La anemia se define como una cantidad disminuida de glóbulos rojos, como una
concentración disminuida de hemoglobina en la sangre, o bien como un valor
de hematocrito más bajo que lo normal. En todos los casos, la medida más exacta para determinar la existencia de anemia lo da la determinación de la masa de hemoglobina circulante. Una medida de la concentración de hemoglobina bajo el quinto percentil para la edad y población determinadas confirma la existencia de esta condición. La Organización Mundial de la Salud ha establecido como parámetros de definición de anemia la existencia de una concentración de hemoglobina en la sangre de menos de 13 g/dL en hombres y mujeres post menopáusicas o menos de 12 g/dL en mujeres pre menopáusicas. La anemia no es una enfermedad, sino un signo clínico que puede estar originado por múltiples causas. Estas causas pueden clasificarse según la etiología (producción inadecuada o pérdida exagerada de glóbulos rojos), la forma de los glóbulos rojos (microcítica, normocítica o macrocítica), o por la presentación clínica (aguda o crónica). La deficiencia de hierro es la causa principal de anemia. Las enfermedades del aparato digestivo son la causa principal de la anemia crónica. Las personas que padecen anemia, independiente de su causa, pueden presentar cansancio, mareos y disnea. No obstante, si la anemia es leve, o de curso crónico, los síntomas pueden ser muy leves. Los signos que suele presentar son palidez de las mucosas, cara, uñas y pliegues palmares. De acuerdo con el recuento de reticulocitos, la anemia puede clasificarse en:
Anemia regenerativa. Con aumento de reticulocitos como respuesta a una pérdida de
glóbulos rojos, por ejemplo después de un sangramiento, o asociado a una enfermedad hemolítica. Anemia hiporegenerativa. Con reticulocitos normales o disminuidos, debido a un déficit en la producción de glóbulos rojos, ya sea por alteración de la médula ósea, por alguna deficiencia nutricional o asociada a enfermedades crónicas, inflamatorias, tumores y otras. La anemia en general, afecta sobre un 30% de la población mundial. Dependiendo de los grupos poblacionales considerados la prevalencia de la anemia puede variar entre un 2,9 a un 61%. En Estados Unidos, un 20% de los niños sufre de algún grado de anemia. La anemia por deficiencia de hierro afecta entre un dos y cinco por ciento de los hombres adultos y mujeres postmenopáusicas y hasta un 10% de las mujeres en edad fértil. Los síntomas y signos clínicos de la anemia se correlacionan con su intensidad y la rapidez de su instauración. Otros factores que pueden influir son la edad del paciente, su estado nutritivo, y la existencia de insuficiencia cardíaca o insuficiencia respiratoria previa. Los síntomas que se observan en la anemia aguda incluyen: debilidad (astenia), palpitaciones y falta de aire con el esfuerzo (disnea). También pueden aparecer síntomas cardiovasculares como taquicardia, disnea de esfuerzo marcada, angor, claudicación intermitente. En ocasiones se producen cambios de carácter que se manifiestan como irritabilidad, desinterés, tristeza y abatimiento. En la pérdida súbita de sangre por hemorragia aguda, sobre todo si es voluminosa y se pierde el 40% del volumen sanguíneo que equivale a 2 litros de sangre, predominan los síntomas de inestabilidad vascular por hipotensión, y aparecen signos de shock hipovolémico, tales como confusión, respiración de Kussmaul, sudoración y taquicardia. En la anemia crónica de mucho tiempo de evolución, muchos pacientes se adaptan a la situación y sienten muy pocos síntomas a menos que haya un descenso brusco en sus niveles de hemoglobina.
Diagnóstico de laboratorio análisis clínico: hemograma.
