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1. Consideraciones liminares.
Iniciémonos con un ‘control semántico’… Observaciones. Por cierto, hay
zanjadas diferencias entre experimentar y explorar. Científica y tradicionalmente
la experimentación es proceso abstractivo y sintético, conducido por una
intencionalidad teórica. La experimentación y observación científicas
comportan un orden reglado y se destinan a la búsqueda de un objetivo pro-
yectado. La experimentación y la observación son trabajo y tarea; la exploración,
contrariamente, es todo un estado de flotación…: lo que implica un proceso según
las vertientes de la realidad, y un destino que no se cumple ni se obtiene, sino
que se aviene o se encuentra –sin previsto plan. (Uno suele sorprenderse,
advirtiendo, lo que no pensó.) Observaciones fenomenológicas. Observaciones no
necesariamente opositivas o contravencionales, pero sí liberadas del lógos de la
razón: observaciones del fenómeno: desde y según sus vetas y vertientes.
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Ponencia de apertura VII Jornadas de cultura greco-latina (Sede Rosario – Argentina).
“Memorias del mundo antiguo. La cultura greco-latina y sus proyecciones”. Días 6, 7 y 8 de
julio de 2015.- Escrito incluido en: Candelero, Neldo. Apuntes sobre el hombre-que-somos,
Laborde, Rosario, 2018.-
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Herencias culturales. No se piense que la herencia es ‘cultural’ porque ha
sido pura ‘cosa de los hombres’; pues las cosas physicas, actividades sensibles
extra-humanas y en ocasiones in-humanas, perfectamente saben devenir o
resultar obras al hombre –inherentes y estructurales. Lo cultural es aquí aquello
que llegó-a-ser, que ad-vino al haber de los hombres –pero con independencia
de su origen, humano en ocasiones, no humano en otras. Herencias culturales.
Es Konrad Lorenz (biólogo, filósofo), quien advierte que aun en el terreno
biológico debe destacarse el sentido jurídico del término ‘herencia’. No porque
lo jurídico dé cuenta del proceso de la vida, aunque sí porque en lo ‘jurídico’
mejor se muestra el aspecto donativo que toda heredad implica. Herencia es
dote: cosa-que-se-tiene, aunque por vía del legado (la donación), por acción
unilateral.2 La herencia deviene constitutiva (propiedad), pero no debe
olvidarse: al destinatario, ab initio, le aparece nueva y heterogénea –salto y
ruptura.
Tomemos un caso, para visualizar… Un caso de herencia cultural:
Sócrates. Allá por el siglo V Sócrates pro-pone al Diálogo como método y al
Concepto como télos gnoseológico –como verdad. Los atenienses de aquel
tiempo no le comprenden --y todos sabemos cómo acaba su biótica historia.
Hoy, contrariamente, leemos a Sócrates –podemos hacerlo desde cualquier
Manual o Historia de la filosofía-- y nos parece claro, sencillo, comprensible, y
hasta por qué no, banal. ¿Aquellos, los atenienses de entonces, fueron primarios
y rústicos hombres, escasamente filosóficos…? ¿Somos nosotros
contrariamente, por la inhumana aunque benigna evolución, más lúcidos,
inteligentes y perspicaces…? No nos parece.
Es que en realidad, aquel Sócrates de la Atenas de Pericles es la
vanguardia del s. V a C.; o desde otro respecto: los atenienses de aquel entonces
son bárbaros a Sócrates –no hablan la lengua socrática. (Sócrates es nuevo y
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humanismo al que remitimos prácticamente todo cuanto hay. (Para nosotros
‘modernos’ las diferencias que tenemos con los griegos son diferencias
‘culturales’. En otros términos, lo pensamos así: “Ellos han creado una cultura
distinta a la nuestra…” Fin de la cuestión… Es simple, y es todo. ) Pues bien, lo
que acabamos de proponer –los dioses son a los griegos todo un acontecer
fenoménico-- no es ‘idealidad’ o ‘cultura’ de los griegos, y por lo tanto, tampoco
es propuesta ‘cultural’ griega. (No es que los adultos griegos enseñan a los
niños, en tesis e ideas, a unas numerosas y varias divinidades, en las que los
pequeños no tardarán en confiar. Tal propuesta implicaría un ‘dogmatismo’,
plenamente extraño a los griegos –y más propiamente moderno y judeo-
cristiano.) Para entender esta convivialidad de los humanos y lo divino en Grecia,
debemos comprender que el encuentro estético del hombre con lo divino es un
encuentro de tipo existencial, entre vivientes –entre la fáctica humanidad del
hombre y la concreta supra-humanidad de lo divino. En otros términos, el griego
detecta a lo divino en y a partir de su superioridad existencial; lo divino aparece
al griego, vitalmente mayor… ¿Es enseñanza cultural y educativa? Insistimos:
no. Observémoslo más de cerca --en lo que la physis, fenomenológicamente,
tiene de divino.
