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CIENCIA SIN FUTURO

La reforma educativa modificó los artículos 3 y 73 constitucionales y estableció


un nuevo marco para la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI). El asunto
pasó mayormente desapercibido, pero amerita reflexión. El nuevo artículo 3º
constitucional reconoce el derecho humano a gozar de los beneficios del
desarrollo de la ciencia y la innovación tecnológica. ¡Enhorabuena! Además, se
incluyeron dos obligaciones adicionales para el Estado: proporcionar recursos y
estímulos para la investigación e innovación científica, humanística y
tecnológica, así como garantizar el acceso abierto a la información que deriva de
la ciencia. México se suma así a una creciente tendencia global que considera a la
ciencia como un bien público y rompe el paradigma de publicaciones científicas
de alto costo. La reforma también facultó al Congreso para expedir en 2020 una
nueva ley general en la materia. Su negociación confrontará diversas visiones
sobre el quehacer científico y su arquitectura institucional. Ojalá podamos
construir un sistema nacional de CTI descentralizado y con amplios espacios de
participación. Todo lo anterior puede parecer palabrería vana. No es así. Supone
el reconocimiento constitucional del papel central que tiene la CTI para el futuro
del país. México necesita de la ciencia para hacer frente a los desafíos del siglo
XXI, y aprovechar los nuevos conocimientos y tecnologías que transformarán la
estructura de la sociedades en las próximas décadas. Solo como ejemplo,
consideramos el impacto que tendrán en la vida de millones de personas la
inteligencia artificial y los nuevos materiales, así como los avances en la
genética, la biología, la medicina o la robótica. O avanzamos en la construcción
de una sociedad del conocimiento, o la historia nos dejará atrás y solo veremos
cómo se ensanchan las brechas de desigualdad. Por ello, sorprende la escueta
referencia —cinco líneas— que el Plan Nacional de Desarrollo dedica a la
ciencia. Se olvida que es el gran habilitador para lograr los objetivos que plantea
el propio PND. Sin ciencia difícilmente lograremos un crecimiento sustentable e
inclusivo. El asunto se vuelve más dramático si consideramos el efecto que las
medidas de austeridad tendrán en las instituciones gubernamentales dedicadas a
la investigación. El golpe para los Centros Públicos de Investigación, los
Institutos Nacionales de Salud, el Instituto Politécnico Nacional, el Centro de
Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) o el Colegio de México
(Colmex) es duro y puede dar al traste con décadas de construcción institucional.
Resulta paradójico que al mismo tiempo que se reconoce en la Constitución el
valor de la ciencia, las medidas de astringencia presupuestal aplicadas sin
ponderación deterioran nuestras instituciones científicas. Se trata de alcanzar una
austeridad eficiente sin ahogar el quehacer científico. Aún es tiempo que
prevalezca el buen sentido. * Director e investigador del Cide

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