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XI

FILOSOFÍAS HELE~ÍSTICAS (I).


CÍNICOS I ESTOICOS

l. La ascensión de los r eyes de 'Macedonia al


poder supremo de Grecia y el gran impulso con-
quistador de Alejandro :Magno hacia el Este aca-
bó finalmente con la vida intensa, restringida y
concentrada de las ciudades griegas independien-
tes, dotadas de todos los elementos necesarios pa-
ra bastarse a sí mismas. Pero no hubo un corte
claro y distinto. Muchas fuerzas, actuando duran-
te un largo tiempo, habían ido relajando la apre-
tada textura de la vida propia de las ciudades-es-
tado. Hacia fines de siglo V, y más aún en los
primeros tiempos del IV, encontramos un crecien-
te número de individuos que se habían separado
de ella, intelectuales cosmopolitas o soldados aven-
tureros, para quienes al menos los lazos que los
unían a su ciudad natal eran muy endebles. Y
el gran movimiento de inquietud intelectual y
espiritual a que me he referido en el capítulo
tercero había ido debilitando los fundamentos tra-
dicionales, morales y religiosos, de las antiguas
f armas de vi'da. Por otra parte, esas antiguas tra-
diciones perduraron y consen·aron gran parte de
su fuerza en el ámbito del vulgo ignorante (que
constituía la gran masa de la población) duran-
te varios siglos después de Alejandro; y aun des-
188
(

de el punto de vista político las ciudades-estado


mantuvieron en su seno . una gran \'italidad. No
fue sino con posterioridad a la conquisla romana
cuando se redujeron a la condición de simples
municipios, centros tan sólo de gobierno local y
enteramente dependientes de hecho, si no por tí-
tulo y estado legal, del gobierno central de todo
el mundo mediterráneo con sede en Roma.
Intelectual y espiritualmente, sin embargo, la
época de Alejandro señala en Grecia un cambio
decisivo, cambio que en especial modo afectó a
las minorías educadas. En el nuevo mundo de los
grandes imperios, cuando la civilización griega se
había esparcido por todo el Cercano Oriente y
una dinastía macedónica gobernaba en el Tur-
. questán, los horizontes del fodividuo griego se
veían considerablemente ensanchados, mas al pro-
pio tiempo éste había perdido ese sentimiento de
seguridad que la vida de la ciudad antigua podía
darle. No era ya simplemente un miembro de una
comunidad íntima y pequeña, en la que los por-
menores de su vida, su código moral y sus prác-
ticas religiosas se hallaban determinados por la
usanza, el medio ambiente y el urgente ap1·emio
de Ja opm1on pública, representada p o r un
cuerpo compacto de ciudadanos. Podemos dedr,
echando mano de una metáfora, que la ciudad
seguía estando allí, pero que sus muros estaban
derruidos ~- que la seguridad y la forma definida
que, junto con ciertas limitaciones, esos mismos
muros dieran a la vida ciudadana se habían des-
vanecido.
En consecuencia, numerosas eran las personas
que se sentían aisladas en el mundo como nunca
hasta entonces se habían sentido, que sabían que
los antiguos fundamentos de la fe y la conducta
habían desaparecido y que nada tenían para reem-
plazarlos. No experimentaban necesariamente la
sensación de que el dilatado mundo en que Yi-
vían aislados era cruel, terrible y hostil. El grado
189
en que les era dado experimentar esa sensac1on
dependía de su propia experiencia personal; pero
la más venerada de . las diosas helenísticas, Tykhe,
la Fortuna, "el elemento de capricho femenino
que compone el universo11, es una fuerza diferen-
te y mucho menos alarmante qu·e el Hado astro-
lógico que aterrorizaba a los pueblos del Bajo
Imperio romano y con el que entendían represen-
tar la ciega crueldad de sus propios destinos. La
sensación de aislamiento, desarraigo e inseguridad
era, sin embargo, lo bastante fuerte para determi-
nar a muchos a buscar una norma de vida que
les proporcionara una íntima sensación de segu-
ridad y estabilidad. Esto fue lo que las nuevas
filosofí.as del periodo helenístico procedieron a su-
mfoistrar. Esas filosofías difieren en sus fórmÜ-
las, pero todas ellas pretenden ofrecer a sus adep-
tos e~ mismo beneficio bajo diferen.tes nombres,
es decir, una tranquilidad total e imperturbable
contra todos los golpes y cambios de la Fortuna,
contra la inseguridad mudable e inconstante de
los asuntos humanos.
Por consiguiente, las nuevas filosofí~s se distin-
guen por una nueva suert e de dogmatismo. La
filosofía clásica de Sócrates, Platón y Aristóteles
se había visto profundamente comprometida en el
bienestar del hombre que, a su vez, debía lograr-
se mediante el gobierno de la recta razón que hay
en él y mediante el conocimiento de la verdad.
Las nuevas filosofías sostenían que en el hombre
el gobierno de la razón :r el conocimiento de la
verdad eran esenciales para la seguridad que bus-
caban; pero había en ellas una r adical diferencia
de énfasis y de método. Para las escuelas de Pla-
tón y Aristóteles la busca de la verdad era una
tarea de toda una vida, un largo y lento proce-
so de arduo y paciente estudio y reflexión cien-
tífica. La escuela peripatética se adhirió estrecha-
mente a la actitud y al método antiguos, aun
cuando sus integrantes llegaron a mostrar mayor
190
-
interés en la ciencia Y la erudición que en aque-
llo que, en sentido estricto, llamamos filosofía y,
hablando de una manera general, es en las cien-
cias especializadas y en la erudición donde pode-
1 mos encontrar ejemplos de esa actitud durante el
período helenístico. El gran desarrollo adquirido
por esos estudios especializados y por todo el apa-
rato de erudición, en particular bibiiotecas, cons-
tituye una de las caracteristicas más importantes
de la vida intelectual de ese período. Pero las
nuevas filosofías no tenían tiempo para todo eso.
Necesitaban de un plan infalible para lograr la
seguridad interi or, y lo necesitaban sin tardanza.
En consecuencia, sus sistemas son rudas y destar-
taladas construcciones de urgencia, apresuradamen-
te levantadas con cualquier material de que pu-
dieran disponer y les pareciera aprqvechable para
proporcionar un refugio al alma, pero def~ndidos
con apasionado e inflexible dogmatismo como la
verdad más absoluta e inJudable, puesto que s(
llegaban a resultar falsos no existiria ya la espe-
ranza de seguridad que prometían.

