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Actualizado 1 de marzo de 2016

Tras casi cuatro años de negociación en La Habana, las delegaciones


del gobierno de Juan Manuel Santos y representantes de
las FARC alcanzaron un primer acuerdo final en agosto, que al ser
puesto a refrendación en octubre fue rechazado por la mayoría de
votantes colombianos en un plebiscito.

Tras escuchar las propuestas de los voceros del no, las delegaciones
realizaron ajustes y llegaron a un nuevo acuerdo final el 12 de
noviembre.

2012

– 26 de agosto: Delegados del Gobierno y de las FARC firman en La


Habana el "Acuerdo general para la terminación del conflicto y la
construcción de una paz estable y duradera", con el apoyo de Cuba y
Noruega como garantes.

– 18 octubre: Negociadores del Gobierno y las FARC establecen en Oslo


la mesa de diálogo que se llevará a cabo en La Habana a partir del mes
siguiente.

– 19 noviembre: Las FARC declaran un alto el fuego unilateral entre el 20


de noviembre y el 20 de enero de 2013, horas antes de comenzar las
negociaciones.
GALERÍA: Lo que se acordó con las FARC

2013

– 26 mayo: El Gobierno y las FARC anuncian el primer acuerdo de la


agenda de negociación, en el punto de tierras y desarrollo rural.

– 20 agosto: Las FARC reconocen por primera vez que tienen parte de
responsabilidad en las víctimas causadas por el conflicto armado.

– 6 noviembre: Las partes anuncian el segundo acuerdo de los puntos de


la agenda, sobre participación política de la guerrilla.

– 15 diciembre: Entra en vigor una tregua navideña de las FARC hasta el


15 de enero 2014

2014

– 16 mayo: El Gobierno y las FARC llegan a un acuerdo sobre


narcotráfico y cultivos ilícitos, tercer tema de la agenda.

– 20 diciembre- Inicia cese del fuego unilateral e indefinido de las FARC


que fue suspendido 22 de mayo 2015 después de una escalada de
conflicto
2015

– 7 marzo: El Gobierno y las FARC anuncian un acuerdo para hacer el


desminado humanitario conjunto.

– 4 junio: Las partes acuerdan la creación de una Comisión de la Verdad,


que se pondrá en marcha cuando se firme la paz.

– 20 de julio: Comienza el nuevo alto el fuego unilateral de las FARC.

Este informe hace parte del especial 'Los rostros de la reconciliación' sobre las historias de paz en
Colombia. Haz clic aquí para ver más

– 25 julio: Santos ordena nuevamente la suspensión de los bombardeos


contra las FARC.

– 15 septiembre: El Gobierno presenta al Congreso un proyecto de Acto


Legislativo para facilitar la rápida implementación de acuerdos de paz.

– 23 septiembre: Santos se reúne en La Habana con el jefe de las FARC,


Rodrigo Londoño, alias "Timochenko", con quien protagoniza un histórico
apretón de manos y acuerda que la paz se firmará a más tardar el 23 de
marzo de 2016, tras la presentación de las bases de un acuerdo sobre
justicia.
– 17 octubre: El Gobierno y las FARC anuncian un acuerdo para buscar
conjuntamente a más de 25.000 personas que, según diversas fuentes,
han sido dadas por desaparecidas en el marco del conflicto armado.

– 22 noviembre: El Gobierno colombiano anuncia que indultará a 30


guerrilleros de las FARC presos en distintas cárceles del país por el
delito de rebelión.

– 15 diciembre: Los negociadores del Gobierno y las FARC firman en La


Habana el acuerdo sobre víctimas del conflicto, que incluye un sistema
integral para la reparación, justicia, verdad y garantías de no repetición.

2016

— 19 de enero: Las partes acuerdan la creación de una comisión para la


verificación de un eventual cese bilateral del fuego.

— 23 de marzo: El día que el presidente Juan Manuel Santos había


prometido no fue el de la firma del acuerdo final. El jefe negociador
Humberto de la Calle dijo "en este momento subsisten diferencias
importantes con la guerrilla de las FARC sobre temas de fondo".

— 11 de abril: 'Rodrigo Granda’, uno de los voceros de las FARC, dijo


que ese grupo designó a Ricardo Palmera, alias ‘Simón Trinidad’, como
coordinador de la entrega de armas del grupo insurgente. Trinidad está
pagando una condena de 60 años en Estados Unidos.

— 12 de mayo: El gobierno de Colombia y las FARC presentaron un


documento de acuerdo para "brindar seguridad y estabilidad jurídica" a
los acuerdos finales, que serán recogidos en una legislación especial
para que sean irrevocables.
— 20 de junio: Nuevo anuncio de fecha del acuerdo final: el presidente
de Colombia, Juan Manuel Santos, estimó que las negociaciones de paz
que mantiene desde hace más de tres años y medio con la guerrilla de
las FARC habrán concluido el próximo 20 de julio.

— 22 de junio: Gobierno y FARC llegan a acuerdo sobre fin del conflicto.


Se trata del punto 3 de los acuerdos y hace referencia al cese el fuego
bilateral, garantías de seguridad para los guerrilleros que se
desmovilicen, mecanismos para el desmonte del paramilitarismo y zonas
de ubicación.

— 5 de agosto: Gobierno y FARC establecen cronograma del


desarme. En un comunicado conjunto los equipos negociadores
anunciaron las fases del cese del fuego bilateral anunciado en junio. La
ONU visitará las zonas veredales proximamente y las FARC deberán
entregar la ubicación de sus almacenamientos de armas 10 días después
de la firma del acuerdo.

— 23 de agosto: Gobierno y FARC terminan negociación de puntos


sustanciales. El gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC
finalizaron las conversaciones en La Habana, Cuba.

— 24 de agosto: Delegaciones firman el acuerdo de paz final. Los


negociadores del gobierno de Colombia y de la guerrilla de las FARC
firmaron en La Habana el acuerdo final de paz tras casi cuatro años de
conversaciones, un hecho histórico.

— 25 de agosto: Santos entrega el acuerdo al Congreso y anuncia cese


del fuego definitivo. Los negociadores del gobierno de Colombia y de la
guerrilla de las FARC firmaron en La Habana el acuerdo final de paz tras
casi cuatro años de conversaciones, un hecho histórico.
— 29 de agosto: Cese del fuego definitivo entra en vigor en Colombia. El
cese de hostilidades definitivo entró en vigor desde las 00:00 horas de
este lunes, siguiendo los anuncios del presidente Juan Manuel Santos y
del líder de la guerrilla Timoleón Jiménez, alias 'Timochenko'.

— 23 de septiembre: FARC realizan su X Conferencia y dan apoyo


unánime a los acuerdos de La Habana. La que sería la última
conferencia guerrillera de las FARC concluyó con un apoyo unánime de
los guerrilleros al acuerdo pactado entre esa guerrilla y el gobierno de
Juan Manuel Santos en La Habana.

— 26 de septiembre: Santos y 'Timochenko' firman el acuerdo final en


Cartagena y el jefe guerrillero pide perdón. Los negociadores del
gobierno de Colombia y de la guerrilla de las FARC firmaron en La
Habana el acuerdo final de paz tras casi cuatro años de conversaciones,
un hecho histórico. 'Timochenko' pidió perdón a las víctimas.

— 2 de octubre de 2016: La opción del no gana en el plebiscito. En lo


que fue una sorpresa para el Gobierno, la oposición y las encuestadoras,
la mayoría de los votantes colombianos rechazaron el acuerdo con las
FARC

— 3-19 de octubre de 2016. Marchas pidiendo un #AcuerdoYA. Miles de


colombianos marcharon en varias ciudades del país con la consigna
#AcuerdoYA exigiendo la consecución de un nuevo acuerdo.

— 5 de octubre de 2016: Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe y voceros


del no se reúnen para hablar sobre paz. Juan Manuel Santos se reunió
con el expresidente y senador Álvaro Uribe quien promovió el no en el
plebiscito por la paz.
— 7 de octubre de 2016: El presidente de Colombia Juan Manuel Santos
gana el Nobel de la Paz. "El presidente de Colombia Juan Manuel Santos
gana el Nobel de la Paz.

— 13 de octubre de 2016: Santos anuncia que el cese del fuego bilateral


será hasta el 31 de diciembre. El presidente anunció que el cese del
fuego bilateral con las FARC, acordado en agosto y extendido en primera
instancia hasta el 31 de octubre tras la victoria del no en el plebiscito, irá
hasta final de año.

— 12 de noviembre de 2016: Gobierno y FARC alcanzan nuevo acuerdo


de paz con propuestas de partidarios del no. Las delegaciones en La
Habana anunciaron un nuevo acuerdo de paz, luego de escuchar las
propuestas de los representantes del no en plebiscito del 2 de octubre.

— 24 de noviembre de 2016: Santos y 'Timochenko' firman nuevo


acuerdo en Bogotá. El presidente y el líder de las FARC firmaron en un
evento en Bogotá —muchos más discreto que el de septiembre en
Cartagena— el nuevo acuerdo de paz, que pasará al Congreso para
debate y refrendación.

2017

— 15 de febrero de 2017. Aprueban participación del partido de las


FARC en el Congreso de Colombia. El senado aprobó el proyecto de Ley
con la que los seis representantes de Voces de Paz puedan participar en
los trámites que se darán en el Congreso para implementar los acuerdos
de paz de La Habana, firmados en Bogotá el pasado 24 de noviembre.

— 1 de marzo de 2017: Las FARC entregan primer lote de armas a la


ONU. Noventa días después de entrar en vigencia el acuerdo de paz, las
FARC iniciaron la entrega de armas que habrán de completar al primer
día de junio de 2017. Esta semana también iniciará la liberación de los
primeros 1.200 guerrilleros amnistiados.

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ocurren en el mundo y los temas que están dando que hablar.
Cubrimos lo que pasa en América Latina y el resto del planeta. Allá
vamos.

Colombia ha sido un país de guerras. En el siglo pasado, desde la de los Mil Días, que
enfrentó a liberales y conservadores y provocó la perdida de Panamá, hasta la lucha contra
los alzados en armas que integraron las Farc. Todo originado por la guerra entre liberales y
conservadores, que comenzó en 1948 con el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán
y terminó, el primero de diciembre de 1957, con el plebiscito que originó el Frente
Nacional.
Esa guerra produjo 300.000 muertos, la mayoría campesinos. A los liberales los llamaban
‘cachiporros’ y a los conservadores, ‘pájaros’ o ‘godos’. Un día del año 49, ‘Vampiro’,
dirigente campesino conservador, incendió a Ceilán en el Valle del Cauca. En ese
pueblo trabajaba en ordeño un muchacho de 18 años llamado Pedro Antonio Marín,
oriundo de Génova (Caldas, en esa época).
Con los años, Marín –‘Tirofijo’– se trasladó al Tolima, se radicalizó y allí hizo parte de los
grupos de autodefensa liberales. Era el segundo al mando de un jefe guerrillero liberal de
Rioblanco (Tolima), llamado Gerardo Loaiza. (Lea el texto completo y definitivo del
acuerdo final de paz)
Cuando se creó el Frente Nacional, para alternar a liberales y conservadores en el poder,
surgió una división en el liberalismo. Los ‘limpios’ (liberales puros) y los ‘comunes’ (con
cierta orientación comunista). Estos ‘comunes’ son el grupo germen de las Farc, contra el
cual se organizó la operación Marquetalia en 1964, durante el gobierno de Guillermo Leon
Valencia. Ahí nacen las Farc. Desde entonces hasta hoy, el país se llenó de sepulturas,
viudas, desplazados, minas, mutilados, secuestrados, huérfanos. La nación se cubrió de
sangre, muerte y luto.

Toda esta historia de horror termina esta noche a las 12 de la noche. Termina la guerra. Un
hombre, el presidente Juan Manuel Santos, se empeñó desde su primer mandato, en
lograr la paz para este país. Enfrentó todo tipo de dificultades, que hoy subsisten. Al
extremo de que mientras líderes mundiales como el papa Francisco y el presidente Barack
Obama lo apoyan –al igual que una organización como la ONU, que reúne a todas las
naciones– en el país, algunos dirigentes lo impugnan. (Lea también: Paz con Farc, entre la
esperanza, plebiscito y el salto al futuro)

El diálogo con este hombre, hoy el jefe de Estado que recibió el mandato popular de lograr
la paz y que puede afirmar “misión cumplida”, se inicia con inquirir dónde y cuándo se
firmará el acuerdo de paz.

“El acuerdo final ya es inmodificable. Estamos mirando opciones de fecha y lugar, pero
será sin duda antes del plebiscito”.

Se ha dicho que podría ser en Cartagena. ¿Es verdad?

Cartagena es una de las opciones. Es una ciudad emblemática de Colombia, con facilidad
de acceso y capacidad para un evento de esa trascendencia. Pero no hemos decidido.

¿La idea es que se firme en Colombia?


No está decidido. Podría ser en Nueva York, en Cartagena, en Bogotá.

¿A cuántos jefes de Estado piensa invitar?

A todos los que de una u otra manera facilitaron el camino.

¿Invitará al presidente Obama?

Por supuesto. Y a los mandatarios de Francia, España, Noruega, Chile, Venezuela, Cuba,
Ecuador… A todos los que ayudaron a este nuevo amanecer.

¿Cuándo se firmará?

Entre el 20 y el 30 de septiembre.

¿Y cómo se iniciará la ejecución de todo el proceso de desmovilización?


