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Dado a que las historias de terror poseen un carácter macabro y lúgubre, este

género literario no es recomendado para personas sensibles o que sencillamente


se asustan fácilmente, ya que el pavor que experimenta la persona podría
alcanzar un punto fatídico, es decir, llevarlo a la muerte provocada por un infarto
fulminante. Claro que esto únicamente llegaría a suceder en un caso extremo.

En más de una ocasión, las personas que llegan a escuchar este tipo de relatos,
argumentan que ni su tramo inicial ni su desenlace, les provocaron el más
mínimo temor. Sin embargo, no por ello esas crónicas deben ser apartadas del
género, ya que seguramente cuentan con elementos característicos como los
que a continuación se enlistan:

– Los protagónicos frecuentemente son maleantes u homicidas.

– Más que enfocarse en cuestiones relacionadas con la violencia física o verbal,


se dedican a describir a detalle situaciones o escenarios con el fin de que se cree
una «atmósfera» que inunde el lugar por completo.

– No profundiza en aspectos concretos de los personajes, debido a que no


interesa que conozcamos pasajes de su vida pasada, sino lo que se encuentran
realizando en este momento

sta Historia de terror comienza así. Era el primer día de Belén en la biblioteca
del estado. La enviaron desde el colegio para conseguir algunos créditos extras
por lo que ni ella ni el bibliotecario estaban preparados, ni dispuestos para
trabajar juntos. El hombre que trabajaba ahí desde hace 30 años, trató de
mantenerla lo más lejos posible, así que le dio el área de libros comunes,
prohibiéndole entrar a las demás.

Pero la joven no tenía intenciones de obedecer a un viejo mal encarado, todas


las cosas que él decía, ella las tomaba como reto. Empezó a tomar libros de las
«secciones prohibidas», se los llevaba a casa, veía una cuantas páginas y los
aventaba a un rincón por aburridos, no entendía porque el bibliotecario los
cuidaba tanto.

Uno de tantos libros que tomó sin permiso, resultó algo distinto a los
demás, estaba cubierto en piel como muchos otros, pero era tan tersa, delgada
y tan suave que invitaba a acariciarla más de una vez; no tenía algún título,
editorial o ilustración en la portada, ¡en realidad no tenía nada!, ninguna marca
que dañara aquella bella piel. Entonces lo más lógico para conocer su contenido
era abrirlo.

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