2. Las dos grandes escuelas de la filosofía he-


lenística o postaristotélica son, naturalmente, la
estoica y la epicúrea. (Los estoicos reciben su
nombre de la Stoa pintada t o Columnata, en Ate-
nas, donde enseñaba Zenón; los epicúreos lo reci-
ben del de su creador, Epicuro.) Los epicúreos,
de quienes nos ocuparemos en el capítulo siguien-
te, son un poco anteriores a los estoicos, pero
formaron una escuela señaladamente aislada, in-
dependiente y completa, que no pretendía hacer
provenir lo esencial de su doctrina de predecesor
alguno y que se guardó, por su extrema devoción
al fundador, del deseo de hallar fuentes para su
doctrina q~e fueran anteriores al propío Epicuro.
1 Stoá poikile: el pórtico adornado con pinturas, por don·
de también se da a la escuela, traduciendo la palabra grie·
ga stoá, el nombre de "el Pórt ico". (N. del T.)
191
Los estoicos, por el contrario, deben, y así lo re-
conocían, una buena parte de su característica .
visión de la Yida a ese curioso grupo de ascetas
llamados cínicos. Y los estoicos del periodo ?·oma-
no, ansiosos de descubrir un nexo entre su filoso-
fía y la doctrina de Sócrates, por quien profesa-
ban una veneración extrema, y auxiliados e indu-
cidos por los eruditos alejandrinos, muy propen-
sos a ordenar y catalogar, que compusieron Suce-
siones de los filósofos, donde se hacía provenir
Ja doctrina de cada filósofo importante de la · de
un predecesor perteneciente a la generación ante-
rior (hasta llegar a Sócrates y, a través de éste,
a los jonios. y a Tales en las Su.cesiones jonias), '
rastrearon el origen de los cínicos hasta llegar a
Antístenes, un compañero de Sócrates. Antístenes
1
1

forma parte del grupo de los "socráticos meno-


res", pensadores intelectualmente inspirados por
Sócrates que, por carece1· de la capacidad metafj-
sica y de la amplitud de penehación que poseía
Platón, se contentaron con exagerar algún aspec-
to de la personalidad o de los métodos de su
11
maestro y fueron muy útiles a los compiladores -.
de las Sucesicmes. El único socrático menor que
no se vio relacionado con una escuela po~terior
fue Euclides de Mégara, quien, con su propio gru-
po de adeptos, los "megáricos", experimentó un
fuerte influjo de los eleatas y se dio a una suerte
de lógica elemental estéril y equívoca, pero que
buscó la "impasibilidad" como el fin de la vida
humana en su nueva forma y sostuvo la intere-
sante teoría de que el bien era una sola cosa lla-
mada con muchos nombres, y que entre los muchos
nombres que podían dársele se hallaban Jos de "in-
teligencia",2 "Dios" o "espíritu".
2 Phrónuis, se lee en el texto gyiego (Dióg. Laercio, JI,
106). Si bien ese vocablo admite la acepción de "inteligen-
cia", como lo hace el autor, nos parece oportuno tener en
cuenta la de "sabidu ría" o "prudencia", como lo hacen mu-
chos historiadores de la filosofía. (N. del T.)
192
Aristipo el mayor, otro compaiiero de Sócrates•
de quien poseemos información muy poco segura~
es considerado el creador de la doctrina de los
hedonistas, insignificante secta del siglo lII, quie-
nes comenzaron afirmando que el bienestar huma-
.no consiste en la suma de los placeres particula-
res, especialmente de los de ín dole física, y aca-
baron predicando una suerte de quietismo pesi-
mista que, del modo corno fue enseñado por un
Hegesias, parece haber sido para sus oyentes un
poderoso incentivo al suicidio. La figura más im-
portante entre los socráticos menores fue la de
Antístenes, quien sin duda acentuó hasta la exa-
geración el elemento ascético contenido en la Yi-
da de Sócrates, pero qu e, por su forma de asce-
tismo, se mantuvo más bien dentro de los lími-
tes socráticos antes que de los cínicos y se inte-
resó en la lógica y la literatura, dos disciplinas
por las que los cínicos experimentaron el mayor
de los desprecios. El verdadero fundador del ci-
nismo fue el extraordinario excéntrico y asceta
riguroso Diógenes de Sinope, el Diógenes que,
como t odos sabemos, vivió durante un tiempo den-
tro de un tonel y en torno de quien se allegaron
mu chas otras anécdotas. Murió en 323 y perteneció
a la época de Aristóteles, no a la de los compa-
ñeros de Sócrates.
El cinismo n o fue en r ealidad una filosofía, si-
no más bien un modo de vida, y como tal per-
sistió invariablemente hasta el período cristiano.
En épocas tardías se lo encuentra por lo general
como una suerte de lado extremo del estoicismo.
P ero t uvo contactos con el cristianismo, y en el
siglo I V d. C. hallarnos cínicos cristianos, así co-
mo üna marcada aprobación del modo de vida
cín ico expresada por los Padres de la Iglesia de
Oriente, en especial por San Gregario Nacianceno
y San Basilio. El punto principal de su doctrina
es el de que la virtud, o la vida de acuerdo con
la naturaleza, es la única cosa que importa Y que
193
todo lo demás es typlzos, un magnífico término
de menosprecio que combina las significaciones de
"bruma" o "nieblaº con la de "viento (interior)",
1
con todas sus derivaciones metafísicas, y que pue-
de traducirse imperfectamente como "ilus ión".ª l
Por "vida de :-.~·.:e rclo con la naturaleza" los cí-
nicos entendían una vida en la cual todas las ne-
cesidades se hallaban reducidas al mínimo más
absoluto, una vida de mendigo vagabundo que
anda desc~lzo y lleva una única y tosca vestidura
que, junto con el báculo y el zurrón de mendi-
cante, se convirtió en el símbolo de la escuela;
su alimento consistía en lentejas y su bebida en J
\
agua fría. Semejante vida hace .:¡ue un hombre '
~
se endurezca totalmente contra las mudanzas y aza- J
?
res de la fortuna. En ese estado de absoluta pobre-
za y desligados de toda atadura mundana fue co-
mo los cínicos buscaron la tranquilidad imperturba-
ble. Fácil es advertir de qué modo todo esto difie-
re del desapego de Sócrates, el cual se servía de
las cosas conforme se presentaban e indiferen-
temente ayunaba o participaba de un banquete.
según lo exigieran las circunstancias. El ascetismo
cínico, en cambio, era deliberado y consciente de
sí mismo. Ellos atribuían gran jmportancia al ejer-
cicio (ciskesis) y a las fatigas como cosas necesarias .
I;
al bien vivir. Algunos cínicos, sin embargo, reaccio- ~
naron hacia el modo de Yida socrático, y hasta ha-
llamos curiosas aproximaciones entre la doctrina de
los cínicos moderados y los hedonistas, los cuales
sostenían que el hombre debe dominar a sus pla-
ceres de suerte que pueda verse libre y no escla-
v.o de ellos.
El ascetismo cínico trajo consigo un vigoroso
ataque a todas las formas convencionales, a t odas
las pautas normativas del vulgo, tarea que fue em-
prendida con un fuerte sentido de vocación. El
verdadero cínico sentía que su misión era la de