Apenas el plebiscito se apruebe comenzarán a operar todos los mecanismos de
implementación. (Además: 'La verdadera paz empieza con el No')
¿Desde ese momento, qué va a pasar con los soldados y policías que estaban dedicados
a la guerra?

Estarán dedicados a proteger la seguridad de los colombianos contra cualquier tipo de


amenaza.

El acuerdo de paz tiene 297 páginas. ¿Qué va a hacer el Gobierno para resumirlo y
hacerlo entendible?
Es un acuerdo de paz muy completo; diría que el más completo que se ha hecho en el
mundo. Es un acuerdo que permite efectivamente poner fin al conflicto y establece las
bases para que nunca más regrese la violencia. Es un acuerdo que beneficia a todos los
colombianos. Para que la gente lo conozca y lo entienda, vamos a divulgarlo en su totalidad
y en resúmenes pedagógicos a través de las páginas web del Gobierno, de redes sociales, en
medios masivos de radio y televisión; a través de cartillas, foros, conversatorios y otros
eventos. No vamos a desaprovechar ningún espacio para hacer pedagogía sobre el acuerdo.

La Corte Constitucional ordenó que la pregunta para el plebiscito sea clara y concisa.
¿Cómo lo hará si el acuerdo no es ni claro ni conciso?
No lo dude: la pregunta será clara y concisa para que la gente sepa que con su voto está
validando o rechazando un acuerdo que permite poner fin al conflicto y construir una paz
estable y duradera. (También: Fiscalía rastrea bienes de Farc en el exterior)
Pero es que la Corte también dijo que el acuerdo debe ser entendible para todos los
ciudadanos. Con todo respeto, ¿cómo hará para que la gente lea semejante documento
y, sobre todo, lo entienda?

Con mucha pedagogía y claridad. La esencia del acuerdo es sencilla: fórmulas acordadas
para poner fin a la violencia, reconocer y reparar a las víctimas, justicia, fortalecimiento y
ampliación de la democracia, lucha eficaz contra el narcotráfico e inversión y presencia del
Estado para el campo y las poblaciones más afectadas por un conflicto de más de 50 años.

¿La pregunta para el plebiscito estará simplificada, más o menos, con lo que me acaba
de decir?

La pregunta se conocerá en los próximos días, después de que el Congreso apruebe la


convocatoria al plebiscito que presentamos el jueves pasado. Pero le adelanto que será una
pregunta sencilla sobre el acuerdo final y no, como han especulado algunos, sobre la paz en
general.
Es que, precisamente, la Corte advirtió que el plebiscito no puede consultar sobre la
paz, porque ese es derecho fundamental. Según la Corte, con el plebiscito, hay que
auscultar a la opinión sobre la decisión política del Presidente en relación con el
acuerdo…

Así es. Por eso, la pregunta no versará sobre la paz en términos abstractos sino sobre el
acuerdo de paz que se logró en La Habana.

La Corte también ordenó que la voluntad popular no puede ser “manipulada con la
pregunta”. ¿Cómo hará usted para evitarlo?

La pregunta será clara y diáfana, directa y relacionada con el acuerdo logrado.

Hay algunos apartes del acuerdo que no son fácilmente comprensibles para el
ciudadano común. Por ejemplo: hay mucho desconocimiento sobre la Jurisdicción
para la Paz. ¿Cómo la resumiría?

La Jurisdicción Especial para la Paz es un sistema de justicia que se usa cuando una
sociedad está transitando de un conflicto armado hacia la paz. Lo han aplicado muchos
países que, como nosotros, han tenido conflictos armados.

¿Pero qué hará la Jurisdicción para la Paz? ¿Qué es? ¿Para qué sirve?

Investigará y sancionará a los que hayan cometido graves violaciones a los derechos
humanos o graves infracciones al Derecho Internacional Humanitario. Esas personas
deberán decir toda la verdad, reparar integralmente a sus víctimas y dar garantías de que no
repetirán las conductas.
¿Pero no serán castigados?

Recibirán penas restrictivas de la libertad de entre cinco y ocho años. Si no lo hacen, es


decir, si no dicen toda la verdad, serán condenados a penas de cárcel de hasta 20 años.

¿Y esta Jurisdicción Especial para la Paz cuánto tiempo va a funcionar?

La Jurisdicción Especial para la Paz se concibió como un mecanismo transitorio y se


terminará cuando se haya investigado, juzgado y sancionado a todos los responsables de los
delitos más graves.

Pero esa es una tarea ardua que, según los expertos, puede durar hasta 20 años…

La Jurisdicción Especial de Paz puede hacer rápido y bien hecho su trabajo. Espero que sea
mucho menos de 20 años.

¿Y quién juzgará?

El tribunal para la paz, que hace parte fundamental de la jurisdicción de la cual estamos
hablando.

¿Quiénes van a definir la integración de ese tribunal?

Las entidades que los van a definir son: el Secretario de la ONU, la Sala Penal de la Corte
Suprema de Justicia, la delegación en Colombia del Centro Internacional de Justicia
Transicional y la Comisión Permanente del Sistema Universitario del Estado.
¿Cuántos magistrados y cuántas cortes o salas tendrá esta justicia?

En toda la jurisdicción para la paz habrá 42 personas. Cada sala estará compuesta por,
mínimo, 6 magistrados, y en cada sala podrán estar dos magistrados extranjeros, del grupo
de 6.

¿Pero cuántas salas son?

Son tres salas. Y en el tribunal, que es aparte, habrá 20 magistrados nacionales y 4


extranjeros.

Hay quienes dicen que la justicia transicional supone impunidad…

Absolutamente falso. No habrá impunidad. Habrá sanciones efectivas para los responsables
de los delitos más graves. Algunos pretenden decir que la única sanción es la de la cárcel
con barrotes, pero la experiencia internacional muestra que eso no es así. La justicia
transicional permite no solo sancionar a los responsables por sus delitos, sino que las
víctimas conozcan la verdad sobre lo que pasó con sus seres queridos, sean reparadas y
existan garantías de que esos hechos que las victimizaron no ocurrirán otra vez.

Como muchas partes del acuerdo están basadas en compromisos que han aceptado
cumplir las Farc, ¿que mecanismo utilizará el Gobierno para garantizar que si
cumplan lo pactado?

Habrá un mecanismo tripartito de verificación del cual harán parte Naciones Unidas, el
Gobierno y las Farc. La idea es que las partes nos hagamos un control mutuo y que,
además, haya una entidad de la seriedad de la ONU que vigile y dirima las diferencias.
¿Y si se confirma que las Farc no están cumpliendo lo pactado, qué pasa?

Llevamos cinco años en un proceso de construcción de confianza entre Gobierno y Farc


que nos permite creer, con alto grado de certeza, que sí cumplirán con lo pactado. Sin
embargo, si algunos de ellos no lo hacen, serán perseguidos como criminales comunes y
tendrán que responder por sus delitos ante la justicia.

En el caso contrario, las Farc dijeron en Cuba que es indispensable que se garantice el
cumplimiento del acuerdo. ¿Qué garantías da usted de que se cumplirá?

La garantía de que el acuerdo de paz se cumplirá radica en que será sometido a la


validación del pueblo, será aprobado por el Congreso y revisado por la Corte
Constitucional.

¿Qué va a pasar con los guerrilleros de las Farc cuando terminen las zonas de
concentración?

Los miembros de las Farc entrarán a las zonas veredales como guerrilleros y saldrán como
civiles. Civiles que ingresarán tanto a la Jurisdicción Especial para la Paz para resolver su
situación jurídica, como a un proceso de reincorporación a la vida civil. El Estado está listo
para recibirlos en estos programas, en los que tenemos muchísima experiencia.

Sobre el tema de la amnistía, ¿qué delitos serán amnistiados y cuáles no?

Habrá amnistía o indulto para los delitos políticos y aquellos que el Congreso defina como
conexos a estos. No habrá amnistía ni indulto para las graves violaciones a los derechos
humanos ni las graves infracciones al Derecho Internacional Humanitario.
En su alocución del miércoles, usted dijo que el “acuerdo es inmodificable”. ¿Qué
quiere decir eso?

Así de claro. Se terminó la negociación, y este es el acuerdo final y definitivo. No hay nada
que se pueda cambiar o modificar. Ese es el texto sobre el cual los colombianos se
pronunciarán el 2 de octubre. Y si recibe el apoyo ciudadano mayoritario –como estoy
convencido–, se acabará con 50 años de guerra con las Farc y nos dará la oportunidad de
construir un país en paz.

El jueves, usted anunció, al entregar el informe al Congreso, que a partir de ahora


entra a regir el cese del fuego bilateral. ¿Cómo se cumplirá?

Eso es ni más ni menos que el fin de la guerra. A partir de mañana, las partes en conflicto
cesarán para siempre sus hostilidades. Esa es la materialización del fin de la guerra de más
de 50 años... Pero que quede claro: la Fuerza Pública seguirá persiguiendo a los grupos
criminales que continúan al margen de la ley delinquiendo y atacando a la población civil.

El negociador Humberto de la Calle dijo que no es un acuerdo perfecto, pero es el


mejor acuerdo posible. ¿Qué imperfecciones tiene?

Por definición, no hay acuerdo perfecto. En una negociación, ambas partes ceden. Nosotros
teníamos claras las líneas rojas y nunca las traspasamos. Este es un acuerdo bueno para los
colombianos. Es razonable, y lo podemos cumplir. Es el mejor acuerdo posible y nos da la
oportunidad histórica de poner fin a la guerra y construir con optimismo un país más
seguro, mejor para nosotros y nuestros hijos.

Humberto de la Calle también dijo que vendrán discusiones, ajustes y sacrificios. En


su opinión, ¿qué tipo de sacrificios vienen?
Este acuerdo es el primer paso para la construcción de una paz estable y duradera. Lo que
tenemos los colombianos son grandes retos y oportunidades.

¿Qué retos?

Los de un país normal que resuelve sus conflictos por la democracia y que dedica todas sus
capacidades y talentos a construir una sociedad más justa, más educada y más próspera.

¿Por qué los negociadores del Gobierno pidieron tener paciencia? ¿Paciencia para
qué?

Paciencia porque la paz no se puede hacer de afán. Necesitamos más de cinco años, entre
conversaciones secretas y públicas, para llegar a un buen acuerdo. Tuvimos que armarnos
de paciencia, pasamos por las duras y las maduras, pero lo logramos. Como dicen, la
paciencia es la madre de todas las ciencias.

Las Farc están obligadas a cumplir todas las condiciones de la paz, es decir,
desmovilizarse, no traficar con droga, no estar armados, no atracar, no extorsionar,
no secuestrar. Si violan esas prohibiciones, ¿qué pasa? ¿Serán tratados como
delincuentes?

Exactamente.

¿En qué consiste la reparación económica a víctimas del conflicto?

Es un elemento clave del sistema de justicia transicional. Esa reparación incluye el


elemento económico. Las Farc, al someterse a la justicia transicional, se comprometen a
decir toda la verdad, pero también a contribuir con las medidas de reparación y
resarcimiento a las víctimas. Los bienes o recursos en su poder deberán destinarse a este
fin.

Uno de los temas que ha originado más controversia es el de la representación de las


Farc en el Congreso. ¿Cómo será eso?

Inicialmente, las Farc tendrán seis voceros. Con voz pero sin voto. La idea es que en el
Congreso participen exclusivamente en los debates de implementación del acuerdo de paz.

¿Y entonces cuándo podrían ser elegidos?

En las elecciones de 2018 y 2022, como movimiento político sin armas. Deberán participar
en los procesos electorales como cualquier otro partido político.

¿Y si no tienen votos?

El acuerdo garantiza una representación mínima de cinco senadores y cinco representantes


a la Cámara, si es que no alcanzan el umbral, para ser elegidos.

¿Serán curules entregadas a dedo?

Nooo. No son curules a dedo. Solo se asignarán las que falten para completar cinco curules,
de tal manera que cuando en la lista obtengan cinco o más no se asignará ninguna adicional.
Y a partir del 2026 entrarán a participar sin ningún tipo de beneficio en las elecciones.

Varios dirigentes han dicho que lo que se acordó en Cuba es el fin de la guerra y no el
comienzo de la paz. ¿Eso es así?
Lo hemos dicho en muchas ocasiones: lo que se acordó en La Habana con las Farc es la
terminación del conflicto armado con esa organización. Se trata del primer paso para la
construcción de una paz estable y duradera en la que debemos participar el Gobierno, las
Farc y toda la sociedad colombiana.

El acuerdo obliga a la desmovilización de los milicianos de las Farc. ¿Qué va a pasar


con los que están en las ciudades?

Los milicianos que estén en las ciudades tendrán que hacer tránsito hacia las zonas
veredales y allí empezar el proceso de reincorporación a la vida civil.

¿Cómo hará usted para que las Farc cumplan su promesa de liberar a todos los
menores reclutados?

Al desaparecer las Farc como movimiento armado, se acaba todo el reclutamiento. En


particular, el de menores. En el proceso de desarme y reincorporación, los menores serán
tratados, por supuesto, como lo que han sido: víctimas, y recibirán la protección del Estado
que merecen.

¿Y a partir del día en que se firme la paz, qué pasará con los exguerrilleros?

Que dejan de existir como grupo armado e inician su tránsito hacia la vida civil. Para ello,
se ubicarán en unas zonas del país, las zonas veredales transitorias de normalización,
durante no más de 180 días, en donde dejarán las armas en manos de la ONU. Después
empezarán su proceso de reincorporación a la sociedad e ingresarán al sistema especial de
justicia.
El viernes, en un acto público, usted le dijo al vicepresidente Germán Vargas Lleras
que lo quería ver “ayudando al sí” en el plebiscito. ¿Por qué hizo esa observación?

