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CRÓNICA DE UNA VIDA ANUNCIADA

JUAN MANUEL FRAILE PIÑARETE

SEMINARIO REDEMPTORIS MATER

LECTO ESCRITURA 1

MEDELLÍN, ANTIOQUIA

2019
Cuando se habla de la familia, de la parte personal de cada persona, es difícil en ciertos casos

recordar los acontecimientos con sumo detalle, pero existen momentos que nunca se olvidan o

instantes que nunca pasarán desapercibidos.

En la efervescente frescura de aquel 23 de julio cuando corría el inevitable ocaso de los 80s, una

alta mujer, bautizada con el nombre de María Teresa Guevara, con semblante algo sombrío y de

facciones sumamente finas y delicadas como el rocío matutino que presenta la vegetación

cuando surge la alborada, comienza a experimentar en su tallado y perfilado cuerpo, tedios

coligados a molestias sin recuerdos cercanos, únicamente allegados a los del embarazo pero en

ese momento, ella no los asociaba a nada de este dignificante tema; sus manos estriadas, como si

el correr del tiempo hubiera acaecido primero sobre ellas, a través del oficio de lavar ropa a

familias adineradas, con el peso a sus espaldas de sacar adelante a dos hijos, que por el entorno

donde han vivido y crecido se creería que serán seres humanos despreciables, lo que tacha una

sociedad de marginados. El barrio llamado los Laches, ubicado en la parte baja de los cerros

orientales de Bogotá, es famoso por la delincuencia y la violencia constante que allí se presenta,

como aquellas épocas de sangrienta violencia entre los bandoleros de los 50’s o los mismos

conservadores y liberales. Allá mismo, se gesta la esperanza, que, por el amor de Teresa hacia

sus hijos, y su misma necesidad de verlos con vida, haga lo que sea por ello.

En esa misma mañana, sin saber aún de la nueva vida que se gesta en ella, sale a trabajar como

de costumbre, esperando que ese día sea diferente a los anteriores y pueda regalarles a sus hijos,

Luis y Stiven de seis y siete años respectivamente, algo de la alegría que la caracteriza y que las

tristezas y los problemas no sean como olas en el mar que se llevan todo a su paso. Como de

costumbre, baja hacia la Caracas, una avenida concurrida de gente y de humo dañino, incapaz de

llevar un buen ritmo de respiración, sofocando su mente en ciertos recuerdos dolorosos, cual
punzada en el alma, como el abandono de su esposo por una situación de precariedad que ella no

buscó, o los maltratos psicológicos que recibió de su familia al enterarse de su primer embarazo;

pero su alegría la llena de nuevo y la enuncia en una sonrisa sostenida por sus hijos que son luces

de faros brillantes en medio de una oscuridad que ha querido alcanzarla por medio de dichos

acontecimientos. Al llegar a la parada del bus que la llevará su destino, observa las personas en

tumulto, como un panal de abejas, frente al paradero y una mujer con traje estirado, en tono de

afán y discordia le dice: -Deme permiso-, y aun así alcanza a ser golpeada por el bolso de la

dama, y lo único que puede hacer Teresa es quedarse inmóvil mientras comienza a experimentar

mareos y nauseas al momento de comenzar su ascenso al bus de aquel transporte irónicamente

creado para facilitar la movilidad en la ciudad y donde solo ve como las personas ahogadas por

el afán y el estrés de otras va llenando el bus que la llevara a su destino. Justifica su malestar

debido a la mala alimentación que ha tenido que pasar en los últimos días por no dejar su

progenie sin comer además de no ganar lo suficiente para adquirir comida suficiente, pero en

realidad, la criatura que llevaba en su vientre comenzaba a dar sus primeros signos de vida,

incomodando un poco el inicio de su día.

Pasan cuarenta y cinco minutos, desde que tomó aquel bus hasta su destino, donde la esperan dos

niños a los que cuida todo el día como si fueran propios, mientras les lava su ropa, les da de

comer y su día a día es igual, mientras llegan los patrones. Son las 6:00 p.m. y llegando a casa se

encuentra con sus niños, dispuesta a pesar de su cansancio, a darles un cariño faltante durante la

jornada, pero llega aquel momento donde aquellas fatigas por el embarazo desconocido hacen su

trabajo y no puede continuar, siente un cansancio tal como si cargara a los cuatro niños en sus

brazos al tiempo, siente la pesadez de la gestación anónima en su cuerpo sin pretender dejarse