S O "vanidnd". (N. del T.)

194

\
errar por el mundo como un "médico de almas" ••
0 un "\"eedo1· enviado por los dioses", a fin de ha-
cer perder la vigencia a las falsas normas por obra
de su crítica feroz, de disipar las ilusiones de los ••
hombres y enseñarles el camino de la verdad y la
drtud. Para llevar a cabo ese propósito, los cíni- ••
••
co:; echaron mano de la más absoluta libertad de
lenguaje y, con vistas a la propaganda a la vez que
como ejemplo práctico, de un delibe1·ado impudor
en las costumbres y del escarnio de todas las pau-
tas corrientes de decencia, por lo que merecieron
el nombre de cínicos, es decir, de "hombres-:perro".
(El perro fue para los griegos el símbolo de la
t'
41
impudencia, y una breve reflexión sobre las cosas 41
que los perros hacen en público pondrá de mani- 4
fiesto cúál fue la dirección seguida por los cínicos
en su escarnio de las convenciones. De manera 4
particular, Diógenes llevó. al extremo esa actitud). 4
Tanto en su prédica oral como en sus escritos de- 4
sarrollaron un notable estilo popular y jocoserio
4
que ha ejercido considerable influencia en la lite-
ratura posterior. Fueron cosmopolitas que conside-
raron el universo como su ciudad natal, una co-
munidad de dioses y sabios (las masas necias de
los hombres eran extrañas a su cosmópolis y care-
cían de auténticos derechos cívicos) extremadamen-
te individualista. Y a causa de ese individualismo
observamos grandes variaciones en cuanto a doc-
trina y modo de vida entre las diversas personas
de distintas épocas que se dieron a sí mismas el
nombre de cínicos. Un considerable grado de as-
cetismo y la vocación por una vida errante de pre-
dicador moral y popular son quizá las caracterís-
ticas esenciales y más comunes de aquellos a quie-
nes el mundo antiguo tuvo por merecedores de
ese nombre. Hubo, por supuesto, un sinnúmero de
charlatanes que imitaron la manera cínica de vi-
da para llevar a cabo sus propios e ignominiosos
designios.

195
3. E l principal maestro de Zenón, el fundador
del estoicismo, fue el más simpático de entre los
cínicos, Grates, alegre jorobado enormemente po-
pular en Atenas, donde solía ir de casa en casa
componiendo las reyertas familiares y dando bue-
nos y sanos consejos morales de (ndole práctica.
Con ello estaba desempeñando una importante fun-
ción, única en su género. Si el ateniense común,
desprovisto de principios filosóficos, no hubiese po-
dido obtener de Grates buenos consejos que le sir-
\·ieran de guia en su actividad cotidiana, no los
habría obtenido de ningún otro, puesto que los miem-
bros de las grandes escuelas eruditas, la A<'ademia
:r el Liceo, jamás hubieran condescendido a cum-
plir semejante género de actividad y, por otra par-
te, los sacerdotes del paganismo no fu e ron sino f un-
cionarios sacrificadores, de quiene·s a nadie se le
hubiera ocurrido solicitar enseñanzas o consejos.
La predicación y el adoctrinamiento populares fue- ·
ron, corno hemos dicho, la actividad característica
de· los cinlcos,fuera de que siempre hubo estoicos
que se dieron a la misma actividad. Pero, con su
maestro cinico, la de Zenón se acercó mucho más
a la de un filósofo profesional. Tan pronto como
llegó a Atenas, en 314 a. G., desde Gición, su pue-
blo natal, en Chipre, se adhirió a Grates, cuya in-
fluencia sobre su espíritu fue muy duradera. Mas
también recibió enseñanza e influjo de Estilpón
el Megárico, así como de J enócrates y Polernón,
los sucesivos jefes de la Academia después de Es-
peusipo, y su filosofía constituye en cierto modo
una transición ·entre la doctrina de los cínicos que,
como la de los hedonistas, entrañaba simplemen-
te una regla de vida, desdeñosa del saber y caren-
te de opiniones sobre la naturaleza del universo, y
la de las antiguas escuelas eruditas. El estocismo
fue ante todo una regla de vida, pero una regla
fundada en algo que implicaba una doctrina ra-
cional y completa acerca del universo y su cono-
cimiento por parte del hombre. Y los sucesores in-
196
mediatos de Zenón, Cleantes y, sobre todo, Crisipo,
el "segundo fundador" de la escuela, hicieron evo-
lucionar el estocismo mucho más allá del cinismo.
Es interesante señalar que los principales estoi-
cos del primer siglo de la escuela procedieron to-
dos de los confines mismos del área cultural grie-
ga. Zenón (336-264) vino de la medio semita (fe-
nicia) Chipre, y puede que él mismo haya sido
de raza semítica; Cleantes (jefe de la escuela de
264 a 232), de Asos, en la costa noroccidental del
Asia Menor; Crisipo (jefe de la escuela de 232 a
204), de Tarso, en Cilicia, al igual que tres de sus dis-
cípulos. Zenón tuvo un discípulo procedente de Citio ;
Perseo y otros estoicos prominentes del primer pe-
ríodo vinieron de Cartago, Babilonia, Seleucia ( Me-
sopotamia) y ciudades griegas del Asia Menor sep-
tentrional. Pero me parece que algunos historiado-
res recientes han exagerado la importancia del ele-
mento oriental que los antiguos · estoicos introdu-
jeron en la filosofía. griega. Difícilmente se encon-
trará en la doctrina estoica antigua algún elemen-
to al que no pueda rastreársele un origen griego
aún más antiguo. Lo más que podemos decir es
que sus contactos con el mundo oriental, especial-
mente con el semítico, pueden haber hecho que
los estoicos se inclinaran a acentuar, tal como en
efecto acentuaron y desarrollaron, ciertas doctri-
nas de probable origen semítico-caldeo, pero cuya
aparición en la filosofía griega se produce ya con
Platón, tales como la enfática afirmación de la Di-
vina Providencia y la visión del cosmos como un
todo unitario y ordenado, gobernado por los cuer-
pos celestes dotados de vida e inteligencia, dioses
visibles merecedores de nuestra mayor veneración.
Los antiguos estoicos fueron escritores abundosos
que, por lo general, exhibieron un estilo muy po-
co atrayente; su contribución al desarrollo de la
jerga filosófica fue considerable. Es posible que,
en parte, ése sea el motivo de la desaparición de
sus obras. Aun de los setecientos cinco tratados
197
de Crisipo nos quedan sólo escasos fragmentos, y
de Zenón aún menos. Las únicas obras estoicas que
poseemos completas pertenecen a m1a época muy
posterior, es decir, al período del Imperio ro-
mano. Por lo tanto, tenernos que reconstruir las
doctrinas de los antiguos estoicos Yaliéndonos de
citas aisladas y de las referencias proporcionadas
por autores posteriores : Cicerón, Diógenes Laer-
cio, Sexto Empírico, Galeno, Piutarco (un testi-
monio sumamente hostil) y otros aún más aleja-
dos, hasta llegar al Imperio cristiano, así corno de
aquellos pasajes de los estoicos de la edad impe-
rial que, según cabe presumirlo con bastante se-
guridad por otros testimonios, contienen doctrinas
cuyo origen se remonta al ..período primitivo. Así,
pues, toda exposición tiene que ser en cierta medida
incierta y de orden· especulativo, aun cuando las Ji.
neas generales de la doctrina estoica antigua nos
resultan suficientemente claras. El resumen que de
ella daremos está basado sobre todo en las teorías
del gran "escolástico" del estoicismo, Crisipo, que
dio nueva forma y amplio desarrollo a la doctrina
de Zenón. Fue ese estoicismo de Crisipo el que tant<>.
influencia ejerció en la historia de la filosofía pos-
terior, si bien el propio Crisipo no fue muy leído a
causa de las extraordinarias dificultades que ofrecía
su estilo.