Yo le había pedido al Vicepresidente que se dedicara a sacar adelante el más ambicioso


plan de vivienda en el país, a llevar agua potable a sitios que nunca la habían tenido y a
conectar a Colombia con vías e infraestructura. Él lo ha hecho muy bien y lo seguirá
haciendo, pero le he pedido que, con su tremenda habilidad política, también se dedique
estos 40 días a impulsar la votación más importante en la vida de los colombianos. La que
nos permitirá tener un país en paz. Él ha sido víctima del conflicto y sabe la importancia de
lo que está pasando en Colombia.

YAMID AMAT
Especial para EL TIEMPO

Colombia ha sido un país de guerras. En el siglo pasado, desde la de los Mil Días, que
enfrentó a liberales y conservadores y provocó la perdida de Panamá, hasta la lucha contra
los alzados en armas que integraron las Farc. Todo originado por la guerra entre liberales y
conservadores, que comenzó en 1948 con el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán
y terminó, el primero de diciembre de 1957, con el plebiscito que originó el Frente
Nacional.
Esa guerra produjo 300.000 muertos, la mayoría campesinos. A los liberales los llamaban
‘cachiporros’ y a los conservadores, ‘pájaros’ o ‘godos’. Un día del año 49, ‘Vampiro’,
dirigente campesino conservador, incendió a Ceilán en el Valle del Cauca. En ese
pueblo trabajaba en ordeño un muchacho de 18 años llamado Pedro Antonio Marín,
oriundo de Génova (Caldas, en esa época).
Con los años, Marín –‘Tirofijo’– se trasladó al Tolima, se radicalizó y allí hizo parte de los
grupos de autodefensa liberales. Era el segundo al mando de un jefe guerrillero liberal de
Rioblanco (Tolima), llamado Gerardo Loaiza. (Lea el texto completo y definitivo del
acuerdo final de paz)
Cuando se creó el Frente Nacional, para alternar a liberales y conservadores en el poder,
surgió una división en el liberalismo. Los ‘limpios’ (liberales puros) y los ‘comunes’ (con
cierta orientación comunista). Estos ‘comunes’ son el grupo germen de las Farc, contra el
cual se organizó la operación Marquetalia en 1964, durante el gobierno de Guillermo Leon
Valencia. Ahí nacen las Farc. Desde entonces hasta hoy, el país se llenó de sepulturas,
viudas, desplazados, minas, mutilados, secuestrados, huérfanos. La nación se cubrió de
sangre, muerte y luto.

Toda esta historia de horror termina esta noche a las 12 de la noche. Termina la guerra. Un
hombre, el presidente Juan Manuel Santos, se empeñó desde su primer mandato, en
lograr la paz para este país. Enfrentó todo tipo de dificultades, que hoy subsisten. Al
extremo de que mientras líderes mundiales como el papa Francisco y el presidente Barack
Obama lo apoyan –al igual que una organización como la ONU, que reúne a todas las
naciones– en el país, algunos dirigentes lo impugnan. (Lea también: Paz con Farc, entre la
esperanza, plebiscito y el salto al futuro)

El diálogo con este hombre, hoy el jefe de Estado que recibió el mandato popular de lograr
la paz y que puede afirmar “misión cumplida”, se inicia con inquirir dónde y cuándo se
firmará el acuerdo de paz.

“El acuerdo final ya es inmodificable. Estamos mirando opciones de fecha y lugar, pero
será sin duda antes del plebiscito”.

Se ha dicho que podría ser en Cartagena. ¿Es verdad?

Cartagena es una de las opciones. Es una ciudad emblemática de Colombia, con facilidad
de acceso y capacidad para un evento de esa trascendencia. Pero no hemos decidido.

¿La idea es que se firme en Colombia?


No está decidido. Podría ser en Nueva York, en Cartagena, en Bogotá.

¿A cuántos jefes de Estado piensa invitar?

A todos los que de una u otra manera facilitaron el camino.

¿Invitará al presidente Obama?

Por supuesto. Y a los mandatarios de Francia, España, Noruega, Chile, Venezuela, Cuba,
Ecuador… A todos los que ayudaron a este nuevo amanecer.

¿Cuándo se firmará?

Entre el 20 y el 30 de septiembre.

¿Y cómo se iniciará la ejecución de todo el proceso de desmovilización?


Apenas el plebiscito se apruebe comenzarán a operar todos los mecanismos de
implementación. (Además: 'La verdadera paz empieza con el No')
¿Desde ese momento, qué va a pasar con los soldados y policías que estaban dedicados
a la guerra?

Estarán dedicados a proteger la seguridad de los colombianos contra cualquier tipo de


amenaza.

El acuerdo de paz tiene 297 páginas. ¿Qué va a hacer el Gobierno para resumirlo y
hacerlo entendible?
Es un acuerdo de paz muy completo; diría que el más completo que se ha hecho en el
mundo. Es un acuerdo que permite efectivamente poner fin al conflicto y establece las
bases para que nunca más regrese la violencia. Es un acuerdo que beneficia a todos los
colombianos. Para que la gente lo conozca y lo entienda, vamos a divulgarlo en su totalidad
y en resúmenes pedagógicos a través de las páginas web del Gobierno, de redes sociales, en
medios masivos de radio y televisión; a través de cartillas, foros, conversatorios y otros
eventos. No vamos a desaprovechar ningún espacio para hacer pedagogía sobre el acuerdo.

La Corte Constitucional ordenó que la pregunta para el plebiscito sea clara y concisa.
¿Cómo lo hará si el acuerdo no es ni claro ni conciso?
No lo dude: la pregunta será clara y concisa para que la gente sepa que con su voto está
validando o rechazando un acuerdo que permite poner fin al conflicto y construir una paz
estable y duradera. (También: Fiscalía rastrea bienes de Farc en el exterior)
Pero es que la Corte también dijo que el acuerdo debe ser entendible para todos los
ciudadanos. Con todo respeto, ¿cómo hará para que la gente lea semejante documento
y, sobre todo, lo entienda?

Con mucha pedagogía y claridad. La esencia del acuerdo es sencilla: fórmulas acordadas
para poner fin a la violencia, reconocer y reparar a las víctimas, justicia, fortalecimiento y
ampliación de la democracia, lucha eficaz contra el narcotráfico e inversión y presencia del
Estado para el campo y las poblaciones más afectadas por un conflicto de más de 50 años.

¿La pregunta para el plebiscito estará simplificada, más o menos, con lo que me acaba
de decir?

La pregunta se conocerá en los próximos días, después de que el Congreso apruebe la


convocatoria al plebiscito que presentamos el jueves pasado. Pero le adelanto que será una
pregunta sencilla sobre el acuerdo final y no, como han especulado algunos, sobre la paz en
general.
Es que, precisamente, la Corte advirtió que el plebiscito no puede consultar sobre la
paz, porque ese es derecho fundamental. Según la Corte, con el plebiscito, hay que
auscultar a la opinión sobre la decisión política del Presidente en relación con el
acuerdo…

Así es. Por eso, la pregunta no versará sobre la paz en términos abstractos sino sobre el
acuerdo de paz que se logró en La Habana.

La Corte también ordenó que la voluntad popular no puede ser “manipulada con la
pregunta”. ¿Cómo hará usted para evitarlo?

La pregunta será clara y diáfana, directa y relacionada con el acuerdo logrado.

Hay algunos apartes del acuerdo que no son fácilmente comprensibles para el
ciudadano común. Por ejemplo: hay mucho desconocimiento sobre la Jurisdicción
para la Paz. ¿Cómo la resumiría?

La Jurisdicción Especial para la Paz es un sistema de justicia que se usa cuando una
sociedad está transitando de un conflicto armado hacia la paz. Lo han aplicado muchos
países que, como nosotros, han tenido conflictos armados.

¿Pero qué hará la Jurisdicción para la Paz? ¿Qué es? ¿Para qué sirve?

Investigará y sancionará a los que hayan cometido graves violaciones a los derechos
humanos o graves infracciones al Derecho Internacional Humanitario. Esas personas
deberán decir toda la verdad, reparar integralmente a sus víctimas y dar garantías de que no
repetirán las conductas.
¿Pero no serán castigados?

Recibirán penas restrictivas de la libertad de entre cinco y ocho años. Si no lo hacen, es


decir, si no dicen toda la verdad, serán condenados a penas de cárcel de hasta 20 años.

¿Y esta Jurisdicción Especial para la Paz cuánto tiempo va a funcionar?

La Jurisdicción Especial para la Paz se concibió como un mecanismo transitorio y se


terminará cuando se haya investigado, juzgado y sancionado a todos los responsables de los
delitos más graves.

Pero esa es una tarea ardua que, según los expertos, puede durar hasta 20 años…

La Jurisdicción Especial de Paz puede hacer rápido y bien hecho su trabajo. Espero que sea
mucho menos de 20 años.

¿Y quién juzgará?

El tribunal para la paz, que hace parte fundamental de la jurisdicción de la cual estamos
hablando.

¿Quiénes van a definir la integración de ese tribunal?

Las entidades que los van a definir son: el Secretario de la ONU, la Sala Penal de la Corte
Suprema de Justicia, la delegación en Colombia del Centro Internacional de Justicia
Transicional y la Comisión Permanente del Sistema Universitario del Estado.
¿Cuántos magistrados y cuántas cortes o salas tendrá esta justicia?

En toda la jurisdicción para la paz habrá 42 personas. Cada sala estará compuesta por,
mínimo, 6 magistrados, y en cada sala podrán estar dos magistrados extranjeros, del grupo
de 6.

¿Pero cuántas salas son?

Son tres salas. Y en el tribunal, que es aparte, habrá 20 magistrados nacionales y 4


extranjeros.

Hay quienes dicen que la justicia transicional supone impunidad…

Absolutamente falso. No habrá impunidad. Habrá sanciones efectivas para los responsables
de los delitos más graves. Algunos pretenden decir que la única sanción es la de la cárcel
con barrotes, pero la experiencia internacional muestra que eso no es así. La justicia
transicional permite no solo sancionar a los responsables por sus delitos, sino que las
víctimas conozcan la verdad sobre lo que pasó con sus seres queridos, sean reparadas y
existan garantías de que esos hechos que las victimizaron no ocurrirán otra vez.

Como muchas partes del acuerdo están basadas en compromisos que han aceptado
cumplir las Farc, ¿que mecanismo utilizará el Gobierno para garantizar que si
cumplan lo pactado?

Habrá un mecanismo tripartito de verificación del cual harán parte Naciones Unidas, el
Gobierno y las Farc. La idea es que las partes nos hagamos un control mutuo y que,
además, haya una entidad de la seriedad de la ONU que vigile y dirima las diferencias.
¿Y si se confirma que las Farc no están cumpliendo lo pactado, qué pasa?

Llevamos cinco años en un proceso de construcción de confianza entre Gobierno y Farc


que nos permite creer, con alto grado de certeza, que sí cumplirán con lo pactado. Sin
embargo, si algunos de ellos no lo hacen, serán perseguidos como criminales comunes y
tendrán que responder por sus delitos ante la justicia.

En el caso contrario, las Farc dijeron en Cuba que es indispensable que se garantice el
cumplimiento del acuerdo. ¿Qué garantías da usted de que se cumplirá?

La garantía de que el acuerdo de paz se cumplirá radica en que será sometido a la


validación del pueblo, será aprobado por el Congreso y revisado por la Corte
Constitucional.

¿Qué va a pasar con los guerrilleros de las Farc cuando terminen las zonas de
concentración?

Los miembros de las Farc entrarán a las zonas veredales como guerrilleros y saldrán como
civiles. Civiles que ingresarán tanto a la Jurisdicción Especial para la Paz para resolver su
situación jurídica, como a un proceso de reincorporación a la vida civil. El Estado está listo
para recibirlos en estos programas, en los que tenemos muchísima experiencia.

Sobre el tema de la amnistía, ¿qué delitos serán amnistiados y cuáles no?

Habrá amnistía o indulto para los delitos políticos y aquellos que el Congreso defina como
conexos a estos. No habrá amnistía ni indulto para las graves violaciones a los derechos
humanos ni las graves infracciones al Derecho Internacional Humanitario.
En su alocución del miércoles, usted dijo que el “acuerdo es inmodificable”. ¿Qué
quiere decir eso?

Así de claro. Se terminó la negociación, y este es el acuerdo final y definitivo. No hay nada
que se pueda cambiar o modificar. Ese es el texto sobre el cual los colombianos se
pronunciarán el 2 de octubre. Y si recibe el apoyo ciudadano mayoritario –como estoy
convencido–, se acabará con 50 años de guerra con las Farc y nos dará la oportunidad de
construir un país en paz.

El jueves, usted anunció, al entregar el informe al Congreso, que a partir de ahora


entra a regir el cese del fuego bilateral. ¿Cómo se cumplirá?

Eso es ni más ni menos que el fin de la guerra. A partir de mañana, las partes en conflicto
cesarán para siempre sus hostilidades. Esa es la materialización del fin de la guerra de más
de 50 años... Pero que quede claro: la Fuerza Pública seguirá persiguiendo a los grupos
criminales que continúan al margen de la ley delinquiendo y atacando a la población civil.

El negociador Humberto de la Calle dijo que no es un acuerdo perfecto, pero es el


mejor acuerdo posible. ¿Qué imperfecciones tiene?

