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Variable

Adolescencia media (15 – 17 años)

Expertos en Psicología
En la psicología, la adolescencia se concibe como el intersticio entre los estadios
de la infancia y la adultez, que surge con la aparición de los primeros signos puberales y
culmina con la consumación de la maduración sexual, social y psicológica, y comprende
una etapa donde los cambios físicos y psicosociales que adolecen los individuos
generan estados anímicos violentos.
G. Stanley Hall en Adolescence, its psychology and its relations to Psychology,
Anthropology, Sociology, Sex, Crime, Religion and Education describe la adolescencia
como “la última gran ola del crecimiento humano, una ola que arroja al niño a las orillas
de la edad adulta tan relativamente indefenso como tras un segundo nacimiento”
(Kaplan, 1991, p. 59). En otras palabras, se despoja al infante de la protección paternal
y de la seguridad psicológica y social construida para abandonarlo en una playa desierta,
confusa e incierta.
Esta ruptura, a veces traumática, provoca una gran agitación y conflicto interior,
desconcierto y pesadumbre. En este sentido, Silva (2008) señala que mientras “un
adulto más o menos consciente de sus estados anímicos, reconoce sus tristezas, el
adolescente no, la desolación, la nostalgia y la angustia le son ajenas, sentimientos
nuevos que no reconoce y que no sabe como enfrentar, simplemente los sufren” (p.
318).
De acuerdo con la teoría del desarrollo psicosocial de Erickson, la adolescencia
significa el comienzo de la construcción de la identidad. En este sentido, Silva establece
que la adolescencia media es el verdadero comienzo de la conformación de la identidad.
A diferencia de la adolescencia temprana, donde los jóvenes están interesados más en la
respuesta social que producen que en sí mismos, durante la adolescencia media el
verdadero yo lo sitúan en la vida interior. De esta forma, lo expresa: “Es el interior,
compuesto por pensamientos, emociones y sentimientos, experimentados con
inmediatez, y vividos de forma muy privada, oculta y diferencial, del yo de los otros”
(p. 320).
Con referencia a esto, se encuadra perfectamente citando a August Blasi (2005):
“aparentar lo que no se es, ser falso, es uno de los más serios defectos” porque, de
acuerdo con Erickson, parafraseado por Bordignon (2005), la “fuerza específica que
nace de la constancia en la construcción de la identidad es la fidelidad” (p. 56). En
contraparte, la “fuerza distónica es la confusión de identidad, de roles, la inseguridad y
la incertidumbre en la formación de la identidad”, como consecuencia de la necesidad
paradójica de, por un lado, romper el cordón umbilical y despegarse del cuerpo materno
y de los objetos vinculares de la infancia, y por otro, construir la identidad en base a los
valores e ideales forjados durante la infancia. Ante esto, Bordignon expresa:

La relación social significativa es la formación de grupo de iguales, por el


cual el adolescente busca la sintonía e identificación afectiva, cognitiva y
comportamental con aquellos con los cuales puede establecer relaciones
autodefinitorias; superar la confusión de roles; establecer relaciones de
confianza, estabilidad y fidelidad; consolidar las formas ideológicas o las
doctrinas totalitarias y enfrentar la realidad de la industrialización y
globalización.

Por último, Blasi (2005) aporta: “Quizás la intervención más segura y


mejor sería proporcionar a los adolescentes las condiciones concretas y las
experiencias que sean necesarias para apreciar a través de los sentidos el alcance
de los valores que importan”.

Expertos en Educación

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