llevar por aquellos abruptos e inquietantes sentimientos de miedo que le anuncian que algo anda
mal, mientras los niños se miran entre si murmurando cada uno: -¿Qué le pasará?-, a lo que ella

alcanzando a oír les responde: -nada, ustedes sigan con sus tareas que bien atrasados que si van-,

y como contra respuesta le dice Luis, el mayor: -Sumerce, ¿segura está bien?, está como pálida-,

a lo que Teresa responde con un tono más duro: - ¡ Que sí ! ¿¿¿No me oyó??? estoy bien no

moleste -, a lo que el niño solo responde con una mirada al suelo y girándose lentamente hacia el

frente; aunque en su interior su madre sabía que no lo estaba y decide ir al médico al día

siguiente.

Pasa la noche, en medio de una incertidumbre riesgosa y Teresa casi no ha podido dormir,

expectante y llena de telarañas en su cabeza con pensamientos de lo que pueda ocurrir con sus

niños si ella llegase a morir.

Un día más en la vida de todos y cada uno parte a sus labores, excepto por Teresa que va directo

al médico a salir de esas inquietantes ideas de algo que no la deja en paz. En su rostro se

vislumbran las agotadas horas que no pudo dormir, la intranquilidad mientras es su anhelado

turno, pero…por fin la llaman al Consultorio 3 del Hospital de la Misericordia, que queda a unos

pocos minutos de su casa y puede llegar a pie o en bus pero la situación no está para hacer

semejantes gastos tan innecesarios; y entonces es ahí cuando su corazón se acelera en mil

revoluciones por minuto, como un barco a toda marcha, mientras sus pies van arrastrando el peso

de la inseguridad en aquellos viejos y gastados zapatos de cuero negro y gastado, que es lo más

distinguido que puede usar para citas médicas o ir a misa cada domingo. Después de unos

minutos, entre exámenes y preguntas incómodas para ella, vuelve el doctor con una sonrisa

apenas dibujada en su rostro, le da la buena noticia entre pausas cortas y largas que sus

malestares se deben a una criatura que lleva en su vientre.


Enmudecida por aquella inesperada noticia, logra unir palabras, atascadas en su mente como un

montón de hilos enredados en una caja de costura, siendo el médico el único capaz de medio

entender lo que decía la mujer que, siendo este su tercer embarazo, entraba en temor por su

situación, a lo que decía:

-Yo…yo…no puedo estar embarazada de nuevo…es que no…con dos niños al hombro no

podré con un tercero, apenas si me alcanza para nosotros tres y las cositas de la

casa…doctor ahí debe estar mal eso, revise bien hágame el favor – .

-No hay errores Sra. Guevara, usted está embarazada…tiene aproximadamente 2 semanas

de embarazo – y con una sonrisa le dice – recuerde que cada niño trae su pan debajo del

brazo.

Y así comenzaba a tornarse en desesperación aquella tarde de Julio, con el sol comenzando a

ocultarse, así como la alegría de Teresa y su rostro apabullado, por tan magna noticia, se tornaba

pálido y sin respuesta alguna para el doctor o para la enfermera que lo acompañaba.

En sus pensamientos solo había preguntas, la mayoría sin respuesta, pero tenía claro que no daría

su brazo a torcer y que de alguna forma el divino niño la ayudaría a salir de esta. Como buena

mujer católica que es, al pasar al frente de una iglesia, mientras el bus, con un ambiente

altamente contrastado de personas felices, parejas sonriendo, personas mayores mirando en la

lejanía del horizonte de asfalto y polvo, entre el humo y las bocinas estridentes de los demás

vehículos queriéndose abrir paso por aquella selva de cemento; hacía su recorrido habitual con

un aviso de madera corroída y destrozada por el tiempo, que describía la ruta de Centro, Cll. 19,

LOS LACHES, se persignó, cerró sus ojos y dijo en medio de susurros entre los dientes y

apretando con la mano derecha con fuerza el rosario que llevaba:


-Ay Señor Dios, esto no puede pasar, no quiero abortar a este bebe, pero tengo mucho

miedo de todo lo que viene y sin tener de donde sacar para que comamos todos…dame

una señal de que debo de hacer…Virgencita linda, ayúdame que tu hijito Diosito me

escuche y no me deje sola…

Todo esto la lleva a buscar a su mejor amiga y que además es vecina de esta a consultarle, pero

no sin antes rezar como alma en pena para que su amiga la escuchara y le ayudara y también el

modo de decirle a sus hijos. En el fondo Teresa sabía que ellos estaban preocupados por su salud,

pero no quería alarmarlos ni despertar sospecha del embarazo.