Por definición, no hay acuerdo perfecto. En una negociación, ambas partes ceden. Nosotros
teníamos claras las líneas rojas y nunca las traspasamos. Este es un acuerdo bueno para los
colombianos. Es razonable, y lo podemos cumplir. Es el mejor acuerdo posible y nos da la
oportunidad histórica de poner fin a la guerra y construir con optimismo un país más
seguro, mejor para nosotros y nuestros hijos.

Humberto de la Calle también dijo que vendrán discusiones, ajustes y sacrificios. En


su opinión, ¿qué tipo de sacrificios vienen?
Este acuerdo es el primer paso para la construcción de una paz estable y duradera. Lo que
tenemos los colombianos son grandes retos y oportunidades.

¿Qué retos?

Los de un país normal que resuelve sus conflictos por la democracia y que dedica todas sus
capacidades y talentos a construir una sociedad más justa, más educada y más próspera.

¿Por qué los negociadores del Gobierno pidieron tener paciencia? ¿Paciencia para
qué?

Paciencia porque la paz no se puede hacer de afán. Necesitamos más de cinco años, entre
conversaciones secretas y públicas, para llegar a un buen acuerdo. Tuvimos que armarnos
de paciencia, pasamos por las duras y las maduras, pero lo logramos. Como dicen, la
paciencia es la madre de todas las ciencias.

Las Farc están obligadas a cumplir todas las condiciones de la paz, es decir,
desmovilizarse, no traficar con droga, no estar armados, no atracar, no extorsionar,
no secuestrar. Si violan esas prohibiciones, ¿qué pasa? ¿Serán tratados como
delincuentes?

Exactamente.

¿En qué consiste la reparación económica a víctimas del conflicto?

Es un elemento clave del sistema de justicia transicional. Esa reparación incluye el


elemento económico. Las Farc, al someterse a la justicia transicional, se comprometen a
decir toda la verdad, pero también a contribuir con las medidas de reparación y
resarcimiento a las víctimas. Los bienes o recursos en su poder deberán destinarse a este
fin.

Uno de los temas que ha originado más controversia es el de la representación de las


Farc en el Congreso. ¿Cómo será eso?

Inicialmente, las Farc tendrán seis voceros. Con voz pero sin voto. La idea es que en el
Congreso participen exclusivamente en los debates de implementación del acuerdo de paz.

¿Y entonces cuándo podrían ser elegidos?

En las elecciones de 2018 y 2022, como movimiento político sin armas. Deberán participar
en los procesos electorales como cualquier otro partido político.

¿Y si no tienen votos?

El acuerdo garantiza una representación mínima de cinco senadores y cinco representantes


a la Cámara, si es que no alcanzan el umbral, para ser elegidos.

¿Serán curules entregadas a dedo?

Nooo. No son curules a dedo. Solo se asignarán las que falten para completar cinco curules,
de tal manera que cuando en la lista obtengan cinco o más no se asignará ninguna adicional.
Y a partir del 2026 entrarán a participar sin ningún tipo de beneficio en las elecciones.

Varios dirigentes han dicho que lo que se acordó en Cuba es el fin de la guerra y no el
comienzo de la paz. ¿Eso es así?
Lo hemos dicho en muchas ocasiones: lo que se acordó en La Habana con las Farc es la
terminación del conflicto armado con esa organización. Se trata del primer paso para la
construcción de una paz estable y duradera en la que debemos participar el Gobierno, las
Farc y toda la sociedad colombiana.

El acuerdo obliga a la desmovilización de los milicianos de las Farc. ¿Qué va a pasar


con los que están en las ciudades?

Los milicianos que estén en las ciudades tendrán que hacer tránsito hacia las zonas
veredales y allí empezar el proceso de reincorporación a la vida civil.

¿Cómo hará usted para que las Farc cumplan su promesa de liberar a todos los
menores reclutados?

Al desaparecer las Farc como movimiento armado, se acaba todo el reclutamiento. En


particular, el de menores. En el proceso de desarme y reincorporación, los menores serán
tratados, por supuesto, como lo que han sido: víctimas, y recibirán la protección del Estado
que merecen.

¿Y a partir del día en que se firme la paz, qué pasará con los exguerrilleros?

Que dejan de existir como grupo armado e inician su tránsito hacia la vida civil. Para ello,
se ubicarán en unas zonas del país, las zonas veredales transitorias de normalización,
durante no más de 180 días, en donde dejarán las armas en manos de la ONU. Después
empezarán su proceso de reincorporación a la sociedad e ingresarán al sistema especial de
justicia.
El viernes, en un acto público, usted le dijo al vicepresidente Germán Vargas Lleras
que lo quería ver “ayudando al sí” en el plebiscito. ¿Por qué hizo esa observación?

Yo le había pedido al Vicepresidente que se dedicara a sacar adelante el más ambicioso


plan de vivienda en el país, a llevar agua potable a sitios que nunca la habían tenido y a
conectar a Colombia con vías e infraestructura. Él lo ha hecho muy bien y lo seguirá
haciendo, pero le he pedido que, con su tremenda habilidad política, también se dedique
estos 40 días a impulsar la votación más importante en la vida de los colombianos. La que
nos permitirá tener un país en paz. Él ha sido víctima del conflicto y sabe la importancia de
lo que está pasando en Colombia.

YAMID AMAT
Especial para EL TIEMPO
Los múltiples intentos de paz en
Colombia

Andrés Pastrana intentó los diálogos con las Farc. En la imagen la conocida 'Silla vacía'. Archivo

POR: ESTEFANIA FAJARDO DE LA ESPRIELLA


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TEMAS TRATADOS

PROCESO DE PAZ

POLÍTICA

| 26 de Agosto de 2016 - 05:02


A lo largo de la historia han sido varios los gobiernos que han querido establecer
diálogos de paz con los grupos armados ilegales. EL HERALDO hizo un
recuento de ellos.
Tras el anuncio del acuerdo final y definitivo entre Gopbierno y Farc para la dejación de
armas y reintegración a la vida civil de esta guerrilla, EL HERALDO realiza un recorrido
por los diferentes procesos y diálogos de paz en la historia de Colombia.

1974

Sucedió en el gobierno de Alfonso López Michelsen. Luego de la Operación Anorí contra


el ELN, la guerrilla manifestó la idea de entregarse a cambio de una amnistía. Cuando se
adelantaban los diálogos el ELN nunca se presentó al lugar de la entrega argumentando
falta de garantías.

1984
El entonces presidente Belisario Betancur Cuartas instaló diálogos de paz con las Farc y
con el M-19 y EPL. El ELN también recibió el llamado pero fue el que menos atendió.
La propuesta para la guerrilla de las Farc fue la creación de una nueva organización
pacífica para poco a poco ser reintegrados a la sociedad civil bajo un acuerdo llamado de
La Uribe.

Para el M-19 y el EPL el Gobierno buscó diálogos para llegar a una Asamblea Nacional
Constituyente. Un año después sucedió la toma al Palacio de Justicia, bajo la premisa del
incumplimiento de los acuerdos de paz y reinserción pactados por Betancur.

1986
El gobierno de Virgilio Barco firmó acuerdos de paz en los últimos meses de mandato con
el M-19 y el EPL. Además intentó con las Farc pero no tuvo acogida.
El Espectador
Las Farc, ELN, M-19, PRT y el movimiento Quintín Lame crearon la Coordinadora
Nacional Guerrillera 'Simón Bolívar', un intento de unificar las guerrillas para trazar una
hoja de ruta para la firma del proceso de paz.

El 8 de marzo de 1990 los combatientes del M-19 entregaron armas bajo las órdenes de su
líder Carlos Pizarro. Luego de eso se convirtieron en un grupo político denominado
“Alianza Democrática M-19”.

1990
César Gaviria bajo su Gobierno inició un proceso de diálogos con las guerrillas de las Farc,
el ELN y el EPL, agrupadas en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar. Los principales
acercamientos se produjeron con el ELP, aunque el ELN estuvo en el proceso desde su
inicio.
Centro de Memoria, Paz y Reconciliación.
Las negociaciones finalizaron a raíz del secuestro y muerte en cautiverio del exministro
Argelino Durán Quintero por el EPL.

A inicios de 1994 se reincorporó a la vida civil la Corriente de Renovación Socialista


(CRS), una organización proveniente del ELN. Se desmovilizaron 865 excombatientes.

1994
En mandato de Ernesto Samper se dio el reconocimiento político a las guerrillas. El
Gobierno inició negociaciones con el ELN con la mediación de Alemania. El grupo
guerrillero designó a ‘Felipe Torres’ y ‘Antonio Galán’ como sus voceros.
Centro de Memoria, Paz y Reconciliación.
En los diálogos se consiguió un preacuerdo de cese al fuego. Luego de la muerte de Manuel
‘El Cura’ Pérez, máximo comandante del ELN, se acabó el proceso.

1998
El entonces presidente Andrés Pastrana reanudó conversaciones con las Farc. Las reuniones
se realizaron con Manuel Marulanda alias 'Tirofijo' y se anunció el despeje varios
municipios para iniciar formalmente el proceso de paz. Se dio el fallido proceso, el evento
denominado “La silla vacía” y el despeje del Caguán (una zona de distensión de 42.000
kilómetros).
Centro de Memoria, Paz y Reconciliación.
Pastrana también buscó acercamiento con el ELN en la llamada Reunión de Río verde. Se
planteó la posibilidad de otro ‘Caguán’ pero este sería entre Bolívar y el Magdalena medio.
El despeje no se dio y el grupo armado lo denominó incumplimiento, acabando las
conversaciones.

2005
Durante los ocho años de gobierno de Álvaro Uribe Vélez se llevaron a cabo rondas
exploratorias con el ELN.

Entre diciembre de 2005 y agosto de 2007 se llevaron a cabo ocho rondas exploratorias en
La Habana con el ELN.
Centro de Memoria, Paz y Reconciliación.
Se liberó a ‘Francisco Galán’, portavoz de la guerrilla, y se levantaron las órdenes de
captura a ‘Antonio García’ y ‘Ramiro Vargas’, para cumplieran funciones de voceros en
Cuba.

No se acordaron zonas de concentración y verificación y se llegó al fin en 2008.

Colombia: conflicto armado, procesos de negociacion y retos


para la paz.

Colombie : conflit armé, processus de négociation et enjeux pour la paix.


Conférence retranscrite en espagnol.

Keywords: Conflicto colombiano | La responsabilidad de las autoridades


políticas con respecto a la paz | Las dificuldades de una cultura de paz en
una población que ha vivido la guerra | Favorecer el diálogo entre los
beligerantes | Oposición popular |Resistencia a los grupos
guerrilleros | Resistencia a los grupos paramilitares |Acuerdo de
paz | Ciudadanos colombianos por la paz | Gobierno colombiano |Colombia

Introducción

Irenees y la Fundación Arias me han invitado para que haga un análisis de la


situación actual y las perspectivas de paz del conflicto colombiano y de los
retos que para la construcción de la paz que de ahí se derivan. Para
responder a ello quiero hacer una presentación en la que desarrolle cuatro
puntos:

 En primer lugar, voy a resaltar algunos elementos claves sobre la


situación actual del conflicto colombiano;

 En segundo lugar, hay que considerar el estado en que se encuentran


los esfuerzos que se han hecho por buscar una salida negociada al
mismo;

 En tercer lugar, es necesario analizar los escenarios que se pueden


vislumbrar hacia el futuro;

 Y, por último, llamar la atención sobre algunos campos de trabajo por


la paz que se derivan de ello.

I. Situación actual del conflicto armado colombiano

En primer lugar, se constata la continuidad de un nivel todavía


significativo del conflicto armado, aunque también hay evidencia de
que se ha operado un cambio en el escenario estratégico de la
confrontación entre la insurgencia y la fuerza pública. Cuando se mira la
evolución de la confrontación armada, se ve claro que hubo un incremento
sostenido de la misma entre 1998 y 2002, tanto en el número de acciones
bélicas como en el número de muertos en combate. Es decir, la confrontación
se disparó durante los años de Andrés Pastrana, cuando se negociaba con
las FARC en el Caguán, lo cual muestra con claridad la doble estrategia de
guerra y paz que se impuso tanto en el gobierno como en la insurgencia en
esos años. Pero también se constata que ha habido un descenso
importante de los niveles de acciones bélicas entre el 2002 y el 2005,
y más significativo aún del número de muertos en combate entre el
2002 y el 2006. No en vano, pues, el parte de éxito que proclama el
gobierno con su política de Seguridad Democrática.

Sin embargo, para valorar adecuadamente lo que significa este descenso hay
que considerarlo comparativamente con los niveles que ha tenido el conflicto
armado en los últimos veinte años. Las acciones bélicas, que han vuelto a
subir en el 2006 y el 2007, siguen manteniendo, no obstante el descenso
mencionado, un nivel que es equiparable al que presentó la confrontación
armada durante gran parte de los noventa. Por otra parte, se constata un
descenso relativo más alto en el número de combatientes muertos como
resultado de las acciones bélicas, ya que éstos descienden en 2006 por
debajo de la línea de los 1.000 muertos por año, por primera vez desde 1990,
aunque vuelven a subir ligeramente en 2007. Aunque dicho descenso
significaría que formalmente en los estándares internacionales Colombia salió
del estadio de conflicto armado mayor, hay otros indicadores que nos invitan
a ser más prudentes en el análisis, ya que sugieren que hay una continuidad
del conflicto.

