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Introducción
A los sedentarios se le oponen los nómadas. Los nómades son una suerte de manada
que se desplaza rizomáticamente (sin orden alguno) en espacios lisos de devenir puro
por donde circula el deseo. Si el carácter centrado es característico del espacio
estriado, lo acentrado será propio de lo liso. Un rizoma es una tallo subterráneo del
cual puede sustraerse lo Uno de lo Múltiple en una ecuación de n-1; es una suerte de
madriguera con múltiples entradas, es manada de ratas en movimiento. Es tubérculo y
bulbo, al mismo tiempo tallo y raíz, es multiplicidad y ya no solamente naturaleza
arbórea de la que se desprenden ramas cuyos frutos son alcanzados por la unidad de
un sujeto que le otorga cierto sentido. Como bulbo, el rizoma suele formarse bajo
tierra, sus raíces brotan del tallo en un estado orgánico-inmanente en el que no hay
canales específicos de circulación, ni tampoco las superposiciones de un arriba / abajo
o adentro/ afuera.
El cuerpo sin órganos puede decirse de tres maneras: como inmanencia pre-orgánica,
como estratificación y como creación. Como estratificación, el CsO obedece a un
orden otorgado por alguna máquina social, la cual adjudica ciertas funciones para
cada órgano, brindando con ello territorialidades y jerarquías de modo que los órganos
funcionen de acuerdo a la división del trabajo: promoción de cuerpos productivos.
En relación con el espacio estriado, en tanto cuadrícula o tejido estatal, se dice que el
CsO adquiere un lugar determinado, una sedimentación que disminuye y aniquila
ciertas velocidades que permiten sus continuas transformaciones. Cada casilla fija un
órgano, una función, una significación y un sujeto específico. No obstante, es preciso
mencionar que no todas las máquinas sociales estratifican del mismo modo: máquina
territorial, despótica y capitalista desde la codificación, sobre codificación y
axiomatización respectivamente, crean, por decirlo de algún modo, su respectivo CsO.
En el caso de la máquina territorial, la tierra es considerada como la primera superficie
de inscripción desde donde la mano se concibe como la mano que caza, adquiriendo
así una nueva significación. Lo que hacen las máquinas entonces es codificar el
deseo, estratificar el CsO impidiendo la realización de un plan de consistencia. El
proceso de estratificación puede asumirse como una captura de los órganos, una
desterritorialización, de la que luego se sobreviene una reterritorialización específica
en funciones productivas. Lo anterior teniendo en cuenta algunas de las apreciaciones
abordadas en Antiedipo. Capitalismo y esquizofrenia.
En las mesetas desde las cuales nos hallamos, Deleuze y Guattari dirán que un CsO
puede ser estratificado desde tres eslabones: organización, significación y
subjetivación. Entiéndase estratificación como “la creación del mundo a partir del caos,
una creación continuada, renovada. Y los estratos constituyen el juicio de Dios. El
artista clásico es como Dios: organiza las formas y las sustancias, los códigos y los
medios, y los ritmos, crea el mundo”4. El juicio de Dios nos aboca al primer estrato: la
organización.
¿Cómo hacerse un cuerpo sin órganos? Primera hipótesis: un cuerpo sin órganos
puede hacerse desde su vaciamiento.
El CsO está poblado por intensidades y multiplicidades que hace de éste un huevo
dogón. El huevo alude de manera directa al carácter inmanente de las intensidades
que circulan, entiéndase la figura del huevo como esa “materia que ocupará el espacio
en tal o tal grado, en el grado que corresponde las intensidades producidas”12. Así las
cosas, materia igual a energía “producción de lo real como magnitud intensiva a partir
de cero”. Huevo como el estado anterior de la extensión del organismo y su orden
estratificado, huevo intenso definido por ejes desde donde es posible la mutación de
energía. Spatium inmanente igual que el deseo.