4 Los estoicos dh·idían la filosofía en tres µa1·-


tes: lógica (que incluía la teoría del conocimien-
to), física (que para ellos, como ''eremos, compren-
día necesariamente la teología y Ja psicología) y
ética. Los estoicos hiciaron de la lógica una \·er-
dadera parte de la filosofía, a diferencia de Aristó-
teles, para quien constituía un " instrumento del
pensamiento'·, un arte preliminar; además, la ló-
gica de los primeros abarcaba un campo mucho
más amplio que la de este último. Incluía la to-
taHdad del arte r la ciencia de la expresión :r se
hallaba rnbdhidida en retórica y clialéctica. La
198
(

dialéctica incluía la gramá;tica, la lógica formal Yt


al menos para algunos estoicos, la teoFía del conoci-
miento (otros, de un modo más moderno, trataron
esta última como una parte separada de la filosofia).
Los estoicos llevaron a cabo algunos importantes
progresos en el estudio científico de la gramática
v su método se convirtió en el fundamento ·de la
~nseñanza gramatical en las escuelas griegas. En
cuanto a la lógica formal, arrancaron desde el pun-
to alcanzado por los sucesores inmediatos de Aris-
tóteles y efectuaron cierto número de cambios y
transformaciones que influyeron en la lógica me-
dieval y todavía despiertan el interés de los lógicos
modernos. Pero la parte singularmente más impor-
tante de la lógica estoica, indispensable para la ca-
bal comprensión de su filosofía, es su teoría del
conocimiento.
Para comprender la teoría del conocimieñto de
los estoicos es necesario hacerse r.argo de que és-
tos fueron siempre materialistas consumados. Se-
gún ellos, sólo los cuerpos podían obrar y ser cau-
sas. Únicamente los cuerpos poseían una verdadera
existencia sustancial. Por ende, Dios y el alma eran
cuerpos. Las cosas inmateriales, cuya existencia en
cierto modo ellos reconocían, no eran realmente
"cosas", no eran en absoluto seres sustanciales, si-
no el "por donde andan" los cuerpos, lugar, es- _
pacio y vacío, o bien las cosas que podemos de-
cir (lektá) de los /cuerpos y los· juicios que de ellos
formamos. Por lo tanto, su teÓría del c.onocimiento
es una descripción de cómo un cuerpo, el alma
(un soplo sutil e ígneo, parte del principio divino
que todo lo penetra), es afectada por otros cuerpos,
las cosas que conocemos. Los órganos sensorios cons-
tituyen los conductos normales del conocimiento, si
bien no son los únicos; pero aun el conocimiento que
no lleg·a a través de los órganos sensorios se produce
de b misma manera material, es decir, mediante una
afección del alma provocada por los cuerpos que son
conocirlos. En la percepción sensible, el objeto perci-
199
bido hace t..na impresión sobre el alma. (Clearites
decía con rudeza: "una impres ión como la de un
se1lo sobre Ja cera"; Crisipo, más discretamente, ha-
blaba sólo de "una modificadón". El alma d?. su t
l
.. asentimiento" a esa impresión, correcta o errónea-
mente, y si la da corredamente. akanza la "compren-
~ión" del cuerpo percibido, es dec:ir, un firme.
cierto e inmediato aferramiento mental de éstP.. p,,_
ra que el asentimiento pueda darse correctamen-
te es preciso que la impresión o imagen sea la.
representación exacta de un objeto real, a la que
los estoicos llamaban "representación que se aie-
rra"," vale decir, una representación que toma aside-
ro en la mente y fuerza su asentimiento. Cuando se
les instaba a proporcionar mayores informaciones
sobre esa "representación que se aferra" y ' sobre
cómo podía distinguírsela de otras representacio-
nes, imágenes o impresiones, no tenían respuesta
alguna que dar. Zenón había dicho, y Cleantes y
Crisipo repetido, que era "una imagen impresa de
una cosa existente y conforme con ella, y de suer-
te tal que no podría provenir de una cosa no-exis-
tente"; y allí dejaron la cuestión. Era para ellos al-
go obvio y evidente por sí mismo, y constituía el
principal c1·iterio o prueba de verdad. Algunos es-
toicos propusieron otr os criterios, mas todos ellos
encaminados a la misma cosa: el contacto directo
y la aprehensión inmediata por parte de la inte-
ligencia de los objetos a ella presentados.
Pero las "comprehensiones", aun cuando entra-
ñan la primera etapa de la certeza, no consti rn-
yen por si mismas conocimiento. Este aparece cu:rn-
do aquéllas han sido puestas bajo prueba por Ja
razón y dado m uestras de estabfüdad y de no po-
der ser arrancadas por ella, probablemente median-
te un proceso de comparación y combinación con