Además del nivel de acciones bélicas y muertos en combate se


requiere considerar cómo evoluciona la cobertura geográfica del
conflicto armado, es decir, qué tan amplio sigue siendo el territorio
afectado por el mismo. Se constata una tendencia similar a la encontrada en
las acciones bélicas y los muertos en combate: incremento del número de
municipios afectados por el conflicto armado entre 1998 y 2002 hasta
alcanzar la cifra de 498, y descenso entre el 2002 y el 2005, para volver a
un ligero ascenso en el 2006 y 2007. Ahora bien, los 293 municipios
afectados en 2007 representan un número superior o muy semejante a
aquellos con conflicto armado durante toda la década de los noventa (227
municipios en 1990, 244 en 1995, 305 en 1999), aunque ciertamente inferior
a los 498 municipios afectados por acciones bélicas en el 2002. Esto se puede
percibir con claridad cuando miramos la cobertura geográfica e intensidad
del conflicto armado. ¿Qué podemos deducir de aquí?

Básicamente tres cosas:


 En primer lugar, que el territorio afectado por la confrontación
armada comprende todavía un número importante de
municipios, cercano a la tercera parte del país;

 En consecuencia, en segundo lugar, es necesario decir que el


conflicto armado todavía tiene una cobertura nacional;

 Aunque, en tercer lugar, el conflicto armado tiene mayor


intensidad en algunas regiones del país, que aunque han variado
con relación a los años noventa, si tienen como una de sus
características el vínculo con las zonas de cultivo de coca, las cuales
se han ido desplazando por efecto de la lucha antinarcóticos. Un
ejemplo claro de ello es el desplazamiento de los cultivos de coca hacia
la costa pacífica, con el consiguiente desplazamiento de los grupos
armados, del conflicto y las infracciones al DIH; las situaciones que se
viven en la costa nariñense, Buenaventura y el sur del Chocó son
ejemplos de ello.

Para poder entender la evolución del conflicto armado es importante


mirar de manera desagregada la participación de los distintos
actores en la dinámica de la confrontación. Al mirar el panorama a partir
de 1990, se constatan cambios importantes en la dinámica de la
confrontación y en el liderazgo que juegan los distintos actores en el mismo.
Es evidente que lo más fuerte de la confrontación se ha dado entre las
Fuerzas Armadas, particularmente Ejército, y las FARC. Esta confrontación
se consolida prácticamente como la única de importancia a partir del 2003,
cuando se constata una estrecha relación entre las acciones de ambas
fuerzas. El papel de otros grupos guerrilleros, particularmente del ELN, se
reduce significativamente a partir de 2001. Y los grupos paramilitares, dado
su carácter antisubversivo y las relaciones/alianzas con la Fuerza Pública en
diversas regiones, nunca alcanzaron un nivel significativo en la confrontación
bélica, aunque sí en las infracciones al DIH.

Hay que considerar la evolución de la interacción entre FARC y


Fuerzas Armadas. La Fuerza Pública está por encima del accionar bélico de
las FARC hasta 1997, cuando éstas las superan en el número de acciones
bélicas, en parte porque fueron los años de mayor confrontación directa con
los grupos paramilitares y de consolidación militar de esta guerrilla al contar
con la retaguardia de la zona del despeje del Caguán. A partir de 2004, ya
en plena implementación de la Seguridad Democrática, las Fuerzas Armadas
vuelven a recuperar la iniciativa. La acción de las Fuerzas Militares y de la
Policía ha llevado a las FARC a retirarse a sus zonas de retaguardia,
provocándole una importante pérdida de posiciones en amplios territorios;
no obstante ello, la guerrilla aún conserva presencia y fortaleza en diversas
regiones, particularmente en el sur del país.

Ahora bien, hay un cambio importante que es necesario tener presente en el


análisis de la evolución del conflicto armado: el escenario estratégico de
hoy es muy distinto del que existía hace 10 años al iniciarse el
proceso de paz en el Caguán. Mientras en 1998 había un escenario de
confrontación que favorecía a las FARC luego de cuatro años de acciones
ofensivas significativas contra las Fuerzas Armadas, hoy hay un escenario
estratégico que favorece a estas últimas. Esta ventaja estratégica se ha dado
gracias al uso de los ataques aéreos, al control de las comunicaciones y a un
mejoramiento de las operaciones de inteligencia. Esto ha permitido que el
gobierno con su política de Seguridad Democrática haya logrado golpes
contundentes contra las FARC, tanto militar como políticamente, como se vio
en el 2008 (por ejemplo, el abatimiento de Raúl Reyes y la liberación de
Ingrid Betancur y sus compañeros secuestrados).

Sin embargo, los niveles significativos de confrontación aún


existentes,como lo muestra el incremento en las acciones bélicas en 2007
y un nivel todavía importante en el 2008, y la cobertura todavía nacional que
tiene el conflicto armado ponen de presente que la derrota militar de las
FARC puede no estar tan cercana como lo sostienen algunas fuentes oficiales.
No obstante el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas, el énfasis en una
estrategia meramente militar no garantiza el acabar con los grupos
insurgentes, como se ha visto con el ELN. Menos cuando los abundantes
recursos del narcotráfico siguen alimentando la guerra.

La ‘otra’ guerra: contra la población civil


Para poder entender cabalmente la dinámica del conflicto armado en
Colombia, es necesario prestar atención a la “otra” guerra que libran
los actores armados de manera paralela a su accionar bélico, aunque
estrechamente conectada a éste. Nos referimos a las infracciones contra
el DIH, cometidas por los distintos actores armados contra la población civil.
Los años más difíciles de esta “guerra contra la sociedad” se dieron en los
años 2000 y 2001, con 2.291 y 2.277 infracciones al DIH respectivamente,
y 4.431 y 5.744 víctimas fatales entre asesinatos políticos, masacres y
desapariciones. Los más de tres millones de desplazados son otro indicador
claro de ésta guerra contra la sociedad.

Al desagregar las infracciones al DIH, sobresalen varias tendencias.

 En primer lugar, sobresale el rol preponderante de los


paramilitares, los mayores responsables de la barbarie contra la
sociedad civil, como bien ha quedado establecido por sus propias
declaraciones en las audiencias de la Ley de Justicia y Paz. Preocupa
la continuidad del fenómeno paramilitar, no obstante la
desmovilización de más de 32.000 de sus miembros. Ya sean
disidentes que no negociaron, desmovilizados que se han vuelto a
rearmar, o “nuevos” grupos (como las Águilas Negras), el hecho es
que la responsabilidad de estos grupos en las infracciones al DIH están
volviendo a crecer. Se evidencia cada día más que luego de la
desmovilización se está dando una recomposición de los poderes
paramilitares en las regiones para definir quién se queda con el control
de las antiguas estructuras, muy ligadas tanto al narcotráfico como
también a las estructuras políticas clientelares, como se vio en las
elecciones de octubre de 2007. Por otro lado, la extradición de jefes
paramilitares hacia los Estados Unidos dejó serios interrogantes sobre
la capacidad del Estado colombiano para controlar su accionar delictivo
y para hacerlos responder ante las víctimas.

 En segundo lugar, también se constata el peso importante que tuvo


las FARC entre 1998 y el 2003 en las infracciones al DIH,
aunque su responsabilidad ha bajado en los últimos
años. Algunas de estas infracciones, como los secuestros y el uso de
minas antipersonales, han ganado relevancia en la opinión pública y
han suscitado procesos crecientes de movilización social en su contra,
los que han conllevado a una creciente deslegitimación social de la
lucha armada. Por su parte, la responsabilidad del ELN en las
infracciones al DIH ha venido descendiendo desde el 2000, una
expresión más de la debilidad militar por la que pasa este grupo.

 Preocupa en este contexto el incremento sostenido de las


infracciones al DIH de parte de la Fuerza Pública, donde
sobresalen los llamados “falsos positivos” y ejecuciones
extrajudiciales. Mientras la responsabilidad de los actores armados
ilegales en las infracciones al DIH desciende, la de la fuerza pública
crece de manera sostenida desde 1998, cuando arranca el proceso de
fortalecimiento militar con el Plan Colombia, y se acentúa en los años
de la Seguridad Democrática. La exigencia de resultados en la lucha
antiterrorista por parte del gobierno podría estar llevando, en una
lógica perversa, a incrementar las infracciones al DIH por parte de las
Fuerzas Armadas.

II. La infructuosa búsqueda de una salida negociada

La situación crítica de violencia en Colombia ha sido enfrentada con


diferentes políticas de seguridad y de paz. El gobierno colombiano ha
implementado diferentes procesos de negociación con insurgentes armados
a lo largo de los últimos 25 años, logrando ocho acuerdos de paz entre 1990
y 1994. Han sido procesos de paz limitados y parciales, tanto por haber sido
con los grupos guerrilleros más pequeños, como por el contenido de los
acuerdos alcanzados. Aproximadamente 4.000 guerrilleros se desmovilizaron
(Cf. Turriago y Bustamante, 2003). Permítanme presentar en esta segunda
parte, por medio de una cronología, la evolución de los procesos de paz
y las dificultades que se han presentado para alcanzar una paz
comprensiva y duradera, prestando especial atención a la participación de
la sociedad civil en dicha dinámica de búsqueda de la paz.

De 1978 a 1986

El primer gobierno de este periodo implementó una política represiva


para hacer frente al creciente descontento social y político reinante
en ese momento. Al comenzar su gobierno, la administración de Turbay Ayala
(1978-1982) promulgó el Estatuto de Seguridad, que autorizaba a los
militares a detener y procesar a personas sospechosas de vínculos con la
subversión. De hecho, además de los guerrilleros detenidos, también se
retuvo a muchos líderes políticos, sindicales, campesinos y comunitarios,
muchos de los cuales sufrieron torturas. En medio de esta dinámica
represiva, el M-19 desarrolló acciones militares llamativas y tomó la
iniciativa política de reivindicar la bandera de la paz. En este contexto,
los grupos de derechos humanos surgieron con vitalidad, como fue el caso
del Comité Permanente para la Defensa de los Derechos Humanos. Estas
organizaciones lograron articular diversas posiciones políticas en torno a las
demandas de una apertura democrática y una amplia amnistía. Ante el
fracaso de una solución militar impulsada por el presidente Turbay
al problema de la violencia, el presidente Belisario Betancur (1982-
1986) abogó por una solución política. Su administración implementó
una propuesta pionera de negociación, sin embargo problemática por ser
desinstitucionalizada, no contar con directrices claras, ni un respaldo social
y político.

El presidente Betancur no planteó propiamente un modelo de negociación ni


unas metas claras de lo que se podía alcanzar con este proceso. Tampoco
contó con las condiciones y el respaldo político para hacerlo. El núcleo de la
propuesta de Belisario Betancur fue promover un “diálogo nacional” con la
participación de las más diversas fuerzas políticas, tramitar en el Congreso
una ley de amnistía generosa y crear una amplia comisión de paz, que fue la
encargada de adelantar los diálogos y negociaciones que se llevaron a cabo
con la guerrilla. El logro de éstos diálogos fue alcanzar una tregua
parcial. Dichos acuerdos de tregua se firmaron en 1.984 entre el
gobierno y el M-19, las FARC, el EPL, el ADO y algunos sectores del
ELN. Sin embargo, con excepción de la tregua acordada con las FARC,
todos los otros acuerdos se rompieron en menos de un
año.Estratégicamente hablando, la guerrilla no creía en la propuesta de paz
oficial. Los grupos guerrilleros se comprometieron en estos acuerdos con una
doble intención :
 Apostaban a la paz, en la medida que les ofrecía un espacio público
que les permitía en alguna medida salir del marginamiento político en
que estaban. Pero seguían creyendo en la guerra ;

 Y aprovecharon las condiciones de la tregua para ampliar el número


de miembros y de frentes y proyectar así más claramente su ideal de
pasar a una ‘guerra de posiciones’.

Aunque el presidente Betancur abrió la brecha hacia la búsqueda de una


solución negociada del conflicto con la guerrilla, también suscitó, por la forma
en que lo hizo, que distintas instancias de poder - tanto nacionales como
regionales y locales, que se sentían afectadas - hicieran oposición explícita
al Presidente e incrementaran la tendencia a buscar por cuenta propia la
defensa de sus intereses. De hecho, el conflicto armado se agudizó a lo largo
de su mandato. El Presidente no contó con el respaldo del establecimiento.
Los militares, en cabeza del Ministro de Defensa, se opusieron a la política
de paz y la torpedearon; tampoco el partido Conservador del Presidente, ni
el partido Liberal en la oposición, se sentían identificados con la estrategia
presidencial y por ello no brindaron el respaldo político necesario. Los
grandes gremios dieron un « golpe de opinión » en rechazo a los acuerdos
logrados. Por otra parte, los sectores vinculados al agro, sintiéndose
desprotegidos, darán su respaldo a los grupos paramilitares, que en este
período crecieron vertiginosamente con el apoyo de los militares. Sus
principales víctimas fueron los militantes de la Unión Patriótica (UP), partido
político creado por las FARC como alternativa para impulsar incorporación de
la guerrilla en la arena política a partir del acuerdo de tregua. La toma del
Palacio de Justicia por parte del M-19 y la contra-toma del Ejército,
en noviembre de 1.985, representan el final real y simbólico de los
esfuerzos de paz de Betancur. Este episodio puso de manifiesto no solo
el error de cálculo político del M-19, sino también el peso que las soluciones
de fuerza seguían teniendo para muchos sectores de la sociedad, incluidos
los militares, terratenientes y líderes políticos regionales, los paramilitares y
también los grupos guerrilleros.

