en su comunidad, a causa de la corrupción
moral de ésta; Bruno, Descartes, Spinoza, siendo hombres
independientes que querían desnudar la verdad para ellos en un
pensar solitario; Anselmo, siendo el cofundador de una realidad
aristocrático-eclesiástica; Tomás, siendo un miembro de la
iglesia; Nicolás de Cusa, el cardenal, en medio de la unidad de
su vida eclesiástica y filosófica; Maquiavelo, siendo un avisado
estadista; Kant, Hegel, Schelling, que eran profesores, en
conexión con su actividad docente.
Hacer de una filosofía pasada la nuestra es tan imposible como
producir por segunda vez una antigua obra de arte. Sólo se
puede engañosamente copiarla. No tenemos, como los lectores
piadosos de la Biblia, un texto en que poseamos la verdad
absoluta. Por eso amamos los viejos textos como amamos las
viejas obras de arte, hundiéndonos en la verdad de los unos
como en la verdad de las otras, acudiendo a ellos; pero siempre
queda una lejanía, algo inasequible y algo inagotable, con lo que
sin embargo constantemente vivimos, y por último algo en que
nos encontramos con el manantial del filosofar actual. Pues el
sentido del filosofar es la actualidad. No tenemos más que una
realidad, aquí y ahora. Lo que por esquivez omitimos, nunca
retorna, pero si nos dilapidamos, también perdemos el ser. Todo
día es precioso: un instante puede serlo todo. Pecamos contra
nuestra misión cuando nos perdemos en el pasado o en el futuro.
Sólo a través de la realidad actual es accesible lo intemporal,
sólo adueñándonos del tiempo llegamos allá donde se ha
extinguido todo tiempo. En fin creo que de todo este resumen la
filosofía es una ciencia que aporta a la sociedad en hacer que
despierte su espíritu filosófico, saber que pasa a su alrededor,
ponerse a preguntar ¿soy feliz? ¿Qué debo hacer con mi vida?
¿Cuál es el propósito de la vida de los seres humanos? ¿Cuál
es nuestro origen? ¿Qué está mal en el mundo? , son algunas
de las interrogantes que uno se podría hacer. El gran legado que
dejo los filósofos anteriores tienen que seguir y seguir
indagando, pero que al final sea para el bien de la sociedad.

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