4 Cataléptica o comprehensiva, "por semejanza con las


cosas que se aferran con las r.1anos", según clecin Ciccr5n
refiriéndose a Zenón. (N. del T.)

200
otras comprehensiones a fin de descubrir el or-
den racional Y la mutua conexión de los objetos
comprehendidos. Ese conocimiento sistemático y
absolutamente cierto, el aferramiento definitivo y
concentrado de la inteligencia en los hechos, es pro-
piedad exclusiva del sabio u hombre sensato.
Para los estoicos, como es obvio, las nociones ge-
nerales solo existen en nuestras inteligencias. En
su sistema no pueden tener cabida los universales
de existencia. objetiva tales como las Formas de
Platón. Las nociones generales de los estoicos se
forman par~iendo de "comprensiones" partic~·­
lares. Algunas, las más importantes, como las de ·
virtud, bien, gobierno divino del mundo, se forman ·
de manera espontánea. y, dicen ellos, en su totali-
dad se hallan ya presentes en nuestra mente alre-
dedor de los catorce años de edad. (Al tiempo del
nacimiento, el alma es un papel en blanco, una
tabla rasa, pero gradualmente va adquiriendo su
acopio de impresiones y nociones generales f arma-
das sobre éstas) . Otras nociones generales se pro-
ducen deliberadamente por medio de la enseñan-
za. En el conjunto de esta teoría del conocimien-
to de los estoicos podemos observar la tendencia,
muy característica de su sistema y especialmente
manifiesta en las doctrinas de la " r epresentación que
se aferra" y de las nociones generales espontánea-
mente desarrolladas, a hacer las cosas demasiadu
fáciles, a adoptar una explicación falazmente sencilla
que muestra cómo todo sucede en un universo per-
fectamente racional, y a defenderla luego con in-
flexible dogmatismo.

5. Una b uena transición entre la lógica y la fí-


sica de los estoicos está dada por su doctrina de
las categorías. Ellos simplificaron el sistema de Aris-
tóteles al reducirlas de diez a cuat ro : sustrato a
sustancia material, cualidad esencial o formati va
o quidditas, estado (el "modo de ser", que compren-
de todas las cualidades no escenciales o acciden-
.201
tes) y relación (el "modo de ser relativo a al-
go"). Puesto que afectan y modifican l~s cosas, Jas 1
cualidades mismas son cuerpos. En realidad son
partes del material activo, del principio informa- \
tivo del universo. Los estoicos lo describían de una .
manera que a primera vista nos recuerda a Herá- .,
clito, como un "fuego constructivo" o un "soplo i
ígneo e inteligente" que penetra y se difunde por ~
Ja materia que él organiza "como la miel en un i
panal" o "una gota de vino en el agua". En vir- Í
tud de su teoría los estoicos se vieron obligados a i'
sostener la extraordinaria doctrina, muy ridiculiza- l
da por sus adversarios, de que dos cuerpos podían J
ocupar el mismo lugar, es decir, que un cuerpo po- 1
día penetrar en otro cuerpo. ~
Me parece que el origen de esta peculiar doc-
trina física de los estoicos puede encontrarse en la
filosofía del sigl~ IV. La idea de que el principio
vital es un pneuma, una sustancia cálida semejan-
te a un soplo, era muy generalmente aceptada. La
hallamos en Ja doctrina de las escuelas médicas tal
como ha sido ejemplificada por Díocles de Caris-
to, médico ·del siglo IV. Pero su expresión más im-
portante deberá buscarse en la filosofía de Aristó·
teles. El pneuma de Aristóteles está estrechamen-
te relacionado con el aithér, la misteriosa sustan-
cia cálida y brillante de las esferas celestes. Es el
vehículo del alma inmaterial y el instrumento por
medio del cual actúa sobre el cuerpo. Donde quie-
ra que en el sistema de Aristóteles haya vida, sen-
sación o movimiento entre lo material y lo inma-
terial, encontraremos aithér, pneuma o una susta ncia
análoga que obra como intermediario. Casi segu-
ramente tenemos aquí el origen de la doctrina es-
toica del pneu-m.a, pero los estoicos, como materia-
listas que eran, confirieron a su pneuma todas las
características del alma inmaterial, convirtiéndolo
así en algo más semejante a la "materia primor-
dial viviente" de los presocráticos, y apHcaron la
idea al universo considerado como un todo, pues-
202
{
to que para ellos se trataba de un ser v.iviente. Es-
ta doctrina ya había hecho su aparición en el Ti-
meo platónico, pero con el estoicismo adquiere
una atmósfera Y un énfasis diferentes, ya que el
universo viviente Y orgánico constituye la realidad
·última y no depende de un mundo ·trascendente
dotado de una realidad espiritual más elevada,
como ocurre en Platón. En otros aspectos, la f ísi-
ca estoica puede considerarse como una suerte de
burda materialización de algunas otras ideas aris-
totélicas. Se observa una clara distinción entre los
principios "activos" y ''pasivos", que corresponden
a la "forma" y la "materia" de Aristóteles; mas
para los estoicos ambos son cuerpos materialmen-
te distintos, aun cuando el uno se encuentra per-
fectamente difundido por todo el otro, a la inversa
de Jo que ocurre con los dos principios de Aristóte-
les, ninguno de los cuales son cuerpos y que sólo
pueden ser separados por el pensamiento. El prin-
cipio activo de los estoicos, el fuego formativo y
vivificante, es una materialización del alma de Aris-
tóteles como forma del cuerpo, el principio . a la
vez de la vida y de la realidad definida, la causa
de la existencia como un ser viviente particular.
Mas el "fuego creador" de los estoicos es un prin-
cipio universal y cósmico; y no meramente el prin-
cipio de la forma y de la vida en las cosas individua-
les. Es el principio formativo, ordenador y gobernan-
te de todo el Üniverso. Es Dios, es la Providencia
divina. Aparece como una versión materializada de
la doctrina platónica de la Providencia divina y d.el
gobierno del alma, e igualmente debe algo a la con-
cepción aristotélica de una Naturaleza inmanente,
una fuerza vital que trabaja para un fin bueno. Los
estoicos llamaban a su principio activo Naturaleza Y
también Dios. Mas su actitud frente a su Dios in-
manente ºestá mucho más cerca de Platón que dP.
Aristóteles y van más lejos que el propio Pla-
tón en su apasionada devoción y gozosa resigna-
203
cwn a la divina Providencia, las que bien pueden
provenir de Siria antes que de Grecia.
Los principios formativos de las cosas individua-
les so~ partes, en el sentido más literal, del princi-
pio universal, trozos de Dios, pero no separados o
seccionados de Ja totalidad. Cuando consideraban ¡
el crecimiento y desarrollo de las cosas vivientes 1
particulares, los estoicos hablaban de 11logos semi- 1
nales", semillas del Fuego divino insertas en ellas 1
en sus orígenes, que causaban su crecimiento y ~
desarrollo hasta llegar a la plenitud de sus res- ~
pectivas fqrmas. Al considerar el universo de una ~
manera más general, decían que el Fuego divino j
penetra todas las cosas, manteniéndolas unidas y ,
dándoles su ·forma definida mediante una suerte
d e "tensión". Las cualidades formativas son "ten-
siones" del soplo ígneo. Acordes con su incesante
esfuerzo por mantenerse en contacto con la reali-
dad corpórea, los estoicos insistieron en e} hecho
de qÚe todo individuo es único y posee su propia
cualidad formativa, su "quiddita~ privada". La vida
es una forma superior de "tensión", y la más al-
ta de todas las manifestaciones d el Fuego divino
es la razón, el principio dirigente 5, que hay en el
hombre, por cuya posesión éste tiene, literal y í í-
sicamente, una participación en Ja Naturaleza di-
vina. También el universo posee su principio diri-
gente, el Fuego divino que se manifiesta en la ple-
nitud de su energía raci_onal y se halla situado en
la región etérea y luminosa de las estr e11as o bien
en el sol: el "principio dirigente del universo", se-
gún Cleantes; esta última doctrina constituyó el
fundamento de la teología solar que floreció du-
rante los últimos tiempos del paganismo grecorro-
mano.
La propia materia pasiva del universo es engen-
drada a partir del Fuego divino y periódicamen-