De 1986 a 1993
La administración de Virgilio Barco (1986-1990), con su carácter
tecnocrático, introdujo modificaciones a la política de paz que heredó
de su antecesor. De ello se derivaron sus logros pero también sus
limitaciones; de hecho, en este gobierno surgió el único modelo de
negociación que en estos veinte años ha logrado llegar a unos acuerdos de
paz. El proceso de paz se institucionalizó y se centralizó, con lo cual
quedó claro el liderazgo y dirección del Estado y, en concreto, de la
Presidencia de la República. Se creó la Consejería de Reconciliación,
Normalización y Rehabilitación, bajo cuya dirección estuvo el manejo de la
política de paz. Por otro lado, se clarificaron los objetivos de las
negociaciones, pero esto mismo significó que se le establecieran unos límites
claros, sobre todo a las posibilidades de participación social en el proceso.

Se pueden distinguir dos períodos en el manejo de la paz en este gobierno.


-Durante los dos primeros años, el énfasis se puso en atacar a través
del Plan Nacional de Rehabilitación (PNR) las que se consideraban las
causas objetivas de la violencia guerrillera; se buscó implementar una
estrategia de integración de las zonas más pobres y marginadas del territorio
nacional, donde es mayor la presencia guerrillera. Con ello se pretendió
quitar respaldo social a la guerrilla. Al mismo tiempo, se buscó disminuirle
protagonismo político a los alzados en armas, en especial a las FARC. El
gobierno favoreció la negociación de la protesta social, que fue significativa
en aquellos años.

 El segundo período comenzó cuando, por la presión del secuestro de


Álvaro Gómez, y del incremento de la violencia del narcotráfico, el
gobierno se vio obligado a lanzar su « Iniciativa para la Paz »,
propuesta concreta de negociación con los alzados en armas. La
propuesta gubernamental tenía como objetivo claro la desmovilización
de los grupos alzados en armas a cambio de su inserción en la dinámica
política legal. En la configuración de esta propuesta, el gobierno
rechazó la participación de la sociedad civil, no obstante los
ofrecimientos que se le hicieron. No obstante las resistencias del
Gobierno, se lograron articular dos dinámicas de participación,
una previa a las negociaciones con el M-19 y otra en las
negociaciones mismas. Con relación a las acciones previas, se
adelantaron una serie de presiones en favor de una solución
negociada, como puede verse en las gestiones “paralelas” a las del
gobierno por parte de la Comisión de Notables. A esto se suma un
hecho puntual: la Cumbre de Usaquén (29 de julio de 1.988), motivada
por el secuestro de Álvaro Gómez, y la Comisión de Convivencia que
nació de su seno. Es innegable la presión que estos hechos ejercieron
en el lanzamiento de la Iniciativa de Paz por parte del gobierno, que
permitió el inicio de negociaciones con el M-19. La participación en las
negociaciones mismas se dio por medio del mecanismo de las Mesas
de Análisis y Concertación, en las que participaban miembros de los
distintos partidos políticos, y cuya tarea fue buscar consensos en torno
a diversos puntos (ante todo de política económica y social) que fueron
insumos para el Pacto Político que el gobierno firmó con el M-19 el 2
de noviembre de 1.989.

La sociedad civil se hundió en la polarización política en medio de


esta dinámica de negociación. Por una parte, hubo una nueva dinámica
en la política local. La protesta social creció, convirtiéndose en algunos casos
en fuerzas políticas alternativas en las regiones. Además el panorama político
se hace más complejo con la creación de la UP en 1985 y con la primera
elección popular de alcaldes en 1988. Por otra parte, es indiscutible el
esfuerzo por configurar un proyecto de extrema derecha para hacer frente a
lo que algunos sectores consideraban como el « peligro izquierdista »; no en
vano el crecimiento de los grupos paramilitares. La llamada ‘guerra sucia’ es
un obvio resultado de ello (Cf. Romero, 2001). 1.988 fue un año tope en lo
que se refiere a los asesinatos políticos, en general, y a las masacres, en
particular, con muchas de las víctimas pertenecientes a la UP. Mientras tanto,
fue creciendo una necesidad amplia por la paz, sentimiento de carácter
nacional que toma diversas expresiones y debates en la arena política, en los
procesos electorales, y en los ‘diálogos regionales’. El respaldo electoral al
M-19 luego de su desmovilización no es gratuito; es un voto a favor de la
paz.

La administración Gaviria (1990-1994) utilizó el modelo de


negociación con el M-19, con ligeras modificaciones, para las
negociaciones con el Ejército Popular de Liberación (EPL), el Partido
Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y el movimiento guerrillero
indigenista Quintín Lame. Ciertamente el presidente Gaviria utilizó la
convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente como un elemento de
presión sobre la negociación con estos grupos. Con relación a una
participación social más amplia en el proceso, ésta continuó con las
restricciones que venían del gobierno anterior, limitándola a eventos y
diálogos de tipo regional. De hecho, para el gobierno el proceso de la
Asamblea Nacional Constituyente parecía suplir las necesidades de
participación social que se planteaban en el ámbito de los procesos de
negociación. El gobierno no contempló mecanismos que incentivaran una
mayor vinculación de la sociedad a la dinámica de las negociaciones
adicionales a la tutoría moral y/o mediación que jugó la Iglesia Católica.
Además, el gobierno perdió la oportunidad de involucrar a todos los sectores
políticos en las reformas que se aproximaban al bombardear ‘Casa Verde’,
sede del secretariado de las FARC, precisamente el mismo día en que la
población votaba para elegir la Asamblea Constituyente. Al hacer esto, el
gobierno no solo cerró la posibilidad de que las FARC y el ELN participaran
en las reformas constitucionales, sino que también fortaleció el ala militar de
las FARC en detrimento del ala política más inclinada a negociar.

Las reformas de la Constitución de 1991 incentivaron mayores


niveles de democracia y un mayor reconocimiento de los derechos
políticos y las diferencias culturales. Algunas de estas reformas fueron
sin lugar a dudas ventanas de oportunidad para la movilización por la paz al
final de los noventa y principios del nuevo siglo. También en 1991, la
administración Gaviria introdujo cambios en la política de paz en su deseo de
ampliar las negociaciones a los grupos guerrilleros que permanecían activos
y de esta manera ofrecer un contexto más propicio a la política de apertura
económica. Este esquema más flexible se puso a prueba en Caracas
(Venezuela) y Tlaxcala (México) en 1991/92. Las negociaciones se dieron en
medio del enfrentamiento armado, y esto hizo que el forcejeo se diera en
dos ámbitos: en la mesa de negociación y en el campo de batalla. En las
rondas de negociaciones en Caracas y Tlaxcala se lograron acuerdos iniciales
en algunos puntos. Estos avances poco significaron con relación al punto
central de discrepancia: el cese al fuego, detrás del cual se escondían las
condiciones reales para que la guerrilla se transformara en un aparato
político legal y sin recurso a la violencia. El gobierno consideraba que después
de la Reforma Constitucional no había necesidad de otras reformas; la
guerrilla creía lo contrario, ya que no se sintió participe del consenso logrado
con la nueva Constitución. No obstante este contexto conflictivo y la
oposición del gobierno nacional, diversos grupos de la sociedad civil
promovieron a nivel local y regional dinámicas de concertación social y
política, y la posibilidad de diálogos con los actores armados de la localidad
para buscar garantizar mínimas condiciones de seguridad, lo que en muchos
casos se convirtió en una ‘negociación’ de condiciones de coexistencia
con los actores armados.

Además, una trágica paradoja emerge de la interacción entre violencia y


políticas de paz, en concreto cuando las estrategias de paz tienen el resultado
perverso de generar más violencia en lugar de más paz. Es necesario explorar
el efecto no buscado de las negociaciones de paz y las reformas políticas
(elección popular de alcaldes y la Constitución del 91) en las estructuras de
poder tanto a nivel local y regional como nacional. “La descentralización
política y administrativa de la nueva constitución y la elección popular de
alcaldes y gobernadores desarticulaba el sistema tradicional de las
‘maquinarias’ políticas por medio de las cuales los partidos tradicionales
mediaban entre las localidades, las regiones y el Estado central, sin crear
nuevos mecanismos de cohesión política” (González, 2004: 13). Como
resultado de este proceso, las élites políticas y sociales en muchas regiones
se sintieron ‘amenazadas’ y asumieron la ‘solución’ autoritaria de promover
o consolidar grupos paramilitares. Más específicamente, “la apertura de
negociaciones con la guerrilla, la apertura política y la descentralización
desataron una serie de mecanismos políticos que facilitaron el surgimiento y
consolidación de los grupos paramilitares y de autodefensas, como reacción
frente a la redefinición de los equilibrios de poder regional y los potenciales
cambios a favor de las guerrillas, sus aliados y simpatizantes” (Romero,
2003: 41). En pocas palabras, hubo una fuerte reacción de parte de las
coaliciones en el poder, particularmente en el ámbito regional, a las
posibilidades de mayores niveles de democracia y participación
social que emergieron como resultado de las negociaciones con las
guerrillas y las reformas políticas.
De 1993 a 1998

Luego del fracaso del proceso de paz en Caracas y Tlaxcala, las Fuerzas
Armadas, encabezadas por un Ministro de Defensa civil, hicieron una
declaratoria de ‘guerra integral’ contra los grupos guerrilleros. Lo irónico es
que los resultados fueron bastante pobres, dejando una guerrilla con mayor
fortaleza militar. Y mientras se hacía la guerra con las FARC y el ELN, el
gobierno utilizó el esquema de negociación formulado por la administración
Barco, sin introducirle ninguna variación, en tres negociaciones marginales
con pequeños frentes o disidencias guerrilleras.

En este contexto, en 1993 comienza un florecimiento de


organizaciones e iniciativas de paz, que proponían una ‘paz integral’
en respuesta a la declaratoria de ‘guerra integral’ del gobierno. En
concreto surgieron el Comité de Búsqueda de la Paz y la Red de
Iniciativas por la Paz y contra la guerra (Redepaz), como formas
concretas de apoyar la dinámica de paz, en especial las negociaciones. En el
primero se congregaban una serie de organizaciones sociales y ONG, algunas
de ellas cercanas al Partido Comunista, las cuales buscaban convertirse en
un espacio para madurar e impulsar propuestas que pudieran aclimatar el
proceso hacia la paz y en particular las posibilidades de una eventual
negociación. Por su parte Redepaz, se convirtió en un espacio de articulación
de muy diversas iniciativas a lo largo del país, en particular de las mesas de
trabajo por la paz, las Semanas por la Paz (realizada cada año), el desarrollo
del artículo 22 de la Constitución Nacional (la paz como un deber y un
derecho), y las experiencias de mandato por la paz y territorios de paz.

Aunque el gobierno de Ernesto Samper (1994-1998) trató de


construir en el primer año de su administración un nuevo modelo de
negociación con la guerrilla, todos sus esfuerzos se hundieron bajo
el peso de la crisis políticaque produjo el proceso 8.000. Esta situación
afectó seriamente el embrionario proceso de paz. El aparente ingreso de
recursos del narcotráfico en la campaña electoral del Presidente llevó a unas
tensas relaciones con los Estados Unidos, lo cual agravó la existente crisis
política. Por otro lado, el nivel de confrontación armada se incrementó, con
duros golpes a las Fuerzas Armadas, haciéndose aún más difícil el ambiente
para una eventual negociación. De hecho, los pequeños avances en el
proceso de paz se hundieron ante el peso de la crisis política y la percepción
de la guerrilla de que estaban ganando la guerra.

En el contexto de la debilidad del gobierno, fue llamativo el peso que éste


dio a la participación de la sociedad en ‘los procesos de paz’, por medio de
foros, pactos de convivencia, etc., lo cual se concretó en la creación
del Consejo Nacional de Pazpor la ley 434 de 1.998, casi al final del
periodo de gobierno. A esas gestiones desde el gobierno, se sumaron,
desbordándolas, las iniciativas realizadas desde la sociedad civil misma, la
cual ciertamente se sintió estimulada a movilizarse y desarrollar múltiples
iniciativas de paz en un contexto de falta de liderazgo en la negociación de
la paz. Tenemos aquí una cruda paradoja: un gobierno impotente
liderando un proceso de paz termina abriendo oportunidades
políticas para la intervención de sectores de la sociedad civil,
particularmente de organizaciones interesadas en promover
alternativas de paz. No en vano en estos años hubo un florecimiento de
iniciativas y organizaciones de paz, y un considerable debate sobre la manera
de promover la paz y encontrar soluciones negociadas al conflicto armado.

De 1998 a 2002

Este periodo corresponde a la administración Pastrana (1998-


2002). Luego de haber sido electo con subrepticio apoyo de las FARC (Cf.
Romero, 2003: 41), el presidente mismo presentó su administración como la
que iba a implementar el Mandato por la Paz de octubre de 1997. La política
de paz de este gobierno estuvo básicamente integrada por tres
componentes (Cf. Ricardo, 1999):

 El diálogo y la negociación con los actores


armados, particularmente las FARC;

 El Plan Colombia;

 La “diplomacia para la paz”.

La política de paz durante estos tres años se gestó y manejó entre personas
del círculo más cercano al Presidente, y con un gran protagonismo por parte
del propio Presidente. Fue una política que mostró por momentos grandes
dosis de osadía política, pero en la cual no es posible discernir una estrategia
definida y clara. Quedan varios interrogantes sobre la claridad del gobierno
en algunos puntos del proceso: la zona desmilitarizada que no contó con
ningún tipo de veeduría, una agenda de negociación excesivamente amplia,
un manejo torpe de las relaciones con los militares, y el desinterés del
gobierno para convocar un mayor respaldo social y político a favor del
proceso de paz, no obstante la opinión pública favorable luego del Mandato
por la Paz.