Los hombres nacen, y crecen, envejecen…, y mueren. ¿La primavera…?
La primavera, que es uno de los modos de la sempiterna y divina physis, la
primavera adviene, permanece, lentamente decrece y se va…, hasta
desaparecer. Pero luego, cada vez, vuelve, retorna, enérgica y plena, llamativa y
fresca; joven, como la primera vez. La physis es divina, no por Dogma, no por
Cultura, sí porque físicamente puede más…, que todo hombre. La physis puede
volver. (Lo divino en Grecia tiene un registro observable: no es idea de la
Cultura.)
Los hombres pasan…, y no vuelven. Pero lo divino es lo que siempre
puede volver a ser, a estar, aquí, otra vez, y otra vez. Hay más poder vital en
ciertas ‘cosas’ de entre las que hay en la vida. Lo divino puede más. El
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reconocimiento humano de lo divino no es otra cosa que un conocimiento que al
griego se le hace inevitable e innegable. Lo divino puede más que el hombre –y
no es teoría, o hipótesis, o dogma, es lo que hace sensiblemente y
poderosamente cada vez, por ejemplo, la divina physis. (Lo divino es eterno…
Mas no al modo moderno en cuanto ‘lo que no cesa’, o ‘no se corrompe’, sino
más bien, en cuanto es aquello que puede volver a ser/estar, cada vez, como la vez
primera.)
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capaz de imponer sentidos al hombre, aunque no menos capaz de disponer
sentidos en el hombre. Detecta Platón que el arte, hace hombres… No lo
recomienda, pero justamente en su advertencia, y hasta en su desespero, se
implica que supo de su poderío.
Sí para nosotros, preeminentemente modernos, para los que todo tiene
un soporte teorético o institucional…, pero en la Grecia antigua el arte no
emerge ni de la institucionalidad ni de las ideas. El arte surge silvestre –porque
sí (a la conciencia), pero además desde sí y según sí mismo. No hay Manifiesto ni
Comunidad, ni Museo ni Escuela que le preceda. No fue ‘primero’ la definición
del Arte; antes fue y hubo obra de arte. Es la obra de arte la que precede al Arte
en Grecia. De todos modos, aún hoy el modo procesal se reitera en los planos
varios del mundo: aún hoy son los amantes quienes inician y fundan las
variaciones conceptuales del Amor.
ii. Platón nos dice que la obra afecta al alma irracional. Mucho nos cuesta
saltar por sobre nuestras estructuras ‘modernas’ y ‘posmodernas’, pero se hace
bien pertinente en este caso pensar por fuera de la Psicología esta noción de
‘alma irracional’. En un sentido: conciencia irracional. No una conciencia
reflexiva --acaso la única modalidad de conciencia que carga, desde la
Modernidad, con el derecho de ser tal--, sí una conciencia inflexiva. No una
conciencia que piensa; sí una conciencia que advierte.
A esta conciencia receptiva es a la que la obra afecta, moviliza, modifica. La
obra de arte se ubica antes y por debajo de la flexión cognitiva –por debajo de la
conciencia reflexiva--; la obra se externa e interna en una conciencia que la
descubre y encuentra –una conciencia que todavía no juzga ni captura:
verdadero ‘monitor’. Conciencia ‘irracional’, ‘básica’, ‘animal’, ‘corpórea’,
‘niña’…, podrán imputársele otras más penosas calificaciones a esta conciencia,
pero jamás negársele que sabe de lo que le es ajeno, que es la que porta noticia de
la alteridad. Conciencia humilde, ingenua, pero adaptable y concordante. Se
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trata de la conciencia estética (aisthesis): corporal, receptiva, ingenua,
testimonial; diversa, pero a la vez fundante de la diánoia: que es abstracta,
procedimental, argumentativa, fundamentadora, judicativa. La conciencia
estética es ‘otra’ que la conciencia ‘filosófica’: otra y anterior.
Cito a Schrödinger, que cita a Galeno, que cita a Demócrito. Discuten la
diánoia y la aisthesis, y la primera dice:
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4. Coda.
El recupero de nuestros orígenes no es un simple y solo proceso de
retorno y remisión al pasado historiográfico. Internos –nuestros orígenes--, los
activamos en cada una de nuestras acciones vitales y cognitivas. (Somos
socráticos aún en la ignorancia histórica y filosófica del maestro de Platón.) Y
todo inicio que constituye, toda herencia, tampoco es idealidad universal
establecida y fija, definitiva e inequívoca –como una ecuación matemática--, es
más bien procesal, toda una modalidad. Así, recuperar lo original –principio y
elemento-- no es atenerse y concordar –y menos intelectual y académicamente--,
sino más bien jugar el origen, actuarlo, reactivarlo --‘en carne y hueso’.
Obsérvese, que la propuesta que efectuamos es todo un proceso de recreación
mimética: una mímesis a modo Aristotélico. Uno de nuestros orígenes
(herencias), hoy, acaba de volver a pasar.-
Fin
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