A la pregunta de cómo hacer un cuerpo sin órgano, Deleuze responde que este
consiste en “instalarse en un estrato, experimentar las posibilidades que nos ofrece,
buscar en él un lugar favorable, los eventuales movimientos de desterritorialización,
las posibles líneas de fuga, experimentarlas, asegurar aquí y allá conjunciones de
flujo, tener siempre un pequeño fragmento de una nueva tierra. Sólo así, manteniendo
una relación meticulosa con los estratos, se consigue liberar las líneas de fuga, hacer
pasar y huir los flujos conjugados”16. Apuesta por una ética, por la creación de un
cuerpo propio a partir de estrategias particulares que sigan el único principio de
fusionar estratos y líneas de fuga en el mismo plano del devenir. En el caso del
cuerpo-metrópoli, cada calle debe plagarse de ladrones y amotinados que procuren la
fuga del orden establecido desde la construcción de trochas, montículos o trincheras.
La libre circulación debe en consecuencia bloquearse, los amotinados deben dejar
pasar lo que es prohibido, experimentar con ello (sin que se ponga en juego su vida),
ser máquina de guerra: horadad en lugar de siembra.
Insertos pues en el poder el cuerpo y la vida, no queda otra salida que la reinvención.
Todas las tensiones entre estratos y líneas de fuga, orden y caos desde la dosis y la
prudencia, conlleva a un argumento substancial: el de la ética. Delueze y Guattari
preguntan: “¿no sería la Ética el gran libro sobre el CsO?”17 Asumiré aquí esta noción
de ética como estrategia de la máquina de guerra, y es que, después de todo, crearse
un CsO es una apuesta vital contra las ritualizaciones del sacerdote.
Avanzo un paso: quisiera, hasta donde eso sea posible, relacionar esa ética
deleuziana con la estética de la existencia propuesta por Michel Foucault, para desde
ahí notar cómo a través de prácticas como el dandismo, el cuidado de sí, y hasta la
misma creación de un CsO, se procura una des sujeción del poder, del aparato de
captura: devenir máquina de guerra particular abierta a posibles agenciamientos desde
una máquina abstracta21.
Lo que Foucault propone es una micro política (sin dejar de lado lo macro) basada en
el comportamiento ético de ocuparse de sí, de existir de acuerdo a principios propios
de tal manera que las disciplinas o las biopolíticas no dominen hasta los
comportamientos más íntimos, y para ello, creerá Foucault, deben cambiarse los
cuerpos y no tanto las mentalidades, las cosas se ponen más al nivel corporal que de
la conciencia, al final y al cabo, van a ser las prácticas las que determinen los rumbos:
somos lo que hacemos, de ahí que el primado de la ética deba ser práctico. Si
embargo ésta primacía no debe asumirse como una especie de oposición a la teoría,
ya que después de todo “la teoría no expresará, no traducirá, no aplicará una práctica,
[sino que] es una práctica”26. Una que adquiera en la intimidad el centro gravitacional
desde donde puedan efectuarse movimientos éticos y políticos centrífugos.
Tanto Deleuze como Foucault hacen una apuesta por las revoluciones moleculares
efectivas desde las prácticas (en Deleuze tales revoluciones atraviesan lo orgánico),
éstas incluirían como en Baudelaire, un lenguaje corporal, una implicación orgánica
que como línea de fuga posibilite el salto de los estratos, pero también un nuevo orden
promovido desde el sujeto mismo como estancia cambiable, nómada. Prácticas que en
Deleuze se basan en la experimentación y en Foucault en el cuidado de sí. Dichas
estrategias procuran buscar existencias alternativas a las subjetividades propuestas
por el poder, por las máquinas sociales que bloquean el deseo: creación de máquinas
de guerra. En fin, ambos acuden a la materia física como núcleo de cambio, después
de todo nadie sabe lo que el cuerpo puede.
Bibliografía
DELEUZE, Gilles & Félix Guattari. 2008. Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia:
Valencia: Pretextos.
- Cubides Cipaguta, Humberto. 2006. Foucault y el sujeto político: ética del cuidado de
sí. Bogotá: Siglo del Hombre Editores: Universidad Central IESCO.