Al terminar 1999, a pesar de que las negociaciones con las FARC llevaban un
año, el proceso estaba estancado y sin perspectivas claras. La movilización
por la paz comenzó paradójicamente a descender, aunque en este año
todavía estaba impulsada por los resultados de una amplia alianza política y
el apoyo de los medios, como pudo verse con claridad en las marchas del No
Más. Su éxito en movilizar millones de personas fue el resultado, por una
parte, de la alianza entre País Libre, REDEPAZ, y otras organizaciones por la
paz; pero, por otra parte, fue ciertamente el resultado del gran eco que la
campaña encontró en los medios de comunicación, particularmente en los
más importantes e influyentes periódicos. Sin embargo, por la manera las
marchas se presentaron en las noticias de los periódicos, la campaña del
No Más se convirtió en una campaña contra la guerrilla, en una clara
condenación de su accionar (Romero, 2001: 430).

Negociar en medio del conflicto con las FARC conllevó serias tensiones y
limitados resultados. Las principales tensiones en el proceso de paz fueron
causadas por problemas relacionados con la zona de distensión y con los
grupos paramilitares. A estos dos temas espinosos se agregan una serie de
escollos, algunos bastante delicados, que desaceleraron seriamente el
proceso de paz. Solo se entiende la difícil dinámica que siguió el proceso de
negociación cuando se mira hacia otro plano: el de la confrontación armada.
Hubo un serio pulso por mostrar quién tenía más fuerza y capacidad militar.
Con relación a los resultados, solo se logró un acuerdo humanitario para el
intercambio de soldados y policías retenidos por guerrilleros presos y
enfermos (junio de 2001). Cuando el presidente Pastrana puso fin al
proceso de paz con las FARC el 20 de febrero del 2002, quedó claro
cómo tanto las FARC como el Gobierno venían jugando en dos planos:
el de la paz y el de la guerra. El proceso de paz estuvo en todo momento
bajo la presión de la dinámica armada, con el agravante que ambas partes
pensaban que les era posible alcanzar una correlación de fuerzas favorable
por la vía de la confrontación armada.

Las negociaciones con el ELN no avanzaron más allá de la etapa inicial de


acercamiento. No obstante las partes acuerdan las condiciones para una
‘zona de encuentro’ (abril 24 de 2001), este acuerdo fue minado por las
marchas de protesta de la población de la zona propuesta, protestas que
debieron en gran medida a la presión de los paramilitares, es decir, unas
protestas pensadas para impedir la posibilidad de un proceso con el ELN.

El compromiso personal de Pastrana con el proceso fue la gran


fortaleza de la política de paz, pero al mismo tiempo su gran
debilidad, ya que ello impidió que se consolidara una propuesta de paz de
carácter estatal a partir de las necesarias lecciones de los procesos
anteriores, y que se contara con una mayor participación y movilización
social más allá del mecanismo formal de las Audiencias Públicas establecidas
en la negociación con las FARC. Llama la atención que el gobierno no se
movió a promover una mayor movilización social como apoyo a su propuesta
de paz. Solo cuando el proceso de paz se estancó, el gobierno finalmente
convocó primero al Consejo Nacional de Paz, que existía por ley desde el
gobierno anterior, y posteriormente al Frente Común por la Paz y contra la
Violencia (noviembre del 2.000). No obstante estas convocatorias, su papel
real en el desarrollo de la política de paz fue bastante limitado.

Al igual que durante la administración Samper, enfrentamos otra paradoja


pero con un signo contrario a la anterior. Cuando Pastrana comenzó el
proceso de paz con las FARC, el contexto reinante era el de una creciente
movilización social a favor de una solución negociada del conflicto armado.
Lo que se percibe aquí es que la iniciativa gubernamental en el proceso
de paz desestímulo la creciente movilización por la paz dado que la
población sentía que se estaba respondiendo a su demanda de una
alternativa de paz; de hecho, la movilización por la paz decreció desde el
momento en que Pastrana fue electo (1998) hasta el momento en que se
rompe el proceso de paz (2002). Irónicamente, luego de las masivas
movilizaciones por la paz de los años anteriores, hubo muy poco respaldo a
actuar colectivamente a favor de continuar con el proceso de paz. No
obstante ello, se mantiene una considerable dinámica por la paz a nivel local
y regional, como nos lo muestran las acciones de resistencia civil, los
procesos constituyentes municipales, y los procesos de concertación social.

De 2002 al 2009

El fracaso de la administración Pastrana y de las FARC en el proceso de paz


tiene como consecuencia que se cierra el ciclo de búsqueda de soluciones
negociadas y se abre de nuevo la puerta, luego de 25 años, a una
solución militar al conflicto armado. “En mayo de 2002 Álvaro Uribe
Vélez fue electo presidente por una población exhausta por una interminable
violencia y desilusionada con un proceso de paz que no logró
nada” (Livingstone, 2003: 93). Le había ofrecido al electorado una ‘política
de seguridad democrática’, que significaba un claro rompimiento con la
política de solución negociada y un reforzamiento de las fuerzas armadas en
la estrategia para hacer frente a la guerrilla. El Presidente ha promovido una
posición que considera que es posible una victoria militar sobre los grupos
guerrilleros, y de ahí el énfasis en la estrategia militar. Esta ‘línea dura’ ha
recibido el respaldo de la población, como se ha visto en las
encuestas de opinión pública. En este contexto de polarización hay
menos espacio para las iniciativas de paz. De hecho, el Presidente
repetidamente ha chocado con las ONG, especialmente con aquellas
trabajando en derechos humanos, acusándolas de prestar apoyo a
los ‘grupos terroristas’. Algunas organizaciones por la paz fueron allanadas
por los militares sin orden judicial y el Departamento Administrativo de
Seguridad (DAS) rastreó ilegalmente a opositores del gobierno (miembros
de la Corte Suprema de Justicia, políticos de la oposición, defensores de
derechos humanos, periodistas críticos del gobierno).

No obstante ello, Uribe Vélez no cerró del todo la puerta para una negociación
con los grupos armados, aunque considera que solo es posible desde una
posición de fuerza. Ahora bien, el asunto complicado en este punto es el
‘proceso de paz’ que su gobierno impulsó con los grupos
paramilitares, el cual ha generado muchos cuestionamientos y
críticas. “Pero aún hay más preguntas que respuestas, las cuales se refieren
al alcance del desarme de los paramilitares, su papel en el narcotráfico, y su
posible conversión en “soldados campesinos” tras la desmovilización.
También hay cuestiones más profundas sobre la verdad, justicia y reparación
por las atrocidades cometidas, al igual que el grado de responsabilidad del
Estado en la creación y desarrollo del paramilitarismo (García-Peña, 2004:
66). La desmovilización de alrededor de 32.000 paramilitares no
significó el desmonte de las estructuras paramilitares, las cuales han
seguido operando, como han podido constatar muy distintas
organizaciones de derechos humanos, la Oficina de la Alta Comisionada de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas e, incluso, la Misión de la OEA
encargada de monitorear el proceso de desmovilización. “La oportunidad que
existió de desmantelar las actuales estructuras paramilitares a través de la
negociación se perdió… es inevitable llegar a la conclusión de que habrá una
tercera generación de grupos paramilitares”. Igualmente la Ley de Justicia y
Paz ha mostrado resultados bastante limitados en el proceso de juzgar a los
paramilitares que se acogieron a la misma y el gobierno debió extraditar a
los principales jefes paramilitares a Estados Unidos, reclamados por
narcotráfico. Por otra parte, el proceso no satisface las demandas de las
víctimas y sus familiares a niveles adecuados de verdad, justicia, reparación
y a la exigencia de no repetición de la violencia en su contra.

Los procesos con los grupos guerrilleros no han tenido mejor


suerte. El proceso de acercamiento con el ELN, con encuentros bilaterales
en Cuba y Venezuela, no logró consolidarse en un proceso de negociación y
finalmente se rompió. No es fácil encontrar las condiciones para negociar una
paz digna que no sea simplemente la exigencia gubernamental de reinserción
de una guerrilla que considera estratégicamente derrotada. Por su parte, con
las FARC ciertamente no ha estado en el horizonte la posibilidad de volver a
sentarse a negociar un acuerdo de paz, ya que hasta la posibilidad de firmar
un acuerdo humanitario para posibilitar la liberación de los secuestrados y
soldados/policías retenidos por esta guerrilla ha encontrado múltiples
obstáculos.
Los resultados positivos de algunos indicadores de seguridad han
llevado al gobierno a pensar que ya se ganó la guerra y que solo falta
la estocada final en la retaguardia de las FARC en el sur. De ahí la
concentración de esfuerzos de las Fuerzas Armadas con el Plan Patriota en el
sur-oriente del país. El problema serio de esta estrategia es que desconoce
que como guerrilla que es las FARC no sólo han movido su retaguardia y
dispersado sus frentes, sino que aprovechando la concentración de la
capacidad militar ofensiva del gobierno en el sur la guerrilla ha desplegado
sus acciones militares en el resto del país, mostrando capacidad para ataques
sostenidos como se vio en el 2005 entre otros en el Cauca, Putumayo,
Nariño, Arauca y Chocó. No en vano aún dentro del establecimiento
comienzan a oírse voces críticas a la política estatal: “Los voceros
gubernamentales deberían terminar de una vez por todas con su cantaleta
de que las FARC están derrotadas y en desbandada […] Los hechos muestran
otra cosa […]: Las FARC pasaron de 536 acciones durante los tres primeros
años del gobierno de Andrés Pastrana, a realizar 1.190 acciones durante los
tres primeros años de la administración de Álvaro Uribe, es decir,
aumentaron en un 122 por ciento”.

Lo problemático de la estrategia del gobierno Uribe está en pensar


que haber consolidado una estrategia militar lo exime de contar con
una estrategia de paz para los grupos guerrilleros que sea algo más
que un itinerario de desmovilización para ‘subversivos
derrotados’. El presidente Uribe y su equipo pretende desconocer cualquier
legitimidad política a los alzados en armas, articulando así una solución
‘negociada’ que desconoce una de las partes enfrentadas. Al hacerlo, no sólo
cierran las puertas a cualquier negociación con la insurgencia, sino además
están legitimando los juegos de poder regional de los paramilitares con sus
consecuencias regresivas y anti-democráticas, y ofreciendo adicionales
razones a la guerrilla para justificar su permanencia en la lucha armada.

III. Escenarios posibles de evolución del conflicto armado


colombiano

De lo que hemos presentado hasta el momento se puede concluir que el


conflicto armado continúa y con una cobertura nacional, que éste conflicto
es básicamente entre las FARC y la Fuerza Pública, pero que ha habido un
cambio de escenario estratégico en el mismo. Por otro lado, los resultados
de los procesos de paz han sido limitados y el fracaso en las últimas
negociaciones con las guerrillas llevó a favorecer la búsqueda de una salida
militar al conflicto armado, alternativa que a pesar de los resultados parciales
que ha mostrado, lo parece configurarse como una solución definitiva. ¿Qué
se puede esperar hacia adelante? ¿Cuáles podrían ser los escenarios
posibles de evolución del conflicto armado en Colombia? A partir del
análisis que hemos realizado consideremos las distintas alternativas
posibles:

 O el fin del conflicto armado ya sea por la derrota militar de una de


las partes o porque se alcanza una solución negociada;

 O la continuidad del conflicto, en mayor o menor escala.

Un primer escenario es una derrota militar contundente de la


insurgencia,buscando seguir el modelo implementado en Sri Lanka. Aunque
esta aparece como la apuesta gubernamental, que se apoya en los resultados
obtenidos por las Fuerzas Armadas en estos seis años, las tendencias
presentadas indican que puede ser un resultado difícil de alcanzar, más
cuando se constata que se está presentando un punto de inflexión en las
tendencias del conflicto armado a partir de 2006 y 2007, cuando el número
de acciones bélicas, muertos en combate, infracciones al DIH y víctimas
civiles vuelven a crecer. Por otro lado, los recursos del narcotráfico siguen
‘aceitando’ la confrontación y la situación económica hace impensable un
mayor incremento del ya alto gasto militar. Así las cosas, si no se ha logrado
derrotar al ELN, ¿habría capacidad para hacerlo con las FARC?

Un segundo escenario es la conquista del poder por parte de la


insurgencia.En las actuales condiciones de Colombia y del continente este
es un escenario cerrado, como aún Fidel Castro lo ha sostenido. No sólo hay
en la actualidad un balance militar favorable a la Fuerza Pública, sino que las
condiciones de globalización, por un lado, y de crisis del socialismo realmente
existente (simbolizado por la caída del muro de Berlín), hacen prácticamente
imposible esta opción. Además, la práctica predatoria de la guerrilla
(secuestros, minas antipersonales, cilindros bombas, etc.) le han quitado
respaldo popular a la opción armada, particularmente en el ámbito urbano,
lo que hace que la representatividad política que puedan tener las guerrillas,
particularmente las FARC, sea bastante marginal.

Un tercer escenario sería aquel vinculado a un final del conflicto


armado pero por la vía negociada. Un escenario así es deseable pero
improbable en el futuro cercano. Si en 1998 los sucesos militares de los años
anteriores le impidieron a las FARC ver la importancia estratégica de una
negociación de paz, hoy en día se puede vivir una situación similar pero con
el gobierno. Los triunfos de la Seguridad Democrática están llevando al
gobierno del presidente Uribe a no ver la importancia de una negociación que
pudiera ser una solución de largo plazo. Su tendencia es ver las
negociaciones simplemente como una forma de definir el proceso de desarme
y desmovilización de los insurgentes, algo difícil de aceptar para un grupo
como las FARC. Por otro lado, las actuales circunstancias también hacen que
la incidencia de la comunidad internacional y de la sociedad civil a favor de
una salida negociada haya perdido peso.