5 O hegemónico, para conservar la palabra griega. f ¡...·.


del T.)

204
i

te resorbida en él. De ese modo, el universo no es


eterno e indestructible, sino eternamente destrui-
do y recreado en una infinita serie de ciclos. Pri-
mero el fuego se condensa en aire y el aire en
agua, en la que subsiste una semilla de fuego, el
"logos seminal" del universo que forma y desarro-
lla todas las cosas. Cuando se ha alcanzado el
término del ciclo, se produce una conflagración
universal, y entonces. el Fuego divino o Dios re-
sorbe todas las cosas en sí mismo y permanece él
solo durante un tiempo, ocupado en sus propios
pensamientos. Luego todo el proceso vuelve a co-
menzar; se produce la apocatástasis, la restaura-
ción de todas las cosas, lo que significa que t odo
el universo anterior vuelve a repetirse exactamen-
. te en cada uno de sus detalles y acontecimientos:
habrá otro Sócrates y otro Zenón que enseñarán
exactamente las mismas cosas que antes a discí-
pulos exactamente iguales; y asi seguirá ocurr ien-
do por siempre jamás. Para los estoicos no caben
perfeccionamientos en el divino universo, y ello por-
que es divino y constituye la realidad última. No pue-
de haber cambios ni nada realmente nuevo y cada
detalle del universo se halla exactamente deter-
minado por el Hado, que es Ja Vohmtad divina,
la cual se manüiesta sobre todo en los cuerpos ce-
lestes, los seres igneos vivientes e inteligentes, que
son los dirigentes visibles de la Ciudad cósmica.
Los estoicos aceptaron con entusiasmo la horrible
superstición oriental de la astrología, junto con to-
das las formas de la adivinación, que tan perfec-
tamente convenía a su concepción del cosmos. Es-
taban también preparados para aceptar a todos
los dioses de la mitología como aspectos del úni-
co principio divino.
En toda esta teología física de los estoicos hay
un peculiar modo dinámico-vitalista de considerar
el principio formativo y dirigente del cosmos, es-
trechamente ligado a intensas preocupaciones mo-
rales y religiosas, que ha ejercido un gran influ-
205
jo en el pensamiento griego posterior. Quizá po-
damos decir que ello fue el resultado de una tra-
ducción de la doctrina platónica de la Providen-
cia divina en el mundo \isible, junto con mucho
de Aristóteles, al lenguaje de la primitin'l doctr-i- i
na presocrática de Ja "materia primordial vivien- -
te·• que atraía a las mentalidades no metafísi<:as. ~
~
E 1 r esultado es algo nuevo, sin semejanza con Pla- Í
tón o A1·istóteles r mucho menos con la filosofía 1
presocrática, aan cuando creo que casi entera- ¡
mente explicable en función de su herencia grie- '
ga; si estamos dispuestos a conceder a los propios
estoicos un poco de auténtica originalidad, no pa-
rece que haya mucha necesidad de ir a buscar los
orígenes estoicos en Siria o aún más lejos.