En medicina, el hemograma, CSC (Conteo Sanguíneo Completo) o biometría hemática es uno de los elementos de diagnósticos básicos. Es un cuadro de fórmulas sanguíneas en el que se expresan cantidad, proporción y variaciones de los elementos sanguíneos. Recoge:
cantidad de eritrocitos, hematocrito, hemoglobina e índices eritrocitarios,
recuento y fórmula leucocitaria, cantidad de plaquetas (en algunos laboratorios este valor no se incluye en el hemograma y debe ser solicitado aparte).
La dismorfia muscular o vigorexia es un trastorno mental en el que la persona se obsesiona
por su estado físico hasta niveles patológicos. Estas personas tienen una visión distorsionada de ellos mismos y se ven débiles y enclenques. Por este motivo, el trastorno incide directamente sobre su conducta alimentaria y sus hábitos de vida, y se caracteriza por realizar una actividad física extrema, abandonando las relaciones sociales y descuidando otros aspectos de su vida, para dedicar todo su tiempo a entrenar. La adicción al ejercicio se acompaña de una ingesta exagerada de proteínas y carbohidratos y el consumo abusivo de sustancias como esteroides anabolizantes, con el fin de aumentar la masa muscular y conseguir un cuerpo musculoso. Este trastorno también se conoce como complejo de Adonis o anorexia invertida. La vigorexia, que no está reconocida como enfermedad por la comunidad médica internacional, afecta mayoritariamente a hombres jóvenes, con edades comprendidas entre los 18 y los 35 años. Su incidencia es de 4 de cada 10 000 personas. La vigorexia puede estar ocasionada por problemas fisiológicos o emocionales, casi siempre relacionados con el entorno del enfermo. Los factores más relacionados con este problema son las obsesiones y la insatisfacción con la imagen corporal y parece que tienen mayor influencia en función del género, siendo más frecuente la obsesión en hombres y la insatisfacción con la imagen corporal en mujeres. Los problemas fisiológicos están asociados con trastornos en las hormonas y los mediadores de la transmisión electroquímica en el sistema nervioso central. En el caso de que este trastorno aparezca vinculado a la relación del paciente con su entorno, se encuentran implicados factores sociales, culturales y educativos, que influyen para que el individuo desarrolle un tipo de personalidad obsesiva. Existen dos tipos de manifestaciones:
La extrema actividad donde la cantidad de proteínas y carbohidratos consumidos es
excesiva, mientras que la cantidad de lípidos se reduce. Esto puede ocasionar alteraciones metabólicas importantes, sobre todo cuando el vigoréxico consume esteroides que ocasionan cambios de humor repentinos. Visformarse es una idea mortal. La baja autoestima, convulsiones, mareos, dolores de cabeza y taquicardias son síntomas de este desorden. Es más mortal que la anorexia y la bulimia, ya que el cuerpo humano solo puede soportar un período máximo de 6 meses con estos trastornos. Aunque esta es una enfermedad muy similar a la anorexia nerviosa, también se dan un número de diferencias muy importantes:
La autoimagen en la anorexia es de obesidad; en la vigorexia, es de debilidad, aunque en
algunos casos, existe la imagen de obesidad. En las mujeres, es más frecuente la anorexia y, por el contrario, los varones padecen más la vigorexia. En cuanto a la medicación, para la anorexia se usan laxantes y diuréticos; en la vigorexia, anabólicos. Naturalmente, los factores socioculturales (el culto al cuerpo) poseen un papel importante en estos trastornos, pero también hay ciertas alteraciones en los neurotransmisores cerebralesrelacionados con este tipo de patologías. El tratamiento debe ser emocional, ya que se debe intentar cambiar la conducta de la persona, su autoestima y su miedo excesivo al fracaso. La mejor medida para evitar estos trastornos, tanto vigorexia como anorexia y bulimia, es la prevención, ya que esto lo causa una obsesión por poseer el mejor físico, la mejor imagen ante la sociedad. La obsesión de estas personas por su imagen corporal les lleva a pasar un gran número de horas practicando deporte, habitualmente más de 8 horas al día, produciendo el aislamiento social o incluso el consumo de productos dopantes. El tratamiento de este trastorno, diagnosticado por Harrison G. Pope, es multidisciplinario, centrado sobre todo en terapias cognitivo - conductuales, destinadas a modificar la autoestima, la imagen corporal que el vigoréxico tiene de sí mismo y conductas tales como pesarse varias veces al día, entrenar muchas horas seguidas o ingerir gran variedad de suplementos alimenticios. Dismorfofobia es un trastorno de la percepción de la figura y valoración corporal que consiste en una preocupación exagerada por algún defecto inexistente en la apariencia física, o bien en una valoración desproporcionada de posibles anomalías físicas que pudiera presentar un individuo aparentemente normal.