Un cuarto escenario es la continuidad del conflicto armado en mayor


o en menor escala. Aunque es un escenario no deseable sí tiene altas
posibilidades de ser probable. Un énfasis tan grande en la solución militar,
como la mostrada por el actual gobierno, puede llevar como su derivado a
una continuidad degradada del conflicto armado, particularmente en algunas
regiones del país. Es innegable que las FARC han sido golpeadas a niveles
importantes que afectan sus cuadros de dirección. Enfatizar este camino
puede conllevar un serio riesgo de fraccionamiento del grupo armado que
plantea un reto militar y político complejo. Dados los recursos provenientes
del narcotráfico, estos grupos fraccionados tendrían recursos para seguir
operando, ahora bien sin tener prácticamente mayor horizonte político. Y la
consecuencia de ello fácilmente puede ser un incremento en el tipo de
acciones delincuenciales y las infracciones contra el DIH que afectarían a la
población civil. Este escenario se haría más complejo si se tiene en cuenta la
continuidad del fenómeno paramilitar, también sin mayor coordinación
nacional, que está exacerbando la lucha por quien controla los poderes
regionales. Y no es claro que en la actual coyuntura económica exista la
posibilidad de seguir incrementando el gasto público en defensa para hacer
frente al reto que plantea una continuidad degradada del conflicto armado.

IV. Retos para la construcción de la paz que se derivan de lo anterior

¿Cuáles son los campos en los que habría que trabajar para construir
una paz durable en Colombia y a nivel mundial? Como se lo ha
entendido en los trabajos de resolución de conflictos y estudios de paz en la
literatura y experiencias en distintas partes del mundo, la construcción de la
paz tiene un correlato con la dinámica y fases del conflicto. Hay un trabajo
de prevención cuando el conflicto es todavía latente o cuando en fase de
postconflicto se busca evitar que éste se active de nuevo; hay un trabajo
de contención (peacekeeping) del conflicto cuando éste se encuentra en
fase de escalamiento y se requiere proteger a la población civil de los efectos
del conflicto armado; hay un trabajo de negociar y hacer la
paz (peacemaking) cuando se han logrado acercamientos entre las partes y
se busca alcanzar un acuerdo de paz que permita poner fin a la confrontación
armada; y hay un trabajo de construcción sostenida de la
paz (peacebuilding) que busca reconstruir y sanar las heridas dejadas por la
guerra en la fase del postconflicto, de forma tal que se pueda avanzar en las
reformas que hagan frente a las exclusiones que subyacen al conflicto y se
pueda avanzar en un proceso de reconciliación de una sociedad que ha sido
fracturada por el conflicto. La construcción sostenida de la paz exige la
construcción de una cultura de paz que arraigada en la vida social
opere como elemento preventivo de futuros conflictos violentos.

Quiero llamar la atención a algunos retos en cada una de estas


dimensiones de trabajo por la paz que se derivan del análisis que he
realizado hasta el momento y de la experiencia colombiana en general.

 En primer lugar, en el tema de prevención es importante ahondar


en la manera como se puede traducir el análisis de los
conflictos sociales y armados en propuestas de cambios en las
políticas públicas que hagan frente a los problemas sociales,
económicos, políticos y culturales que subyacen al conflicto en estado
latente de forma que se evite su tránsito a expresiones violentas. Más
allá de las alertas tempranas, que son necesarias y no hay que dejar
de lado, se requieren estrategias de intervención de carácter más
estructural que puedan hacer frente a las raíces de los conflictos. Pero
por otro lado, de parte de las organizaciones de la sociedad civil, se
requieren claras estrategias de incidencia política (advocacy) y
movilización social para lograr que estas propuestas de cambio
estructural se traduzcan en políticas públicas efectivas.

 En segundo lugar, se requiere consolidar y profundizar las


formas de contención civil (civilian peacekeeping) de los
conflictos violentos. Hay una experiencia acumulada grande de
formas de resistencia civil a los conflictos y de intervenciones para
ofrecer protección a poblaciones en riesgo. Es importante poder
sistematizar los aprendizajes que se derivan de estas experiencias de
forma tal que se pueda ayudar a empoderar efectivamente otras
comunidades que enfrentan la misma situación. Es importante ubicar
con claridad el papel que acuerdos humanitarios pueden tener
mientras dura el conflicto en esta perspectiva de contención. Además
se requiere ahondar en la estrategia de contención y apoyo con las
víctimas de la violencia, para que tengan condiciones de hacer el
tránsito de ser víctimas a volver a ser ciudadanos/as con capacidad
para reclamar los derechos que les han sido afectados por la violencia
y reconstruir su proyecto de vida.

 En tercer lugar, se requiere aprender de la experiencia de los


procesos de paz, tanto los exitosos como los fallidos. En el caso
colombiano, es realmente inaudito que se sigan repitiendo errores que
ya se cometieron en procesos anteriores. Es necesario aprender de la
propia experiencia y de las experiencias a nivel mundial,
particularmente para los casos de conflictos duraderos como el
colombiano. Entre muchos aspectos en los que habría que profundizar,
llamo la atención de los siguientes: hay que consolidar un proceso de
aprendizaje que permita precisar el tipo de política pública de paz que
se requiere; el nivel de participación necesario de terceras partes
nacionales e internacionales y de la sociedad en general; los niveles
de negociación que hay que desplegar (con los armados, con la
sociedad, con la comunidad internacional, etc.); la manera de construir
un consenso en torno al tipo de agenda conveniente que permita
avanzar en lo que es negociable; el balance entre técnicas de
negociación y las relaciones de poder en el proceso; y el tipo de
movilización que se requiere de la sociedad civil para favorecer la
solución negociada del conflicto.

 En cuarto lugar, en el ámbito de la construcción sostenida de la


paz son múltiples los retos en los cuales se requiere ahondar
para consolidar procesos de paz duraderos. Por una parte, está el
tema de la implementación de los acuerdos de paz y el tipo de
monitoreo que pueda garantizar su real puesta en marcha; a ello se
agregan los grandes retos que plantean los procesos de
desmovilización, desarme y reintegración de los miembros de los
grupos armados, tanto legales como ilegales. El tema de la justicia
transicional es otro de los grandes retos, sobre todo en contextos
donde existen límites para alcanzar plenamente las demandas de las
víctimas a la verdad, la justicia y la reparación. En el caso colombiano,
a estas demandas se agrega la de la no repetición de los abusos, dada
la continuidad del conflicto. Es necesario ahondar en la manera de
generar procesos de reconstrucción y desarrollo que resuelvan las
exclusiones vinculadas al conflicto. Igualmente necesitamos ahondar
en la manera de consolidar una cultura de paz, que haga frente a todo
tipo de exclusiones, particularmente las de género, generaciones,
orientación sexual y raza. La construcción sostenida de la paz opera,
de hecho, como una estrategia de prevención para que el conflicto
armado vuelva a activarse.
Dinámicas del conflicto y
negociaciones de paz
La misión de esta área es contribuir a una mejor comprensión del conflicto
armado interno y su transformación, así como de otras conflictividades
sociales presentes en territorios estratégicos. También brindar apoyo técnico
a procesos de negociación de paz y estabilización.

PROPÓSITO ESTRATÉGICO
En la Fundación trabajamos a partir de la premisa de que para construir
condiciones de paz en Colombia es necesario entender la complejidad
del conflicto armado y de las conflictividades sociales asociadas que han
estado presentes en el territorio desde hace varias décadas. Dicha
comprensión constituye el primer escalón para el diseño e
implementación de políticas públicas que apunten a una paz sostenible.
Igualmente, la FIP mantiene la convicción de que el conflicto colombiano
necesariamente concluirá con una negociación o una serie de
negociaciones de paz que requieren la debida preparación y asistencia
técnica.

En ese contexto, esta Área busca aportar insumos informativos y


técnicos que nutran el debate público y los espacios de negociación con
grupos armados ilegales, en aras de lograr acuerdos de paz o de
sometimiento a la justicia satisfactoriamente formulados y respaldados
por una ciudadanía informada. Estos son requisitos básicos para el cierre
óptimo del conflicto armado interno y la transformación de aquellas
condiciones que reproducen las conflictividades a nivel territorial.

NOVEDADES

 10 abril 2018
O SIGUIENDO EL CONFLICTO

O BACRIM

O ELN

Las disidencias de las FARC: un problema en auge


Casi año y medio después de la firma del Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las FARC, la
FIP estima que existen en el país cerca de 1.200 disidentes. Sin embargo, fuentes
extraoficiales señalan que podrían llegar a ser 1.500. En esta investigación de más de un año,
la FIP presenta un completo análisis documentado con cifras, mapas y datos claves para
conocer más sobre una problemática que viene creciendo.

 16 febrero 2018
O SIGUIENDO EL CONFLICTO

O ELN

O GUERRILLA
Infografía: Continúa la incertidumbre con el ELN
El diálogo entre el Gobierno y el ELN se enfrascó en una serie de acciones que no solo
generan expectativa respecto a su continuidad, sino que crean tal nivel de desconfianza que
hacen pensar en un callejón sin salida.Conozca los hechos y el análisis que la Fundación
Ideas para la Paz ha hecho desde el 9 de enero, fecha en la que finalzó el cese al fuego
bilateral.

LINEAS ESTRATÉGICAS

Análisis de grupos armados irregulares en Colombia

Análisis de conflictividades sociales en territorios estratégicos

Negociaciones de paz y estabilización

El fiscal general de la Nación, Néstor Humberto Martínez, al intervenir en la tarde de este miércoles en
un debate de control político en la Comisión Primera de la Cámara de Representantes, reveló detalles de
cómo operaba la red que cobraba comisiones por tramitar proyectos sociales que se crearon en el marco
del postconflicto, los cuales en su mayoría son financiados con recursos extranjeros.
Martínez indicó que la Fiscalía tiene soportadas sus investigaciones del funcionamiento de este cartel -
que era liderado por Marlón Marín, hoy en Estados Unidos en condición de informante para la justicia
de ese país- con más de 80 mil registros telefónicos desde enero de 2017.
El fiscal declaró que se han identificado no a 9 personas, sino a 12, y que esas nuevas imputaciones se
conocerán en los próximos días, en donde se soportará porque eran los intermediarios para cobrar
coimas en los proyectos que se creaban para los desmovilizados.
Según Martínez, Marlón Marín contó que las coimas en cada proyecto iban entre el 5% y el 11%, pero
siempre más bajas que las que piden supuestamente los políticos. El Fiscal también indicó que este
grupo tomó contacto con, al menos, cuatro alcaldes de Antioquia, Boyacá, Nariño y Casanare, esto con
el propósito de asegurar el direccionamiento de los proyectos.
Explicó que una de las líneas sobre las cuales se buscó hacer esa intermediación fue en los contratos para
la construcción de vías terciarias, para lo cual accedieron a información exclusiva de los municipios. En
total presentaron propuestas en 58 municipios de 19 departamentos, entre ellos Antioquia, Arauca,
Bolívar, Caquetá, Cauca, Cesar, Córdoba, Huila, Norte de Santander, Nariño, Tolima y Vaupés.
Igualmente, la Fiscalía recabó información que le permitió aclarar que la mitad de la coima se recibía
primero, y luego de logrado la otra parte.
Un segundo modelo que empleó esta red fue con los recursos que se giran para las llamadas Zonas Más
Afectadas por el Conflicto Armado (Zomac) en donde buscaron a los contratistas para que con base en
acercamientos con el alcalde local se pudiera tener ese proyecto.
Martínez Neira, incluso señaló que la red tenía, al parecer, vínculos con algún funcionario en el
Departamento de Planeación Nacional, con el objetivo de garantizar que el proyecto fuera financiado y
saliera rápidamente. Esto lo hacían por medio de proyectos productivos, las granjas, frigoríficos, plantas
de energía y proyectos de vivienda.
“Se conocerán en los próximos días los contratos, pero el grueso no está contaminado, debemos asegurar
que hasta la última moneda llegue a los desmovilizados, sería un crimen que una moneda de centavo
termine en bolsillos privados”, declaró el fiscal y resaltó que los proyectos que se están financiando han
dejado ya cosas positivas pese a estos problemas. En tal sentido destacó el caso de Henry Castellanos,
quien durante su tiempo en las Farc se conoció como Romaña.
“Romaña me llamó a decirme que no se quería volver al monte, pero que necesitaba recursos para
financiar proyectos en la región porque no está cumpliendo el Gobierno”, contó el fiscal, tras detallar
que gracias a la embajada de Noruega, Castellanos recibió poco más de 120 millones de pesos con los
cuales ya se tiene un sembrado de maíz en 30 hectáreas, de las cuales se esperan, al menos, 3.000
toneladas, esto en una finca en la Julia, Meta.
Durante el debate además intervinieron el ministro del Interior, Guillermo Rivera; el secretario general
de la Presidencial, Alfonso Prada; el alto Comisionado de Paz, Rodrigo Rivera, quienes explicaron cómo
se han venido implementado los acuerdos de paz y el manejo de los fondos de paz.
Igualmente, habló el saliente secretario de la JEP, Néstor Raúl Correa, quien explicó que recursos del
exterior han llegado a esta justicia, como también la operación inicial que se viene dando a la estructura
de la JEP.

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