6. La ética de los estoicos se halJa prof undamen-


te enraizada en esa su teología física. Ambas es-
tán ligadas de un modo J>articularmente estrecho
por la docfrina estoica del alma. El alma racio-
nal del hombre es, como hemos visto, un soplo
ígneo que forma parte del Soplo ígneo universal.
la Razón divina o Dios que penetra, controla :r
determina todas las cosas del uniYerso. Por ende,
toda Ja finalidad del hombre r todo el objeto de su
Yi da debe consistir en vh·ir en absoluta conformidad
con esa r azón o principio dirigente que posee y que
es parte de la Razón diYina. De cualquier modo.
se verá finalmente forzado a obedecer los manda-
tos de la Razón divina, el Hado, que determina
todas las cosas del uniYerso; pero pued.e elegir el
modo como obedecerá. El hombre, decían, es co-
mo un perro que atado a un carro en ma1·cha,
puede elegir entre trotar con alegría o si:r enojo-
samente arrastrado, pero que, :5ea como fuere, de-
be seguir tras el carro. Todo el deber del hom -
bre consiste entonces en un pronto y gozoso asen-
timiento a los mandatos de la Razón di\·ina que
hay en nosotros. Esto es razón y esto es virtud.
El acto racional y la virtud son una sola y mis-
206
~
ma cosa, vale -decir, equivalen a obrar de acuer-
do con nuestro Principio dirigente; y éste consti-
tuye el bien único Y absolut9. Además, el alma
ígnea y racional del hombre es una sola y toda
ella razón. Por consiguiente, las pasiones, las emo-
ciones y· los deseos no son actividades inferiores
del alma que deban ser controladas .por la razón.
Son razón corrompida, ''.razón irracional"; son jui-
cios falsos acerca de lo que es bueno y malo para
nosotros, así como· la virtud consiste en juicios
correctos de la razón sobre lo que es universalmen~
te bueno y malo. (Jamás deb~mos olvidar que,'
para los estoicos, la razón es también una fuerza
material dinámica, el principio de la acción y de
Ja vida). En consecuencia, no habrá que 1 contro-
lar le:; pasiones y emociones, sino extirparlas to-
talmente. El ideal reside en la apatía, en el ha-
llarse libre de toda pasión, emoción y afecto, es
decir, de todas aquellas formas en que las cosas
pueden afectar el alma cuya razón está corrompi-
da. Así llegamos a la torva figura del sabio estoi-
co, el para ellos ideal humano. absolutamente in-
diferente a todos los objetos exteriores, a las ri-
quezás, la salutl o el poder, totalmente desprovis-
to de ·cualquier vestigio de · afecto irracional hacia
la familia o los amigos y de quien toda acción y
pensamiento es razón y virtud puras, en comple- ,
ta conformidad con su Principio dir igente. Par-a
glorificarlo, acumularon las paradojas: sólo él era
Yerdaderamente rey, verdaderamente i-ico y verda-
deramente sano. Estaba por encima de todas las
mudanzas y azares de la vida, inexpugnable fren-
te a la fortuna, poseedor de todas las cosas por
el hecho de poseer Ja virtud, la única cosa digna
de ser poseída. Desde un principio ellos admitie-
ron que raras veces era posible alcanzar el ideal,
Y pronto llegaron a considerarlo como práctica-
mente inalcanzable por el hombre. A pesar dE
ello, éste siguió siendo su único ideal, y para los
estoicos antiguos no había modo de quedarse a
201
medio camino entre el bien y el mal. O se era
un sabio, y entonces se vivía de manera perfecta,
en conformidad con la razón residente en uno mis- .
mo, o se era absolutamente malvado y necio. El
progreso moral que no alcanzara a la perfección
no entrañaba ninguna diferencia con respecto al
mal. "Un hombre puede ahogarse tanto en unas
pocas pulgadas de agua como en las profundida-
des del mar".
Tan solo el sabio, decían los estoicos, vive "en
armonía" y "conforme con la naturaleza". En su .
sistema, vivir "conforme con la naturaleza" signi-
fica, como hemos visto, la misma cosa que vivir
conforme con la Razón o Dios. De este modo,
"la vida conforme con la naturaleza" de los cí- '~ 1

nicos adquirió un significado más profundo. En


otros aspectos, los estoicos modificaron muy radi- i
calmente la extrema concepción original de los
cínicos acerca de lo "natural". Como es obvio,
conservaron la intransigente aserción cinica de que
la virtud es lo único que importa y de que ella
sola, con exclusión de cualquier otra cosa, es ca-
paz de constituir un bien, al menos en el mismo sen-
tido que ella. Hubo siempre muchos estoicos que re-
conocieron en la forma de vida de los cínicos tina
auténtica vocación, por la que el filósofo podía
Yerse llamado (aun cuando también ·e xisten cla-
ros indicios de una actitud anticínica entre algu-
nos miem~ros de fa escuela). Antístenes y Dióge-
nes fueron canonizados como sa·oios, junto con
Sócrates. El propio Zenón adoptó la vestimenta y
la dieta de los cínicos, si bien no practicó una
vida errante ni se mantuvo de la mendicidad, se-
gún la auténtica manera cínica, y se entregó a
una critica extrema, a imitación de aquéllos, de
todas las leyes, costumbres e instituciones existen-
tes. 1\Ias, por lo general. los estoicos se ajustaron
a la sociedad en que vh·ían. Su idea de la vida
conforme con la naturaleza o la razón no eXlg1a
necesariamente el ascetismo cínico, que implicaba
208
renunciar a todas las cosas Y reducir las necesida-
des a un nivel mínimo. de subsistencia. Podía ser
compatible, y lo más común es que lo fuer a, con
una vida civilizada absolutamente normal, con to-
dos sus deberes Y r esponsabilidades. La filosof.ía
estoica estimulaba la actividad pública y se hizo
popular entre los romanos precisamente por esa
razón. El elemento de su teoria moral que expli-
ca esta particularidad es su doctrina de las cosas
preferibles y rechazables y de las acciones conve-
nientes. Esta doctrina se remonta a Zenón, si bien
fue desarrollada y elaborada por Crisipo. Impor-
taba lo siguiente: aun cuando la virtud es el úni-
co y ·solo bien y de ningún modo las cosas exte-
riores pueden ser consideradas estrictamente como
bienes, empero es r azonable, alH donde no está
comprometida la virtud, preferir algunas cir cuns-
tancias exteriores a otras. Así un estoico podía
considerar que la salud es preferible a la enfer-
medad, sin que P.Or ello menoscabase su filosofía.
Todas las circunstancias exteriores se clasificaban
en preferibles, rechazables y absolutamente indife-
rentes. La vida y la muerte se hallaban entr e las
cosas absolutamente indiferentes. De esto seguíase
una de sus más famosas doctrinas, una doctrina
que no fue raro verles llevar a la practica: la
de que, cuando el hombre prudente veía que en
su vida la proporción de circunstancias indesea-
bles resultaba permanentemente mayor que la de
las deseables, era lógico que ansiara abandonar la
\'ida mediante el suicidio, del mis mo modo como
un hombre abandona un aposento lleno de humo
o un niño un juego del que ya está aburrido.
Esta fácil defensa del suicidio constituye una de
las más notables distinciones entre la moral es-
toica y la platónica ; los platónicos, leales a las
enseñanzas del Fedón, lo prohibieron absoluta-
mente. Así, pues, el estoico puede, dentr o de los
límites establecidos por la razón y la virtud, pro-
curar los objetos preferibles y rehuir sus opuestos.
209
~
Del mismo modo llevará a cabo las acciones que l
son convenientes o apropiadas al estado de vida 1
en que se encuentra, al papel que en el teatro '
de este mundo la Razón divina 1e ha asignado
para representar (se trata aquí de una metáfora
que los estoicos tomaron de los cínicos y de Ja
que unos y otros echaron mano constantemente).
Cuando son ejecutadas por gente común e imper-
fecta, tales acciones son convenientes o apropiadas
y nada más que éso. Mas cuando las ejecuta el
sabio, cuyas disposiciones interiores· son perfectss
y que todo lo hace de conformidad con la razón
y la virtud, esas mismas acciones se tornan autén-
ticamente rectas.6 Así, pues, lo que establece la
diferencia entre ambas es el estado intedor, el
motivo.