El trastorno por atracón es un trastornos de la conducta alimentaria que se presenta sin
ataques compulsivos de bulimia. En la mayoría de los casos, la existencia de aumento de peso e, incluso, de obesidad. El caso típico es el de una persona que siente periódicos deseos de ingerir alimentos de forma descontrolada (en ocasiones, sobrepasando la ingesta de 6000 calorías diarias), pero, a diferencia de la bulimia, no busca contrarrestar el atracón provocándose el vómito. El trastorno por atracón es el trastorno alimenticio más común en los Estados Unidos, que afecta a un 3,5 % de las mujeres y al 2 % de los varones, y es frecuente en hasta un 30 % de aquellos que buscan un tratamiento para bajar de peso. Se ha clasificado como un trastorno independiente de la conducta alimentaria de acuerdo al DSM-V y se describió por primera vez en 1959 por el psiquiatra e investigador Albert Stunkard como "síndrome de alimentación nocturna" (Night Eating Syndrome (NES)), y el término "trastorno por atracón" fue acuñado para describir la misma conducta alimentaria compulsiva, sin la connotación nocturna. El trastorno por atracón por lo general conduce a la obesidad, aunque puede ocurrir en individuos con un peso normal. Pueden existir factores genéticos que predispongan al desarrollo del trastorno. Este trastorno tiene una alta incidencia de comorbilidad psiquiátrica. Los atracones se han asociado mucho últimamente a síntomas de adicción, en especial a alimentos con alto contenido de azúcar, harina y de sal. Esto está en línea con otras teorías de la adicción que no se atribuye a la evitación de los síntomas de abstinencia, sino a un problema principal en los centros de recompensa del cerebro. Para el comedor compulsivo, la ingestión de alimentos fomenta la liberación anormal de neurotransmisores de serotonina y la dopamina. Esto podría ser otra señal de factores neurobiológicos que contribuyen al proceso adictivo. Cada vez se hace más claro que la adicción a la comida tiene mucho más que ver con los receptores de dopamina en el cerebro, que cualquier otro neurotransmisor. La dopamina tiene que ver con los sistemas de recompensa en el cerebro y la adicción a la comida es la causa de la compulsión por comer, ahora llamado por el DSM 5, trastorno por atracón. Algunos signos y síntomas que puede manifestar un afectado son:
Incapacidad para ejercer el control sobre el consumo de alimentos.
Sentimientos de pérdida de control durante el atracón. Consumo inusual de grandes cantidades de alimentos a la vez, mucho más que una persona normal y/o promedio. Consumo mucho más rápido durante el episodio de atracón que durante episodios habituales de alimentación. Ingieren alimentos hasta sentirse físicamente incómodos (indigestión) y con náuseas, debido a la cantidad de alimentos consumido. Come cuando está deprimido, nervioso o aburrido. Come grandes cantidades de comida, incluso cuando no tiene hambre. A menudo come solo durante los períodos de alimentación normal, debido a sentimientos de vergüenza. Se siente disgustado, deprimido o culpable después de comer en exceso. Experimenta una rápida ganancia de peso, o incluso un inicio repentino de obesidad. Sufre de depresión severa. Se irrita con facilidad.