Golpeó a la puerta de Gloria, su vecina y su única reacción fue llorar al instante, queriendo

expresar que las lágrimas eran las únicas herramientas que tenia a su alcance para sacar aquella

angustia que sentía que la ahogaba y que de alguna manera la desesperaba. Gloria, apenas la vio

la abrazó y le preguntó: - ¿mija que me le pasó? ¿Qué me le hicieron? -. Teresa no respondió,

sino que antes lloró mas fuerte, y luego de varios abrazos y vasos de agua se tranquilizó y le

contó todo. Su confidente solo podía mirarla y asombrarse a través de gestos con las manos y la

boca, sabiendo que la situación ni en la economía, ni en el barrio ni en el país era fácil, en

especial ahora con el miedo colectivo que se percibía en las calles y comercio luego la infame

Masacre de la Rochela, que a pesar de que no fue propiamente en la capital, atrajo muchos

miedos y temores en la sociedad, hasta de confiar en los demás. Teresa y Gloria, se pusieron en

la tarea de averiguar empleos tanto de medio tiempo como de tiempo completo en lo que fuera

con tal de conseguir un puesto fijo y pensar en un futuro prometedor para los suyos. El tiempo

pasa y al igual que los días pasan presurosamente, las ilusiones se acaban de la misma forma,

porque Teresa no tiene una formación académica adecuada, porque tampoco es joven y el

embarazo no le permite estar mucho tiempo de pie. Aquí ya han pasado tres meses de idas y
vueltas sobre el mismo eje; Luis y Stiven ya ven a la mama diferente, no solo emocionalmente,

sino en la parte física también la ven más repuestica, ahora se ve más robusta, sus mejillas se

tiñen de un rojo vistoso como una manzana, sus manos ya no se ven tan arrugadas ni se sienten

ásperas al contacto, come de más y no camina tanto como antes; así que intentan averiguar qué

sucede, cosa que no es fácil de lograr, porque su mama se refugia en que a parte de estar cansada

por el trabajo, admitirá que se ha descuidado un poco con la comida a pesar que no hay mucha,

pero dirá casi siempre que los patrones son generosos con ella, aunque en realidad sea Gloria

quien ayude mientras sucede un milagro.

Pasa el tiempo y un día Teresa reúne a sus hijos en la sala para decirles lo que pasa y el porqué

ahora esta diferente en los sentidos mas anglosajones y mas precisos que pueda decir y en

compañía de Gloria les dice que tendrán un hermano o hermana, aún nadie sabía y nadie quería,

no por odio o rechazo, sino por la angustia que se incrementará. Stiven es el primero en hablar y

con lo que dice y hace, ayuda a Teresa a sonreír de nuevo, y dándole una señal que eso era lo que

faltaba para no sentirse triste ni angustiada; el niño dijo, mientras la abrazaba: -te quiero mami, y

a mi hermano o hermana también-.

Con esto, Teresa entendía que la vida de cada uno de los que estaban con ella valía mucho mas

que las angustias vividas, sin empleo, con tres hijos, precariedad en salud y demás situaciones

que son parte de la vida y pidió ayuda por medio de la misma enfermera que estuvo cuando le

dieron la noticia de su embarazo. La enfermera de nombre Natalia, conocía a un matrimonio que

no pudo tener hijos, pero estaba deseando igualmente tener uno y su único medio era la

adopción.
Natalia, habló con Teresa y sabiendo que sería lo mejor para todos y para el bebé, se puso en

contacto con aquel matrimonio, siendo la señal más clara que podía recibir de Diosito y la

Virgencita como alguna vez le rogó tanto.

Todo se dio y el 26 de abril de 1990, nueve meses después de aquella fresca mañana donde

Teresa sin imaginar que sería mamá por tercera vez, dio a luz a un bebé que ha llenado de alegría

muchas vidas y que hizo de Teresa una mujer fuerte y valiente, de Natalia un ángel y de los

maravillosos padres de la criatura recién nacida, una tanda de bendiciones completamente en

función de mostrar el Amor de Dios a los demás. Actualmente el muchacho ya cumple 28 años,

ya es profesional en Diseño Gráfico y se está preparando para amar a las personas y al mundo

entero en un seminario, con el mismo amor que su vida desde su concepción ha sido llevada a

feliz término.

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