7. Como resultado de tales doctrinas, los estoi-


cos tuvieron un sólido fundamento teórico para
el ejercicio de la actividad pública, y es así como
los vemos desempeñar un papel muy considerable
en la vida política del mundo helenístico y roma-
no. Globalmente considerado, el influjo político de
los estoicos nada tuvo de verdaderamente revolu-
cionario. Se sabe que un estoico, Blosio d~ Cu-
mas, participó en la sublevación de Aristónico,
uno de los r aros movimientos sociales revoluciona-
rios auténticamente populares del mundo antiguo;
puede que ella estuviera inspirada en la Yiolenta
crítica de las instituciones existentes, incluso de Ja
esclavitud, que se hallaban contenidas en las en-
señanzas de los cínicos y la R epública de Ze1:ón.
l\Ias, en general, el estoicismo fue mucho menos
"popular" que el cinismo, tendió a seguir las vías
normales de la filosofía griega y se dirigió casi
exclusivamente a la reducida clase superior e ilu$-
trada. Los estoicos fueron cosmopolitas en el sen-
tido de que consideraron la totalidad del cosnos

6 Es decir, ju::;tas. (N. del T.)

210
como una sociedad, cuyo rey era Zeus, la Razón
divina; y si bien sólo los _dioses y los sabios eran
los verdaderos ciudadanos de Cosmópolis, todos
Jos hombres la habitaban y participaban de la
Razón divina, siendo deber del filósofo ejercer la
benevolencia con todos ellos. Este cosmopolitismo
los apartó del antiguo mundo de las ciudades-esta-
do para acercarlos a las nuevas grandes potencias
del mundo helenístico y, más tarde, al imperio
universal de Roma. En términos generales, la
constitución que prefirieron fue la de una monar-.
quía idealizada, "el gobierno del mejor". Como
consecuencia de ello adquirieron gran influencia
en Ja corte de los ~onarcas helenisticos, y fue en
cierto modo un accidente histórico el ....que tantos
miembros · de la oposición republicana en Roma,
ese obstinado cuerpo de r eaccionarios aristocráti-
cos, fueran estoicos. Durante el principado del si-
glo II se acrecentó la influeil,cia que los esto_icos
ejercían en la corte, culminañdo. durante el r eina-
do del emperador estoico Marco Aurelio, de quien
Juego habremos de decir algo más.
La expresión más importante del cosmopolitis-
mo estoico fue su doctrina de la ley natural, los
mandatos unive1•sales de la Razón . divina que son
Jos mismos para todos los hombres y con los cua-
les toda ley positiva deberá guardar correspon-
' de leyes divinas no escritas, supe-
dencia. La idea
riores a la ley humana, se remonta muy atrás en
la tradición griega. P odemos encontrarla, expresa-
da con suma nobleza, en el siglo V, en la Antí-
gona de Sófocles ; y corno ya hemos visto, la idea
da una ley moral abso1uta que puede descubrir-
se por medio de la razón constituye el fundamento
de la ética socrática y de la platónica. Pero fue-
ron los estoicos y los cínicos quienes , a través de
sus diferentes modalidades, la presentaron por vez
primera como una ley universal, la ley de la Ciu-
dad del cosmos, la misma en todas partes y supe-
rior a las costumbres y trad iciones puramente lo-
cales. Esta idea tenia ante si un gran futuro den- .
tro del pensamiento cristiano, pero en manos de
los estoicos no produjo ninguna consecuencia Yer-
daderamente extraordinaria. Por lo regular, la
moral estoica lle\·ó a la gente que la profesaba a ,
cumplir un poco mejor con los deberes propios ;
de su condición, pero no los indujo a intentar la
transformación de todos aquellos principios que 1
1
constituían Jos fundamentos de 1a sociedad. El ~
estoicismo resultó, en la práctica, la filosofía más ~
influyente del mundo antiguo, pero tanto el al- ~
canee como Jos efectos de su influjo fueron muy ~
limitados. Alejandro Magno profesó una idea de
Ja fraternidad humana más amplia, más uniYer-
salmente omnímoda que cualquier cínico o estoi-
co y su ideal tu\"o un efecto rnt?cho más prácti~o.
El servicio más notable prestado al mundo anti-
guo por los estoicos, fu era del alto grado de apo-
yo y consuelo que su credo deparó a los indi\·i-
d uos, quizá esté en la influencia que su concep-
ción d e la ley natural · tuvo en la humanización
y universalidad de la ley ·romana clásica durante
el Imperio, aun cuando no es posible establecer
con seguridad la extensión exacta de esa influen-
cia.

212

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