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La enfermedad y el sufrimiento

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Vivimos una sociedad cuya mentalidad secularizada y en muchos casos enfrascada


en valores mundanos que privilegian no pocas veces el hedonismo, el
materialismo, el narcisismo, y se cree a menudo, que la tecnología y las ciencias
médicas son capaces de extirpar por completo el sufrimiento provocado por las
enfermedades. “No se puede esperar ni se debe sufrir más”, es el enunciado que
cobija estas ideas. Hace pocos años atrás, tanto en Bélgica como en Países Bajos,
se consideran lícitas nuevas formas de eutanasia que no sólo alcanzan a los
enfermos terminales, de manera que se pretende alcanzar con esta práctica una
mayor población.

A contrapartida de estas ideas, la logoterapia o “cura médica del alma” que Viktor
Frankl propone, consiste en ayudar al sujeto a preguntarse sobre el sentido de su
existencia, convenciéndose de que en cualquier situación, por absurda que sea, es
posible encontrar un “cometido vital”, comenzando por las respuestas más
modestas con tal que sean realizables en ese momento. Y es que en el contexto
socio-cultural, el problema no es cómo sufrir sino saber reaccionar ante el
sufrimiento y disminuir las causas que lo agravan.

Cristo confirió un valor salvífico a todo sufrimiento humano, inclusive al


inconsciente. Jesús para redimir a la humanidad dio pruebas de su fidelidad a Dios
y de su amor a los hombres hasta la tortura en la cruz. Por otro lado, en el
testimonio de la vida de Jesús se insertan relaciones de predilección por los que
sufren, y en la otra vida, glorificada por Cristo resucitado, se verificará la plenitud
de la vida, la victoria completa sobre toda forma de sufrimiento: “no habrá más
muerte, ni luto, ni clamor, ni pena” (Ap. 21,4).

El sufrimiento es una dura prueba de nuestra madurez humana y cristiana. Job


llega a revisar su propia fe y a comprender mejor a Dios: “de oídas, ya te conocía,
pero ahora te han visto mis ojos” (Job 42, 5); siendo conclusión espiritual de un
camino espiritual madurado en el sufrimiento. Y es que la crisis provocada por el
sufrimiento suscita no raras veces una nueva visión de la vida, una maduración
humana y una espiritualidad que difícilmente se habría alcanzado sin este
itinerario de dolor.

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La enfermedad y el sufrimiento
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La vida se entiende como peregrinaje hacia la ciudad de Dios vivo, como un éxodo
incesante para aceptar las pruebas de la existencia, incluyendo a veces la
amargura, la soledad y la aridez del desierto. El cristiano, pues, no pide ni
bienestar ni sufrimiento, ni tranquilidad ni lucha, sino la capacidad de entregarse
todos los días a Dios y a los hermanos en testimonio de fe y de amor, cualesquiera
que sean las circunstancias en que le toque vivir.

Bibliografía

De Fiores, Stefano, et. al., Nuevo Diccionario de Espiritualidad, Edit. San Pablo, 6ª
Edición, 2012, Madrid.

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